¡Holaaaaa! ¿Cómo están? Les dejo esta nueva entrega de esta rara historia.

Es necesario que recuerden que esto se está dando cronológicamente cerca del final. Para este entonces, Sesshōmaru ya había sentido lo que significaba perder a Rin. Es importante que recuerden esto.

¡MIL GRACIAS! Por sus BELLAS, PRECIOSAS reviews. Las amo con el alma y significan muchísimo para mí. En serio, gracias por tomarse el tiempo de dejarme un comentario :')

También, muchísimas gracias a la página Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma por avisar de las actualizaciones y recomendar esta historia. Las adoro :')

No olviden seguirme en mi página Iseul en Facebook para saber de las actualizaciones y más curiosidades sobre esta historia n.n

Sin más, nos vemos en las N/A al final :)


Pacto

—No va a funcionar.

La profunda voz del mayor de los hermanos de cabello plateado retumbó en los oídos del hanyō de ojos dorados, completamente reacio a escuchar tales palabras, mucho menos después de darse cuenta que encontrar a Sesshōmaru era la última esperanza que le quedaba.

Solo, destruido y desesperado. Así es como se había puesto en búsqueda de su hermano mayor sin tener, aunque sea, una sólida idea de dónde podía estar. Por suerte, el anciano Myōga apareció en el momento justo para brindarle la compañía y el apoyo que necesitaba. Más bien, sirvió de brújula para dar con el yōkai y su sirviente. No sin antes, por supuesto, recibir las malas nuevas. Fue un choque y un momento muy duro para la pulga enterarse de que la dulce sacerdotisa había muerto, y más de esa manera, pero le parecía aún más preocupante cómo su amo no estaba siendo capaz de afrontar la pérdida.

También entendía que cualquier palabra que pudiera pronunciar en esos momentos era absolutamente inservible. Así que se dedicó a ayudarlo, sabiendo cuál era el propósito de encontrar a Sesshōmaru.

—Por favor… —suplicó, con la garganta quebrada y al borde del susurro, envolviendo sus dedos en un puño—. Solo… inténtalo.

Sus orbes irradiaban determinación, pero solo bastaba con mirar un poco más allá para ver que en esos ojos también había pánico. Solo quería que lo intente… necesitaba que lo intente.

Su medio hermano sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Usar a Tenseiga para traer a Kagome de vuelta a la vida. Pero había un problema claro, y es que ya había pasado mucho tiempo.

—Qué insolente. ¿Acaso no lo escuchaste? El Amo Sesshōmaru ya dijo que no va a-

—Jaken.

Paró en seco lo que sea que su pequeño sirviente estaba a punto de despotricar. Simplemente, no era momento. No sabía si era por su inesperada, no planeada y más usual convivencia con humanos, o nada más porque los últimos eventos en su vida le enseñaron lo mucho que valía una vida humana, pero sentía en su interior algo que no era capaz de descifrar, o siquiera discernir.

Empatía.

Empatía por su medio hermano mitad-bestia. Aquel que había odiado con todas sus fuerzas por no ser un yōkai completo. ¿Cómo podía ser eso posible?

Empatía por su medio hermano mitad-bestia, que ahora lloraba delante de él y suplicaba su ayuda por la muerte de nada más ni nada menos que una humana…

En tiempos más lejanos, estaba seguro que se le reiría en la cara. Que se burlaría y lo culparía por haberse enamorado de una insignificante humana, una que incluso él creyó haber matado con sus propias manos, alegando que él no había heredado dichas cualidades de su padre.

Pero hoy, aún con su rostro de piedra incapaz de reflejar emoción alguna, no podía hacer eso.

Sería hasta… hipócrita de su parte.

Por eso, no dejó que se lo repitieran. Se acercó hasta el cuerpo inerte de la sacerdotisa, y desenvainó a Tenseiga.

