-Yo…-dijo Annabeth. La semidiosa se quedó esperando a que Apollo le pasará el libro, pero el parecía estar muy distraído.
-Apollo…-nada.
-Apollo…-siguió sin responder.
-¡APOLLO!-grito entonces Leah, dándose cuenta que el dios no prestaba la más mínima atención.
-¡¿Que?!-exclamo el dios, sobresaltado.
-El libro.-índico Lea, señalando a Annabeth que miraba confusa la situación, al igual que la mayoría en la sala.
-¡Ah! Claro.-dijo y le pasó el libro a la hija de Atenea.
Annabeth miro a su amiga interrogante, esta le hizo un gesto de "después hablamos". Annabeth asintió y acto seguido empezó con la lectura.
-PERCY:MI MADRE ME ENSEÑA TOREAR.
Thalía, Nico, Annabeth y Selene-que eran los que mejor conocían a Sally-miraron a los gemelos extrañados.
-La lectura lo explicara, supongo.-dijo Lea, encogiéndose de hombros.
Atravesamos la noche a través de oscuras carreteras comarcales. El viento azotaba el Cámaro. La lluvia golpeaba el parabrisas. Yo no sabía cómo mi madre podía ver algo, pero siguió pisando el acelerador.
Lea seguía un poco desorienta y pálida, miraba a todas partes como si esperara que nos cayera un rayo.
Percy, Lea y Grover palidecieron un poco al recordar lo que pasó después.
No miraba a Grover, creo que había tenido una primera impresión muy fuerte. No podía culparla.
-Si, por que cuando descubres que tu amigo es mitad cabrá, no es fácil asimilarlo.-dijo Piper.
-Y es aún peor cuando tiene un megáfono y se la pasa gritando "La baca hace muuuuu"-añadió Leo.
Los semidioses y los dioses los miraron extrañados, sobre todo cuando Jason les dio una mirada divertida.
Cada vez que estallaba un relámpago, yo miraba a Grover, sentado junto a mí en el asiento trasero, y pensaba que o me había vuelto majara o él llevaba puestos unos pantalones de alfombra de pelo largo. Pero no, tenía aquel olor de las excursiones al zoo de mascotas: olía a lanolina, de la lana; el olor de un animal de granja empapado.
-¡Eh!-exclamo Grover, claramente ofendido. Percy le hizo un gesto de disculpas.
-Así que tú y mi madre... ¿os conocíais?-se me ocurrió decir.
Los ojos de Grover miraban una y otra vez el retrovisor, aunque no teníamos coches detrás.
-No exactamente-contesto.-Quiero decir que no nos conocíamos en persona, pero ella sabia que los vigilaba.
-¿Que nos vigilabas?
-Les seguía la pista. Me aseguraba de que estuvieras bien. Pero no fingía ser su amigo-añadió rápidamente mirándonos a Lea y a mi. -Soy su amigo.
Los gemelos le sonrieron.
-Un gran amigo.-dijo Percy.
-Y protector.-añadió Lea.
-Vale, pero ¿qué eres exactamente?
-Eso.-dijo Lea.-Creo que se te había olvidado mencionar el pequeño detalle de que tienes pesuñas.
-Eso no importa ahora.
-¡Que no importa? Mi mejor amigo es un burro de cintura para abajo..
Grover soltó un balido gutural.
-¡Cabra!-grito.
-¿Qué?
-¡Que de cintura para abajo soy una cabra!
-Pero si acabas de decir que no importa.
-¡Bee-ee-ee! ¡Hay sátiros que te patearían ante tal insulto!
-¡Uau! Sátiros. ¿Quieres decir criaturas imaginarias como las de los mitos que nos explicaba el señor Brunner.
-¿Mitos?-pregunto Octavian, con desagrado.-¿Te parece que somos un mito,Graecus.
Los Romanos contuvieron el aliento, hacia mucho que no usaban ese insulto, más específicamente desde que su relación con los griegos había mejorado. Los griegos por otro lado, miraban extrañados a el ex-augur, excepto claro, los que conocía el significado de la palabra, que lo miraron con mala cara.
Percy lo miro con la misma mueca de desagrado.-Si, en ese momento me parecía que era todo un mito, Octavian.-dijo usando el mismo tono de desagrado que el romano había usado.
Annabeth siguió leyendo antes de que la pelea se prolongará.
-Imaginarias.-jadeo Lea.-Uff si, seguro que aún estoy dormida y esto es un mal sueño.
