—Yo.—dijo Selene.
La semidiosa había decidido que necesitaba relajarse y distraerse un poco hasta saber que hacer con el asunto de su padre, y ¿que mejor manera de distraerse que leyendo este capítulo?
—PERCY: HIJOS DEL DIOS DE LOS PLOMEROS.
En la sala observaron confundidos al libro, sin embargo, los que estuvieron ese día en el campamento se echaron a reír. Clarisse por otro lado, gruñó.
—No lo entiendo.—dijo un chico de la segunda corte.—¿Acaso hay un Dios de los plomeros?
—Existe un dios para todo—dijo Atenea, que a pesar de su odio a los Romanos, no podía resistirse a transmitir sabiduría, o alardear y inteligencia, como prefieran llamarlo.— Solo que la mayoría dioses muy menores.
El chico pareció algo crispado con la respuesta de, para el, minerva.
En cuanto me repuse del hecho de que mi profesor de latín era una especie de caballo, dimos un bonito paseo, aunque puse mucho cuidado en no caminar detrás de él. Varias veces me había tocado formar parte de la patrulla boñiga en el desfile que los almacenes Macy s organizaban el día de Acción de Gracias y, sintiéndolo mucho, no confiaba en la parte trasera de Quirón ni de ningún equino.
Percy se sonrojo ante las miradas de burla que le dirigieron, excepto Quiron, que le dedicó una mirada de compasión.
Pasamos junto al campo de voleibol y algunos chicos se dieron codazos. Uno señaló el cuerno de minotauro que yo llevaba. Otro dijo: « Son ellos».
Lea les fruncía el ceño y ellos apartaban la mirada.
Dos chicos de unos 15 años parecieron sorprendidos antesu mención.
La mayoría de los campistas eran mayores que nosotros. Sus amigos sátiros eran más grandes que Grover, todos trotando por allí con camisetas naranjas del campamento mestizo, sin nada que cubriera sus peludos cuartos traseros. No soy tímido, pero me incomodaba la manera en que me miraban, como si esperaran que me pusiera a hacer piruetas o algo asi.
—Se llevaron una tremenda decepción.—dijo Thalía.
Percy la fulmino con la mirada.
Me volví para mirar la casa. Era mucho más grande de lo que me había parecido: cuatro plantas, color azul cielo con madera blanca, como un balneario a gran escala. Estaba examinando la veleta con forma de águila que había en el tejado cuando algo captó mi atención, una sombra en la ventana más alta del desván a dos aguas. Algo había movido la cortina, sólo por un instante, y tuve la certeza de que nos estaban observando.
Apolo se le quedó mirando a Percy sorprendido.
—¿Ella se movió?
Percy asintió—Ojalá se hubiera quedado ahí, pero resulta que también le gusta salir a pasear.
Lea, Thalía, Nico, Selene y las cazadoras tenían una mueca de horror. Mientras que los demás miraban la escena confundidos.
—¿Salir a pasear?—preguntó Apolo, medio confundido, medio divertido por la imagen mental que tuvo de una momia con una canasta de picnic en Central Park paseando.
—Ya se leerá.—dijo Selene y continuo con la lectura.
-¿Que hay ahí arriba? - Lea le pregunto a Quiron. Ella no apartaba la mirada de la ventana, como si esperase que volviera a aparecer. Y efectivamente, un segundo después volvió a moverse la cortina y esta vez lo que sea que pasó por ahi se detuvo un mili segundo y la miro fijamente.
Apolo trago fuerte…eso no podía ser bueno.
Quiron miró hacia donde ella señalaba y la sonrisa se le borró del rostro.
-Sólo un desván.
-¿Vive alguien ahi?-pregunte.
-No.-respondió tajante.-Nadie.
Tuve la impresión de que decía la verdad. No obstante, algo había movido la cortina.
—Fue el espíritu santo.—comentó Leo, provocando algunas risitas.
-Vamos, chicos.-nos urgió Quirón con demasiada premura-Hay mucho que ver.
—Sospechoso.—murmuro un hijo de Atenea, como si se tratara de una película.
Paseamos por campos donde los campistas recogían fresas mientras un sátiro tocaba una melodía en una flauta de junco.
Quirón nos contó que el campamento producía una buena cosecha que exportaba a los restaurantes neoyorquinos y al monte Olimpo.
-Cubre nuestros gastos.-aclaró.-Y las fresas casi no dan trabajo.
Los griegos sonrieron orgullosos.
También me dijo que el señor D producía ese efecto en las plantas frutícolas: se volvían locas cuando estaba cerca. Funcionaba mejor con los viñedos, pero le habían prohibido cultivarlos, así que plantaba fresas.
Observé al sátiro tocar la flauta. La música provocaba que los animalillos y bichos abandonaran el campo de fresas en todas direcciones, como refugiados huyendo de un terremoto. Me pregunté si Grover podría hacer esa clase de magia con la música,
—Grover puede hacer muchísimo más.—dijo Lea orgullosa, provocando el sonrojo del sátiro.
y si seguiría en la casa, aguantando la bronca del señor D.
-Grover no tendrá problemas, ¿verdad? -le pregunté a Quirón. -Quiero decir... ha sido un buen protector. De verdad.
Octavian bufo.
