Capítulo 36.

Múnich.

El jefe del área de mantenimiento se sintió ofuscado por tener a la estrella del Bayern Múnich a su cargo; no entendió muy bien el por qué Rudy Frank había enviado a su hijo con él a que hiciera labores de reparación y no estaba muy seguro de querer encargarle trabajos pesados, a pesar de saber que el entrenador Schneider era de los que ponían a sus jugadores a colaborar con la limpieza de los vestuarios (una cosa era que el entrenador los obligara y otra muy diferente que lo hiciera una persona de otra área). Obviamente, al final al hombre no le quedó más remedio que seguir órdenes superiores así que le ordenó a Leonardo que se hiciera cargo de la situación.

- ¿Y qué se supone que debo hacer con el Káiser?.- cuestionó Leonardo, alterado.- ¿Le pongo una sillita para que me vea trabajar sin cansarse?

- Que te ayude a transportar los bultos de fertilizante para el campo E, es un trabajo que debe hacerse entre dos personas, como mínimo.- .- respondió el jefe.- El joven Schneider no es un inútil.

- No me consta, sólo sé que es futbolista profesional y, como tal, los futbolistas profesionales no hacen labores de mantenimiento.- replicó el mexicano, frunciendo el ceño.- No vayan a lesionarse sus piernas valoradas en millones de euros.

- No conoces al entrenador Schneider, ¿verdad?.- el jefe miró a Leonardo con extrañeza.- Él no tiene reparos en poner a sus jugadores a hacer labores de limpieza.

- Sí, pero una cosa es hacer limpieza y otra muy distinta hacer reparaciones.- insistió Leonardo.

- Haz lo que te digo y llévate al joven Schneider a trabajar.- cortó el hombre.- Además, por lo que sé, fuiste tú el que le dijo al entrenador Rudy Frank que el Káiser se merecía un castigo así que ahora te haces cargo de él.

- ¿Qué? ¿Quién le dijo eso?.- Leonardo se sorprendió.- ¡Cómo son chismosos en este lugar, caray!

Así pues, al final del entrenamiento Leonardo le dijo a Karl que lo acompañaría a transportar los bultos de fertilizante cuando éste lo buscó para saber en qué iba a trabajar; el alemán iba con buena actitud y, para demostrar que no tenía intenciones de quedarse sin hacer nada, se había puesto ropa cómoda y vieja. El mexicano sinceramente esperaba encontrarse con alguien muy renuente a trabajar pero en vez de eso notó que Schneider aceptaba cualquier petición que le hacía, estando muy dispuesto a realizar labores pesadas a pesar del riesgo que eso podría conllevar para su estado físico.

- No sé si será buena idea que me ayudes a cargar los bultos, bastará con que me ayudes a trasladarlos en la carretilla.- dijo Leonardo, tras ponerse una faja para proteger su columna.- No vaya a ser que te lesiones y que el entrenador Schneider me corra por lastimar a su jugador estrella.

- Oye, no soy tan inútil como crees.- protestó Karl, molesto.- Puedo hacer cualquier actividad física que se requiera.

- Yo no he dicho que seas inútil, sólo que podrías lesionarte.- replicó Leonardo aunque sí lo pensaba.- Pero tengo que decir que me sorprende que la estrella del Bayern Múnich, el Káiser de Alemania, haya aceptado sin protestar la orden de trabajar para el área de mantenimiento, creí que harías alguna especie de berrinche a lo Cristiano Ronaldo, quejándote de que estas labores son demasiado poca cosa para alguien de tu nivel.

- Vuelves a compararme con Cristiano Ronaldo y te romperé la cara con mi Fire Shot.- dijo Karl, más enojado que antes.- ¿Qué clase de persona crees que soy?

- Ninguna, realmente, no te conozco más allá de lo que me ha dicho Marie sobre ti.- contestó Leonardo, sin pensar.- Sólo me estoy guiando por el hecho de que eres futbolista profesional y que éstos suelen ser muy divos.

- No todos los futbolistas profesionales somos "divos", como nos has llamado.- bufó Karl.- Muchos somos más tranquilos y no nos creemos superiores a los demás, por tanto no nos molesta realizar tareas "normales", como transportar bultos, lo cual puedo hacer sin problemas. ¿Tienes otra faja? Voy a ayudarte a ponerlos en la carretilla.

- Seguro.- Leonardo se encogió de hombros y le entregó una faja idéntica a la suya.- Como quieras. Después de todo, aquí mandas.

- Voy a omitir eso.- Karl se abrochó la faja.- Porque me interesa más saber cuándo demonios has hablado con mi hermana para que digas que ella te ha contado sobre mí.

- Ups.- Leonardo se dio cuenta de que había metido las cuatro patas.- Quise decir que lo único que sé de ti es lo poco que me ha dicho ella y como casi no he hablado con Marie, pues no te conozco.

- No creerás que me voy a tragar eso.- replicó Schneider, con cara de que tenía ganas de golpearlo con el saco de fertilizante.- ¿En dónde, cuándo y por qué has estado hablando con mi hermana?

- Lo hemos hecho en las ocasiones en las que ella ha venido a Säbener Straße.- aclaró el mexicano, tras colocar el primer bulto en la carretilla.- Tú mismo lo has visto, Marie y yo hemos hablado delante de todos.

- Hmmmm.- Karl dudó pues el otro dijo una verdad a medias.- ¿Sólo han hablado en esas ocasiones?

- Pues claro, ¿en dónde más quieres que nos veamos?.- Leonardo trató de usar su voz más convincente.- No tengo manera de comunicarme con ella y no frecuentamos los mismos lugares, el único sitio en donde coincidimos es aquí.

- ¿Y qué hay de ese billete de cinco euros en donde le apuntaste tu número?.- insistió Schneider, sin dejar de trabajar.

- No lo sé, Marie nunca me habló a ese número, lo más seguro es que ya se haya desecho de él.- el mexicano se encogió de hombros, evitando la mirada del alemán.- Así que, como te dije, no tenemos manera de comunicarnos más que a través de mi hermana o de ti y ninguno de los dos está dispuesto a servir de intermediario.

- Por supuesto que no lo estamos.- replicó Karl, tras acomodar otro bulto en su carretilla.- Más te vale que estés diciéndome la verdad, no me gustaría que te acercaras a mi hermana, Marie es como diez años más joven que tú.

- Oye, oye, que tú y yo somos de la misma edad, ¿eh?.- protestó Leonardo, limpiándose el sudor que comenzaba a correrle por el rostro.- Si tú no le llevas diez años a Marie pues yo tampoco.

- Pero aun así ella es todavía una niña.- insistió Schneider, golpeando sin querer al otro con un saco.- Y tú eres alguien que acaba de llegar a Alemania, sin un trabajo estable ni una razón válida para estar aquí. Habiendo tantas mujeres solteras de nuestra edad, no entiendo por qué te fijaste precisamente en Marie.