-¿Eran las ancianas del puesto imaginarias, chicos? ¿Lo era la señora Dodds?
-¡Así que admites que había una señora Dodds!
Poseidón miro con mala cara a Hades, pero no comento nada.
-Por supuesto.
-Bueno, al menos se que no eh enloquecido. -dijo Lia.
-¡Que va! Tu estabas loca desde antes.-exclamo su hermano, ganándose un codazo de Lea y provocando unas cuantas risas en la sala.
-Entonces ¿por qué...?
-Cuanto menos sepan menos monstruos atraerán- respondió Grover, como si fuese una obviedad.-Tendimos una niebla sobre los ojos de los humanos. Confiamos en que pensaran que la Benévola era una alucinación. Pero no funcionó porque empezaron a comprender quiénes son.
-¿Quién...? Un momento. ¿Qué quieres decir?
Volví a oír aquel aullido torturado en algún lugar detrás de nosotros, más cerca que antes. Fuera lo que fuese lo que nos perseguía, seguía nuestro rastro.
-Chicos. -dijo mi madre.-hay demasiado que explicar y no tenemos tiempo. Debemos llevarlos a un lugar seguro.
-¿Como que seguro?-pregunto Lea.-¿Quien nos está siguiendo?
-Oh, casi nadie-soltó Grover, aún molesto por mi comentario del burro.-Sólo el Señor de los Muertos y algunas de sus criaturas más sanguinarias.
-¡Grover!
-¡Hades!-bramó Poseidón.
-Mis razones tendré.-Hades se encogió de hombros con despreocupación, aunque por dentro se rezaba a si mismo haberlas tenido.
-Perdone, señora Jackson. ¿Puede conducir más rápido, por favor?
-Valla, eso a sonado muy chungo.-dijo Lea.
Intenté hacerme a la idea de lo que estaba ocurriendo, pero fui incapaz. Sabía que no era un sueño. Yo no tenía imaginación. En la vida se me habría ocurrido algo tan raro.
-¿Que no tenías imaginación?-pregunto Selene, sorprendida.
Percy asintió.-Yo soy muy serio.
Se ganó unas cuantas miradas extrañadas en la sala.
Mi madre giró bruscamente a la izquierda. Nos adentramos a toda velocidad en una carretera aún más estrecha, dejando atrás granjas sombrías, colinas boscosas y carteles de « RECOJA SUS PROPIAS FRESAS» sobre vallas blancas.
-¿Adonde vamos?-pregunté.
-Al campamento de verano del que te hablé. -La voz de mi madre sonó hermética; intentaba no asustarse para no asustarme a mí.-Al sitio donde tu padre quería que fueras.
-Al sitio donde tú no querías que fuera. -dije, y sentí como Lea me fulminaba con la mirada.
-Por favor, cielo- suplicó mi madre.-Esto ya es bastante duro. Intenta entenderlo. Estás en peligro.
-¿Porque unas ancianas cortan hilo?
Ante esta simple frase, la mitad de la sala de estremeció.
-No eran ancianas-intervino Grover-Eran las Moiras. ¿Sabes qué significa el hecho de que se les aparecieran? Sólo lo hacen cuando estás a punto.. cuando alguien está a punto de morir.
-Un momento. Has dicho estás.
-Que bueno que no fui la única que lo noto.-murmuro Lea.
-No, no lo he dicho, he dicho alguien.
-Si lo dijiste.-dijo Annabeth, que había retrocedido en la lectura.
-Gracias, por la ayuda.-bufo Grover.
-Querías decir estás. ¡Te referías a nosotros!
-¡Quería decir estás como cuando se dice alguien, no ustedes!
-¡Dejen de gritar, me estoy poniendo de los nervios!- exclamo Lea.
-¡Chicos! -dijo mamá. Giró bruscamente a la derecha y vio justo a tiempo una figura que logró esquivar; una forma oscura y fugaz que desapareció detrás de nosotros entre la tormenta.
-Monstruo.-murmuraron en general, todos los semidioses.
-¿Qué carajos era eso? -pregunto Lea.
-Lea, cuida tu lengua.-respondió mi madre, haciendo caso omiso de la pregunta.- Ya casi llegamos. Un par de kilómetros más. Por favor, por favor, por favor.
-Por favor, por favor, por favor-repetía Poseidón, que parecía haber olvidado que sus hijos se encontraban sanos y salvos en la sala.