Quirón suspiró. Dobló su chaqueta de tweed y la apoyó sobre su lomo, como si fuera una pequeña silla de montar.
-Grover tiene grandes sueños, Percy. Quizá incluso más grandes de lo que sería razonable.
—Y aún así, los logró.—dijo Lea, mirándolo con una sonrisa.
—Y llegó aún más lejos.—añadió Percy.
Grover se sonrojó furiosamente, era consiente de que sus amigos quería hacerlo sentir mejor después de sus fracasos, no pudo aver encontrado mejores amigos que ellos.
Pero, para alcanzar su objetivo, antes tiene que demostrar un gran valor y no fracasar como guardián, encontrar un nuevo campista y traerlo sano y salvo a la colina Mestiza.
-¡Pero si eso fue lo que hizo! --protesto Lia.
-Estoy de acuerdo contigo.-convino Quirón.-mas no me corresponde a mí tomar la decisión. Dioniso y el Consejo de los Sabios Ungulados deben juzgarlo. Me temo que podrían no ver este encargo como un logro. Después de todo, Grover te perdió en Nueva York Y está también el desafortunado... destino de tu madre. Por no mencionar que Grover estaba inconsciente cuando lo arrastraste al interior de nuestra propiedad. El consejo podría poner en duda que eso demostrara valor por parte de Grover.
Quería protestar. Nada de lo que había ocurrido era culpa de Grover. Y también me sentía súper, super culpable. Si no le hubiera dicho a Lia que le dieramos esquinazo a Grover en la terminal de autobús, no se habría metido en problemas.
-Le darán una segunda oportunidad, ¿no?
Quirón se estremeció.
Luke, Thalia y Annabeth siguieron su ejemplo.
-Me temo que ésta era su segunda oportunidad, Percy. El consejo tampoco es que se muriera de ganas de dársela, después de lo que pasó la primera vez, hace cinco años. El Olimpo lo sabe, le aconsejé que esperara antes de volver a intentarlo. Aún es pequeño.
-¿Cuántos años tiene?
-Bueno, veintiocho.
Los que no sabían este dado miraron al sátiro extrañados.
—¿Cuantos años tienes ahora?—preguntó Leo.
—Treinta y tres.—contestó Grover, como si nado.
Leo silbó.—¿Amigo, que crema usas?
Grover se limitó a rodar los ojos.
-¿Qué? ¿Y está en sexto?
- Los sátiros tardan el doble de tiempo en madurar que los humanos. Grover ha sido el equivalente a un estudiante de secundaria durante los últimos seis años.
-Que tortura. -dijo Lia.
-Pues sí.-convino Quirón. -En cualquier caso, Grover es torpe, incluso para la media de sátiros, y aún no esta muy ducho en magia del bosque. Además, se le ve demasiado ansioso por perseguir su sueño. A lo mejor ahora encuentra otra ocupación..
Grover volvió a sonrojarse.
-Eso no es justo. -dije. -¿Qué pasó la primera vez? ¿De verdad fue tan malo?
Quirón apartó la mirada con rapidez.
-Mejor seguimos, ¿no?
Pero yo no estaba dispuesto a cambiar de tema tan fácilmente. Se me había ocurrido algo cuando Quirón habló del destino de mi madre, como si evitara a propósito la palabra muerte. Una idea empezó a chisporrotear en mi mente.
-Quirón, si los dioses y el Olimpo y todo eso es real.
-¿Si?
-¿Significa que también es real el inframundo?
—No me gusta por donde va esa conversación, chico.—le dijo Hades, mirándolo con el entrecejo fruncido.
Percy desvío la mirada y se encogió de hombros, no podía hacer nada para cambiar sus pensamientos ¿o es que se habían olvidado que eso es el pasado?
La expresión de Quirón se ensombreció.
-Así es. -Se interrumpió, como para escoger sus palabras con cuidado-Hay un lugar al que los espíritus van tras la muerte. Pero por ahora... hasta que sepamos más, te recomendaría que te olvidaras de ello.
-¿A qué te refieres con « hasta que sepamos más»?
-Vamos, Percy. Visitaremos el bosque.
Lea me miro como si intentara leerme el pensamiento, daba la impresión que sabia lo que estaba pensando. Y no parecía molestarle la idea.
Nico miro a Lea, recordando perfectamente las palabras que una vez le había dicho…
…Se que duele, Nico, y lo se por que una vez también perdí a alguien, o al menos creí perderla, pero estaba dispuesta a mover cielo y tierra para traerla devuelta, pero está mal, no por que no sea lo correcto, si no por que no es lo que ella hubiera querido…
…aparto la mirada en cuanto vio que la hija de Poseidon le devolvía una curiosa.
A medida que nos acercamos, reparé en la enorme vastedad del bosque. Ocupaba por lo menos una cuarta parte del valle, con árboles tan altos y gruesos que parecía posible que nadie lo hubiera pisado desde los nativos americanos.
-Los bosques están bien surtidos, por si quieren probar, pero vayan armados.-nos dijo Ouirón.
-¿Bien surtidos de qué? ¿Armado con qué?
-Ya lo verás. El viernes por la noche hay una partida de « capturar la bandera». ;Tienen espada y escudo?
-¿Espada y escu...?-Lea lo miro como si le faltara un tornillo.