- A mí me gustó Marie desde que la vi en la Estación de Trenes, yo qué iba a saber que es tu hermana, no es como si llevara un letrero colgando que dijera: "Hola, soy la hermana del Káiser, mantenga su distancia".- bufó el mexicano.

- ¿Y por eso le diste ese billete con tu número?.- reclamó Karl.

- Son mis técnicas de conquista, qué quieres, no todos podemos decir que somos el Káiser de Alemania para conseguir que alguien caiga a nuestros pies.- se mofó el otro.

- ¿Quieres dejar de burlarte de eso, por favor?.- Schneider golpeó a Leonardo por segunda ocasión aunque sin intención.- Realmente me molesta que me trates como si yo fuera de los que usan su fama para obtener lo que desean.

"Y de cualquier manera no funciona con quien uno quiere", pensó Karl.

- ¿Y tú podrías tener más cuidado?.- exigió Leonardo.- Si lo que quieres es golpearme, ahorita mismo nos rompemos la madre pero como hombres, carajo.

- ¿Rompernos la madre?.- Karl enarcó las cejas.- Ustedes los mexicanos tienen la costumbre de meter palabras en mexicano en sus frases. ¡Habla alemán, mi español es peor que el de un cerdo!

- ¿Los cerdos hablan español?.- Leonardo puso cara de extrañeza.

- Es un decir, me refiero al hecho de que no hablo mucho español, no entiendes porque no has vivido en Alemania el tiempo suficiente.- Karl frunció el ceño.- No importa, no trates de desviar el tema. ¿En verdad te gusta Marie?

- Es linda.- aventuró Leonardo.- Y muy inteligente. Y tierna. Sí, supongo que sí me gusta. ¿Hay algún problema con eso?

- Por supuesto que sí.- asintió Karl.- No me agrada que estés interesado en Marie, no sólo porque eres mayor que ella sino también porque no tienes un empleo estable ni una idea clara de lo que vienes a hacer a Europa.

- Sí, ya entendí, como soy un "don nadie" que trabaja de "multiusos", no soy digno de estar con la Princesa de Alemania, ¿no?.- ahora el indignado era Leonardo.- Menos mal que tu problema no es que yo sea mexicano.

- Ey, nunca dije que fueras "nadie", dije que no tienes una idea estable de qué vas a hacer con tu vida.- contradijo Schneider.

- ¿Y qué no es más o menos lo mismo, Joven Káiser de Alemania?.- protestó Leonardo.

- No.- negó Karl, acomodando los últimos bultos.- A mí no me importa que trabajes de obrero, pintor, jardinero, médico, abogado o de drag queen, cualquier trabajo es honrado y no porque yo sea futbolista voy a demeritarlo.

- ¿Estás hablando en serio?.- Leonardo estaba sorprendido.- No esperaría eso de ti.

- No tendría por qué mentirte.- contestó Karl, serio.- Apresurémonos a llevar esto o no acabaremos nunca.

Ambos dejaron de hablar para llevar los bultos hasta el campo E y descargarlos, operación que repitieron en dos ocasiones más. Leonardo sugirió hacer una pausa tras llevar la última tanda, cosa con la que Schneider estuvo de acuerdo.

- Tengo que admitirlo, no le tienes miedo al trabajo rudo.- comentó Leonardo, sentándose en un montón de sacos apilados.- No esperaba eso de ti.

- Supongo que no sabes que mi padre alguna vez trabajó como cargador de bultos en el puerto de Hamburgo, hace varios años, después de haber sido despedido de su puesto como entrenador.- señaló Karl, mirándolo de reojo.- A él no le pareció que fuese un mal empleo y a mí tampoco, era un salario digno y se lo estaba ganando con el sudor de su frente, así que si mi padre alguna vez tuvo que realizar labores pesadas sin protestar, no puedo hacer menos que él si es que pretendo considerarme su hijo.

- No sabía eso de tu padre.- replicó Leonardo, tras lo cual se quedó callado por algunos minutos.- Creí que siempre ha sido exitoso y famoso.

- Pues no fue así.- acotó Karl, frotándose el hombro lastimado, el cual le empezó a punzar otra vez.- Mi problema contigo no es tu trabajo, entiéndelo, es que no has dicho qué vienes hacer a Alemania y no quiero que mi hermana se entusiasme con un idiota que se va a largar en poco tiempo.

- No he dicho que vaya a largarme en poco tiempo.- negó el mexicano.- Pero reconozco que no tengo definido todavía qué voy a hacer aquí.

- ¿Cómo?.- Karl se sorprendió.- ¿Estás diciendo que llegaste a Alemania sin una razón específica? ¿Cómo rayos le hiciste para entrar al país?

- Les dije que era inmigrante y que buscaba asilo.- contestó Leonardo, muy serio.

- ¿De verdad?.- Schneider lo contempló con incredulidad.

- Por supuesto que no.- el otro se echó a reír.- No importa realmente cómo le hice para entrar al país, no estoy pidiendo limosna ni haciéndome el tonto. No le he dicho a Lily por qué estoy aquí porque no quiero que se preocupe, tuve problemas con nuestro padre y no quiero que ella lo sepa.

- ¿Qué clase de problemas?.- preguntó Karl, mientras revisaba la calidad del pasto y su nivel de crecimiento.

- No creo que los entiendas, tú siempre te has llevado bien con tu padre.- Leonardo hizo una mueca.- El mío y yo discutimos mucho últimamente porque soy una decepción para él, porque intenté estudiar medicina y no pude. Ingresé a la facultad mucho después de lo que lo hizo Lily y aunque traté de esforzarme al máximo, en algún punto me di cuenta de que eso no iba a funcionar. No tengo madera de médico a pesar de que me gusta la idea de ayudar a las personas, pero hay tanto por aprender y tanta responsabilidad que ser médico no es para mí.

- ¿Así que decidiste que lo mejor que podías hacer era venirte a Europa a ver qué encontrabas?.- completó Karl, satisfecho al ver que el césped estaba en óptimas condiciones.

- Básicamente sí.- admitió Leonardo.- No he querido decirle a Lily la verdad porque ella no lo entendería, nunca tuvo problemas ni con la medicina ni con nuestro padre.

- Pero es tu hermana y por tanto te apoyará aunque no te entienda.- contradijo el alemán.- Hay cosas de Marie que no comprendo, como su gusto por los hombres, pero aun así la apoyo.

- ¿Eso significa que vas a estar de acuerdo con mi candidatura para ser su novio?.- Leonardo tomó la oportunidad al vuelo.

- No abuses.- Karl le lanzó una mirada de enojo.- Todavía puedo romperte la cara.

- Romperte la madre, se dice.- lo corrigió Leonardo y cambió de tema.- Creo que hemos hecho suficiente por hoy, yo digo que ya puedes irte, a menos que quieras pintar las paredes de los edificios.

