Aclaración: Los personajes no me pertenecen, son de la genialidad y creatividad de Rumiko Takahashi. La historia es mía, y uso los personajes para saciar mi mente de escritora frustrada.

Disfruta la lectura.

"Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo"

El secreto de la isla

Capítulo 9: El Lugareño

Kagome se despertó abruptamente al escuchar los gruñidos fuertes que se volvían quejidos suspendidos en el silencio de la noche. Se levantó apresurada deslizándose en la oscuridad, su cuerpo ya conocía de memoria el camino para ir hacia el amplio sillón en el que se removía inquieta la figura masculina.

InuYasha soltó un profundo quejido pateando sus sabanas aun dormido, Kagome se inclinó apoyando sus rodillas en el frío suelo, sentándose sobre si y suavemente colocó su mano en su hombro moviéndolo.

-InuYasha, InuYasha, despierta-Dijo gentilmente para lograr sacarlo de lo que sea que lo estaba atormentando. Lo sintió tensarse bajo su mano y sus orejas moverse sobre su cabeza hacia su dirección, ella lo volvió a tocar con delicadeza, lo vio mover sus parpados cerrados y fruncir sus espesas cejas, entreabrió los ojos enfocándolos en Kagome-Estabas teniendo una pesadilla…-Explicó con la voz bajita para no sobresaltarlo, sintiendo un tirón en el pecho de tristeza por el tipo de pesadilla que estaría teniendo.

-No era una pesadilla-Respondió con la voz ronca, llevándose una mano sobre su frente para frotar intentando aclarar sus ideas. Ella lo miró con una expresión de no comprender, él negó con su cabeza y se dio la vuelta dándole la espalda-Keh, ya duérmete y deja de preocuparte por mí.

Kagome se sintió ofendida con su reacción, se enderezó apoyando sus brazos a cada costado del cuerpo de InuYasha, él se giró un poco sorprendido ante su proximidad, sus cabellos cayeron sobre él al tenerla prácticamente encima de él.

-Dije que vendría a ti cada vez que estuvieras teniendo un mal sueño-Le recordó, con una mirada completamente resuelta y un tono indignado ante su arisca respuesta. Él sintió la sangre subirle a las mejillas, su aroma era agradable, frunció las cejas y se enderezó un poco empujándola.

-Ya entendí tu punto-Le dijo golpeando con sus dedos de manera gentil su frente sobre el flequillo negro que estaba desordenado-Aún es de noche, vete a dormir, Kagome-Sus palabras fueron levemente bruscas pero su mirada cálida, volvió a acomodarse dándole la espalda y respirando fuertemente cerrando los ojos.

Ella lo observó contrariada, parecía que él le estaba ocultando algo, finalmente Kagome suspiró y terminó de apartarse completamente siendo por primera vez consciente de que había estado casi con todo su cuerpo sobre él. Se sonrojó, se giró caminando a su habitación con una extraña sensación en su estómago.

Ella lo miró por sobre su hombro una vez más antes de ingresar a su habitación, solo pudo ver su espalda y cabello plateado brillando gracias a la luz de la luna que ingresaba por la ventana.

InuYasha movió sus orejas atento a sus movimientos, la escuchó deslizarse bajo las frazadas y acomodarse con un suspiro en su cama, la volvió a sentir removerse girando de un lado a otro inquieta.

Quizás él la había ofendido con su respuesta. La verdad no había tenido una mala intención tras sus palabras, solo había estado teniendo un recuerdo en su sueño de una situación real en su niñez.

Su madre dándole una última caricia sobre su cabeza antes de desaparecer para siempre de su vista siendo llevada obligada fuera del recinto, recordaba aún la cara de horror de ella, sus ojos caobas tristes con lágrimas deslizándose gritando su nombre, luego el silencio profundo tras las inmensas puertas de metal cerrarse, siendo él jalado bruscamente por otros guardias a la que sería su celda por largos años.

No se sentía preparado para hablar de este tipo de momentos con Kagome, no se sentía preparado para hablar de los detalles de cada día allí con nadie, y sin embargo, seguían ahí empujando y carcomiéndolo aún algunas noches, cuando sus defensas bajaban.

