Enemigo primordial
Capítulo 11
El grupo liderado por Jasón, y que estaba compuesto por Piper, Blitzen, Sadie y Electra tenían por misión ir hasta Londres estando en Lyon, así que era de los viajes más largos. Al tener que cruzar el canal de La Mancha, y al ser este bastante concurrido, tomaría tiempo. Pero primero debían llegar a un puerto en el que pudieran cruzar el canal de forma segura para un grupo de semidioses.
-Tenemos: ir en avión, o ir por carretera, en cuyo caso podríamos ir en coche, tren o autobús, y luego tomar un barco hasta Reino Unido, aunque podemos ir en coche bajo el canal- comenzó Jasón.
Se habían reunido en torno a un banco de un parque cercano a donde se habían separado de los demás. Al ser un viaje tan largo debían decidirlo apropiadamente, y una vez que lo decidieran, llevarlo hasta el final, o al menos así lo veía el romano. Pero no tenía claro si era buena idea ir en avión desde allí, pues si bien sería el medio más veloz al ser este el que menos tardaría, allí eran todos menores a excepción de Blitzen, y a ver cómo explicaban eso sin ser bastante raro todo. Podían decir que era una excursión de un colegio, pero eran demasiado pocos, y en esos momentos no tenían los papeles. Por otro lado, y si alquilaban un coche, Blitzen podría conducirlo sin que nadie les pidiera nada, a no ser que hubiera algún control por ahí, pero en comparación era mucho más difícil encontrarse un control en la carretera que si tuvieran que pasar por los que seguro se tendrían que enfrentar de ir en avión. De todas formas tenían que decidirlo, y por eso estaban hablando.
-¿Y no nos podrías llevarnos volando, Jason?- preguntó Sadie, divertida, mientras este rodaba los ojos- Esto es serio, Piper. Si tuviéramos un dragón mágico de bronce celestial lo usaríamos, pero no es el caso- le respondió.
-¿Teníais un dragón mágico?- dijo interesado Blitzen, eso sí que era espectacular. Jason suspiró un poco, mientras Piper le explicaba un poco por encima.
Había cosas que aún no sabían de los demás, pese a contarse cosas para unirse, había detalles que aún no se sabían, y uno era ese. Probablemente se contara pero el enano oscuro no lo escucharía. En cualquier caso Jason le pidió con un gesto contar la anécdota lo más rápido posible para volver a lo que consideraban la conversación más importante. Fue entonces que Electra propuso una idea no demasiado descabellada.
-Podríamos ir en tren y en Calais pasar usando el eurotúnel a Reino Unido, no creo que tarde demasiado- les dijo.
Los demás asintieron, era una opción bastante cómoda y desde luego la mejor para Blitzen ya que no tendría que conducir durante horas y horas, pues simplemente se podría sentar y relajarse. Otra opción era el autobús pero todos coincidieron que el tren era una mejor opción, así que decidieron ir hacia la estación de tren, donde vieron a lo lejos al grupo que iba a ir a París, aunque estos estaban ya sentados en unos bancos cerca del andén que seguramente fueran a usar el tren en el que iban a viajar. Observaron entonces los horarios del viaje que tenían que hacer, y resultaba que tendrían que esperar un par de horas hasta la salida del próximo tren, que llegaría a mediodía, así que tendrían que comer en Calais, y a la tarde tomarían el tren que les llevaría a Folkestone, en Reino Unido, y de allí otro tren a Londres, donde buscarían la ciudad de Londinium.
-Bueno, compraré los billetes muchachos, esperad aquí- pidió Blitzen, que acompañado por Jason, fueron hasta la ventanilla de compra de los pasajes.
Mientras esperaban el par de horas que les quedaban hasta la salida del tren, decidieron ir a la cafetería de la estación a tomar algo durante ese rato, pues no tenían nada mejor que hacer y al menos allí estarían a una temperatura más agradable y podrían tomar algo mientras esperaban al tren. Al ser verano hacía calor y preferían tomar algo mientras se dejaban enfriar por el aire acondicionado, y si se refrescaban por dentro mejor. En ello estaban mientras hablaban.
-Deberíamos ir con cuidado, aún yendo en tren podemos llamar la atención de monstruos, y por eso he traído esto- sonrió mientras rebuscaba entre sus cosas.
Sacó entonces una botella, de aproximadamente trescientos mililitros, y que era totalmente opaca. Parecía la botella de un dispensador, pues la boquilla tenía un botón que, si se pulsaba, probablemente expulsara algún líquido. A ellos les recordaba a la botella de una colonia, al menos en apariencia pues no era demasiado estética. No hacía falta recordárselo a Blitzen.
