Enemigo primordial

Capítulo 8

El grupo de héroes estuvo andando mientras eran guiados por Perseo. Mientras andaban, vieron que Lugdunum era una ciudad bastante parecida a cómo se supondría que eran las ciudades de la antigüedad romana, y a juicio de los romanos era una fiel reconstrucción de cómo sería todo cuando la ciudad original se levantaba imponente en las llanuras de la vieja Galia.

-Iremos a mi casa, allí estaremos más cómodos- afirmó, mientras andaba a paso ligero. A pesar de sus muchos años se conservaba joven, él debía ser uno de los héroes que había logrado cruzar las Puertas de la Muerte, pues no podrí haber vivido tantos años siendo mortal.

Aunque luego recordaron que en su mundo nada era normal, ellos mismos eran hijos de dioses, magos, o el avatar de un dios según el caso, así que realmente nada les debería sorprender. Supusieron que luego el propio Perseo les explicaría como pudo haber aguantado tantos siglos vivos, y ya de paso les contaría a dónde tenían que ir para recuperar los anillos de Urano. En ello pensaban cuando llegaron a la casa del héroe.

Esta era como un palacio en miniatura, con estatuas de los dioses formando un semicírculo en torno al pasillo de entrada a la casa. Césped rodeaba la misma, con dos fuentes, una a cada lado, y formando dicho camino, grandes losas de piedra caliza decoraban la villa. La gran puerta de oro se abrió en cuanto la alcanzaron, y pudieron penetrar al interior.

-Vaya choza más molona…- murmuró Leo, pero se calló cuando Piper le dio un codazo en el costado.

-La verdad es que lo es. Vayamos a la sala del comedor, tendréis hambre tras el viaje- a eso Percy asintió y se movió rápidamente en la dirección en la que andaba su anfitrión, pero Annabeth le paró.

-¿Desde cuándo es todo tan fácil?- preguntó ella, en un susurro, a su oído. Percy la miró con interés, mientras asentía.

-Rea confía en él, y yo también. Perseo fue un gran héroe, hijo de Zeus, no es peligroso- afirmó Calypso, mientras les tomaba de una mano.

-Si ella confía, yo también- dijo Leo, mientras se encaminaba en esa dirección. Annabeth suspiró, el resto ya estaba avanzando por la casa, esperaba no tener que arrepentirse.

Entraron de esta manera al comedor. Este era relativamente grande, con una mesa para espacio para diez personas, con cubiertos de plata, servilletas de tela, copas, y un par de platos que aún estaban vacíos. Los que pudieron sentarse se colocaron en las sillas que había, mientras los demás permanecían en pie detrás de sus compañeros. Perseo entonces se sentó en el asiento que presidía la mesa, y se sirvió algo de vino.

-Habéis venido por los anillos de Urano, según me dijo Hermes- comentó, a lo que los jóvenes asintieron.

-Esos anillos son el arma más poderosa del mundo grecorromano, ¿por qué tendría que deciros nada?- preguntó, mientras se inclinaba y apoyaba sus antebrazos en la mesa.

-Los dioses quieren usarlos para derrotar a Caos- intervino entonces Amos- Sé que es difícil de creer, pero es así- añadió, al ver la cara de Perseo.

Este tardó un par de segundos en responder- El mensajero dijo que era urgente, no sabía que lo era tanto…- murmuró, mientras tamborileaba con los dedos.

Amos entonces le tendió un mapa de Europa- Rea nos comentó que los anillos estaban en las provincias de Roma, ¿sabes dónde en concreto?- preguntó.

Perseo sonrió de medio lado- Claro, pero antes, contadme, ¿cómo es posible que seáis un grupo tan variopinto?- preguntó.

Mallory le miró con intensidad- Los dioses nos han unido. Ahora responde- por su tono era más una exigencia que una orden.

Perseo chasqueó la lengua ligeramente- Mirad, no es tan sencillo, ¿vale?- les dijo, mientras su mirada se oscurecía.

