Enemigo primordial
Capítulo 14
El grupo a Emérita seguía su curso en dirección a la ciudad romana. Ya habían cruzado la frontera entre Francia y España, pero en el curso de la travesía se habían encontrado con un templo antiquísimo, en el que encontraron la Guadaña de Cronos. Durante el viaje, que transcurrió sin demasiados incidentes, recibieron varias llamadas: primero de Annabeth, que iba a París; luego de Jason y Frank, que iban a Londres y Roma, respectivamente; y finalmente de Amos, que estaba yendo a Atenas. En todos los casos avisaron de avistamientos de cíclopes, pero no siempre peleaban. Por ejemplo, en el grupo de Roma tuvieron que jugar a un juego de guerra con la cíclope que atacó; o en el caso de los que fueron a Londres, fueron visitados por algún dios que les informó de algo importante.
Cuando algo así pasaba intentaban estar en contacto, pero era complicado dado que estaban a veces en zona de poca cobertura, pero rápidamente podían mandar mensajes o llamar a los demás. De esa manera se coordinaban, así que en poco tiempo estaban bastante al día con los demás grupos. Aún así era bastante fácil estar comunicados, lo que les preocupaba era que, cuando estuvieran en pleno campo, no pudieran pedir ayuda a nadie por estar solos, y que los demás no se enteraran hasta horas, o puede que días, más tarde. Sin embargo, no se querían comer mucho la cabeza con aquello, si pasaba tenían otros medios, aunque no fueran tan precisos o fiables como la tecnología. En esa época sus dos mundos se juntaban y ayudaban mutuamente, donde uno fallaba el otro brillaba, lo que era de gran utilidad.
Durante el viaje en coche, Percy se intercambiaba con Aelita para conducir y poder descansar, pues el viaje era largo. Además, con el estómago lleno por haber comido era más o menos fácil dejarse dormir, pero la batalla contra el cíclope les despertó lo suficiente para no volver a dejarse dormir en sus asientos. Sin embargo no hablaban casi, preferían ir escuchando la radio que tenían puesto, de la que sonaba música. Era un silencio para nada tenso, pues simplemente miraban por las ventanas sin entablar conversación. Tampoco la necesitaban en realidad, preferían darse un tiempo y poder descansar un poco antes de seguir adelante, les venía bien para poder tranquilizarse.
-Dentro de un par de horas llegaremos, justo a tiempo para buscar algún sitio para pasar la noche- comentó Percy.
A lo largo del trayecto habían pasado de zona montañosa con bosque denso a grandes espacios abiertos con muchas encinas, hectáreas y hectáreas de dehesas se extendían allá donde uno mirara desde hacía tiempo. Algún que otro pueblo se divisaba al fondo, y de vez en cuando pasaban cerca de una gran ciudad, pero la que ellos buscaban aún quedaba algo lejos. Justo el chico había sustituido a la muchacha celta a los mandos del coche, y habían aprovechado para echar gasolina y estirar las piernas durante media hora y descansar de estar todo el rato sentados.
-Perfecto, mañana iremos a la ciudad vieja- Jamily se estiró en su asiento entonces, procurando no molestar a los demás.
Aelita, Zia y Magnus dormían, estaban uno apoyando la cabeza en el hombro del otro en el caso de los dos últimos, estando la primera con un cojín sobre la ventana, en la que descansaba. Jamily estaba en el asiento delantero con Percy, que movía su cabeza de lado a lado, bailando mínimamente al son de la música, lo necesitaba para no perder la concentración al volante. Esa tarea se complicaba por su déficit de atención, pero por ahora lo llevaba bastante bien.
-¿Qué crees que nos encontremos?- pregunto él, a lo que la chica se hundió de hombros- Imagino que algo parecido a la antigua Lyon, la verdad. La cosa será encontrar información de dónde puede estar el anillo- comentó.
El chico asintió- Por suerte estamos varios para eso…- comentó, acomodándose en su sitio.
Eso era verdad. Siendo varios en la misión podrían repartirse. Contaban con que al menos les hubieran informado a los locales de alguna manera, aunque pensándolo bien seguramente ni se hubieran molestado. No sería la primera vez que van a la aventura sin avisar de ninguna manera, así que no les preocupaba. Contaban además con suficiente dinero para poder al menos comer caliente y dormir en un sitio austero, pero ahorrarían, nunca se sabe lo que podía pasar, y si tenían que comprar información aquella era una buena manera.
-Sería buena idea que entrenaras en algún momento tus poderes. Hasta ahora no has usado nada sobrenatural en tus combates, ¿verdad? Más allá del oro imperial, digo- a esa pregunta la centurión asintió.
-No estaría mal, pero no sé cuándo podré. Desde luego, si hay que luchar de nuevo contra ese cíclope no nos vendrá nada mal- comentó.
Percy asintió- Te ayudaremos. Cuando lleguemos podemos hacer algo, si te parece- pero ella negó- De nada valdría, estaremos cansados y poco podremos mejorar. Tendría que ser mañana- le explicó.
