Capítulo 51

Lucía abrió despacio la puerta del cuarto donde Arno se encontraba, pero terminó por realizar la acción con rapidez al ver la cama vacía. El francés se encontraba de pie frente a la mesa llena de los objetos que usaban para curarlo y atender sus necesidades.

-Arno, ¿qué haces levantado? Sólo ha pasado una semana desde que te hirieron. El médico dijo que reposo absoluto.

-Sólo iba a cambiarme las vendas; no estoy tan mal como para no moverme. -Agregó mientras se daba la vuelta, mostrándole el torso desnudo, ahora sin las telas.

-Vuelve a la cama, por favor. Yo lo haré. -Agregó la joven mientras le quitaba de las manos los objetos tomados, haciendo que él obedeciera, a la par que hablaba.

-Te recuerdo que el médico también dijo que me fuera levantando y moviendo cuando me encontrara con fuerzas.

-Sí, pero no solo; puedes hacerte daño porque aún es muy pronto. No te rías. -Le riñó al ver su sonrisa, pasando a limpiar las heridas del asesino, quien habló con buen humor.

-Está bien, está bien. No te enfades. ¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Has salido sola?

La chica perdió su semblante rígido por el leve enfado cuando él se puso serio, haciendo aquellas preguntas. Sabía que Élise había mentido anoche por ella, pero claramente no podía continuar por aquel camino.

-Tenía que hacerlo, Arno. Debía hablar con Ivette antes de irnos de la ciudad, y que fuera Élise era muy arriesgado, porque la conocen. No la regañes por mentirte anoche sobre mi paradero; yo la obligué.

-¿Fue Leroux? -Preguntó enseguida, aún más serio.

-No directamente, pero creo que lo organizó todo él. Un grupo de 4 intentó secuestrarme después de salir de casa de Ivette. Iba preparada, así que pude escapar.

-Lucía, ya hablamos de eso. No puedes ir sola por ahí con ese psicópata buscándote ¡Te está esperando!

-Lo sé, Arno… -susurró sin mirarlo, dejando los utensilios que había usado sobre la mesilla cercana. Antes de que cogiera las vendas, el hombre la detuvo agarrando su mano para que lo mirara.

-Cumpliré mis promesas si tú cumples las tuyas. Anoche tuviste suerte, pero si no la hubieras tenido, nadie podría haberte ayudado.

-Sé que tienes razón, pero el tiempo se nos echa encima y no quería…

-Oye, lo más importante es que estés bien. -La cortó, pasando a incorporarse levemente para poder acariciar su mejilla. -¿Lo estás?

-Sí, de verdad. Esto es sólo un golpe, no pasó nada más. No saldré sola hasta que nos hallamos ocupado de él, de verdad.

Arno finalmente asintió con conformidad, haciendo que ella se inclinara hasta poder besarle en los labios. Al separarse le sonrió levemente, pasando después a proceder a vendar las heridas del francés. Mientras ayudaba a la rubia como podía, habló.

-¿Cuándo volvemos a París? Sé que habéis hablado con ese amigo de John.

-Sale pasado mañana, al alba. Pero, Arno, tú aún no estás para viajar…

-No voy a quedarme aquí con vosotras tan lejos. Estoy bien como para esconderme en un carro lleno de telas. Y no podemos retrasarnos más, lo sabes tan bien como yo.

La española asintió tras meditar sus palabras, no pudiendo rebatirlo. Tenía razón, debían regresar cuanto antes para buscar a André y seguir la pista del joven herrero, pues el tiempo apremiaba.

-¿Qué es lo que pasa? ¿por qué tienes miedo?

Lucía posó sus ojos en los marrones de él sin poder evitar emitir un suspiro antes de responder.

-Por todo. Las cosas cambian muy rápido, y es tan sencillo que el caos se abra paso… Ahora de repente se han abierto muchos frentes, y temo que eso nos reste concentración y algo salga mal. Tú estás herido y tardarás en recuperarte, Élise vuelve a intoxicarse con su venganza hacia Germain ahora que está de vuelta, y yo tengo que estar pendiente de que Gastón no nos mate. Son demasiadas cosas para que nada salga mal, Arno, y siento que he rebasado mi límite de suerte llegando a tiempo para que no murieras.

-Buscaremos ayuda en París, allí no estamos solos. Vamos a hacer las cosas bien, sin precipitarnos. Hablaré con Élise también, y yo te prometo que voy a obedecer al médico y estaré en casa hasta que pueda volver a trabajar sin peligro. No dejaré que ese bastardo vuelva a por mí, ni tampoco consentiremos que te toque. -Guardó un instante de silencio al ver que ella asentía cabizbaja, ocultando sus ojos vidriosos. Tomó su mano al hablar de nuevo. -Es normal que tengas miedo después de todo lo ocurrido, Lucía, pero debes tratar de dominarlo para poder seguir adelante o no podrás vivir. Yo estaré contigo para ayudarte.

