Capítulo 32.
Múnich.
Débora no entendía el por qué Jean había cambiado su comportamiento de manera tan radical en los últimos días. De ser un amigo comprensivo que la escuchaba y apoyaba, había pasado a actuar como un padre sobreprotector que no la dejaba dar ni un paso sin que le cuestionara sus planes hasta para ir al baño. Bueno, que Jean aún no llegaba a ese extremo pero poco le faltaba. Constantemente ella le preguntaba a él qué ocurría, a qué había venido ese cambio pero Jean aseguraba que él no estaba actuando de manera extraña y desviaba el tema, la dejaba en paz durante un breve periodo de tiempo y después volvía a comportarse igual que antes.
Por sobre su actitud extraña, lo que a Débora más le inquietaba de Jean era el hecho de que sentía que él estaba recibiendo recados dirigidos a ella que después no le daba a conocer, así como también le pareció ver que tomó su celular en un par de ocasiones y sin su permiso. Hope, la enfermera que habló con el misterioso hombre que fue a buscarla, le dijo a Débora que ella no creía que ese hombre fuese un vendedor de seguros médicos, no tenía pinta de serlo pero desgraciadamente no le preguntó su nombre y no lo volvió a ver por el hospital.
- De lo que sí estoy segura, doctora, es de que ese joven se veía ansioso, como si se muriera de ganas de hablar con usted.- le confesó Hope, confidencialmente.- Y también puedo asegurarle que no buscó a otro médico al saber que usted estaba ocupada; si hubiese sido un vendedor de seguros, se habría ido con alguien más.
Sí, que Débora también ya había pensado en eso pero la situación no cambiaba, ella seguía sin saber quién había sido ese muchacho y tal vez nunca lo sabría. Desgraciadamente, ni a Débora se le ocurrió pedir una descripción del joven ni a Hope se le ocurrió dársela; de haber sucedido cualquiera de estas dos opciones, la situación sería diferente porque Levin tenía un color de cabello muy poco común aún en Alemania y Débora lo habría identificado de inmediato.
Levin, por su parte, continuaba intentando comunicarse con Débora, dándose cuenta de que Jean le llevaba demasiada ventaja: no sólo éste conocía el hospital mejor que su rival sino que además pasaba mucho tiempo junto a ella, quizás incluso almorzaban y comían juntos. Lo que el sueco no sabía era que Jean incluso tenía acceso a su teléfono celular pues Débora nunca le ponía contraseña, lo que facilitaba que aquél bloqueara los intentos de Stefan por contactarla vía Whatsapp. En un par de ocasiones, Levin había enviado mensajes a través de este chat a Débora, pidiéndole que le permitiera una única reunión a solas. En ambas ocasiones recibió una respuesta fría de Débora en donde le exigía que la dejara en paz y que no volviera a intentar localizarla. De no haber sido porque ella nunca antes le había exigido algo (lo que solía hacer era pedir o suplicar, en todo caso, no exigir), Levin no habría sospechado de sus contestaciones pero eso, aunado al hecho de que la joven lo bloqueaba durante menos de una hora para volverlo a desbloquear, le hacían pensar a Stefan que había alguien más detrás de esos mensajes. El joven deseaba volver a buscar a Débora en el hospital pero, gracias a Jean, los guardias le tenían prohibida la entrada a menos que fuese una situación de emergencia; Stefan había considerado pedirle ayuda a Lily pero temió que se la negara debido a que ella continuaba enojada con él y no quería ni oírlo mencionar a Débora.
En un día de tantos, al salir de una jornada laboral particularmente pesada, Débora decidió pasar a tomar un té helado a una café ubicado muy cerca del hospital, bastante frecuentada por el personal ya que tenía un servicio mucho mejor que la cafetería del nosocomio. La joven se dejó caer, exhausta, en una mesa con dos sillas y le pidió a la camarera un vaso grande de té negro helado y un panini de peperoni y doble queso. Seguro que Bárbara la regañaría por la elección de su menú pero Débora estaba tan desanimada que no le interesó. Además, no importaba lo que comiera, la muchacha continuaba bajando de peso de forma constante al grado de que sus pantalones comenzaban a quedarle grandes.
- Lo único bueno de la depresión es que me mantiene en peso bajo.- musitó Débora, suspirando, antes de darle una mordida a su panini.
Tenía el bocadillo a medio devorar cuando Jean pasó frente al escaparate de la cafetería, mirando distraídamente hacia su interior; al verla, el muchacho frenó bruscamente para regresar y entrar al lugar, dirigiéndose directamente a la mesa en donde Débora se encontraba. Ésta sonrió al verlo llegar aunque se sorprendió al sentir una ligera desazón ya que realmente le hubiera gustado estar sola, quería checar qué rayos era lo que pasaba con su teléfono celular, que le agregaba y quitaba números de la lista de bloqueados al azar.
- ¿Por qué no me avisaste que vendrías aquí, ma chérie?.- preguntó Jean mientras ordenaba una Coca Cola y un croissant de jamón y queso.- Me encanta la comida de este lugar.
- ¿Y a quién no?.- preguntó ella, limpiándose las migajas de la comisura de la boca con una servilleta.- Aunque no sé si sea porque su comida es realmente buena o si solo se deba al hecho de que, como la del hospital es un asco, ésta sabe infinitamente mejor por comparación.
- Yo también me he hecho esa misma pregunta.- rio Jean, antes de darle un largo sorbo a su bebida.
- No deberías de tomar eso, ¿sabes todas las calorías que contiene?.- lo regañó Débora.- Además de que hace mucho mal.
- ¿Qué, ya te convenció Babs de que la Coca Cola es la bebida del diablo?.- se burló el galeno.- ¿Ya te enseñó esos vídeos en donde hay personas que la usan para limpiar cañerías?
- ¡Qué horror!.- ella puso cara de espanto.- ¿De verdad existen esos vídeos? ¡No te tomes eso, por dios!
Los jóvenes volvieron a reír e intercambiaron impresiones sobre sus jornadas durante un buen rato. La tarde comenzó a caer y las sombras fueron adueñándose paulatinamente del exterior, haciendo que la encargada de la cafetería encendiera solo las luces más indispensables del local, de manera que el sitio quedó sumido en una agradable semipenumbra que creó un ambiente íntimo y acogedor. Débora no supo cómo sucedió porque, aunque estaba pasando un momento agradable con Jean, ella nunca le dio a entender que él podía ir más allá, o al menos eso fue lo que creyó, pero de cualquier manera Jean aprovechó la relativa oscuridad para acercarse y darle un beso en los labios. Sorprendida, Débora no supo cómo reaccionar y dejó que por unos segundos él la besara, hasta que su cuerpo de manera instintiva se hizo hacia atrás.
