Capítulo 4.
Múnich, aún.
Lily miraba a uno y después a otro. Era imposible definir un bando, no en ese momento en el que ambos tenían razón y, al mismo tiempo, se equivocaban, pero ninguno de sus amigos estaba dispuesto a ceder.
- ¿Y ahora qué?.- preguntó Elieth, fastidiada, mientras arrojaba bolitas de papel a un cesto de basura. Tanto ella como su amiga y Schneider se encontraban en el consultorio médico, a donde Lily había llevado a los otros dos para tratar de calmarlos.
- ¿Podrías dejar de hacer eso?.- pidió Karl, enojado.- Me estás sacando de quicio.
- ¿Qué cosa?.- Elieth hizo otra bola de papel y la lanzó al cesto.- ¿Esto?
- Sí, eso.- protestó el alemán.- Es desesperante.
- No me digas.- la francesa arrancó una nueva hoja de papel de su bloc de notas, la arrugó y la arrojó a la basura.- Qué lástima.
- Bueno, ya.- Lily se puso en pie y le quitó a Elieth su libreta.- ¿Quieren comportarse como personas adultas, por favor? ¿Me van a decir de una buena vez qué pasó?
Para que Karl y Elieth dejaran de discutir frente a la prensa que había acudido al entrenamiento (y así evitar darles a los reporteros un espectáculo digno de una buena nota de revista de chismes), Lily se los llevó a ambos a uno de los consultorios de la ciudad deportiva del Bayern Múnich, aprovechando que el doctor Stein estaba hablando con el entrenador Rudy Frank, dejando así el lugar vacío. Schneider se había recostado de inmediato en la camilla (demostrando que su lesión le afectaba más de lo que deseaba) y Elieth había ocupado una de las dos sillas forradas que se encontraban frente al escritorio del médico. En esos momentos la doctora intentaba poner orden entre sus dos amigos para aclarar el malentendido.
Rápidamente, Elieth le contó a Lily su versión de los hechos, siendo constantemente interrumpida por Karl, que la contradecía en todo, corrigiéndola en el más mínimo detalle. De inicio, se podría haber pensado que él tenía toda la intención de contrariar a Elieth, pero Lily pudo darse cuenta de que en realidad ambos narraban la situación tal y como la vieron desde su punto de vista.
- Lo que concluyo tras escucharlos pelear es que los dos tuvieron la culpa, en proporciones casi iguales.- señaló Lily, suspirando.- Karl, tú por ser tan descuidado con la gente que está a tu alrededor, y tú Elieth, por no comprender que alguien con un collarín no tiene completa visibilidad.
- ¿Qué?.- estallaron los dos, al mismo tiempo.- ¡Yo no tengo la culpa de nada!
- Oh, sí, claro que la tienen.- insistió la doctora, moviendo la cabeza de arriba abajo.- Porque ni Karl quiso aventarte a propósito ni creo que tú hayas querido lastimarlo, pero lo cierto es que los dos tuvieron la culpa aunque hayan actuado sin mala intención.
Tanto Elieth como Karl miraron a Lily con incredulidad y perplejidad, porque era evidente que cada uno esperaba que su amiga les diera la razón y no los culpara en absoluto.
- Eres una muy, muy mala amiga.- añadió Elieth, indignada.- ¿Quién te invitó a estudiar en Alemania y a vivir con ella, gratis, en su departamento? ¡Yo! Gracias a mí, tienes una buena educación y un brillante futuro, ¿y así es cómo me pagas, poniéndote de su lado?
- Eres muy desagradecida.- dijo Schneider, a su vez.- ¿Quién te consiguió la última vacante disponible en el cuerpo médico del Bayern Múnich? ¡Yo! Gracias a mí tienes un trabajo estable y la oportunidad de desarrollarte en el área en la que quieres, ¿y así es cómo me pagas, poniéndote de su lado?
Lily se quedó momentáneamente con la boca abierta ante semejantes declaraciones, porque de buenas a primeras ella había pasado a ser el blanco de la indignación de los otros dos; la chica abrió y cerró la boca en varias ocasiones, pero sin formular alguna frase, tras lo cual se puso en pie, muy digna, dirigiéndose después a la puerta.