En ese sentido tenía ella la razón. Poco podrían entrenar, y solo se cansarían más de lo que ella ya estaba. Además, no conocían a nadie que tuviera poderes parecidos a los que ella potencialmente tenía. Sí, había muchos vástagos de Deméter y Ceres por ahí, de hecho Percy conocía a varios, pero no había por allí ninguno que pudiera ayudar, y tenían a su lado a una hija de Plutón, pero… ella era la única hija de Perséfone de la historia. Era una combinación de los dos anteriores, y a saber qué más capacidades podía tener, a juzgar por lo que le dijeron desde el grupo en dirección a Atenas. Que hubiera semidioses que pudieran acceder a tanto poder era sorprendente, aunque no les extrañaba en absoluto que lo ocultaran. Los dioses eran así, buscaban más su poder que otra cosa, y sobre todo, mantenerlo. Y esa era una buena manera.
-Bueno, ya veremos qué hacemos. Por ahora, tenemos que llegar- comentó él- Dudo que tengamos problemas- añadió Jamily- Somos varios semidioses en una carretera por Europa, ya habríamos sido atacados hace tiempo si el destino así lo hubiera querido, ¿no?- a eso Percy se hundió de hombros.
-Nunca se sabe, a mi modo de ver nos pueden atacar en cualquier momento, prefiero no dar nada por supuesto, pero tampoco por perdido o ganado- ella le miró.
Se le notaba curtido en misiones, aunque seguía siendo un adolescente. Igual que todos los que estaban allí, en realidad. Ella, al tener la mayoría de edad, era de las mayores junto a una de las griegas, que rozaba la veintena. Sin contar con Amos, claro. Paradójicamente, los más jóvenes tenían más experiencia en misiones de campo que los mayores, al menos en cuanto a profecías siniestras del fin del mundo.
Pero como dijo la semidiosa romana, el viaje hasta Mérida fue tranquilo. Durante el mismo vieron como el sol bajaba lentamente por el horizonte, y, según lo hacía, las temperaturas se iban suavizando, aunque no bajaban de los 35º. La ciudad de Mérida se encontraba al fondo, pero ese no era su destino: a unos pocos kilómetros, y al lado de un río que por allí pasaba, una segunda urbe se alzaba: Emérita Augusta. Altas murallas de piedra la protegían, pero se podía ver, como pasaba en Lyonn, que algo de humo salía de las chimeneas de la casa de la ciudad. Veían a gente trabajar el campo como se hacía siglos atrás, solo que usaban o bien magia, o tenían a alguna criatura como ayuda. Sátiros, ninfas, e incluso karpois iban y venían por los campos, jugando con niños e incluso adultos, que al final se resignaban a trabajar ellos solos. Eso no quitaba que más de uno usara tractores o coches, pero no era lo habitual. En un lateral de la carretera vieron un camino de losas que llevaba hasta Emérita, ciudad antiguamente dedicada a que pudieran descansar los antiguos soldados romanos tras su retiro, aunque ahora era habitada por personas de todo tipo, desde ancianos a niños. Pero sin duda ahora todos ellos serían o semidioses o legados, o por lo menos individuos relacionados con lo sobrenatural del viejo mundo.
Percy fue reduciendo la velocidad poco a poco, giró el volante, y les llevó por el camino que llevaba a la ciudad. A los lados había vallas de piedra que separaban las fincas, que eran recorridas a su vez por anchos caminos de piedra. A lo lejos veían vacas, caballos y cabras, así como amplias extensiones de trigo, cebada y olivos, y pequeños riachuelos, que eventualmente desembocaban en el camino principal, serpenteaban a lo largo de las tierras aledañas. Pequeños puentes de madera y piedra los cruzaban en algunos puntos, allí donde eran más eficientes y fáciles de construir, a juzgar por lo que les contaba Jamily según iban pasando. Los romanos fueron muy buenos arquitectos para lo que era la época, y ahora lo seguían siendo, con las técnicas modernas.
Esperaban que hubiera una zona cercana para poder aparcar su coche de alquiler, aunque teniendo en cuenta que el anterior había desaparecido… a saber si tenían que devolver ese o no, si de alguna manera el contrato se había cerrado o seguía en pie la obligación de devolverlo. En cualquier caso por ahora les interesaba mantenerlo en buen estado. Según se acercaban vieron la entrada a un aparcamiento subterráneo, así que Percy se dirigió hacia allí, bajaron la rampa, y se encontraron con un pequeño cubículo de metal y dos largas vallas de acero que, si se accionaban, podían levantarse para que los coches pudieran pasar. Al ser automático, simplemente tuvo que apretar un botón, se alzó el metal, y pudieron pasar.
No estaba demasiado lleno el aparcamiento subterráneo, pudieron dejar su vehículo en una plaza cercana a la entrada, y bajaron entonces. Se estiraron perezosamente, tomaron sus cosas, y dejaron en la guantera el recibo de la entrada. Como era habitual, si querían salir tenían que pagar antes en ventanilla, al menos si lo deseaban hacer en coche. En cualquier caso, tras recuperar sus cosas, cerraron el vehículo y salieron de allí tranquilamente. Ya fuera, se colocaron en un círculo para decidir dónde pasarían la noche.
-Yo no tendría problemas en dormir en el campo. Nos colamos bajo un árbol, hacemos unas brasas, usamos de tienda de acampar unas telas que llevo, y que alguno cace algún bichejo por ahí- propuso Aelita.