- No, Jean, no.- se disculpó ella, tapándose la boca con una servilleta.- No lo arruines, por favor.
- ¿Arruinarlo yo, por qué?.- cuestionó él.- Ni siquiera hiciste el intento de corresponderme, no fui yo quien lo arruinó.
- Porque no quería hacerlo.- contestó Débora.- No me siento a gusto besándote y no es porque lo hagas mal ni porque me desagrades pero no me siento bien haciéndolo.
- ¿Por qué no?.- insistió el francés.- Alguna vez te gustaron mis besos.
- Pero eso fue hace mucho tiempo.- replicó ella, en voz muy baja.
- Mira, lo siento, no quise incomodarte.- se disculpó Jean.- Solo pensé que, ahora que estamos juntos otra vez y que tú estás soltera y que yo también lo estoy, sería bueno intentar ver a dónde podemos llegar. Alguna vez te gusté, ¿no es así?
- Sí, Jean, pero han pasado muchas cosas desde entonces y, siéndote honesta, no quiero darte unas esperanzas que no vas a tener.- suspiró la chica, acongojada.- No me siento bien besándote ni tampoco quisiera intentar algo más contigo porque yo sigo pensando en Stefan…
Jean hizo una mueca rara aunque, para sorpresa de Débora, no fue de disgusto sino de preocupación. La joven, creyendo que lo había herido, intentó encontrar palabras para corregir lo que acababa de decir pero, antes de que pudiera hilar la primera frase, el francés tomó el rostro de Débora entre las manos y volvió a besarla. Inmediatamente Débora lo empujó, esta vez no estaba dispuesta a permitir que él tuviera oportunidad siquiera de mover los labios.
- Te dije que no.- protestó ella, molesta.
- Solo un beso más, por favor.- insistió él, sin soltarla.
- ¡Que no!.- Débora comenzó a forcejear.
- Creo que ella ha sido bastante clara.- Stefan apareció de la nada y jaló a Jean de un hombro.- Ya déjala en paz.
Débora soltó un pequeño gritito, mitad asombrada y mitad asustada. ¿De dónde carajos había salido Levin? ¡Ni siquiera lo escuchó entrar! En la penumbra, ella no alcanzó a ver la cara que tenía Jean pero supuso que no estaría particularmente feliz de ver al intruso. Si ella hubiera podido ver su rostro, se habría dado cuenta de que el francés no estaba sorprendido sino resignado.
Lo cierto era que Débora no vio entrar a Stefan porque él ya estaba en el café cuando ella llegó; la joven estaba tan cansada e iba tan distraída con sus pensamientos que no notó que el sueco estaba en el rincón opuesto a donde ella se sentó, semioculto por una planta de interior. A últimas fechas, Levin había estado pasando su tiempo libre en esa cafetería, buscando la manera de acercarse a Débora sin que Jean interviniera, rogando por la oportunidad de estar presente cuando ella acudiera sola al lugar. Sin embargo, él realmente no esperó que su petición se hiciera realidad tan pronto y no supo qué hacer cuando la vio entrar, de manera que permaneció en su sitio ante el temor de que Débora saliera huyendo en cuanto se le acercara. Por supuesto, cuando vio llegar a Jean, Levin maldijo porque su oportunidad se había esfumado en un instante aunque después se dio cuenta de que fue mejor no acercarse porque de lo contrario el francés los hubiera interrumpido de haberse atrevido el sueco a abordar a la chica. Stefan decidió quedarse, en parte porque no quería que Jean se diera cuenta de que él conocía la existencia de ese sitio y en parte porque tenía la esperanza de que el médico se marchara primero y dejara a Débora sola. Esto no sucedió, por supuesto, y Levin tuvo que tragarse la escena del beso sin previo aviso, aguantándose las ganas de ir a golpear a ese medicucho francés aunque logró contenerse. Sin embargo, cuando vio que Débora lo rechazó y que aun así Jean intentó volver a besarla, Stefan no lo soportó más y se dispuso a intervenir. Una cosa era que Débora besara a Jean por voluntad propia y otra muy diferente que él quisiera hacerlo a la fuerza.
- ¿Qué carajos haces aquí, Levin, metiéndote en lo que no te importa?.- lo increpó Lacoste, con frialdad.- ¿Qué no has entendido el mensaje?
- Jean, basta.- Débora se preguntó qué tanto de lo que dijo habría alcanzado a escuchar Stefan.
- Ella te está diciendo que no quiere que la beses y aun así la quieres presionar a hacerlo.- replicó Levin, enojado.- No es porque se trate de ella, es porque no está bien forzar a una mujer a hacer algo que no quiere. ¿Nadie te ha hablado del acoso sexual, imbécil?
Débora sintió que una oleada de rubor y emoción la recorrieron de pies a cabeza. Stefan estaba defendiéndola aunque solo fuese por el hecho de que no estaba de acuerdo con el acoso sexual. Levin podría ser un idiota en otras cuestiones pero a Débora le agradó saber que no era un idiota al que le gustara propasarse con las mujeres, a diferencia de Jean, para su enorme decepción. Además, si bien era cierto que de igual manera Stefan habría saltado a defender a Deb de la misma manera en que habría saltado por cualquier otra, lo cierto era que lo había hecho por ella en ese momento.
- Tú no sabes ni siquiera de qué estábamos hablando.- Jean se puso en pie para confrontarlo.- ¿Qué demonios te hace pensar que ella no quería besarme?
- No necesito escuchar su conversación para darme cuenta de eso.- contestó Stefan, gélido.- Basta ver su lenguaje corporal para saber que no quería hacerlo.
- Deberías de meterte en tus asuntos y dejarnos en paz.- Jean apretó los puños.- Ya te había hecho una advertencia, Levin, quizás es momento de que te la reafirme con algunos golpes.
- Suficiente.- Débora decidió que ya había aguantado bastante y se puso en pie, interponiéndose entre ambos.- Jean, admite que por esta vez te has pasado de imbécil. Levin, te agradezco mucho que me hayas defendido pero no es necesario llegar más lejos, gracias, soy perfectamente capaz de mandar a este idiota a volar por mí misma. Jean, no me llames por favor.
Sin esperar respuesta, la joven sacó un billete de veinte euros y se lo dio a la mesera que la había atendido, quien miraba la escena con espanto, antes de salir del local. Caminó lo más rápido que pudo sin mirar atrás, sin detenerse, sin siquiera averiguar si alguien la seguía y en cuanto pudo se metió a una estación del U-Bahn para abordar la línea que la llevaría a su departamento. ¡Vaya manera de arruinar su tarde libre! Y pensar que ella sólo quería tomar un té helado con un panini bien grasoso.
