Capítulo 68

El barullo del Café Teatro llegaba hasta aquella parte trasera del edificio por donde Arno y Lucía habían entrado, al fin pudiendo sentirse aliviados de llegar a la ciudad.

El asesino ayudaba a la joven a avanzar por los pasillos desiertos del edificio hasta llegar a la cocina, donde encontraron a un par de empleados de la regente.

-Claude, avisa a Charlotte de que estamos aquí, por favor. -Habló Dorian al hombre que conocía, haciendo que él asintiera con sorpresa, saliendo raudo de allí.

Lucía se apoyó contra la pared de espaldas, liberando al francés de sostenerla durante los breves instantes en lo que esperaron la llegada de la mujer. Tal y como esperaban, la dueña del local compungió el rostro en una mueca de preocupación al ver el estado de la rubia y la sangre en la ropa del hombre.

-Oh, Dios… Por un momento había olvidado que siempre os metéis en problemas. ¿Qué ha pasado?

-Es algo largo de contar; Lucía te pondrá al tanto de todo. No puede quedarse sola porque no está recuperada del último lío, Charlotte, por eso hemos venido directamente. Tengo que marcharme ya a ver a los maestros. Volveré en cuanto termine, es muy importante. Lo siento, Charlotte.

-Está bien, no pasa nada. Aquí estaremos esperando. -Agregó cambiando de actitud, acercándose a Lucía para ayudarla a caminar, observando a Arno dirigirse a la salida trasera mientras le daba las gracias.

-Gracias otra vez, Charlotte.

-Tranquila. Vamos a llevarte a la habitación y me cuentas qué ha pasado. ¿Estás bien? -Comentó en cuanto comenzaron a moverse, recibiendo de parte de la española una sonrisa sincera.

-No es muy grave, no te preocupes. Muy pronto por fin acabaremos con todo, Charlotte.

La regente del local no dijo nada ante aquel comentario final, limitándose a pensar que ojalá tuviera razón y todos al fin pudieran vivir.


Apenas era media noche cuando Arno llegaba a la entrada a orillas del Sena del escondite de la hermandad, rogando interiormente por que algún maestro estuviera allí si no había reunión.

Nada más entrar en el primer corredor, encontró una cara familiar que se dirigía a la salida.

-¡Antoine!

-Hola, Arno. Te hacía en Reims…

-Ya… cambio de planes. ¿Hay algún maestro por aquí?

-Sí, precisamente hemos terminado una pequeña reunión con el grupo que nos ocupamos de Robespierre. Trenet y Quemar están arriba.

-Bien, gracias, Antoine. Tengo prisa.

Su compañero lo vio alejarse veloz con un deje de extrañeza, continuando su camino poco después, escuchando el murmullo que quedaba a sus espaldas tras el fin de la reunión.

Arno caminó contracorriente al resto de asesinos que salían del despacho principal, bajando las escaleras, saludando lacónico hasta poder entrar en la sala levemente iluminada. En cuanto cruzó la mirada con sus superiores, ambos cambiaron sus semblantes y esperaron a que llegara frente a ellos para hablar.

-¿Qué haces aquí? ¿Cuándo has llegado?

-Hace apenas media hora. Hay novedades importantes; muy importantes. -Respondió a la pregunta de la mujer, manteniéndose serio.

El trío esperó a que la sala quedara vacía tras un gesto de Quemar, que pidió explicaciones a Dorian en cuanto estuvieron solos.

-La búsqueda de Armand Moreau nos llevó a Chamery desde Reims, ya que en la aldea tenían una vieja casa de campo familiar. En el lugar encontramos muerto a Armand, que llevaba desaparecido unas semanas. Manet lo mató, pues andaba buscándolo por allí por orden de Germain; al parecer todos llegamos a las mismas conclusiones, y no estamos equivocados. Lucía descubrió un mensaje que dejó por si lo mataban, puesto que el herrero acudió a él para buscar ayuda. A la vista de saber que los templarios se acercaban a descubrirlos, Armand lo mandó aquí, a París, a trabajar para los Mirabeau. No sé si sabrán eso los templarios, pero a la entrada de la ciudad nos han atacado a Lucía y a mí. Nos andan buscando porque saben que hemos matado a André Manet.

-Pues habrá que actuar rápido y con la máxima discreción por si no fuera así. -Intervino Quemar tras un silencio de asimilación. Trenet asintió conforme, hablando acto seguido.

-La única descendiente de Mirabeau es su hija. Por lo que sé no vive ya en el palacio de la ciudad, si no que está a las afueras en una casa de campo, al sur de la ciudad.

-El problema será llegar hasta ella y el chico sin que nadie nos descubra. Los templarios están por todas partes, espiando de forma exhaustiva para enterarse de lo que sea. Eso me hace pensar en que Germain no sabe donde está Camille; anda desesperado por adelantarnos, porque sabe que Manet fracasó en su misión de averiguar las novedades.

-Sí, eso mismo pienso yo. -Intervino Dorian. -Lo ideal sería que Lucía se ocupara, puesto que no muchos la conocen, pero Manet la dejó malherida y no puede trabajar. Yo puedo encargarme.

Los superiores intercambiaron una mirada entre ellos brevemente, haciendo que Quemar resolviera la silenciosa deliberación acontecida en aquellos breves segundos.

-Está bien, después de todo eres el mejor y más preparado para esto. Mañana se espera un buen revuelo por la ejecución de Robespierre, así que utilizaremos el acontecimiento y la distracción para que vayas a ver a Mary. Es muy probable que ella no sepa nada sobre la importancia de Camille, si es de ese modo no se lo cuentes, Arno; la pondría en peligro. Sal hacia su casa al mediodía, justo cuando llevarán a Robespierre al patíbulo. Montaremos jaleo en otra zona a la vez para distraer más fuerzas del Temple en la Bastilla. Estate muy alerta, y ante cualquier sospecha de que te sigan, aborta la misión. Es crucial que no descubran la ubicación del herrero o Germain se adelantará.

-Sí, maestro; así será.

-Confíanos en ti. -Dijo Sophie, antes de agregar más solemnidad a sus nuevas palabras. -Este es el último paso que nos queda antes de matar a Germain, y la ocasión va a presentarse muy pronto. Hay que estar preparados.

Arno asintió con la misma gravedad, dando las gracias por aquella confianza antes de dar media vuelta y salir de la sala de forma ágil.

La mente del francés se vio concentrada en aquella férrea determinación de darlo todo, para finalmente, llegar al fin de aquel asunto de una buena vez.

No podría fallar más, puesto que había perdido demasiado en todo el tiempo que aquella sangrienta lucha llevaba durando. Sin embargo, a pesar del temor ante la gran responsabilidad y peligro que estaba por venir, Arno se sintió más seguro que nunca ahora que la razón había llegado de nuevo a su interior, recordándole que el único camino que tenía para vivir era el de seguir avanzando.