No sabía dónde nos encontrábamos, pero me descubrí inclinado hacia delante, esperando llegar allí cuanto antes.
Fuera, nada salvo lluvia y oscuridad: la clase de paisaje desierto que hay en la punta de Long Island. Pensé en la señora Dodds metamorfoseándose en aquella cosa de colmillos afilados y alas coriáceas. Me estremecí. Realmente no era una criatura humana. Y había querido matarnos.
Entonces pensé en el señor Brunner... y en su boligrafo-espada. Antes de que pudiera preguntarle a Grover sobre aquello, se me erizó el vello de la nuca. Hubo un resplandor, una repentina explosión y el coche estalló.
-¡ESO!-exclamo Ares.-Al fin un poco de acción.
Poseidón sin embargo miro a sus hijos con preocupación.
Recuerdo sentirme liviano, como si me aplastaran, frieran y lavaran todo al mismo tiempo. Despegué la frente de la parte trasera del asiento del conductor y exclamé: ¡Ay!
-¡Percy, Lea! -gritó mi madre.
Intenté sacudirme el aturdimiento. No estaba muerto y el coche no había explotado realmente. Nos habíamos metido en una zanja. Las portezuelas del lado del conductor estaban atascadas en el barro. El techo se había abierto como una cáscara de huevo y la lluvia nos empapaba. Un rayo. Era la única explicación.
-¡Zeus!-exclamo Poseidón.-¿Tu también?
Su hermano se encogió de hombros.-Esos niños no debieron aver nacido.
Poseidón lo miro con furia, pero Hades intervino.-Déjalo, hermano.-dijo sorprendiendo a todos.-No vale la pena.
Y es que de cierta manera el dios había tenido un especié de Deja-vu. Dos niños, una mujer, un rayo…suspiro imperceptiblemente, dejando que Annabeth siguiera con la lectura.
Nos había sacado de la carretera. Junto a mí, en el asiento, Lea y Grover estaban inmóviles
-¡Lea, Grover!
Lea tosió, pestañeo y abrió los ojos. Me miro desconcertada unos segundos.
-¿Estas bien? -pregunte, preocupado. Ella está todavía más pálida que hace unos minutos.
-Awww-exclamaron algunos en la sala, lo que provocó el sonrojo de los gemelos.
-S-si.-tartamudeó.-Pero Grover...
Lo mire. Tumbado hacia delante, un hilillo de sangre le corría por la comisura de los labios. Le sacudí la peluda cadera mientras pensaba: « iNo! Aunque seas mitad cabra, eres mi mejor amigo y no quiero que te mueras!»
-Comida. -gimió, y supe que había esperanza.
A pesar de la tensión, todos en la sala-incluyendo a algunos dioses-se rieron por la frase.
-Niños.-dijo mi madre. -Tenemos que..
Le falló la voz.
Miré hacia atrás. En un destello de un relámpago, a través del parabrisas trasero salpicado de barro, vi una figura que avanzaba pesadamente hacia nosotros en el recodo de la carretera. La visión me puso piel de gallina. Era la silueta oscura de un tipo enorme, como un jugador de fútbol americano. Parecía sostener una manta sobre la cabeza. Su mitad superior era voluminosa y peluda. Con los brazos levantados parecía tener cuernos.
-Oh, no.-murmuro Teseo, había reconocido al monstruo en cuestión, y ¿por que tenía que ser ese monstruo en específico? Miro a sus hermanos con preocupación.
Tragué saliva.
-¿Quién es...
-Niños. -dijo mi madre, mortalmente seria. -Salgan del coche.
E intentó abrir su portezuela, pero estaba atascada en el barro. Lo intenté con la mía. También estaba atascada. Miré desesperadamente el agujero del techo. Habría podido ser una salida, pero los bordes chisporroteaban y humeaban. Lea lo intento con la suya, esta si se abrió.
-¡Salgan rápido! -Urgió mi madre.-Chicos, tienen que correr. ¿Ven aquel árbol grande?
-¿Qué?
Otro resplandor, y por el agujero humeante del techo vi lo que me indicaba: un grueso árbol de Navidad del tamaño de la Casa Blanca
-Creo que te dijo gorda.-se burló Nico, mirando a Thalía.
Esta le dedico una mirada fulminante.-Al menos, yo salí primero en el libro.
Sobra decir que los que no conocían la historia, los miraron como si tuvieran un tercer ojo en la frente.