"¡Menuda suerte que tengo con los hombres!", pensó, al tiempo que se desplomaba en un asiento libre. "¡Sólo me tocan puros imbéciles!".
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Hedy Lims se dejó caer, sin previo aviso, en los entrenamientos de Säbener Straße cuando absolutamente nadie la esperaba. En realidad, se le había dicho al entrenador Schneider que era probable que la modelo de Paulaner se dejara ver "un día de éstos" en los entrenamientos pero como Rudy Frank no comprendió bien el motivo de dicha visita, rápidamente la olvidó y se enfocó en los múltiples compromisos que tenía por delante. Así pues, cuando la modelo apareció en Säbener Straße, el entrenador hizo una mueca antes de fingir una sonrisa, dando la orden de que la dejaran entrar. La señorita Lims, sin embargo, venía con una lista de peticiones entre las cuales se incluía la presencia de un médico "por cualquier eventualidad" y exigía que fuese del sexo femenino pues ella no dejaba que ningún galeno varón pusiera las manos encima (sin pagar) de su, según ella, bien formado cuerpo. Además, la mujer demandaba que no hubiera reporteros cerca para que no tomaran fotos suyas (sin pagar) que pudieran, según ella, dañar su reputación. Con la simple lista de peticiones, Rudy Frank acabó fastidiado y se preguntó por qué carajos se seguían mezclando a futbolistas con pseudo artistas de dudosa calidad cuando era obvio que esta combinación causaba muchos problemas.
- ¿Cuál es el motivo de la visita de dicha señorita, entrenador?.- quiso saber el doctor Stein cuando Rudy Frank le comunicó la petición de la Lims.
- Siendo sincero, no estoy seguro.- el entrenador Schneider puso cara de disculpa.- Me avisaron hace algunos días de que esta señorita vendría aquí pero no recuerdo la razón, lo único que se me quedó grabado fue que no podía negarme debido al contrato que tenemos con la Paulaner, con eso de que ella es su rostro oficial.
- Entiendo.- dijo el doctor Stein aunque lo cierto era que no lo hacía.- Así que quiere una médica, ¿no es así? Bien, creo que éste es un trabajo para Del Valle.
- Muy bien.- aceptó Rudy Frank.- Yo tendré que pedirle a nuestra corresponsal que se abstenga de tomar fotografías cuando esté la señorita Lims cerca.
Leonardo, que había escuchado toda la conversación por encontrarse trabajando muy cerca de en donde estaban los dos hombres, sonrió con cierta ironía.
- Seguro que mi hermana y Elieth se van a poner a brincar del gusto cuando se enteren de lo que van a tener que hacer.- murmuró.- Esto va a ponerse de lo más interesante.
Lily trató de no poner mala cara cuando el Dr. Stein le informó lo que tendría que hacer. Ella no conocía a Hedy Lims, de hecho no sabía quién era ella hasta antes de entrar al Bayern Múnich, quizás no tanto porque la mujer fuese conocida o no sino porque Lily no sabía nada de modelos, pero desde el reportaje de Voguée le había agarrado manía por sus declaraciones mentirosas. Lily habría podido pasarle a Hedy que fuese vanidosa o presumida, ella no se intimidaba ante otras mujeres, pero no toleraba a la gente falsa que mentía para llamar la atención, de ahí que la Lims no fuese precisamente de sus personas favoritas. Sin embargo, el trabajo es el trabajo y a la doctora no le quedaba más remedio que acatar las órdenes de sus jefes.
- Prepárate para lo esencial, que no creo que la señorita Lims corra mucho peligro aquí.- le dijo el Dr. Stein.
- ¿Esencial cómo reparar una uña rota?.- Lily puso los ojos en blanco.- ¿O una torcedura de pie por usar zapatos muy altos?
- Espero que te guardes esos comentarios para ti cuando estés en su presencia.- el doctor Stein esbozó una sonrisa.- Que por lo que sé, esa mujer es muy delicada en esas cuestiones.
- Sí, lo siento.- la joven suspiró.- Estaré lista en cinco minutos.
Así pues, en un movimiento que no se vio venir, Lily se encontró parada unos cuantos pasos atrás de Hedy Lims, quien observaba el entrenamiento (o fingía hacerlo) desde una silla plegable que se le había mandado traer. A los pies de la doctora había un botiquín con lo indispensable pero ella sabía que todo ese teatro era exagerado porque a la Lims no le pasaría algo serio por fingir ver un entrenamiento. Lily se preguntó a qué carajos había ido la mujer a Säbener Straße pero ni siquiera el doctor Stein le había podido dar una respuesta.
- Ay, que ahí está mi amor.- musitó Hedy, emocionada, al representante de la Paulaner que la acompañaba.
Lily giró la cabeza para ver de quién se trataba y se dio cuenta, sin sorpresa, que no era otro que Schneider. Claro, la tipa ya lo había anunciado antes, sus intenciones eran acosar al Káiser para sorberle la popularidad. Si la Lims hubiese ido a los entrenamientos cualquier otro día, muy probablemente su presencia habría pasado inadvertida pero Elieth estaba ahí en esa ocasión preparando un reportaje y sin duda que habría problemas, no se necesitaba ser un genio para darse cuenta de ello.
Como era de esperarse, a mademoiselle Shanks no le agradó saber que Hedy Lims estaba en Säbener Straße; cuando el asistente del entrenador le dio la noticia, su boca se contrajo en una mueca y sus dedos afianzaron con tanta fuerza su cámara que palidecieron. Sin embargo, Elieth casi se echa a reír a carcajadas cuando supo que la Lims pidió específicamente que no le tomaran fotos. ¡Como si tuviera deseos de fotografiar perdedoras! Preferiría lanzarse a un precipicio y tomar fotos de la caída, sin lugar a dudas. Por supuesto, Elieth debía mantener la compostura así que con mucha seriedad le dijo al asistente que no se preocupara porque no usaría la cámara mientras la mujer estuviera ahí. Mientras esperaba a que la Lims apareciera en los campos de entrenamiento, Elieth echó un vistazo a la gente que estaba a su alrededor; la mayoría no parecía haberse dado cuenta de la presencia de la modelito aunque algunos de los asistentes cuchicheaban, emocionados. Elieth conocía lo suficiente a los hombres para saber que ese grupito estaba hablando de la Lims, su actitud de machos conquistadores lo hacían evidente. Inconscientemente, Elieth buscó a Karl con la mirada, reprimiendo el impulso de ir tras él para protegerlo, y lo encontró practicando sus disparos de larga distancia, ajeno a cualquier cuestión que no fuese el fútbol. Él se veía tan seguro de sí mismo, tan brillante como el sol que ella no pudo evitar soltar un suspiro por él. ¡Maldita Hedy Lims! ¿Cómo se atrevía a decir que Karl y ella eran íntimos? Al recordar la entrevista de Voguée, la chica volvió a enojarse y se alejó de Schneider.
