Capítulo 2.

Múnich.

- ¿De verdad atendiste a Karl Heinz Schneider, Lily?.- preguntó la chica de cabello negro, mechas rubias y ojos color miel, quien usaba una arrugada bata blanca en cuyo brazo derecho portaba el mismo logotipo que llevaban sus amigas en sus respectivas batas.

Era la hora del almuerzo, y la pequeña cafetería del Hospital Universitario de Múnich estaba atestada con fatigados estudiantes de diferentes especialidades que intentaban encontrar una mesa libre para sentarse a ingerir un refrigerio, antes de que tuvieran qué regresar corriendo a concluir sus deberes hospitalarios. Cuando Débora Cortés (residente del área de Ginecología), Gwen Heffner (residente del área de Urgencias) y Lily Del Valle (residente del área de Medicina Interna) llegaron al lugar, Nela McGregor (estudiante casi titulada de psicología) ya las estaba esperando en una mesa del fondo ubicada entre dos carteles, uno de los cuales mostraba cuáles eran los grupos de alimentos básicos y en qué cantidad debían consumirse, mientras que el otro que hablaba del correcto lavado de manos; Nela leía una revista de psicología antes de que sus amigas llegaran, pero aunque parecía estar sumida en la lectura, levantó la mirada de sus ojos azules cuando ellas entraron a la cafetería, apenas lo suficiente para indicarles que ya les había reservado un lugar. Las otras tres jóvenes, tras comprar sus alimentos, fueron a sentarse junto a la psicóloga, quien las saludó con una sonrisa.

- Ya te dije que sí, Deb, sí atendí a Schneider.- dijo Lily, mientras se dejaba caer en una silla de plástico azul, junto a Nela.- ¿Por qué no me crees?

- Porque no puedo comprender cómo fue que lo dejaste ir tan fácilmente.- respondió Débora.- Yo lo habría encerrado en el cuarto de médicos y habría pedido un jugoso rescate por él.

- Y por eso es que tú no lo atendiste, por fortuna.- sentenció Nela, dejando momentáneamente la revista que leía para mirar fijamente a su amiga.- Porque, gracias a Dios, estás en el área de Ginecología, en donde ningún hombre puede ser víctima de tus abusos.

- Qué exagerada, ni que fuera la única que querría hacer eso con Schneider.- Deb se encogió de hombros.

- No, la mayoría de las mujeres quieren violarlo primero.- replicó Nela.- Me sorprende mucho que tú no seas una de ellas.

- Honestamente, yo prefiero a Stefan Levin, el bombón sueco.- suspiró Débora.- Me gusta más que Schneider, es menos serio y engreído.

- Schneider no es engreído.- intervino Lily, divertida.- De verdad que es muy diferente a como dicen que es.

- Pues contigo habrá sido diferente, porque la mayoría de las personas que han hablado con él están de acuerdo en que el Káiser es bastante payaso.- replicó Débora.- Es rarísimo que dé autógrafos, aún no puedo creer que tú tengas uno.

- Seguramente se lo dio por agradecimiento.- comentó la tímida Gwen, rubia y de ojos azul oscuro.- Y qué envidia me da, yo quisiera tener un autógrafo del gran Karl Heinz Schneider.

- Olvidaba que él es tu amor platónico, Gwen.- rió Lily.- Cuidado, que Leo se va a poner celoso.

- No quiero casarme con Schneider, sólo soy su fan.- Gwen enrojeció vivamente, lo cual era muy notorio en alguien de piel tan blanca como ella.

- Aun así, no creo que a Leo le haga gracia.- en ese momento se acercó a la mesa una joven de cabello castaño rojizo y ojos azul claro, arrastrando una silla para colocarla entre Gwen y Débora.- A ningún hombre le gustaría que su chica soñara con un futbolista alemán, uno que además es considerado como el mejor de Europa, ya sabes cómo son los muchachos con respecto a ese tema, se ponen tan sensibles como nosotras con las modelos y actrices.

- Ay, Bárbara, lo dices como si fuese un pecado muy grande.- Gwen agachó la cabeza, avergonzada.- Y a los hombres nunca se les tiene contentos: si no te gusta el fútbol, es un problema porque no "compartes su pasión", y si te gusta el fútbol, se ponen celosos porque te gusta algún jugador. El caso es que nunca les darás gusto.

