–Yo…-dijo Quirón, levantándose mientras Annabeth le pasaba el libro–, el capítulo de llama: LEAH:JUGAMOS PINACLES CON UN CABALLO.
Annabeth y Selene la miraron divertidas.
–¿Que?–pregunto Lea.–Seguro no soy la primera campista que se sorprende ver a un centauro impartiendo clases.
–Los centauros son monstruos salvajes que deben ser mandados devuelta al tártaro –gruñó Octavian, luego miro a los Romanos.– ¿Por que nadie lo ah matado aún? ¡Podría matarnos a todos si se descontrola!
Los Romanos miraron a Quiron como queriendo disculparse, les había resultado extraño al principio que el entrenador de los griegos sea un centauro, pero después de enterarse que el era él Quiron de los mitos que había entrenado a tantos héroes, le mostraron respeto. Así que la gran mayoría de los Romanos miro a Octavian deseando que se callara.
Unos miembro aparentemente nuevo de la legión, lo miro extrañado y murmuro por lo bajo a su compañero "¿y el que tiene pinta de espantapájaros quien es?" Algunos de los que estaban cerca rieron por lo bajo.
–Octavian.–habló Frank, con una voz dura que solo utilizaba en situaciones especiales, como regañar a un muerto por ser un imbecil.– Quiron es nuestro colega, así que te agradecería que lo trataras con respeto o en palabras más claras para ti: (dado que dudo de que conozcas el significado de la palabra "respeto") cállate.
Octavian lo miro con asco–¿Y quien te crees para darme órdenes, Zank? No eres mas que un cent…
–Soy tu Pretor.–lo interrumpió Frank, con una voz cargada de orgullo, mostrándole la insignia de Pretor– Así que te ordenó que te calles y dejes continuar con la lectura.
Octavian estaba tan sorprendido por el hecho de que Zank fuera pretor que se quedó momentánea mente perplejo, momento que Quiron aprovechó para comenzar a leer.
Soñé con vacas bailando con impermeables y fuegos artificiales con formas de cabra.
Algunos de los dioses empezaban a aburrirse con la lectura, este era como el quinto capítulo y no había pasado nada más interesante que juramentos rotos.
Debí de despertarme varias veces, pero lo que oía y veía no tenía ningún sentido, así que volvía a quedarme dormida. Me recuerdo descansando en una cama suave, alguien dándome cucharadas de algo que sabía a palomitas de maiz con mantequilla pero que era pudin. Una chica de ojos brillosos, estaba sentada a mi lado.
Selene miro extrañada a su amiga.–¿Ojos "brilloso"?
–Pues si brillan.–contestó, no Lea, si no Reyna, causando el sonrojo de Selene y la mirada curiosa de Afrodita.
-¿Qué va a pasar en el solsticio de verano?-me preguntó al verme con los ojos abiertos.
–No nos dejaron ni revivir bien.–bufo Percy.
-Llevaban muertos demasiado tiempo, ya era hora de despertar.–bromeó Selene.
-¿Eh?-mascullé.
Miró alrededor, como si temiera que alguien la oyera. A mi lado escuche otra voz-también de chica-que pregunto.
-¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que han robado? iSólo tenemos unas semanas!
¿"Robado"? Era el pensamiento de la mayoría en la sala, sobretodo los Romanos, que no conocían ninguna historia sobre algo robado.
Esta vez, oí la voz de mi hermano.
-Lo siento -murmuro-, no sé.
Alguien llamó a la puerta, y la chica me llenó la boca rápidamente de pudin.
La siguiente vez que desperté, la chica se había ido.
Un chico rubio y de ojos azules, que no podía ser mas mayor que yo, me revisaba las heridas y acomodaba las vendas. Sonrió cuando vio que lo miraba, pero enseguida volví a quedar inconsciente.
–¿"Más mayor"?–preguntó Jason, con el entrecejo fruncido y mirando a Will severamente.–¿Cuantos años tienes? ¿Eres menor de edad? Por que Nico todavía lo es y no consentiré una relación ilegal.
Nico lo miro perplejo murmurando un "¿consentir"? mientras sus amigos de reían de la cara de pánico de Will, excepto Hazel, que también miraba a Will con el entrecejo fruncido.
–Tengo 15.-murmuro un Will, sonrojado ante la potente mirada de Jason.– Tenía 10, casi 11 en ese momento.
–Y yo eh vivido más de 90 años, Jason.–dijo Nico, fulminándolo con la mirada.
Jason asintió.–Tenía que asegurarme.–dijo, causando que Nico rodara los ojos ante las miradas burlonas de Lea y Thalía.
Por otro lado, Bianca, sentada junto a las cazadoras miraba a su hermano tratando de contener las lágrimas. Nico la miro, y pudo ver como la chica murmuraba sin sonido: "Te dije que no había nada malo en ti". Nico le sonrió devuelta, durante mucho tiempo, Bianca había sido la única en aceptarlo.
Como nadie más agregó nada Quiron siguió con la lectura.