El entrenador Rudy Frank, por indicaciones del representante de la Paulaner, detuvo el entrenamiento un poco antes de la hora habitual para que Hedy pudiera hablar con los jugadores. Por supuesto, ella ya tenía determinado a quién quería acercarse y lo hizo sin dilación. Dicen que un hombre verdaderamente enamorado no se fija en otra mujer que no sea la que ama por muy hermosa que esté la otra y Karl fue un claro ejemplo de esta situación: a pesar de que Hedy era bella y tenía encanto, no estuvo consciente de su presencia hasta que la tuvo prácticamente encima, y eso se debió a que él sabía que Elieth andaba por ahí y constantemente la buscaba con la mirada, le gustaba comprobar que seguía en Säbener Straße y que seguiría teniendo la oportunidad de verla aunque fuese por poco tiempo. Así pues, a Karl no se le pasó por la mente que él pudiese ser el objeto de deseo de Hedy Lims hasta que la tuvo enfrente.
- Guten tag!.- le sonrió ella, con coquetería.- ¿Me recuerdas?
- ¿Eh? Ah, sí, claro.- contestó él, sorprendido.- ¿Qué hay?
Tiempo después, Sho, Levin y Lily se reirían mucho de él por este suceso, porque la cara que puso Hedy Lims al escuchar su saludo tan impersonal fue épica. Sin embargo, en ese momento a Schneider no le pareció que hubiese dicho algo impropio pues realmente no le interesaba quedar bien con Lims. Ella, sin embargo, se tragó su primer enojo y puso al mal tiempo buena cara, esbozando una de sus más encantadoras sonrisas.
- Tenía tantas ganas de volverte a ver.- dijo, pegando su cuerpo al del jugador.- He estado pensando mucho en ti.
- ¿De verdad?.- Karl enarcó las cejas, con cierta sorpresa, al tiempo que daba un paso atrás para alejarse de ella. Estuvo a punto de decir que había descubierto su interés por él gracias a Voguée pero él no había leído el artículo y eso habría sido darle importancia a la muchacha.- Gracias, supongo.
- Ustedes dos deberían de intentar conocerse mejor.- dijo entonces el representante de la Paulaner.- Podrías mostrarle las instalaciones, Schneider, para que la señorita Lims las conozca.
El primer impulso de Karl fue decir: "¿Y para qué las quiere conocer?", pero su padre le hizo una señal por lo que se limitó a encogerse de hombros; Hedy aceptó esto como una invitación a colgarse de su brazo, echando a andar con él no sin antes ordenarle a Lily, de mala manera, que no la siguiera. La doctora tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no lanzarle el botiquín a la cabeza.
- Pobre Schneider.- comentó Sho, a su lado.- Se ve que se lo van a violar.
- No digas eso.- Lily frunció el ceño.- ¿Quién se cree esa tipa que es?
- La cara de Paulaner.- respondió Levin, con parsimonia.- Y por lo visto, es cierto que pretende volverse pareja de Schneider para consolidar su naciente popularidad.
- La gente la empieza a reconocer cuando la ve porque la relacionan con la cerveza y con el Bayern Múnich.- comentó Sho, tras bostezar.- O eso es lo que he visto; supongo que su idea es estar con el Káiser de Alemania para llegar a la cima de la fama. No sería la primera vez, lo han hecho otras famosas como Shakira con Piqué y Victoria Adams con David Beckham.
- Excepto porque ellas son cantantes y no modelos.- repuso Lily, ceñuda.- Y ellas ya eran famosas antes de unirse a sus maridos futbolistas.
- ¿Realmente importa eso?.- cuestionó Levin, mirando hacia un punto diferente al cual se encontraban Schneider y la Lims.- Lo que yo quiero saber es qué va a hacer Elieth cuando vea a esos dos juntos.
- Ay, olvidé momentáneamente que Eli estaba aquí.- Lily la buscó con ansiedad entre el personal que daba vueltas por el lugar.- ¿En dónde está?
- Creo que, justamente, va para el sitio en donde están Schneider y Lims.- contestó Levin.- O quizás es que ya los vio y va a reclamarles.
- ¿Qué les parece si seguimos sutilmente a Schneider?.- sugirió Sho, con una sonrisa pícara.- Seguro que nos va a encantar lo que está por suceder.
- Ni siquiera estamos seguros de que Eli los haya seguido.- Lily lo regañó.- ¡Deja de ser tan chismoso!
- Además, tu amiga no es de las que arman escándalos, ¿cierto?.- Levin se sacudió la chamarra de entrenamiento.- Seguro que se toma a bien las intenciones de la Lims.
Lily emitió un sonido de fastidio, tras lo cual echó a caminar sutilmente hacia el lugar en donde estaban Karl y Hedy. Sho y Levin la siguieron, con sonrisas de complicidad, mientras trataban de averiguar en dónde se había metido Elieth. Lily no la veía por ningún lado y pensó que quizás había exagerado, quizás la reportera se había marchado ya o estaba ocupada en otra cosa, considerando que le habían dado la orden de no tomar fotografías mientras la Lims anduviera por ahí.
Mientras tanto, Karl se preguntaba por qué las mujeres que no sabían de fútbol insistían tanto en dos cosas que no tenían la capacidad de hacer: hablar de fútbol y caminar con tacones sobre el pasto. Hedy Lims trastabillaba a cada paso, lo que la obligaba a colgarse del brazo de Schneider; éste aguantaba lo mejor que podía mientras respondía a las preguntas (tontas) que ella le hacía sobre un deporte que no conocía y que no tenía intenciones de conocer. Se preguntó qué le habrían dicho a su padre para que aceptara la presencia de Lims en una época en la que el Bayern tenía tantos compromisos pendientes, sin poner atención a la plática de la chica que se esforzaba por caerle bien.
"¡Cuántas veces no habré pasado por esto ya!", pensó Karl, ofuscado. "No sé por qué tantas mujeres me ven como prospecto de pareja deseable…".
Schneider se detuvo cuando consideró que se habían alejado demasiado de los demás, a pesar de que la señorita Lims tenía deseos de seguir caminando. Sin embargo, para ella era muy difícil andar con sus tacones de aguja sobre aquel terreno así que no podía dar un paso sin tener que afianzarse del brazo de Karl, por lo que tuvo que pararse también, a regañadientes.
