Enemigo primordial
Capitulo 4
La mañana se alzaba en la ciudad de Nueva York, señal de que el dios Ra, una vez más, había cruzado la Duat para así dar inicio al ciclo diario y llenar el mundo con los cálidos rayos del astro rey. Como todas las mañanas, Carter Kane, uno de los magos más poderoso de todos y faraón de La Casa de la Vida, se despertaba con los rayos solares, y se incorporaba de la cama despacio, mientras pasaba las manos por su cabeza. Era un joven de unos 16 años, con pelo moreno y piel tono café, con ojos marrones.
-Hoy será un día duro…- murmuró, mientras se levantaba.
Como faraón que era, se suponía que estaba al mando de todos los Nomos, o casas mágicas, en las que vivían magos egipcios, aprendices de magos, escribas, animales mágicos, y todo un elenco de personas, sobre todo si se trata de un Nomo grande. Los mismos estaban controlados por La Casa de la Vida, una organización fundada por el dios Thot hace cinco mil años, y que estaba bajo el mando, o eso se suponía, de Carter. Aun así, él estaba a cargo del Nomo 21º, donde vivían, junto a su hermana menor Sadie, de 13 años. Además, tenían unos cuantos aprendices con ellos, aunque ellos mismos tenían aún mucho que aprender, por eso su tío, Amos, solía trabajar con ellos en sus hechizos. Y por supuesto estaba Zia, su pareja, y con quien estaba ya desde hacía unos cuantos meses. Con ese pensamiento en la cabeza se metió en la ducha, se bañó, y cuando se hubo duchado, se secó y se puso sus ropas de lino cortas, porque en el interior del Nomo contaban con el cálido clima de Egipto, al contrario que en el exterior, que bien podía estar granizando, y todo gracias a la magia de su hermana. Tras salir del baño, bajó las escaleras, y se dirigió a la cocina.
-Buenos días- saludó. Allí estaba Walt. Era un chico alto como una torre, de pelo negro y piel oscura con ojos café, y se trataba de un sau, es decir, un creador de amuletos, y uno bastante bueno.
Carter, por su parte, usaba magia de combate. Dentro de los magos también existían los sanadores, como Jaz, una de las chicas del Nomo que estudiaba con ellos. Pero la mayor habilidad de Walt, sin duda, era aguantar a Sadie. Y es que ellos dos eran pareja. Mejor dicho, ellos tres, porque en el interior de Walt residía el poderoso dios Anubis, que también sentía un profundo amor por la joven. Efectivamente, los dioses de Egipto, para caminar por la Tierra, necesitan de un recipiente humano, y en el Nomo 21º eran expertos en eso.
-Carter…- murmuró. Desde hacía unas semanas estaba más reservado de lo normal e iba y venía muy a menudo a la Sala de los dioses, donde se reunía con el resto de sus parientes, aunque nunca hablaba de esas reuniones.
-¿Estás bien? Te noto tenso- le dijo el otro, mientras le tendía un café. Walt negó, mientras se atusaba algo el pelo.
-Los dioses están nerviosos, Carter. Algo se remueve en las sombras- respondió el aludido, y simplemente se acercó a una silla y se sentó, invitando a Carter a hacer lo mismo.
Cuando se hubo colocado en frente, le invitó a seguir hablando- Ya sabes que los dioses de Egipto estamos… bueno, digamos que algunos están en un estado algo malo- empezó- Siglos y siglos de vida le sientan mal a cualquiera, Ra es el claro ejemplo- a eso el joven mago no pudo más que asentir.
Hasta hacía muy poco, el dios más importante del panteón egipcio era un anciano senil que solo alcanzaba a decir zarigüeya, hasta que le devolvieron a la normalidad en una misión suicida que les llevó a atravesar la Duat con un barco que apenas flotaba y en la que no fracasaron de milagro gracias a la intervención de Nut, la diosa del cielo.