Cuando por fin recobré la conciencia plenamente, no había nada raro alrededor, salvo que era más bonito de lo normal. Estaba sentada en una tumbona en un espacioso porche, contemplando un prado de verdes colinas. La brisa olía a fresas. Tenía una manta encima de las piernas y una almohada detrás de la cabeza. Todo aquello estaba muy bien, pero sentía la boca como si un escorpión hubiera anidado en ella. Tenía la lengua seca y estropajosa y me dolían los dientes.
–Así me sentía yo.–asintió Percy.
–Al menos a ustedes no les salieron raíces.–murmuro Thalía.
–¿Raíces?–pregunto un miembro de la legión.
–Nada.–dijo rápidamente Thalía, para después hacerle señas a Quiron, este continuo con la lectura.
En la mesa a mi lado había una bebida en un vaso alto. Parecía zumo demanzana helado, con una pajita verde y una sombrillita de papel pinchada en una guinda. Tenía la mano tan débil que el vaso casi se me cae cuando por fin conseguí rodearlo con los dedos.
-Cuidado-dijo una voz familiar.
Grover estaba recostado contra la barandilla del porche, con aspecto de no haber dormido en una semana. Debajo del brazo llevaba una caja de zapatos. Vestía vaqueros, zapatillas altas Converse y una camiseta naranja con la leyenda «CAMPAMENTO MESTIZO». El Grover de siempre, no el chico cabra.
En la cama de al lado mi hermano me mira con pesar, estaba pálido y se miraba adolorido, pero había tristeza en sus ojos. Comprendí que no era un sueño, todo de verdad había pasado y mamá…
Algunas miradas de pena se dirigieron a los mellizos, los cuales no fueron señal de enterarse. Ya después el libro lo explicaría todo.
Mire a Percy, tenía una caja de zapatos en el regazo, con el cuerno del hombre toro dentro. Tuve ganas de gritar.
-Oh no... ella no...
No dije nada y me cubrí la cara con las manos. Percy miro el prado, tan hermoso y tan triste a la vez. ¿Que pasaría ahora? Nada volvería a ser lo mismo sin ella.
Leo miro a los gemelos, que seguían teniendo cara de Póker, el entendía ese sentimiento, no les dijo "Lo siento" o "Que pena" por que sabía que eso no arreglaría nada.
Se limitó a seguir escuchando la lectura.
Ni siquiera tuve la oportunidad de decir adiós.
"Lo que yo daría por decirle, adiós" Pensó Leo.
-Lo siento.-sollozó Grover-.Soy un fracaso. Soy.. soy el peor sátiro del mundo.
–Eres el mejor sátiro y buscador de todos Grover.–le dijo Annabeth.
–Y con un don especial.–asintió Thalía.–¿No se ah puesto a pensar que todos los semidioses que encuentra Grover son hijos de los tres grandes?
Selene asintió.–Primero tu, luego los…
–Shhhhh.–la interrumpió Apolo.–¡Sin Spoilers!
Selene, que ya conocía bien al dios, se limitó a rodar los ojos.
Gimió y pateó tan fuerte el suelo que se le salió el pie, bueno, la zapatilla Converse: el interior estaba relleno de polispán, salvo el hueco para la pezuña.
-¡Oh, Estigio!-rezongó.
Un trueno retumbó en el cielo despejado.
Mientras pugnaba por meter su pezuña en el pie falso pensé: « Bueno, esto lo aclara todo». Grover era un sátiro. Si le afeitaba el pelo rizado, seguramente encontraría cuernecitos en su cabeza. En otras circunstancias tal vez me emocionaría y querría saberlo todo, pero ahora no, no así. Todo aquello sólo significaba que mi madre había sido realmente reducida a la nada, que se había disuelto en aquel resplandor dorado.
Estábamos solos. Nos habíamos quedado completamente huérfanos. Tendríamos que vivir con...
¿Gabe el Apestoso? No, eso nunca. Primero viviría bajo un puente o me uniría a alguna secta.
–¿Acaso nos llamaste secta?–pregunto Piper, mirando divertida a su amiga.
Lea le saco la lengua.–Aquí la mayoría estamos locos, así que muy diferente no es.
–Yo tenía pensado unirme al ejército.–dijo Percy.–Pero lo de la secta suena más entretenido.
–Incluso tenemos un nombre apropiado.–dijo Leo.–"Los mestizos"–entonces hizo manos de yaz.
–Yo creo que –dijo Travis– "Los semidioses" suena aún más friki.
–Estos niños están locos.–dijo Dionisio. Nadie se lo discutió.
Haría algo, cualquier cosa.
Grover seguía sollozando. El pobre niño--o pobre cabra, sátiro, lo que fuera--parecía estar esperando un castigo.
-No ha sido culpa tuya. -le dijo Percy.
-Sí, sí que lo ha sido. Se suponía que yo tenía que protegerlos.
-¿Te pidió mama que nos protegieras?-hable yo.
-No, pero es mi trabajo. Soy un guardián. Al menos.. lo era.
–¿Que es un guardián?–pregunto un miembro de la tercera corte.
–En el lado de los griegos,–empezó a explicar Jason.–Los sátiros (faunos para los Romanos) no son tan… bueno tan…
–Inútiles.–lo ayudó Percy.
–Iva a decir, perezosos, pero, igual sirve.–dijo Jason.–En fin, los sátiros se encargan de ir por todo el país buscando semidioses, se les llama guardia.