-Si nadie ha logrado portar esos anillos en tantos siglos por algo será, ¿no creéis?- añadió, serio- Hay algo turbio con ellos, la gente se vuelve loca cuando los busca. Que los dioses os manden a cualquier otra misión suicida, no pienso mandaros a la muerte- terminó, mientras se levantaba de golpe y se marchaba.

-Hemos estado en el Tártaro, tío- dijo de pronto Percy- Hemos luchado contra dioses locos, hemos detenido los diversos apocalipsis de nuestros mundos, y en general somos tipos duros, no por ser adolescentes somos unos blandos- añadió, mientras se alzaba.

En ocasiones como esa la naturaleza guerrera del muchacho salía a la luz, y su lado más salvaje aparece. Él era como su padre, a veces calmado y benigno, a veces duro y brutal, como el propio mar. La mayoría del tiempo era lo primero, pero en ocasiones puntuales su otro lado sale a la luz, sobre todo en momentos de crisis.

-A ti te nombraron por mí, eso he oído- comentó el mayor, mientras se giraba ligeramente. A eso el otro asintió.

-Bien tocayo, entonces, ¿tú te fiarías antes de un dios, o de un semidios? Ciertamente los dioses no han hecho nada por ganarse el respeto de sus hijos mortales, pero vosotros igualmente vais y le solucionáis sus constantes meteduras de pata, como perritos falderos. Es patético- les recriminó.

Medio Nacido casi le lanza un puñetazo o un objeto punzante, pero Hearthstone le paró- ¡No somos unos perros falderos, imbécil!- le chilló, mientras tenían que pararle, además, Blitzen y Alex.

-¿Lo veis?- preguntó entonces Perseo- Venís aquí, al otro lado del Atlántico, y pretendéis que os dé la información que buscáis sólo porque los dioses os lo han pedido- el héroe frunció el ceño entonces.

-Me gustaría más bien saber la opinión de los celtas, ellos no están contaminados por esos arrogantes inmortales- entonces se cruzó de brazos y miró a los mencionados.

Electra, Aelita, Jeremy y Samuel le miraron con interés, para luego cruzar sus miradas entre ellos, sin saber muy bien que decir.

-No entiendo a qué te refieres- comentó Electra, seria. Pero Perseo negó un poco en silencio.

-Vosotros estáis aquí por voluntad propia, no porque nadie os lo haya dicho. ¿Confiáis en ellos?- preguntó el héroe, cruzándose de brazos.

Samuel fue el que respondió, al ser el líder de ese pequeño sector- No les conocemos demasiado aún, apenas llevamos unas horas con ellos, así que no podemos hablar demasiado… Pero dicen la verdad. Necesitamos esa información, y sinceramente me da igual que podamos morir en el intento- explicó.

Perseo le invitó con un gesto para que continuara- No es como si alguien se haya preocupado por nosotros, o por ellos. Hemos estado solos toda la vida, y en los momentos de verdad solo estábamos nosotros. Esto no es por los dioses, no te confundas. Esto es por la gente que no se puede defender, para que no tengan que pagar por los errores de esos arrogantes- su mirada se había vuelto bastante dura con esas palabras.

Llegó incluso a llevarse los dedos al puente de la nariz para poder calmarse algo, pero de poco valió pues alguna que otra gota de llanto llegó a caer, pero se recompuso rápidamente. Aelita le acarició el hombro por detrás, ellos entendían muy bien a qué se refería. Los demás se fijaron en el rostro de Perseo, este parecía complacido.

-Veo algo de cordura por aquí. Asumo que todos pensáis igual, tendréis familia mortal por ahí, ¿verdad?- preguntó, a lo que los demás asintieron en silencio.

Perseo entonces suspiró algo, y se les acercó- Bien, en realidad tengo que seros sinceros, las localizaciones exactas no las conozco, pero…- se detuvo un poco al ver las miradas de molestia de los del grupo.

-Sí sé por dónde empezar- Tomó entonces el mapa de Amos, y comenzó a trazar en el mismo usando una pluma color arcoíris.

-Están localizados en lugares bastante apartados, no están cerca de las viejas ciudades precisamente- según dibujaba los trazos iba hablando.