, en la cumbre de la colina más cercana.
Los griegos se acomodaron mejor en el asiento, querían saber específicamente que había pasado esa noche, los Romanos también se acomodaron para saber que había pasado con sus héroes.
Octavian por otro lado escuchaba atentamente la lectura, así podría saber donde estaba en campamento griego y aprovechar esa información.
-Ese es el limite de la propiedad, el campamento del que les hablé-Insistió mi madre-Suban a esa colina y verán una extensa granja valle abajo. Corran y no miren atrás. Griten para pedir ayuda. No paren hasta llegar a la puerta.
-Mamá, tú también vienes. -Tenía la cara pálida y los ojos tristes como cuando miraba el océano-iVenga, mamá!-grité-Tú vienes con nosotros. Ayúdanos a llevar a Grover.
-¡Comida! -gimió Grover de nuevo.
Grover se sonrojo y soltó un suspiro, no había hecho nada útil protegiendo a los gemelos.
Como si estos le leyeran el pensamiento, le mandaron una mirada de "no te atrevas ni a pensarlo".
El hombre con la manta en la cabeza seguía aproximándose, mientras bufaba y gruñía. Cuando estuvo lo bastante cerca, reparé en que no podía estar sosteniendo una manta sobre la cabeza, porque sus manos, unas manos enormes y carnosas, le colgaban de los costados. No había ninguna manta. Lo que significaba que aquella enorme y voluminosa masa peluda, demasiado grande para ser su cabeza... era su cabeza. Y las puntas que parecían cuernos...
Poseidón palideció al reconocer al monstruo, ¿que tenía esa bestia con atacar a sus hijos?
-No nos quiere a nosotros-dijo mi madre. -Los quiere a ustedes. -Nos miro a Lea y a mi.-Además, yo no puedo cruzar el límite de la propiedad.
-Pero mamá...-comenzó Lea.
-No tenemos tiempo, niños. Vallan, por favor.
Mire a Lea y entonces me enfadé: me enfadé con mi madre, con Grover la cabra y con aquella cosa que se nos echaba encima, lenta e inexorablemente, como un toro. No tuve que preguntarle a mi hermana para saber que estaba sintiendo lo mismo.
Lea abrió la puerta de un empujón.
-Nos vamos juntos. ¡Vamos, mamá!
-Les dije que...
-¡Mamá! ¡No tenemos tiempo para discutir! Ahora ayúdanos con Grover. -exclamó Lea.
-Aunque tu intención fu buena, esa no es forma de hablarle a tu madre.-le corrigió Hestia.
-Perdon, señora Hestia.-dijo Lea, sonrojada.
La muchacha le dirigió una breve mirada a cierto dios del sol, el cual precia no estar prestándole la más mínima atención a la lectura.
No esperamos su respuesta. Salimos a gatas fuera y arrastramos a Grover. Me resultó demasiado liviano para sus dimensiones, pero no habríamos llegado muy lejos si mi madre no nos hubiera ayudado. Sobretodo por que Lea apenas podía caminar.
Nos echamos los brazos de Grover por los hombros y empezamos a subir a trompicones por la colina, a través de hierba húmeda que nos llegaba hasta la cintura.
Al mirar atrás, vi al monstruo claramente por primera. vez. Medía unos dos metros, sus brazos y piernas eran algo similar a la portada de la revista Muscle Man: biceps y tríceps y un montón más de bíceps, todos ellos embutidos en una piel surcada de venas como si fueran pelotas de béisbol. No llevaba ropa excepto la interior-unos calzoncillos blancos-,cosa que habría resultado graciosa de no ser porque la parte superior del cuerpo daba tanto miedo. Una pelambrera hirsuta y marrón comenzaba a la altura del ombligo y se espesaba a medida que ascendía hacia los hombros.
El cuello era una masa de músculo y pelo que conducía a la enorme cabezota, que tenía un hocico tan largo como mi brazo, y narinas altivas de las que colgaba un aro de metal brillante, ojos negros y crueles, y cuernos: unos enormes cuernos blanquinegros con puntas tan afiladas como no se consiguen con un sacapuntas eléctrico.
Ahora todos en la sala habían reconocido al monstruo, los Romanos miraron con asombro a los gemelos, ¿tanta mala suerte se tenía que tener para enfrentar justo a ese monstruo? Y peor aún, sin entrenamiento.
