Enemigo primordial
Capítulo 7
El grupo de semidioses anduvo por la carreta durante varios kilómetros, mientras coches pasaban de vez en cuando cerca de ellos, tanto en una dirección como en la otra, pero en ningún momento se pararon, a pesar de ver a un grupo de adolescentes andando en solitario. Claro que la presencia de Amos, el único adulto, ayudaba. Debían pensar que eran un grupo de scouts o de acampada, y no un montón de adolescentes en la misión más peligrosa de sus vidas.
-¿Habéis oído eso?- preguntó de pronto Aelita, parándose de golpe. Ella iba por delante, haciendo que el resto también se detuviera.
Todos comenzaron a mirar en todas las direcciones, mientras sacaban sus armas, listos para pelear contra lo que quiera que viniera. De la maleza de los laterales de la carreta empezó a sonar un replicar metálico, y de la misma se alzó una enorme serpiente. Esta era metálica, grande como un camión, de ojos rojos sangre, un par de dientes grandes como una persona, gruesos como columnas, y goteando de los mismos, gotas de un sospechoso líquido verdoso.
-Por los dioses…- murmuró Jeremy, mientras retrocedía un par de pasos. Antes de que nadie dijera nada, Zia se colocó por delante de los demás, y señaló al monstruo.
-Percy, por la derecha. Jason, tú por la izquierda, el resto dividíos entre ellos dos e id rodeándola despacio- ordenó.
Poco a poco fueron haciendo eso mismo, mientras la bestia se removía sobre si misma, pero ni bien habían avanzado un par de metros, la serpiente atacó. Dio una dentellada a pocos centímetros de Leo, que retrocedió dando un traspiés, cayendo al suelo. Jasón aprovechó que la cabeza estaba relativamente lejos para usar su espada de oro imperial y atacar, pero las duras escamas de la criatura repelieron el golpe. Lo mismo le pasó a Carter con su kopesh, que de nada sirvió. Ni siquiera Annabeth, con su cuchillo corto, pudo hundir su acero en la carne, pues no había hueco entre las escamas, que formaban una defensa impenetrable.
-¡Tenemos que romper sus defensas! ¿Ideas?- gritó la hija de Atenea, mientras por poco logró esquivar el coletazo.
-¡Yo, yo, yo, yo, yo!- la espada de Magnus voló por el aire directa a los ojos, pero se topó de bruces con el lomo de la criatura.
Pese a su tamaño era tremendamente veloz. Era capaz de levantar su cuerpo con facilidad para defender su rostro, seguramente la parte débil de su anatomía, y poseía la suficiente inteligencia como para defender sus ojos de esa manera. Sin duda sería un rival difícil. Jamily, entonces, tomó su arma, la elevó en el aire, y comenzó a hablar.
-¡Semidioses, si en solitario no podemos, lo haremos en grupo!- gritó, mientras se preparaba.
-¡Zia, bajo tus ordenes!- exclamó de nuevo, mientras la maga egipcia pensaba en opciones.
-Atacaremos por sus dos lados a la vez, si es como la serpiente Apofis, tenemos que atacar su vientre, en esa parte las serpientes tienen escamas más blandas. O incluso en el interior de su boca- murmuró.
Antes de que pudieran poner en práctica su idea, la serpiente atacó de nuevo, en esa ocasión logró tomar a Blitzen y a Medio Nacido, retorciéndoles con sus poderosos músculos. Este último no dejaba de maldecir en su lengua materna, y aunque Hearstone intentó liberarles usando ataques mágicos, estos no parecían herir demasiado a la serpiente gigante, pero fue lo suficiente para que la presión se redujera y que Marin, con ayuda de Piper, les sacaran de allí al trepar por la espalda de la bestia.
-¡Apartaos, le lanzaré un rayo!- gritó Jason, mientras alzaba su espada al cielo. Le rezó a su padre, Júpiter, por ayuda.
