Capítulo 63

Empezaba a atardecer cuando la pareja de asesinos llegó a las inmediaciones de Chamery, evitando el pequeño pueblo para buscar directamente la antigua casa de campo de los Moreau.

No habían planeado nada sobre lo que podría acontecer; el tiempo apremiaba, y un pequeño deje de esperanza palpitaba en interior de los dos por encontrar algo y no llegar demasiado tarde.

A pesar de todo, Lucía era más que consciente de que aquello iba a ser una ilusión vana, al igual que sabía que dejarse llevar por la prisa y la visión en túnel de Arno era peligroso. Había perdido la fuerza para seguir discutiendo, así que simplemente había decidido seguirlo y tratar de evitar que las cosas se descontrolaran.

Cuando el sol se terminaba de ocultar, desapareciendo de la campiña desierta, encontraron la granja de referencia para llegar a su objetivo, el cual podía divisarse desde la zona.

La adrenalina volvió a hacerse protagonista, y la pareja hizo de nuevo trotar a los caballos para recorrer la distancia necesaria hasta llegar a unos metros prudentes donde descabalgar. Sabiendo que la sorpresa era su única baza, ambos caminaron con sus armas de fuego en ristre hasta llegar a las ruinas de lo que había sido una gran casa.

La entrada principal estaba tapiada, así como las ventanas de toda la primera planta, donde se apreciaba el deterioro en zonas de la fachada.

Ante aquello, Arno y Lucía rodearon el perímetro para acercarse a la entrada trasera que comunicaba con la cocina, viendo que, a pesar de haber sido tapiada anteriormente, el vandalismo había hecho que no fuera así en el presente.

Dorian abrió la puerta de desgastada madera lentamente, no asombrándose de que estuviera abierta, sintiendo como tras de él Lucía guardaba el arma para encender el candil que habían llevado.

En cuanto la débil luz se hizo pudieron divisar el vacío en la antigua estancia; apenas quedaban los restos de lo que fue una mesa de madera grande y algunos utensilios de cocina viejos, tirados cerca de la antigua chimenea.

Avanzaron en silencio por el largo pasillo que salía de la zona para llegar hasta la estancia principal del hogar:- una sala de estar grande e igualmente en ruinas. Arno enseguida se puso tenso, observando que allí sí había indicios de vida recientes, pues de la chimenea salía un leve humo que se respiraba en el ambiente, y alguien estaba sentado en una butaca frente a ella.

-¿Quién eres? No te muevas o dispararé. -Habló fríamente, acercándose despacio sin dejar de apuntar hasta llegar frente a la persona.

El hombre bajó el arma al descubrir que aquel extraño estaba muerto. Tenía un agujero de bala en un lateral de la cabeza, y un gran charco de sangre se había formado en el suelo de piedra pulida.

-¿Será Armand? -Dijo Lucía, acercándose para observar la escena. El arma reposaba sobre el regazo del cadáver.

-Puede ser… Habrá que encontrar a alguien que pueda reconocerlo. ¿Se ha suicidado?

-Yo creo que más bien han hecho que parezca que lo hizo. Fíjate en la herida. -Agregó la chica, acercando la luz hacia la cabeza. -Si se hubiera disparado él toda esta zona se vería diferente, no tan intacta, y estaría quemada. Le dispararon de lejos, he visto esas cosas antes.

-Pues entonces encajaría que fuera Moreau… joder, se nos han adelantado. Ese cabrón de Manet ha debido encontrarlo antes. -Voy a buscar a alguien que lo conozca para traerlo. ¿Vienes, o investigas la casa?

-Depende de si de veras volverás y te centrarás sólo en lo que dices. -Respondió de la misma forma, sin emociones, levantándose tras escudriñar el cuerpo. Arno suspiró con discreción, respondiendo.

-Sí, lo haré. Si quiero atrapar a ese hijo de puta necesito ser discreto ahora mismo.

-Bien, pues entonces adelantaré trabajo y veré si se han dejado algo importante por aquí.

-Bien, intentaré darme prisa.

Acto seguido, el hombre anduvo veloz hacia la salida trasera, dejando a la rubia merodeando por la amplia sala. Era consciente de que si Manet ya había pasado por allí no habría dejado ninguna pista útil, era muy bueno.

El motivo real de querer estar sola le provocó un pinchazo en el pecho, sintiendo la desesperación y el dolor que le estaba provocando su situación con Dorian.


Tras algo más de una hora Lucía escuchó desde la segunda planta la voz de Arno llamándola. La joven dejó su infructuosa investigación y bajó veloz hasta el salón, encontrando allí al francés y una mujer delgada y entrada en años.

La desconocida se llevó la mano a la boca al ver el cuerpo, y procedió a santiguarse velozmente antes de hablar.

-Sí, es Armand Moreau… A veces se le veía por el pueblo, hará como un mes o así. No solía venir a la casa; ni nadie de la familia desde que murieron los padres y no la podían mantener. Por eso cuando él volvió y se quedó le pregunté, pero no dijo nada salvo que necesitaba pensar en soledad un tiempo. Sólo iba al pueblo para comprar algunas cosas, nada más.

-¿Nunca lo vio acompañado?

-No, señor; nunca. -Respondió al asesino, tragando saliva antes de seguir hablando de forma trémula. -Pero creo que alguien lo buscaba en estos últimos tiempos, y que él huía; siempre miraba a todas partes, trataba de irse rápido y que no lo vieran mucho… Me llamó la atención y me fijé en los forasteros. Chamery es un lugar pequeño, así que es sencillo llamar la atención. Vi un mismo hombre rondar varias noches seguidas la taberna, aunque nunca preguntó nada. Desde el día que coincidió con Armand, nunca más volví a verlo en el pueblo.

-¿Cuándo fue eso? -Habló de inmediato Arno, sintiendo la ira crecer de nuevo.

-No sé… hace una semana quizás, no más.

-Maldito bastardo ¡se ha adelantado otra vez!

El grito lleno de frustración de Arno retumbó en la sala vacía, haciendo que Lucía hablara con la mujer y le diera las gracias tras asegurarse de que no tenía más datos sobre Manet. La anciana aceptó el volver al pueblo con el caballo de la joven, dejándolos solos en la casa.

-¿A dónde vas ahora, Arno? –Preguntó la española, viendo que él volvía a ponerse la capa húmeda de lluvia.

-A buscar a Manet. Si aún está aquí lo encontraré, y si no vuelvo a Reims de inmediato.

-Por favor, hagamos esto bien; ya estamos arriesgando mucho.

El francés se detuvo cuando ella lo sujetó de un brazo, girándose para encararla mientras tomaba aire y se relajaba antes de responder.

-No podemos parar, Lucía; está adelantándonos constantemente. Ha matado a Armand también ¿Quién te dice que no está ahora pisando los talones de Camille, cerca de los papeles?

-No mientas, eso ahora mismo te da igual. Si no lo hicieras por venganza estarías dándome la razón, esperaríamos a mañana y hablaríamos con todo el mundo de forma exhaustiva para conseguir información útil, y no dejarnos ver por todo el mundo y que así Manet vuelva a tener ventaja.

-Muy bien, trabajemos por separado entonces y así no joderé tus magníficos planes. Tengo mucho que hacer; nos veremos en Reims.

La joven contuvo la respiración mientras lo veía partir con una rapidez violenta, pasando después a sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas de impotencia y rabia.