- Es una oferta tentadora pero voy a dejarla pasar.- Schneider sonrió a medias.

- Gracias por tu ayuda.- el mexicano se puso en pie.- Siento mucho el haberte prejuzgado, debí darte el beneficio de la duda. No he conocido a muchos futbolistas pero los pocos con los que he tratado actúan peor que princesas y pensé que tú serías igual.

- Entiendo a lo que te refieres.- Karl se acordó de Pierre Le Blanc y estuvo a punto de reírse.- Pero en Alemania somos diferentes, nosotros comprendemos la importancia del trabajo rudo, estamos conscientes de que ser futbolistas profesionales no nos exime de hacer otras labores.

- También lamento haberte comparado con Cristiano Ronaldo.- Leonardo se veía avergonzado.

- Te lo dejaré pasar por esta vez porque yo también te prejuzgué.- suspiró Karl.- Aunque eso no significa que me agrade la idea de que te guste Marie.

- Sí, eso me queda claro.- Leonardo hizo una mueca.- Tal vez estoy metiéndome en donde no me llaman pero, ¿cómo va tu relación con Elieth?

- ¿Qué te hace pensar que tengo una relación con Elieth?.- Karl respingó.

- Idiota no soy.- replicó el mexicano.- Ni tampoco lo somos los que los conocemos, sabemos que entre ustedes hay algo. ¿O necesito recordarte ese beso que se dieron a mitad del entrenamiento y por el cual estás aquí, por cierto?

- No es necesario.- Schneider bufó.- Y qué bueno que al menos alguien está seguro de que "hay algo" entre Elieth y yo porque yo no lo estoy. ¡Esa mujer es tan terca! ¡No sé qué es lo que tengo que hacer para que al fin acepte lo que siente por mí! No sirvió que me declarara delante de todos, ¿qué más quiere?

- Si me permites el comentario.- Leonardo realizó un par de ejercicios de estiramiento.- Conozco bien a Elieth y sé cómo piensa, así que puedo decirte con toda seguridad que ella te rehúye porque le intimida que seas el Káiser de Alemania.

- Es broma, ¿no?.- Karl frunció el ceño.- Dudo mucho que exista algo que pueda intimidar a una niña mimada y vanidosa como Elieth Shanks.

- Existe, porque tú debes de saber bien que debajo de esa vanidad se esconde una chica temerosa.- replicó Leonardo.- Tú eres famoso y exitoso, podrías andar con quien quisieras y tal vez Elieth piense que sólo es una más de tu lista enorme de conquistas.

- Oye, que no ando saltando de mujer en mujer.- protestó Schneider.- ¡En qué mal concepto me tienen ustedes!

- Yo solo estoy sugiriendo cuál podría ser la razón por la cual Elieth te rehúye.- Leonardo alzó ambas manos, en un claro gesto de contención.- Ella es un tanto insegura, aunque no sé por qué si no tiene motivos, pero el caso es que lo es. Y que tú seas alguien tan conocido en Europa no ayuda precisamente a su inseguridad. Sólo necesitas darle tiempo, en algún momento se dará cuenta de que sí la quieres y de que te quiere.

- ¿Cuánto tiempo? ¿Un siglo?.- preguntó Karl, con sarcasmo.- No sé cuánto tiempo más necesita esa mujer pero gracias por el consejo.

Ambos hombres se miraron unos instantes tras lo cual se echaron a reír; al final, descubrieron con sorpresa que no se desagradaban tanto como habían creído en un inicio.

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Tokio.

Genzo llegó, acompañado por Mikami, al entrenamiento que la Selección Japonesa Sub-23 tenía en el Estadio Olímpico de Tokio; si bien había personas que ya estaban enteradas de su llegada, la mayoría se asombró y emocionó al ver a Genzo, el contar con el SGGK para los próximos partidos le daría estabilidad a un equipo que tendría que demostrar su valía jugando sin sus estrellas principales.

- Kira está haciendo una gran labor con la Selección.- dijo Mikami mientras caminaban por los pasillos con rumbo al campo.- No me queda duda de que conseguirá su objetivo.

- ¿No extrañas ser entrenador de la Selección, Mikami?.- preguntó Genzo, con cierta curiosidad.- Fuiste un buen entrenador, tanto para mí como para los demás.

- Fue una buena etapa de mi vida pero creo que es momento de dejar que alguien más tome las riendas.- respondió Mikami, con una sonrisa.- Alguien más joven. Tengo el privilegio de ser el entrenador que echó a andar a la Generación Dorada y creo que con eso me basta.

- Fue una gran labor que sólo tú podrías haber terminado con éxito.- aceptó Genzo.- Yo siempre tendré presente que mucho de lo que soy ahora es gracias a ti.

- Me llenas de orgullo, Genzo.- dijo Mikami, a su vez.- Espero que siempre lo tengas presente también.

En ese momento los dos hombres llegaron al final del pasillo, en donde estaba aguardándolos una mujer que vestía un traje deportivo de color gris perla que tenía en el pecho el escudo de la JFA.

- Hasta aquí llego yo.- informó Mikami, al ver a la mujer.- Estaremos en contacto, Genzo.

- Gracias, Mikami.- asintió el otro, a manera de despedida.- Espero que nos veamos pronto.

La mujer intercambió una mirada con Mikami y después le hizo una reverencia, que el hombre correspondió, tras lo cual éste se retiró por donde vino. Mientras tanto Wakabayashi analizó a la mujer, quien era joven y bonita, de cabello negro y corto hasta los hombros y ojos cafés. No debía ser mucho mayor que Genzo, incluso parecían tener la misma edad, lo cual sorprendió al portero.

- Bienvenido, Wakabayashi.- dijo la chica cuando se quedaron a solas, al tiempo que hacía otra reverencia para él.- Soy la asistente del entrenador Kira, me llamo Hana Aizawa.

- Genzo Wakabayashi.- el guardameta la imitó.- Aunque eso ya lo debes de saber.

- Por supuesto.- sonrió ella.- Sígueme, por favor, te llevaré a los vestidores, ahí encontrarás un área con casillero para ti.

- Te sigo.- asintió Genzo, echando a andar tras la chica.

Sin que viniera a cuento, Wakabayashi recordó los amuletos que solía llevar consigo Kojiro Hyuga, dos muñecos de fieltro que representaban a versiones en pequeño del mismo Hyuga, uno vestido con el uniforme de Japón y el otro con el uniforme de la Juventus, que aparentemente habían sido regalos de su novia, una jugadora de softbol que también competiría en los Olímpicos de Madrid.

"Hyuga con novia, quién lo diría", pensó Genzo, con burla. "No creí que llegaría a ver eso alguna vez aunque supongo que lo mismo han de pensar de mí otras personas…".

Hyuga solía colgar sus "mini-yo" en sus casilleros cuando jugaba con Japón y Wakabayashi se preguntó si debería de hacer lo mismo con el llavero que le había regalado Lily. Al final se dijo que lo mantendría oculto porque no quería dar explicaciones a nadie sobre el regalo y la llave que colgaba de él.