- Qué agradable es platicar contigo, tú sí que sabes escuchar a una mujer.- dijo Hedy, con voz seductora.- Segura estoy que sabes tratarlas bien en todas partes.
- No tengo tratos con muchas, a decir verdad.- Karl ignoró el doble sentido de la frase.- Sólo con mi madre, mi hermana y mi mejor amiga.
- ¡Oh! ¿Tienes una mejor amiga?.- Hedy le acarició el pecho.- Espero que no se moleste porque estoy conmigo.
- No lo creo, ella está enamorada de alguien más.- Karl tuvo que admitir que si no estuviese enamorado de Elieth, probablemente habría caído ante los encantos de Hedy pero comenzaba a ponerlo nervioso el que ésta fuese tan insistente cuando Elieth estaba rondando por ahí. ¿En dónde se había metido, de cualquier modo?
- Menos mal.- Hedy volvió a sonreír y esta vez tocó el cabello de Karl.- No se interpondrá entonces entre nosotros, ¿cierto?
- Todo depende de a qué te refieras.- Karl detuvo los avances de ella con su mano de manera muy sutil, en un gesto que podía darse a varias interpretaciones.
- Bueno, se me ocurren un par de cosas.- Hedy le echó los brazos al cuello y él pudo percibir el aroma de su perfume.- Para empezar, ¿le molestará si comenzamos a conocernos mejor?
Schneider iba a preguntar a qué se refería cuando sintió los labios de Hedy tocando los suyos; si bien presentía que por ahí iba el asunto, se sintió un estúpido novato por no haber podido predecir el movimiento. No estuvo consciente de cuánto tiempo duró el beso, bien pudo durar segundos bien pudieron ser minutos pero de lo que sí estuvo seguro fue de que se separó de Hedy en cuanto tomó plena consciencia de la situación, sabiendo de antemano que ese acto iba a tener sus muy caras consecuencias.
- ¿Te gustó?.- preguntó Hedy, con voz coqueta, pero Karl no tuvo tiempo de responder.
Algo golpeó al alemán en el hombro, justo en la zona en donde se había herido al estrellarse contra la valla en el partido contra el Hamburgo; de inmediato, el hombro le comenzó a hormiguear y sintió una pequeña punzada. Cuando vio con detenimiento lo que lo había atacado antes de caer al pasto, se dio cuenta de que era una carpeta de color morado llena de fotografías y él se lamentó al ubicar quién era su dueña.
- ¡Imbécil!.- Elieth lo miraba con los ojos grises echando chispas.- ¡Yo tenía razón, eres un maldito mujeriego!
La chica no salió corriendo como amante despechada pero sí se retiró con rapidez mientras Hedy la analizaba de arriba abajo, con cierto aire de superioridad.
- ¿Ella es tu mejor amiga?.- cuestionó la mujer pero su acompañante no le prestó atención.
- Maldita sea.- bufó Schneider, fastidiado.
Sin pensarlo dos veces, Karl recogió la carpeta y se fue detrás de Elieth. Él sabía bien que si dejaba que ella se marchara, jamás la volvería a ver pues la joven se encargaría de eso. Todas las excusas del mundo le iban a resultar insuficientes, sobre todo porque Elieth nunca le creería que Karl no se vio venir el momento exacto del beso de Hedy por estar tratando de averiguar en dónde se encontraba aquélla. "¡Y tenías que estar justo ahí en ese momento, con lo grande que es este lugar!", pensó Karl, fastidiado, aunque algo le decía que el que Elieth hubiese estado ahí en ese momento no era una simple casualidad.
- ¡Elieth, espera!.- gritó Schneider, cuidando que de la carpeta no se cayera alguna fotografía.
- ¡Déjame en paz, desgraciado mentiroso!.- le respondió ella, a gritos.- ¡Maldito mujeriego infeliz!
Leonardo los vio pasar a toda velocidad, primero a la rubia con el rizado cabello cual brillante capa ondeando al viento y después al ofuscado futbolista que arrastraba tras de sí el peso de la culpa. Sólo le bastó una mirada al mexicano para darse cuenta de dos cosas: que ellos se amaban y que ella no lo iba a perdonar jamás.
- Nunca me aburro aquí, en definitiva.- musitó, echando a andar detrás de los otros dos; llevaba en su bolsillo una pequeña radio portátil que traía encendida, poniéndole ambientación musical al momento.
Como era de esperarse, Karl terminó por alcanzar a Elieth, al fin y al cabo él tenía piernas más largas, daba pasos más grandes y caminaba más rápido que ella. Karl la detuvo tomándola del hombro, tratando de no ser muy brusco y siendo bastante consciente de que ella probablemente lo golpearía en cuanto se sintiera atrapada. Dicho y hecho, Elieth soltó un golpe con su mochila pero Karl la detuvo interponiendo la carpeta; sin embargo, no se vio venir el segundo movimiento, en donde ella le propinó una patada en la espinilla. A pesar del dolor, que lo hizo aullar, Schneider no la soltó.
- Vamos a hablar de esto como personas civilizadas.- profirió él en cuanto pudo hablar.- Sé que esto va a sonar trillado pero yo no besé a Hedy Lims.
- ¿Ah no? No me salgas con la estupidez de que le estabas dando respiración de boca a boca, eso ya está muy usado.- replicó Elieth, furiosa.- Y en todo caso, ¿a mí qué me importa? Puedes besar a quien se te antoje, me da igual.
- Y si te da igual, ¿por qué estás tan enojada?.- rebatió Schneider, sin soltarla.- ¡Deja de hacerte ya la tonta, Elieth!
- ¡No sé de qué me hablas!.- protestó ella, luchando por contener las lágrimas.- ¡Ya déjame en paz! Se ve que te gusta jugar con las mujeres, que te enredas con la primera que se deje. ¡No sé cómo pude caer contigo! No sabes cuánto me arrepiento de haberte dejado entrar en mi vida.
- No digas eso, por favor.- pidió Karl, en voz baja. Las palabras de Elieth le habían dolido en verdad.- No digas eso porque lo mejor que me pudo haber pasado fue conocerte.
- ¿Cómo puedes decirme eso, cuando le has confesado a mi mejor amiga que ella te gusta?.- soltó la francesa, indignada.- ¡Le dijiste a Lily que la quieres para después besar a Hedy Lims! ¿Y así vienes a decirme que lo mejor que te pudo pasar fue conocerme? ¡Cínico!
- ¿Qué?.- soltó el alemán, confundido.- ¿Cuándo demonios le dije yo a Lily que la quiero?