De algún modo, cuando estaba con Kagome en el día a veces casi olvidaba su anterior vida, pero luego bastaba un comentario para recordarle la misión, él entonces se daba cuenta que estaba perdiendo el foco de su escapada. Kouga y Shiori lo necesitaban para ser libres. InuYasha anhelaba intensamente hacer justicia, deseaba que Naraku se pudriera en una celda como la de él. También quería reconstruir las piezas de su cabeza que se habían bloqueado de su infancia, saber que ocurrió con su madre y donde era que vivían. Solo escenas vagas rondaban en su mente y la sensación de nostalgia en la isla que ahora estaba habitando lo confundía más.

Se percató que Kagome finalmente se había dormido por su respiración pausada, él se levantó con movimientos cautelosos hacia su habitación. Desde la puerta la contempló, totalmente ajena a él sumida en un profundo sueño.

Se preguntó si habría una forma de lograr recompensarla por todo lo que estaba haciendo por él, pero nada se le ocurría aun. Ella se volteó en su sueño destapando su espalda, InuYasha se acercó despacio y tiró de la frazada hacia arriba para cubrirla, la miró unos momentos más con sensaciones extrañas moviéndose en su pecho. Aún no podía darle un nombre a eso, era una sensación reconfortante y que a la vez le asustaba.

Se retiró sigilosamente hacia su blando sofá, cruzando sus manos tras su nuca reflexionó, mañana sería un día importante, quizás podrían obtener más información de cómo desenmascarar a Naraku, con ese pensamiento en mente se dejó arrastrar por el sueño.

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-Es aquí, esta calle-Dijo Kagome sosteniendo el papel entre sus dedos buscando el número que estaba anotado de la dirección.

-¿Qué número tenía?-Preguntó InuYasha con el pulso acelerado, su cabeza estaba comenzando a doler, era todo de una manera extrañamente familiar, los olores allí y las pintorescas casas con extensos terrenos que había en cada lado de la avenida.

-1996-Respondió Kagome avanzando seguida por InuYasha, ella se volteó a mirarlo, notando que su rostro y postura parecían tensas-¿Está todo bien?-Consultó levantando una ceja. InuYasha se sobresaltó ante su delicada perspicacia. Frunció el ceño sintiéndose expuesto, se cruzó de brazos y la adelantó.

-Nada, apresúrate-Ladró cortante, quizás más de lo que hubiese querido. Kagome hizo un mohín con los labios pero prefirió guardar silencio, él parecía nervioso y ella podía entenderlo, después de todo, quizás sabrían más información o puede que nada.

Kagome miró con detenimiento por cada casa que estaba en el lugar, hasta que finalmente se quedó fija en una, de color violeta por fuera, la puerta era café con una manilla negra, la adornaban ventanales amplios y enredaderas con flores, le pareció muy pintoresca, sus ojos vagaron cerca de la puerta y descubrió el número que estaba buscando. Se volteó a InuYasha para decirle, él ya estaba a su lado con un rostro contrariado, podía ver el sudor empezando a empapar su frente.

-¿Esta casa tiene algún significado para ti?-Se aventuró a preguntar, lo vio dar un leve salto con los hombros, la miró frunciendo las cejas aún más.

-Deja de meterte en mi cabeza-Murmuró, se sentía irritable, nervioso y a la vez esperanzado, esa casa le era demasiado familiar, una visión de él entrando cuando niño le llegó cuando vio la puerta con aquella manilla negra, pero no podía recordar nada más.

-Entonces si tiene un significado para ti-Concluyó Kagome, suspirando ante su defensiva actitud.

-Eso creo… no estoy seguro-Aceptó, la miró un momento notando su preocupación. Para InuYasha era hasta cierto punto incomodo que alguien le demostrara preocupación, no estaba acostumbrado, no sabía cómo debía reaccionar a ello-Mejor entremos, necesito respuestas-Dijo finalmente cuando percibió la interrogante cara de Kagome y la nula respuesta que podía ofrecerle.

Lo vio avanzar y golpear la puerta con sus nudillos fuertemente.