- Hasta aquí puedo llegar yo.- Hana se detuvo frente a una puerta cerrada.- Cuando estés listo ve al campo, el entrenador te espera ahí.

- Gracias, señorita Aizawa.- contestó Genzo y miró fijamente a Hana, experimentando al hacerlo una sensación de extrañeza que lo desconcertó aunque no supo identificar la razón.

Ese día tendría lugar el último entrenamiento que la Selección Olímpica Japonesa haría antes del partido amistoso que se tenía programado contra Nigeria, como preparación para las próximas eliminatorias asiáticas con rumbo a los Juegos Olímpicos de Madrid. El entrenador Kozo Kira hizo una pausa para hablar con sus jugadores pues quería informarlos de las buenas nuevas que tenía para paliar el estrés general. Hiroshi Jitto, uno de los pilares del equipo, se lesionó en el último encuentro amistoso contra Dinamarca, que Japón ganó por 4 goles a 2, por lo que sus compañeros se sentían inquietos ante esta ausencia al no saber que Kira tenía un as bajo la manga.

- Bien, muchachos, haremos los últimos ajustes para el partido de mañana.- de reojo, el entrenador vio llegar a Hana, quien le hizo una seña con la cabeza.

- ¡Sí, señor!.- respondieron los demás, a coro.

- Para cubrir la ausencia de Jitto, que está lesionado, se reincorporará un refuerzo al equipo.- continuó Kira.

- ¿Qué cosa?.- exclamaron los demás.- ¿Otro refuerzo?

- Así es.- asintió Kira, esperando a que dicho refuerzo hubiese entendido la indicación.- Este jugador es…

Genzo supo que ésa era su señal y avanzó con seguridad hacia el sitio en donde estaba reunido el equipo, causando asombro en más de uno.

- ¡Wakabayashi!.- gritaron sus compañeros, muy sorprendidos.

- Hola.- los saludó Genzo, con una sonrisa de autosuficiencia.- Mucho tiempo de no verlos.

- ¡Wakabayashi!.- exclamó Taro Misaki.- Deberías de estar en Alemania, ¿por qué estás aquí?

- Porque he decidido jugar en el partido que tendrá lugar aquí mañana.- respondió Genzo.

- ¿En verdad?.- los más sorprendidos eran sus compañeros de la primaria.

- Así es, como no ha estado jugando para su equipo últimamente, pensé que sería apropiado el traerlo para acá.- intervino Kira.- Ya sé que dije que no convocaría a ningún japonés que estuviese jugando en el extranjero pero debido a este detalle es que hice una excepción con Wakabayashi.

- Sí, así fue, por eso estoy aquí.- aceptó Genzo.- Nigeria ganó los Juegos Olímpicos en Atlanta, como saben; subsecuentemente, Europa se interesó en el desempeño de Ochado, una de sus estrellas, quien actualmente juega en el París Saint Germain y es mi deseo el enfrentarme a él mañana ya que no he tenido la oportunidad de hacerlo en Europa.

(N/A: El Golden 23 se empezó a publicar en el 2005, en esa época los Olímpicos de Atlanta 1996 estaban aún frescos en la memoria de muchos).

- Muy bien, Wakabayashi.- Hikaru Matsuyama hizo un gesto de aprobación.- ¡Eres bienvenido!

- ¡Excelente! ¡Con el SGGK en nuestras filas, nos hemos vuelto más fuertes!.- exclamó Ryo Ishizaki.- ¡Nigeria no podrá con nosotros!

- ¡Seguro que mañana ganaremos el partido contra Nigeria!.- añadió Hanji Urabe.

- ¡Genial! ¡No importa quién sea el oponente, nosotros no perderemos!.- dijo Mamoru Izawa, feliz de volver a ver a su antiguo capitán.

- ¡Porque nosotros somos la Generación Dorada!.- gritó Misaki, con el puño en alto.

- ¡Sí!.- contestaron los demás.

Si bien era cierto que Japón se las había arreglado muy bien para jugar sin su "dios protector", el tenerlo de vuelta en la portería les producía a muchos un gran alivio, sobre todo a Misaki. Era reconfortante para éste el saber que podría lanzarte al ataque con la seguridad de que no tendría que bajar a proteger la portería. Taro estaba tan feliz por la incorporación de su amigo que se le olvidó que había estado ocultándole un detalle importante que podría hacer enojar a Genzo si llegaba a enterarse.

Wakabayashi, a su vez, volvió a distraerse con la asistente del señor Kira, quien en esos momentos hablaba con el entrenador de porteros. Genzo la miró con fijeza, tratando de identificar cuál era el problema con ella, sin conseguirlo.

- ¿Sucede algo, Wakabayashi?.- habló Ken Wakashimazu, a sus espaldas.

- ¿Eh?.- Genzo se sobresaltó.- No, sólo pensaba un poco. ¿Cuánto tiempo lleva la señorita Aizawa aquí?

- Tres meses, más o menos.- contestó Ken, tras un ligero titubeo.

- Ya veo.- fue todo lo que dijo Genzo.

- ¿Por qué te interesa saberlo?.- cuestionó Wakashimazu.

- Simple curiosidad.- Genzo se encogió de hombros.

- Wakabayashi, será necesario que te presentes al servicio médico para que te den una revisión.- ordenó el entrenador Kira.- Wakashimazu, también debes ir para que te vigilen el dolor de cabeza que has estado presentando. Hana los acompañará a ambos.

- De acuerdo, entrenador.- aceptó Genzo.

- Sí, señor.- dijo Ken a su vez.

En el camino hacia la enfermería, Genzo continuó mirando a Hana de vez en cuando, situación que no pasó inadvertida para Ken; éste estuvo tentado a preguntarle cuál era el problema con ella pero terminó por contenerse. En la enfermería el doctor Hashimoto, jefe del cuerpo médico de la Selección Olímpica de Japón, hizo pasar a Genzo a su consultorio para realizarle una evaluación exhaustiva y ordenó a la enfermera que le tomara la presión arterial a Ken. El galeno comprobó, no sin cierto asombro, que el estado físico de Genzo estaba en óptimas condiciones.

- Muy bien, Wakabayashi, tienes una salud de hierro.- dijo el doctor cuando concluyó su evaluación.- Te has mantenido en buena forma en Alemania.

- Por supuesto.- contestó Genzo.- Desde que me recuperé de las lesiones en mis manos, me he dedicado a fortalecerlas al máximo.

"Además, tengo una buena doctora que me mataría si descuidara mi salud". Dicho pensamiento le ocasionó al portero una sonrisa involuntaria.

- ¿Cómo ha resultado la evaluación, doctor?.- quiso saber Kira, quien en esos momentos entraba al consultorio.