De repente lo reconocí. Aquel monstruo aparecía en una de las primeras historias que nos había contado el señor Brunner. Pero no podía ser real. Lea debió pensar lo mismo por que tartamudeo:
-Es el…el…
-Es mejor que no lo llamen por su nombre.-dijo Atenea.
-El hijo de Pasífae-dijo mamá. -Ojalá hubiera sabido cuánto deseaban matarlos.
-Pero es el Min...
-No digas su nombre-me advirtió.- Los nombres tienen poder.
El árbol seguía demasiado lejos: a unos treinta metros colina arriba, por lo menos.
Volví a mirar atrás.
El hombre toro se inclinó sobre el coche, mirando por las ventanillas. En realidad, más que mirar olisqueaba, como siguiendo un rastro. Me pregunté si era tonto, pues no estábamos a más de quince metros.
-¿Comida? - repitió Grover.
-Calla chico cabra. -le susurró Lea.-Mamá, ¿Por que no nos a visto? No me estoy quejando pero, ¿Es ciego?
-Ve y oye fatal. Se guía por el olfato, pero pronto adivinara donde están.-dijeron a coro Atenea y Annabeth. La primera por responder la pregunta y la segunda por la lectura.-Es lo que dice Sally.-aclaró Annabeth, al ver unas cuantas miradas extrañadas.
-Ve y oye fatal. Se guía por el olfato. Pero pronto adivinará dónde estamos.
Como si mamá le hubiera dado la entrada, el hombre toro aulló furioso.
Agarró el Cámaro de Gabe por el techo rasgado, y el chasis crujió y se resquebrajó. Levantó el coche por encima de su cabeza y lo arrojó a la carretera, donde cayó sobre el asfalto mojado y patinó despidiendo chispas a lo largo de más de cien metros antes de detenerse. El tanque de gasolina exploto.
«Ni un rasguño», recordé decir a Gabe.
¡Vaya!
En la sala sin embargo todos sonrieron maliciosamente.
-Niños-dijo mi madre-,cuando los vea embestirá. Esperen hasta el último segundo y se apartan de su camino saltando a un lado. Lados diferentes. No cambia muy bien de dirección una vez se lanza en embestida. ¿Entienden?
-¿Cómo sabes todo eso?
-Llevo mucho tiempo temiendo este ataque. Debería haber tomado las medidas oportunas. Fui una egoísta al tratar de mantenerlos a mi lado.
-Solo es una madre que quería a sus hijos.-comentó Hestia.
-¿Mantenernos a tu lado? Pero qué..
Otro aullido de furia y el hombre toro empezó a subir la colina con grandes pisotones.
Nos había olido.
Poseidón, Teseo y Orion palidecieron.
El solitario pino estaba sólo a unos metros, pero la colina era cada vez más empinada y resbaladiza, y Grover nos pesaba más. El monstruo se nos echaba encima. Unos segundos más y lo tendríamos allí. Mamá debía de estar exhausta, pero sostenía a Grover con el hombro.
-¡Márchense! ¡Aléjense de nosotros! Recuerden lo que les eh dicho.
No quería hacerlo, pero ella estaba en lo cierto: era nuestra única oportunidad. Mire a mi hermana, ella asintió. Echamos a correr hacia la izquierda, me volví y vi a la criatura abalanzarse sobre nosotros. Los oscuros ojos le brillaban de odio. Apestaba como carne podrida. Agachó la cabeza y embistió, apuntando los cuernos afilados como navaias directamente a mi pecho.
El miedo me urgía a salir pitando, pero eso no. funcionaría. Jamás lograría huir corriendo de aquella cosa. Así que me mantuve en el sitio y, en el último momento, salté a un lado. Advertí que Lea hacia lo mismo.
En la sala no se escuchaba ni una mosca, todos estaban pendientes a la lectura, deseosos de saber como habían sobrevivido.
El hombre toro pasó como un huracán, como un tren de mercancías. Soltó un aullido de frustración y se dio la vuelta, pero esta vez no hacia nosotros, sino hacia mi madre, que estaba dejando a Grover sobre la hierba.
Habíamos alcanzado la cresta de la colina. Al otro lado veía un valle, justo como había dicho mi madre, y las luces de una granja azotada por la lluvia. Pero estaba a unos trescientos metros. Jamás lo conseguiríamos. El monstruo gruñó, piafando. Siguió mirando a mi madre, que empezaba a retirarse colina abajo, hacia la carretera, tratando de alejarlo de Grover.