-InuYasha…-Kagome era consciente que se estaba perdiendo de una batalla interna en el joven, descubrió que la tristeza estaba emergiendo en su ser, pensaba que él había logrado confiar en ella, sin embargo, para ello probablemente sería un largo camino. Suficiente era con que él hubiese dicho su situación, querer tener más de eso sería avaricioso. Se preguntó por qué se sentía así. Suspiró, acercándose cuando escuchó que pasos se acercaban para abrir.

Se deslizó la puerta de madera con un sonido agudo arrastrándose por piedras pequeñas atoradas en el suelo. Un hombre de edad, alto y encorvado, de ojos caoba rodeado de infinitas arrugas y cabello canoso apareció, vestía un buzo negro desgastado.

Ella pudo observar como el hombre contemplaba a InuYasha con un rostro de sorpresa y le tiritaba el mentón, movió su boca varias veces intentando decir palabras que no salían, hasta que finalmente lo logró.

-Has logrado regresar-Dijo con la voz quebrada por las lágrimas derramándose de sus ojos.

Entonces InuYasha lo supo, él había vivido allí.

Kagome fue testigo de la tensa situación, ella se colocó a su lado observando su mandíbula y cuerpo rígido, parecía bloqueado sin saber que decir o cómo reaccionar, mientras el hombre seguía llorando en silencio clavado en su lugar.

-Entiendo… que está muy emocionado…-Logró verbalizar Kagome llamando su atención, lo vio hacer un intento de secarse las lágrimas mientras asentía-¿Quizás… sería mejor si entramos para conversar?-El hombre volvió a asentir abriendo la puerta ampliamente e ingresando para que lo siguieran.

Kagome espero que InuYasha avanzara, sin embargo, no lo hizo, estaba atornillado en su lugar con la expresión pasmada, las gotas de sudor se deslizaban por su mejilla y cuello. Kagome lo llamó, él no respondió. Se movió para estar frente a él, pero él parecía no verla, entonces Kagome tomó su mano y pudo ver como su vista nebulosa regresaba allí.

-InuYasha… si quieres volver otro día…

-No-Él negó, recordando al fin que tenía voz-Aquí están las respuestas-Fijó su vista con apreciación en sus manos, la mano de Kagome pequeña y frágil sostenía la suya, extendiéndose la calidez y la calma.

Kagome entonces se volteó sin soltarle la mano para ingresar, InuYasha se dejó conducir con un torbellino de sentimientos inundando su pecho al apreciar el interior del hogar. En su mente recuerdos fugaces chocaban emergiendo abruptamente, recuerdos de él jugando por aquí y por allá, recuerdos de él viendo a escondidas a su madre llorar, recuerdos de él y ese hombre acariciándole la cabeza en ese último día antes de su encierro. De alguna forma, la mano de Kagome que se enredaba con la suya lograba sujetarlo y estabilizarlo emocionalmente sin ella saberlo.

Kagome pensó que se sentarían en la sala de estar, pero el hombre deslizó el ventanal para que estuvieran en el jardín trasero, desde allí se podía contemplar un amplio prado adornado de flores amarillas y un sector de lavandas, vacas y ovejas se encontraban esparcidas a lo largo del campo alimentándose, los pájaros cantaban amenamente comunicándose, era un ambiente sereno, justo lo que necesitaban sus corazones en ese momento.

El lugareño había logrado recomponer su compostura, ya no quedaban indicios de lágrimas, solo los ojos levemente rojos. Les indicó que se sentaran en el cómodo sillón rojo, lo vieron mover su vista a sus manos que aún seguían sosteniéndose, InuYasha la soltó bruscamente echándose de manera poco educada en el sillón, cruzando los brazos sobre su pecho, Kagome se sentó manteniendo la distancia de InuYasha, sintiéndose avergonzada.

-Les traeré té-Dijo suavemente.

-Le ayudo-Kagome se levantó siguiéndolo, él le sonrió suavemente formándose más arrugas alrededor de sus ojos, se perdió con ella en el interior de la casa.

InuYasha exhaló abrumado, los aromas allí eran nostálgicos, la vista del lugar y los recuerdos que no cesaban de mostrarse.

Recordó correr por ese prado persiguiendo a las vacas y a su madre tras él diciéndole que las dejara en paz o lo patearían. Él, como el niño travieso que era no hizo caso y así se ganó una patada de uno de los animales, fue lanzado unos metros y su mamá llegó a su lado preocupada.