Ante la última frase del francés ella sonrió levemente, mirándole a los ojos al fin mientras limpiaba sus lágrimas. Dorian enseguida le hizo un leve gesto con la mano para que se acercara, pasando a abrazarla cuando ella se recostó sobre su lado sano.


Hacía varias horas que al final el trío había regresado a París, justo cuando la noche había caído, siendo la parada del carromato de aquel desconocido amigo de John, la casa de Arno.

Élise había estado poco tiempo en el lugar, ayudando a Lucía a llevar al asesino a la cama y recabar todas las medicinas necesarias para su recuperación, para después marcharse con premura. Ni Lucía ni Arno habían objetado nada, pero ambos habían quedado con un remordimiento interior, nacido de la preocupación al ver que la joven avivaba su ansia de venganza al tener tan cerca de nuevo al asesino de su padre.

Lucía se encontraba en el salón del francés, avivando las llamas de la chimenea para que el calor perdurara durante toda la noche, cuando llamaron a la puerta.

Sabiendo quién era, la joven se incorporó y anduvo hasta la puerta, dejando entrar velozmente al maestro líder de los asesinos de París.

-Buenas noches, maestro.

-Buenas noches. Espero que no hayáis tenido problemas en el viaje. Al leer la nota que me habéis enviado he quedado perplejo. ¿Qué le ha ocurrido a Arno? -Preguntó apresuradamente, ávido de respuestas ante la escasez de palabras que la rubia había dirigido en la nota para que se desplazara a la casa del asesino.

-Gastón le tendió una trampa y lo apuñaló, maestro. Está tratando de matarnos a ambos desde su expulsión de la hermandad.

-Maldito sea… lo siento mucho.

Antes de que el hombre hablara de nuevo, la voz de Arno se alzó desde el cuarto, preguntando si estaba allí ya Quemar. Lucía no contestó, mirando a su interlocutor.

-Quiere estar presente cuando hablemos sobre las novedades, así que, si no es molestia, maestro…

-En absoluto. Te sigo.

La pareja se puso rumbo hacía la habitación, ascendiendo por la escalera que comunicaba con el salón. Arno se incorporó levemente al verlos entrar, quedando sentado en la cama. Quemar habló en primer lugar.

-¿Cómo te encuentras, Dorian? Ya me he enterado de lo ocurrido.

-Estoy mejor, aunque aún no puedo hacer mucho por mí mismo. Al menos todo esto ha valido para algo. Tenemos noticias importantes.

-Sabéis que Germain ha regresado a París. -Se adelantó el mayor, viendo que ambos asentían. Arno recuperó el turno de palabra, continuando con las novedades traídas de Poissy.

-El hijo de Perriand también está aquí, y estuvo siguiendo la pista de un joven que también era hijo suyo. Al parecer ese chaval podría ser la clave de todo. Podría conocer dónde están los papeles, o incluso tenerlos.

-¿Tenéis alguna prueba que apunte a ello? ¿Es templario?

-No, no lo es; nadie lo conoce. Y eso es lo que nos hace pensar que podría ser quién escondiera los papeles que se llevó Perriand. No tenemos evidencias, pero no creo que sea casualidad, más teniendo en cuenta que André lo busca con tantas ganas.

-Tiene sentido, desde luego. Seguiremos llevando esto en secreto, como ya hablamos antes de que os fuerais. Yo también traía novedades de estos últimos días. Creo que ya hemos localizado al tal André en la ciudad, y ha ido a verse con Germain justo la noche pasada. No pudieron escucharlos ni nada semejante, pero al menos ya sabemos qué están aquí y viéndose. Puede que estéis en lo cierto.

-¿Quién está trabajando en esto? -Preguntó la chica, haciendo que el castaño respondiera.

-De momento los maestros sólo, y ahora que habéis regresado también vosotros, aunque habrá que buscar alguien que sustituya a Arno hasta su reincorporación. ¿En quién podría confiar esto?

-Creo que Antoine puede ser una buena elección -agregó tras unos segundos Arno. -Ya trabajaste con él, ¿no?

-Sí. Es un buen hombre, y creo que se puede confiar en él también.

Quemar meditó los comentarios de la pareja, asintiendo finalmente con conformidad antes de tomar la palabra.

-Estoy de acuerdo. Hablaremos con él y le pondremos al corriente de todo. Él vendrá aquí para ponerse en contacto contigo, Lucía. Entiendo que estarás con Arno hasta que se recupere.

-Sí, maestro, así es.

-Bien. Pues tratad de seguir manteniendo esto en secreto y trabajar desde aquí. Mucho cuidado con Leroux. Suerte, y buen trabajo.

La pareja dio las gracias al unísono, contemplando como el asesino salía solo del cuarto, rechazando con un gesto de mano que la joven lo acompañara a la salida.