-Vale, no creo que los tengan. Supongo que una cinco les irá bien. Luego pasaré por la armería.
Quería preguntar qué clase de campamento de verano tenía armería, pero había mucho más en lo que pensar, así que seguimos con la visita. Vimos el campo de tiro con arco, el lago de las canoas, los establos (que a Quirón no parecían gustarle demasiado), el campo de lanzamiento de jabalina, el anfiteatro del coro y el estadio donde Quirón dijo que se celebraban lides con espadas y lanzas.
-¿Lides con espadas y lanzas?--pregunté.
-Competiciones entre cabañas y todo eso. No suele haber víctimas mortales. Ah, sí, y ahí está el comedor.
Quirón señaló un pabellón exterior rodeado de blancas columnas griegas sobre una colina que miraba al mar. Había una docena de mesas de piedra de picnic. No tenía techo ni paredes.
-¿Y qué pasa cuando llueve?-pregunto Lia, y esta vez fue Quiron quien la miro como si le faltara un tornillo,
-Tenemos que comer igualmente, ¿no?
—Eso no responde muy bien a la pregunta.—murmuro confundió un chico de la legión.
—Se aclarara en la lectura.—dijo Selene.
Al final nos enseñó las «cabañas», que en realidad eran una especie de bungalows. Había doce, junto al lago y dispuestas en forma de U, dos al fondo y cinco a cada lado. Sin duda eran las construcciones mas estrambóticas que había visto nunca.
Salvo porque todas tenían un número de metal encima de la puerta (impares a la izquierda, pares a la derecha), no se parecían en nada. La número 9 tenía chimeneas, como una pequeña fábrica;
Hefesto y sus hijos sonrieron.
la 4, tomateras pintadas en las paredes y el techo de hierba auténtica;
Fue el turno de Dementer de sonreír.
la 7 parecía hecha de oro puro, brillaba tanto a la luz del sol que era casi imposible mirarla.
—Es que está hecha de oro puro.—confirmó Apolo, como si alguien se lo hubiera preguntado.
Un hijo de Apolo del lado Romano se giró hacia Reyna.
—¿Por que nosotros no tenemos cabañas de oro?
—Por que ustedes tienes armas de oro.—y añadió antes de que alguien pudiera replicar.—sigue leyendo, Selene.
La hija de Artemisa compadeciéndose de su…¿amiga? Siguió leyendo.
Todas daban a una zona comunitaria del tamaño aproximado de un campo de fútbol, moteada de estatuas griegas, fuentes, arriates de flores y un par de canastas de básquet (más de mi estilo).
En el centro de la zona comunitaria había una gran da de piedras. Aunque la tarde era cálida, el fuego ardía con fuerza. Una chica de unos nueve años cuidaba las llamas, atizando los carbones con una vara.
Las dos enormes construcciones del final, las números 1 y 2, parecían un mausoleo para una pareja real, de mármol y con columnas delante. La número 1 era la más grande y voluminosa de las doce. Las puertas de bronce pulidas relucían como un holograma, de modo que desde distintos ángulos parecían recorridas por rayos. La 2 tenía más gracia, con columnas más delgadas y rodeadas de guirnaldas de flores. Las paredes estaban grabadas con figuras de pavos reales.
-¿Zeus y Hera? -aventuré.
-Correcto.
-Parecen vacías.
-Algunas lo están. Nadie se queda para siempre en la uno o la dos.
—Como. Debe. Ser.—dijo Hera, y puntualizó cada palabra mirando a su marido.
Zeus miro a todas partes menos a ella.
Vale. Así que cada construcción tenía un dios distinto, como una mascota. Doce casas para doce Olímpicos. Pero ¿por qué algunas estaban vacías?
Me detuve en la primera de la izquierda, la 3. No era alta y fabulosa como la 1, sino alargada, baja y sólida. Las paredes eran de tosca piedra gris tachonada con pechinas y coral, como si los bloques de piedra hubieran sido extraídos directamente del fondo del océano.
—A mi me hubiera gustado vivir ahí.—comentó Teseo a Perseo.
—Yo en cambio, no hubiera ni entrado a la cabaña de mi padre.—dijo con una mueca.
Eché un vistazo por la puerta abierta y Quirón comento:
-¡Uy, yo no lo haría!
Antes de que pudiera apartarme, percibí la salobre esencia del interior, como el viento a orillas del mar. Y Lea y yo entramos.
—Yendo en contra de las órdenes, ¿quien lo habría dicho?—murmuro Annabeth.
Las paredes brillaban como abulón. Había seis literas vacías con sábanas de seda, pero ninguna señal de que alguien hubiera dormido allí. El lugar parecía tan triste y solitario, que me alegré cuando Quirón me puso una mano en el hombro y dijo:
-Vamos, chicos.
La mayoría de las demás casas estaban llenas de campistas.
La número 5 era rojo brillante: pintada fatal, como si le hubieran cambiado el color arrojándole cubos encima. El techo estaba rodeado de alambre de espinos.
Una cabeza disecada de jabalí colgaba encima de la puerta, y sus ojos parecían seguirme. Dentro vi un montón de chicos y chicas con cara de malos, echándose pulsos y peleándose mientras sonaba música rock a todo trapo. Quien más ruido hacía era una chica de unos catorce años. Llevaba una camiseta talla XXL del Campamento Mestizo bajo una chaqueta de camuflaje. Me miró fijamente y lanzó una carcajada malévola.