Los Romanos asintieron impresionados, no podían imaginarse a los faunos, haciendo algo más que pedir dinero.
–Faunos buscadores de semidioses –murmuro por lo bajo Octavian.– Los griegos están locos.
-Pero ¿por qué...?-Percy no termino de hablar.
-No te esfuerces más de la cuenta. Toma. -le dijo Grover.
Lo ayudó a sostener el vaso y le puso la pajita en la boca.
Observe como su cara se ilumina conforme iba bebiendo. Se la tragó toda en un abrir y cerrar de ojos.
Bufé.-Da igual, ni quería.-Percy me dirigió una mirada de disculpa.
Percy le mando una mirada de disculpa a su hermana.
-Perdona. -dijo.-Debí dejar que lo probaras.
Grover suspiro.
-¿Y cómo se sienten?
–Tengo sueño.
–Tengo hambre.
–Bien gracias.
–Me quiero morir.
–¿Cuando empieza la acción?
–¿Alguien me hace la tarea?
Murmuraban en la sala, al parecer sin darse cuenta que Quiron no lo preguntaba en serio. El centauro siguió leyendo cuando todos se callaron.
-Podría arrojar a Nancy Bobofit a cien metros de distancia.-dijo Percy.
–¿Y no me invitas, Prissy?–le dijo Clarisse.
Percy la miro divertida.
-Genial, hazlo y grábalo por mi. -murmuré.
- Eso está muy bien. -dijo Grover.-Pero no debes arriesgarte a beber más, Percy.
-¿Qué quieres decir?-pregunto mi hermano.
Le retiró el vaso con cuidado, como si fuera dinamita, y lo dejó de nuevo en la mesa.
Ares rodó los ojos.–Tampoco es para tanto, y ¿cuando empieza lo bueno? No hemos leído nada interesante.
–Ares tiene razón.–dijo para sorpresa de hasta el mismo Ares, Hera.–¿No se supone que esto es para aprender de nuestros errores? ¿Por que leemos la vida de dos engendros inútiles?
–Es decisión de las moiras.–dijo Zeus, recargándose en su trono con gesto aburrido, ignorando las protestas de los gemelos por haber sido llamados "engendros inútiles".–Continúa Quiron.
Hera rodó los ojos, su marido nunca haría nada contra las moiras, tenía demasiado miedo a perder el poder.
-Vamos. Quirón y el señor D están esperándolos.
–¿Quien es el señor D?–pregunto un Romano. Si bien sabían que Quiron era el director de actividades, nadie les había mencionado lo de un tal señor D.
–¿Si, quien es?–pregunto Zeus. El no recordaba haber puesto a un señor D en el campamento.
–La lectura lo aclarara.–dijo Quirón, y siguió leyendo.
Me ayudo a levantarme y salimos afuera.
La galería del porche rodeaba toda aquella casa, llamada Casa Grande.
Al recorrer una distancia tan larga, las piernas me flaquearon. Grover se ofreció a ayudarme, pero decliné la oferta. De ahora en adelante tendría que valerme por mi misma. Percy no soltó la caja del cuerno de minotauro en ningún momento, a pesar de que hacia un gran esfuerzo por sostenerse en pie.
Cuando giramos en la esquina de la casa, inspiré hondo.
Los Romanos se acomodaron para saber cómo era el Campamento mestizo, si bien ya habían esta ahí, preferirían saber cómo era sin estar medio destruido por una batalla.
Debíamos de estar en la orilla norte de Long Island, porque a ese lado de la casa el valle se fundía con el agua, que destellaba a lo largo de la costa. Lo que vi me sorprendió sobremanera. El paisaje estaba moteado de edificios que parecían arquitectura griega antigua un pabellón al aire libre, un anfiteatro, un ruedo de arena-pero con aspecto de recién construidos, con las columnas de mármol blanco relucientes al sol. En una pista de arena cercana había una docena de chicos y sátiros jugando al voleibol. Más allá, unas canoas se deslizaban por un lago cercano. Había niños vestidos con camisetas naranja como la de Grover, persiguiéndose unos a otros alrededor de un grupo de cabañas entre los árboles. Algunos disparaban con arco a unas dianas. Otros montaban caballo por un sendero boscoso y, a menos que estuviera alucinando, algunas monturas tenían alas.
–¡Yo quiero un pegaso!–exclamo, una niña Romana, que no debía tener más de doce años.– ¿Por que no podemos tener pegasos, nosotros también?
–¿Te estás quejando? –le pregunto Lea, incrédula. –¡Ustedes tienes unicornios!
–¿Tienen unicornios?–pregunto una hija de Dementer, de no más de diez años.–¡Yo quiero uno!
Y así, todos los pequeños de la sala se pusieron a exclamar que también querían unicornios y pegasos.
–¡Muy bien!–exclamo Reyna, por encima del ruido.–Cuando visitemos el campamento mestizo –dijo a la legión – seguro nos prestarán sus pegasos, ¿verdad?
–Por supuesto.–contestó Lea.–Y cuando visitemos el campamento Júpiter ellos nos prestarán sus unicornios, ¿contentos?
Los jóvenes en la sala con una sonrisa emocionada, se sentaron. Quiron siguió con la lectura.