-Hasta ahora, a los dioses que estaban en los Acres Soleados, el asilo de dioses en la Duat, le habían importado más bien poco lo que pasaba. Pero incluso ellos, a pesar del estado en el que se hayan, están notando lo que pasa, y están tensos- aseguró.
Carter asintió algo nervioso- ¿Tan malo es? No se pusieron así ni con Apofis- murmuró, a lo que el dios simplemente ladeó la cabeza.
-Esto es peor que la serpiente del caos, si Ra está en lo cierto- afirmó Anubis. Carter iba a responder cuando por allí apareció Sadie, con cara de sueño.
Rápidamente ambos cambiaron el semblante para evitar preocupar a la más joven, aunque eventualmente se tendría que enterar.
-Que pereza de vida…- murmuró, mientras se sentaba adormilada en una silla. Carter sonrió algo.
-Hoy viene a vernos Bast, ¿recuerdas?- le dijo, a lo que su hermana asintió- Ya, pero da pereza entrenar- respondió, para después beber.
Según los minutos pasaban por allí iban pasando los habitantes de la Casa de Brooklyn, algunos eran niños de corta edad mientras que otros ya eran adolescentes, pero ninguno pasaba de los 17 años. Sólo había un adulto, Amos, y no siempre estaba con ellos. Precisamente Carter pensaba en él cuando apareció por la puerta. Era un hombre alto, de pelo negro largo con rastas y piel café, siempre tenía un traje con una gabardina azul y un sombrero en la testa.
-¿Aun así, niños?- preguntó, cruzándose de brazos al ver a los dos hermanos allí. Estos se levantaron rápidamente y salieron por la puerta, así que el único que quedaba era Walt.
El hombre se fijó en su semblante- Tenemos que hablar, Amos- le dijo el chico. Este le miró curioso- Pero será mejor que todos estemos delante- añadió, a lo que el otro simplemente asintió.
Se dirigieron al salón del Nomo, donde ya estaban muchos de los jóvenes magos practicando sus hechizos. Allí estaban también los hermanos Kane, que se lanzaban magia entre ellos, Sadie con más éxito que Carter. Amos dio un silbido para llamar la atención de los más jóvenes, que en seguida se dieron la vuelta.
-Tengo noticias que daros- afirmó Walt, mientras se cruzaba de brazos. Todos le miraron expectantes.
-Desde hace unas semanas, he tenido que ir y venir de aquí a la Duat, y también al Salón de los dioses, y todo por que hay algo que se está despertando- les dijo.
Los muchachos del Nomo se miraron algo nerviosos- La Casa de la Vida está enterada de todo esto, así que no estaremos solos, pero tenemos reunión en dos horas en el Nomo 1º, en El Cairo- dijo el chico.
-¿Entonces no toca entrenamiento?- preguntó uno de los más pequeños, con una sonrisa, a lo que Walt sólo asintió.
Entonces comenzó el alboroto de los niños del Nomo, que por supuesto celebraron la decisión, y como los decibelios iban en aumento cada vez más, Amos tuvo que poner orden entre los pequeños, que como no podían quedarse solos, decidieron que estarían mejor en el parque, jugando con una persona cuidándoles, mientras ellos iban a El Cairo. Precisamente iban a elegir quien se quedaría con ellos cuando sonó la puerta. Sadie se acercó y miró por una ventana para ver quien podía ser, y sonrió al ver allí a tres personas. De un gesto, abrió la puerta, y dejó pasar a tres personajes.
-¡Bast!- saludó contenta Sadie, mientras corría hacia la diosa gata. Esta se dejó abrazar, mientras acariciaba afable la cabeza de la joven. Tenía el aspecto de una mujer joven, de pelo negro y ojos ámbar, con ropa que asemejaba al pelaje de un gato.