-¡Corran!-gritó.-Yo no puedo acompañarlos! iCorran!
Pero estábamos paralizados de miedo, viendo como la bestia embestía a mamá. Escuche a Lea murmurar algo pero no preste atención. Mi madre intentó apartarse, como había dicho que hiciéramos, pero esta vez la criatura fue más lista: adelantó una horripilante mano y la agarró por el cuello antes de que pudiese huir. Aunque ella se resistió, pataleando y lanzando puñetazos al aire, la levantó del suelo.
-¡Mama aguanta! -gritamos Lia y yo al unísono.
Ella nos miró a los ojos y consiguió emitir una última palabra: iHuyan!
Entonces, con un rugido airado, el monstruo apretó las manos alrededor del cuello de mi madre y ella se disolvió ante mis ojos, convirtiéndose en luz, una forma resplandeciente y dorada, como una proyección holográfica. Un resplandor cegador, y de repente.. había desaparecido.
Lea y Percy no comentaron nada, pero los dos recordaban perfecta mente lo que habían sentido en ese momento, cuando creyeron que habían perdido a su madre.
Algunos semidioses en la sala les dieron miradas comprensivas a los gemelos, sabían lo que era perder a un ser querido por un monstruo. O como creían algunos, por ellos mismos.
-¡¡Noooo!!-grite. Lea se había quedado pasmada.
La ira sustituyó al miedo.
-Pobre, toro.-comentó Selene, para tratar de aligerar el ambiente.
-Tuvo un triste final.-asintió Nico.
-Pero fu su culpa por atacarlos.-Thalía se encogió de hombros.
-Espero que haya aprendido la lección.-dijo Leo.
-No lo hizo.-comentó Lea.
Sentí una fuerza abrasadora que me subía por las extremidades: el mismo subidón de energía que me había embargado cuando a la señora Dodds le crecieron garras.
El hombre toro se volvió hacia Grover, que yacía indefenso en la hierba. Se le aproximó, olisqueando a mi mejor amigo como dispuesto a levantarlo y disolverlo también.
No iba a permitirlo.
Me quité el impermeable rojo.
-¡Eh, tú! ¡¡Eh!!-grité, mientras sacudía el impermeable, corriendo hacia el monstruo.-iEh, imbécil! ¡Mostrenco!
-¡Por las barbas de Merlin!-exclamo Travis, que junto a la mayoría de sus hermanos y el propio Hermès miraban horrorizadosa Percy.
-No avía escuchado un insulto tan malo desde que Apollo insulto los cereales de Dementer.-dijo Hermès.
Dementer lo fulmino con la mirada.
-¡Brrrrr!-Se volvió hacia mí sacudiendo los puños carnosos.
Tenía una idea; una idea estúpida, pero fue la única que se me ocurrió. Me puse delante del grueso pino y sacudí el impermeable rojo ante el hombre toro, listo para saltar a un lado en el último momento.
Pero no sucedió así.
-Era un plan de Percy, por supuesto que no funcionaría.-dijo Nico.
El aludido hizo un puchero, que lo hacía ver como una foca bebé, lo que provocó unos cuantos suspiro en la sala.
Annabeth los fulmino con la mirada y siguió leyendo.
El monstruo embistió demasiado rápido, con los brazos extendidos para cortar mis vías de escape.
El tiempo se ralentizó.
Mis piernas se tensaron. Como no podía saltar a un lado, salté hacia arriba y, brincando en la cabeza de la criatura como si fuera un trampolín, giré en el aire y aterricé sobre su cuello. ¿Cómo lo hice? No tuve tiempo de analizarlo. Un micro-segundo más tarde, la cabeza del monstruo se estampó contra el árbol y el impacto casi me arranca los dientes.
El hombre toro se sacudió, intentando derribarme. Yo me aferré a sus cuernos para no acabar en tierra. Los rayos y truenos aún eran abundantes. La lluvia me nublaba la vista y el olor a carne podrida me quemaba la nariz. El monstruo se revolvía girando como un toro de rodeo. Tendría que haber reculado hacia el árbol y aplastarme contra el tronco, pero al parecer aquella cosa sólo tenía una marcha: hacia delante.
Grover seguía gimiendo en el suelo. Quise gritarle que se callara, pero de la manera en que me estaban zarandeando de un lado a otro, si hubiese abierto la boca me habría mordido la lengua.
-¡Comida! -insistía Grover.