Al final del porche había dos hombres sentados a una mesa jugando a las cartas. La chica que me había alimentado con el pudín sabor a palomitas estaba sentada junto a otra chica rubia en la balaustrada, detrás de ellos.
Annabeth y Selene, se inclinaron para escuchar la descripción que su amiga tenían sobre ellas.
El hombre que estaba de cara a mi era pequeño pero gordo. De nariz enrojecida y ojos acuosos, su pelo rizado era negro azabache. Me recordó a uno de esos cuadros de ángeles bebé. Eso es. Parecía un querubín llegado a la mediana edad en un camping de caravanas. Vestía una camisa hawaiana con estampado atigrado, y habría encajado perfectamente en una de las partidas de póquer de Gabe, salvo que me daba la sensación de que aquel tipo habría desplumado incluso a mi padrastro.
–¿Ese es el tal señor D?–pregunto Zeus.
–Si, señor.–respondió Quiron.
Mientras Zeus se preguntaba por qué diablos, había puesto a un papa Noel malhumorado en el campamento.
-Ese es el señor D.-Nos susurro Grover, cuando nos acercábamos.-El director del campamento. Sé cortés. Las chicas son Annabeth Chase, y Selene Brown; sólo son campistas, pero llevan mucho mas tiempo aquí que ningún otro. Sobretodo Annabeth. Y ya conocen a Quirón.
–¿Solo campistas?–pregunto Annabeth, fingiendo indignación. –Y yo que creía que éramos amigos.
–¿Que…?–dijo este, incrédulo.
–Pensé que nos apreciabas más, Grover.– dijo Selene, con cara de profunda decepción.
–Pero… pero…–seguía murmurando Grover, atónito.
Las chicas le dieron la espalda para que no ve las sonrisas que trataban de contener.
Señaló al jugador que estaba de espaldas a mí.
Reparé en que iba en silla de ruedas y luego reconocí la chaqueta de tweed, el pelo castaño y ralo, la barba espesa... Solté un grito de exclamación, al tiempo que mi hermano gritaba:
-¡Señor Brunner!
-Ah, Percy, Lia, qué bien. -dijo.-Ya somos cuatro para el pinacle.
–Pero eran cinco, ¿no?–comentó un niño Romano.
-¿Pero... no somos cinco?-me sonrió como si le divirtiera la pregunta.
El niño frunció el entrecejo, extrañado.
–Ya se explicará en la lectura.–explicó Quirón.
Nos ofreció dos sillas a la derecha del señor D, que me miró con los ojos inyectados en sangre y soltó un resoplido.
-Bueno, supongo que tendré que decirlo: bienvenidos al Campamento Mestizo. Ya está. Ahora no esperen que me alegre de verlos.
Los Dioses se veían aún más confundidos, ¿Quien era el señor D?
-Muchas gracias.-murmuré y me aparte un poco de el, pegándome más a mi hermano, porque si algo había aprendido de vivir con Gabe era a distinguir cuándo un adulto había empinado el codo. Si el señor D no era amigo de la botella, yo era una ballena.
Un tenso silencio siguió a esa declaración. El que dos niños de doce años pudieran reconocer tan fácilmente a unalcoholico era ciertamente deprimente. O al menos eso pasaba por la cabeza de los mayores.
Los Dioses sin embargo miraban de reojo a un dios en particular, que se removía incómodo, ya empezando a sospechar.
-¿Annabeth? ¿Selene? -llamó el señor Brunner a la chica rubia, y a la de ojos brillantes y nos presentó.–Ellas cuidaron de ustedes mientras estaban enfermos. Annabeth, querida, ¿porqué no vas a ver si está lista la litera de los gemelos? De momento los pondremos en la cabaña once.
-Claro, Quirón-contestó ella.
-Yo te acompaño. -dijo la que supuse sería Selene.
Ambas aparentaban mi edad, pero Annabeth era medio palmo más alta, mientras que Selene si era más o menos de mi tamaño, y desde luego ambas tenían aspecto mucho más atlético. Ambas tan morenas y mientras que el pelo de Annabeth era rizado y rubio, el de Selene era castaño-rojizo y lacio, eran casi exactamente lo que yo consideraba una típica chica californiana.
Las dos chicas le sonrieron a su amiga, aparentemente contentas con su descripción.
Pero sus ojos deslucían un poco la imagen: eran de un gris tormenta, los de Annabeth, mientras que los de Selene brillaban más, como la plata; bonitos, pero también intimidatorios, como si estuvieran analizando la mejor manera de tumbarte en una pelea.
–Siempre hay que estar precavidos–dijo Annabeth. A lo que muchos semidioses asintieron.
Annabeth echó un vistazo al cuerno de minotauro y miró a los ojos a Percy. Supuse que iba a decir algo como: « ;Vaya, has matado un minotauro!», o « iUau, eres un fenómeno!». Pero sólo dijo:
-Cuando duermes babeas.-Y salió corriendo hacia el campo, junto a Selene, que sonrió y negó con la cabeza.
La mitad de la sala miraba a la chica con incredulidad, mientras que la otra mitad reía a carcajadas.
Percy le sonrió a su novia.