- Sabia sentencia.- Nela agitó su cabello negro azabache mientras levantaba su vaso en un improvisado brindis, para después volver a sumirse en su lectura.- Así son los hombres.

- Bien. ¿Podríamos hablar de otra cosa que no sea Schneider?.- pidió Lily, tras darle una mordida a su sándwich.- Me han estado hablando de ese tema desde ayer y ya me cansé.

- No puedo creer que haya alguien que se canse de hablar del Káiser.- subrayó Bárbara, picoteando su ensalada.- Pero ya que quieres cambiar de tema… ¿Es refresco lo que estás tomando, Lily? ¿Y ese sándwich tiene mayonesa? ¿De qué está relleno?

- Olvídalo.- Lily le lanzó una mirada iracunda a su amiga.- Sigamos hablando del Káiser antes de que a la Reina de la Nutrición le dé por dejarme sin comer.

Las chicas rieron y continuaron hablando de temas varios, que iban desde casos hospitalarios hasta las últimas tendencias en moda, próximos conciertos y exposiciones de arte. Bárbara quiso saber cuándo regresaría Elieth de Hamburgo, y Lily contestó, con un suspiro, que no debería tardar más de tres días.

- Ese suspiro viene de que quieres ir a Hamburgo también, ¿verdad?.- deslizó Gwen, con sutileza.

- No me digas que todavía quieres que te presente a Genzo Wakabayashi.- señaló Bárbara, con una sonrisa maliciosa.- ¿Aún te gusta?

- ¿En qué momento te he dicho que me gusta Genzo?.- balbució Lily, enrojeciendo.

- Fue obvio desde el primer momento en el que te has dedicado a seguir todos y cada uno de sus pasos.- contestó Nela, con la vista fija en el artículo que pretendía leer desde antes de que sus amigas llegaran.- Sabemos de sobra cuál es tu pretexto: Te encanta el fútbol y tu sueño es convertirte en médica especializada en el deporte, y que por eso sigues y admiras las carreras de aquéllos jugadores que, a pesar de sus múltiples lesiones, no han bajado su nivel deportivo, siendo Genzo Wakabayashi uno de los más claros ejemplos, pero todas hemos notado que tu "afición" por él se va convirtiendo más en un amor platónico que otra cosa.

- Oh, sí.- dijeron Bárbara y Débora, a coro, mientras Gwen asentía con la cabeza.

- Oh, por favor, chicas, no sean ridículas.- protestó Lily, avergonzada.- ¡Ni siquiera lo conozco en persona!

- Por eso es "amor platónico", querida.- Nela despegó cinco segundos la mirada de su artículo para sonreírle a Lily.- Porque hay muy pocas probabilidades de que se convierta en algo real.

- Gracias.- musitó Lily, frunciendo el ceño.- Tú sí que sabes cómo destrozar los sueños de las personas.

- Soy psicóloga, es mi tarea.- Nela esbozó una media sonrisa.- Pero si tantas ganas tienes de ir a Hamburgo, ¿por qué no alcanzas a Elieth este fin de semana?

- No es mala idea.- anotó Gwen.- Tu rol de guardias te deja libre el sábado y el domingo, podrías irte desde el viernes por la noche.

- Sería buena idea si Hamburgo no estuviera al otro lado del país.- gruñó Lily, tomando un sorbo de su refresco de manzana.

- Claro, y como no hay aviones que te lleven en un par de horas.- señaló Bárbara, poniendo los ojos en blanco.- Y como seguramente no te lo puedes pagar…

- Bueno, ya, lo pensaré.- replicó Lily, esbozando una ligera sonrisa.

En ese momento apareció en la cafetería un joven de cabello castaño y ojos verdes, que usaba un arrugado uniforme quirúrgico azul, quien tenía cara de estar confundido, llevando en sus manos una charola plástica con sus alimentos. Las chicas se apresuraron a poner una silla para él, a un lado de Gwen, y ella se levantó para besar al joven en los labios.

- ¿Qué sucede, Leo?.- preguntó Gwen, cuando ella y el joven ocuparon sus asientos.- ¿Estuvo muy pesada la cirugía de columna?