- ¿Saben qué?.- dijo, mientras salía del consultorio, lanzándoles a ambos una mirada asesina.- Yo me rindo. Mátense entre ustedes.
Y cerró la puerta tras de sí, con más fuerza de la necesaria.
Momentáneamente desconcertados, Karl y Elieth no supieron qué decirse por unos instantes, hasta que ella se levantó también de su silla con falsa condescendencia, agitando su rizado cabello rubio en una actitud de disimulada coquetería.
- ¿Ya ves lo que hiciste? Lily se ha enojado por tu culpa.- demandó la chica.
- ¿Mi culpa?.- protestó el alemán.- ¡Fuiste tú la que le reclamó cosas sin sentido!
- ¿Yo? Sí, claro, como seguramente tú no dijiste nada.- Elieth se aseguró de que su cámara estuviera bien guardada en su estuche, con los lentes perfectamente acomodados.- Mira que acusarla de que te debe el trabajo.
- ¿Sí? Tú le dijiste que te debe sus estudios.- replicó Schneider.- ¿Quién es la mala amiga ahora?
- Ya cállate.- Elieth se echó el estuche de la cámara al hombro y se dirigió a la salida.- Me niego a seguir escuchando palabras necias. Diría que fue un placer conocerte, pero lo cierto es que no lo fue.
- Lo mismo digo.- respondió Karl, dejándose caer en la camilla para posteriormente cerrar los ojos, al tiempo de que Elieth salía dando un portazo.
"Bonita manera de empezar el día y los entrenamientos", pensó Schneider, suspirando desalentado mientras sus ojos perseguían la última imagen de Elieth y la grababan a fuego en su memoria, deseando no sentirse atraído por esa intensa mirada gris. "Y todo por culpa de este maldito collarín".
Pero de inmediato su mente le llamó la atención a otra cosa muy importante, y era que ese día iba se le iba a doblar la suma del contrato al último jugador al que los Schneider querían en el Bayern Múnich para convertir al equipo en el mejor de Europa.
"No creo que se niegue", pensó Karl, recordando lo testarudo que era dicho jugador. "Él siempre ha querido ser el mejor en su género, y debe saber que eso sólo lo conseguirá jugando en el Bayern".
De cualquier manera, en el caso de que esa persona se negara a aceptar la oferta del equipo, Karl aún tenía una última jugada por realizar.
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Hamburgo.
Genzo llegó a su departamento tras una ardua jornada de entrenamiento; dejó caer las llaves sobre el cuenco de madera que tenía en la mesita de cristal de la entrada, arrojó la gorra blanca al sillón que quedaba frente a él y comenzó a quitarse el uniforme de entrenamiento, dejando cada prenda tirada en el suelo en el mismo sitio en donde se la quitaba. Algo raro en él, considerando que Genzo era un celoso cuidador del orden y la limpieza y no acostumbraba a dejar su ropa aventada de cualquier modo, pero ese día era diferente, en muchos sentidos.
Había vuelto a recibir una llamada de los cazatalentos del Bayern Múnich, los mismos que le habían ofrecido un contrato millonario para jugar entre sus filas, preguntándole si había tomado ya una decisión. Lo más sorprendente no era que el Bayern insistiera con su oferta, sino que, además de todo, la duplicara. Genzo no necesitaba el dinero, eso quedaba muy en claro, que sólo jugaba fútbol por gusto y no por fama o fortuna (la primera no la quería y la segunda no la necesitaba), pero seguía asombrándose de lo verdaderamente interesados que estaban los del Bayern (o los Schneider) en él.
Lo cierto era que Wakabayashi dudaba sobre qué decisión tomar, porque sabía que no se quedaría del todo conforme con la que eligiera. Jugar en el Bayern, en uno de los mejores equipos de Europa, equivalía a mejorar su nivel como portero así como tener mayores posibilidades de ganar la Bundesliga y, tal vez, la Champions League. En esos momentos podía considerarse que el Bayern Múnich era el mejor equipo de Alemania, el actual campeón de la Bundesliga y el que más trofeos y torneos había ganado, así que no había jugador que militara en la liga alemana que no quisiera tener la oportunidad de jugar en ese equipo. Incluso el propio Genzo, con sus sueños y ambiciones, en el fondo también se sentía atraído por la idea de ser el guardameta del Bayern, pero por otro lado, él conocía muy bien lo que era la lealtad, y el joven le debía mucho al Hamburgo.