–Eres una romántica, listilla.–le susurro sonriendo.
Annabeth-completamente sonrojada-le pidió a Quirón que continuara con la lectura.
-Bueno.-comenté para cambiar de tema--¿Trabaja aquí, señor Brunner?
-No soy el señor Brunner-dijo el exseñor Brunner- Mucho me temo que no era más que un seudónimo.-Pueden llamarme Quirón.
-Vale.-Percy, perplejo, miro al director-. ¿Y el señor D...? ¿La D significa algo?
Los que conocían al "señorD" y los que sospechaban quien era, lo miraron de reojo.
El señor D dejó de barajar los naipes y lo miró como si acabara de decir una grosería.
-Jovencito, los nombres son poderosos. No se va por ahí usándolos sin motivo.
-Ah, ya. Perdón. -dijo Percy, y me miro como diciendo "¿este esta cuco o que?" tuve que contener una risita.
–No sabes cuánta razón tiene ese pensamiento .–le dijo Travis.
Percy asintió. Valla que ahora lo sabia.
-Debo decir, chicos. -intervino Quirón-Brunner.- que me alegro de verlos sanos y salvos. Hacía mucho tiempo que no hacía una visita a domicilio a un campista potencial. Detestaba la idea de haber perdido el tiempo.
-¿Visita a domicilio?
-Mi año en la academia Yancy, para instruirlos. Obviamente tenemos sátiros en la mayoría de las escuelas, para estar alerta, pero Grover me avisó en cuanto los conoció. Presentía que en en ustedes había algo especial, así que decidí subir al norte. Convencí al otro profesor de latín de que... bueno, de que pidiera una baja.
Intenté recordar el principio del curso. Parecía haber pasado tanto... pero sí, tenía un recuerdo vago de otro profesor de latín durante mi primera semana en Yancy. Había desaparecido sin explicación alguna y en su lugar llegó el señor Brunner.
-¿Fue a Yancy sólo para enseñarme a nosotros.-pregunto Percy.
Quirón asintió.
-Francamente, al principio no estaba muy seguro de eso. Nos pusimos en contacto con su madre, le hicimos saber que estábamos vigilándolos por si se mostraban preparados para el Campamento Mestizo. Pero todavía les quedaba mucho por aprender. No obstante, han llegado aquí vivos, y ésa es siempre la primera prueba a superar.
-Grover. -dijo el señor D con impaciencia. -¿vas a jugar o no?
-¡Sí, señor! -Grover tembló al sentarse a la mesa, aunque no sé qué veía de tan temible en un hombrecillo regordete con una camisa de tela atigrada.
- Supongo que saben jugar al pinacle.-El señor D me observó con recelo.
-Me temo que no --respondió Percy, por los dos.
-Me temo que no, señor. -puntualizó él.
-Me temo que no, señor.-puntualice. Y le mande una mirada a mi hermano de "si, esta cuco". Cada vez me gustaba menos el director del campamento.
Les suspiro, con el paso de los años no es que hubieran mejorado mucho la relación, sobretodo si este amenazaba con convertirla en delfín.
-Bueno.-me dijo, junto con la lucha de gladiadores y el Comecocos, es uno de los mejores pasatiempos inventados por los humanos. Todos los jóvenes civilizados deberían saber jugarlo.
-Estoy seguro de que aprenderán. -intervino Quirón.
-Por favor. -dije perdiendo la paciencia. -¿qué es este lugar? ¿Qué estamos haciendo aquí? Señor Brun…Quirón, ¿por qué fue a la academia Yancy sólo para enseñarnos?
El señor D resopló y dijo:
-Yo hice la misma pregunta.
El director del campamento repartía. Grover se estremecía cada vez que recibía una carta.
Como hacía en la clase de latín, Quirón me sonrió con aire comprensivo, como dándome a entender que no importaba mi nota media, pues yo era su estudiante estrella. Esperaba de mi la respuesta correcta.
-Lea, ¿es que su madre no les contó nada? - preguntó.
-Dijo que..-Percy hizo una pausa.- Dijo que le daba miedo enviarnos aquí, aunque mi padre quería que lo hiciera. Dijo que en cuanto estuviéramos aquí, probablemente no podríamos marcharnos. Quería tenernos cerca.
Suspire. Y ahora había arriesgado su vida, para que llegáramos a este lugar.
Algunos le dedicaron una mirada de pena a los gemelos.
-Lo típico. -intervino el señor D. -Así es como los matan. Jovencito, ¿vas a apostar o no?
-¿Qué?-preguntamos, al mismo tiempo.
Nos explicó, con impaciencia, cómo se apostaba en el pinacle, y eso hicimos.
-Me temo que hay demasiado que contar.-repuso Quirón. -Diría que nuestra película de orientación habitual no será suficiente.
–¿Cuál película?– pregunto Connor.
–La película donde explican todo lo del campamento.–dijo Nico.
Y todos se lo quedaron mirando como si estuviera majara.
–Nico… ¿de que hablas?–pregunto Will, confuso.
–La película de orientación… la que…–debió ver las miradas confusas de todos, por que suspiro y pregunto–¿Nadie a visto la película, verdad?
Todo el campamento negó con la cabeza.