Clarisse gruñó.—No era una carcajada malévola, prissy, es que eras un llorica.
Percy rodó los ojos.
Me recordó a Nancy Bobofit, aunque esta chica era más grande, tenía un aspecto más feroz, y el pelo largo y greñudo, y castaño en lugar de rojizo.
—No me compares con esa niña estúpida, prissy.—gruñó Clarisse.
Seguí andando, intentando mantenerme alejado de los cascos de Quirón.
-No hemos visto más centauros.-comenté.
-No.-repuso con tristeza. -Los de mi raza son gentes salvajes y bárbaras, me temo. Puedes encontrarlos en la naturaleza o en grandes eventos deportivos, pero no verás ninguno aqui.
-Dice que se llama Quirón. ¿Es realmente...?
Me sonrió desde arriba.
-¿El Quirón de las historias? ¿El maestro de Hércules y todo aquello? Sí, Percy, ése soy yo.
—Por supuesto, soy su alumno favorito.—dijo Heracles, arrogantemente.
—¿Estas seguro de eso, hermano?—preguntó Perseo.—Por que ya an pasado muchos años, Quiron debe tener otros alumnos favoritos.
—Pero ninguno se compara a mi, fui su mejor alumno y hasta llegue a ser el dios que soy, ¿verdad Quiron?
El centauro hizo una mueca de confusión, como quien no sabe como dar una fatal noticia.
—Pero si se trata de llegar a ser un dios entonces no eres el único.—dijo Hazel, inocentemente.—¿Esa oferta no se la propusieron también a…?
—¡Hazel!—intervino Quiron.—Será mejor que dejemos que la lectura lo desvele. Continúa con la lectura, Selene.
A Heracles no se le pasó por alto que Quiron no respondió a su pregunta. ¿Acaso alguien lo había superado? ¡Ja! El solo pensamiento le daba risa. Averiguaría quien es ese otro semidiós y lo enfrentaría para que todos vieran quien era el mejor.
-Pues para ser un centauro de más de tres mil años, se conserva muy bien.- comento Lea.
—Si, Quiron, ¿que crema usas tu también?—pregunto Leo. Piper y Jason a su lado, negaron con la cabeza, definitivamente su amigo no tenía remedio.
Quiron le sonrió.
-Pero ¿no tendría que estar muerto?-pregunté yo.
Quirón se detuvo.
-¿Sabes?, no podría estar muerto. No depende mí. Eones atrás los dioses me concedieron mi deseo de seguir trabajando en lo que amaba. Podría ser maestro de héroes tanto tiempo como la humanidad me. necesitara. He obtenido mucho de ese deseo... y también he renunciado a mucho. Pero sigo aquí, así que sólo seme ocurre que aún se me necesita.
Pensé en ser maestro durante tres mil años. Desde luego, no habría estado en la lista de mis diez deseos más ansiados.
-Pero...-empezó Lea.-si se ah pasado enseñando a un montón de chicos durante tres mil años... no se, quiero decir…
-¿Si no me canso? O ¿Me deprimo cuando se van?-
Lea asintió.
Me dio la impresión de que el "se van" no se refería precisamente a terminar el verano.
Ese pensamiento deprimió a muchos. Por un momento la mente de los semidioses se fue más aya, a aquellos momento vividos con sus amigos, sus hermanos, sus compañeros semidioses que habían perecido en las últimas guerras…
La voz de Selene saco a la mayoría de sus pensamientos. La semidiosa-conciente de lo que pasaba-empezó a leer más fuerte.
-Pues si.-respondió Quiron.
-¿Por que se deprime?
Quirón pareció volverse de nuevo duro de oído.
-Ah, mira. -dijo.-Hay están las chicas.
La chica rubia y que había conocido en la Casa Grande
—¿Chica rubia? ¡Pero si ya te sabías mi nombre!—reclamo Annabeth, medió divertida a su novio.
Percy sonrió de lado—Sabes que tu eres la listilla de la relación.—y se encogió de hombros. Annabeth lo beso en la mejilla.
estaba leyendo un libro delante de la última cabaña de la izquierda, la 11. A su lado, la castaña-rojiza sostenía una arco y un cuchillo y parecía estar tallando algo en la madera. Cuando llegamos junto a ellas, la rubia me repasó con mirada crítica, como si siguiera pensando en que babeaba cuando dormía.
—Al menos ya sabemos con que lo enamoraste.—le dijo Lea, a Annabeth.
Intenté ver qué estaba leyendo, pero no pude descifrar el título. Pensé que mi dislexia atacaba de nuevo. Entonces reparé en que el libro ni siquiera estaba en inglés. Las letras parecían griego, literalmente griego.
Contenía ilustraciones de templos, estatuas y diferentes clases de columnas, como las que hay en los libros de arquitectura.
-Annabeth, Selene.-dijo Quirón-tengo clase de arco para profesores a mediodía. ¿Se encargan ustedes de ellos?
—La peor decisión de nuestra vida.—bromeó Selene.
—No sabíamos en lo que nos metíamos.—siguió Annabeth.
—¿Quien diría que por encargarse de dos nuevos campistas nos convertiríamos en sus niñeras?—dijo Selene.