-Hijo… ¿Estas bien?-Revisó cada parte de cuerpo mientras InuYasha se sentaba sobándose la nuca.

-No pensé que eran tan fuertes, mamá-Dijo a regañadientes.

-Sí que lo son-Ella le sonrió, expresando ternura sus caobas ojos-Que sirva de lección-Acarició su mejilla pellizcando amorosamente, él hizo un ademan para apartarse fingidamente molestó pero la sonrisa se le escapó.

-¡Izayoi!-Escuchó al abuelo llamarla. Izayoi incorporó a InuYasha y se enderezó ella, tomándole la mano avanzó por el prado hasta colocarse frente a él.-Son ellos…dicen que debe ser ahora…-InuYasha captó las palabras, comenzando su cuerpo a temblar involuntariamente, observó el rostro apretado de su abuelo y los ojos vidriosos que intentaban no llorar, vio cómo su madre inclinaba la cabeza ensombreciéndose su mirada, luego se giraba hacia él para agacharse y abrazarlo.

Esa había sido la última mañana tranquila y apacible, después de eso fue confinado y torturado, torturas que su mente bloqueaba para sostenerlo en pie, desolación y desesperanza había consumido sus días, y en el fondo, siempre el deseo de poder escapar y ser libre. Entones InuYasha escuchó el sonido de la ventana nuevamente deslizarse y observó a Kagome aparecer con una amable sonrisa llevando la bandeja con una tetera y tazas, el lugareño le devolvió la sonrisa de la misma manera.

InuYasha no pudo evitar que la comisura de la esquina derecha de su labio se curvara hacia arriba. Era cierto, esa no había sido la última mañana tranquila, porque a pesar de la encrucijada en la que se encontraba y la misión que se había jurado a sí mismo lograr, había conocido a Kagome, despertándolo cuando las pesadillas lo ahogaban, desayunando juntos algo delicioso para empezar el día, disfrutando de charlas casuales y profundas, confesándose y abriendo cada uno la vulnerabilidad de su corazones al otro. InuYasha también disfrutaba del cómodo silencio cuando solo estaban contemplando el paisaje en los terrenos de la cabaña.

La sonrisa de Kagome permanecía mientras seguía charlando sobre su té favorito con el lugareño, InuYasha la miró fijamente con un montón de sensaciones y pensamientos rondando confusos y entre todo eso comprendió algo.

Una calidez envolvente llenó su corazón y se expandió hacia su cuerpo. ¿Cómo se le llamaba a eso? ¿Qué nombre tenía ese sentimiento?

Por primera vez en su vida estaba descubriendo lo que era la amistad y quizás algo más.

InuYasha tuvo la certeza en ese momento que sería capaz de escuchar todo lo que le dijera su abuelo, porque Kagome estaba a su lado, y acababa de descubrir que eso lo hacía sentir en calma y también fuerte.

Kagome sintió la potente mirada de InuYasha sobre ella, movió la cabeza un poco y se la devolvió, el desvió los ojos rápidamente frunciendo las cejas y tensando la mandíbula. Parecía molesto e incómodo, ella suspiró, entendía que reencontrarse con alguien que parecía saber de él podía ser abrumador, pero a la vez, sus inseguridades estaban saliendo a flote con su actitud, le gustaría ser una persona con la cual él se pudiera sostener y confiar más, pero hoy había sentido que se extendía un muro entre los dos, en cada respuestas breve y arisca.

Kagome volvió a suspirar terminando de servir el té en la mesa pequeña que tenía a su lado, luego recobró su lugar sentándose otra vez distante de él en el sillón rojo que compartían. El hombre se sentó en frente sorbiendo lentamente un trago del líquido mirando a InuYasha con sumo interés, él seguía muy ensimismado en una hilera de pensamientos sobre todo y nada con la vista en el suelo.

-InuYasha-Llamó el hombre, sonando su voz afectuosa y con ternura, él se sobresaltó por el tono que empleó, sorprendiéndose de los sentimientos que removió en el interior, la nostalgia, la alegría y la tristeza, la rabia y la injusticia se mezclaban con solo escucharlo decir su nombre-¿Me recuerdas?-Prosiguió, depositó la taza sobre la mesa para acomodarse mejor en su lugar.