–Creo que tal vez podamos ver la película cuando acabemos de leer.–comentó Quiron.
Mientras los demás solo podían pensar, ¿De que diablos estaban hablando?
-¿Película de orientación?-pregunté.
-Olvídalo. -dijo Quirón. - Bueno, chicos, saben que su amigo Grover es un sátiro y también saben-señaló el cuerno en la caja de zapatos.-Que han matado al Minotauro. Y ésa no es una gesta menor. Lo que puede que no sepas es que grandes poderes actúan en la vida. Los dioses, las fuerzas que tú llamas dioses griegos, están vivitos y coleando.
Miré a los demás. Esperaba que alguien exclamara: « ¡Ja! ¡Te lo creíste! ¡Por ahí está la cámara!». Pero la única exclamación provino del señor D:
-¡Ah, matrimonio real! ¡Mano! Mano! -rió mientras se apuntaba los puntos.
-Señor D.-preguntó Grover tímidamente. -si no se la va a comer, ¿puedo quedarme su lata de Coca-Cola light?
-¿Eh? Ah, vale.
Grover dio un buen mordisco a la lata vacía de aluminio y la masticó lastimeramente.
Yo mire a mi hermano, queriendo decirle: "Cambie de opinión, aquí están todos locos".
–Incluyéndolos.–puntualizó Thalía.
–Incluyéndonos.–asintió Lea, penosamente.
-Espere.-le dijo a Quirón. - ¿Nos está diciendo que existe un ser llamado Dios?
-Bueno, veamos.-repuso Quirón. -Dios, con D mayúscula, Dios... En fin, eso es otra cuestión. No vamos a entrar en lo metafísico.
-¿Lo metafísico? Pero si acaba de decir que...
-He dicho dioses, en plural. Me refería a seres extraordinarios que controlan las fuerzas de la naturaleza y los comportamientos humanos: los dioses inmortales del Olimpo. Es una cuestión menor.
-¿Menor?
-Si, bastante. Los dioses de los que hablábamos en la clase de latín.
-Apollo.-dije.-Hades, Artemisa... ¿Se refiere a ésos?
Los susodichos sonrieron.
Y allí estaba otra vez: un trueno lejano en un día sin nubes.
–Dramático.–dijo Hades, rodando los ojos.
-Señorita.-intervino el señor D.--yo de ti me plantearía en serio dejar de decir esos nombres tan a la ligera.
-Pero son historias. -intervino Percy.-Mitos... para explicar los rayos, las estaciones y esas cosas. Son lo que la gente pensaba antes de que llegara la ciencia.
-¡La ciencia! -se burló el señor D.-Y dime, Perseus Jackson.-Percy se estremeció al oír su auténtico nombre, que jamás daba a nadie. -¿qué pensará la gente de tu « ciencia» dentro de dos mil años? Pues la llamarán paparruchas primitivas. Así la llamarán. Oh, adoro a los mortales: no tienen ningún sentido de la perspectiva. Creen que han llegado taaaaaan lejos. ¿Es cierto o no, Quirón? Mira a este chico y dímelo.
El señor D no me caía del todo mal, pero hubo algo en la manera en como lo llamó "mortal", como si... él no lo fuera. Fue suficiente para hacerme cerrar la boca, para saber por qué Grover se concentraba con tanto ahínco en sus cartas, masticando su lata de refrescos y no diciendo ni pío.
-Chicos. -dijo Quirón. -pueden creérselo o no, pero lo cierto es que inmortal significa precisamente eso, inmortal. ¿Pueden imaginar lo que significa no morir nunca? ¿No desvanecerte jamás? ¿Existir, como eres, para toda la eternidad?
Iba a responder que sonaba muy bien, pero el tono de Quirón me hizo vacilar.
–Así que, fue Quiron quien les quitó las ganas de volverse eso desde el principio.–comentó Selene.
–Eso parece.–dijo Percy.
-¿Quiere decir independientemente de que la gente crea en uno?-inquiri.
-Así es. -asintió Quirón, y se volvió hacia Percy.-Si fueras un dios, ¿qué te parecería que te llamaran mito, una vieja historia para explicar el rayo? ¿Y si yo te dijera, Perseus Jackson, que algún día te considerarán un mito sólo creado para explicar cómo los niños superan la muerte de sus madres?
- Eso a sido un golpe bajo, señor. -murmuré
-No me gustaría. Pero yo no creo en los dioses. - respondió Percy.
-Pues más te vale que empieces a creer -murmuró el señor D- Antes de que alguno te calcine.
–Ya lo intentaron.–dijo Percy encogiéndose de hombros.
Poseidón lo miro con preocupación.
-P... por favor, señor -intervino Grover-. Acaba de perder a su madre. Aun sigue conmocionado.
-Menuda suerte la mía. -gruñó el señor D mientras jugaba una carta.-Ya es bastante malo estar confinado en este triste empleo, para encima tener que trabajar con chicos que ni siquiera creen!
Hizo un ademán con la mano y apareció una copa en la mesa, como si la luz del sol hubiera convertido un poco de aire en cristal. La copa se llenó sola de vino tinto. Me quedé boquiabierta, pero Quirón apenas levantó la vista.
