—Yo…— dijo un hijo de Atenea, para donde y agarrando el libro.—Leah:Mi cena se desvanece en humo.
La historia del incidente en el lavabo se extendió de inmediato. Dondequiera que íbamos, los campistas nos señalaban y murmuraban algo sobre el episodio. O puede que sólo miraran a Annabeth, y a Selene que seguían bastante empapadas.
—Yo creo que si nos miraban a nosotras.— dijo Annabeth.
—En parte, estábamos sorprendidos por lo que había pasado, pero eso parte también las mirábamos.— Malcom se encogió de hombros.
Nos enseñaron unos cuantos sitios más: el taller de metal (donde los chicos forjaban sus propias espadas),
Los hijos de Hefesto sonrieron y hasta el mismo Dios.
el taller de artes y oficios (donde los sátiros pulían una estatua de mármol gigante de un hombre cabra),
Grover sonrió tristemente al recordar a Pan. Hermès por su parte se tensó ante la mención de su hijo.
el rocódromo, que en realidad consistía en dos muros enfrentados que se sacudían violentamente, arrojaban piedras, despedían lava y chocaban uno contra otro si no llegabas arriba con la suficiente celeridad. Esa parte molaba.
—¿Molaba?— dijo un Romano, horrorizado.—¡Eso suena…!
—¡Fantástico!— exclamó Reyna, emocionada. Los Romanos la miraron con temor.—¡Deberíamos tener uno! Ayudaría mucho con los reflejos de batalla.
—Reyna.— intervino Frank, al ver a la mitad de la legión que se habían puesto pálidos.—¿Por que no discutimos eso en otro momento? Debemos seguir con la lectura.
Y le hizo un gesto al hijo de Atenea para que se apresurara a leer.
Por último, regresamos al lago de las canoas, donde un sendero conducía de vuelta a las cabañas.
-Tengo que entrenar -dijo Annabeth sin más.-La cena es a las siete y media. Sólo tienen que seguir desde su cabaña hasta el comedor.
-Annabeth, siento lo ocurrido en el lavabo.-le dijo Percy.
-No importa.
-No ha sido culpa mía.
—¿Ves a algún otro cabeza de pescado, prissy?— gruñó Clarisse.
Percy señaló a Lea con la cabeza.—¡Pudo haberlo provocado ella…! ¡o incluso Selene y…! ¡Auch!
Leah le había pegado en la cabeza con un libro de Annabeth.—¡Yo no tengo cabeza de pescado!
—Ni yo.— bufo Selene.
—Además es evidente que lo hiciste tu seso de alga.— le dijo Annabeth.
Percy bufo.—¡Vale fui yo! ¡Pero yo tampoco tengo cabeza de pescado!
—Por supuesto que no.— dijo Afrodita.—Eres demasiado guapo, aunque creo que podríamos mejorar tu ropa, por supuesto.
Percy se puso rojo como un tomate y Annabeth fulmino a la diosa con la mirada.
El chico Romano siguió leyendo.
No pude evitar mirarlo con desgana, pues claro que lo había hecho el. Había provocado que el agua saliera disparada desde todos los grifos. No entendía cómo, pero los baños le habían respondido. Las tuberías y el se habían convertido en uno.
—Yo que tú, no me dedicaría a la plomería, Percy.— le dijo "seriamente" Leo.
Percy rodó los ojos.
-Tienes que hablar con el Oráculo - dijo Annabeth.
—Si hubiera sabido la cantidad de veces que tendríamos que "hablar con el Oráculo" no te lo hubiera pedido.— dijo Annabeth.
Poseidón gimió. ¿Eso significaba que habría más de una profesora de por medio? Necesitaba pedirle a Apollo calmantes.
-¿Con quién?-preguntó Percy.
-No con quién, sino con qué. El Oráculo. Se lo pediré a Quiron.
-Sabes lo que Quiron opina Annabeth.- le advirtió Selene.
-Pero con todo lo que está pasando...- se cayó un momento-, Talvez ya sea hora.
—¿Hora de que?— preguntó un chico de la legión.
Zeus se tensó en su asiento ¿con los críos pez de por medio? Si… ya debía estar empezando la profecía. No le gustaba. Definitivamente no le gustaba.
Selene suspiro como si su amiga fuera un caso perdido.
—Pero yo tenía razón.— sonrió Annabeth.
—Pero aún así eras un caso perdido.— rodó los ojos Selene.
Las mire."¿Todo lo que está pasando"? ¿Acaso tenía algo que ver con lo que Quiron y Grover hablaban en Yancy?. Y si era así, ¿Por que estaríamos Percy y yo involucrados? "Necesitan madurar más" había dicho Quiron, pero ¿madurar para que?
—Pues no ibas tan mala encaminada.— dijo Grover.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no noté cuando mi hermano se quedó mirando fijamente al lago. Eso hasta que dos adolescentes sentadas en la base del embarcadero lo saludaron. Como a unos seis metros de profundidad.
Atónito, el les devolvió el saludo.
-No las animes.- le avisó Annabeth.- Las náyades son terribles como novias.
—¿Celosa Annabeth?— bromeó Piper.
—Yo no soy celosa.— bufo Annabeth.
Rachel la miro como si estuviera loca.
—Difiero de eso.— dijo Nico.
—Apoyo al enano.— asintió Selene.
—¡Eh!— exclamó Nico.
-¿Náyades? -repitió, y pude notar el tono cansado en su voz- Hasta aquí hemos llegado. Quiero volver a casa ahora.