A su lado, estaban Bes y Taueret, dios de los enanos y diosa hipopótamo, respectivamente. Él medía apenas un metro de alto, y llevaba un simple calzoncillo donde ponía orgullo enano. Ella, por el contrario, llevaba una camisa azul con unos vaqueros, e iban de la mano.
-Yo también te he echado de menos, Kane- comentó, mientras ponía los brazos en jarra. Rápidamente los dos hermanos le cogieron en brazos y comenzaron a mantearle, ayudado por el resto, mientras gritaban su nombre, aunque poco duraron por que acabaron riéndose.
-También nos alegramos de verte, Bes…- murmuró Carter, mientras recuperaba el aliento tras tanto reír, con alguna lágrima cayéndole de los ojos por el esfuerzo.
-Me temo, chicos, que no estamos aquí por gusto- intervino Taueret entonces, mientras ayudaba a levantarse a su pareja.
La seriedad volvió al aire en seguida- Precisamente ahora nos íbamos a preparar para ir al Nomo 1º, y bueno… Pensábamos pediros a alguno de vosotros que se quedaran con los niños- comentó Sadie entonces, mientras sonreía con diversión.
Los tres dioses se miraron- Somos dioses milenarios de Egipto, ¿y nos estás pidiendo hacer de niñeras?- preguntó Bast, mientras sus ojos se posaban en los menores.
Antes de que nadie dijera nada, Taueret cogió a uno de ellos en brazos y le rascó la tripa con delicadeza, haciéndole reír- Iremos a un parque que vimos antes, ¿verdad, Bes?- le preguntó, aunque no estaba sujeto a debate.
Refunfuñando el dios asintió, mientras la otra simplemente se dejaba abrazar por algunos niños, mientras otros se le subían por los brazos y espalda, aunque a ella poco esfuerzo le costó levantarse y cargar con todos. Mientras eso pasaba, los mayores se fueron preparando para salir.
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Una hora más tarde, todos se encontraban en el exterior. Desde ahí no se podía ver nada del Nomo, pues tenía un filtro mágico que la hacía invisible al ojo inexperto, pero se encontraba a unos metros por encima de un almacén abandonado, con grandes losas de mármol y ventanas por la fachada, y un gran balcón. Como puerta contaba con una enorme madera sin ningún tipo de pomo. Tenían un barco delante de ellos bastante grande y típico egipcio que usaban para desplazarse por la Duat cuando tenían que hacer viajes largos, como era el caso. Junto a ellos estaban parte de las mascotas del Nomo 21º, el grifo de Carter, Freak, y Keops, el babuino del Nomo, y fan número uno de los Lakers.
-Cuidad de ellos mientras estamos fuera- pidió Carter a Bast, que tenía a uno de los niños escalando por una pierna.
La diosa gato rodó los ojos- Id tranquilos, pero ni que os fuerais a una misión mortal en la que no supierais cuando vais a volver…- murmuró, seria.
Walt se dio cuenta de eso, pero Anubis le pidió guardar silencio- ¿A qué te refieres?- preguntó Amos, mientras ayudaba a los chicos a subir al barco.
La diosa bostezó aburrida- Cuando lleguéis lo sabréis. Divertíos- y con eso, agarró al niño de la parte de atrás del cuello como si fuera una cría de gato y se lo llevó de allí.
Amos la observó irse, y luego llevó su mirada a Anubis- Asumo que ella se refiere a algo que sabéis- comentó, a lo que el otro asintió.
-E imagino que era algo que me querías contar- añadió. Walt permaneció unos segundos callado, con la mirada perdida.
Cuando eso pasaba, es que Anubis y Walt hablaban entre ellos, muchas veces por discusiones, aunque ayudaba que se llevaran bien y fueran amigos. Es lo que tiene compartir cuerpo, que te une con la gente.
-No podemos hablar del tema hasta que no hagamos la reunión, lo siento- dijo Walt, unos segundos después.
El adulto suspiró, el secretismo de los dioses le exasperaba- Pero ya nos has dicho que algo se está removiendo en la oscuridad- le dijo. El muchacho dios asintió.