- Wakabayashi está en excelentes condiciones, puede jugar sin problemas mañana.- contestó Hashimoto.

- Excelente.- Kira se veía satisfecho.- ¿Qué me dice de Wakashimazu?

- Su dolor de cabeza ha desaparecido y su presión arterial se ha estabilizado, parece que su molestia se debió al calor y a la poca ingesta de líquido.- informó el médico.- Bastará con que se hidrate adecuadamente para que también pueda estar presente.

- Era lo que quería escuchar, doctor.- dijo Kira al galeno para después dirigirse a Genzo.- Wakabayashi, llegas a apoyar al equipo en el momento justo. Como sabes ya, he estado metiendo a Wakashimazu a jugar como delantero, aprovechando sus habilidades en el karate para ponerlo a marcar goles y hacer asistencias pero no lo he estado utilizando todo el tiempo que yo quisiera debido a que también necesito un sólido respaldo en la portería. Contigo aquí, sin embargo, puedo usar a Ken como delantero durante todo el partido sabiendo que la meta japonesa estará bien protegida por ti.

- Tenga por seguro que así será, entrenador.- respondió Genzo.- Puede contar conmigo.

- Lo sé muy bien.- asintió Kira.

A Genzo le había sorprendido un poco el ver que su eterno rival por el puesto de portero de Japón, Ken Wakashimazu, había sido movido a la posición de delantero. Wakabayashi nunca creyó que el karateca pudiera adaptarse tan bien a otro sitio que no fuese el de arquero pero Ken había dado la sorpresa y había estado intercalando con éxito este puesto con el de delantero en un mismo partido, tal y como solía hacer Jorge Campos, aquél guardameta mexicano que brilló en los años noventa y que se hizo famoso en Japón por su manía de jugar en ambas posiciones y por sus uniformes coloridos.

- Bien, en cuanto puedas incorpórate al entrenamiento, Wakabayashi.- continuó el entrenador Kira.- Debemos acoplarte a las estrategias de defensa para el partido de mañana.

- Sólo necesito tomar unos últimos datos y estará listo.- intervino el Dr. Hashimoto.

Kira asintió con la cabeza y salió del consultorio; unos diez minutos después, el médico soltó a Genzo y éste quedó con la libertad de ir a la práctica. Afuera, Hana le daba alguna indicación a Wakashimazu con mucho profesionalismo pero Genzo podría jurar que las mejillas de la chica estaban teñidas de rojo. Algo le dijo Ken antes de marcharse que ocasionó que Hana sonriera, pero cuando Genzo se acercó lo suficiente, su compañero ya se había retirado y no alcanzó a comprender qué había sucedido.

- ¡Ah, Wakabayashi!.- exclamó Hana, saltando como conejo asustado.- No te escuché salir. Preséntate por favor con el entrenador de porteros.

- De acuerdo.- aceptó Genzo.- Gracias, señorita Aizawa.

Ambos intercambiaron miradas una vez más antes de que Genzo echara a andar; sin embargo, éste no había dado ni dos pasos cuando decidió volver, impulsado por un presentimiento.

- Disculpe, señorita Aizawa, ¿nos hemos visto antes?.- le cuestionó Wakabayashi.

- Me preguntaba si en algún momento te acordarías.- Hana rio.- Pero no puedo culparte, nos vimos pocas veces y fue hace muchos años.

- Entonces es cierto.- Genzo sonrió con cierta vergüenza.- Desde que te vi supe que había algo raro contigo pero no conseguía identificar qué era, ahora veo que es porque ya nos conocíamos desde antes.

- Tenemos una pariente en común aunque tú y yo no somos familia.- asintió Hana.- Ambos somos primos de Eriko Wakabayashi pero a través de diferente padre.

- Ya lo recuerdo.- dijo el portero.- Te apellidas Aizawa, al igual que la madre de Eriko cuando era soltera, debí haberme dado cuenta con este detalle. Discúlpame, mi memoria tarda en reaccionar en ocasiones.

- No te preocupes.- negó Hana.- Yo sí sé quién eres pero eso se debe a que eres famoso y a que Eriko no deja de hablar de su "primo futbolista que brilla en Europa", pero no esperaba que tú sí recordaras quién soy.

- Es curioso que coincidamos aquí, el mundo es muy pequeño.- a Genzo le pareció divertido el asunto.

- Si supieras cuánto.- Hana se echó a reír.

- Bien, será mejor que me apresure a ir al entrenamiento.- Genzo hizo un gesto con la cabeza.

- Y yo debo hablar con el doctor Hashimoto.- replicó Hana.- Ha sido un gusto verte de nuevo, Wakabayashi.

El portero sonrió antes de echar a andar; estaba por llegar al campo cuando se topó con Ken, quien tenía toda la pinta de haberlo estado esperando.

- ¿Qué sucede, Wakashimazu?.- quiso saber Genzo.

- ¿Cuál es tu problema con Aizawa?.- soltó Ken, sin rodeos.- Hace un rato no dejabas de mirarla.

- ¿Eh?.- Wakabayashi se sorprendió.- Pues nada, realmente, sólo me despertaba cierta curiosidad.

- ¿Piensas invitarla a salir?.- quiso saber Wakashimazu, serio.

- ¿Qué? Por supuesto que no.- negó Genzo, enfático. ¿A qué había venido eso?.- Yo tengo novia en Europa, Wakashimazu, no estoy interesado de esa manera en la señorita Aizawa, simplemente acabo de darme cuenta de que la conocí hace muchos años y no lo recordaba. ¿Hay algún problema con eso?

- Ninguno.- Ken recobró su estado de humor habitual aunque pareció avergonzarse.- Es bueno tenerte de vuelta, Wakabayashi.

- Gracias.- Genzo decidió no insistir con el asunto.- Me agrada estar aquí.

Mientras se disponía a entrenar junto con Yuzo Morisaki, el tercer portero de Japón a quien conocía desde la primaria, Genzo se dijo que era bueno estar de regreso en la tierra que lo vio nacer, aunque le hubiese gustado hacerlo en circunstancias más prósperas para su carrera deportiva.

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Múnich.

Después de varios días de trabajo muy pesados, Elieth al fin tendría una tarde de descanso y decidió aprovecharla quedándose en casa a leer un poco, o al menos ésa había sido su intención. Lily tuvo que salir de improviso a atender quién sabe qué cosa así que Elieth se había hecho ovillo en un sillón con un libro en las manos y Káiser echado a sus pies, pero no pasó mucho tiempo antes de que ella se entretuviera con las fotografías que había estado tomándole a Schneider desde que tuvo acceso a los entrenamientos del Bayern Múnich; en todas lucía como un guerrero teutón dispuesto a conquistar los campos de Europa, se veía tan atractivo que Elieth no pudo evitar soltar un suspiro.

- Si no fueras el Káiser de Alemania todo sería mucho más fácil.- musitó Elieth.- ¿Tú qué opinas, Káiser?