-Sí, ya sé que es fea como ella sola, pero probad- tomó entonces la muñeca de Electra con delicadeza.
Ella le miró con cierta desconfianza, pero se dejó hacer. Él entonces impregnó su piel con una parte del contenido de la botella, e invitó con un gesto a ella para que oliera. Cuando lo hizo una suave fragancia llegó a su nariz, y sonrió un poco, era agradable ese olor.
-Huele bien, ¿pero para qué sirve?- le preguntó- ¡Me alegra que lo preguntes!- exclamó.
Les mostró unos panfletos- Si todo va bien será una fragancia que comercialice en breve, aún estamos trabajando en el nombre, pero sí sé para qué será: no sólo servirá de colonia, también ahuyentará a los monstruos- les indicó.
Tenía una genuina sonrisa en la cara, y los demás le miraron- ¿Puedo probar?- preguntó Sadie, a lo que el otro asintió.
Jason suspiró un poco mientras los demás miembros del grupo se arremolinaban en torno a Blitzen. Tenía consigo a un grupo bastante variopinto, a la única a la que conocía era a Piper, a los demás no, y eso en parte le preocupaba. Como líder, tenía que conocer a todos los que estaban bajo su mando, para así poder idear buenos planes si los llegaban a necesitar. Al menos tendría varias horas de viaje para poder saber aquello que necesitara saber. En ello pensaba cuando llegó la camarera con las bebidas. Las sirvió en la mesa y el nórdico llevó su mirada un instante a su rostro, pero se quedó blanco al reconocerla.
-¿Ma…?- murmuró, y la chica les guiñó un ojo- Luego hablamos, tengo trabajo- les dijo, con voz risueña, mientras se dirigía de nuevo a la barra.
-¿Quién era?- preguntó Sadie entonces, sin entender. El aludido simplemente suspiró un poco y tamborileó con los dedos, meditando su respuesta.
-Era mi madre, la diosa Freya- les respondió, serio- Y si ella viene… es porque algo le interesa- añadió entonces.
Los dioses eran así, al final. Se movían por sus intereses, y no por otra cosa. En esa ocasión coincidía que los intereses de los semidioses eran como el de los dioses, y que el enemigo a batir era común a todos, y por eso estaban más participativos de lo habitual. Pero los había que seguían en sus trece de o bien no cooperar, o bien de seguir exclusivamente sus deseos, y uno de esos dioses era Freya. Sí, es una diosa poderosa, con poderes mágicos envidiables, pero cuando deseaba algo no paraba hasta obtenerlo, y seguramente estuviera allí por esa razón. Cumpliendo su palabra, y a los diez minutos, se sentó junto a los héroes, que permanecían en silencio desde la revelación de Blitz. Se trataba de una mujer algo mayor que los miembros del grupo, de pelo dorado brillante, ojos azul celeste y la piel blanca inmaculada. Estaba elegante incluso con el uniforme de la cafetería, sin duda era una buena diosa de la belleza y el amor. Aunque eso no quitaba su lado guerrero como buena diosa del norte, pues tenía un colgante en forma de lanza que colgaba de su cuello y que irradiaba magia por todos los lados.
-¿Qué tal estas, hijo mío?- le preguntó, mientras tomaba las manos de él entre las suyas. Este bajó algo la mirada y masculló un ligero sí.
Ella le sonrió entonces- Que grupo más variopinto, espero que les estés liderando apropiadamente- comentó. Jasón se aclaró la garganta.
-De hecho… bueno…- empezó el centurión, pero el otro respondió antes- Es él el que está al mando, madre. Jason tiene más experiencia en eso-
La mujer asintió entonces, sin quitar la sonrisa- Bueno, eso es lo de menos, espero que todos volváis a salvo. Morir es muy poco glamuroso, hijo- le recordó.
Esa frase, que en otro contexto sería hasta graciosa, para todos los presentes era sin duda lapidaria. Pero la deidad no había terminado de hablar.
-Tengo dos cosas que deciros: la primera, cuando lleguéis a las tierras cercanas de Lugdunum, allí vive un semidios celta muy poderoso, sabréis quien es nada más verle, si le reclutáis ganaréis bastante- comenzó.
Blitzen suspiró, pero no interrumpió a su madre en ningún momento- La segunda cosa es: os encontraréis una sorpresa cuando vayáis a la zona nórdica, una que aún no sabemos exactamente qué es, pero que algo nos dice que será positiva- le sonrió entonces.
Sin decir nada ella tomó la fragancia, que no llegó a guardar su hijo, y la probó en su muñeca. Sonrió, y adoptó una actitud pensativa- ¿Podrías fabricar más para tu mamá favorita, hijo?- le preguntó.