-Cierto, pero no puedo hablar más- aseguró, tras lo cual se giró y se alejó hasta una esquina, donde se sentó y contempló en silencio el horizonte.
Amos se pasó las manos por la cara, intentando mantener la calma. Soltó el aire, y dirigió su mirada a los chicos, que ya estaban en la cubierta de la nave, listos para partir. Subió, y tomó el timón con las manos, y escribió en el aire el jeroglífico. Las velas se hincharon con viento mágico, los remos comenzaron a moverse por si mismos, y el barco comenzó a vibrar con insistencia, para, segundos después, todo cambiar. Pasaron de estar atorados en una calle normal, a verse en un río donde el agua era transparente, y, por todas partes, ver estrellas moverse, grifos volar por el cielo, y toda suerte de peces nadar por las aguas de aquel río mágico. Además, podían verse las infinitas capas que formaban la Duat. Ellos solían explicarlo como una tarta gigante en la que se podía ver desde la parte más alta hasta el mismo fondo, todo a la vez y al mismo tiempo.
-Miles de años de vida, y aún uno no se acostumbra…- murmuró Walt, mientras observaba las maravillas del reino mágico.
Amos sonrió al ver a los adolescentes maravillarse por la visión, y él también se permitió contemplar las vistas. Walt tomó entonces el timón, y condujo la nave con habilidad a través del río mágico. En su primer viaje por la Duat, los hermanos Kane habían viajado de Londres a Brooklyn en una balsa de juncos en apenas unos minutos, pero siendo Carter el nuevo faraón, aunque fuera en funciones, merecía algo mejor. Además, desde que La Casa de la Vida se había reunificado, ahora contaban con más recursos, cosa que se agradecía.
-Oye, hermana- Sadie, apoyada en la barandilla, se giró al oír la voz de Carter. Ella le invitó a hablar con un gesto- ¿Te acuerdas de aquel chico griego que conocimos? - preguntó. (1)
Ella pensó durante unos segundos, y el semblante se le iluminó - ¡Sí, me acuerdo!- exclamó. Carter se colocó a su lado, parecía preocupado.
-Creo que todo esto tiene que ver, al menos en parte, con ellos- le dijo- Seguramente coincidamos, no creo que sólo nosotros estemos notando esto, imagino que ellos también- le explicó.
Sadie asintió. Un mes antes, ellos habían conocido a un par de semidioses griegos bastante majos, y se habían intercambiado métodos de comunicación, aunque como Carter le había puesto a uno de ellos un jeroglífico de invocación en la palma de la mano, con que simplemente pensara su nombre valdría.
-¿Crees que los dioses se hayan enterado de nuestro contacto? Se supone que no tendríamos que haber entrado en contacto con ellos- comentó la rubia, a lo que Carter negó.
-No creo que sea eso. Según Horus, los dioses de ambos panteones se conocen desde hace mucho. Thot mismo mencionó en una ocasión a Hermes- le respondió el chico.
La muchacha suspiró- En cualquier caso, espero que todo se arregle pronto. Había quedado con mis chicos para ir al cine este fin de semana- comentó ella, mientras miraba de reojo a Walt.
Carter suspiró. Su hermana estaba saliendo a la vez con un mago adolescente y con un dios egipcio milenario que compartían cuerpo, lo típico. Aunque Walt no era el único en albergar a un dios. Él mismo había sido el huésped de Horus, su hermana había albergado a Isis, y el tío Amos tuvo a Set en su interior. Incluso Zia, su pareja, tuvo el privilegio de tener en su interior al todopoderoso Ra, el rey de los dioses. Todo gracias a que tenían la sangre de los faraones del Antiguo Egipto corriendo por sus venas, pues eso facilitaba el albergar a un dios. Los humanos comunes también podían, pero corrían el riesgo de desintegrarse, y los semidioses parecían tolerar relativamente bien la presencia de una deidad en ellos, pero el experimento había durado poco. Con ese pensamiento en la cabeza, el navío en el que viajaban comenzó a detenerse, al mismo tiempo que vibraba de nuevo, volviendo así al mundo humano. (2)
-Bienvenidos a El Cairo, chicos- Amos atracó el barco en una de las orillas del, o eso suponían ellos, rio Nilo.