Notaron como la tinta mágica brillaba ligeramente al tocar la tela que formaba el mapa, y que se intensificaba en algunos puntos.

-Por la naturaleza de los anillos, es mejor que os dividáis. He oído la profecía, decía claramente que tenéis que trabajar en equipo para que esto funcione. Aconsejo hacerlo cuanto antes, por mi si lo hacéis ya. Así, de paso, formareis grupos más pequeños que no llamarán tanto la atención de los monstruos. Ahora mismo, con vuestro número, sois como un faro en la noche- fue entonces que terminó de hacer el último trazo.

A lo largo del mapa había dibujado bastantes líneas que dibujaban lo que parecía un mapa estelar. En el mismo, tenían cientos de puntos que se asemejaban a estrellas, y que según Perseo, eran puntos dónde tendrían que pasar por alguna prueba. Dichas pruebas irían relacionadas con el anillo que se estaba custodiando en las cercanías.

-No sé qué clase de pruebas os espera, pero os aseguro una cosa: os volverán locos. Nadie ha vuelto de este proceso, por el bien del mundo espero que esta vez no sea así- entonces suspiró.

Los adolescentes tomaron el mapa y lo guardaron minuciosamente. Tras eso, agradecieron su ayuda a Perseo, aunque se notaba a la legua que el héroe estaba bastante mal y preocupado. Hablaron de eso mientras salían de Lugdunum, dispuestos a ir a su nuevo destino.

Apenas habían cruzado la mitad de la calle, cuando oyeron un disturbio unos metros más adelante. El mismo se desarrollaba en una tienda, con varios soldados hablando con una joven. Esta era de altura mediana, con el pelo negro con alguna que otra mecha verde, ojos marrones, y con una armadura romana como protecciones, pero era una mezcolanza entre la vestimenta de legionario, centurión, decurión…

-¡Paradla, paradla!- chilló uno de los soldados, mientras veían como la chica salía corriendo a una velocidad endiablada, con un paquete en la mano.

En apenas unos segundos había cruzado casi la totalidad de la calle y estaba a las puertas, que apenas empezaban a cerrarse para evitar su huida. El grupo de héroes se miró entre ellos con interés, pues esa chica parecía tener mucha prisa y había recorrido cientos de metros en apenas un suspiro. Así que irían tras ella, o al menos lo intentarían. Se pusieron a correr, y en varios minutos habían logrado salir de la ciudad. Tenían la respiración algo entrecortada, y se disponían a continuar cuando ante ellos se presentó la extraña.

-No me sigáis- les espetó, mientras les amenazaba con una espada. Estaba anormalmente tranquila, como si hiciera eso a menudo.

Marin, con una ligera sonrisa, se adelantó a los demás- Es impresionante lo que has hecho- comentó, mientras se acercaba lentamente.

La otra la miró- ¡No quiero tener nada que ver con vosotros, dejadme en paz!- les gritó, mientras salía corriendo de nuevo.

Antes de que pudiera alejarse demasiado, Hazel usó la niebla, y logró confundir a la chica lo suficiente para que acabara dando vueltas en círculos en torno a ellos, hasta cansarse de esa situación, pues cada vez que paraba se les encontraba delante de nuevo. Gruñó cuando eso pasó por cuarta vez, así que les encaró.

-¡No me voy a unir a la secta de ese malnacido de Perseo, así que no me hagáis perder el tiempo!- gritó, mientras corría hacia ellos con la espada preparada.

A duras penas lograron esquivarla, y tuvo que ser Medio Nacido el que la detuviera agarrándola por los hombros, aunque tal fue la fuerza del impulso que tiró al gigantón al suelo, con ella por encima.

-¡¿Se puede saber de qué coño hablas?!- Mallory intervino entonces, colocándose por detrás de ella, agarrándola por detrás, colocando su brazo en torno al pecho para inmovilizarla.

La chica se intentó zafar del agarre sin demasiado éxito, incluso comenzó a vibrar a toda velocidad para escapar, pero no logró su objetivo. Eso sí, Mallory casi le suelta, pero con la ayuda de Alex, Magnus y Jamily lograron detenerla. La extraña parecía bastante asustada, pero entonces Marin intervino de nuevo.