El chico simplemente asintió y se dejó abrazar por la madre, mientras ella se reía un poco. No parecía nerviosa ante la más que probable inminente pelea que se iba a desarrollar. Tal vez sólo faltaban días, o puede que semanas, pero estaba claro que en breve algo grande iba a ocurrir. Y ella se preocupaba por una colonia. De todas formas todos ellos conocían a otros dioses que se preocupaban por cosas así o incluso peores en esos momentos.
-¡Genial! Bueno, os deseo la mejor de las suertes, vuestro tren sale en nada, id yendo al andén- les aconsejó. Ellos miraron la hora, y luego revisaron los billetes.
Efectivamente, quedaban diez minutos de espera. Eso era sin duda raro, aún debía quedar un tiempo. Sin añadir nada ella les guiñó un ojo- Lo mejor para mi niño favorito- dijo simplemente, antes de volver a sus quehaceres.
Cuando Blitzen pestañeó, su madre había desaparecido, y la única chica que atendía el sitio era, lejos de una mujer rubia, una chica de color. Sin duda su madre se había hecho pasar por una segunda camarera para poder acercarse, y ya que estaba se entretenía llevando y poniendo comandas en las mesas. A veces era así, le gustaba jugar a ser humana, o eso le decían otros héroes que vivían en el Valhalla y que eran hijos de Freya, aunque la mayoría acababan en su propio reino, Folkvanger.
Con esa idea en la cabeza, recogieron sus cosas, y fueron hacia el andén indicado. Allí ya esperaba el tren, con la revisora al lado de la puerta, y con sus manos tras la espalda pero con una radiante sonrisa en el rostro. Cuando le dieron los billetes, les indicó el vagón y los asientos con una sonrisa más amplia aún, y, al llegar, entendieron rápidamente el por qué: era un vagón de primera categoría, con asientos de terciopelo rojo de los que se pueden recostar, un amplio pasillo central, almohadas para reposar la cabeza, y con el suficiente espacio en la parte de arriba para meter hasta la maleta más grande, así que les sobraba espacio para todas las mochilas de ellos. Vieron además una barra con toda clase de bebidas, y un cartelito que ponía barra libre. También había una bandeja con varios bol de frutos secos, y lo que parecía una coctelera.
-¿Todo esto es cortesía de tu madre?- preguntó Electra, sorprendida. Blitz asintió.
-Compré billetes normales, pero esto…- una voz interrumpió entonces al enano, una por megafonía.
-Señores pasajeros, el tren LVSMA con destino a Calais está a punto de iniciar su viaje, por favor, colóquense en sus asientos y pónganse los cinturones de seguridad. Les deseamos un feliz viaje- tras el mensaje, empezó a sonar una agradable melodía.
-No entiendo nada…- comentó Sadie, entonces, buscando las iniciales que habían oído por los altavoces. Sería Electra la que señalara un cartel al otro lado del vagón, justo encima de las bebidas espirituosas.
-LVSMA, Los Vanir Son Mejores que los Aesir- leyó ella, y aguantó una risa- Este debe ser un tren propiedad de tu madre, tío- le dijo Piper, mientras se acomodaba en el asiento.
Blitzen asintió- Ya podría haber avisado antes, la verdad…- murmuró, mientras se sentaba tranquilo en su asiento.
Tenían el vagón para ellos solos así que podían acomodarse a gusto. Y gracias a que las ventanas estaban tintadas, el enano podía quedarse en manga corta, pues el Sol no penetraba lo suficiente allí como para que se transformara en una muy realista estatua de piedra. Ojalá todos los viajes fueran así, sería muy interesante.
-Ya podría ayudar así mi viejo…- comentó Electra, mirando por la ventana. Piper la miró.
La chica tenía un aura poderosa a su alrededor, pero no parecía estar de humor en esos momentos. La chica, que entendía en cierta medida lo que podía sentir al también ser semidiosa, la miró. Decidió esperar a que ella se lanzara a hablar, pues debía surgir de ella querer hablar, de nada servía intentar presionarla, pues si no quería soltar prenda no lo haría hasta no sentirse segura.
-Si los dioses de vuestro mundo hablan poco con vosotros, de nosotros… Yo diría que ninguno tiene relación alguna con su progenitor divino. Y eso daría en cierta medida igual, tenemos a la familia y entre nosotros somos una segunda familia, pero…- ella suspiró un poco.
-¿Pero?- le invitó a hablar Sadie. La otra se lo pensó unos segundos antes de hablar- En mi caso, como ya digo, mi padre divino, Tutatis, en ningún momento ha contactado conmigo, ni mi madre me habló de él. Imagínate a una chica de 14 años un día extraordinariamente enfadada con su novio y que de pronto comience a lanzar electricidad estática desde el cuerpo, destrozando las luces del cuarto en el que estaba, y de cómo reaccionó la gente- les dijo.