Las vistas sin duda eran majestuosas: era de día, con el resplandeciente sol de la tarde iluminándolo todo, y la ciudad de El Cairo a lo lejos, brillando con esplendor. El Nilo era recorrido por pequeñas barcas de pesca y algún que otro barco recreativo, con varios puertos a lo largo de la línea de costa, y con los puertos de la ciudad llenos de barco. A lo lejos y majestuosas, se alzaban las grandes pirámides, que contrastaban con los modernos edificios de la ciudad.
-El Nomo 1º se encuentra bajo el aeropuerto de la ciudad, está aquí cerca, pero tendremos que ir lo más desapercibido posible, así que nada de magia ni objetos mágicos- pidió.
Los adolescentes suspiraron. Los humanos corrientes no aceptaban la magia, sus mentes no podían con esa información y simplemente veían cosas diferentes a la realidad. Por ello, debían ir con cuidado para que a nadie pudiera darle algún desmayo por exceso de información que sus cerebros no pudieran procesar. Tras bajar a tierra, se encaminaron por las calles de la ciudad en dirección al punto de destino, mientras hablaban entre ellos sobre qué les esperaba, y cual sería la amenaza que les esperaba y que se prometía inminente.
-Tenéis que portaros como corresponde a vuestra categoría de magos, muchachos- Amos llevaba un buen rato dándoles una charla sobre comportamiento.
Y sobre todo para Carter. A pesar de las muchas renovaciones que se habían producido en la Casa de la Vida, se seguía dando bastante importancia a las tradiciones y por supuesto todo debía seguir su protocolo. Era bastante tedioso y muchas veces innecesario a ojos de muchos, pero en buena medida importantes para mantener el orden, teniendo en cuenta que había 360 Nomos repartidos alrededor del mundo y había que mantener el orden entre ellos para que las reuniones no fueran un caos. A los pocos minutos, llegaron al aeropuerto de El Cairo, al cual entraron. Recorrieron a paso ligero los pasillos, y fueron a los baños públicos, donde estaban los portales que llevaban al Nomo 1º. Cuando lo cruzaron, aparecieron en una ciudad subterránea donde vivían cientos de magos, tanto mayores como jóvenes, y cuya parte central era un enorme mercado donde se vendían toda clase de artículos mágicos. Sosteniendo el techo, enormes columnas que simulaban la forma de palmeras se alzaban desde el suelo, aunque eran pocas pues las mismas estaban conectadas entre ellas con arcos mágicos.
-La reunión está a punto de comenzar en la Sala de las Eras, por aquí- Amos recorría las calles de aquel mercado con rapidez a pesar del gentío, y era seguido como podían por los adolescentes, que procuraban seguirle el ritmo.
Llegaron a una parte más alejada, donde había una puerta custodiada por dos esfinges de chacales humanoides con lanzas. Cuando atravesaron la puerta, abierta por Amos usando un jeroglífico, llegaron a una sala sin duda espectacular. Al principio poco se podía ver ya que estaba tapada por una enorme tela azul que parecía danzar por el agua, pero cuando se cruzaba, se podía contemplar un enorme pasillo iluminado por diversos colores: dorado, plateado, cobrizo, bronce, azulado, rojizo, y finalmente morado justo al final.
-Increíble…- murmuraron algunos de los nuevos al entrar. Flotando en torno a ellos había pequeñas esferas de fuego que revoloteaban por todas partes. A los lados veían un cordel de color rojo, como el de los museos.