-No te haremos daño, lo juro- dijo, con voz suave.

Sin darse cuenta la joven se rodeó de una ligera aura color dorada, y su voz, suave de forma natural, se volvió casi maternal. A todos les dio ganas de quedarse dormidos en su regazo, aunque mantuvieron el tipo. La extraña se calmó en el acto, y comenzó a hablar.

-Perseo tiene organizada toda una red de narcotráfico, tráfico de influencias, y cosas muy turbias. Es todo un capo, la gente le teme y por eso está al mando. Me sorprende que os haya ayudado- explicó ella, con la mirada mucho más calmada.

-Por eso pensé que erais de los suyos. Tiene a su mando a cientos de semidioses, monstruos, e incluso mortales. Es todo un mafioso, y lleva detrás de mí desde que descubrió mi enorme velocidad- siguió.

Marin asintió- Estás a salvo con nosotros, yo soy Marin Foreman, ¿y tú?- preguntó, con una sonrisa.

-Aurora Zastre, semidiosa hija de Mercurio… Mi madre era española, pero se enamoró del dios durante una estancia en Estados Unidos. Allí estuvieron juntos hasta que mi madre volvió a Europa- explicó, mientras bajaba algo el rostro.

Marin tomó sus manos- ¿En qué podemos ayudarte?- preguntó, mientras se sentaba en frente de ella.

-Tengo a mi cargo a un grupo de niños pequeños… Me gustaría que estuvieran en un lugar más seguro para ellos, por eso me quise llevar ambrosía. El precio es demasiado alto, apenas puedo comprarla, y tengo que recortar de comida y agua, o de ropa- les explicó.

-¿Podemos hacer algo sobre esto?- preguntó entonces Marin, mientras se giraba y miraba al resto de semidioses.

Estos se miraron entre ellos, convenciéndose entre ellos con la mirada. Finalmente, Annabeth asintió- ¿Son también romanos?- preguntó.

Aurora asintió- Entonces pueden ir al Campamento Júpiter, allí les tratarán bien- intervino Jasón.

La adolescente entonces asintió, para luego parpadear un par de veces, y mirar entonces a la hija de Hestia, que le sonreía un poco, mientras acariciaba sus manos con los pulgares.

-Vamos entonces a un sitio más seguro, si de verdad tienen montada semejante mafia será mejor irnos cuantos antes- afirmó.

Aurora asintió, y les acompañó. Se fiaba de ellos, aunque no les conociera de casi nada, pero el poder de Marin había logrado ese efecto, gracias a ser hija de Hestia. Siempre había tenido buena mano con la gente. Decidieron ir de vuelta a dónde vivía Rea, pues querían informarla, y de paso comprobar si ella lo sabía realmente. Tardaron poco tiempo pues Aurora conocía el sitio, aunque nunca habían llegado a entrar, así que fueron por unos senderos que acortaban considerablemente el trayecto, así que llegaron muy rápidamente. En cuanto se acercaron a la puerta, tocaron el timbre, y la deidad apareció tras la puerta, con una sonrisa.

-¡Qué rápido! ¿Cómo os ha ido?- preguntó, mientras les invitaba a pasar.

-Tenemos que hablar, Rea. Perseo… parece que oculta cosas, o eso dice esta chica- indicó Amos. La diosa les miró con el ceño ligeramente fruncido.

-¿Tienes pruebas?- preguntó, mientras andaba por el pasillo unos metros. Se congregaron todos en el salón donde hablaron aquella mañana.

Aurora parecía bastante impresionada por conocer a la deidad, pero igualmente le enseñó de su móvil cientos de mensajes del semidios. Eso sorprendió a los demás, pues llevar un móvil era como llevar un megáfono y gritar "¡soy un semidios, ven a devorarme!". Seguramente no conociera otra forma de comunicarse menos peligroso. Mientras hablaban de aquello entre murmullos, Rea leía los mensajes, y mientras avanzaba, su rostro se iba volviendo cada vez más blanco.