El cielo comenzó a llenarse de nubes de tormenta, y del cielo cayó un poderoso trueno que golpeó la espada dorada del chico. Entonces, la lanzó contra la bestia, y en cuanto la tocó liberó la potente descarga. Esta rompió las escamas de la criatura e hizo volar la espada por los aires, provocando convulsiones en el monstruo. Las mismas duraron unos instantes, y olor a quemado llenó el aire.
-¿La… la mataste?- murmuró entonces Blitzen, que estaba tras unos matorrales. Jason sonrió por unos instantes, pero toda alegría desapareció cuando vieron que se seguía moviendo.
Y parecía bastante cabreada. Se lanzó violentamente contra Jason, y le hubiera partido por la mitad de no ponerse en medio Hazel. Sus ojos brillaron y empezó a usar su control sobre la magia, concretamente sobre la Niebla, el velo mágico que la mismísima Hécate le había enseñado a usar durante el conflicto contra los titanes. Desde entonces, y aprovechando la paz, había practicado bastante, y logrado progresos importantes en sus actividades.
-¡Detente!- gritó, y la criatura paró de golpe. Comenzó a sisear, y a replegarse sobre si misma. Dio dentelladas en el aire, incapaz de llegar ante los dos adolescentes.
-¡Este escudo es impenetrable, bestia! ¡Ni el rayo de Júpiter podría romperlo!- gritó.
Evidentemente era todo una ilusión, no había tal escudo. Pero si se desconcentraban por unos momentos podían ver perfectamente un escudo enorme, de plata, con efigies sobre su superficie. Parecía la Égida, el escudo de Atenea. La criatura debía pensar que era el real, pues ni trató de morderlo, tal era la magia de la joven. Aprovechando eso, los otros atacaron. Jamily pegó un salto sobre la serpiente, y clavó su arma en la herida abierta en sus escamas, y en consecuencia esta se revolvió con fuerza, y dio un fuerte chillido. Cuando sacó su arma, del corte salió sangre humeante color metálico. Pero si uno se fijaba, podía ver que realmente era metal fundido que se movía por el cuerpo de la serpiente metálica. Sus ojos brillaron con intensidad entonces, y, tras dar un coletazo que golpeó a varios de los jóvenes, se escabulló de nuevo entre los matorrales. Jamily, no dispuesta a dejarla escapar, corrió en esa dirección a una velocidad endiablada.
-¡Espera!- gritó Magnus, pero ella no le hizo caso.
Sus ojos se iluminaron entonces, y se rodeó de un aura de pronto. Del suelo brotaron grandes lianas que ataron a la serpiente, y la inmovilizó del todo. La chica saltó sobre ella, y le clavó su espada. Esta chillo de nuevo, se removió, pero se quedó totalmente quieta. A los pocos segundos se fue disolviendo, mientras la semidiosa se posaba de nuevo en el suelo.
-No sabía que pudieras hacer eso…- murmuró Hazel entonces, mientras se acercaban a la joven.
Esta cayó de rodillas al suelo, exhausta- Y-yo tam-poco…- murmuró, jadeando algo.
La ayudaron a levantarse, y la colocaron a hombros de Medio Nacido, que cargó fácilmente con ella, aunque esta se negó al principio pues su orgullo era más fuerte, al menos al inicio. Sin duda esto era causa de su madre, Proserpina, diosa de la naturaleza junto a su madre, Ceres, las versiones romanas de Persefone y Demeter, respectivamente. Cuando un semidios era reconocido sus poderes se magnificaban, y llegaban a su máximo. Más cuando se era hijo de una deidad como la reina del inframundo.
-Démonos prisa, antes de que nos ataquen de nuevo- dijo Amos, mientras apretaban el ritmo todo lo que podían.
A los pocos cientos de metros de casi correr, llegaron finalmente al hostal donde, según Calipso, tenían que ir. Este era el típico motel de carretera, de tres plantas, con una fachada de ladrillo y varias ventanas con cortinas verdes por piso. Según entraron, un suave aroma a vainilla les llegó a la nariz, y pasaron en silencio. El suelo y techo eran de madera, con las paredes pintadas de blanco y con algunas lámparas para iluminar el interior.