El gato la miró con los ojos entrecerrados, como si estuviese regañándola por su actitud tan infantil.

- Tú qué vas a saber, eres sólo un gato, medio traidor por cierto porque bien que andas de cariñoso con el enemigo.- gruñó Elieth, mientras acariciaba la cabecita del minino.- Bueno, al menos te hice caso y ya me reconcilié con Lapinette. ¿Estás feliz?

Káiser comenzó a ronronear. Elieth había hecho las paces con su mejor amiga la noche previa, cuando Lily regresó a casa. En cuanto la doctora puso un pie en su departamento, Elieth se le dejó ir y la abrazó con fuerza, enterrando su cabeza en el pecho de la chica (Lily es más alta que Elieth). Lily la abrazó y le acarició el cabello durante un largo rato, sin decir palabra, mientras Káiser se paseaba entre ambas, pegándose a las piernas de las dos chicas.

- Lo siento, Lapinette, soy un asco como amiga.- farfulló Elieth.- Te he tratado horrible y no te lo merecías.

- No eres un asco como amiga, sólo pierdes la cabeza cuando se trata de Karl y está bien.- Lily rio suavemente.- Es perfectamente normal. No te preocupes, Gatita, no estoy enojada contigo.

- ¿Segura?.- ella la miró con ojos tristes.- Si yo fuera tú, me odiaría.

- Pero no lo eres y sabes bien que nunca te podría odiar.- Lily le revolvió el cabello de la coronilla.- No pasa nada, me pone feliz saber que no estás enojada conmigo, realmente extraño a mi mejor amiga.

- Debes sentirte fatal por el hecho de que Genzo se fue a Japón y yo sólo te empeoro las cosas.- Elieth abrazó a Lily con más fuerza.- Lo siento mucho, Lapinette.

- Deja ya de disculparte.- pidió la doctora.- Mejor invítame una fondue si tan mal te sientes, tengo ganas de desahogarme con alguien porque Gen está del otro lado del mundo y no sé cuándo va a regresar.

- Tendremos fiesta de chicas para dos, entonces.- Elieth se separó y le sonrió.- Hay muchas cosas de las que tenemos qué hablar, incluyendo el futuro de tu terco novio.

Las chicas se pasaron el resto de la tarde y gran parte de la noche charlando sobre Genzo, sobre lo que Lily le dijo a Karl acerca de que ella no se iría de Alemania sólo por seguir a su novio y sobre sus temores para el futuro de su relación. Elieth le dijo a su amiga lo mismo que ya Schneider le había comentado, que no se preocupara por esas cuestiones antes de tiempo porque Genzo era del tipo de los que nunca quitaban el dedo del renglón y que algo se le ocurriría para que Lily y él pudieran estar juntos sin tener que sacrificar sus carreras. Sin embargo, en algún punto la conversación acabó girando hacia Schneider y Elieth al fin confesó que sí estaba perdidamente enamorada de él pero que se resistía a admitirlo.

- Y es que no sé por qué rayos él querría estar conmigo, pudiendo salir con la Hedy Lims.- protestó Elieth, mientras compartía una fondue con Lily.- O con Olga Schwartz o con cualquier actricilla famosa.

- Olga Schwartz podría ser su madre, no inventes.- replicó Lily, elevando los ojos al cielo.- ¿Y Hedy Lims, en serio? Si ya los labios del Káiser te dejaron muy en claro que no es su tipo.

- Supongo que no pero no lo digas así.- admitió Elieth, ruborizándose al recordar el beso en Säbener Straße.- Pero de cualquier manera hay muchas otras mujeres más famosas y mejor dotadas que yo, ¿qué me asegura que en algún momento Schneider no querrá salir con alguna de ellas?

- Que Karl es un buen muchacho y lo sabes.- respondió Lily, armándose de paciencia.- Su amor por ti es sincero, deja ya tus inseguridades de lado, eres una chica inteligente, hermosa y muy, pero muy en el fondo, tierna; Karl ha sabido ver todo eso y por eso es que quiere estar contigo. ¿Quieres dejar de ser tan tarada y ya arreglar esta situación? Que ya llevamos treinta y seis capítulos y todavía no puedes decidirte. ¿No crees que ya tardaste demasiado?

- Sí, pero no conocí a Schneider en el capítulo uno, ya deja de presionarme.- gruñó Elieth, frunciendo el ceño.

A pesar de esto, la rubia sabía que Lily tenía razón, no tenía motivos para seguir dudando de Karl, sólo faltaba que se decidiera a declarar su amor por él pero la sola idea hacía que le temblaran mucho las piernas. Antes de quedarse dormida esa noche, Elieth se dijo que tendría que ir pensando en alguna manera de acercarse a Karl para hablar muy seriamente, había llegado el momento de dejar de darle vueltas a ese asunto.

Sin embargo, pronto Elieth descubriría que no tendría que esperar demasiado para declararle sus sentimientos al Káiser. La tarde siguiente, después de haber pasado un buen rato contemplando las fotografías de Karl, a la francesa le empezó a dar hambre y decidió hacerse unas palomitas de maíz sin mantequilla para comérselas mientras continuaba suspirando por el Káiser; estaba sirviéndolas en un cuenco cuando se abrió la puerta de su departamento, sin previo aviso. Sorprendida porque creyó que Lily llegaría más tarde, se asomó a ver qué pasaba y casi deja caer el cuenco al darse cuenta de que el recién llegado no era otro más que Schneider. Éste, que iba con las mejores intenciones, no pudo evitar admirarla al ver que sólo llevaba puestos una camiseta de tirantes y un par de shorts muy cortos y ajustados, como solía vestirse Elieth cuando estaba descansando en casa.

- ¿Pero qué demonios?.- soltó ella, atónita.- ¿Cómo pudiste entrar a mi departamento?

- Eh, luego hablaremos de eso.- respondió Karl, avergonzado.- Espero no haber llegado en mal momento.

- ¿Es broma? ¡Ni siquiera deberías de estar aquí!.- gritó Elieth, enojada, mientras Káiser saludaba al recién llegado.- ¿Quién carajos te dio llaves? ¡Argh, no sé ni para qué pregunto si ya sé quién fue! ¡La voy a colgar en cuanto la vea!

- No te enojes con Lily, por favor.- pidió Karl, después de acariciar al gato.- Ella me prestó sus llaves porque he llegado al desesperado punto en el que ya no puedo hablar contigo si no es metiéndome a tu departamento como un vulgar intruso. ¡Mira a qué extremos me has llevado, meine Kleine!

- ¡Ah! ¿Se supone que eso es mi culpa?.- la chica dejó el tazón de palomitas en la mesa.- ¿El padre de quién fue el que me prohibió ir a los entrenamientos?

- El castigo del entrenador vino a raíz de la queja de Leonardo Del Valle, te lo recuerdo.- replicó Karl.- Además, mi padre sólo te prohibió ir si no tenías algo qué hacer pero bien podrías esperarme al terminar tu turno para poder hablar. O también podrías contestar mis llamadas.