-¿Es esto real?- preguntó, mientras le devolvía el aparato a la joven. Conocía bien la tecnología humana, era útil si se sabía usar, y facilitaba las cosas. A esa cuestión Aurora asintió, mientras guardaba el aparato.

-¿Os ayudó al menos?- los adolescentes asintieron, cosa que tranquilizó en parte a Rea, que se acarició el puente de la nariz.

-Id a donde él os haya indicado, si se ha portado así con vosotros pese a todo es por que yo se lo pedí, así que no creo que os esté engañando- dijo, mientras se daba la vuelta.

Pensó unos segundos, y les encaró de nuevo- Por su bien eso espero. ¿Hay más como tú?- preguntó, mirando a Aurora.

Ella asintió, y le explicó sobre el grupo de niños que estaban a su cargo. Rea también vio apropiado llevarles al Campamento Júpiter, ella se encargaría de aquello. La hija de Mercurio no se fiaba demasiado, pero decidió aceptar al final, no podía hacer mucho más.

-Él también dijo que sería buena idea separarnos, la verdad creo que lleva razón, pese a todo tiene más experiencia que nosotros, deberíamos aprovecharnos de eso, mientras más tiempo siga pensando que ignoramos la realidad mejor- dijo entonces Amos.

Iba a seguir hablando cuando Aurora rompió a llorar entonces. Intentaron calmarla, pero ella no paró hasta un buen rato más tarde. Los celtas la comprendían perfectamente, pues recibir tanta ayuda de golpe podía ser bastante difícil de procesar, más cuando se está acostumbrando a constantes traiciones o a tener enemigos por todos lados. Ellos se sentían así en realidad, si no se habían roto antes era por que estaban en grupo, pero de ir por solitario.. seguramente les hubiera pasado igual.

Cuando lograron que se calmara, ella aseguró que irían a buscar a los menores. Y así fue, tras pasar por el baño y limpiarse la cara, salieron la propia Aurora, Marin y Jamily, mientras los demás organizaban los diferentes viajes. Anduvieron hasta una arboleda, que identificaron como una consagrada a Cernunnos, como en la que habían estado durmiendo ellos al llegar. Tras la misma, había un grupo de cuevas, y se introdujeron en una de ellas.

-Por aquí escondemos una linterna, para guiarnos…- murmuró Aurora, mientras rebuscaba entre varias piedras. Sonrió al encontrar el aparato, lo encendió, y guio a las otras dos por el corredor.

-Que duro debe ser vivir por aquí…- comentó Marin, con algo de pena. La otra asintió, suspirando- Es lo que hay, si nadie está dispuesto a cuidar de ti tienes que buscarte la vida. Y prefiero que vivan en el campo antes de estar en una ciudad a merced de mafias, ya sean humanas o sobrenaturales- afirmó.

Jamily iba a hablar cuando Aurora le pidió guardar silencio. Se oía un murmullo de fondo de niños riendo y jugando, así que avanzaron más deprisa. Tras unos pocos cientos de metros, veían una salida al exterior, y salieron de la cueva. Permanecieron quietas unos segundos para adaptar la vista a toda la luz, y vieron a unos diez niños de diversas edades jugar entre ellos en un campo. Al fondo, había una casa de campo, desde allí ya se podía notar que era acogedora.

-¡Niños!- gritó Aurora, y en seguida estos se acercaron y formaron ante ellos. Eso sorprendió a las otras dos, por que normalmente no serían tan disciplinados. Pero entendían las razones para ello, debían serlo para sobrevivir.

-Vamos a ir a un sitio muy guay donde podremos estar todos juntos, ¿os gusta la idea?- preguntó, mientras se ponía a su altura.

Los menores se miraron con ilusión y rápidamente comenzaron a gritar, pero la otra les mandó callar para poder explicarse- Estas dos amigas mías tienen más amigos que os llevarán a ese sitio, ¿vale? Allí habrá más gente como nosotros, más semidioses- les explicó.