Cuando Genzo llegó a Alemania, el primer equipo que lo recibió fue el Hamburgo, así como también había sido éste el que lo lanzó a la liga profesional. En el Hamburgo Wakabayashi había conocido lo que era jugar al fútbol de verdad, la enorme diferencia entre el juego de niños que él había practicado en Japón y el verdadero sóccer, así como también había aprendido que los futbolistas europeos son huesos duros de roer. Fue en el Hamburgo en donde Genzo conoció a Karl Heinz Schneider, el primer y auténtico amigo que él hizo en Europa, así como el rival más grande que habría de tener jamás.
"Me pregunto qué tan lejos estará dispuesto a llegar Schneider para conseguir lo que quiere", pensó Genzo, mientras dejaba que el agua caliente cayera sobre su cuerpo desnudo y musculoso. Aún no se podía quitar del todo la añoranza de una buena tina llena de agua caliente (como sí las había en Japón), para eliminar el cansancio del entrenamiento, pero una ducha con agua casi hirviendo era un buen sustituto. "Qué será lo próximo que hará cuando vea que no le llega mi respuesta. La Bundesliga está cada vez más cerca y seguro que el Bayern no querrá esperar tanto por un nuevo arquero".
El joven cerró la llave de la ducha y se secó con una rugosa toalla blanca, la cual envolvió después alrededor de su cintura, sintiendo cómo sus músculos se relajaban. Al mirarse al espejo, le devolvió la mirada un hombre de ojos ambiciosos y decididos, que sin embargo no parecía estar dispuesto a dejar de lado los sentimentalismos por perseguir un sueño. ¿Desde cuándo había cambiado eso en él, que no había dudado en abandonar Japón por el deseo de convertirse en el mejor? ¿Desde cuándo los sentimientos podían más que su razón?
Wakabayashi notó que una ligera barba comenzaba a poblar su mandíbula cuadrada, y ni tardo ni perezoso, tomó un rastrillo y espuma y comenzó a rasurarse lentamente, como si cada movimiento fuese dictado por una orden superior, aunque en realidad ésa era la manera en cómo él hacía las cosas. Sin que viniera a cuento, sin que supiera por qué, de repente se le coló en el pensamiento la imagen de la amiga de Elieth, la chica de los ojos color chocolate; pensó en ella mientras enjuaga el rastrillo para dar una pasada al lado izquierdo de su cara, en su sonrisa, en su mirada, en su nombre extranjero, tan difícil de pronunciar para él (a pesar de llevar varios años viviendo en Alemania, a Genzo se le dificultaba pronunciar la letra "L", como le pasa a todos los japoneses), Lily, que en su boca sonaba más a "Ruiri" que a otra cosa. Quizás sería buena idea comenzar a llamarla de otra manera, tal vez por su apellido, aunque esto a Wakabayashi no le agradaba por tratarse de una chica (una que le atraía, además), y también porque él era del tipo de hombres que les ponen apodos tontos a las muchachas que conocen ya que no tienen idea de cómo dirigirse a ellas, aunque muchas veces esos apodos no fuesen los más acertados. Genzo había tenido suerte con Elieth, puesto que no le molestaba que se refiriera a ella como "Peque", no así con Sanae Ozhora, a quien enojaba sobremanera que su amigo de la infancia continuara llamándola "Anego*".
"Algo se me ocurrirá", pensó Genzo, mientras se secaba el rostro recién afeitado. "Eso, o aprendo a pronunciar el nombre de Lily Del Valle".
Fue entonces cuando él se dio cuenta de que deseaba volverla a ver.
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Múnich, otra vez.