Ella estaba más que acostumbrada a dormir bajo la luz de las estrellas. No iba a reconocerlo, pero le agobiaba dormir en una cama. Llevaba demasiado tiempo yendo por libre como para ahora querer volver a una vida normal, de la que prácticamente se había olvidado.
-Puede ser una buena idea, la verdad- comentó Zia- Ahora que las noches no son frías sí que puede ser buena idea. Por suerte no nos ha pillado en invierno- añadió.
Eso era verdad. Además, el sur de Europa en esa época era una zona bastante cálida incluso por la noche, al menos en el interior, pues en la costa las temperaturas eran más normales, no había tanta diferencia entre el día y la noche. Con ese plan ya listo, se decidieron a moverse en dirección a un bosquejo de encinas cercano. Tenían las más altas sus ramas inferiores a 4 metros sobre el suelo, así que tenían espacio suficiente para moverse libremente. La distancia entre los troncos también era amplia, así que podrían hacer un mini campamento bastante decente. Aelita, en cuanto llegó, se puso manos a la obra: abrió las mochilas de los demás, sacó sus sacos de dormir, y de la suya tomó unas cuerdas y telas.
-No sabía que tuvieras ahí dentro tantas cosas- comentó Percy. Ella no le miró, pues estaba centrada haciendo medidas usando un palo que llevaba.
-Nunca salgas de viaje sin algo con lo que improvisar un fuego y un refugio. Primera regla del héroe, o al menos para mí- respondió.
Los demás se miraron. Los celtas, por lejos, eran los que más acostumbrados estaban, así que era lógico dejarles a ellos esas cuestiones. Ella estaba colocando unas maderas que había partido de los propios árboles usando una espada que le había prestado Jamily, y que estaban colocadas cuatro en forma de dos cruces. En su parte superior, y yendo de una a otra, tenía un quinto tronco. Formaba así una tienda de campaña improvisada, aunque era pequeña. Tras comprobar que no se caerían al zarandearlas un poco con sus propias manos, colocó las telas por encima, para después miraron por los alrededores.
-Mientras busco yesca, excavad un pequeño agujero en el suelo. No tiene que ser muy grande o profundo, basta con que tenga de radio un brazo, lo que sí debe tener es el suelo de tierra, y el área cercana también- ante esa instrucción ellos se pusieron en movimiento.
La razón para ello estaba clara: una chispa que cayera sobre hierba seca podría prenderla y provocar un fuego, cosa que no deseaban. Además, esa zona, con tanta pradera, y encima seca, sería un lugar peligroso para un fuego descontrolado. Los otros cuatro se pusieron entonces a mover la tierra y la hierba, haciendo un área más o menos extensa en la que solo había tierra revuelta y piedras. Por su parte, Aelita se dedicó a rebuscar entre las plantas algo que sirviera como primer combustible para hacer la mini hoguera. En realidad era sobre todo para poder cocinar algo, más que por necesidad de calor. También podrían ir a la ciudad a comer en algún lado, pero preferían por ahora no entrar. Desde su experiencia con Perseo en Lyonn preferían tener cuidado e interactuar lo mínimo, más por que no sabían hasta donde podían llegar sus contactos. En cualquier caso, ella volvió al rato con varios matojos de hierba, y los colocó en la tierra que ellos habían preparado. Sacó entonces un pequeño mechero, y comenzó a encenderlo rápidamente al lado de la yesca, hasta lograr un poco de fuego. En cuanto algo de humo salió, ella sopló ligeramente al mismo, sosteniéndolo en sus manos. Segundos después vio contenta como algo de fuego surgía.
-Yo pensé que harías magia, o harías como los hombres de las cavernas…- Percy parecía incluso algo decepcionado.
Ella le miró alzando una ceja- Así es más rápido. Además, la última vez que usé magia…- suspiró ella entonces.
Zia colocó una mano en su hombro- Piensa en que para aprender yo tardé años, es normal que aún no domines las cosas- comentó.
-Casi nos matamos por mi culpa, ¿recuerdas?- comentó, apretando los puños- Si te sirve de consuelo, un día casi me ahogo pese a poder respirar bajo el agua- exclamó de pronto Percy.
Aelita le miró y soltó una carcajada- ¡Es en serio! Se me olvidó y casi me ahogo. Estaba con Frank ese día, me sentí algo estúpido, pero era un momento de tensión- se puso pensativo entonces.
-Creo que Percy lleva razón. Equivocarse es lo normal, incluso en aquello que más controlamos. Pero hay que confiar en el otro si queremos sobrevivir- explicó Magnus, divertido.
Él se hundió de hombros- Sí, podría decirse que sí. Bueno, ¿qué se cena aquí?- preguntó Percy.
Jack entonces salió de su forma rúnica, y se movió veloz por el aire- ¡Dejadme eso a mi! Encontraré algún animalillo y os lo traeré listo y preparado. Para ti, Magnus, intentaré encontrar fruta- este asintió, pero su espada se acercó a Percy, en concreto a la funda de su arma, Contracorriente.
-¿Has oído, nena? ¡Te va a encantar!- permaneció en silencio unos segundos, giró sobre si mismo, y salió volando.