Fue entonces que les contó el plan a seguir, aunque ni Marin ni Jamiliy entendían demasiado bien pues usaban palabras clave, seguramente creadas por Aurora. Tras cinco minutos, se dispusieron a marcharse. Pintaron su piel con pequeñas líneas verdes, así como brazos y piernas, e hicieron lo mismo con las otras dos.

-¿Esto funciona de verdad?- preguntó en voz baja Jamily, mientras se dejaba pintar las mejillas. Aurora asintió- Sí, es mágico. Los creo Esther, es hija de Hestia, según ella repele a los monstruos. Tiene varias rocas y árboles pintados con esto, así podemos estar seguros que no vendrán demasiados monstruos, y los pocos que llegan les derrotamos haciendo formación. Por eso siempre vamos en grupos- le explicó.

Eso sorprendió y agradó a la centurión. La grandeza de Roma vino, precisamente, de su organización y disciplina, y todos los semidioses y legados romanos lo eran por naturaleza. Dos mil años de cultura compartida les hacía ser así.

-¡Nos vamos! ¿Tenéis todas las cosas listas?- preguntó Aurora, mientras hacía registro. Los menores habían corrido hasta casa, habían preparado sus bolsas de viaje, y habían vuelto a donde estaban ellas rápidamente.

Ella les había enseñado a ser lo más rápidos y eficientes posibles, tomando únicamente lo necesario para moverse de allí en pocos minutos. El entrenamiento había logrado sus frutos, y cuando hacían eso parecían más un comando de élite que un grupo de niños pequeños. Pero en el fondo seguían siendo eso, niños, y una de las niñas más pequeñas llevaba en brazos un conejito de peluche, mientras sus ojos lagrimeaban un poco.

-Allí os tratarán bien, os enseñaran a defenderos, y tendréis a muchos hermanos y hermanas nuevos, ¿a que es genial?- le dijo Aurora, mientras sonreía.

La menor asintió, pero seguía pareciendo triste- Piensa que allí tendrás a muchos amigos nuevos con los que jugar, Ana- la abrazó entonces y dejó que llorara en su hombro.

Se levantó, y comenzó a andar por la cueva, seguida por los demás, que permanecían en marcial silencio. Era increíble el orden con el que iban, esa disciplina era rara de ver incluso en las legiones, pensó Jamily. Ella bien podía ser oficial, tenía buena mano para el liderazgo. Anduvieron a buen ritmo por el mismo camio por que el vinieron previamente, y aunque vieron de lejos a varios monstruos, lograron evadirles. Según Aurora, estaban bajo el mando de Perseo, que desde hacía unas semanas mandaba a sus perros de presa por las cercanías de su refugio, así que tarde o temprano se tendrían que haber movido igualmente, así que habían llegado en el momento ideal para ello. Lo pasaron algo mal cuando uno de ellos se calló y estuvo a punto de llorar pues se había hecho un buen raspón en la rodilla, pero logró controlar el dolor y no llamar la atención de los centauros que vigilaban la zona, pero igualmente miraron en la dirección en la que ellos se encontraban.

Incluso en una ocasión pasaron a pocos metros de un grupo de hombres armados con armas de fuego, tenían apariencia militar pero claramente no lo era. En otras condiciones pensarían que Aurora se estaba comportando de forma paranoica, pero en esas circunstancias era lo más normal realmente. En poco tiempo, finalmente, llegaron hasta la casa de Rea. Allí aún estaban discutiendo cómo dividirse los grupos para realizar el viaje, aunque la titanide les aconsejaba para ello.

-El problema será después reunirnos todos, por que estaremos muy lejos, y en plena Europa ir tan pocos solos puede ser peligroso. Yendo en un barco mágico flotante casi nos matamos, imaginaos hacerlo en tierra firme- Annabeth estaba con un boli encima de su oreja, como si fuera una constructora.

A su lado hablaban Magnus, Jason, Zia y Aelita, que no parecían estar llegando a demasiados acuerdos, pero lo que sí tenían claro era que lo ideal era hacer pequeños grupos para abarcar más terreno.

-Mientras vosotros seguís con eso, propongo que lleve a los chicos al Campamento, para no perder tiempo- dijo Carter, mientras se acercaba a estos.