—¡Ey! ¡Nosotros no…!—empezaron los gemelos, pero un abrupto ruido los detuvo.
Se escuchó como el movimiento que hacen las hojas de los árboles, no cuando hay viento, si no más bien cuando chocas contra el árbol.
Nadie dijo nada, nadie se movió, si una mosca hubiera pasado en ese momento todas la hubieran visto.
Entonces, coordinados, los semidioses se levantarán con las armas en ristre esperando algún movimiento por las puertas de la sala del trono, pero nada pasó, durante unos segundos todos se quedaron quietos hasta que Hermès rompió el silencio.
—Debió ser… el viento.—murmuro con el ceño fruncido.
—No, se oyó como cuando chocas contra un árbol.—le contradijo Jason.
—¿Crees que haya alguien afuera?—pregunto Percy.
—Tal vez alguien más vino con nosotros.—sugirió Annabeth.
—Tal vez si recorremos el lugar…—empezó a sugerir Frank.
—Tonterías.—dijo Zeus, y miro las puertas con desagrado.—Aquí hay mucho viento, solo fue eso.
—Pero, se escuchó como una persona.—dijo Lea.
—Si hubiera alguien más aquí, lo sabría. Fue el viento.—dijo.—continúa con la lectura, niña.
A los semidioses les tomo un rato volver a su lugar, algunos aún echaban miradas furtivas hacia atrás, pero finalmente Selene, continuó con la lectura.
-Si, señor.-respondieron Ambas.
-Cabaña once. -dijo Quirón e indicó la puerta. -Están en su casa.
La 11 era la que más se parecía a la vieja y típica cabaña de campamento, con especial hincapié en lo de vieja. El umbral estaba muy gastado; la pintura marrón, desconchada. Encima de la puerta había uno de esos símbolos de la medicina, el comercio y otras cosas, una vara con dos culebras enroscadas.
¿Cómo se llama? Un caduceo.
Hermès sonrió al reconocer su cabaña, apesar de la reciente incomodidad en el ambiente.
Estaba llena de chicos y chicas, muchos más que el número de literas. Habia sacos de dormir por todo el suelo. Parecía más un gimnasio donde la Cruz Roja hubiera montado un centro de evacuacion.
Quirón no entró. La puerta era demasiado baja para él. Pero cuando los campistas lo vieron, todos se pusieron en pie y saludaron respetuosamente con una reverencia.
-Bueno, así pues... -dijo Quirón. -Buena suerte, Chicos. Los veré a la hora de la cena.
Y se marchó al galope hacia el campo de tiro. Me quedé en el umbral, mirando a los chicos. Ya no inclinaban la cabeza. Ahora estaban pendientes de nosotros calibrándonos. Conocía esa parte. Había pasado por ella en bastantes colegios. Pero la mayoría apretaba la mirada de Lea cuando ella les mandaba su mirada de, que-me-ves-imbecil.
—Odio esa mirada.—murmuraron varios, no solo griegos, también Romanos.
-¿Y bien?-me urgió Annabeth.-Vamos.
Así que, naturalmente, tropecé al entrar por la puerta y quedé como un completo idiota. Hubo algunas risitas, pero nadie dijo nada. Lea me ayudó a levantarme.
Annabeth anunció:
-Percy y Leah Jackson, les presento a la cabaña once.
-¿Normal o por determinar? -preguntó alguien.
Yo no supe qué responder, pero Selene anuncio:
-Por determinar.
Todo el mundo se quejó.
—¿Que es eso? ¿Por determinar?—preguntó un chico de la legión.
—Se explicara en…
—…el libro. Aja, lo que sea.—dijo el chico rodando los ojos.¿cuando se supone que empezaban las explicaciones?
Un chico algo mayor que los demás se acercó
-Bueno, campistas. Para eso estamos aquí. Bienvenidos, pueden quedarte con ese hueco en el suelo, a ese lado.
El ambiente ya de por si incómodo se tensó aún más entre los griegos. Muchos le echaron miraditas furtivas a Luke, pero todos siguieron ignorándolo.
El semidiós había decidió que si o si, hablaría con alguien en el siguiente descanso, ¿acaso había hecho algo malo? ¿O es que nadie lo reconocía? Un montón de teorías pasaban por su cabeza. Desde perdida de memoria, hasta bromas pesadas.
Antes de que algún romano preguntara algo, Selene siguió con la lectura.
El chico tendría unos diecinueve años, y vaya si molaba. Era alto y musculoso, de pelo color arena muy corto y sonrisa amable. Vestía una camiseta sin mangas naranja, pantalones cortados, sandalias y un collar de cuero con cinco cuentas de arcilla de distintos colores. Lo único que alteraba un poco su apariencia era una enorme cicatriz blanca que le recorría media cara desde el ojo derecho a la mandíbula, una vieja herida de cuchillo.
¿Como se la habrá hecho? Pensaban muchos.
-Este es Luke-lo presentó Annabeth, y su voz sonó algo distinta. La miré y habría jurado que estaba levemente ruborizada. Selene puso los ojos en blanco. Al ver que la miraba su expresión volvió a endurecerse.
Annabeth se sonrojo.—¡No me sonrojaba!
—Si, lo hacías.—dijeron Lea y Selene. Percy gruñó.