- ¡Ella misma me lo dijo!.- respondió Elieth, casi gritando.- ¡Me dijo que le confesaste a quién amas y como se negó a decirme quién es, resulta obvio que la afectada es ella misma!
Leonardo andaba cerca, mirando el asunto desde una distancia prudente. De su radio salían los acordes de "In this together", que llegaron hasta la pareja que discutía. Karl se quedó perplejo al escuchar que Elieth creía que la persona a quien él amaba era Lily. ¿Cómo había llegado ella a esa conclusión? ¡De verdad que esa mujer se montaba tremendas películas ella sola!
- ¿Estás loca? ¡No es a Lily a quien quiero, tonta!.- gritó Karl, sujetando a Eli de los brazos.- ¡No es ella quien me tiene vuelto loco a pesar de sus actitudes de niña caprichosa!
- ¡No te creo y la verdad no me importa!.- Elieth estaba negada a escucharlo.- ¡Puedes amar a Hedy Lims o a Lily o a quien quieras, me da igual!
- ¡Que no quiero a ninguna de ellas, entiende!.- insistió Karl.- ¡Date cuenta de una buena vez que de quien estoy enamorado es de ti!
Don´t you see? We´re in this together!
Elieth dejó de forcejear al instante y lo contempló con la boca y los ojos muy abiertos. Schneider, sabiendo que ésa era su última oportunidad, la abrazó con fuerza y la besó con intensidad en los labios para reafirmar sus palabras. No era así como hubiese querido confesarse pero al final no le había quedado más opción. A diferencia del beso de Hedy Lims, éste causó en el joven una agradable y placentera sensación, la sensación de saber que estás besando a la persona correcta, y mejor se sintió cuando Elieth le correspondió. Él la estrechó con fuerza contra su cuerpo, con tanta intensidad que ella soltó un leve gemido de satisfacción. Sí, así se debía de sentir estar en el cielo…
You and me, one on one forever…
Dándose cuenta de que su radio le aumentaba emoción al asunto, Leonardo subió el volumen mientras observaba el apasionado beso de su ex novia y su cuñado. Vaya que ese suceso le iba a encantar a Marie cuando se lo contara.
- Qué bien me caerían unas palomitas ahora mismo.- musitó el joven, divertido.
Pero no tuvo mucho tiempo para seguir observando porque se dio cuenta de que el entrenador Schneider se dirigía hacia ellos. Leonardo carraspeó y subió el volumen de la música al máximo, pero Karl y Elieth estaban tan adentrados en su beso que no lo notaron así que no se dieron cuenta de que el entrenador se acercaba hasta que ya lo tuvieron prácticamente encima.
- ¡Schneider! ¡Señorita Shanks!.- soltó Rudy Frank, quien a pesar de querer sonar severo no consiguió serlo.- ¿Qué es lo que está pasando aquí?
Elieth empujó a Karl, azorada; éste tenía su lápiz labial embarrado en la comisura de la boca pero no lo notó, sorprendido como estaba. Detrás del entrenador Schneider llegaron Lily, Sho y Levin, quienes contemplaban con curiosidad la escena y, mucho más lejos, estaba Hedy Lims, con cara de estar pasando un mal rato. Leonardo, al verlos a todos, tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar la carcajada.
- ¡Qué divertido es trabajar para el Bayern, me cae!.- soltó, en español.
Su hermana lo miró con extrañeza al tiempo que un atribulado Schneider comenzaba a darle sus torpes excusas a su padre, el entrenador. Parecía que Elieth iba a aprovechar el momento para fugarse pero, sorprendentemente, no lo hizo. Era como si quisiera demostrarle a Hedy Lims quién era la que, para el Káiser, besaba mejor.
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Lily tenía la cabeza hecha un lío cuando salió de Säbener Straße, a pesar de lo cual pensó que el asunto había tenido su toque divertido, sobre todo cuando Hedy Lims salió hecha una furia del lugar, seguida por un angustiado representante de la Paulaner quien le juraba a gritos que haría que alguien pagara por lo sucedido. Lily se preguntaba si la Lims se estaría acostando con el sujeto o cómo demonios fue que consiguió que la dejaran entrar a los entrenamientos para no hacer prácticamente nada más que insinuársele descaradamente a Karl Heinz Schneider, pero de que habría consecuencias por sus actos, las habría. Sin duda, lo ocurrido en la última parte del descanso era digno de ser analizado con detalle pero Lily se dijo que por el momento ya había tenido suficiente y decidió dejar el tema de lado.
Estaba por subirse a su automóvil cuando su teléfono comenzó a sonar; se sorprendió al ver que se trataba de Wakabayashi porque no esperaba su llamada pero no pudo evitar sonreír cuando respondió.
- ¡Hola!.- ella lo saludaba en español desde que descubrió que a él le gustaba cómo sonaba la palabra "hola".- ¡Qué alegría escucharte, no esperaba que me llamaras a esta hora!
- Espero no estarte interrumpiendo, Yuri.- contestó Genzo, cuya voz tenía un ligero tono de alegría.- Sé que no es la hora habitual a la que solemos hablarnos.
- No, está bien, justo estoy saliendo de Säbener Straße.- negó la chica, abriendo la puerta de su automóvil.- ¿Qué sucede, Gen?
- Sé que esto va a ser muy repentino para ti pero me gustaría verte.- respondió Wakabayashi.- Estoy en Múnich, en el hotel De Angelis, el mismo en el que me hospedé la otra vez. ¿Crees que puedas venir?
- ¿Qué?.- ella saltó.- ¿En verdad estás aquí? Ay, Gen, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Sucedió algo malo en Hamburgo?
- No sé si lo tuyo es un radar muy fino o simple y puro pesimismo.- él soltó una risa nerviosa.- ¿Qué te hace pensar que pasó algo malo?
- Que no estarías aquí a esta hora si las cosas marcharan bien en Hamburgo.- replicó Lily, muy seria.- ¿Sabes qué? No me digas nada, voy para tu hotel, dime el número de habitación.
- Es la misma de la vez pasada pero estaré esperándote en el lobby.- señaló Genzo.- ¿Estás segura de que no estabas haciendo algo importante?
- Muy segura.- Lily suspiró.- Pasó algo hace rato con Eli y Karl pero deben resolver ellos solos así que por el momento no voy a ser necesaria.
- Bien, te espero entonces.- asintió Genzo.- Te amo.
Y colgó. Lily se quedó perpleja, con el teléfono en la mano, mientras la sangre le subía al rostro. Era la primera vez que Genzo Wakabayashi le decía esas palabras de manera tan directa y, aunque la emocionaron, también le dieron mala espina. Conocía bien a Genzo y sabía que él no diría algo de tanto peso de una manera tan descuidada a no ser que se encontrara muy alterado.