Ellos le miraron con interés, algunos se ocultaron tras Aurora, y otros le sostuvieron la mirada. Pero ella les indicó con un gesto que era de confianza- Estos son los amigos que os comenté, niños. Este es Carter, os llevará hasta nuestro nuevo hogar- les dijo.

-¿No vienes con nosotros?- preguntó preocupado uno de ellos. Ella suspiró, sería difícil pero no podía mentirles, no de forma tan descarada.

-Ellos me están ayudando mucho, y debo devolverles el favor, chicos- aseguró, mientras extendía los brazos y se ponía de rodillas.

Se dejó abrazar por todos, y se despidió de ellos bajo la promesa de volver cuando acabaran la misión, aunque no supieran cuando iba a ser. Fue entonces que Carter les pidió que le siguieran, y les llevó hacia el barco que usaron para llegar a Europa.

Una vez que se habían llevado a los más jóvenes, las otras tres se acercaron a los demás. Acabaron decidiendo que se repartirían de la siguiente manera: a Hispania irían Percy, Jamily, Magnus, Zia y Aelita; en la Galia se quedarían Annabeth, Hazel, Alex, Waltz y Jeremy; viajarían a Britania Piper, Jason, Blitzen, Sadie y Electra; en Itálica estarían Leo, Frank, Hearthstone, Carter y Samuel; y por último en Grecia estarían Marin, Aurora, Mallory, Amos y Patrick.

Decidido esto, se prepararían para el viaje, aunque el grupo de Itálica tendrían que esperar a que Carter volviera del viaje, aunque seguramente tardaría poco en volver. Mientras, se preparaban para ello. Cada uno preparó una bolsa de viaje, donde guardarían armas, pociones, ambrosía, ropa limpia… Y todo aquello que un buen semidios fuera a necesitar en un viaje como el que iban a emprender. Rea les observaba en silencio, y, tras disculparse un poco, se retiró. Salió de la casa, y desapareció en el aire con un destello de luz. Y apareció de nuevo ante Perseo, que se limpiaba las uñas con el filo de un pequeño cuchillo, con sus piernas sobre la mesa cercana.

-Imagino que te habrán ido con el cuento…- comentó este, mientras dejaba el cuchillo a un lado y se apoyaba sobre la mesa.

Esta asintió- No sé en que estás pensando, pero quiero que pares- exigió, mientras le miraba con intensidad. El hombre, lejos de intimidarse, se rio con ganas.

-No me vengas con que no sabías nada, Rea. Eres demasiado vieja y lista- le dijo, mientras se llevaba unas uvas que tenía en un bol cercano a la boca.

-Tenía mis dudas, y ahora se han resuelto definitivamente- respondió, seria- No creo que sea necesario que vuelva a verte para esto, ¿verdad?- en esa pregunta iba implícita una amenaza que no pasó desapercibida para Perseo.

-No seas hipócrita como el resto de inmortales, Rea. Caos se va a alzar, y seguramente quiera aliados. Yo seré uno de ellos, no es nada personal, simplemente me gusta estar en el bando vencedor- ella le abofeteó entonces, y le llevó a una pared, con la cara ligeramente desencajada por la furia que sentía.

Pero se calmó al darse cuenta de sus acciones y le bajó de nuevo al suelo- No hagas nada de lo que te puedas arrepentir…- murmuró, mientras le arreglaba algo la ropa.

Perseo bajó la vista- Y deja de actuar como un capo, no es tu estilo- añadió, y entonces desapareció. En cuanto eso pasó, tomó el bol y lo lanzó al suelo, furioso.

-¡Magno! ¡César!- gritó. Por allí entonces aparecieron un par de centuriones, perfectamente uniformados y listos para entrar en batalla. Eran jóvenes, no debían tener más de 15 años.

El primero era alto como una columna, de pelo negro corto y ojos verdes. El segundo, en cambio, era algo más bajo, de pelo también negro pero con ojos pardos. Ambos se colocaron en posición marcial e hicieron el saludo romano.