- No exactamente.- Leo Shanks, residente de cirugía, volteó a ver a Lily con cierto asombro.- Bueno, sí, las cirugías de columna siempre son horribles, pero no es eso lo que me desconcierta. Lily, afuera de la cafetería hay un joven que te busca, el cual, por cierto, se parece muchísimo a Karl Heinz Schneider, aunque seguramente la cirugía me dejó más mal de lo que creía y por eso estoy alucinando.

Todas las chicas soltaron exclamaciones de sorpresa al tiempo que miraban a Lily, para después fijar su atención en Leo; éste, más asombrado aún, vio a sus amigas y novia levantarse rápidamente de sus sillas para salir a toda prisa de la cafetería, con Lily a la cabeza. Ella, al poner un pie afuera del edificio, buscó con la mirada a alguien que se ajustara a la escueta pero entendible descripción que diera Leo, pensando en que él se habría equivocado. Sin embargo, ahí estaba el susodicho, parado junto a un árbol, usando el collarín y un par de lentes oscuros que no engañaban a nadie.

- Oh, por Dios.- musitó Débora.- De verdad es él.

Lily, enarcando ambas cejas, se acercó al joven alemán que ya empezaba a llamar la atención de las personas a su alrededor, ya que los lentes oscuros no ocultaban su identidad. Karl Heinz Schneider saludó a la chica como quien se encuentra con una vieja amiga, y le sonrió ampliamente.

- Hola.- dijo, agarrándose el collarín.- ¿Estas cosas son siempre tan molestas? Ya no lo soporto.

- ¿Qué haces aquí?.- Lily lo miró con extrañeza.- ¿Tuviste algún problema? ¿Te sientes mal?

- No.- negó él.- Sólo pasé a saludarte.

- No, en serio.- la joven frunció el ceño.- ¿Qué estás haciendo aquí?

- Vine a preguntarte si de verdad tengo que llevar esto durante tres semanas.- contestó Karl.- No voy a aguantarlo ni cinco minutos más. ¿Puedo quitármelo ya?

- Bueno, de que te lo puedes quitar, te lo puedes quitar.- replicó Lily, encogiéndose de hombros.- Pero no te garantizo que sanes bien si lo llegas a hacer, ni que puedas volver a jugar fútbol.

- ¡No estarás hablando en serio!.- protestó Schneider.- Si sólo es una ligera lesión en el cuello, ¿qué tiene qué ver eso con mi capacidad para jugar fútbol?

- Si quieres te lo explico con peritas y manzanas.- suspiró la chica, dándose cuenta de que sus amigas la estaban observando.- Pero vamos a pasear al jardín, que aquí tenemos compañía.

Sin esperar a que el alemán respondiera, Lily lo jaló por un hombro y lo arrastró consigo a los enormes jardines que bordeaban el hospital, en donde lo dejó solo por cinco minutos para regresar después con una gorra de color blanco, que tenía bordado el logo del hospital en color azul.

- ¿De dónde sacaste eso?.- preguntó Karl, mirando con cierto desconcierto la gorra.

- De la tienda de regalos del hospital.- contestó ella, al tiempo que se la ofrecía.- Póntela, así llamarás menos la atención.

- Es broma, ¿verdad?.- preguntó Schneider, pasándose la mano por el cabello.- No voy a usar eso, me despeinaré.

- No, no es broma.- Lily prácticamente le puso la gorra en la cabeza.- Me niego a seguir llamando la atención, así que, si quieres seguir aquí, te la vas a tener que poner.

Karl, frunciendo el ceño, se acomodó el cabello bajo la gorra; con los lentes oscuros y el collarín, el joven podía pasar por cualquier enfermo del hospital, y Lily se lo llevó a pasear por los jardines, en donde había familiares descansando y enfermos tomando el sol, que no les prestaban ni la más mínima atención.

- No sé cómo es que Wakabayashi lo tolera.- comentó Karl, más para sí mismo que para Lily.- Usar una gorra es terrible en verdad.

La chica respingó al escuchar el nombre del portero pero no dijo nada, esperando que Karl no hubiese notado su reacción, pero si éste se dio cuenta de algo, fingió muy bien no haberlo hecho. Cuando Lily estuvo segura de que sus amigas no los seguían, se detuvo junto a un árbol frondoso y encaró a su visitante.

- Y bien, ¿qué haces aquí?.- cuestionó.- ¿De veras el problema es el collarín?