-Es precioso…- murmuró Sadie, mientras Medio Nacido sentaba a Jamily en una silla, ayudado por Carter.
-¡¿Hola?!- gritó Calipso - ¡¿Hay alguien?!- llamó. Oyeron ruido en la salita continua, y apareció una mujer adulta por la sala donde estaban.
Esta era de piel ligeramente morena, ojos oscuros y pelo largo negro con una coleta lateral. Llevaba ropa amplia con apariencia de ser cómoda, y transmitía una tranquilidad bastante agradable, incluso para los semidioses nórdicos, que no tardaron en relajarse con la presencia de la mujer. Esta claramente no era mortal, su cuerpo emanaba un aire divino inconfundible.
-Sentaos, niños, caballero- les guio a una gran mesa con asientos para todo el mundo, así que todos tenían un lugar, y en cuando se apoyaron, vieron como delante de ellos aparecía comida y bebida en abundancia, y con los cubiertos necesarios.
-Calipso, cielo, ¿Que tal te va?- preguntó la mujer, tomando la mano de ella con dulzura.
-Bastante bien, tía Rea- le respondió. Percy tosió con fuerza, Annabeth se tensó ligeramente, y el resto de griegos y romanos se puso firme en más o menos medida.
-¿Se supone que es alguien importante?- preguntó Patrick, mientras veía aquello con algo de interés.
Rea le respondió- Soy una titanide, como Calipso. Y la madre de los Olímpicos mayores- le respondió.
-No caigo- murmuró algo aburrida Mallory, y antes de que dijera nada más, Jack hizo acto de presencia.
-¡Conocí a varios de los griegos hace un tiempo! Frey solía reunirse a veces con uno, tiraba el arco bastante bien- la mujer sonrió complacida.
-Sí, nuestros panteones se han juntado en varias ocasiones. Me alegra ver que vosotros también- entonces suspiró- Calipso me habló de vuestra misión- afirmó.
Todos asintieron entonces- Estoy al tanto de la misma, mis hijas a veces me piden consejo, y aunque menos a menudo, mis niños también- Percy aguantó la risa entonces.
Pensar en los dioses como niños pequeños que buscan consejo de su madre le era muy divertido. Jason le dio un codazo para que mantuviera la compostura.
-¿Sabe dónde están los anillos de Urano entonces?- preguntó Sadie, a lo que Rea asintió.
-Cuando mis hermanos y yo obtuvimos el trono, les quitamos los anillos a nuestro padre, y los escondimos por el mundo- les explicó,
Usó sus poderes, y en la mesa se dibujó el mapa de Europa con líneas doradas que brillaban con intensidad.
-Cuando Roma se expandió, mandamos uno a cada una de las regiones bajo poder del Imperio- les dijo- Uno en Hispania, otro en la Galia, un tercero en Britania, el cuarto en Itálica, y el último en Grecia- cada zona se iluminó cuando las nombró.
-Vaya viaje nos vamos a montar- comentó Leo, sonriendo algo. Blitzen se llevó las manos a los bolsillos, rebuscando, y sacó algunas monedas.
-Es de buena costumbre agradecer a los que nos hospedan, así al menos pensamos en el norte- comentó- Gracias, esto… ¿Cómo dijiste?- Rea simplemente le sonrió algo.
-Rea, y no es nada. Vi, por cierto, que os atacó una serpiente gigante- ellos asintieron- Las cosas serán difíciles. Sois un grupo numeroso, y aunque el Caos suele trabajar en solitario, usará monstruos creados por si mismo para hacer de la tierra un campo de batalla constante- explicó.
-Y al ser un ser primordial al que os enfrentáis, sus seres son más poderosos de lo normal. Tenéis suerte de contar entre vosotros con ellas dos- señaló entonces a Marin y a Jamily.
La segunda no dijo nada pero la prima sí habló- Mi señora, yo no soy nada en especial, no…- pero la diosa la paró.
