Capítulo 72

Tal y como se esperaba, el ambiente estaba más que caldeado en la plaza frente al ayuntamiento de París.

Apenas habían pasado 5 minutos desde el inicio de la arenga de Robespierre desde uno de los balcones, cuando terminó por volver dentro ante los abucheos y lanzamientos de objetos. No obstante, no era aquel enfado del pueblo y personajes de la política lo que hacía que la tensión fuera máxima, haciendo huir al hombre, sino la llegada de los partidarios de la Convención con el ala del ejército que los apoyaban.

Los gritos exaltados de uno de los líderes inundaron el lugar para movilizar a la masa, proponiendo el asalto al ayuntamiento y la captura del dignatario líder del Comité de salvación pública.

Arno, ante aquello, buscó con la vista a uno de sus compañeros, recibiendo una señal afirmativa ante el cruce de miradas; el plan se ponía en marcha.

Tras contemplar como el asesino desaparecía de la cornisa cercana, Dorian caminó entre el gentío para llegar a la fachada de uno de los edificios de un lateral, encontrando a Lucía allí apoyada, oculta por su capa.

-El ejército va a entrar por delante ya. Antoine ha ido con el otro grupo por detrás para colarse. Germain sigue dentro, así que me voy ya; tengo que ser rápido si quiero matarlo yo.

-Bien. Vamos entonces. -Agregó ella con firmeza, viendo que el francés tomaba aire antes de hablar.

-Por favor, no lo hagas. Quédate fuera.

-Arno, ya lo hemos hablado. No seré imprudente, entraré la última… pero voy a entrar y voy a tratar de ayudarte si es necesario. Venga, debes irte ya. Han empezado.

A las palabras de Lucía, la pareja contempló como un grupo empezaba a tratar de abrir las puertas principales a golpe de ariete, mientras otros rompían las ventanas y trataban de destapiarlas.

Arno se tomó aquel segundo para suspirar con resignación antes de volver a posar sus ojos en los de la rubia, zanjando el tema sin mediar más palabras sobre ello.

-Ten mucho cuidado. Te quiero.

Lucía no tuvo tiempo de responder cuando los labios del francés la asaltaron con velocidad. Tras el fugaz y brusco beso, Dorian salió raudo directo a su destino.

Fue fácil avanzar por el lateral de la plaza hasta el costado del ayuntamiento, puesto que la multitud se amontonaba en la parte central. Dejando atrás los sonidos de pelea y disparos de la parte principal, el asesino llegó bajo la ventana precisa, observando que los guardias del perímetro habían acudido a otros puestos.

-¡Arno!

El mentado alzó la vista a la ventana, encontrando allí a su compañero hacerle un gesto para que subiera, a la par que se deshacía del sombrero de su disfraz de soldado de la guardia.

-¿Qué sabemos? -Preguntó Dorian en cuanto alcanzó la segunda planta.

-Entre nuestro grupo por detrás y los de delante, todos los guardias se han largado. Germain se ha separado de Robespierre, pretenden sacarlo por detrás en cuanto se hagan con el control un poco. Ahora mismo se lo han llevado al despacho del ala este, abajo.

-Bien, gracias, Pierre. Ocúpate de ayudar a Lucía, por favor.

-Tranquilo. Corre a por ese cabrón; ahora o nunca.

Tras asentir con solemnidad, Arno corrió para ponerse en marcha, recordando el plano del edificio que tanto había estudiado para aquel momento.

En cuanto el asesino tomó la escalera, los sonidos comenzaron a escucharse con potencia, anunciando que, tal y como le había comentado su compañero, toda la pelea estaba abajo. Pero aquello no lo achantó, haciendo que sacara su espada y terminara de bajar los escalones restantes.

No se entretuvo con los soldados que corrían de aquí para allá, o luchaban contra los que habían entrado al edificio; solo se enfrentó contra los que lo atacaron, matándolos velozmente para dirigirse a su objetivo.

Había esperado por aquel momento mucho tiempo, y tener tan cerca un desenlace hacía que tuviera que esforzarse por controlar su efusividad e impaciencia. No obstante, Arno era capaz de aquello tras todo lo vivido, pensando en la vida que le esperaría después; lo que realmente quería.

-¡Ya estamos listos! ¡A cubierto!

La voz de Antoine corriendo hasta llegar junto a Arno hizo que el hombre guardara la espada, sacándola con velocidad de la carne de su último enemigo, casi a las puertas del despacho.

Arno imitó al asesino para alejarse de la puerta, escuchando después una fuerte explosión dentro provocada por los asesinos desde fuera. Al instante posterior, ambos hombres se pusieron en marcha para entrar en la amplia sala tras abrir a patadas.

El humo oscuro impedía la visión parcialmente, aunque no impidió que varios disparos surgieran desde el interior, acertando en Antoine antes de que pudiera echarse a un lado como Arno.

Dorian cruzó al lado donde se hallaba su compañero, agachándose junto a él, quien apoyado contra la pared, observaba la herida en su vientre.

-No es muy grave, tranquilo. Las protecciones te han salvado la vida. ¿Crees que podrás salir de aquí solo? -Comentó Dorian, volviendo a colocar las ropas del hombre.

-Puedo intentarlo.

-Bien. Vamos a levantarte.

El herido emitió un quejido ante el acto, pero se vio aliviado al poder sostenerse y soportar. Arno le dijo que llevara cuidado, preparándose para volver a su misión.

-No puedes hacerlo solo. Espera a que el grupo venga a ayudarte. No sabes cuántos quedan vivos. -Dijo Antoine con seriedad.

-Germain escapará entonces. La pared del otro lado está muy dañada; abrirán un hueco y no voy a consentir que vuelva a largarse; no puedo.

El hombre no tuvo tiempo de responder cuando vio como Dorian se asomaba al interior, pasando después a introducirse con velocidad, disparando con su hoja fantasma mientras se perdía en el caos de humo y sonidos.