El corazón del hanyō dio la sensación de haberse detenido durante esos instantes en los que no quitó sus dorados y gigantes ojos de Kagome, sin siquiera pestañar, con un nudo en la garganta, esperando que quizás se levantara, o se moviera, o lo que sea que indique que había vuelto. Y entonces, la abrazaría. Gritaría su nombre y correría para atesorarla en sus brazos, para no soltarla nunca más. Le diría que jamás querría pasar por eso otra vez, y que perderla fue lo peor que le pudo pasar y…

Lastimosamente, los seres del otro mundo que vienen a recoger las almas de los muertos ya no estaban. Tal y como el mayor de los dos lo había dilucidado, ya era demasiado tarde.

Y aunque ya sabía la respuesta antes de hacerlo, no pudo evitar sentir algo… cuando frente a sus ojos, su medio hermano se dejó caer al suelo, con la mirada perdida y un aluvión de lágrimas acechando sus cuencas.

—No puede ser… —murmuró, completamente desesperanzado—. No, no, no… esto no… —deshauciado, roto, y casi sin poder respirar, negando con la cabeza sin parar. Estaba chocándose con la realidad en la que sí o sí tenía que aceptar que Kagome había muerto—. Kagome… —sollozó, queriendo morirse en ese preciso momento. No le importaba quién estaba ahí, así como tampoco le importó buscar desesperadamente a la última persona que se le ocurriría pedirle algo, o peor, a rogarle algo. Por la azabache, estaba dispuesto a hacer lo que sea, incluso si eso implicaba dejarse en ridículo delante del yōkai.

Pero qué mas daba ya… si todo había sido en vano.

Myōga no podía hacer más que observarlo con profundo dolor.

Las últimas esperanzas que le quedaban acababan de ser destrozadas frente a sus ojos.

—¡NO PUEDE SER! —gritó desesperado y furioso, golpeando el suelo con su puño una, y una, y una, y otra vez al compás de sus palabras hasta hacerse daño—. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!

La escena era tal, que hasta Jaken perdió las ganas de hacer alguna clase de broma o ataque. Jamás habían visto así de destruido al híbrido, y deseó nunca tener que estar en esa situación.

Sesshōmaru simplemente lo observó. Verlo así le recordó lo desesperante y atroz que fue sentir cómo la vida de Rin se le escapaba de sus manos sin que él, tan poderoso que siempre clamaba ser, pudiera evitarlo.

Recordó cómo se sintió el haberla recuperado. El alivio que se extendió por todo su cuerpo, como un sentimiento que jamás había conocido antes.

No sabía si era por su «empatía», o por lo vulnerable que estaba actuando delante de él sin que nada le importe, pero sintió la necesidad de hacer o decir algo que acabe con su dolor. Llegó a querer que su medio hermano sintiera ese mismo alivio.

El yōkai bajó la mirada por unos segundos mientras los golpes y las malas palabras de Inuyasha sonaban de fondo. Como si le diera vueltas una y otra vez a la misma idea hasta decidirse, finalmente volvió a mirar al frente.

—Aún queda una opción. —pronunció, y en ese mismo instante, todo el ruidaje proveniente del medio-demonio dejó de escucharse. El hanyō levantó la cabeza lentamente y limpió sus recientes lágrimas con sus dedos antes de dirigirle la mirada.

—¿Qué dices?

Jaken miró rápidamente a su amo con desconcierto y confusión, como si lo que acabara de soltar por la boca fuese algo loco o algo que no debía mencionar.

—Amo Bonito, no estará hablando de…

Inuyasha se vio forzado a dirigir sus orbes al pequeño sirviente, como si con solo eso pudiese obtener una respuesta.

—Amo Sesshōmaru, por favor, no lo haga… —la pulga dio un brinco para acercarse al yōkai y suplicarle.

El hanyō observó esa acción sorprendido, pero con ira. ¿¡Por qué tanto misterio!? ¿Por qué simplemente no le decían y ya?

—¿¡De qué están hablando!? ¿¡Qué otra opción hay!?—vociferó, falto de paciencia y estabilidad emocional, harto ante los cargados minutos de silencio. Si había otra opción, necesitaba oírla de inmediato. Cualquier cosa podía servirle en estos momentos.

—Amo Sessh-

—El demonio de la encrucijada.