- Primero Eli y Karl, y ahora tú.- suspiró Lily al tiempo que encendía su vehículo.- Hoy todo el mundo anda vuelto loco pero espero que tú sí aceptes mi ayuda, a diferencia del otro par de idiotas.
La doctora no comprendía el por qué sus dos mejores amigos la habían usado a ella como objeto de descarga de frustraciones cuando sólo había querido ayudarlos. En un momento de confusión total, Karl la había acusado de haber permitido que Elieth pensara cosas que no eran ciertas mientras que Elieth se había quejado por no haberla prevenido como era su obligación. Al final ambos la mandaron al carajo pero Lily no se lo tomó como algo personal ni se enojó con ninguno de los dos, quedaba claro que ese par de idiotas estaba tan turbados por sus propias emociones que no sabían de qué manera descargarlas. Lily estuvo a un tris de decirles que se largaran a tener sexo salvaje para desahogarse pero eso seguramente le habría valido una reacción mucho peor por parte de sus dos mejores amigos. Así pues, ese día Elieth se había ido a refugiar a la casa de su hermano de forma que Lily no debía preocuparse por ella pues estaba en buenas manos.
Una vez en el hotel De Angelis, Lily dejó su automóvil en el estacionamiento del sótano y le dijo al encargado que alguien la estaba esperando en el lobby; antes de salir del coche, recordó que en la guantera llevaba el llavero que le había comprado a Genzo y lo sacó para guardarlo en su mochila, mientras pensaba que realmente no creyó que la oportunidad de entregárselo llegaría tan pronto. Mientras subía por el elevador, ella se preguntó si debía ocultar su rostro para que no la reconocieran pero al final decidió que no era necesario, Rudy Frank Schneider ya le había levantado la prohibición de ver a Genzo y a éste de cualquier modo ya le estaba yendo bastante mal en el Hamburgo, que los vieran juntos una vez más no cambiaría las cosas.
Genzo al parecer pensaba lo mismo porque iba con la cabeza descubierta, sin importarle si alguien lo reconocía o no; ese día iba vestido con una camiseta azul marino y un pantalón deportivo negro, ambos de marca Adidas. Y, por supuesto, no podían faltar los carísimos tenis negros de la misma marca, ésos que costaban casi la mitad del sueldo de la doctora y que hacían que ésta se burlara constantemente de su novio a causa de ellos. Wakabayashi, quien había mantenido un gesto más bien adusto, sonrió ampliamente al ver llegar a Lily; ella caminó con discreción hacia él, aguantándose las ganas de saltar a sus brazos, pero sorprendentemente fue él quien acortó la distancia con pasos largos para poder estrecharla con fuerza.
- Te vi hace relativamente poco y aun así sentí como si hubiese pasado mucho tiempo.- susurró Genzo, a su oído.- Creo que estoy volviéndome sentimental.
- No más de lo normal para alguien que está en una relación, me parece.- Lily soltó una risita al tiempo que se refugiaba en la calidez de los brazos de su novio.- Yo también te extrañé, Gen.
Ambos tenían deseos de besarse pero eran lo suficientemente reservados como para no hacerlo delante de todos, así que se conformaron con permanecer abrazados un buen tiempo, disfrutando del calor del otro.
- ¿Me vas a decir ahora sí qué ha sucedido?.- quiso saber ella, después de un rato.- ¿Qué estás haciendo aquí? No me digas que has decidido ya abandonar el Hamburgo.
- Sí y no.- contestó Genzo, con un suspiro resignado.- Mi situación ahí es más complicada de lo que pensé. Me gustaría hablar de eso contigo, por eso estoy aquí.
- No creo que eso sea lo único de lo que quieras hablar, Wakabayashi.- replicó Lily, muy seria.- No estarías aquí si sólo se tratase de eso. Hay algo más, ¿cierto?
Lo dicho, las mujeres tenían radar, sobre todo una como la doctora Del Valle, tan sensible al menor cambio que se diera en su entorno. Ella sabía que Genzo no estaría en Múnich si no fuera por una razón poderosa así que ya estaba preparada para recibir malas noticias, él podía darse cuenta de eso, por algo lo había llamado por su apellido. Wakabayashi no consideraba que la noticia que le iba a dar fuese totalmente mala, después de todo él se iría para cumplir otro sueño pero, ante la incertidumbre de su futuro en Alemania, ella podría interpretar las cosas de manera negativa.
- Sí, hay algo más.- suspiró Genzo, soltándola al fin para indicarle que lo siguiera hacia un pasillo vacío que conducía a los jardines del hotel.- Pero vamos a un lugar más reservado. A estas alturas no creo que tú y yo sigamos siendo noticia pero preferiría no arriesgarme.
Ambos recorrieron el pasillo, decorado con cuadros del Partenón y con reproducciones de estatuas griegas, hasta llegar a dos puertas transparentes que conducían a un pequeño jardín lleno de flores exóticas de brillantes colores que exhalaban un perfume dulce y placentero. Lily distraídamente se preguntó cómo le harían los jardineros del hotel para mantener con vida a esas plantas tropicales en los inviernos fríos de Múnich y tuvo la sensación de que cada año ese jardín se llenaba de flores nuevas para reponer las que se habían marchitado con las heladas. Genzo la tomó de la mano con suavidad y la llevó hasta una banca de jardín bordeada por algunos arbustos, ubicada en una terraza interior que les confería cierta privacidad; no debía de haber mucha gente en el hotel de alta categoría porque no se habían topado con alguien hasta ese momento, lo cual era perfecto para sus planes de hablar en privado. Hasta ellos llegó, disminuido por el ruido del agua que caía de la fuente que se encontraba en el centro de la terraza, el sonido de los cláxones de los automóviles y del tráfico general del día. Lily iba a pedirle a Genzo que le dijera de una vez lo que tenía que decirle pero él se le adelantó al besarla en los labios, aprovechando que estaban a solas. Lily cerró los ojos y disfrutó del momento, de verdad que había extrañado a su novio y era agradable volver a tenerlo sólo para ella, aunque fuese por un momento.
- En serio que me haces falta cuando no te tengo cerca.- Genzo le acarició el rostro cuando se separaron.- No me había dado cuenta de eso.
- Muy bien, Wakabayashi, ¿vas a decirme qué es lo que te pasa o voy a tener que averiguarlo por mi cuenta?.- bufó Lily, ofuscada.- No creas que no me doy cuenta de que estás dándole largas al asunto. ¿Qué es lo que te pasa? Tú no eres tan meloso ni sueles retardar las cosas.