-Es tu consejero por el momento.
-¿Por el momento?-pregunto Lea.
-Eres un por determinar. -le aclaró Luke-Aún no saben en qué cabaña ponerte, así que de momento estás aquí. La cabaña once acoge a los recién llegados, todos visitantes, evidentemente. Hermes, nuestro patrón, es el dios de los Viajeros.
El mismo chico romano de antes, hizo un gesto de entendimiento.
Observé la pequeña sección de suelo que me habían otorgado. No tenía nada para señalarla como propia, ni equipaje, ni ropa ni saco de dormir. Sólo el cuerno del Minotauro. Pensé en dejarlo allí, pero luego recordé que Hermes también era el dios de los ladrones.
Miré alrededor. Algunos me observaban con recelo, otros sonreían estúpidamente, y otros me miraban como si esperaran la oportunidad de echar mano a mis cosas.
-¿Cuánto tiempo estaremos aquí? -pregunto Lea.
Mirando a todos con mala cara.
-Buena pregunta.-respondió Luke.-Hasta que los determinen.
-¿Cuánto tardará?
—A nosotros normalmente es a los 16 ¿y a ustedes?—pregunto un niño de la legión
Nadie le respondió.
Todos rieron.
-Vamos.-me dijo Annabeth, a la par que Selene agarraba a Lea del brazo.-Te enseñaré la cancha de voleibol.
-Ya la he visto.
-Vamos. -Me agarró de la muñeca y me arrastró fuera, mientras lo chicos reían a mis espaldas.
-Jackson, tienes que esforzarte más -dijo Annabeth cuando nos separamos unos metros.
-¿Que?
Puso los ojos en blanco y murmuró entre dientes:
-¿Cómo pude creer que eras el elegido?
—¿El elegido?—preguntó Thalía, con una sonrisa malvada.
Annabeth volvía a sonrojarse—¡Tenía 12 años!
Esta vez, Percy sonrió.
-Pero ¿y a ti que te pasa? --Lea le espetó. -Lo único que sabemos es que hemos matado a un coleguita toro y…
-¡No hables así!--le increpó Annabeth.-¿Sabes cuántos chicos en este campamento desearían haber gozado de la oportunidad que tú tuviste?
-¿Y tú sabes si quiera si nosotros queríamos "gozar de esa oportunidad"? ¡No han dejado de mirarnos como bichos raros! -exclamo Lea.
-¡Lucharon contra el Minotauro! ¿Para qué crees que entrenamos?-contraatacó Annabeth.
—¿Pero que no fueron siempre amigas?—pregunto confundía Piper
Annabeth y Lea sonrieron con la misma expresión que no auguraba nada bueno.
—Lo somos.
—Pero…—Piper decidió no continuar, nunca entendería a ese par.
Selene y yo las mirábamos como si fueran parte de un partido de tenis. Sin embargo Selene intervino. Meneo la cabeza.
-No Annabeth, sabes que entrenamos para defendernos de los monstruos.
-Esperen. -dije. Mire a Annabeth. -Mira, si la cosa con que nos enfrentamos era realmente el Minotauro, el mismo del mito..
-Pues claro que lo era.
-Pero sólo ha habido uno, ¿verdad?
-Sí.
-Y murió hace un montón de años, ¿no? Se lo cargó Teseo en el laberinto. Asi que..
—Ojala fuera así de fácil.—bufo Teseo.
-Los monstruos no mueren, Percy. Pueden matarse, pero no mueren.
-Más claro no ah podido quedar ¿eh?.-Bufo Lea.
Annabeth le dedicó una mirada irritada.-No tienen alma, como tú o como yo. Puedes deshacerte de ellos durante un tiempo, tal vez durante toda una vida, si tienes suerte. Pero son fuerzas primarias. Quirón los llama «arquetipos». Al final siempre vuelven a reconstruirse.
Pensé en la señora Dodds.
-¿Quieres decir que si matase a uno, accidentalmente, con una espada.
-Esa Fur... quiero decir, tu profesora de matemáticas. Bien, pues ella sigue ahí fuera. Lo único que has hecho es cabrearla muchísimo.
-¿Cómo sabes de la señora Dodds?
-Hablas en sueños.
—¿Lo escuchas a diario?—le dijo Thalía.
—¡Ja! Y eso que no estuviste cuando lo espiaba.—le dijo Lea.
—¡Lea!—se sonrojo Annabeth.
-Casi la llamas algo. ¿Una Furia? Son las torturadoras de Hades, ¿no?
Annabeth miró nerviosa al suelo, como si temiese que se abriera y la tragara.
-No deberías llamarlas por su nombre, ni siquiera aquí. Cuando tenemos que mencionarlas las llamamos « las Benévolas»
- "Utiliza siempre el nombre correcto de las cosas. El miedo a un nombre solo aumenta el miedo a la cosa que se nombra".-recitó Lia. Annabeth la miro extrañada.-¿Que? Me gusta leer aunque se me haga casi imposible.
-Oye, ¿hay algo que podamos decir sin que se ponga a tronar?-Sonaba llorica, incluso a mis oídos, pero en aquel momento ya no me importaba-¿Y por qué tenemos que meternos en la cabaña once? Por qué están todos tan apiñados? Está lleno de literas vacías en los otros sitios.-Señalé las primeras cabañas, y Annabeth y Selene palidecieron.