Magnus suspiró, en cuanto tomara su mango se sentiría como si él mismo hubiera hecho ese esfuerzo, esperaba que no fuera demasiado para su cuerpo, bastante cansado estaba como para que fuera más todavía por culpa de los intentos de ligue de Jack. Por suerte para él, el arma apareció de nuevo por allí a los pocos minutos. Llevaba sobre su hoja varias frutas, pero ningún ave, ni nada de carne.
-Pensé que nos traerías algo más consistente- se burló Zia entonces, cruzada de brazos. Estaba apoyada en una de las encinas.
Jack no dijo nada, simplemente dejó en el suelo las piezas de fruta, y se colocó en la palma de Magnus. Este sintió todo el cansancio de golpe, por suerte estaba sentado en el suelo, así que solo inspiró algo más, se llevó las manos a la cara, y se acabó tumbando.
-¿Estás bien, amigo?- preguntó Percy, a lo que el otro levantó el pulgar en señal afirmativa.
-En un rato estaré bien…- murmuró entonces, tras lo cual se estiró un poco.
Suponiendo que así sería, los demás se repartieron la fruta que había, reservando unas cuantas piezas para cuando el nórdico se recuperara. Usaron sus espadas para pelarlas poco a poco y comerlas. Era una comida frugal pero peor era no llevar nada al estómago. No fue hasta media hora más tarde que Magnus se reincorporó a sus compañeros, estaba algo cansado aún, así que antes de hacer nada rebuscó en su mochila. Como cosas así solían pasar más a menudo de lo que a él le gustaría admitir, llevaba siempre consigo unas barritas energéticas que le recuperaban. Su prima le había comentado el uso de ambrosía, un remedio más potente y efectivo. Pero dada la naturaleza diferente de sus mundos, a saber cómo podían reaccionar, así que prefería beber hidromiel, que al final era lo mismo que la ambrosía, eran homólogos.
Curiosamente los magos de Egipto sí toleraban la comida sagrada tanto de griegos como de nórdicos, quizá por ser precisamente individuos muy relacionados con lo mágico, cosa que les permitía más cosas de lo que normalmente podrían hacer. En cualquier caso tras tomar aquella barrita Magnus, usando un cuchillo de Jamily, fue pelando tranquilamente su fruta, mientras los demás simplemente observaban en silencio el fuego.
-Mañana deberíamos ir a la ciudad, no he visto durante el viaje ninguna cueva o templo antiguo, así que tendremos que preguntar- la romana se estiró un poco.
-¿Tú crees que estará en un sitio así el anillo? ¿No sería algo muy evidente?- comentó Zia, a lo que la otra se hundió de hombros.
-Nunca se sabe con estas cosas, pero en cualquier caso no tenemos más medios que esos. Si tuviéramos un mapa o algo así sería genial, pero es que nadie sabe dónde están esos anillos exactamente, sólo se hacen una idea aproximada- explicó.
-El propio Perseo nos señaló esta ciudad, pero a saber si ocultaba algo más. Yo de él no me fío- comentó Aelita entonces- Fue Ops la que nos llevó con él, y ella no tiene razón alguna para querer el poder- intervino Jamily. (1)
Magnus suspiró pesadamente- Esta es nuestra mejor opción. Sin él no sabríamos nada, estaríamos dando aún más palos de ciego- alzó la vista entonces.
El fuego iluminaba ligeramente su rostro. Estaba bastante cómodo en aquella situación, no por nada durante años había ido con su madre a acampadas en el campo. Entonces no lo sabía, pero ella le estaba preparando a conciencia para la vida que seguramente iba a acabar teniendo. Y efectivamente así fue.
-Por cierto, ¿quién hará la primera guardia?- comentó Zia, mientras jugaba con unas hojas entre sus manos.
-Puedo hacerla yo, por ejemplo- Magnus levantó su mano entonces, a lo que los demás asintieron.
Aún quedaba tiempo para irse a dormir, así que simplemente se tumbaron cada uno en el suelo, todos, salvo Jamily. Cuando le preguntaron a dónde iba ella simplemente comentó que le apetecía quedarse a solas un rato. Algo entendible ya que llevaba todo el día con gente a la que apenas conocía, pero tampoco se alejó demasiado, tan sólo unas decenas de metros. Desde donde se sentó podía ver a todo el grupo, así que en realidad apenas se había alejado.
En posición de loto, cerró los ojos y se concentró. Se sentía rodeada de naturaleza, desde joven le gustaba estar en el campo, y ahora que sabía de quien era hija, la verdad es que ese gusto tenía sentido. Esperaba que, estando rodeada de uno de los reinos de su madre, pudiera llegar a alguna conclusión buena sobre su verdadera naturaleza. Inspiraba y espiraba tranquilamente, intentando dejar la mente en blanco. En ese estado de tranquilidad ni sentía el suave viento estival rozar su cara y pelo, pero sí que sentía la vida a su alrededor. Podía oír a los pájaros revolotear de acá para allá, a las hormigas trabajar laboriosamente para cuando llegara el frío, a los conejos jugar con sus gazapos, y, más lejos, a los cervatillos moverse al lado de sus madres, que les ayudaban con su comida. También sentía la hierva a sus pies, a las plantas moverse con el viento, y a los karpoi danzando en el cielo, con energía, pese a haber estado trabajando hasta hacía poco con los campesinos de Emérita.
-Guau…- murmuró ella, abriendo los ojos. Se sorprendió de ver a un par de karpois cerca de ella, observándola.