-Señor D. sus restricciones. -le recordó.
El señor D miró el vino y fingió sorpresa. -Madre mía.-Elevó los ojos al cielo y gritó-: Es la costumbre ¡Perdón-Volvió a mover la mano, y la copa de vino se convirtió en una lata fresca de Coca-Cola light. Suspiró resignado, abrió la lata y volvió a centrarse en sus cartas.
–Ya no queda duda, es Dionisio.–dijo Atenea, mirándolo con pena.
El dios parecía horrorizado con la idea de trabajar en ese campamento, sin vivo y con ese aspecto horrible.
Quirón nos guiñó un ojo.
-El señor D ofendió a su padre hace algún tiempo, se encaprichó con una ninfa del bosque que había sido declarada de acceso prohibido.
–Ósea una Ninfa del bosque, que el quería.–Hera fulmino a su marido con la mirada, el cual fingió no verla.
-Una ninfa del bosque. -repetí, aún mirando la lata como si procediera del espacio.
-Sí.-reconoció el señor D.-A Padre le encanta castigarme. La primera vez, prohibición. ¡Horrible! ¡Pasé diez años absolutamente espantosos! La segunda vez... bueno, la chica era una preciosidad, y no pude resistirme. La segunda vez me envió aquí. A la colina Mestiza. Un campamento de verano para mocosos como tú. « Será mejor influencia. Trabajarás con jóvenes en lugar de despedazarlos», me dijo. iJa! Es totalmente injusto.
El señor D hablaba como si tuviera seis años, como un crío protestón.
-Y... su padre es...-dijo Percy. ¿Enserio aún no lo deducía?
-Di immortales, Quirón. -repuso él. -Pensaba que le habías enseñado a este chico lo básico. Mi padre es Zeus, por supuesto.
-Usted es Dioniso.-dije.-El dios del vino.
–Entonces, ¿su campamento es dirigido por un dios? ¡Menuda suerte!–exclamo un Romano, junto con el, el comedor de lleno de exclamaciones de entusiasmos por parte de los Romanos.
–¡Oh, créanme! No es una suerte.–exclamo Annabeth.
Todos los griegos, las cazadoras y Jason asintieron.
Los dioses los miraron confundidos.
El señor D puso los ojos en blanco.
-¿Cómo se dice en esta época, Grover? ¿Dicen los niños « menuda lumbrera»?
-S-sí, señor D.
-Pues menuda lumbrera, Leah Jackson. ¿Quién creías que era? ¿Afrodita, quizá?
-¿Usted es un dios? -pregunto Percy.
-Sí. niño.
-¿Un dios? ¿Usted?
Lo miró directamente a los ojos, y vi una especie de fuego morado en su mirada, una leve señal de que aquel regordete protestón estaba sólo enseñándome una minúscula parte de su auténtica naturaleza. Vi vides estrangulando a los no creyentes hasta la muerte, guerreros borrachos enloquecidos por la lujuria de la batalla, marinos que gritaban al convertirse sus manos en aletas y sus rostros prolongarse hasta volverse hocicos de delfín. Supe que si lo presionaba, el señor D me enseñaría cosas peores. Me plantaría una enfermedad en el cerebro que me enviaría para el resto de mi vida a una habitación acolchada, con camisa de fuerza.
-¿Quieres comprobarlo, niño?-preguntó con ceño.
-No. No, señor.-respondió mi hermano.
Algunos miraron a Dionisio de reojo, como si esperarán que empezara a aparecer vides y atacarlos a todos.El dios rodó los ojos.
El fuego se atenuó un poco y él volvió a la partida.
-Me parece que he ganado. -dijo.
-Un momento, señor D -repuso Quirón. Mostró una escalera, contó los puntos y dijo. -El juego es para mi.
Los dioses bufaron, ¡nunca le podían ganar! Únicamente Atenea, lograba vencerlo.
Pensé que el señor D iba a pulverizar a Quirón y librarlo de la silla de ruedas, pero se limitó a rebufar, como si estuviera acostumbrado a que ganara el profesor de latín. Se levantó, y Grover lo imitó.
-Estoy cansado. -comentó el señor D- Creo que voy a echarme una siestecita antes de la fiesta de esta noche. Pero primero, Grover, tendremos que hablar otra vez de tus fallos.
La cara de Grover se perló de sudor.
-S-sí, señor.
El señor D se volvió hacia mí.
-Cabaña once, niños Jackson. Y ojo con sus modales.-Se metió en la casa, seguido de un tristísimo Grover.
Annabeth, los gemelos y Selene se voltearon a ver, ya casi llegaba el momento de la aparición de Luke, esperaban que no se saliera todo de control.
-¿Estará bien Grover?--le pregunté a Quirón, que asintió, aunque parecía algo preocupado.
-El bueno de Dioniso no está loco de verdad. Es sólo que detesta su trabajo. Lo han... bueno, castigado, supongo que dirías tú, y no soporta tener que esperar un siglo más para que le permitan volver al Olimpo.
-El monte Olimpo.-dije.-¿Me está diciendo que realmente hay un palacio allí arriba?
-Veamos, está el monte Olimpo en Grecia.
Los nueve se estremecieron.