-No se elige la cabaña, Percy. Depende de quiénes son tus padres. O…. tu progenitor.-dijo Selene con amargura.
Annabeth se me quedó mirando, esperando que lo pillara.
-Mi madre es Sally Jackson. -respondí. -Trabaja en la tienda de caramelos de la estación Grand Central. Bueno, trabajaba.
-No creo que se refiera a eso. -murmuro Lia.
-Siento lo de tu madre, Percy, pero no me refería a eso. Estoy hablando de tu otro progenitor. Tu padre.
-Está muerto. No lo conoci.
Poseidón hizo una mueca.
Annabeth suspiró. Sin duda ya había tenido antes esta conversación con otros chicos.
-Tu padre no está muerto, Percy.
-¿Cómo puedes decir eso? ¿Lo conoces?
-No, claro que no.
-¿Entonces cómo puedes decir..
-Porque te conozco a ti. Y no estarías aquí si no fueras uno de los nuestros.
-No conoces nada de mí.
—Respuesta incorrecta.—dijo Thalía.
Selene suspiro.-No debiste aver dicho eso.
-¿No?-Annabeth levantó una ceja. -Seguro que no has parado de ir de escuela en escuela. Seguro que te echaron de la mayoría.
-¿Cómo...-empezó Lea.
-Les diagnosticaron dislexia, quizá también THDA Intenté tragarme la vergüenza.
-¿Y eso qué importa ahora?
-Todo junto es casi una señal clara.-Miró a Lea.-Las letras flotan en la página cuando las lees, ¿verdad? Eso es porque tu mente está preparada para el griego antiguo.-me miro.- Y el THDA (eres impulsivo, no puedes estarte quieto en clase), eso son tus reflejos para la batalla. En una lucha real te mantendrían vivo. Y en cuanto a los problemas de atención, se debe a que ven demasiado, Percy, no demasiado poco. Tus sentidos son más agudos que los de un mortal corriente. Por supuesto, los médicos quieren medicarnos. La mayoría son monstruos. No quieren que los veas por lo que son.
-Hablas como... como si hubieras pasado por la misma experiencia. -dijo Lea.
-La mayoría de los chicos que están aquí lo han hecho. Si no fueras como nosotros no habrías sobrevivido al Minotauro, mucho menos a la ambrosía y el néctar.-dijo Selene.
-¿Ambrosía y néctar?-dijo Lea.
-La comida y la bebida que te dimos para que te recuperaras. Eso habría matado a una persona normal. Le habría convertido la sangre en fuego y los huesos en arena, y ahora estaríais muertos. Asúmanlo. Son mestizos.
Un mestizo. Tenía tantas preguntas en la cabeza que no sabía por dónde empezar.
Entonces una voz hosca exclamó:
-¡Pero bueno! ¡Novatos!
—¡Al fin! ¡Acción!—exclamó Ares.
Estaba tan emocionado que no se dio cuenta de la expresión amarga de su hija.
Me volví. La chica corpulenta de la cabaña 5 avanzaba hacia nosotros con paso lento y decidido. Tres chicas la seguían, grandes, feas y con aspecto de malas como ella, todas vestidas con chaquetas de camuflaje.
Selene gruño.-No es el momento Clarisse.
-Clarisse.-suspiró Annabeth. -¿Por qué no te largas a pulir la lanza o algo así?
-Fijo, señorita Princesa.-repuso la chicarrona--Para atravesarte con ella el viernes por la noche.
-¡Erre es korakas!-replicó Annabeth,
—¡Annabeth!—le regaño, su hermano Malcom.
y de algún modo entendí que en griego significaba «Anda a dar de comer a los cuervos!», aunque me dio la impresión de que era una maldición peor de lo que parecía.
-Os vamos a pulverizar. -respondió Clarisse, pero le tembló un párpado. Quizá no estaba segura de poder cumplir su amenaza. Se volvió hacia mi-¿Quiénes son estos enclenques?
-Leah y Percy Jackson. -dijo Annabeth.-Esta es Clarisse, hija de Ares.
Parpadeé.
-¿El dios de la guerra?
Clarisse replicó con desdén:
-¿Algún problema?
-No.-contesté.-Eso explica el mal olor.
Lea y Selene se golpearon la frente con la mano. Clarisse gruñó.
—Es que tu solito lo empeoras.—le dijo Lea y rodó los ojos.
-Tenemos una ceremonia de iniciación para los novatos, Prissy.
-Percy.
-Lo que sea. Ven, que te la enseño.
-Déjalo en paz. -le advirtió Lea. Clarisse la miro con burla.
—Lea y Clarisse enfrentándose desde tiempos inmemorables.—dijo Leo, con voz de locutor.
-Hazte a un lado, chiquilla. Tu también Selene.
-Quítate de en medio, princesita.
Annabeth parecía muy firme, pero vaya si se quitó de en medio, y yo tampoco quería su ayuda. Era el chico nuevo. Tenía que ganarme una reputación. Le entregué a Annabeth mi cuerno de minotauro y me preparé para pelear, pero antes de darme cuenta Clarisse me había agarrado por el cuello y me arrastraba hacia el edificio color ceniza que supe de inmediato que era el lavabo.