Decidieron dejarla hablar- Tuve que huir, por que mi madre me echó de casa, así que a los 14 estaba sola, y en la calle. Por suerte Samuel me encontró y me llevó con los demás semidioses, por que si no a saber dónde hubiera acabado- les dijo.
Suspiró- En fin, además de lazar rayos, que sepa no puedo hacer nada más, la verdad- y con eso, ella finalizó, cosa que indicó al recostarse en su asiento.
Jasón carraspeó- Bueno, no está mal, eso de lanzar rayos. ¿Puedes hacerlo a voluntad, o…?- preguntó.
Ella le miró frunciendo algo el ceño- Claro, no voy a pedirle permiso a mi viejo, ¿no crees? Encima que ni me habla no voy a poder hacer eso, ya sería lo que me faltaba- gruñó.
Piper entonces se rio con ganas- ¡Pues aquí Superman sí que tiene que pedir permiso!- exclamó, divertida.
El chico se removió incómodo en su sitio, mientras bajaba algo la mirada, pero en seguida la levantó de nuevo- Quítale tú un rayo a Júpiter y luego me comentas lo que pasa- le espetó.
Electra se rio un poco, mientras el chico simplemente suspiraba un poco. Esa era una cosa curiosa, al haber tantos dioses al final se acoplaban unos poderes con otros, y podía haber fácilmente casi un equipo de fútbol de dioses del rayo, y lo mismo con dioses del amor, del mar, de la guerra… Y desconocían si había alguna entidad, ya sea dios, diosa o espíritu, que estuviera por encima. Esa era una pregunta importante a hacer a la próxima deidad que vieran. Con esas cosas en mente, se relajaron para el viaje, que duraría un buen rato, al menos iban con la seguridad de no temer la llegada de monstruos o de cualquier cosa peligrosa, al menos en teoría. Y es que en su mundo, no se podía dar nada por hecho.
-Por cierto, ¿qué habrá querido decir Freya con que teníamos que buscar a ese héroe? Ni que fuéramos pocos en estos momentos- comentó Sadie.
Eso era verdad- Mi madre normalmente dice claramente lo que quiere. Claro que esta no es una situación normal- dijo Blitzen.
-Dijo que estaba en las cercanías de Londinium, y que había otra sorpresa en el mundo nórdico, ¿a qué se referirá con eso último?- continuó la egipcia.
-Son dos preguntas que aún no podemos responder, me temo- intervino Jasón- El héroe, si tan fuerte es nos vendrá bien que se una, pero tiene pinta de ser un lobo solitario- añadió.
-¿Alguna idea de quién puede ser, Electra?- la chica miró al romano, pensativa.
-Si te refieres a si puede ser algún héroe mítico, la verdad es que no- le respondió ella- No conozco ningún caso de un héroe que haya vuelto del mundo de los muertos- continuó la rubia.
-Supongo que pronto lo sabremos, al llegar a Lonudinium, como pasó en Lyon y con Aurora, aunque en su caso no la buscábamos de forma activa, pero aún así nos la encontramos, y hay que reconocerlo, es poderosa y tiene poderes que ya nos gustaría, esa súper velocidad… sin duda será de gran utilidad. Pero, ¿quién o qué poderes puede tener? Ni idea- reconoció.
-No me gusta depender tanto de la suerte…- murmuró Jasón, con algo de molestia.
-Ni a mí, pero realmente, ¿creéis que nos mandarán a lo loco hasta ese chico, sin tener un plan ya, o sin haberle hablado antes?- preguntó Electra.
Los demás rieron. Su inocencia era contagiosa- Los dioses te piden algo y esperan que lo hagas tú todo, ellos no se mueven- le dijo Piper, mientras reía un poco.
En realidad, Electra era en parte consciente de eso, pero prefería no pensar en ello. Durante el viaje, y aprovechando la situación, decidieron descansar un poco, lo necesitarían para más tarde. Mientras se movían a toda velocidad por la campiña, veían a gente normal y corriente trabajando sus campos, mientras usaban máquinas para arar la tierra. También los había que estaban cosechando, mientras coches, autobuses y camiones iban y venían por la carretera cercana. Por el cielo podían ver volar desde pájaros comunes y corrientes, hasta grandes pegasos e hipogrifos, también alguna que otra furia, y faunos ir y venir persiguiendo ninfas. Lo habitual. Se estaba Jason dejando amodorrar en su asiento cuando notó vibrar su móvil. Normalmente no lo llevarían pero parecía que era necesario, y desde luego era un método más veloz que las formas mágicas de comunicación. Nervioso, respondió. Era Annabeth.