-Vuestros poderes superan con creces a los miembros de los Siete- aseguró. Sus ojos se volvieron dorados entonces- Me recordáis más a dioses menores que a semidioses, si no habéis destacado hasta ahora es por que tardáis más en madurar- fue entonces que se levantó.
El mapa entonces se posicionó de forma vertical, por lo que se veía como si estuviera en la pantalla de una televisión.
-Un semidiós al uso comienza a destacar en la pubertad. Un hijo de uno de los grandes da muestra de poder incluso antes, creo que ya lo sabéis eso algunos- centró su mirada en Jason, que asintió.
-Pero alguien con vuestros poderes… No habían pisado Gea en siglos, desde que mi hijo menor lo prohibió- el mapa entonces se centró en Grecia.
-Tu eres la hija de mi primogénita, Hestia. Eso te hace mi nieta, tienes de abuelo a Cronos, y de bisabuelo, a Urano- Marin tragó saliva entonces.
Rea tomó una de sus manos, y una energía dorada la rodeó de nuevo. En la piel de ella aparecieron pequeñas flamas, y de pronto sus venas y arterias se marcaron en un tono también dorado.
-Mi padre era el señor del espacio, y sólo una cosa gobierna ahí arriba, la gravedad- los ojos de la adolescente también se empezaron a volver dorados- Urano lo gobernaba todo con ese poder, y tú también lo harás- un último destello cegó por unos segundos a todos.
Y antes de que nadie pudiera hablar, la titanide hizo lo mismo con Jamily. Tomó sus manos, y una aura dorada las envolvió a ambas.
-En tu caso, tu madre es reina del Inframundo y diosa de la primavera. Buena parte de tu embarazo se desarrolló en el Hades, así que tus poderes van sobre todo en ese sentido. Pero no podemos olvidar que eres nieta del señor del cielo. El rayo… el poderoso rayo que derrotó a Cronos retumba en tu cuerpo con la violencia de una tormenta muchacha- Rea entonces se rio con fuerza.
-¡Sin duda Zeus hacía bien en teneros miedo a los grandes mestizos!- soltó una nueva carcajada.
El resto se miró con confusión- ¿De verdad son taaan fuertes?- preguntó Waltz.
La mujer asintió- Así es. Ellas solas bien podrían llegar a echar abajo el Olimpo, con entrenamiento claro- posó su vista en ellas de nuevo, y les sonrió.
-Pero volvamos a los anillos- dijo, antes de que pudiera haber más preguntas- Como os dije, están en las antiguas provincias romanas, pero no dónde en concreto- entonces, se sentó de nuevo.
-El sitio exacto… no lo sé totalmente, pero sí más o menos- fue entonces que Annabeth sacó bolígrafo y papel, ya conocía ese tipo de cosas.
-Os tendréis que guiar con las estrellas. El espíritu de Urano puso pistas en las estrellas, si las interpretáis bien, podréis llegar hasta los anillos- entonces, sonrió- y ahora, espero que os guste la cena- dijo, afable.
Chasqueó los dedos, y ante ellos aparecieron los platos con comida, al gusto de cada uno de ellos. Incluso había comida azul para Percy, cosa que le alegró la tarde al muchacho, que comió sin siquiera pensar, para desesperación de algunos de sus compañeros, pero decidieron dejarle.
-¿Qué tal el viaje hasta aquí, por cierto?- preguntó Rea, mientras comía algo de ambrosía.
Amos habló entonces- Usamos magia egipcia para eso, mi señora- le explicó- Hemos usado un barco mágico, usar medios humanos hubiera sido demasiado peligroso- añadió.
Rea sonrió, y luego posó sus ojos en Anubis- Es curioso, un humano compartiendo cuerpo con un dios, había oído hablar de casos entre vosotros, pero nunca lo había visto- el aludido asintió.
-Y los norteños… No doy crédito a lo que mis niños han logrado, uniendo a tanta gente- comentó, y en esa ocasión Leo se juntó con Percy en casi acabar riendo por las palabras de ella.