-Mi hermano. Idiota eh imbecil, pero mi hermano a fin de cuentas.-escuche a Lea murmurarle a Selene antes de seguirnos.
—¡Eh!—se quejo Percy, con cara de foca bebé.
Yo lanzaba puñetazos y patadas. Me había peleado muchas veces antes, pero aquella Clarisse tenía manos de hierro. Me arrastro hasta el baño de las chicas. Había una fila de váteres a un lado y otra de duchas al otro.
Ares fue borrando su sonrisa al comprender lo que pasaría.
Olía como cualquier lavabo público, y yo pensé -todo lo que podía pensar mientras Clarisse me tiraba del pelo-que si aquel sitio era de los dioses, ya podrían procurarse unos servicios con mas clase.
Las amigas de Clarisse reían a todo pulmón, mientras yo intentaba encontrar la fuerza con que había derrotado al Minotauro, pero no estaba por ninguna parte.
-Sí, hombre, seguro que es material de los Tres Grandes.-dijo, empujándome hacia un váter.-Seguro que el Minotauro se murió de la risa al ver la pinta de este bobo.
—Clarisse para futura oráculo.—bromeó Leo.
—Me quedare sin trabajo.—Rachel fingió horrorizarse.
Clarisse gruñó.
Sus amigas no paraban de reir.
Annabeth estaba en una esquina, tapándose la cara pero mirando entre los dedos.
—Que valiente.—se burló Octavian.
Annabeth no le hizo caso.
Clarisse me puso de rodillas y empezó a empujarme la cabeza hacia la taza. Apestaba a tuberías oxidadas y a. bueno, a lo que se echa en los váteres. Luché por mantener la cabeza erguida. Viendo aquella agua asquerosa pensé: «No meteré la cabeza ahí ni de broma»
Y entonces ocurrió algo. Sentí un tirón en la boca del estómago. Oí las tuberías rugir y estremecerse. Clarisse me soltó el pelo. Un chorro de agua salió disparado del váter y describió un arco perfecto por encima de mi cabeza. Yo caí de espaldas al suelo sin dejar de oír los chillidos de Clarisse.
Me volví justo cuando el agua salió de nuevo de la taza, le dio a Clarisse directo en la cara y con tanta fuerza que la tumbó de culo. El chorro de agua la acosaba como si fuera una manguera anti-incendios empujándola hacia una cabina de ducha.
Ella se resistía dando manotazos y chillando, y sus amigas empezaron a acercarse. Pero entonces los otros váteres explotaron también y seis chorros más de agua las hicieron retroceder de golpe. Las duchas también entraron en funcionamiento, y juntas, todas las salidas de agua arrinconaron a las chicas hasta sacarlas del baño, arrastrándolas como desperdicios que se retiran con una manguera.
En cuanto salieron por la puerta, sentí aflojar el tirón del estómago y el agua terminó tan pronto como había empezado.
—¡Poderes de pescado!—gritaron los amigos de los gemelos.
—¡Dejen de decirlo así!—exclamaron ellos.
El lavabo entero estaba inundado. Annabeth y Selene tampoco se habían librado. Estaban empapadas de pies a cabeza, pero no habían sido expulsada por la puerta. Se encontraban exactamente en el mismo lugar, mirándome conmocionadas. La única que no estaba mojada era Lea, que no paraba de mirar a todas partes con la boca abierta.
Miré alrededor y reparé en que estaba sentado en el único sitio seco de la estancia. Había un círculo de suelo seco en torno a mí, y no tenía ni una gota de agua sobre la ropa. Nada. Me puse en pie, con las piernas temblando.
-¿Como has.. ?--preguntó Annabeth.
-No lo sé.
Salimos fuera. Clarisse y sus amigas estaban tendidas en el barro, y un puñado de campistas se había reunido alrededor para mirarlas estupefactos. Clarisse tenía el pelo aplastado en la cara. Su chaqueta de camuflaje estaba empapada y ella olía a alcantarilla. Me dedicó una mirada de odio absoluto.
-Estás muerto, chico nuevo. Totalmente muerto.
Debería haberlo dejado estar, pero repliqué:
-¿Tienes ganas de volver a hacer gárgaras con agua del váter, Clarisse? Cierra el pico.
Sus amigas tuvieron que contenerla. Luego la arrastraron hacia la cabaña 5, mientras los otros campistas se apartaban para no recibir una patada de sus pies voladores.
Annabeth y Selene se miraron con una sonrisa traviesa. Después me miraron fijamente.
Percy bufo.—Odio cuando hacen eso.
—Fue peor cuando se les unió Lea.—siguió Grover.
Las tres chicas se sonrieron.
-¿Qué?-le pregunté a Annabeth. -¿Qué estás pensando?
-Estoy pensando que te quiero en mi equipo para capturar la bandera.
—Más bien, querías que fuera tu saco de papas.—Percy rodó los ojos.
—Pero ganamos—le sonrió Annabeth.—Igual que lo haremos este sábado.
—Ya lo veremos.—gruñó una de las gemelas Laurel.
—¿Que les parece si leemos un capítulo más y después cenamos?—pregunto Hestia.—Mañana el día será más largo para leer.
Todos estuvieron de acuerdo, ya empezaba a hacer hambre.
—¿Quien va a leer?—preguntó Selene.
—Yo…