La Sala de las Eras era un lugar mágico donde se representaba la milenaria historia del Antiguo Egipto donde se narraba la historia de la civilización más antigua del mundo, desde la dorada época de los dioses, cuando todo fue creado, hasta la más reciente actualidad, iluminada en color morado. En color plateado se narraba como el faraón Narmer unificó el Alto y el Bajo Egipto bajo un único estandarte, siendo así la primera era dorada de la civilización, y el inicio del Imperio Antiguo.
En color cobrizo se narraban las grandes guerras que vivió Egipto, una época en la que la Casa de la Vida maduró y se hizo más fuerte, en el Imperio Medio. En bronce se representaba el Imperio Nuevo, y los reinados de grandes faraones como Ramsés II y Hatshepsut, y el reinado del último faraón de origen egipcio, Nectanebo II. En tonos azules se representaba el corto periodo Ptolemaico, donde faraones de origen griego llegaron al trono por intervención de Alejandro Magno, aunque muchos dejaban bastante que desear. Lo último que muestra es a Cleopatra VII siendo derrotada por las legiones romanas, época en la que la Casa de la Vida tuvo que ocultarse en las sombras.
Empieza así la sección roja, donde se muestra la sección de historia desde la llegada de Roma hasta pocos años antes del nacimiento de muchos de ellos, donde se representa las invasiones persas y turcas, la llegada de Napoleón, los conflictos de las guerras mundiales, y justo al final el nacimiento del Egipto moderno, con sus luces y sombras. La última sección, en color morado, muestra la reciente lucha por el trono de faraón que se dio meses antes, y ahora se mostraba a un joven sentado como faraón, sin duda alguna, era Carter.
-Bienvenidos a la sala del trono, niños- murmuró Amos mientras les dejaba pasar a través de una cortina azul.
Allí esperaban unos cuantos magos, todos ellos ya adultos y algún que otro más joven, que se inclinaron en cuanto vieron entrar a Carter, que avanzó directo hasta el trono. Esperando al lado del mismo estaba Zia. Ella era una chica de aspecto árabe, de grandes ojos marrones con pelo negro y piel ligeramente oscura, con ropas egipcias. Le sonrió ligeramente, y, guardando las composturas, le tendió los dos objetos que simbolizaban el poder del faraón: una fusta o cetro Nejej, símbolo del Estado; y el cetro Heka o cayado, símbolo de que el faraón era el pastor de su pueblo y guía de todos los egipcios. Así mismo, le colocaron la típica corona egipcia en su testa, y, cruzando los brazos en forma de cruz, se sentó solemne en su trono.
-Si no le conociera, diría que es impresionante…- murmuró divertida Zia mientras le colocaba las hombreras, a lo que el muchacho no dijo nada y se fue sonrojando.
Ella, disimuladamente, le dio un ligero beso en la mejilla antes de separarse, para después inclinarse como los demás. Aunque Carter no era muy fan de esas cosas, debía reconocer que se sentía poderoso. Intentando poner la voz más solemne que pudo, habló.
-Por todos es sabido que los dioses están nerviosos, según dicen, algo acecha en las sombras y se remueve, y no es nada bueno- dijo.
Con un gesto, invitó a Walt a hablar, que era el único que permanecía en pie. Normalmente, cuando en un humano reside un dios es uno u otro el que está al mando, pero en raros casos están en perfecta sintonía, son una dualidad, como era el caso. Era Walt, y Anubis a la vez, por tanto se le consideraba un dios, y como tal no tenía que rendir pleitesía ante nadie salvo al faraón de los dioses, que era Horus. Antes de que pudiera responder, un resplandor de fuego apareció en la sala. Zia en seguida se levantó, y un rayo de luz fue directo a su pecho. El resplandor desapareció de pronto, y ella permaneció de pie con la cabeza bajada unos instantes, hasta que la alzó de nuevo.