- Sí, bueno.- Elieth jugueteó con un mechón de pelo.- Tenía mucho en qué pensar antes de hablar contigo.

- ¿Pensar en qué?.- Schneider se acercaba a ella con sutileza.- Te dije claramente que a quien quiero eres tú. ¿Qué hay qué pensar con respecto a eso? No eres para nada el tipo de mujer que caería con un hombre que le dice que está enamorado para llevársela a la cama. ¿De qué me serviría decírtelo si no fuera cierto?

- Supongo que de nada.- Elieth se ruborizó.- Pero de cualquier modo el entrar a mi departamento con llaves ajenas es un truco bajo hasta para ti, Schneider, y lo sabes.

- El fin justifica los medios, meine Kleine.- Karl esbozó una sonrisa amplia.- Al menos en determinados casos.

- Bah, si lo más seguro es que haya sido idea de esa pequeña coneja traidora.- distraídamente, Elieth comenzó a comerse las palomitas.- ¿De verdad sólo has venido a hablar conmigo?

- ¿A qué más podría venir si no?.- Karl se sentó en una silla cercana, dejando las llaves de su Porsche y las de Lily sobre la mesa.- Sólo quiero que tú me confirmes si sientes lo mismo por mí, meine Kleine, porque no quiero hacernos perder el tiempo. Sabes que te quiero, si tú no sientes lo mismo dímelo ahora y te aseguro que no te volveré a molestar.

Por supuesto que Schneider sabía que ella sí lo amaba pero su peor error sería tratarla como si estuviese seguro de eso, Elieth lo correría de su apartamento en un instante sin oportunidad a réplica.

- ¿Por qué me llamas meine Kleine?.- cuestionó ella, mirándolo a los ojos.

- Es bastante simple.- Karl sonrió con ternura.- Me nace llamarte así porque eres pequeña y… eres mía. ¿Te molesta?

- No dije eso.- Elieth desvió la mirada.- Aunque es muy improcedente de tu parte que digas con tanta seguridad que soy tuya.

- ¿Y no lo eres?.- cuestionó él, sin más rodeos.

- Ay.- ella cerró los ojos; ése era el momento perfecto para declarar sus sentimientos, era ahora o nunca.- Lamento ser tan insegura y tener que obligarte a llegar a este punto, Karl, pero… me da miedo decírtelo. Me da miedo que sepas lo que siento y que al final tú decidas escoger a alguien más…

- ¿De verdad?.- aunque Leonardo ya se lo había insinuado, el que ella le confirmara su inseguridad le sorprendió mucho a Schneider.- No entiendo la razón de tu miedo. A estas alturas hemos vivido tantas cosas juntos que debes de saber que no te lastimaría. No me interesa andar con una modelo ni con una actriz, quiero a una mujer segura de sí misma que sepa bien lo que quiere en la vida, por eso es que tú me gustas, Elieth Shanks. Nos complementamos bien, hay química entre nosotros y hemos pasado buenos momentos juntos. ¿No es eso suficiente para hacerte ver que estamos juntos en esto?

Karl fue tan sincero que a ella le dieron ganas de gritar de puro gusto; avergonzada, Elieth escondió la cara entre las manos y se echó a reír nerviosamente. Schneider se dio cuenta de que al fin ella estaba bajando sus barreras.

- Estoy enamorada de ti, Karl Heinz Schneider.- confesó ella, sin destaparse la cara.- Y yo sé que tú lo sabes desde hace mucho tiempo pero temo que juegues conmigo y me rompas el corazón.

- Empiezo a darme cuenta de eso.- suspiró Karl.- No lo quise creer cuando noté las primeras señales pero ahora veo que es verdad. Sólo puedo pedirte que confíes no sólo en mis sentimientos sino también en los tuyos, Elieth, yo puedo prometerte que no te lastimaré pero al final esto sólo funcionará si tú decides arriesgarte a confiar en mí. ¿Crees que lo que hay entre nosotros vale la pena como para que decidas confiar en el hombre más mujeriego y casanova de Alemania, según la prensa?

Elieth se echó a reír a carcajadas con la broma y Karl la acompañó; ambos compartieron un momento íntimo, de ésos que sólo tienen las personas realmente enamoradas, lo que le devolvió las esperanzas al alemán.

- Ahora que lo dices así, me siento bastante idiota.- confesó Elieth, más relajada.- Es obvio que no eres un casanova, no sé ni por qué tengo tanto temor.

- Entonces, ¿vas a darnos una oportunidad?.- Karl la tomó de las manos a través de la mesa.

- Supongo que sí.- respondió ella, en voz baja.

- Bien, esto es un gran avance.- sonrió Karl y se puso en pie, echando a andar hacia la puerta.- Pero creo que debo irme ya, le prometí a Lily que no abusaría de su confianza. Espero verte mañana, meine Kleine.

- ¡No, no te vayas!.- Elieth corrió tras él y lo abrazó por la espalda.- No tienes por qué irte… Quiero que te quedes conmigo, por favor.

- ¿Estás segura?.- Karl se giró para abrazarla de frente.

- Muy segura.- ella lo miró a los ojos.- Quédate conmigo.

Ella no necesitaba pedírselo dos veces; él tomó el rostro de la chica con suavidad para besarla, primero con mucho amor y después con mucha pasión. Las manos de ambos juguetearon por encima de la ropa, buscando el punto de quiebre para desatar el deseo oculto en la piel desnuda.

- ¿Vamos a tu habitación o prefieres acusarme primero de acoso para no perder la costumbre?.- preguntó Karl, en una pausa.

- Eres un idiota.- riendo, Elieth lo tomó de la mano y lo llevó a su cuarto, en donde empezaron a desnudarse entre besos ardientes y risas de placer.

Por primera vez Karl supo lo que era amar a esa mujer sin prisas ni contratiempos, sin el miedo de que a medio camino ella se arrepintiera. Elieth se le entregó con toda la verdad de su ser, afirmando con su cuerpo lo que ya le había dicho con palabras. El sexo era muy bueno cuando se hacía con lujuria, pero era exquisito cuando se realizaba con amor.

- Esta noche será sólo nuestra, meine Kleine.- susurró Karl cuando entró en ella.

Elieth respondió con un jadeo de placer.

Mucho rato después, Lily llegó al departamento y se preguntó si debía tocar o esperar a que alguien saliera. Descubrió con sorpresa que la puerta de entrada no estaba bien cerrada (seguramente Karl la dejó abierta al llegar), así que entró con cautela y sin hacer ruido.

- ¿Hola?.- preguntó, en voz alta.- ¿Hay alguien? ¿Gatita? ¿Káiser estás aquí? Cualquiera de los dos, ya sea el humano o el animal.