Los gemelos negaron con la cabeza al ver a su amigo desanimado, prometiéndose que hablarían con el después.
El hombre toro se encaró hacia él, piafó de nuevo y se preparó para embestir.
Pensé en cómo había estrangulado a mi madre, cómo la había hecho desaparecer en un destello de luz, y la rabia me llenó como gasolina de alto octanaje. Le agarré un cuerno e intenté arrancárselo con todas mis fuerzas.
-No va a resultar.-comentó Ares, divertido.
Annabeth le dio una mirada desafiante al dios y acto seguido leyó:
El monstruo se tensó, soltó un gruñido de sorpresa y entonces... ¡crack! Aulló y me lanzó por los aires. Aterricé de bruces en la hierba, golpeándome la cabeza contra una piedra. Me incorporé aturdido y con la visión borrosa, apenas podía respirar, pero tenía un trozo de cuerno astillado en la mano, un arma del tamaño de un cuchillo.
-¿Que? Pero…-tartamudeo Ares.
Mientras en la sala aplaudían y miraban con orgullo a Percy.
El monstruo embistió una vez más. Pero yo no podía moverme, estaba demasiado aturdido.
De repente, sentí como me empujaban hacia un lado. Ví a Lea que agarró el cuerno del hombre toro lista para apuñalarlo, pero el avanzaba demasiado rápido. Creí que ella se lanzaría a un lado, en vez de eso, rodó por debajo de las piernas del monstruo y usando un árbol para tomar impulso, le clavó el cuerno justo en la nuca.
Por fin el hombre toro rugió de agonía. Se sacudió, movió los brazos y por fin empezó a desintegrarse; no como mi madre, en un destello de luz dorada, sino como arena que se desmorona. El viento se lo llevó a puñados, del mismo modo que a la señora Dodds.
La criatura había desaparecido.
Ahora los victorea eran más fuertes y para los dos gemelos, que sonrojados, le pedían a todos que se calmaran para que Annabeth pudiera seguir leyendo.
La lluvia cesó. La tormenta aún tronaba, pero ya a lo lejos. Apestaba a ganado y me temblaban las rodillas. Sentía la cabeza como si me la hubieran partido en dos. Estaba débil, asustado y temblaba de pena. Lea avanzó hasta estar a mi lado, jadeando y con lágrimas en los ojos. Acabábamos de ver a nuestra madre desvanecerse.
Los aplausos pararon y todos hicieron silencio, la victoria no era gratuita. No para los semidioses.
Quería tumbarme en el suelo y llorar, pero Grover necesitaba ayuda, así que, sin decir nada, nos las apañamos para tirar de él y adentrarnos trompicones en el valle, hacia las luces de la granja. Lloraba, llamaba a mi madre, pero seguí arrastrando a Grover: no pensaba dejarlo en la estacada.
Lo último que recuerdo es que nos derrumbamos en un porche de madera, mirando un ventilador de techo que giraba sobre mi cabeza, polillas revoloteando alrededor de una luz amarilla, y los rostros severos de un hombre barbudo de expresión familiar y una chica guapa con una melena rubia ondulada de princesa.
-Cabello de Princesa.-se burlaron Thalía, Selene y Piper, provocando el sonrojo de los chicos. Y que Afrodita mirara a la pareja con curiosidad.
-Si, parece de princesa.-comentó Luke despreocupadamente.
El impacto de sus palabras fueron de inmediato, todo el mundo se calló, era la primera vez que hablaba, y estaba demasiado sorprendido, había personas que no conocía y otras que jamás espero volver a ver, pero nadie parecía dispuesto a dirigirle la palabra.
Finalmente Annabeth murmuro un "Gracias" sin mirarlo y siguió leyendo.
Ambos me miraban, y la chica dijo:
-Debe ser uno de ellos.
-Silencio, Annabeth.-repuso el hombre. -Están consientes, hay que llevarlos adentro.
-Aquí acaba.-dijo la hija de Atenea. Todavía un poco sorprendida por el comentario de Luke.-¿Quien va a leer?
-Yo…
...*...
*LOS PERSONAJES LE PERTENECEN A RICK RIORDAN, ÚNICAMENTE SON MÍOS LEAH Y SELENE*
Gracias por leer.
PD: ARYAN SIMHADRY Y LEAH SAVA JEFFRIES INTERPRETARÁN A GROVER UNDERWORLD Y ANNABETH CHASE EN LA NUEVA SERIE DE DISNEY