-¿Sí?- pregunto al descolgar el aparato. Se oyeron interferencias hasta que una voz femenina respondió.
-¡Jasón! ¿Dónde estáis?- preguntó la chica entonces- Vamos por… un segundo que te pongo con el altavoz- dijo, mientras colocaba el móvil en la mesa que tenia delante.
Tras poner el altavoz a todo volumen, se calló unos segundos, en los que Annabeth habló- Mi grupo y el que fue a España ha sido atacado por un cíclope, creemos que diferente, pero muy poderosos. Dicen que nos están poniendo a prueba, y que no será la única- les explicó.
-¿Cómo que cíclopes?- preguntó Electra entonces, seria. Jasón suspiró, obviamente no podía ser tan sencillo.
-Creo saber quienes son. Lo he estado mirando, y me parece que son los primeros cíclopes, hijos directos de Urano y Gaia. No sé por que se meten, en teoría su padre les trataba fatal para variar, pero en cualquier caso, tened los sentidos alerta- pidió.
-¿Dónde os los habéis encontrado?- preguntó Piper. Oyeron un poco de sonido de voces de fondo que no pudieron entender hasta que Annabeth pudo responder.
-Cerca de las ciudades antiguas, pero no al lado, al grupo de Emerita aún les quedaban muchos kilómetros, a nosotros no tanto- les respondió.
-Vale, estaremos al tanto, gracias- tras despedirse Annabeth y los demás, Jasón colgó finalmente y se guardó el aparato.
-Esa información es interesante, ahora iremos en guardia- dijo Piper, mientras se recostaba de nuevo.
No parecía especialmente nerviosa, y eso a juicio de Electra no era positivo. Había aprendido a estar siempre alerta, así se permanecía con vida, las calles eran duras y uno tenía que aprender a no temerle a nada, pero con la daga lista bajo el brazo, solo por si acaso. Y ella, al menos por el momento, les veía bastante relajados a todos. Eso era señal o de insensatez, o de estar muy seguro de si mismo, y no sabía del todo cual era peor. Aun así, ella no se dejó dormir en los asientos como sí hicieron los demás chicos, que no despertaron hasta llegar a su parada, momento en el que sonó la megafonía del tren. Durante ese rato, reflexionó sobre ellos. Habían tenido vidas igualmente duras, pues sus padres o madres divinos o no les hacían caso, o simplemente se interesaban por ellos cuando les interesaba. Había excepciones, claro, pero eran la minoría. En los demás casos las vidas de esos americanos y las de sus amigos no se diferenciaba demasiado: tenían problemas en clase, eran habitualmente rechazados por los demás, y sus familias o pasaban de ellos o no les entendían, o, en casos extremos como el suyo, les abandonaban de plano. Ese era un problema que también mortales podían sufrir, pero que en el caso del semidios promedio iba a más al tener a muchos monstruos detrás, más si eran poderosos. Y Europa era el Salvaje Oeste en este sentido, pues no había ninguna organización parecida a la de los Campamento Júpiter o Campamento Mestizo, o el Hotel Valhalla, o los Domos. Cuando todo eso pasara algo debían hacer ellos, organizarse de alguna manera.
-Buenos días, bellas durmientes- comentó divertida al ver a Sadie y Piper abrir los ojos cuando sonó la voz de megafonía.
La egipcia se estiró un poco. A Electra le sorprendía ella, no tenía el aspecto de una hechicera de ese mundo, más bien parecía nórdica o celta. Pero eso simplemente demostraba la gran diversidad que sus mundos tenían. Al fin y al cabo, era una parte más del mundo, y este era muy plural.
-¿Dónde estamos?- preguntó entonces Jason, que también abría los ojos. En su caso, se estaba acariciando el puente de la nariz mientras se desperezaba.
-En Calais, en las cercanías del Canal- les explicó Electra entonces. Los demás asintieron, mientras unos se estiraban los otros recogían las maletas y salían por la puerta del vagón.
Una vez que bajaron del tren, decidieron que lo mejor sería decidir qué hacer, pues la madre de Blitzen simplemente les llevó hasta allí, aunque el enano se había adelantado y había comprado los billetes para cruzar el mar usando el tren. Era el medio más veloz, desde luego, teniendo en cuenta sus circunstancias.
-Oye Electra, ¿es posible que hayas permanecido todo el rato despierta?- preguntó entonces Sadie, cayendo en eso.