Y está el hogar de los dioses, el punto de convergencia de sus poderes, que de hecho antes estaba en El Monte Olimpo. Se le sigue llamando monte Olimpo por respeto a las tradiciones, pero el palacio se mueve, Lea, como los dioses.
-¿Quiere decir que los dioses griegos están aquí?
¿En... Estados Unidos?-pregunto Percy.
-Desde luego. Los dioses se mueven con el corazón de Occidente.
-¿El qué?
-Venga, Chicos, despierten. ¿Creen que la civilización occidental es un concepto abstracto? No; es una fuerza viva. Una conciencia colectiva que sigue brillando con fuerza tras miles de años. Los dioses forman parte de ella. Incluso podría decirse que son la fuente, o por lo menos que están tan ligados a ella que no pueden desvanecerse. No a menos que se acabe la occidental. El fuego empezó en Grecia.
Los griegos sonrieron.
Después, como bien saben (o eso espero porque te los eh aprobado), el corazón del fuego se trasladó a Roma,
Fue el turno de los Romanos de sonreír, y por un momento los dioses parpadearon ligeramente en sus formas romanas.
y así lo hicieron los dioses. Sí, con distintos nombres quizá (Júpiter para Zeus, Venus para Afrodita, y asi), pero eran las mismas fuerzas, los mismos dioses.
-Y después murieron. -dijo Percy.
-¿Murieron? No. ¿Ha muerto Occidente? Los dioses sencillamente se fueron trasladando, a Alemania, Francia, España, Gran Bretaña. Dondequiera que brillara la llama con más fuerza, allí estaban los dioses. Pasaron varios siglos en Inglaterra. Sólo tienes que mirar la arquitectura. La gente no se olvida de los dioses. En todas las naciones predominantes en los últimos tres mil años puedes verlos en cuadros, en estatuas, en los edificios más importantes. Y si, Percy, por supuesto que están ahora en tus Estados Unidos. Mira vuestro símbolo, el águila de Zeus. Mira la estatua de Prometeo en el Rockefeller Center, las fachadas griegas de los edificios de tu gobierno en Washington. Te reto a que encuentres una ciudad estadounidense en la que los Olímpicos no estén vistosamente representados en múltiples lugares. Guste o no guste (y créeme, te aseguro que tampoco demasiada gente apreciaba a Roma), Estados Unidos es ahora el corazón de la llama, el gran poder de Occidente. Así que el Olimpo está aquí. Y por tanto también nosotros.
Era demasiado, especialmente el hecho de que parecíamos estar incluido en el « nosotros» de Quirón, como si formase parte de un club.
–Más bien una secta.–comentó Leo.
Se escucharon algunas risitas.
-¿Quién es usted, Quirón? ¿Quién... quiénes somos?
Quirón sonrió. Desplazó el peso de su cuerpo, como si fuera a levantarse de la silla de ruedas, pero yo sabía que eso era imposible. Estaba paralizado de cintura para abajo.
-¿Quién soy? -murmuró. -Bueno, ésa es la pregunta que todos queremos que nos respondan, ¿verdad? Pero ahora deberíamos buscarles una litera en la cabaña once. Tienen nuevos amigos que conocer, mañana podremos seguir con mas lecciones. Ademas, esta noche vamos a preparar junto a la hoguera bocadillos de galleta, chocolate y malvaviscos, y a mí me pierde el chocolate.
Y entonces se levantó de la silla, pero de una manera muy rara. Le resbaló la manta de las piernas, pero éstas no se movieron, sino que la cintura le crecía por encima de los pantalones. Al principio pensé que llevaba unos calzoncillos de terciopelo blancos muy largos, pero cuando siguió elevándose, más alto que ningún hombre, reparé en que los calzoncillos de terciopelo eran en realidad la parte frontal de un animal, músculos y tendones bajo un espeso pelaje blanco. Y la silla de ruedas tampoco era una silla, sino una especie de contenedor, una caja con ruedas, y debía de ser mágica, porque no había manera humana de que aquello hubiera cabido entero allí dentro. Sacó una pata, larga y nudosa, con una pezuña brillante, luego la otra pata delantera, y por último los cuartos traseros. La caja quedó vacía, nada más que un cascarón metálico con unas piernas falsas pegadas por delante.
Miré la criatura que acababa de salir de aquella cosa: un enorme semental blanco. Pero donde tendría que haber estado el cuello, sólo vi a mi profesor de latín, graciosamente injertado de cintura para arriba en el tronco del caballo.
–¡Eso es genial!–exclamaron los hijos de Hefesto/Vulcanó, y como si se hubieran coordinado, todos sacaron libretas y empezaron a garabatear cosas.
Antes la extraña mirada de todos en la sala, Quiron siguió leyendo.
-¡Qué alivio! -exclamó el centauro. -Llevaba tanto tiempo ahí dentro que se me habían dormido las pezuñas. Bueno, vengan, Niños Jackson. Vamos a conocer a los demás campistas.
–Aquí, acaba.–dijo el centauro.–¿Quien quiere leer?
–Yo…
...*...
¡Hola! Aquí otro capítulo. Gracias por leer.
Guest: Lamento eso, ¿me podrías explicar que? No quiero que halla mal entendidos, Gracias.