Contestó Sesshōmaru por fin. Jaken cerró sus ojos apenado, y Myōga se llevó las manos a la cabeza, indicando que lo que su amo acababa de soltar no era precisamente una buena opción.

El desconcierto y la confusión ahora se trasladaron a la mirada dorada del hanyō. ¿De quién rayos estaba hablando?

—Seguramente podrá traerla de regreso. —añadió, envainando a Tenseiga nuevamente.

—¿Qu-qué? ¿Cómo? —titubeó, con un aire de esperanza que comenzó a recorrer cada milímetro de su cuerpo, no podía evitarlo. Pero tampoco podía evitar preguntarse cómo es que algo así podía ocurrir.

—El demonio de la encrucijada es una criatura que puede viajar entre este mundo y el otro. Es capaz de conceder cualquier tipo de deseo. Dinero, joyas, tierras, la victoria en una guerra… lo que sea. —explicó el anciano.

—E-eso… es… —el híbrido pestañaba lento, intentando asimilar lo que el pequeño yōkai acababa de explicar. ¿Cómo es que jamás había oído hablar de algo así? —. Si lo sabías, ¿por qué no me lo dijiste antes? —inquirió duramente.

—¡Porque no es tan simple! Siempre pedirá un sacrificio a cambio del deseo que conceda. Más que un deseo, es un pacto, un intercambio. Por eso, siempre debe ser la última opción a considerar. —añadió con seriedad y pena. Habría dado lo que sea por no permitir que esa información llegara a manos de Inuyasha.

¿Un pacto? ¿Un sacrificio? ¿Acaso… la vida de Kagome no era lo peor que podía perder?

—¿Qué clase de sacrificio?

—La mayoría de los seres que le pidieron un deseo murieron al cabo de diez años.

¿Morir? ¿Cambiar de lugares con Kagome?

¿Era eso lo que realmente quería?

Bueno, al decir verdad, no. Preferiría seguir vivo para estar a su lado, eso sin dudarlo. Pero… si esa era la única manera de volverla a ver… por supuesto que lo haría.

El sacrificio ya estaba hecho. El verdadero sacrificio fue perder a Kagome… y no había nada peor que eso, nada.

Si, al menos, podía vivir diez años a su lado, entonces… valdría la pena cada segundo. No había mucho más en qué pensar.

—No me interesa. Haré lo que sea. —pronunció, absolutamente decidido. Su expresión se había vuelto mucho más determinada luego de procesar sus ideas—. Incluso si eso implica morir, no me interesa. Solo quiero que Kagome regrese. ¿Cómo lo encuentro?

—Inuyasha, por favor…

—No lo encuentras. —contestó Sesshōmaru—. Lo invocas.

El peli-plata menor sintió que estaba a punto de meterse, quizás, en un lío grande. Pero dirigió su mirada hacia la cueva donde aún se encontraba el cuerpo de la mujer que más amaba en el mundo, y sus dudas simplemente se esfumaron. Daría y haría lo que sea por Kagome. Lo que sea que venga después… era nada.

—¿Qué necesito para invocarlo?


Tierra de una tumba

Huesos de animal

Tu propia sangre

En donde se unen los cuatro caminos, ahí es donde aparecerá.

Con los dos primeros elementos dentro de una pequeña bolsita, se arrodilló exactamente en la intersección de cuatro caminos o, mejor dicho, en la encrucijada. Cavó unos centímetros para enterrar dicha bolsita, pero antes de cerrarla, usó una de sus filosas garras para hacerse un corte que atravesó de punta a punta la palma de su mano, de la cual comenzó a brotar bastante sangre. El espeso líquido penetró y se mezcló con la tierra y los huesos, completando el hechizo.

La cerró y la enterró, finalmente.

Impedir que el anciano Myōga lo siguiera había sido todo un desafío. Estaba seguro que iba a hacer todo lo posible por no dejarlo invocar a este demonio, y no podía permitir que nadie lo alejara de su propósito. Si luego de eso se las agarró con Sesshōmaru por haberle dado la información, ya no lo sabía, y tampoco le importaba. Solo le suplicó que mantuviera esto en secreto.