Nela estaba de verdadero mal humor. Ese día parecía que la vida estaba dispuesta a jugarla tantas malas pasadas como pudiera, empezando por el hecho de que se quedó dormida en la mañana y faltó a una conferencia a la que deseaba asistir, siguiendo con que, por las prisas, olvidó su celular y su desayuno, y a la hora del almuerzo había tanta gente en la cafetería que ella no alcanzó a conseguir su sándwich favorito. Por último, a la hora del pase de visita con los pacientes del pabellón de psiquiatría, el psicólogo en turno exigió a sus practicantes que analizaran un nuevo caso recién llegado al área, caso que no correspondía a psicología por presentar la persona una alteración orgánica a nivel cerebral que le causaba alucinaciones, lo que caía en el rango de psiquiatría y no de psicología. Esto añadía una carga de trabajo extra a su ya de por sí apretada agenda, y una carga innecesaria, además, puesto que Nela, como psicóloga, no aportaría nada al tratamiento del paciente. Sin embargo, todas estas cosas eran insignificantes comparadas con el mayor fastidio de todos, una persona a la que conoció ese día y que ya estaba causándole un terrible dolor de cabeza, una persona que resultó ser jugador del Bayern Múnich, a quien Nela comenzaba a cobrarle manía.
Habían transcurrido casi dos semanas desde el día en el que Lily había concluido sus años como residente de Medicina Interna en el Hospital Universitario de Múnich para irse como practicante en Medicina del Deporte al Bayern, y desde ese día, Débora no había dejado de insistir con que quería ir a visitar a su amiga a la ciudad deportiva del Bayern Múnich para conocer su nueva área de trabajo. Nela había dicho que, si supiera que Débora quería ir para allá porque verdaderamente deseaba saludar a Lily, no habría dudado en acompañarla, pero la joven británica sabía que Débora quería ir a los campos de entrenamiento del Bayern porque tenía la esperanza de que Lily le presentara a Stefan Levin. Nela, quien poseía un sentido más práctico de la realidad y no se dejaba llevar por sueños románticos y tontos ni por cursilerías, estaba perfectamente consciente de que conocer a un jugador de fútbol no iba a hacer que automáticamente éste se enamorara de la recién conocida y la convirtiera en su novia… Como al parecer sí lo creía Deb.
- No digo que vaya a hacerme su novia de forma automática.- protestó Débora, mientras ella, Nela y Bárbara compartían el almuerzo.- ¿Qué hay de malo con que quiera conocer a mi ídolo? Quién sabe, quizás con el tiempo se dé cuenta de que yo soy lo que él tanto había estado buscando, le pedirá mi número telefónico a Lily y me invitará a salir.
- Sí, claro.- replicó Nela, con burla, enfurruñada aún por haber olvidado su desayuno.- Seguramente la vida es una novela color de rosa, y ese futbolista famoso y cotizado por todas conoce a una ingenua y trabajadora doctora que le cambia la vida, a la que prefiere por sobre todas las demás chicas que lo acosan porque ella sí lo ama de verdad y no lo busca por su dinero y su fama.
- Ya vas entendiendo.- sonrió Deb.- ¿Vamos entonces a ver a Lily?
- ¡Ay, por favor, no puedes creer eso!.- protestó Nela.- Es totalmente absurdo, los futbolistas profesionales sólo andan con modelos o cantantes.
- O actrices de cine.- anotó Bárbara, distraída, mientras jugueteaba con la pajilla de su bebida baja en azúcar.- Ahí tienes el ejemplo de Salvatore Gentile, el líbero de la Juventus, quien anda con Dafne Marcoccio, esa nueva actriz italiana que trae locos a todos.
- Gracias, Babs.- Nela sonrió, triunfante, ante una Débora escéptica.- Deja ya de alucinar, por favor, y aterriza de una buena vez, Deb. Aunque Lily te presentara a Levin, eso no significa que vaya a poner sus ojos en ti. Mira lo que le pasó a Elieth con Schneider, que ella se decepcionó porque él resultó ser un petulante de primera.
- Ahí hay algo que no concuerda.- la interrumpió Bárbara.- Schneider se portó muy amable con Lily, aunque con Elieth haya sido un patán. Ambas dan opiniones contrarias sobre él, así que no podemos fiarnos de ninguna.
- Probablemente sea Elieth la que tenga la razón.- acotó Nela, malhumorada.- Los futbolistas suelen ser petulantes y engreídos, pero Schneider fue amable con Lily porque ella lo ayudó.
- Sí que andamos amargadas hoy, ¿verdad?.- señaló Bárbara, burlona.- Ni conoces al pobre Schneider, merece al menos que le des el beneficio de la duda.