La chica la miró y asintió- No soy capaz de dormir en sitios así- le dijo. En parte era verdad, pero al mismo tiempo no le gustaba que todos estuvieran durmiendo a la vez en plena misión. Siendo en parte consciente de eso, Jason intervino.
-No hace falta estar alerta siempre. De vez en cuando hay que descansar, para poder luchar mejor después- le dijo.
-Él lleva razón, tía- le dijo Piper, mientras andaban por la estación.
Ella suspiró pero no llegó a responder. Estaba más preocupada de no llamar la atención de los vigilantes de seguridad ni de ningún otro mortal. Era lo mejor, al final, pasar lo más desapercibida posible. Lo había aprendido a las malas. Para no apretar demasiado las tuercas los demás decidieron que no preguntarían más al respecto, ya bastante se había abierto previamente con ellos, ya habría tiempo de conocerse.
-Bueno, aún tenemos un rato antes del próximo viaje, ¿alguna idea?- preguntó Blitzen, mientras revisaba en su móvil los billetes que había comprado.
-Quedémonos por aquí, no me gustaría alejarme demasiado - comentó Electra entonces, mientras tamborileaba con los dedos, Estaba cruzada de brazos.
En cierta medida lo que ella decía tenia cierto sentido, a decir verdad. Antes de que ninguno pudiera decirle nada, ella se fue hacia unos bancos y se sentó allí, dejando la mochila en el regazo cuando se sentó. En realidad poco más podían hacer, así que se acercaron a ella. Era el momento de, al menos, preguntarle a ella.
-¿Estas bien?- le preguntó Jason entonces. Ella le miró- ¿Por qué la pregunta?- él suspiró.
-Pareces más nerviosa de lo habitual- le comentó- Bueno, estamos en una misión importante, ¿no?- comentó ella.
-No me gusta que todos estén durmiendo a la vez, la verdad…- reconoció al ver sus miradas.
Parecía genuinamente preocupados pese a conocerse tan solo de los días y eso en cierta medida le parecía bonito, aunque siendo compañeros de misión, y al depender los unos de los otros tenía cierto sentido. Ella suspiró entonces.
-Hace unos años, cuando me echaron de casa, y durante las semanas que estuve en la calle antes de que Samuel diera conmigo, me encontré con una semidiosa. Era idéntica a Aelita, también hija de Dagda así que supongo que eran hermanas- les explicó.
Ellos prestaron atención en ese momento a las palabras de ella. No tenían ni idea de que ella tuviera una hermana ni nada parecido. Les explicó que las dos hermanas habían salido de casa juntas, y conocieron a Electra cuando ella acabó en las calles también. Las tres permanecimos juntas, hasta que… - tuvo que parar unos segundos.
Se sentía la culpa en su voz. Al parecer, era de noche cuando pasó. Las tres dormían en una nave de las afueras de la ciudad. Un grito las despertó, y vieron como la hermana de Aelita, de nombre Asmae, luchaba contra un monstruo, una criatura siniestra con cuerpo de felino, cascos de ciervo y cabeza de serpiente y que exhalaba fuego por la boca. Tenía la boca llena de dientes, y de sus dos colmillos goteaba un líquido verduzco que no parecía inocuo precisamente.
Era grande como un coche, y realmente fiera, más tarde descubrirían que se trataba de un howinbist, literalmente bestia aulladora, una alimaña que, de un chillido, casi les revienta los oídos a las tres. En un abrir y cerrar de ojos agarró a la joven con una de sus garras, y desapareció en el aire con ella en el momento en el que Asmae le había intentado atravesar el pecho con un cuchillo bastante rudimentario hecho con un hierro. Las criaturas mágicas celtas tenían esa debilidad, el acero, pero se necesitaba de la magia para reforzarlas, por si mismas simplemente les dañaba, para acabar con ellas tenían que ser potenciadas. En ese caso Asmae había dañado al howinbist, y la criatura se la llevó delante de ellas, sin que pudieran hacer nada para impedirlo. (1)
Eso las marcó a ambas totalmente, y nunca dormían las dos a la vez, siempre había alguna despierta, o las dos. Esta historia no le eran ajenas a los demás, también habían oído casos similares en sus respectivos mundos, y entendían que ver morir, o por lo menos desaparecer, delante de ti a tu propia hermana debía ser duro. Esa lección se la remarcaron bien a los demás, y seguían cumpliendo con esa costumbre. Y era una bastante lógica.
-Eso pasó, básicamente. Yo por eso siempre estoy de vigía si los demás descansan. Ya dormiré yo más adelante- les contó.