Se puso de pie y esperó en silencio por unos segundos, pero poco le bastó para perder por completo la paciencia. El nerviosismo viajaba por todo su interior, ida y vuelta. La desesperación comenzó a hacer mella en su pecho, obligándolo a respirar de manera entrecortada.

—¡VAMOS! ¡YA APARECE! ¡MALDITA SEA!

Su grito iba cargado de furia, pero también de terror. Terror de que no aparezca, que esto fuera a fallar. Que se quede esperando ahí cientos de años y nadie jamás aparecería, teniendo que aceptar que Kagome no iba a regresar.

Y definitivamente no quería eso.

Apretó sus puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Volvió a hacer la lista de todo lo que le dijeron que necesitaba, una y otra vez en su mente, confirmando cada vez que no se había olvidado de nada.

Entonces… ¿Por qué no aparecía? La esperanza se iba esfumando de su corazón, justo como su propia vida. La gruesa noche caía nuevamente, y con su llegada se iba la única luz a la cual había intentado aferrarse.

—Inuyasha.

La sensual pero aterradora voz femenina se hizo eco en el lugar, obligando al aludido a darse la vuelta. Se encontró con la figura de una mujer alta, curvilínea y de porte elegante, con sus labios tan rojos como su cabello, y sus ojos tan negros como su vestido.

Sus orbes irradiaban oscuridad, y su aroma no era en absoluto placentero al juzgar por la ligera expresión de asco que portaba el híbrido.

—¿Me conoces? —inquirió confundido, completamente en blanco ante la imponente imagen de ese demonio.

La mujer sonrió de lado con picardía y comenzó a caminar lentamente para acercarse a él.

—Todos en el otro mundo te conocen, hanyō.

Inuyasha se sintió obligado a dirigir su mirada desconcertada hacia otro lado, porque no podía evitar sentirse incómodo.

—Pero nunca creí que precisamente tú me llamarías alguna vez… —el demonio habló otra vez tras el silencio del peli-plata. La incomodidad del mismo aumentaba mientras más ella se aproximaba a él, hasta el punto de tocar su mentón con sus fríos, finos y largos dedos.

El medio-demonio volteó aun más su rostro, intentando quitarse el tacto de esa mujer. No hacía más que provocarle rechazo, pero era la única que podía sacarlo del infierno en el que estaba.

—Déjame adivinar… es por la chica, ¿no? —comprendió que la cercanía no era del agrado de su invocador, así que puso un poco de distancia.

—Quiero que la traigas de regreso. —contestó muy determinado, intentando maquillar su desesperación—. ¿Puedes hacer eso?

La mujer volvió a sonreír malévola.

—Claro que puedo. —pero al instante, su sonrisa se esfumó—. Pero sabes que no será gratuito.

Las palabras de Myōga recordándole una y otra vez que moriría un tiempo después de realizar este pacto se reprodujeron en su mente.

—Lo sé... —cerró sus ojos y los volvió a abrir, sintiéndose cada vez más seguro de lo que tenía que hacer—. Si debo morir, no importa.

El demonio entrecerró los ojos un momento, analizando cautelosamente las palabras del hanyō.

—Si sabes que… no es simplemente morir, ¿verdad? —indagó curiosa y con una ligera curva en sus labios. Estaba dándose cuenta que su invocador no había ido con toda la información necesaria.

—¿De qué hablas?

—No me interesa tu muerte. Es tu alma la que quiero a cambio. —dejándolo dicho, pudo notar por la expresión descolocada del híbrido que era la primera vez que oía algo así—. ¿Acaso sabes lo que implica entregar tu alma, hanyō?

Inuyasha tragó duro. No, definitivamente no lo sabía, y tampoco quería saberlo, pero no le quedaba de otra. El sudor que apenas se asomaba por su frente ya le estaba otorgando cierto brillo.

—Cuando mueras, tu alma me pertenecerá. No habrá descanso eterno, ni paz. Si hay algo después de la muerte que se le parezca al infierno, podría decirte que esto es lo más similar.