Uno de ellos olisqueó su mano derecha, con interés. La miró entonces con sus grandes ojos rubí, y comenzó a moverse rápidamente por su cuerpo, pero sin atacarla. Estaba gruñendo pero afablemente, hasta que, desde la cabeza de ella, saltó y salió volando, junto a sus compañeros, que eran unos cuantos más de los que se habían acercado. Aquello llamó la atención de los demás, que miraron a la romana. Ella se hundió de hombros.
-Yo no les llamé, que conste- se defendió ella entonces- Han venido por que ha querido- añadió.
-Da igual por qué han venido- comentó Percy, divertido- Lo importante es que estaban a tu lado y super tranquilos. Cuando normalmente están cabreadísimos porque, según ellos, los humanos les explotan- continuó.
-Pero estos parecían contentos de trabajar con las personas- intervino Zia. Percy se encogió de hombros.
-No sé entonces, la verdad…- suspiró- Oye, ¿qué querías hacer, por cierto?- la aludida se levantó y se acercó a los demás.
Una vez sentada, se abrazó a sus piernas- Quería… pensaréis que es una tontería, pero quería saber si podría sentir el campo a mi alrededor- explicó.
Observó el fuego durante unos segundos antes de seguir- Y la verdad, lo logré. No sé cómo, pero lo hice-
Los demás asintieron, entendiendo. Los poderes de un semidios eran raros de usar a veces, más al principio, pues no conocen sus poderes. Incluso siendo el hijo de un dios con muchos vástagos a veces era difícil aprender. La cosa se volvía más compleja aún cuando ese dios apenas tiene hijos, como era el caso de Poseidón o de Perséfone, aunque en el caso del primero la mayoría resultaron en ser seres mágicos más que semidioses. Pero aquello era lo de menos, en la práctica Percy era el único hijo vivo de la deidad, cosa que dificultaba el poder aprender cómo usar adecuadamente sus poderes. De hecho él apenas había entrenado. Así que lo mismo le pasa a Jamily, aunque ella sí tenía más entrenamiento militar, de manejo de armas blancas, y sobre todo, de estrategia militar. Pensaba en ello cuando bostezo.
-En fin, mañana iremos a Emérita, si os parece- apuntó- Deberíamos ir a la zona del mercado, allí seguro podremos descubrir algo- dijo ella.
-¿Y cómo lo haremos? Digo, si nos separamos o algo. Por que dudo que nadie sepa nada en concreto, habría que preguntar a muchos para sacar algo en claro- comentó Magnus.
Zia asintió- Él lleva razón, tendremos que hacerlo así, tardaríamos demasiado de ir todos juntos- Jamily suspiró.
-Tú decides, entonces- miró a la maga entonces. Estaban debatiendo tanto que casi se había olvidado que la que tenía la última palabra era ella.
Se lo pensó unos segundos, y habló- Aelita, Percy y yo iremos por un lado. Tú y Magnus por otro, iremos a Emérita cuando salga el Sol y nos reuniremos en la entrada a media mañana, a la hora de comer- indicó.
Hubo una aceptación general- Estaremos comunicados todo lo que podamos, aunque no habrá problemas con los monstruos, toda esta zona está protegida contra ellos- dijo.
Zia indicó entonces hacia los campos- Una cúpula nos protege. Imagino que los karpoi pueden asar libremente por ella, así como otras criaturas neutrales o afables, pero ningún monstruo. No me fijé, pero puede que Lyonn lo tuviera también- fue entonces que Magnus cayó en ese detalle.
-Por eso no tenías ningún problema en acampar aquí. Sabías que teníamos la protección mágica- comentó.
A eso la chica asintió- Así es. No me gustaría tener que estar siempre en tensión por culpa de un posible ataque- explicó.
Estuvieron hablando un rato más hasta que poco a poco fueron cayendo uno a uno dormido, a excepción de Magnus, que quedaba despierto en la primera guardia de esa noche. Estuvo hasta la madrugada, momento en el que fue sustituido por Aelita, que permaneció ahí hasta casi el amanecer. Zia se molestó con ella por eso, aunque la chica comentó que era absurdo que otra persona también tuviera pocas horas de sueño, y que ella aguantaba bien la falta de sueño. Pero como ya era tarde, decidió dejar el tema para otro momento.
Una vez que estaban todos levantados, tomaron un poco más de fruta, y fueron hacia la ciudad. En sus grandes puertas de madera había apostados varios soldados romanos, que vigilaban por encima a la gente que iba y venía. Varios agricultores vendían sus productos en la entrada, formando un pequeño mercado improvisado, y que era visitado por mujeres y hombres de todo tipo, algunos incluso con sus hijos en brazo. Pese a vivir en una ciudad antigua muchos tenían ropas modernas, e incluso tecnología actual, cosa sorprendente dado que en Lyonn no habían visto, puede que por falta de tiempo. Había que tener en cuenta que allí habían conocido a Aurora, y se habían encontrado con Perseo, en quien no confiaban demasiado. Esperaban que allí él no tuviera poder. En cualquier caso, al haber allí romanos, la presencia de Jamily venía extraordinariamente bien. Estuvieron debatiendo si tenían que presentarse ante los gobernantes de aquellas ciudades, dado cómo había sido la experiencia la última vez, pero decidieron que, de tener que necesitarlo, se presentarían, pero sólo de ser imprescindible. Atravesaron la puerta sin demasiados problemas, más que una mirada algo penetrante por parte de los guardias, y penetraron a la ciudad.