- Lo siento.- él lució avergonzado.- Pensé que sería más fácil decirte lo que tengo que decirte, no dejo de repetirme que tú eres una mujer fuerte que desea verme triunfar y que por eso aceptarás bien lo que voy a contarte pero en cuanto te vi me di cuenta de que soy yo el que se va a resistir a esto.
- Vas a irte del Hamburgo.- dijo Lily, mirándolo a los ojos.- Es eso, ¿no?
- He decidido ya que quedarme en el Hamburgo no es una opción, ni a corto ni a largo plazo.- asintió Genzo, serio.- La situación es totalmente insostenible para mí así que es hora de buscar nuevos horizontes, Yuri, y ya he elegido el equipo al que voy a marcharme.
- ¡Oh!.- a Lily se le fue el alma a los pies al comprender lo que eso podía significar.- Eso quiere decir entonces que vas a irte de Alemania…
- Sí, voy a irme de Alemania.- asintió Wakabayashi, tomando la oportunidad que se le presentó.- Pero no de la forma en la que tú crees. Como no estoy jugando con el Hamburgo gracias a las decisiones de Zeeman, el entrenador Kira, de la selección olímpica de Japón, me ha pedido que regrese para las eliminatorias asiáticas. Voy a irme de Alemania para jugar para Japón, Yuri.
Lily se quedó en shock al escucharlo. Jamás se le pasó por la mente la idea de que a Genzo pudieran convocarlo para jugar con Japón, no cuando la Bundesliga estaba en plena actividad. Si él hubiese seguido de titular con el Hamburgo, el señor Kira ni se hubiera tomado la molestia de convocarlo, pero ahora que el joven no jugaba se habían abierto las puertas para otras posibilidades. Ella sintió que las lágrimas comenzaban a nublarle los ojos y se giró para que Genzo no la viera de frente.
- No voy a irme para siempre.- añadió él, ofuscado al darse cuenta de que ella reaccionó tal y como lo temió.- Voy a volver por ti. De verdad que te pediría que te fueses conmigo a Japón pero sería muy egoísta el hacerlo.
- ¿En serio lo harías?.- Lily olvidó su resolución y lo miró a los ojos.- ¿Me pedirías que me fuese contigo a Japón?
- Te pediría que fueras conmigo hasta el fin del mundo si supiera que no te hago daño con eso.- respondió Genzo, con sinceridad.- Pero sé bien que tu futuro está aquí en Múnich, no soy capaz de pedirte que lo abandones por mí.
- Me iría contigo si me lo pidieras.- confesó ella, parpadeando para contener las lágrimas.- Te mentiría si te dijera que lo haría sin vacilar porque no sería así, primero dudaría mucho en dejar todo aquello por lo que tanto trabajé pero al final quizás acabaría por seguirte.
- Y por eso es que no te lo pienso pedir.- él le limpió las lágrimas con los dedos.- No pienso hacerte decidir entre mi carrera y yo porque sé que tú no me harías eso a mí. Vine aquí a decirte que voy a irme a Japón porque ganar la medalla de oro en unos Olímpicos también forma parte de mi sueño, pero también quiero que sepas que voy a volver a Alemania porque la otra parte de lo que deseo está aquí.
- ¿Qué otra parte?.- preguntó Lily.
- Tú.- Genzo sonrió y la abrazó con fuerza.
Lily dejó que él la envolviera con sus brazos; después de unos minutos él pegó sus labios al oído femenino y susurró unas palabras en ellos, una frase sencilla que automáticamente le devolvió a ella todas las esperanzas.
- ¿De verdad?.- Lily lo miró, ilusionada.- ¿Me lo estás diciendo en serio?
- Sí, estoy siendo sincero.- aceptó Genzo, con una pequeña sonrisa.- Pero quiero que esto sea un secreto entre tú y yo, por el momento, ya que es algo que no pienso hacer público hasta la mitad de la temporada. Es algo que prácticamente ya tenía decidido desde hace tiempo pero creo que me resistía a aceptarlo, no entiendo bien la razón.
- Porque te gusta complicarte la existencia en ocasiones, Gen.- ella soltó una risita.
- Supongo que sí, a veces me gusta hacerlo.- él se avergonzó un poco.- Quiero entonces que éste sea nuestro secreto, ya hay suficientes habladurías sobre nosotros como para provocar una más.
- Una que además sería cierta.- Lily fingió sentirse ofendida.- Pero tu petición me indigna, Gen. ¡No es necesario que me lo pidas para que no revele lo que me acabas de decir, es obvio que no lo haría ni aunque no me lo aclararas!
- Lo siento, lo siento, es la costumbre.- Genzo se disculpó aunque sabía que ella no estaba ofendida; ambos rieron un momento tras lo cual él volvió a ponerse serio.- De verdad no quiero que pienses que esto es un adiós porque no lo es, Yuri. Voy a ir a Japón porque allá soy útil, allá podré jugar, cosa que no estoy haciendo aquí. Mi meta es convertirme en el mejor portero del mundo y para eso debo ganar todos los torneos, quiero que Japón destaque en todos los eventos futbolísticos existentes y eso incluye obtener la medalla de oro en los Olímpicos. Por eso me iré, debo conseguir esa meta pero eso no significa que no tenga otros objetivos en Europa.
- Gen, no necesitas justificarte conmigo.- Lily lo miró con dulzura.- Me enamoré de ti precisamente porque eres un hombre que quiere comerse al mundo y al aceptar estar contigo acepté también que nos tendríamos que separar en algún momento porque cada uno tiene sueños qué perseguir. De momento me dolió saber que te irás al otro lado del mundo, no lo pude evitar, pero estoy consciente de que eso es lo que tu corazón te dicta y lo apruebo, así como sé que tú aceptas que yo decida quedarme en Alemania para seguir con mis planes. Está bien, Gen, estaré esperándote hasta que decidas volver.
- Ya sabía yo que reaccionarías así.- él le acarició una mejilla con ternura.- Pero así como tú no pudiste evitar reaccionar con dolor al saberlo, yo no pude evitar temer por tu reacción. Al final creo que los dos siempre hemos sabido cuáles son los deseos y los pensamientos del otro.
- Totalmente, Wakabayashi.- Lily sonrió.- Para personas como tú y yo, el mundo no es un lugar lo suficientemente grande como para separarnos.
Por respuesta, Genzo volvió a besarla en los labios. Mientras disfrutaba del beso, Lily se alegró de haber llevado consigo el llavero pues no sabía cuándo volvería a tener otra oportunidad para dárselo a Genzo. Muy en el fondo, la chica sabía que su separación sería mucho más larga de lo que ambos creían.
Notas:
- El hotel De Angelis es creación de Elieth Schneider.