Tras oír la explicación, el híbrido bajó su mirada, abatido. Todo pareció tener más sentido. La negativa absoluta del anciano Myōga, el hecho de que hasta Jaken parecía en contra, y lo que se tardó Sesshōmaru en contarle sobre esto. Sin dudas, sí, estaba metiéndose en un gran lío. Pero tampoco cuadraba que no le hayan dicho nada sobre que no solo moriría, sino que iría al «infierno». Sobretodo con la pulga, que habría usado cualquier argumento para intentar convencerlo de que no lo haga.

Quizás no lo sabían. Quizás solo sabían que la gente moría, mas no lo que ocurría luego.

Fuese lo que fuese, no había vuelta atrás. Para él, sí, tranquilamente podía desistir, y lo sabía. Pero no, no se iría de allí sin la certeza de que Kagome iba a regresar.

Aún si tuviera que ir al mismísimo infierno por toda la eternidad con tal de tenerla de vuelta en sus brazos, lo haría, una y mil veces más. Porque amaba a esa mujer, tanto que quemaba. Y pensar en no verla nunca más era el peor de todos los infiernos. Técnicamente, estaba intercambiando un infierno por otro menos malo, a su parecer. Así que no, enterarse de esto no lo había convencido de dar marcha atrás.

—Está bien. Lo acepto. Te entregaré mi alma. —la determinación había vuelto a rondar por sus orbes de oro—. Vuelve en diez años y es toda tuya.

La mujer abrió sus ojos aún más grandes, anonadada, y comenzó a reír de manera burlesca, acortando nuevamente los pocos metros que los separaban.

—¿Diez años? ¿Quién te dijo que te daría diez años?

El rostro del peli-plata se inundó de confusión al instante. El miedo se apoderó de su mirada dorada, escupiendo por completo cualquier rastro de determinación o valentía.

—E-eso… es lo que les das a todos…

—Tú no eres todos, corazón. A alguien como tú no se le puede dar diez años, eso es mucho tiempo…

¿Mucho tiempo? ¿Diez años? ¿De qué carajo estaba hablando?

—Entonces… ¿cuánto?

El hanyō no dimensionó el terror que le ocasionó hacer esa pregunta, porque una parte de él no quería oír la respuesta.

El silencio pesado que se formó entre ellos tampoco ayudó en lo absoluto a calmar su ansiedad. La mujer demonio lo miró seriamente.

—Un año.

¡¿QUÉ?!

Los orbes de oro se abrieron como platos.

—¿C-cómo? ¿Un año? E-eso… es muy poco tiempo… —bajó su mirada, sintiéndose deshauciado nuevamente. Un año no era suficiente, jamás lo sería. Si cincuenta años en un ser que puede vivir cientos se sienten como un parpadeo, un año sería solamente…

—No puedo… hacer esto… —murmuró, con la mirada perdida.

¿Cómo aceptar algo así? ¿Qué pensaría Kagome de él? Estaba casi seguro de que ella lo odiaría si se enterase, que ella jamás estaría de acuerdo con esto y… demonios, si estaba viéndolo ahora mismo, probablemente estaría gritándole que huya de ahí y que nunca más intente hacer algo como eso.

Ante estos pensamientos atacándolo, se vio forzado a cerrar sus ojos e intentar alejarlos.

—¿No te convence? No hay trato, entonces. —pronunció sin deseos de regatear, y comenzó a caminar en dirección contraria al híbrido—. Solo recuerda enterrarla pronto, antes de que empiece a apestar.

Inuyasha volvió a envolver sus dedos en sus puños y a apretar sus dientes con fuerza, con las imágenes reproduciéndose en su cabeza de la sacerdotisa siendo apuñalada, desangrándose en frente de él y diciéndole un último «te amo» antes de soltarle la mano para siempre. Las lágrimas volvieron a acumularse en los alrededores de sus orbes.

Y entonces volvía a recordar que NO podía desistir. Así muriera en ese preciso instante, él haría lo que sea por no perder a Kagome. Tenía bien en claro quién era su prioridad.

—Espera. —pronunció, y el demonio se detuvo—. Está bien. Acepto.