-Portaos…- les susurró Jamily, algo molesta con ellos. Como buena oficial, era bastante apegada a las normas, más llevando tantos años.
Ni Reyna llevaba tantos años de oficial como ella, y como se suele decir, la experiencia es un grado. La titanide sonrió un poco pero no dijo nada, como madre entendía el comportamiento de los adolescentes. Y en el caso de los semidioses era especialmente sensible.
-¿A dónde iréis ahora, niños?- preguntó. Zia fue la que respondió- Ya que estamos en Francia, buscaremos el anillo que está aquí- comentó.
Rea asintió- Podríais empezar a buscar en Lugdunum- comentó entonces. Hazel la miró con interés.
-¿En las ruinas romanas?- preguntó, pero la otra negó- La ciudad está en pie aún, por eso lo decía- aseguró.
-¿Cómo que aún esta en pie?- preguntó interesado TJ. Rea sonrió algo.
-Las antiguas ciudades del Imperio aún siguen vivas y forman un mundillo propio, alejados del mundo mortal, donde viven semidioses, héroes, y toda clase de seres de la mitología romana, griega, celta… Son oasis de vida en este gran desierto que es Europa- les explicó.
Por sus miradas, notó que ellos querían saber más- Europa, como ya sabréis, es un lugar mucho más duro que América para los semidioses, por la falta de campamentos. Lo más cercano son las viejas ciudades, que sirven como refugio para los que quieran entrar, pero son peligrosas- les contó.
-Los campamentos de Estados Unidos son eso, campamentos de verano, donde hacer vida normal y aprender sobre nuestro mundo- comentó Annabeth- Europa es muy diferente, aquí un semidios no tiene cuartel y debe huir siempre- añadió Rea.
Aelita se estremeció algo, y Jeremy la abrazó por detrás- No tienen ningún tipo de ayuda en ese sentido, como digo lo que más se parecen son esas ciudades, pero son igualmente peligrosas, por eso los semidioses europeos son significativamente más poderosos- eso sorprendió a los demás.
-Pensadlo, tienen que ser más fuertes de lo normal, su supervivencia depende de ello- les explicó- Darwin ya habló de ello, os recuerdo- añadió.
-Gracias por la información, Rea- le sonrió Calipso, mientras la mayor simplemente se apoyaba cómodamente en su silla.
-Se hace tarde, dormid aquí si queréis, mañana será un día largo- dicho eso, y finalmente, comenzaron a cenar todos.
La comida era realmente buena, y rápidamente acabaron los platos, pero se volvían a llenar de nuevo, gracias a los poderes de la mayor. Estaba claro que ella era una buena anfitriona, y en poco tiempo estaban completamente satisfechos, con la tripa caliente y llena. La sensación de adormecimiento les invadió tras eso, y poco a poco se fueron en pequeños grupos para descansar algo. Rea había preparado las habitaciones de arriba para que pudieran descansar. Amos fue el último en quedarse junto a Calipso y a la otra, tomando una taza de café.
-Me preguntaba, Rea…- comenzó este a hablar- ¿Puedo tutearla?- a eso, la aludida asintió.
El mago entonces bebió un poco de su taza- Me preguntaba, si es posible saber más posibles armas de vuestro mundo, el grecorromano- Calipso suspiró entonces.
-Urano fue el que derrotó al Caos en nuestro mundo, y sólo usó los anillos. Gaia no llegó a usar armas, y Tártaro… tampoco, que recuerde- comentó. La mayor asintió.
-Aun así, creo que no sois del todo conscientes del poder de esos anillos- comentó Rea- El poder de Urano residía sobre todo en el control de las grandes fuerzas que componen el universo, la humanidad ha aprendido bastante de ellos- comenzó.
Amos la miró con interés- Las fuerzas universales son el electromagnetismo, la nuclear fuerte, la nuclear débil, y la gravedad- explicó Rea- Y es precisamente la gravedad la que mueve las cosas ahí arriba- aseguró.
El hombre suspiró y se atusó la barbilla pensativo- Podríais ayudarnos. Los dioses, digo- era más una petición que un mero comentario, cosa que la mayor notó.