- Sí, es el collarín.- Karl volvió a quejarse.- ¿No hay algo más cómodo para tratar mi lesión?

- No, porque la razón de que sea rígido es para evitar un esguince mayor.- replicó Lily.- La columna vertebral, de la cual forma parte tu cuello, es la base para cualquier movimiento corporal mínimo, así que si deseas practicar fútbol debes tenerla completamente sana, de lo contrario el dolor no te va a permitir jugar. No es tan malo cuando te acostumbras al collarín, ya verás.

- Eso lo dices porque nunca has usado uno.- gruñó Karl.- Casi podría apostarlo.

Lily sonrió de una manera en la que dio a entender que él tenía razón, pero no dijo nada al respecto.

- Pero supongo que tienes razón, así que te haré caso.- Karl suspiró, resignado.- Aunque no pueda dormir con esta cosa.

- Fuera de eso, ¿estás bien o tienes algún problema mayor?.- insistió ella.- No me has dicho a qué has venido.

- En realidad estoy aquí para darte las gracias por haberme ayudado ayer.- Schneider sonrió ligeramente.- Muy poca gente habría actuado de manera desinteresada estando en tu lugar.

- Siendo sincera, estuve a punto de tomar miles de fotografías tuyas con mi celular, para después vendérselas a algún tabloide deportivo, pero me sentí mal al verte tan desamparado.- dijo Lily, muy seria.

Karl parpadeó, confundido, sin saber qué decir hasta que ella soltó una carcajada.

- Estoy bromeando.- afirmó la chica.- Al menos en parte.

- ¿Cuál parte es la que resulta una broma?.- cuestionó Karl, algo mosqueado.

- La de que iba a tomarte fotos para una revista.- aclaró ella.- Lo que sí es verdad es que me sentí mal al verte ahí, estabas siendo horriblemente acosado. Confieso que yo le tengo un pánico muy grande a la fama, así que no sé cómo es que puedes tolerarla.

- Te acostumbras.- Karl sonrió y se encogió de hombros.- Aunque, en momentos como ése, es difícil afrontarla. La cuestión, sea como sea, es que me ayudaste y por eso vine a agradecerte.

- ¿De verdad viniste hasta acá sólo para decirme eso?.- Lily enarcó las cejas, sorprendida.- Eso es tomarse demasiadas molestias como para venir en persona, considerando que pudiste enviarme una tarjeta de felicitación o unas flores.

- Quizás, pero yo suelo agradecer directamente a aquéllos que me ayudaron desinteresadamente.- replicó Schneider.- Además, tengo que confesar que despiertas un poco mi curiosidad.

- ¿En qué sentido?.- preguntó Lily, jugueteando con la cadena de plata que llevaba al cuello, de la cual pendía un caduceo hecho del mismo material.

- En el sentido de que eres extranjera.- respondió Schneider, volviendo a mover el cuello ante la incomodidad del collarín.- ¿De dónde vienes y qué haces en Alemania, si se puede saber? Ah, me gustaría por lo menos invitarte un café, me siento extraño haciendo este tipo de preguntas parado a mitad de un jardín de hospital.

- Si me esperas un momento iré por un par de cafés, aunque no recomiendo que nos cambiemos de lugar, no mientras la cafetería siga llena de pasantes de medicina, enfermería y demás áreas.- dijo Lily, echando a andar.- Evita que te secuestren, mientras tanto.

En menos tiempo del que Karl esperaba, Lily regresó con un par de vasos de plástico llenos con algún líquido caliente de color café claro; la joven le ofreció uno al alemán, quien lo tomó y, tras olisquearlo por un rato, se atrevió a darle un sorbo a la bebida que contenía.

- ¿Qué es esto?.- preguntó Schneider, haciendo muecas.- ¿Caldo de lodo?

- En mi país decimos que es agua de calcetín.- respondió Lily, riendo por lo bajo.- Es café de hospital, no te esperes la gran cosa.

- ¿Qué no había algo mejor?.- protestó el rubio.

- No aquí.- negó la morena, moviendo la cabeza de un lado a otro.- Estamos en un hospital, no en el Vendôme*.

- ¿Has ido alguna vez al Vendôme?.- preguntó Schneider, sonriendo.

- No, con mi salario no podría ni pagarme un vaso con agua.- suspiró Lily, decepcionada.