Esta era parecida a la vieja Lyonn: edificios de madera y ladrillo con ventanas y chimeneas, pero veían desde allí grifos y luces eléctricas, así que el nivel de vida parecía muy cercano al del mundo mortal. Tras separarse, Jamily y Magnus fueron por la derecha, mientras Aelita, Percy y Zia iban por la izquierda, estaban en un mercado de abastos. Este estaba al aire libre, pero a decir verdad tenían bastantes medios para garantizar la salubridad de lo que vendieran, pues tenían cámaras frigoríficas para guardar la fruta, verdura y carne. Las especias, en cambio, estaban colocados en jarrones en el suelo y en los lados, permitiendo que se quedaran en una muy buena condición ambiental.
Se dedicaron a cotillear por el mercado. Vieron a gente comprando y vendiendo sin más, a niños correteando por las calles con juguetes de madera, y, en contraste, los había con móviles, y cosas de tecnología punta. Era algo curioso, todo había que decirlo.
-Parece una ciudad moderna, ¿ves?- comentaba Magnus, mientras andaban. Jamily asintió.
-Sí… No veo a nadie del que podamos obtener información- comentó ella. El chico la miro con interés.
-¿Por?- le preguntó, y ella entonces se cruzó de brazos.
-Lo ideal sería encontrar a alguien mayor y del que podamos fiarnos. Así que iremos preguntando a lo loco, pero sin llamar la atención, ¿vale?- él asintió.
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El otro grupo tampoco tenían mejor suerte. No parecía haber nadie que pudiera ayudarles, así que optaron por preguntar a los tenderos, y aunque muchos de ellos fueran de otro lugar, alguno local habría, y que pudiera conocer algo parecido a lo que ellos buscaban.
-La verdad es que las telas son hermosas…- Zia tocaba con las puntas de sus dedos una tela rojiza con toques dorados.
Era realmente hermosa, pues tenía lo que parecían campos labrados en tono oro, con el Sol en un lateral, y campos a lo largo de la tela. Pero es que no solo tenía esos dos colores, pues tenía decoraciones verdes, moradas y bermellón, simbolizando toda clase de verduras, así como cebada y trigo, que permanecían en su típico amarillo dorado. Era una tela muy hermosa.
El hombre del local sonreía- Sí, la hilé yo mismo, y tiene un precio muy bueno, tan solo cinco dracmas- explicó.
Era viejo, su pelo canoso apenas se veía ya pero tenía un denso bigote. Era rechoncho pero con dedos largos y delgados, llenos de mini callos por el trabajo manual.
-¿De dónde es el hilo, por cierto?- para lograr que él hablara más al final Zia sacó unas monedas, no era lo ideal, pero igual les era útil en un futuro, a saber.
-Los hacemos nosotros mismos usando la tela de los campos cercanos, plantamos algodón y lo recogemos, aunque se procesa fuera. Luego nos la traen de nuevo, y la tintamos y preparamos artesanalmente- aseguró el hombre.
Era una tela bastante hermosa, todo había que decirlo. Pero ella sabía que el hombre debía saber cosas.
-Oiga, he oído que por aquí cerca hay un sitio especialmente mágico, ¿sabe algo?- ante eso, el tipo se lo pensó un poco.
Se llevó la mano a su mentón y se lo rascó un poco, y suspiró- Bueno, todo esta área tiene mucha magia, es verdad. Aunque… podríamos decir que hay una parte especialmente mágica, pero es peligrosa- advirtió.
Zia le miró con interés- Hay una zona de cuevas que tiene bastante reputación en ese sentido, pero no es un lugar muy recomendable para ir, joven- explicó.
La chica asintió, y le entregó las monedas de su propio bolsillo. Al final aquella prenda le había gustado y se la quería guardar- Muchas gracias, pase buen día- se despidió ella, a lo que el otro asintió y la despidió.
Se dirigió hacia los otros dos, que la miraron, esperando la información. Ella les contó lo que había descubierto, pues los otros dos habían ido por su parte en otros estantes, pero apenas habían descubierto nada. Aelita no era muy buena preguntando, y al final acababa mirando más los productos que otra cosa, pero Percy no era mucho mejor.
-Interesante… ¿Sabes dónde puede estar?- preguntó, pero Zia negó- Imagino que cerca del río, pero es sólo intuición. Continuemos, aún nos queda tiempo- y de esa forma, siguieron preguntando a los tenderos, buscando más información que contrastara lo que ya sabían. No era mucho, pero era un inicio.
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Por su parte, Jamily estaba, junto a Magnus, hablando con una tendera que vendía armas. Era una mujer mayor, pero claramente parecía fuerte, a juzgar por sus fuertes brazos, y por los callos seguramente fuera ella misma la que trabajara el metal. Jamily comprobó además que era una experta armera, pues en cuanto la vio supo que era diestra, que le gustaba usar espadas cortas, y que usaba el escudo para placar y ensartar luego con su gladius.