-Id a las otras provincias y avisad a los demás. Esos putos críos van a por los anillos, hay que pararles- dijo, mientras tomaba su móvil.

-Les he tenido que dar información para que no sea demasiado evidente que no quería ayudarles, pero ya saben la realidad. Alguien se la ha tenido que haber contado, poned a alguien a investigarlo- escribió varios mensajes por el móvil, y se llevó los dedos al mentón tras sentarle.

-¡Vamos, id!- gritó, irritado, echándoles del sitio. Estos, obedientes, salieron de allí al trote, dejándole sólo.

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Tan solo una hora más tarde, ya estaba todo listo y Carter ya iba de camino de vuelta al lugar en el que habían quedado para dividirse. Estaba claro que la casa de Rea ya no iba a ser un lugar seguro, no al menos para ellos, pues las fuerzas de Perseo debían de estar haciendo batidas para buscarles, y en cuanto pusieran un pie fuera de la casa tendrán a todo un ejército delante de ellos.

Por eso, y antes de que pudiera congregarse un número considerable de sus fuerzas en torno a la casa, se dirigieron a un lugar en el que este no se atrevería a atacar: Lyon. La ciudad actual era un lugar que él no había llegado a controlar, sus redes no se habían llegado a extender tanto. Controlaba la zona de Lugdunum y parte de los al rededores, pero la zona moderno no estaba bajo su influencia.

-Aquí estaremos a salvo de él- afirmó Aurora, mientras se sentaba en el banco de un parque, sonriendo algo.

-Bueno chicos, cuidaos, y recordad, ante un problema, avisad a los demás. Tenemos que permanecer en contacto, aunque sea difícil- dijo Amos, mientras les mostraba el móvil- Aunque tendréis que usarlo vosotros- dijo, mirando a sus sobrinos, a Zia y a Waltz.

-Tenemos muchos medios de todas formas, yo no me preocuparía por eso la verdad- afirmó Annabeth, mientras se alejaba instintivamente del aparato.

Amos se rio y acarició la cabeza de ella como si fuera una sobrina más de él- Creo que esta es la despedida entonces, cada uno que tome trenes o aviones según a dónde tengan que ir- dijo entonces Zia, mientras se acomodaba su bolsa al hombro- Quedaremos aquí en ¿Cuánto? ¿15 días os parece bien?- preguntó, a lo que los demás asintieron.

Se separaron entonces. La aventura iba a tomar un nuevo cariz, sólo esperaban que aquella fuera la mejor decisión, pues de ellos dependía el devenir de la guerra, y el bienestar de sus familiares y amigos mortales. Antes de irse, Waltz sintió que unas presencias les observaban, y desde lo alto de un edificio vio a Zeus, Odín, Ra, y el que supuso era Lugh. Este tenía el pelo rojizo, piel blanca, ojos azules destellantes, y pinturas azules guerreras por su cuerpo. Parecían complacidos con ellos mientras hablaban en murmullos, desde allí no podía saber qué decían, pero tenían actitud de estar contentos.

-¿Creéis que lo lograrán?- murmuraba Zeus, con la mirada algo preocupada- Por nuestro bien y el de ellos espero que sí. Son fuertes- le respondió Odín, mientras se cruzaba de brazos.

-Sigo sin entender por qué queréis que los míos entren. Llevábamos siglos solos, ¿por qué ahora?- inquirió Lugh.

-Os vendrá bien reincorporaros. Y no seréis los únicos, te lo aseguro. Tras este suceso, la comunidad sobrenatural estará más unida y será más segura que nunca, te lo aseguro- dijo Ra, sonriendo algo- Creedme, soy el más antiguo de los cuatro, caballeros- añadió, ante sus miradas escépticas.

Dicho eso, los cuatro volvieron a sus quehaceres cotidianos, confiando en que sus héroes lo lograran. Siempre había funcionado, nada indicaba que en esa ocasión fuera a ser diferente. Pero ellos, como anteriores veces, no iban a quedarse de brazos cruzados. Ayudarían activamente en el proceso, solo esperaban que sus hijos e hijas confiaran lo suficiente en ellos como para pedirla.

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La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.

Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!