III

La situación era crítica, aquel monstruo mitad ave era más enorme de lo que imaginó, éste batía sus alas para formar fuertes corrientes de viento que arrasaba todo a su paso.

El joven respiraba con dificultad mientras esquivaba el ataque, estaba confundido y muy alterado, recordaba los consejos de Urokodaki, en momentos así debía mantenerse sereno pero le era imposible.

Estar frente a la posibilidad de que su querida azabache estuviese en aquella cueva le daba grandes expectativas, la desesperación se reflejaba en su rostro cosa que no desaprovechaba su contrincante.

Éste se posicionó en la entrada, haciendo que el espadachín soltara maldiciones, estaban en desventaja por la oscuridad de la noche, sangre salía de su brazo a raíz de una herida que se había hecho poco antes, aún así no le quedaba otra opción que prepararse para el ataque

—¡Segunda Postura: Rueda de Agua! —Gracias a ese corte uno de los brazos del demonio cayó al suelo, haciendo que éste soltara un gruñido que resonó por todo el bosque.

Se podía apreciar una pequeña sonrisa en el rostro de Giyuu al ver la efectividad de su ataque, para unos novatos como ellos ver que sus técnicas eran efectivas los hacía sentir como en la gloria.

El ser maligno estaba tan furioso que se le olvidó su plan original y dio unos pasos lejos del sitio que custodiaba, sus ojos reflejaban el enojo hacia el azabache que volvió a su semblante inexpresivo.

Sabito no esperó más y se lanzó a la ofensiva, pero en vez de cortar su cuello lo hizo en su rostro.

Tomioka no se quedó atrás pero éste tampoco lo logró, era tan grande que se les dificultaba dar al punto crítico.

El oponente llevó una mano a su rostro, ahora con dos heridas a cada lado de su cara, volvió a mover sus alas haciendo que los chicos tomaran distancia.

Eso no les gustaba, más que una pelea parecía una competencia por ver quién tenía peor puntería, a este punto la paciencia del joven con cicatriz era inexistente, sostuvo con firmeza su arma, decidido a dar el golpe de gracia.

—¡No lo hagas! —Se volteó hacia su compañero en una distancia prudente —¡Yo me encargo de él, tú ve a la cueva!

—¡¿Estás loco!?

—¡Eso debería preguntarlo yo! —El de ojos azules observaba a su enorme oponente —¡Confía en mí, ve y busca a Makomo!

Sabito tragó grueso, no sabía qué hacer, la situación era crítica, las ráfagas de viento arrancaban los gruesos árboles desde la raíz, a pesar de su amistad dudaba mucho de la capacidad de Giyuu para derrotar un oponente tan fuerte.

Aún así en sus ojos se notaba una sólida confianza, odiaba admitirlo pero solo le preocupaba ver a la chica sana y salva, apretó su mandíbula y asintió, en menos de un parpadeo corrió con todas sus fuerzas hacia la cueva mientras veía de reojo a su compañero lanzar ataques contra el demonio gigante.

Su respiración era entrecortada, sentía su corazón latir a mil por hora mientras se adentraba en aquel lugar, tapó la mitad de su rostro con su mano debido al olor nauseabundo, el miedo lo paralizó, no muy lejos de él se hallaban dos cadáveres en descomposición.

Su mente viajó al peor escenario, quitó esos pensamientos de inmediato.

Se armó de determinación y caminó al interior, apoyando una mano en una de las paredes, una mezcla de emociones que era imposible de describir recorrían su cuerpo, y es que el miedo de perderla era mayor a cada paso.

En un momento se debilitó y cayó de rodillas, no quería pero los pensamientos negativos lo abrumaron como una lluvia de flechas, le aterraba que la parte pesimista de su mente se llevara la razón en ese ambiente, más que una lucha física era una guerra mental.

Agradeció tener una antorcha con él, debía ser rápido, a lo lejos podía oír el enfrentamiento en el que estaba su compañero.

Caminó un poco más, en aquel sitio repugnante no había mas que restos humanos, sus ojos se cristalizaron, a este punto le era imposible soportar su angustia.

A lo lejos observó una figura femenina, corrió hacia ella y su corazón dio un vuelco cuando notó que se trataba de ella.

—¡Makomo! Resiste, ya estoy aquí —expresó cuando estuvo a su lado, un sentimiento agridulce se apoderó al verla en ese estado, la mencionada abrió sus ojos lentamente, dejando ver sus orbes azules, el chico no esperó para tomarla entre sus brazos.

—Sabía que vendrías —susurró, una leve sonrisa se mostraba en su angelical rostro —¿Estás llorando? —preguntó con una pizca de sorpresa, sabía que el contrario no dejaba ver su faceta débil tan fácilmente.

—Eso no importa —habló entre sollozos, llevando su mano hacia su rostro, acariciando su mejilla con el pulgar —,no sabes cuánto te extrañé, no sé que haría sin ti…

Un destello se reflejó en los ojos de la joven, aquellas palabras habían sido una caricia a su alma, la chica sonrió, ya que sus fuerzas eran escasas para hacer algo más.