-Esta espada te sentará genial, oficial- comentaba la mujer. Tenía el pelo con inicios de canas, sus ojos grisáceos analizaban a todo el que pasara por delante.
La aludida la miró- ¿Cómo sabe que soy una oficial?- preguntó, con interés.
-Tienes ese porte de alguien que manda. Se os suele notar. Además, nadie tienen tantas rayas en su antebrazo sin serlo, eres toda una veterana- explicó.
La chica sonrió de medio lado y se rio algo- Así es. Estoy buscando un lugar mágico cercano. Uno especial- la mujer pensó un poco.
-Hay una zona de cuevas… pero son una entrada natural al reino de Plutón. La gente se vuelve loca cuando va hacia allí, el último fue una dríada- Magnus intervino entonces.
-¿En qué sentido se refiere?- preguntó. La mujer tardó algo en responder.
-Dicen que ven cosas turbias. Y todos aparecen al final con una especie de marcas en sus manos, como si hubieran intentado coger algo con sus dedos pero se hubieran quemado-
Los adolescentes se miraron, eso era interesante cuanto menos. Pero para evitar ser demasiado evidentes decidieron dejar las preguntas, al menos con ella. Tras revisar un par de armas más, al final Jamily simplemente le entregó unas monedas a cambio de un cuchillo de bronce celestial con motivos florales. Le recordaba a su madre aunque no lo dijera, pues simplemente alegó que era un arma hermosa y que podía ser meramente decorativa. Era común entre los oficiales portar, en reuniones, armas cortas y que de poco servían más que para ser pesados, caros, y hermosos pisapapeles. Ella no los solía usar pero por una vez… además lo pagó de su propio bolsillo. En eso Magnus se fijó, y le pareció un buen detalle, no usar el dinero de la misión en algo que claramente era para ella.
Tras alejarse un poco, ella observó su reciente adquisición. En su hoja tenía, efectivamente, motivos de rosas talladas, con el mango también decorados con hiedras y plantas varias, pero parecía bastante fácil de usar. Cuando acarició su empuñadura se fijó que también podía ser usada en combate, así que además de decorativa era funcional, lo que era ventajoso.
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Horas más tarde, y como habían decidido, se reunieron de nuevo a la entrada de Emérita, no sin perderse un par de veces por las intrincadas calles, pero eventualmente se reencontraron de nuevo. Fue entonces que pusieron en orden lo que habían descubierto: que había una zona de cuevas, que era la entrada al reino de Plutón, y que la gente que iba hacia allí se volvía loco. Y que tenían marcas en sus manos, como si hubieran querido llevarse algo.
-Pueden que estén en un hospital de por aquí, sería interesante hablar con uno de ellos- comentó Percy- Por que si realmente es la entrada al inframundo, tenemos que tener mucho cuidado- añadió.
-Tú una vez estuviste, ¿verdad?- preguntó, a lo que él asintió- En Epiro, Grecia, había una entrada al Inframundo debajo de un templo que se usaba para adorar a los muertos. La usamos para poder cerrar las Puertas de la Muerte que Gaia abrió, y se hizo por dos lados: Annabeth y yo desde Tártaro, y los demás desde la Tierra- explicó.
Zia asintió- ¿Te contaron qué hicieron? Por que dudo que pudieran entrar así, sin más- a eso el chico se hundió de hombros.
-No hubo tiempo para los detalles, sólo se que nos salvaron a mi y a Annabeth- eso era lo normal, en realidad.
Estaban más preocupados por salir de esa delicada situación que de cómo se prepararon para aquello. En cualquier caso ese era un lugar importante que había que visitar, se informarían por los demás usando un mensaje Iris, era lo mejor. Tras decidirse por eso, compraron un poco de comida para todos, y salieron de la ciudad, con la intención de volver al campamento que habían hecho a la entrada de la ciudad. Sí, podían comer en algún lugar, pero una vez más, preferían no estar por allí y llamar la atención más de lo necesario.
-Prepararé algo rápido y rico- comentó divertido Magnus, adelantándose.
Los demás le miraron. Rápidamente, y como había hecho Aelita la noche antes, hizo un fuego que rodeó con algunas rocas para hacer una base sólida, y puso por encima unos trozos de carne y verdura que previamente había troceado con su espada, Sumarbrander. En condiciones normales se hubiera quejado mucho, y hubiera comenzado a decir que aquello era un escándalo, que era una deshonra para una espada mágica divina… pero no dijo nada o casi nada más que suspirar. Durante el proceso, y mientras los demás le observaban, Magnus fue explicando.
-Como intentó ligar con tu espada, y le salió mal, pues está triste- comentó. El típico mal de amores.
Era divertido ver a una espada, en principio una entidad inanimada, poder pasarlo mal por que otra espada o daga le dijo que no, o que pasó de él. La magia nórdica tenía esa virtud, podía dotar de vida a objetos, darles un alma y una personalidad. Sin duda era, a ojos de todos, la más espectacular en ese sentido, aunque la más versátil era la egipcia. De hecho un mago egipcio usaba el poder de los dioses a su favor, mientras que para los nórdicos, la magia era algo peligroso que había que controlar y que, para ser alguien poderoso, había que prescindir de algo. Para Hearthstone fue el habla, para Odín un ojo… preferían no pensar en esas cosas, al menos por ese momento.