- Así como yo merezco que me presenten a Levin.- insistió Débora, acabándose su crossaint.- No le veo lo malo, Gwen también quiere conocer a Schneider.
- Pues sí, pero ella no quiere casarse con él.- replicó Nela, lanzándole una mirada asesina a Bárbara.
- Ni yo tampoco quiero casarme con Levin.- Deb puso una cara de total inocencia.- Sólo quiero conocerlo… Y seducirlo y acostarme con él unas cuantas veces, nada más.
- ¡Nada más! ¿Querías más?.- Nela se escandalizó.- Por Dios, si quieren ir a la ciudad deportiva del Bayern Múnich pues vayan, pero no cuenten conmigo.
- No seas así, vamos a ir a ver a Lily, ¿cómo es que no nos vas a acompañar?.- replicó Bárbara.- Ella se va a sentir contigo si no vas.
- Luego iré a buscarla a su departamento.- declaró Nela.- No necesito ir a la Säbener Straße para saludarla, y no insistan, no me harán cambiar de opinión.
Mucho rato después, Bárbara, Débora y Nela descendían de un taxi que las dejó a las afueras del lugar en donde entrenaba el Bayern Múnich; Nela, refunfuñando, alegaba que sus amigas eran unas manipuladoras de primera que no respetaban los deseos de la gente y quién sabe cuántas cosas más. Débora, sin hacerle caso, echaba vistazos por todos lados, como si esperara encontrarse por ahí al objeto de sus deseos, en medio de un grupo de fans que portaban camisetas del Bayern y que aguardaban ahí durante horas con la esperanza de ver a sus ídolos aunque fuese por medio minuto, mientras que Bárbara, ignorando también las quejas de Nela, sacaba su teléfono celular para decirle a Lily que ya estaban ahí.
- Ni siquiera sabemos si podremos entrar a visitarla.- protestó Nela.- No creo que sea tan fácil que cualquiera pase a los campos de entrenamiento pretextando que viene a ver a un amigo que trabaja aquí.
- Bueno, pues ya lo averiguaremos.- respondió Bárbara, guardando su teléfono.- No perdemos nada con intentarlo.
Nela estaba segura de que los guardias de seguridad no las dejarían entrar, y ya estaba preparándose para la rabieta que haría Débora al ver que no podría pasar cuando Lily apareció en la entrada del área de entrenamiento y, tras hablar con los policías, ella hizo señas a sus amigas para que se acercaran. De inmediato, varios fans se apresuraron a llegar a la entrada primero que las chicas, pero Lily no se dejó intimidar y los guardias mucho menos.
- Ellas tres.- la doctora señaló a sus amigas y los policías asintieron.
Débora dio un saltito de emoción, Bárbara permaneció incólume y Nela abrió los ojos como platos cuando los guardias las dejaron pasar al área de entrenamiento, sin hacer más que pedirles una identificación oficial (poseer un gafete de médico del Hospital Universitario de Múnich también tenía peso ahí, había que decirlo). Aún así, ninguna de las tres acertaba a comprender cómo era que Lily no había tenido problemas para conseguir que los policías dejaran entrar a sus amigas.
- Sí que tienes influencias aquí, ¿eh?.- dijo Bárbara, expresando lo que las otras dos también pensaban.
- Nada de eso.- negó Lily, con una sonrisa.- El que tiene peso es Schneider, él habló a la caseta de vigilancia para pedir que las dejaran entrar.
- ¿Quién es el que tiene influencias, Schneider papá o Schneider hijo?.- quiso saber Nela.
- Ambos, pero el que nos hizo el favor fue Karl.- respondió la doctora.
- ¿Y a qué se debió el detalle?.- quiso saber Débora.
- A que él y yo somos amigos, supongo.- Lily se encogió de hombros.
La chica llevó a sus amigas hasta uno de los consultorios, en donde Schneider aguardaba sentado en un banquito de metal, vistiendo el pantalón y la camisa de entrenamiento y sin llevar ya el collarín. La misma Lily llevaba una camiseta similar a la que tenía Karl, debajo de la bata blanca, aunque ella usaba pantalones de mezclilla. Al ver llegar a las jóvenes, el alemán se puso en pie, y de manera muy respetuosa y cortés se presentó con las tres chicas, haciendo gala de una impecable buena educación.