- Luego te llevaré a un sitio en donde haya un mejor café.- murmuró Karl, dando otro sorbo al líquido caliente.- No al Vendôme, pero sí a otro sitio mejor que éste. ¿Y bien? ¿Puedes responder a mis preguntas?

- Oh, por supuesto, nada más sencillo.- Lily sonrió.- Soy de México y llevo algunos años en Alemania, a donde me vine a estudiar medicina por sugerencia y consejo de mi mejor amiga, con la cual vivo (y que, por cierto, es muy fan tuya). He de confesar que me costó un poco adaptarme, pero creo que he llegado a apreciar esta ciudad.

- ¿Y por qué decidiste estudiar medicina?.- preguntó Karl.- Algo digno de admirar, si me lo preguntas. (¿Así que tienes una amiga que es mi fan?).

- Jajaja, ¿me lo está diciendo el chico que desde los quince años ya era jugador profesional de fútbol?.- Lily rió, con muchas ganas.- Ay, por favor. (Sí, mi amiga es tu gran admiradora, me podrías dar un autógrafo para ella también).

- Lo digo en serio.- Karl sonrió a medias.- Pocas personas le ponen tanto entusiasmo a su labor, como lo haces tú, y por lo que veo, se te da bien la medicina deportiva. (Probablemente te lo de, si sigo con humor al final de esta charla).

- Gracias, te confieso que mi más grande deseo es dedicarme, precisamente, a la medicina del deporte, enfocada específicamente al fútbol.- dijo la chica, con entusiasmo.- Desde niña me enamoré de este deporte, si hubiese nacido hombre habría sido futbolista pero como también me gusta mucho la medicina, decidí irme por este rubro para enfocarme en ayudar a los deportistas con sus lesiones. De hecho por eso me vine a Alemania, porque éste es uno de los países con mayor nivel futbolístico del mundo. (Gracias, gracias, mi amiga estará muy feliz).

- ¿Y por qué no fuiste futbolista, aun siendo mujer?.- replicó Karl.- Actualmente está muy aceptado que una chica juegue al sóccer. (Aún no he dicho que sí te lo daré).

- Sí, pero no es mi estilo.- negó Lily, enérgicamente.- Prefiero irme por el camino médico, disfruto más viendo un partido que jugándolo y me desenvuelvo mejor en un consultorio que en una cancha; de hecho, desde que veo a un futbolista no sólo me fijo en su manera de jugar sino también en las lesiones que pudo haber tenido al practicar sus técnicas especiales (Pero espero que sí lo hagas).

- ¿De verdad?.- Karl enarcó una de sus cejas.- ¿Podrías darme un ejemplo?

- Tú eres un buen ejemplo.- Lily sonrió.- ¿Qué te pasó cuando aprendiste a tirar con la pierna izquierda? Seguramente ese cambio tan drástico en el uso de una extremidad que no es tu dominante debió haberte ocasionado algunas lesiones serias.

- Más de las que se podrían suponer.- concedió Karl.- Pero no tantas como para que me quedara un daño permanente.

- Seguramente te habrás lastimado los ligamentos cruzados de la rodilla, y muy probablemente también algunos ligamentos del tobillo, ¿cierto?.- cuestionó Lily, expectante.- Debido a cómo te apoyas en la pierna izquierda, me queda claro que las primeras veces que tiraste con ella debiste haber sufrido este tipo de lesiones.

- Sí, así fue.- asintió Schneider, asombrado.- Muy bien, me has convencido. ¿A qué otro jugador has analizado?

- Pues a varios… Pero, ¿por qué no checas mejor el Archivo que mi amiga y yo hemos hecho sobre ellos?.- sugirió Lily.

La chica sacó una pequeña Tablet del bolsillo de su bata, la encendió y abrió un archivo para mostrárselo al futbolista. En él había evaluaciones médicas detalladas de muchos jugadores profesionales y las probables lesiones que pudieron haber sufrido al realizar sus tiros y técnicas especiales. Schneider sonrió al darse cuenta de que Lily había "atinado" al diagnosticar un par de lesiones suyas y otras tantas del chino Sho Shun Ko y del sueco Stefan Levin, dos de los mejores futbolistas profesionales de la actualidad, quienes pronto engrosarían las filas del Bayern Múnich.