Al escuchar su nombre, el gato salió maullando de la habitación de Elieth, cuya puerta estaba entreabierta; Lily se asomó y alcanzó a darse cuenta de que el felino había estado echado sobre un montón de ropa que definitivamente era de hombre. La chica notó también que sobre la mesa de vidrio estaban las llaves de un Porsche y ella supo entonces que Schneider seguía ahí.

- Esto sin duda es una buena señal.- comentó Lily, feliz.- Ven, Káiser, vamos a darles un poco de privacidad.

La chica cerró con cuidado la puerta del cuarto de Eli y le dio de comer al gato, tras lo cual se escabulló a su habitación para conectarse a Internet y entablar una video llamada con Genzo; en Japón eran las cinco de la mañana pero ella sabía que él ya debía de estar despierto, el portero solía levantarse muy temprano y más en un día de partido. Genzo sonrió ampliamente al ver a Lily y ella se sintió feliz y aliviada a partes iguales.

- Buenos días, Yuri.- saludó Genzo.- Aunque allá aún debe ser de noche.

- Sí, las once de la noche, Gen.- respondió ella, con una sonrisa.- Buenos días para ti también. ¿Ya estás listo? Hoy es el gran día.

- Lo estoy.- asintió Wakabayashi.- El equipo tomó muy bien mi regreso, ya estamos preparados para vencer a Nigeria.

- Así se habla.- Lily le aplaudió.- Sé que lo van a hacer muy bien. ¿Qué tal está todo por allá? ¿Es como lo recordabas?

- Es diferente y a la vez sigue siendo lo mismo.- contestó Genzo.- Ha sido agradable volver a ver a mis compañeros de Selección aunque estamos muy lejos de ser como esos niños llenos de sueños que alguna vez fuimos.

- Todos crecemos y cambiamos, Gen.- dijo Lily, con dulzura.- Aunque me imagino que tú sigues siendo tan terco como cuando eras niño.

- Te equivocas, doctora.- replicó Genzo, mordaz.- Antes era mucho peor.

- ¡Y mira que eso ya es mucho decir!.- se burló ella.- Me alegra que tu regreso haya sido bueno.

- Mucho mejor de lo que creí.- el portero se rio por la burla a pesar de sentirse avergonzado.- Y será mucho mejor cuando ganemos hoy. Sigo con la idea de traerte a Japón para la época en la que florean los cerezos, Yuri, es un espectáculo digno de ver, quizás podamos hacerlo para la próxima primavera.

- Eso me gustaría.- aceptó Lily, mientras acariciaba a Káiser.- Tengo muchas ganas de conocer tu país, Gen.

- Entonces es un compromiso, doctora.- Genzo sonrió.- No vayas a olvidarlo.

- Nunca lo haría.- respondió Lily, mandándole un beso.

La pareja continuó hablando durante un rato más; Genzo le contó a Lily acerca de las sorpresas que tuvo con algunos de los integrantes de la Selección Japonesa y, a su vez, Lily le informó sobre el estado de la relación entre Karl y Elieth. Así mismo, ella le aseguró al portero que vería el partido por Internet y que Schneider, Levin y Sho también lo harían. Wakabayashi dijo entonces que tendría que esforzarse al doble, sabiendo que su actuación sería tan ampliamente seguida por tan severos jueces. Lily se despidió con otro beso lanzado y él deseó que ella pudiera estar en Japón para apoyarlo pero se cuidó de bien de no hacérselo saber, no quería hacerla sentir incómoda. Por supuesto, Genzo evitó mencionar a su padre, mientras éste no diera señales de vida no había motivo para preocupar a su novia.

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Hamburgo.

Bárbara Schmidt reabrió su cuenta de Facebook de manera imprevista para subir una fotografía con un mensaje que no tardó en volverse viral. En dicha foto, la pelirroja le daba un beso en la mejilla a un Hermann Kaltz muy sonriente, quien miraba a la cámara con cara de que no podía creer en su buena suerte. El texto que acompañaba a dicha imagen tan sorpresiva era el siguiente:

"En las últimas semanas, he sido objeto de ataques, insultos y burlas en mis redes sociales por parte de muchísimas personas desconocidas, por el único y estúpido motivo de haber cometido el 'pecado' de enamorarme de un hombre al que muchos consideran como 'poco atractivo'. Basándose en nada más que en un montón de prejuicios idiotas, la gente concluyó que soy una interesada oportunista por el hecho de ser más atractiva que dicho hombre. Fue gracias a estos prejuicios estúpidos y al centenar de ataques que recibí que me costó trabajo darme cuenta del maravilloso hombre que tengo a mi lado y al cual estuve a punto de perder por mi inseguridad y estupidez, por permitir que un grupo de personas que no conozco, que no me mantiene y que no colabora en absolutamente nada con mi vida decidiera qué debía y qué no debía hacer. A todas esas personas que me juzgaron sin conocerme, que decidieron que yo estaba actuando mal sin tomarse la molestia de preguntarme mi versión de los hechos, quiero decirles que su veneno y su odio no podrán contra un amor sincero. Sí, aunque a ustedes les sorprenda, Hermann y yo estamos enamorados y hemos decidido comenzar un noviazgo. Pueden ustedes pensar lo que quieran y gusten, que soy una oportunista y que uso mi belleza para quitarle a un hombre exitoso su dinero, realmente ya no me importa lo que tengan qué decir de nosotros, serán ustedes los que se pudran en vida con tanto veneno, Hermann y yo somos tan felices que sus dardos ponzoñosos ya no podrán dañarnos".

La fotografía tenía miles de favoritos y otros tantos de frases de apoyo, siendo compartida por tantas personas que en pocas horas ya había causado furor a nivel mundial. Los amigos de la pareja, que habían sido testigos del dolor que terceras personas malintencionadas les causaron, no pudieron hacer menos que festejar. ¡Este triunfo era sin duda tan bueno como cualquiera obtenido en el fútbol!

Notas:

- Hana Aizawa es un personaje creado por Lily de Wakabayashi. Originalmente Hana era la hermana menor de Genzo pero actualmente ella ya no es una Wakabayashi.

- En Alemania, para decir que se es malo en una actividad se acostumbra a compararse con un cerdo, similar a lo que dijo Schneider cuando quiso dar a entender que su español es malo.

- En el manga, Marie Schneider es de seis a siete años menor que Karl pero para este fanfic acorté esa diferencia a cinco años para que no sea ilegal que Leonardo esté con ella, considerando que éste es de la misma edad de Karl, por eso es que aquí Marie tiene dieciocho años cuando debería de tener dieciséis.

- El Estadio Olímpico de Tokio fue demolido en el 2015 pero lo voy a utilizar porque su sustituto se abrirá hasta el 2019 y no quiero mandar a la Selección a Saitama.

- A partir de aquí, lo que suceda con los futbolistas que se quedaron en Alemania será invento mío ya que el manga Golden 23 sólo se enfoca en los japoneses.