Sorbió un poco por la nariz. Había mantenido un tono sereno durante la explicación, pero durante unos instantes casi se rompe su voz, pero había mantenido la compostura. Cuando Blitzen le iba a dar ánimos, sonó por megafonía para que los pasajeros del tren subterráneo subieran al mismo, así que fueron hacia la dársena correspondiente. Allí, efectivamente, esperaba ya el tren, que tenia las puertas abiertas. Una vez dados los billetes al revisor, se colocaron de nuevo en unos asientos. Pasajeros subían y se movían por su vagón hacia delante y hacia atrás, así que poco podían hablar en esa situación, hasta que, minutos después, el aparato comenzó a moverse por las vías, aunque al inicio no iba especialmente deprisa. Poco a poco se iban introduciendo bajo la tierra, y eso agradaba a Blitzen por ser su medio natural, mientras que Electra se sentía algo nerviosa por estar lejos del cielo, que al fin y al cabo era el único nexo real con su padre. Jasón se sentía más o menos parecido, no le gustaba admitirlo pero estar bajo tierra no era una de sus pasatiempos predilecto.
-Estarás en múltiples situaciones negativas, jovencita. Será mejor que te acostumbres- una voz masculina les sacó de sus pensamientos.
Alarmados vieron justo delante de ellos, y sentado en frente, un hombre pelirrojo y de ojos azul eléctrico. Era grande y fornido, con una densa barba y el pelo largo ensortijado con cuentas y la piel pintada en las mejillas de color azul, se asemejaba la parte pintada al arañazo de una bestia. El corazón de Electra comenzó a latir con intensidad, y en las mejillas de ella aparecieron las mismas marcas que las del hombre.
-Para ser una hija mía no pareces la gran cosa…- masculló, mientras su mirada peligrosa la atravesaba de lado a lado.
Antes de que nadie dijera nada ella apretó los puños y chispazos salieron de su cuerpo, e incluso algún que otro rayo alcanzó al desconocido, pero no llegó a lastimarle de ninguna manera. Sonrió de medio lado entonces, y de un movimiento a ella dejó de rodearle esa energía eléctrica.
-Así mejor… Eso es más digno de una hija de Taranis- comentó, momento en el que ella gruñó.
-Por fin te conozco, viejo- le dijo ella, no parecía impresionada. Al revés, parecía cabreada. El otro pasó por alto lo que para otro dios hubiera sido una imperdonable falta de respeto.
-A mi tampoco me hace puñetera gracia esto, guapa, así que no me vengas con pataletas- le espetó- Si estoy aquí es para avisaros: los celtas al final nos hemos unido a los otros panteones. Quería simplemente hacerlo oficial. Ahora estáis en el ajo también, al menos nos ahorraremos las explicaciones ya que lo sabéis todo ya- comentó.
Electra simplemente contuvo un gesto de molestia, y simplemente se cruzó de brazos- Si tanto te jode venir podrías haber mandado un hada a avisarnos, viejo. Di la verdad- los demás comenzaban a ponerse nerviosos.
Tratar así a alguien así era o ser un imprudente, un loco, o ambas cosas a la vez. Claramente Electra no era ninguna de las dos cosas. Simplemente estaba cabreada y ahora que tenía delante al objeto de su ira se estaba dejando llevar.
-Como digo, tienes que aprender a vencer tus miedos. Los dioses también. Y uno de esos miedos vienen de precisamente nuestros vástagos. La información que os voy a dar esta fuera del alcance de cualquier otra criatura que no sea un dios- comenzó.
Eso sorprendió a los jóvenes. ¿Qué podía temer un dios, inmortal y poderoso, de ninguno de sus hijos? Taranis vio en los ojos de su hija la ira, pero también curiosidad, y él sonrió por ello.
-Si los padres humanos pasan sus características a sus hijos, los dioses hacemos lo mismo. Y los abuelos también influyen. Y todas las generaciones previas, aunque menos a medida que ascendemos. En fin. ¿Vais viendo por dónde voy?- preguntó.
Ellos se miraron, sin saber muy bien qué decir. El dios, hastiado por ser tan obtusos ellos, siguió con la explicación.
-Los dioses también transmitimos nuestros poderes. No heredamos los de nuestros padres o abuelos, sino que tenemos los nuestros propios. Pero en el caso de nuestros vástagos mortales sí pueden tener esos poderes- les dijo.
Ellos se miraron entonces. Eso suponía…- Sí, el romano bien podría tener los poderes de sus abuelos y bisabuelos, pero no los heredó. Casi ningún semidios de la época actual puede- les dijo.
En ese momento puso cara seria- El primero en descubrir esta eventualidad fue el Zeus griego, hace miles de años. En esa ocasión unos hijos de diferentes dioses podían usar poderes de dioses anteriores, y eso le asustó. Hizo un decreto por el cual los dioses no podían transferir esa información a sus hijos e hijas humanos, salvo unas pocas excepciones, pero desconozco cuales- les dijo.