-Mis hijos sienten genuino miedo, Amos, te lo aseguro- le dijo. Entonces suspiró pesadamente- Debo reconocerlo, hay veces que me encantaría matarlos, por que han hecho verdaderos atropellos a los mortales- esas palabras sorprendieron al hombre.
-Si me lo preguntan lo negaré, pero se han acomodado en sus tronos y no están dispuestos a moverse, prefieren mandar a los mortales a resolver sus chanchullos, y no ellos mismos- por lo poco que sabía Amos, así era- Y menos si eso supone luchar contra el mismo Caos. Pero no os preocupéis, no todos son así- Calipso entonces sonrió algo.
-Deméter no lo permitiría, pero Perséfone está dispuesta a ayudaros de precisarlo. Y Hestia, la mayor… Si ella lo pide, te aseguro que el mismo Zeus bajará al combate con sus rayos para ayudar- el egipcio se sorprendió por eso.
-¿Tal es su influencia?- preguntó, a lo que la otra asintió- Y su hija está entre vosotros, así que se esforzará especialmente. Ella no suele entrar en política, pero cuando lo hace… El Olimpo tiembla cuando toma la palabra- Rea sonrió con evidente orgullo.
Se levantó entonces, y tomó una copa de vino, sirviéndola generosamente. Le tendió una a Amos, que aceptó asintiendo con una ligera sonrisa, y otra más a Calipso, que también la tomó.
-Zeus es el rey, y Hera la reina del Olimpo. Pero quien realmente tiene más poder es Hestia, es ella la que ha mantenido a los dioses unidos. Y es la que más se me parece, también- dio un sorbo a su copa entonces.
Pensó unos segundos antes de hablar- La sociedad divina se parece mucho a la humana, no por nada nosotros nacimos de vosotros, los humanos, y no al revés- esa revelación no pasó desapercibida.
-En nuestro enorme ego, dijimos que nosotros creamos a la humanidad… Obviamente eso no es así, los humanos nos crearon con sus creencias, que cada vez iban a más y eran más generales- bebió de nuevo de su vino.
-Es por eso que han desaparecido tantos panteones a lo largo de los siglos, por que fueron olvidados, y ya nadie les rezaba. Poco a poco se iban marchitando, y acababan desapareciendo en el polvo de los tiempos- Rea permaneció callada tras eso.
-Supongo que por eso han tenido tantos hijos a lo largo de los siglos… para no ser olvidados- añadió. Suspiró, y al rato se excusó para ir a su cuarto a descansar.
Para Amos estaba claro que la titanide Rea veía en los chicos a sus propios hijos. No por nada era la diosa madre, y una de las entidades más antiguas de su panteón. Era la hora de que los héroes de la nueva generación demostraran su valía. Ya lo habían hecho contra Gaia, pero ahora llegaba el enemigo definitivo. Uno que no entendía de tronos o de luchas de poder. Uno que solo pensaba en el caos, y en destruir el orden que habían mantenido los dioses durante siglos. Con esas ideas en mente, Amos también se fue a acostar, pensando en cómo iba a lograr que todos volvieran a casa.
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A la mañana siguiente, se levantaron temprano, casi al alba, y con un rápido desayuno en el estomago, se dirigieron a un garaje anexo a la casa, donde Rea aseguraba que tenía una sorpresa para ellos. El mismo era de tamaño medio, dentro cabrían un par de coches holgadamente, y habría espacio para tener un par de estanterías con cosas en las baldas. Las paredes eran de ladrillo y el suelo era de cemento, con una puerta mecánica que subía y se enrollaba en la parte superior de la puerta. Cuando la mujer abrió la puerta, descubrieron que dentro de la construcción había una furgoneta. Era color blanca, de un tamaño bastante normal, aunque no se podía ver demasiado bien el interior, pero la parte delantera de la misma tenía dos asientos, con los mandos delante de uno de ellos.
-Adelante, entrad- pidió Rea entonces, abriendo una de las puertas.