- Me sorprende la calidad de las fotografías, ¿las has hecho tú?.- preguntó Karl, mirando el archivo.- Son muy buenas tomas.

- No, ésas las sacó mi mejor amiga, quien comparte este proyecto conmigo.- explicó Lily, sonriendo.- La chica que te digo que te quiere conocer, ella me ayuda con las fotos y las analizamos juntas. Es reportera, ¿sabes? Y esta temporada va a cubrir la Bundesliga para Sport Heute.

- Así que escribirá sobre mí, supongo.- Schneider sonrió, con cierto engreimiento.

- Uf, pero mira qué sencillito resultaste ser.- Lily puso los ojos en blanco, mientras deslizaba su dedo por la tableta para pasar la página del archivo.- El que ella sea tu fan no significa que sólo vaya a…

En ese momento apareció en pantalla el artículo dedicado a Genzo Wakabayashi; alguien, muy seguramente Elieth, había escrito, con color rojo, frases del estilo de "¡Te adoro!", "¡Papacito!", "¡Chiquito, yo sí te doy!", "¡Me encantas!", "Lily y Genzo Forever", e incluso una que decía "Lily de Wakabayashi", con varios corazones del mismo color colocados alrededor de sus fotografías y en el nombre del portero. Lily enrojeció de inmediato y Karl enarcó mucho las cejas.

- Esto es culpa de Elieth, fue ella la que puso todo esto.- Lily hizo todo lo posible por borrar los añadidos, más roja que un tomate.- Se pasa de verdad, ésta me las paga.

Schneider reprimió una sonrisa; la reacción de la mexicana fue tan notoriamente de vergüenza que era evidente que había un motivo especial por el cual su amiga había puesto esas notas en el archivo dedicado a Wakabayashi.

- De verdad, fue Elieth quien puso los mensajes, no yo.- insistió Lily, aún ruborizada.- Este Archivo lo hicimos las dos, ella puso la biografía de los jugadores y las fotos, y yo las evaluaciones médicas y posibles lesiones, de manera que ambas lo estamos modificando constantemente. Pero no esperé que me jugara esta mala pasada.

Esto último lo dijo Lily en español, de manera que Karl no lo entendió. Rápidamente, la joven eliminó las notas en rojo y los corazones, y entonces Schneider pudo ver el artículo dedicado a Genzo, el cual tenía un informe tan detallado de todas sus lesiones que incluso él desconocía algunas.

- De verdad que le han puesto empeño a esto.- comentó Schneider, haciendo pasar las hojas electrónicas con su dedo.- La información, tanto la médica como la biográfica, está muy detallada. ¿De dónde sacaron tanta información?

- Mi amiga y yo sabemos hacer nuestro trabajo.- respondió la joven doctora, con una sonrisa enigmática.- Lo empezamos como pasatiempo y acabamos tomándolo en serio; esperamos en un futuro poder hacer algo grande con él, aunque de momento tengo la intención de usar una parte como tesis… Si es que consigo entrar a hacer la subespecialidad en Medicina Deportiva.

- ¿Tienes pensado a dónde irás?.- cuestionó Karl, mirándola.

- Tengo un par de lugares en mente, pero honestamente moriría de ganas de ir a un club deportivo.- suspiró Lily.- Pero no es como si fuese tan fácil entrar, para eso habría que tener muchas influencias, cosa que yo no poseo por ser extranjera.

- Una verdadera lástima.- musitó Schneider, más para sí mismo que para la chica.

El joven apuró el último trago de su café y tiró el vaso de cartón en un cesto de basura cercano.

- ¿Habría alguna manera en la que me pasaras ese archivo?.- preguntó Karl.- Me gustaría analizarlo.

- Claro, supongo que no hay problema.- la chica se encogió de hombros.- Lo tengo en almacenamiento virtual en la red, podría pasarte el link por correo… Suponiendo que quieras dármelo…

- ¿Por qué no?.- sonrió el alemán.- Después de tantas molestias que te has tomado, me ha quedado muy en claro que no pretendes echarme a las fieras. Aunque si recibo algún correo de alguna fangirl obsesiva, te culparé a ti.

- ¿Con "fieras" te refieres a los reporteros o a tus fans?.- Lily se echó a reír.

- Ambas cosas.- Schneider suspiró.- Los dos grupos pueden llegar a ser un verdadero dolor de cabeza.