La mujer se dio la vuelta con una sonrisa triunfal. Lo tenía entregado en bandeja, y eso no podía hacerla más feliz. Caminó un poco más hasta quedar cerca de él otra vez. Lo observó con detenimiento por unos segundos. Luego, su sonrisa se desvaneció de a poco y dirigió su mirada hacia un costado.

—Solo porque me das lástima, te daré tres años. No más.

Fue un pequeño, muy pequeño alivio. Pero eso no cambiaba mucho las cosas, seguía siendo muy poco tiempo. De todas formas, para él, el trato ya estaba hecho, así que no pronunció nada al respecto.

—Solo déjame aclararte algo. —con su rostro a menos de diez centímetros, tomó su mentón con sus manos nuevamente para que la mirara fijo—. Si llegas a hacer cualquier cosa para escaparte de esto, el pacto se anula. Kagome vuelve a ser carne podrida en un segundo. Así que, te advierto, no intentes nada. —dulzura era lo que menos había en sus palabras.

—No lo haré.

Y en ese preciso instante, el demonio de la encrucijada aplastó sus fríos labios sobre los del híbrido, sellando definitivamente el pacto. La primera reacción automática de Inuyasha fue abrir sus ojos completamente descolocado y estar a punto de intentar quitársela de encima, pero entendió al instante que esta era la manera de concluir con el intercambio. En la unión de los cuatro caminos, en medio de la espesa noche, cerró sus ojos, y correspondió, con todo el asco que le provocaba, pero con el único pensamiento que importaba:

Que Kagome iba a regresar.


A unas cuantas millas de distancia, dentro de una fría cueva en medio de la oscuridad nocturna, unos ojos chocolate se abrían enormes de repente, y la joven tomaba una bocanada de aire como si su vida dependiera de aquello, despertando de lo que se había sentido como un largo sueño.


Ok. No sé cómo se vayan a tomar esto, pero bueno. Me tardé en actualizar porque tuve problemas para escribir este capítulo. Le hice muchos cambios y no podía decidirme entre cuántos años obtendría Inuyasha, y al final esta fue mi decisión. También fue difícil porque es la primera vez que escribo a Sesshōmaru y, como saben, no es un personaje precisamente fácil. Ahí estuvo mi maravillosa DAIKRA, ayudándome y motivándome. También compartiendo pendejadas del proceso de escritura del capítulo, así que... I love you so much, sis.

A pesar de lo doloroso que puede llegar a ser esto, me siento contenta de estar mostrándoles una pequeña parte y haciéndole honores a Supernatural. De verdad, me siento feliz de poder hacer esto. Es como mostrarles una parte de mí muy importante. También tiene y tendrá tintes de cosas que sucedieron en Shingeki no Kyojin, y próximamente, Lucifer también xd Es como una unión de todo lo que amo, así que este fic es muy especial para mí.

So, Inuyasha... conseguiste lo que querías, pero... ¿a qué costo? ¿Qué opinan de esto? ¿Qué tal les pareció el demonio de la encrucijada? En inglés, su nombre es mejor xd Crossroad demon, pero oks. Déjenme saber sus pensamientos en las reviews que tanto amo leer c:

Muchas gracias por todo, de verdad.


Respondiendo a usuarios no registrados:

Manu: ¡Hola! Muchas gracias por tu review c: De Yashahime obviamente me gusta Moroha por sobre las demás, y luego Setsuna. No creo realmente incluirlos en futuras historias, pero ya veremos. Por lo general, amo los ships canon y no me siento dividida por nada. Conozco algunas cosas de Miraculous y sé que en algún momento voy a verla, veremos qué sucede. ¡Gracias!

Moroha: ¡Muchas gracias por tu review! ¡Qué bueno haberte devuelto la esperanza al final! Dime qué piensas de este capítulo c:

Guest 1: ¡Wow! ¡Qué hermosa review! Muchísimas gracias, de verdad. Significa mucho para mí que me digas eso! Espero que disfrutes este nuevo capítulo :3

Guest 2: Oh, perdón por hacerte llorar :( Pero muchísimas gracias por tu review! Me siento feliz que estés sintiendo lo que busco transmitir. Un abrazo grande :3


Con amor, Iseul.