Pensó unos segundos antes de seguir- Esa información se extendió rápido por los panteones y los demás dioses, incluyéndonos a nosotros, los celtas, hicimos lo mismo. Bueno, más bien nos hicieron hacer. Al final tan sólo unos pocos dioses están fuera del alcance de esa restricción, y me parece que fue un error, y se supone que nadie lo puede saber, muchachos- les advirtió.
Implícitamente les estaba advirtiendo que no dijeran nada a nadie. Lo que no entendían era porque él, precisamente él, y precisamente ahora, les estaba contando esa información. No tenia demasiado sentido, y se lo hicieron saber.
-¿Por qué? ¿Por qué nos cuentas esto?- le preguntó Blitzen, interviniendo alguien diferente por primera vez.
Taranis se rio algo entonces- Bueno, como digo no os debería estar contando esto. Es por eso que aprovecho este rato para decirlo. Aquí estamos fuera del alcance de los chismosos dioses del cielo, y los del inframundo o la tierra, que suelen coincidir, están más ocupados torturando o juzgando almas que otra cosa- les aseguró el dios.
-Se podría decir que esta es una zona franca. Y ya de paso aprovecho para recordarte, niña, que también soy un dios de la tierra- miró a Electra directamente a los ojos.
Hubo unos instantes en los que la luz parpadeó y no se pudo ver nada de lo que pasaba. Oyeron un estruendo, y cuando la luz volvió a la normalidad delante de ellos no había nadie en el vagón más que ellos. La reunión había sido breve pero intensa, se dijeron. Lo último que había dicho era interesante, parecía estar diciéndole a ella que estaba afectada por esos poderes. Durante los siguientes tres cuartos de hora, que fueron los que duraron el trayecto, y una vez que llegaron al destino, y aun pensando en ello, se bajaron del tren. Salieron de la zona de andenes, y al llegar a la parte de las tiendas de la estación, se reunieron para hablar.
-¿Le creéis?- preguntó Jason, serio. Los demás tardaron en responder- No hay nada que me lleve a creer a mi padre- comentó Electra, mientras se acomodaba su bolsa de viaje al hombro.
Blitzen suspiró un poco- Él no tenía por qué contarnos nada, y si es mentira, ¿qué pueden ganar al decírnosla?- comentó este, mientras estaba pensativo.
-Es verdad que se suelen mover por intereses propios, pero nada nos dice que no lo haya hecho por orden de nadie. ¿Informamos a los demás?- preguntó el romano.
-Es en parte lo que dice Blitz, yo esperaría a ver qué pasa- comento Sadie- Elucubrar por elucubrar no tiene sentido- añadió.
-Lleva razón. Primero centrémonos en solucionar los problemas a corto plazo, ya luego nos podremos centrar en estas cosas. Prefiero estar en un sitio mejor antes de meternos a investigar esto. Además, lo ideal sería preguntarle a cualquier otro dios- indicó Piper.
Con esa idea, salieron en búsqueda de algún medio de viajar desde donde estaban, en Folkestone, para ir hasta Londres, su objetivo. Estaban cerca de poder cumplir con su primer objetivo, y habían decidido que irían hasta allí en coche. Precisamente tras preguntar un poco llegaron a una agencia de alquiler de vehículos, cosa que gestionaría Blitzen mientras los demás esperaban fuera de la tienda. Al rato salió con unas llaves en la mano, y una sonrisa en el rostro, aunque se le viera poco por la ropa que llevaba para no convertirse en piedra.
-Perfecto, y como estamos en Reino Unido no hay problemas de carriles ni cosas raras- comentó, mientras andaban hacia un aparcamiento cercano.
Tras entrar, Blizten fue buscando el coche, que era uno con varios años pero perfectamente utilizable. Una vez que se montaron, arrancó el motor, y salieron de allí rumbo a su destino final, Londinium. Era la primera parte de su viaje, pero desde luego aquel viaje de ida había sido realmente intenso a ratos. Pero era una de las cosas divertidas de ser un semidios o un héroe en general: no existían los días aburridos.
Sin ser ellos conscientes de ello, y desde lo alto y montando un caballo tormentoso, Taranis sonreía un poco. Allí estaban en su territorio, en el mundo celta, y allí su vástago aprendería por las buenas o por las malas lo que suponía ser una hija suya. Él no intervendría más, se la había jugado ya bastante por ellos. Les tocaba a los jóvenes ahora hacer esas cosas.
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(1) La criatura no tiene nombre como tal, simplemente se la llama "bestia aulladora".
La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