- Oye, mi amiga es reportera y es tu fan, y no es un dolor de cabeza.- protestó Lily.- Y por cierto, me debes un autógrafo para ella.

- ¿Cuándo prometí que te lo daría?.- Karl puso cara de inocencia.

- Ay, por favor, si me tomé tantas molestias, como dices, para evitar que te coman las fieras que andan por aquí, bien podrías darme un autógrafo.- replicó la doctora, con una sonrisa ligera, ofreciéndole una libreta de bolsillo y una pluma.- Por favor.

- De acuerdo.- soltando un gruñido, Karl se dispuso a firmar un autógrafo.- ¿A quién va dirigido?

- A Elieth Shanks.- contestó Lily.- Con mucho amor y todo eso.

- Me disculparás que no agregue eso del "mucho amor".- dijo Schneider, al concluir su autógrafo.- Ni siquiera la conozco.

- Oh, pero la amarás en cuanto lo hagas.- replicó Lily, enigmáticamente.

El alemán optó por no contestar, y devolvió la libreta (en la cual anotó también su correo electrónico) y la Tablet a la chica, tras lo cual se quitó la gorra que ella había comprado para él.

- No es mi estilo, pero la conservaré.- dijo Karl.- Quizás se la regale a Wakabayashi. Bien, doctora Del Valle, fue un placer hablar contigo, pero a la próxima yo invito el café.

- ¿La próxima?.- Lily se sorprendió.

- Por supuesto.- Karl sonrió.- Volverás a saber de mí, quizás más pronto de lo que te imaginas.

El joven se colocó sus gafas oscuras, volvió a mover el cuello ante la incomodidad del collarín, y se alejó caminando con elegancia por entre los enfermos y familiares que aun paseaban por los jardines del hospital.

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Hamburgo.

Sentada ante el escritorio de su lujosa habitación de hotel, Elieth echaba un vistazo a las últimas fotografías que había tomado de Genzo Wakabayashi, con las que pensaba enriquecer el archivo en conjunto que llevaban ella y Lily. Mientras tomaba un café preparado con los sobres del exquisito café importado de Veracruz que obsequiaba el hotel, la chica se daba cuenta de que los movimientos de Genzo eran más precisos de como ella los recordaba.

"Refinó su técnica", pensó Elieth, repasando las imágenes. "Realmente ha mejorado muchísimo".

Ya no cabía duda de que Wakabayashi se había convertido en un portero de clase mundial, en el campeonato Sub-19 lo había demostrado ampliamente al colaborar con la victoria del equipo japonés ante la escuadra de Brasil; si bien Genzo perdió su leyenda de portero imbatible desde fuera del área de penales, al permitir que el brasileño Naturezza encajara un gol, él fue considerado como el mejor portero de la contienda debido a su excelente actuación. Elieth se había sentido orgullosa e impresionada del joven que había sido su amigo desde la infancia, pues él se encontraba muy avanzado en el camino que lo llevaría a cumplir su más grande sueño, ser el mejor portero del mundo. Sin embargo, las lesiones que Genzo tuvo en ese mundial le impidieron jugar con su equipo en la Bundesliga del año anterior (la cual ganó el Bayern Múnich), pero en este torneo sería diferente, y él estaba decidido a obtener la victoria para su equipo, el Hamburgo, a cualquier precio, aunque era evidente que Karl Heinz Schneider no le cedería tan fácilmente la victoria.

- Será muy interesante verlos enfrentarse.- murmuró Elieth, dando un sorbo al aromático café.- Schneider y Wakabayashi, los dos eternos rivales, no se han enfrentado en partidos oficiales desde que ambos se hicieron profesionales, a los quince años. Eso, si resulta falso el rumor de que el Bayern Múnich le ha hecho una oferta muy buena a Wakabayashi para que cuide el arco de su portería. Sea como sea, ahí estaré yo para documentar los partidos, se traten de amistades antiguas o de rivalidades eternas.