Los adolescentes se miraron extrañados, ahí dentro no cabían todos ni de casualidad. Rea le sonrió y entró al interior, así que el resto la imitó.
Rápidamente entendieron de lo que iba. En cuanto entraron vieron que por dentro era bastante más grande que por fuera. Como si las dimensiones allí dentro funcionaran de otra forma. Más de uno salió de la furgoneta y tocó las paredes exteriores, sólo para comprobar que sus sentidos no les engañaban. El interior, si bien espacioso, tenía varias filas de asientos a cada lado, con sofá camas para todos ellos, y un par de baños.
-Me recuerda a nuestra magia…- comentó Sadie, sorprendida. Annabeth tocaba todo con las puntas de los dedos, anonadada.
-En este caso concreto no se trata de magia, muchachos- comentó Rea, mientras se acercaba a los mandos.
-¿Cómo que no es magia?- preguntó Piper sin entender. La titanide entonces les mostró unos planos del interior, estos eran holográficos.
Salían de un proyector del techo y la verdad, era bastante realista, a ojos de los semidioses. Pero no se dejaron llevar por eso, e insistieron con sus miradas para obtener respuestas.
-Esto lo diseño Dédalo, que con la ayuda de… bueno, un conocido, creó esta maravilla- les explicó- Con la tecnología adecuada, ha sido capaz de alterar lo suficiente el espacio, como aquí. No es mucho, pero algo es algo- comentó.
-¿Es tuya?- preguntó Patrick, a lo que la mujer asintió.
Ella entonces se colocó en el asiento del piloto, y encendió el motor, que ronroneó un poco. El grupo se sentó entonces donde pudo, la puerta de la furgoneta se cerró automáticamente, y salieron del garaje rápidamente. Siguieron un camino de tierra, y en poco tiempo llegó a una carretera.
-Os llevaré a las cercanías de Lugdunum, donde espero que podáis obtener información- les explicó la mujer, mientras conducía.
La verdad es que apretaba fuerte, la mujer. No dejaba de adelantar vehículos, coches incluidos, pero ni se notaba el ruido del motor. Leo no dejaba de mirar a todos los lados con los ojos bien abiertos, analizando toda la estructura interna. No dejaba de murmurar, noto Blitzen y Hearstone, que si bien intentaba entender sus labios, a veces se perdía, pero entendía bastante bien lo que decía.
-Imagino que cuando nos deje allí usted se irá- dijo Mallory, a lo que la otra asintió- Tendréis que hablar con uno de mis nietos allí, por cierto- les dijo, lo que supuso el interés del grupo.
-¿Un nieto?- preguntó Calipso, ella misma lo era, y no sabía a quien se podía referir. Rea tardó un par de minutos en responder.
-Es un semidios, él vivió en la época del mito y es bastante sabio, hablo bastante con él a decir verdad – murmuró.
-Tiene que ser muy viejo, entonces- comentó Marin, a lo que la otra asintió.
Tras eso, permanecieron en silencio el resto del viaje. Rea condujo hasta las cercanías de Lyonn, y aunque estaba lejos, llegaron más o menos para la hora de la comida. Una vez que todos bajaron de la furgoneta, en una plaza pequeña de la ciudad bastante discreta, la titanide se despidió de ellos, dejándoles así a solas. Hacia calor allí, pero no tanto como el que pudieran tener en Estados Unidos. Así que fueron a un restaurante de comida rápida antes de hacer nada, pues se morían de hambre. Amos agradeció que muchos llevaran dinero propio, por que se hubiera ido de presupuesto dar de comer a todos, sobre todo a Medio Nacido, que comía casi su peso en pizza cuando se lo proponía.
-¿Dónde está Lugdunum, por cierto? Según nos acercábamos me fije en los al rededores y no vi nada- comentó Zia, entonces.
-Me imagino que habrá alguna entrada secreta, tipo Indiana Jones o algo así- comentó Alex, bebiendo un poco- Me puedo dar una vuelta por el aire con Samirah y Frank- añadió.