-Yo me encargo, Anubis- dijo la chica, mientras un disco de fuego empezaba a brillar en lo alto de su cabeza.
-Ra…- murmuró Carter, mientras se levantaba del trono, pero el dios le detuvo con la mano y le invitó a sentarse de nuevo.
-Efectivamente, algo muy antiguo y poderoso se está alzando de nuevo, pero en esta ocasión no podemos derrotarle, no solos, al menos- afirmó. Todos le miraron con interés.
El dios señaló a los miembros del Nomo 21º -Vosotros, algunos al menos, ya tomasteis contacto con héroes de otro mundo, así que sois los más indicados para ello- entonces se les acercó.
Sonrió a Sadie y a Walt, y después le arregló la corbata a Amos, para después revolver el pelo a otro de los adolescentes- Este viaje será más peligroso aún que la lucha contra Apofis, pero no estaréis solos, contareis con la ayuda de grandes héroes, ya está todo concertado- les dijo, mientras le tendía un sobre cerrado.
Carter carraspeó- Señor Ra, ¿no sería mejor mandar a alguien con más experiencia?- preguntó.
El dios negó- Puedes llamarme Zia, si te va mejor. Soy uno con ella- le dijo, guiñando un ojo, a lo que Carter retiró la vista inmediatamente. Entonces Ra se rio, y miró a los demás.
-Por si no os acordabais, los dioses tuvimos que abandonar la Tierra, salvo excepciones puntuales, por que la desaparición de Apofis suponía que ya no había caos que contrarrestar, pero ahora que está volviendo, podemos volver a caminar por el mundo- aseguró.
Eso hizo que algunos aplaudieran, pero pararon en el acto- Horus e Isis podrán ayudaros, y yo también, claro. Pero tendrá que ser en pequeñas dosis, al menos para ellos- tras eso, cerró los ojos, abrió la boca, y de ella emanó una intensa luz, que cuando se fue dejó ver a una Zia que respiraba con algo de dificultad, pero sonreía algo. Tener a un dios en el interior era un verdadero subidón, y se notaba.
-A-Abre el sobre, Sadie- murmuró Carter, mientras se inclinaba interesado en su trono. La chica asintió y, abierto el sobre, tomó el papel que tenía escrito y leyó.
-Dirigíos a Nueva York, a un parque llamado Central Park mañana según el horario del Nomo 21º a medio día. Allí os encontrareis con vuestros compañeros de aventura. Buena suerte- leyó.
Nadie se atrevió a hablar hasta que el faraón se levantó- Creo que es evidente lo que debemos hacer, entonces- murmuró, dejando ambos cetros en su sitio, así como la corona.
Tomó a Zia de la mano, y se dirigió junto al resto de sus compañeros, no sin antes dirigir unas últimas palabras al resto- La reunión acaba aquí, lamento su poca duración, pero el mismo Ra nos ha dado una misión. No conozco los detalles, pero… Debemos hacerlo. Espero contar con vuestra ayuda si necesitáramos cobijarnos en algunos de vuestros Nomos- dijo, a lo que todos asintieron sin dudar.
Tras eso, y después de hacer algunas compras, salieron del Nomo 1º, y se dirigieron rápidamente, junto con Zia, de vuelta al barco donde habían viajado. Normalmente la muchacha vivía con ellos en Brooklyn pero esa semana había estado en la capital para copiar unos manuscritos que necesitaban, copias que había guardado en un rincón de la Duat a modo de taquilla, de donde los podía sacar y volver a meter cuando quisiera. Era bastante útil, sin duda, por que así no tenía que cargar con tantas cosas. Con esas ideas y muchas otras en la mente, volvieron a subirse al barco, esta vez comandando por Carter, que escribió el jeroglífico del barco en aire, y se internaron de vuelta en la Duat.
-¿Viste algo de interés en la mente de Ra?- preguntó el chico mientras guiaba el barco. A su lado, Zia suspiró.