Elieth nunca creyó que ella sería contratada tan rápidamente por Sport Heute; ella agradecía a su buena fortuna porque las fotos y el artículo que redactó del último encuentro entre las selecciones de Francia y Alemania cayeron en manos de Louis Lacouture, un excéntrico francés amigo de su padre, que era a su vez socio del fundador y redactor en jefe de Sport Heute, Markus Küefer. El señor Küefer, alemán de cincuenta años, serio, metódico y reservado (como lo son la gran mayoría de los alemanes), con una metódica precisa que no había permitido que ningún número de su revista saliera con retraso o falla alguna (lo que le había llevado a nunca tener que hacer una "fe de erratas"), era además un hombre práctico a quien la cuestión del sexo o edad de sus trabajadores eran considerados por él como detalles sin importancia ante el peso de sus talentos, de tal manera que, al leer el artículo del partido entre Francia y Alemania que le habían hecho llegar hasta su domicilio, creyó que bien valdría la pena entrevistar a la autora del mismo, y la citó en su despacho no tanto como para convencerse de si debía contratarla o no, sino más bien para confirmar que ella no fuese una loca asesina que pudiese matar al personal de imprenta, lo que llevaría a un retraso en la salida de un nuevo número de la revista, algo totalmente impensable. Sin embargo, no todo era perfecto y Küefer fue muy claro: Elieth sólo tendría una oportunidad para demostrar sus habilidades ("El talento, o se tiene o no se tiene", había dicho el hombre), así que sólo le permitiría, de inicio, cubrir la Bundesliga durante seis meses; si en ese tiempo ella no redactaba otro artículo igual o superior al que hizo para el partido entre Francia y Alemania, ya no habría una segunda oportunidad. Así pues, Elieth lo apostaba todo por sus dos mejores opciones, que eran el enfrentamiento entre el Bayern Múnich, con Karl Heinz Schneider, y el Hamburgo, con Genzo Wakabayashi, o bien, el rumor que podría ser una realidad: la contratación de Genzo por parte del Bayern.

Wakabayashi, sin embargo, no había asegurado ni negado que el Bayern le hubiese hecho una oferta cuando la joven le preguntó directamente sobre el asunto, pero Elieth lo conocía lo suficiente como para reconocer la sorpresa en los ojos de su amigo, porque él no esperaba que ella estuviese tan bien informada sobre su vida (sobre todo después de tantos años de no verse). Así pues, si era verdad el chisme, y Genzo acababa jugando para el Bayern, Elieth sería la primera en tener la entrevista, es más, ella tendría la exclusiva. "Y con eso me aseguraré un puesto como reportera oficial de Sport Heute", pensó la joven, con una amplia sonrisa. "Lo daré todo por mi sueño".

O por uno de ellos, al menos, ya que su otro más ansiado anhelo era conocer al Káiser en persona, al famoso Karl Heinz Schneider, a quien Elieth admiraba mucho. "Y pensar que Lily ya lo conoció, la suertuda", suspiró la chica. "Justamente se le ocurre lesionarse cuando yo me vengo a Hamburgo".

Al recordar a su amiga, Elieth sonrió al pensar en la pequeña sorpresa que ella había dejado para Lily en el Archivo, como lo llamaban. Seguramente ella haría una pequeña rabieta por las alusiones que Elieth dejó con respecto a lo que Lily sentía por Genzo, pero aunque la doctora se empeñara en negarlo, era evidente que ella tenía una especie de enamoramiento platónico por el portero. A la rubia le causaba risa el asunto, porque ella era amiga de ambos y jamás se le había pasado por la mente verlos como pareja, pero le divertía molestar a Lily con ese detalle, así como Lily se divertía burlándose del enamoramiento que Elieth mostraba por Schneider. ¿Qué reacción tendría Lily cuando la francesa le presentara a Genzo? Seguramente se pondría nerviosa y tartamudearía, eso era casi seguro.

"Aunque eso lo sabremos pronto", pensó Elieth, al verificar los mensajes de su teléfono celular y darse cuenta de que había recibido uno de Lily. "Quién sabe, quizás yo me pondré igual cuando me presenten a Schneider. Sea como sea, será interesante averiguarlo".

Porque estamos juntos en esto…

Notas:

* El Vendôme es el mejor restaurante de Alemania, localizado en el poblado de Bersgich Gladbach.

- Bárbara Schmidt, Nela McGregor y Leo Shanks son personajes creados por Elieth Schneider y usados bajo su expreso consentimiento.

- Débora Cortés, Gwen Heffner, Louis Lacouture y Markus Küefer son personajes creados por Lily de Wakabayashi.