Una vez que hubo cortado todo, lo depositó sobre las placas, previamente lavadas, y fue haciendo a la plancha la comida, y, usando sus armas a modo de pinchos, se llevaron las viandas a la boca, y estuvieron hablando entre ellos. Decidieron que aquel era el momento ideal para intentar hablar con los demás.
Una vez que habían cocinado todo, y usando algo de agua, hicieron un mini arcoíris, y echaron un dracma para comunicarse con sus compañeros. En esos momentos preferían usar esos medios antes que cosas más tecnológicas, no fuera a ser que los demás no estaban en una situación como la suya, y que tuvieran problemas con los monstruos. Esperaron unos segundos hasta que apareció delante de ellos la cara de Hazel, que les saludó.
A su lado estaba Amos y Mallory, que les sacó la lengua en cuanto les vio- ¿Hola? ¿Nos oís bien?- preguntó Zia, mientras se movía un poco.
-Sí. ¿Habéis llegado ya?- preguntó la romana, a lo que la otra asintió- Necesitamos saber una cosa- ella asintió.
-Cuando entrasteis a la Casa de Hades, ¿cómo os preparasteis antes?- preguntó. La chica pareció sorprenderse un poco, pero respondió rápidamente.
-Tenéis que preparar pasta de cebada, por que para poder entrar a aquel lugar había que tomar un cáliz con veneno que te ata al Inframundo. La cebada logra retirar buena parte del veneno, pero deja lo suficiente para poder entrar. ¿Por qué?- preguntó ella.
-Creemos haber encontrado uno de los anillos, al menos su localización. Puede que esté cerca de una entrada al Hades, o puede que simplemente sea un lugar en el que la gente pierde la cabeza. Es nuestra mejor opción- explicó.
Hazel suspiró- Id con cuidado, niños, no queremos que os matéis a la primera- bromeó Amos, por detrás de la chica.
Mallory pareció reír un poco y decir algo, pero no se la llegó a oír. Zia simplemente le dio las gracias con un gesto a la chica- Genial, ¿a vosotros cómo os va?- preguntó.
-Por ahora todo tranquilo, aunque nos visitó Iris a media tarde. Y ella nos dijo algo muy interesante: al parecer tú y Marin tenéis poderes especiales, más allá de vuestras madres. Podéis usar los poderes de los padres y abuelos de Hestia y Perséfone, y eso… joder, eso es increíble- explicó.
La aludida miró a Hazel sorprendida- ¿Eso dijo?- a lo que la otra asintió- No sabíamos si creerla o no, pero… ella jamás ha dado razones para desconfiar de ella- explicó.
Zia suspiró- Al parecer al grupo de Londres un dios celta, Taranis, les dijo eso mismo. Es alto secreto en cualquier caso, en teoría no deberíamos saber nada de esto, pero es una información muy útil-
Mallory gruñó un poco-Lo sabremos con el tiempo. ¿y los demás?- preguntó.
-Han tenido encontronazos con cíclopes, pero la mayoría parecen estar bien. Es un alivio, desde luego- comentó- ¿Algo más?- preguntó.
Pero como ellos no dijeron nada, simplemente se despidieron y acabaron la llamada. Zia entonces se levantó, y miró a la ciudad.
-¿Qué hacemos? No sé si podremos hornear galletas a la intemperie, o si hay que hacerlas de alguna manera especial…- dijo Zia.
Aelita pensó un poco- ¿No había por aquí un lugar condecorado a tu madre?- preguntó entonces mirándo a Jamily. Esta asintió.
-Hay un embalse dedicado a Proserpina, sí. Puede que por allí haya algo. Triptólemo estaba relacionado con Ceres, y por tanto con Proserpina, así que puede ser interesante- explicó.
Rebuscó con la mirada hacia el horizonte, y, tras subirse a una encina, revisó de nuevo, y pudo ver un embalse cercano. Sonriendo, señaló en esa dirección. Estaba justo a las afueras del círculo mágico que protegía a la vieja Emérita, pero ese no era un problema. La mayoría del viaje estarían fuera de lugares protegidos, así que eso era lo de menos. Tras recoger sus cosas, se acercaron a donde tenían su coche, entraron al garaje, y, tras pagar Aelita, Percy sacó el coche, y se movieron hacia aquel sitio usndo los viejos caminos de piedra y roca. Tardaron apenas diez minutos, y, una vez allí, dejaron su vehículo en un lateral, lo cerraron, y, tomando sus cosas, se movieron por el lugar. Podían sentir la magia de aquel lugar en todo su cuerpo, parecida a la sensación que poco antes habían tenido estando en la vieja Emérita.
-Por fin habéis llegado…- oyeron la voz del cíclope que el día anterior les atacó.
Seguía sin llevar sus prendas de protección, únicamente conservaba su espada. Pero lejos de atacar, simplemente la dejó en su funda- Acompañadme, semidioses, porque sabiamente habéis elegido- murmuró, mientras se internaba en la arboleda cercana a donde estaban.
Ellos se miraron, no se fiaban para nada. Pero, ¿qué más podían hacer? Si esa criatura quisiera podría matarles con pasmosa facilidad. No les quedó otra que acercarse, siempre atentos por un posible ataque inesperado.
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(1) Nombre romano para Rea.
La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