- Es un placer conocerlas, señoritas.- saludó Schneider.- Ya había tenido el gusto de verlas antes pero no había podido presentarme como es debido. Lily me ha contado que las tres trabajaban con ella en el Hospital Universitario.
- Hasta hace un par de semanas, sí.- sonrió Bárbara, encantada ante el carisma del Káiser.- Pero nos la robaron para traérsela para acá.
- Con gusto me las robaría a todas de ser posible.- respondió Karl, galante.- Seguramente debe ser un placer trabajar con ustedes.
Bárbara y Débora soltaron risitas de complacencia, y Nela tuvo que admitir que quizás Elieth había exagerado con su mala impresión sobre Schneider.
Después de las presentaciones, Lily habló con sus amigas acerca de su trabajo y lo mucho que esperaba aprender, mientras éstas le contaban lo raro que les parecía el no verla trabajando en el hospital. Sólo Karl, que estaba esperando al doctor Stein, se retiró a un rincón del consultorio para no interrumpir, aunque a Nela le daba la impresión de que el futbolista no se perdía detalle de lo que las chicas hablaban. Débora, algo impaciente, preguntó si sería posible que se acercaran al área de entrenamiento, a lo que Lily respondió que no podrían hacerlo porque no debían distraer a los jugadores mientras se preparaban para la Bundeslida. Sin embargo Schneider, al ver la notoria decepción de Débora, se dirigió a las chicas con una sonrisa discreta en el rostro.
- No le hará daño al equipo si le dices a Levin que venga unos momentos al consultorio.- Schneider lucía evidentemente divertido.- Sólo el tiempo necesario para que lo conozcan.
- ¿Estás seguro?.- Lily enarcó mucho las cejas.- ¿No se molestará tu padre?
- No tiene por qué saberlo.- Karl se encogió de hombros.- Sólo será por unos minutos.
- Ok, si tú dices… .- aún asombrada, Lily tomó el teléfono y marcó un número, pidiendo de favor que hicieran ir a Stefan Levin al consultorio.
Al poco rato se presentaron en el área médica dos hombres vestidos con el uniforme de entrenamiento del Bayern Múnich. Uno de ellos era más o menos de la estatura de Schneider, e igual de blanco de él, aunque su pelo era mucho más claro, tirándole a platino, y casi con el mismo tono de azul que tenían los ojos del alemán. El otro, mucho más alto, tenía rasgos asiáticos, de ojos y pelo negros, el cual le llegaba a la altura de los hombros y lo recogía en una cola de caballo. Lily presentó al primero como Stefan Levin, de Suecia y recién transferido del equipo Colonia, y al segundo como Sho Shun Ko, directamente traído desde China (hasta donde Lily sabía, Sho no había jugado antes en Europa). El chino llegó directamente a sentarse en la camilla, justo frente al sitio a donde Nela se había ido a refugiar, y antes de que Lily pudiera hacer o decir algo más, Débora prácticamente saltó sobre Levin, desconcertando por completo al jugador quien no atinó más que a balbucir un par de palabras de saludo. Bárbara, soltando una carcajada, se apresuró a salir en ayuda del rubio, tomando a Débora por un hombro.
- Vamos, vamos, deja algo para las demás.- dijo Bárbara.- Deb, querida, déjalo al menos respirar.
- Disculpa a mi amiga, es un tanto apasionada, Levin.- pidió Lily, apenada.- Ella es Débora Cortés, tu más leal fan, y mi otra amiga es Bárbara Schmidt. Deb es ginecóloga y Babs es nutrióloga, y las dos trabajaban conmigo en el Hospital Universitario.
Levin, bastante avergonzado, saludó con timidez a las dos chicas cuando Lily se las presentó, ignorando la mirada de burla de Schneider. Al menos Débora había conseguido calmar su impulso, aunque por precaución Bárbara no quiso soltarla del hombro.
- Es un placer, señoritas.- el sueco prefería no mirar directamente los ojos color miel de Débora, que no dejaban de verlo con arrobo.- Y mi compañero, el de la camilla, ya lo dijo Lily, es Sho Shun Ko. O Shun Ko Sho, no sé cómo se pronuncie su nombre en su idioma.