Estos asintieron, y aunque Samirah no estaba muy convencida con aquello pues no le gustaba usar las habilidades de su padre, pero aceptó. Los tres se convirtieron en pájaros una vez que acabaron de comer, y salieron volando por el cielo, dejando esperando a los demás en el sitio donde estaban. Al rato de salir, los demás héroes decidieron buscar por las inmediaciones de la plaza. La misma era pequeña, con casas formando el polígono que formaba la zona. Había algunos árboles en la zona central con una fuente, y había varias terrazas de bares, con varias personas sentadas tomando algo.
-¡Por allí vienen!- exclamó al rato Jack, volando en torno a Magnus. Este alzó la vista, y vio a tres pájaros volar hacia ellos y posarse en el suelo tranquilamente.
Estos se transformaron en pocos segundos en personas de nuevo. Sadie y Carter miraron con curiosidad aquello, les recordaba en parte a cómo se transformaban ellos dos, el método al menos era parecido.
-Si hay alguna entrada secreta, no la hemos visto- gruñó Alex entonces, mientras se quitaba alguna que otra pluma del pelo.
Iban a discutir aquello, cuando se les acercó un hombre adulto. Este tenía el pelo totalmente negro, los ojos azules, y sin barba. Llevaba unos vaqueros, una camisa a cuadros, y zapatos bastante elegantes. A ojos de Blizten, ese hombre tenía estilo. Este, para evitar el sol, estaba sentado bajo un árbol, usando su traje especial antisolar.
-Supongo que debéis ser vosotros, los niños que me dijo Hermes- comentó este, mientras se acercaba tranquilamente.
Los muchachos se pusieron en guardia, pero Jamily se le acercó-¿Y tú quien eres?- preguntó, con la mano en la empuñadura de su espada.
-Me llamo Percy Magné- se acercó algo más, y se cruzó de brazos- Aunque se me conoce más como Perseo- añadió.
El resto le miró con interés- No hay tiempo de explicaciones, acompañadme- pidió, mientras se dirigía a una tienda de todo a cien.
Se movió entre los estantes hasta el fondo, donde había varias máquinas expendedoras de todo tipo. Le dio a varios botones de una, que se iluminó con fuerza, y apareció la letra omega en el cristal de metacrilato del aparato. Fue entonces que se desvaneció en el aire, dejando delante de ellos una apertura en la pared. Era un pasillo de piedra, que descendía en la tierra. Hazel notó que no era demasiado largo y que rápidamente se abría, pero antes de poder decir nada ya los demás seguían a Perseo por el mismo. Efectivamente, tras pocos metros, cruzaron un par de columnas de roca que en principio no llevaban a ningún lado, pero Marin notaba algo raro en ellas, una suerte de tirón.
-Hemos llegado- dijo Perseo, mientras cruzaba las mismas. Cuando así hizo, desapareció en el aire. Eso les recordó a la entrada del Campamento Mestizo, y como la magia era como era, simplemente la aceptaron.
Y ante ellos, apareció la entrada de la vieja Lugdunum. Una ciudad amurallada, alejada un par de kilómetros de la Lyon moderna, y con el aspecto de una vieja ciudad romana. Tenía en el interior del recinto amurallado cientos de casas colocadas en perfecta cuadrícula, con casas de madera y ladrillo de un par de pisos de altura como máximo, contaba con algunas ventanas de cristal y chimeneas que humeaban un poco. Podían ver sátiros, centauros, y dríades moverse con las calles, así como lo que seguramente fueran semidioses o legados. No les pasó desapercibido que había guardias apostados en lo alto de las murallas y de las torres que había en la misma varios legionarios con su uniforme, e incluso algún oficial. Esa gente desde luego no venía de la Nueva Roma, Jamily no les reconocía, y ella conocía a todos los habitantes de su campamento.
-Os explicaré todo ahora mismo, niños- les dijo Perseo, mientras les guiaba por las calles, no les quedaba otra realmente, así que le seguirían.
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La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