-Un poco, no estoy seguro-Logró decir sobándose la frente con el dorso de la mano para quitar el sudor por su nerviosismo.

-Mi nombre es Takashi, soy el padre de Izayoi…-InuYasha sintió que le faltaba el aire y abrió los labios para respirar una bocanada cuando sus manos querían temblar, apretándolas tan fuerte que sus pequeñas garras rompieron levemente su piel-Soy tu abuelo…

Kagome instintivamente quiso posar su mano sobre el hombro de InuYasha pero se contuvo, se preguntó si estaba bien que ella estuviese ahí, en esa conversación tan privada entre dos familiares, InuYasha parecía estar esforzándose por no desarmarse, al menos esa impresión le dio a ella. No se sentía capaz de imaginar lo terrible que debía estar siendo para él todo, lo solo que se debía haber sentido tantos años encerrado en donde sea que estuvo. Ella realmente deseaba poder abrazarlo y contenerlo, pero no podía, no era apropiado.

-Quizás…-Comenzó Kagome tímidamente-Debería dejarlos solos para que conversen-Ofreció empezando a levantarse, pero la mano de InuYasha encerrando su muñeca y tirándola de vuelta al sillón la interrumpió.

-Quédate-Le dijo demandante pero en casi un susurro, sus ojos se encontraron y ella pudo vislumbrar la ansiedad, el dolor y la confusión allí, apretaba fuertemente su muñeca, como si así pudiese encontrar calma, ella fue capaz de asentir abrumada por la intensidad de las emociones e inquietudes que descubrió en las orbes doradas.

El hombre frente a ellos solo se limitó a observarlos con interés bebiendo un poco más del té.

InuYasha cuando se sintió seguro de haber recompuesto y ordenando sus pensamientos, se atrevió a soltar la muñeca de Kagome y cruzarse de brazos, de alguna manera protegiéndose de lo que sea que viniese y que necesitaba saber.

-Entonces, eres mi abuelo…levemente recuerdo a un viejo persiguiéndome en ese prado cuando niño-Apuntó cerca de las vacas-A veces ayudando a llevar la leña-Señaló ahora una pequeña casita de madera en una esquina próxima que parecía una bodega.

El hombre tosió dos veces intentando aclarar su voz cuando la emoción subió por su garganta al saber que InuYasha tenía esos recuerdos, sentía como si un trozo de su vida que estaba perdido había vuelto.

-Viviste con nosotros hasta los once años, los más felices de mi vida…-El hombre respiró hondo, quería poder expresar todo sin desbordarse, sacarse esa tremenda carga de encima y pedir perdón todas las veces que fueran necesarias por no estar para él. Las oreja de InuYasha se movieron cayendo hacia atrás casi pegándose a su cabello, la ansiedad lo estaba llenando todo.

-Solo mamá, yo y tú vivíamos aquí ¿Cierto?

-Y las vacas y ovejas-Asintió con una sonrisa cálida recordando esos días en que vivían en una aparente calma.

-Necesito saber…como mierda fue que llegué a vivir en ese maldito lugar cada día hasta que escapé hace casi un mes.

Continuará…

Hola, espero hayan tenido una maravillosa semana y si no fue así, habrán días mejores.

-1996 fue el año de publicación del manga de InuYasha, por eso lo elegí como número de la casa. Creo que todo el mundo que le encanta InuYasha debería leer el manga, hay tantos detalles que aclaran muchas polémicas que existieron en su momento y que aun las leo en redes sociales. La delicadeza en como Rumiko Takahashi desarrolló la evolución de InuYasha y la relación con Kagome, de forma natural surgió la amistad y el amor. Esa sutileza en pequeños detalles que van conformando su vínculo es lo que hace que sean mi pareja favorita.

Fecha en la que terminé de escribir el capítulo: 12-03-2022.

Pd: Un breve recordatorio, yo solo escribo en fanfiction, si llegas a ver alguna de mis historias en otras plataformas te agradecería me avisara para tomar las medidas correspondientes.