- Sho Shun Ko sería lo correcto para el área occidental, estamos en Alemania.- señaló Schneider.
- Encantado de conocerlas.- sonrió el aludido, mirando a Nela.- Aunque más encantado estoy con la señorita que está frente a mí. Lily, ¿por qué no nos habías dicho que tenías amigas tan hermosas?
Sho le guiñó el ojo a Nela, al tiempo que se bajaba de la camilla para acercarse a ella y hacer una reverencia. Ésta, que no se esperaba semejante reacción por parte del futbolista, frunció el ceño y no contestó directamente.
- Mucho gusto en conocerlos a los dos.- dijo, sin mirar a ninguno.- Soy Nela McGregor.
- ¿Tú también eres doctora, o eres nutrióloga?.- preguntó Sho, sonriendo de oreja a oreja.
- Ninguna de las dos cosas, soy psicóloga casi titulada.- contestó Nela, incómoda.
- Qué mal, porque estaba pensando en pedirte que revisaras mi corazón, que creo que algo anda mal con él.- Sho sonrió de una manera muy peculiar.
- Pues no, no soy doctora.- Nela retrocedió hasta donde se encontraba Bárbara.- Ahí está Lily, que ella te revise.
- Bueno, pero tú podrías revisar mi locura, ¿no?.- Sho caminó hacia ella.- Porque creo que me volví loco desde el momento en el que entré aquí.
- Eh, creo que ya es hora de irnos, ¿cierto?.- Nela miró su reloj.- ¡Miren lo tarde que es! Tengo muchas cosas por hacer, vámonos ya.
- Nos podemos quedar otro rato.- Débora miró a Sho y después a Stefan.- Cualquier cosa que tengamos que hacer, se puede hacer después.
- Por mí, mejor.- Sho no dejaba de mirar a Nela.- Me encantaría que se quedaran más tiempo, sobre todo, tú.
- Yo me voy.- Nela hizo un gesto indescifrable y después se dirigió a los europeos.- Gusto en conocerlos.
Sin esperar respuesta alguna, la chica salió del consultorio, echando a andar en sentido inverso por el camino que recorrió a su llegada. Detrás de ella escuchó pasos apresurados, y pensó que al fin sus amigas se habían dignado en seguirla, por lo que mucha fue su sorpresa cuando, de dos zancadas, Sho la alcanzó y se paró frente a ella.
- Espera, no te vayas así, por favor.- pidió el chino.- Me gustaría verte otra vez, quisiera que me dieras tu número de teléfono o alguna manera de localizarte.
- ¿Qué? No.- contestó Nela, sorprendidísima.- De ninguna manera. No. No te conozco, no sé quién eres ni lo que haces, yo sólo vine aquí a acompañar a mis amigas.
- Pero eso se puede arreglar fácilmente.- insistió Sho, con una sonrisa que podría haber sido catalogada como cautivadora por alguien más que no fuese Nela.- ¿No sabes quién soy? Te lo acaban de decir. ¿Qué hago? Soy futbolista. ¿Quieres saber algo más? En una cita podremos seguir hablando y conociéndonos.
- ¿Una cita? ¡Por supuesto que no! ¡Ni siquiera me interesa el fútbol!.- negó la chica, ansiosa por marcharse cuanto antes.- Y de verdad, de verdad que no estoy interesada en una cita, no ahora.
- ¿Tienes novio?.- preguntó Sho, poniéndose serio repentinamente.
- Eso no te importa.- Nela enrojeció.
- O sea que no.- el joven volvió a sonreír.- Bien, tu poco interés por el fútbol puede arreglarse fácilmente. Sal conmigo y lo platicamos.
- ¡Que no!.- la muchacha se exasperó, pero para fortuna suya, Bárbara y Débora se acercaban a ellos, acompañadas por Lily. Las tres chicas tenían la misma cara de sorpresa que seguramente mostraba Nela, pero ésta no quiso perder el tiempo en explicaciones.- ¡Por fin aparecen! ¿Qué estaban esperando, la bendición papal? ¡Vámonos ya!