—Agárrate fuerte, nos vamos de aquí —sentenció el de cabellos melocotón.


—Conseguí esto

—Bien, eso nos servirá, ponlo en la cesta —habló el otro mientras salía del pequeño río.

Habían pasado dos días desde que rescataron a la azabache, el demonio había sido exterminado y ahora estaban en la casa de su antiguo maestro, su prioridad ahora era la salud de Makomo, o más bien la prioridad de Sabito.

Giyuu estaba aliviado de tener a sus dos amigos a su lado, pero sobre todo ver que el chico de cicatriz había vuelto a ser él mismo.

—Con esto estoy seguro que se recuperará —habló mientras iban de regreso.

—Yo la veo bien, ya puede caminar y correr normalmente —soltó el de ojos azules —,eres muy sobreprotector ¿sabías? —expresó al ser el blanco de una mirada hostil.

—Solo me preocupa que recupere todas sus fuerzas para irnos de aquí.

—Yo también lo hago, pero no exageres —aconsejó —,¿Qué me miras? Fíjate en el camino o te caerás de boca —dijo bromista.


—Estoy bien, te lo juro —habló ella, era de noche y quería aprovechar la brisa fresca para estirar las piernas.

Giyuu y Urokodaki, el último que estaba muy contento de verlos a los tres sanos y salvos, miraban la escena a la distancia.

Sabito era el único que seguía tratándola cual muñeca de cristal, se cruzó de brazos, inconforme con la decisión de la azabache que se alejaba de ellos.

El contrario se acercó y chocó hombros con su compañero, el de ojos lavanda lo miró extrañado mientras éste le dirigía una mirada cómplice.

—Es ahora o nunca.

Un leve tono carmín se extendió por las mejillas del otro, no se sentía preparado, consideraba que no era el momento adecuado para ello, reflexionó sobre sí mismo y las palabras de su amigo días atrás.

Si seguía dudando nunca llegaría a nada, la chica ya estaba a salvo y ahora que eran cazadores sería casi imposible estar juntos como lo hacían ahora, pero…

¿Qué pensaría Makomo?

Ella no te esperará por siempre

Aquellas palabras le cayeron como agua fría, miró por última vez a Tomioka antes de irse tras la joven.


—¿Recuerdas cuanto entrenábamos allí? —Señaló la montaña donde habían aprendido lo necesario para la batalla.

—No es buen momento para recordar ese infierno —respondió el otro, sin ánimo siquiera de mirar hacia donde ella apuntaba.

Makomo soltó una leve risa, misma que lo tranquilizó, no sabía si era él o los nervios le afectaron la percepción de la realidad pero aquella noche la luna daba un hermoso brillo junto a las estrellas, los sonidos de algunos animales nocturnos típicos de la zona daban una sensación de calma

—Gracias a los dos por ayudarme —añadió, apoyando su cabeza en el hombro del varón mientras caminaban sin rumbo fijo —,pensé que iba a morir, no quería irme de este mundo...sin verte una vez más —soltó con vergüenza, agradeció que su cabello tapaba su rostro y con ello sus mejillas sonrojadas.

—El día que me dijeron de tu desaparición yo… —hizo una pausa, recordar ese terrible momento le causó escalofríos, negó con su cabeza para olvidar esa escena.

—Solo me importaba por tu bienestar, el día que me encontré con ese monstruo solo me dije "Si Makomo está ahí no me importaría sacrificarme con tal de que ella viva". No tenía mente para otra cosa que no fuera rescatarte —Al terminar bajó su mirada hacia ella.

Ambos se habían detenido bajo un árbol, la chica lo miraba con ilusión al escucharlo, sentía mariposas en su estómago, pensar que era tan importante para Sabito la hacía feliz, estar junto a él era todo lo que quería.

—Quiero que sepas algo —abordó éste antes de que la chica formulara palabra —,sería incapaz de vivir sin ti, todo este tiempo yo...las situaciones difíciles las he podido superar gracias a ti —Sus manos temblaban, se supone que un hombre dice lo que piensa sin titubear pero ¿Por qué le costaba tanto confesarse?

Tragó grueso, sentía un calor por todo su rostro, en cualquier momento colapsaría de la vergüenza pero ahora que comenzó no quería dejarlo a medias.

La chica quería gritar de felicidad, escucharlo decir palabras tan bonitas la había tomado por sorpresa, ella se había rendido cuando éste no le habría captado las miles de indirectas que le lanzó años atrás, se había convencido de que él solo la veía como una hermana y nada más, estaba encantada de haberse equivocado

—Makomo —La mencionada no despegaba su mirada de él —,esta horrible experiencia me hizo dar cuenta que no puedo vivir sin ti, sin tu hermosa sonrisa, tu voz melodiosa que alegra mis días, eres la razón de mi felicidad y aún si me ofrecieran el mundo entero a cambio de alejarte de mi lado yo...no lo aceptaría...porque te amo.

En este punto ambos estaban sonrojados, el ambiente era mágico pero a la vez tan delicado que no querían arruinarlo con palabras, poco a poco fueron acercando sus rostros.

Un tierno beso fue la respuesta a aquella confesión por la que tanto esperaron.