-Ni ellos saben demasiado, simplemente son conscientes de que no pueden enfrentar a lo que quiera que viene por sí solos, necesitan la colaboración de otros panteones, con los que ya se han puesto en contacto- le respondió.
Carter no pudo evitar sonreír ante eso, emocionado. Le había contado a Zia sobre su encuentro con los griegos, y ahora podría presentarlos finalmente. Pero suponía que so serían a los únicos héroes que fueran a conocer. Teniendo en cuenta que había más panteones, de forma potencial podrían llegar a conocer a héroes, magos, y guerreros de prácticamente todas las culturas del mundo, cosa que realmente le emocionaba, por que abría muchísimo sus horizontes. No entendía por qué los dioses habían separado a cada mitología en bloques estancos, pero debía merecer la pena si han decidido eliminar ese bloqueo.
-Estoy deseando volverles a ver…- murmuró, contemplando el horizonte. Zia le miró y le abrazó ligeramente, para después besarle despacio en la boca, y acariciar un poco su pecho con los dedos.
-Con los dioses de nuestro lado, podremos con todo…- murmuró, mientras se alejaba, contenta. Carter asintió, y volvió su mirada al frente. Cuando vio las señales luminosas de Brooklyn, devolvió el barco al mundo humano, justo como hizo su tío al llegar a El Cairo.
Al atracar en un puerto cercano al Nomo, desembarcaron, y Amos dibujó en el aire un jeroglífico para que desapareciera la embarcación. La misma vibró ligeramente, y desapareció de nuevo en la Duat, donde permanecía guardada hasta que necesitaran usarla de nuevo. Ahora era medio día en la ciudad, por lo que habían pasado unas cuatro horas fuera.
-Bien, tenemos que decidir quiénes irán a la misión- dijo Amos, ya abajo, a lo que todos asintieron. Rápidamente, posó su mirada en su sobrino, que carraspeó
-Creo que tendríamos que ir mi hermana, Zia, Walt, y yo- dijo, a lo que el mayor asintió- Bueno, si quieres te nos puedes unir, tío- le dijo.
El mayor se rio ligeramente, y le revolvió el pelo. Aunque fuera el faraón, le seguía viendo como a su sobrino- Les llevaremos al Nomo 1º esta tarde, allí les entrenaran y cuidarán, tu padre me mataria si os dejara solos- aseguró, divertido.
Carter asintió, tener a Amos Kane de su lado le daba bastante seguridad. Con eso, subieron a la Casa de Brooklyn, mientras Amos iba a por los más jóvenes. Cuando todos estuvieron reunidos en la casa, hicieron la comida e hicieron una velada conjunta con los tres dioses, que al enterarse de la misión se sintieron en la necesidad de ayudar, más si contaban con el permiso de Ra.
-Esperemos que nuestros amigos no se pongan nerviosos por la posibilidad de tener a seis dioses con ellos- se rio Sadie, mientras tomaba un trozo de pan.
Bast, a su lado, suspiró- Se supone que íbamos a descansar un milenio o dos, pero qué remedio, si mi gatita se quiere meter en problemas…- comentó, mientras se lamía una mano.
Algunos rieron, venía bien una última comida de diversión antes de meterse en una nueva misión, de la que no estaban seguros de volver. De lo que estaban seguros es que lo darían todo, como hasta ahora habían hecho. Tras comer, Amos llevó a los más jóvenes al Nomo 1º usando para ello el barco, y en menos de una hora el hombre ya había dejado a los niños a salvo y había vuelto a Brooklyn. Durante la tarde se prepararon para el día siguiente, listos para la aventura que les esperaba.
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(1) El tío Rick hizo un crossover previo entre Las Crónicas de los Kane y Percy Jackson en una serie de tres relatos cortos donde los personajes se conocen.
(2) Precisamente en esos pequeños crossover Percy Jackson fue el huésped temporal de Nekhbet
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