Débora y Bárbara se despidieron de Sho y de Lily y corrieron para alcanzar a Nela, a la cual parecía que le quemaban los zapatos de lo rápido que iba. Lily miró a sus amigas marcharse, preguntándose qué rayos había sucedido, cuando Sho le puso una mano en el hombro y la hizo verlo de frente.
- Entonces, ¿cuál me dijiste que es el número de teléfono de tu amiga Nela?.- preguntó.
De tal manera que era casi la medianoche y Nela ya había recibido cinco mensajes de texto al celular(al menos sólo fueron cinco) de parte de Lily, quien le insistía en que Sho quería conocerla mejor y que se había pasado el resto del día rogándole para que le proporcionara su número de teléfono; la doctora le preguntaba a su amiga qué debía contestarle al futbolista, puesto que él no se había conformado con un "no te voy a pasar el número de mi amiga". Nela se había negado a responder, y Lily en algún momento se cansó de insistir, pero la británica sabía que el asunto no iba a quedar ahí.
Nela, recostada en su cama, suspiró. Ese día la vida no sólo le había jugado varias malas pasadas, sino que también la había puesto en el camino de un futbolista al que no le gustaba recibir un "no" por respuesta.
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"Otro día, otro kilómetro", pensó Genzo mientras realizaba su recorrido diario por la ciudad de Hamburgo. Según las últimas noticias que le habían llegado de España, su apreciado amigo de la infancia (y capitán de la Selección de Japón), Tsubasa Ozhora, había decidido abandonar el equipo Sao Paulo de Brasil, en donde había tenido un brillante debut en la liga profesional, para fichar por el Barcelona de España. Esto era, sin duda, un gran, un enorme paso para un futbolista con sueños de victoria, puesto que no era desconocido para nadie que la liga española es una de las mejores a nivel mundial, siendo el Barcelona uno de sus equipos más reconocidos.
"Buena movida, Tsubasa", pensó Wakabayashi. "Me hubiera gustado que ficharas para el Hamburgo, que buena falta nos hace un anotador como tú, pero entiendo perfectamente bien el por qué decidiste irte al Barcelona".
En estos pensamientos estaba Genzo cuando, frente a él, se definió el contorno de un automóvil deportivo estacionado junto a la acera, un Porsche 911 Turbo de color blanco, sobre el cual se encontraba recargado un joven rubio que usaba lentes oscuros. Al acercarse Wakabayashi, el misterioso joven le sonrió y lo saludó con las siguientes palabras:
- Tsubasa se ha ido del Sao Paulo y ha fichado por el Barcelona.- dijo el rubio, al tiempo que se quitaba las gafas- Ahora es tu turno de irte del Hamburgo, Wakabayashi.
Genzo se sorprendió mucho al reconocer a su interlocutor, aunque de cualquier modo esa visita ya se la veía venir. Frente a él se encontraba su eterno rival, Karl Heinz Schneider, quien seguramente estaba ahí para recibir una respuesta directa a la oferta que recientemente le había hecho el Bayern Múnich al portero.
Notas:
*Anego, en japonés, significa "hermana mayor", término que no sólo se usa para las relaciones biológicas sino también para las de camaradería. Es sabido que, de niña, a Sanae Nakazawa/Ozhora se le conocía por el apodo de "Anego" (en el doblaje en español se tradujo en algunas ocasiones como "Hermanita", en otras hacían referencia a él con el "Patty"), pero al crecer fue perdiendo el mote. Sin embargo, Genzo Wakabayashi es el único que continúa llamándola "Anego" en el manga, aun estando ella casada, cosa que al parecer a Sanae le molesta bastante.
- Las escenas entre Genzo y Karl fueron tomadas del primer tomo del manga Captain Tsubasa Road to 2002.
- La ciudad deportiva del Bayern Múnich es el sitio en donde dicho equipo tiene sus oficinas centrales, campos de entrenamiento, el centro de alto rendimiento y áreas de esparcimiento para los jugadores (entre las que se cuentan una cafetería, una biblioteca y una zona de reunión familiar), y se encuentra ubicada en Säbener Straße (es decir, en la calle Säbener), en Múnich.
- Dios mío, esto se está convirtiendo en un clásico fic ñoño propio de Lily de Wakabayashi… Y creo que eso es extremadamente dañino para la salud, jeje.