—Les había pasado de todo. ¿Como es que unas náyades te llevaron al límite?— preguntó Jason.
Percy se encogió de hombros.—Una mezcla de todo, supongo.
Jason miro a Leah.
—¿Que hay de ti? No parece que estuvieras muy incómoda.
—Yo… se acostumbrarme a nuevos entornos. Eso es todo.— se removió un poco nerviosa.
Selene puso ceño.
-¿Es que no lo pillas, Percy? Ya estás en casa. Éste es el único lugar seguro en la tierra para los chicos como nosotros.
-¿Te refieres a chicos con problemas mentales?
—Habla por ti.— bufo Octavian.
Nadie le hizo caso.
-Me refiero a no humanos. O por lo menos no del todo humanos. Medio humanos.
-¿Medio humanos y medio qué?
-Vamos Percy, creo que lo has captado tan bien como yo.-dije.
Sentí un leve temblor en las extremidades, una sensación que a veces tenía cuando mamá hablaba de mi padre. Pero nunca me había preocupado mucho, ahora enterarme de que el era, o es, un...
-Dios -contestó, Percy-. Medio dios. Eso es lo que somos.
Annabeth asintio.
-Tu padre no está muerto, Percy. Es uno de los Olímpicos.
-Eso es... un disparate.
-¿Lo es? ¿Qué es lo más habitual en las antiguas historias de los dioses? Iban por ahí enamorándose de humanos y teniendo hijos con ellos, ¿recuerdas? ¿Crees que han cambiado de costumbres en los últimos milenios?
Algunos dioses se removieron incómodos en sus asientos y le mandaron miradas fulminantes a la hija de Atenea, esta ni se inmutó. Otros sin embargo no parecían avergonzados en los más mínimo.
-Pero eso no son más que...- Iba a decir mitos otra vez, pero recordé la advertencia de Quirón: al cabo de dos mil años yo también podría ser considerado un mito.-Pero si todos los chicos que hay aquí son medio dioses….
-Semidioses -apostilló Annabeth.- Ese es el término oficial.
-O mestizos, en lenguaje coloquial.- dijo Selene.
-Entonces ¿quién es tu padre?- le pregunto Percy a Annabeth.
—Tema delicado.— dijo Thalía.
—Lo note.— asintió Percy.
Aferró con fuerza la barandilla. Tuve la impresión de que era un tema delicado.
-Mi padre es profesor en West Point -dijo-. No lo veo desde que era muy pequeña. Da clases de Historia de Norteamérica.
-Entonces es humano.
-Pues claro. ¿Acaso crees que sólo los dioses masculinos pueden encontrar atractivos a los humanos? ¡Qué sexista eres!
Percy se puso colorado.—¡No lo soy! Solo creí que no había oído historias de Diosas con hijos semidioses.
Artemisa rodó los ojos.
Solté una risita sin poder evitarlo.
Percy la miro con el ceño fruncido y su hermana sonrió inocentemente.
-¿Quién es tu madre, pues?- dijo Percy.
-Cabaña seis.
-¿Qué es?
Annabeth se irguió
-Atenea, diosa de la sabiduría y la batalla.
« Vale-pensé-Por qué no?». Y formulé la pregunta que más me interesaba:
-¿Y mi padre?
—El dios de los plomeros, ¿no te había quedado claro?— le susurro Selene a Lea.
Esta aguanto las ganas de reírse.
-Por determinar -repuso Annabeth-, como te he dicho antes. Nadie lo sabe
-Excepto mi madre. Ella lo sabía.-dije.
-Puede que no. Los dioses no siempre revelan sus identidades.
-Mi padre lo habría hecho. La quería.-contraatacó, Percy.
—Awwwwww.— aulló Afrodita.
Poseidón la miro con el ceño fruncido.
Annabeth y Selene compartieron una mirada. Selene con mucho tacto; no quería desilusionarnos.
-Puede que tengas razón. Puede que envíe una señal. Es la única manera de saberlo seguro: tu padre tiene que enviarte una señal reclamándote como hijo. A veces ocurre.
-¿Quieres decir que a veces no?-pregunte.
Annabeth recorrió la barandilla con la mano.
-Los dioses están ocupados. Tienen un montón de hijos y no siempre Bueno, a veces no les importamos, Chicos. Nos ignoran.
Los dioses se removieron incómodos.
—No los ignoramos… al menos no todos.— dijo Apollo.—Lo qué pasa es que aveces tenemos muchas…cosa que hacer.
—¿Cosas como ir a conquistar mortales?— bufo Lea.
Apollo le frunció el ceño ¿que le pasaba a esta chica que no dejaba de llevarle la contraria?
—No… cosas de Dioses.— dijo.
—¿En serio? Porque una vez me dijiste que los dioses pueden estar en muchos lugares a la vez. Tal vez si en vez de usar esa parte que va a conquistar mortales, la usarán para reclamar a sus hijos, nosotros los semidioses no tendríamos por que salvarles el trasero tan a menudo.
Nadie se movió, nadie dijo nada. Los semidioses griegos no es que estuvieran muy sorprendidos, ya habían visto a Lea llevarle la contraria y poner en su lugar a Apollo muchas veces. Sin embargo los Romanos la veían con pena, como esperando que la fulminaran. Los dioses la miraban ofendidos e irritados por su descaro. Luke por otra parte miraba intrigado a la chica… se veía que no estaba de acuerdo con los dioses… tal vez sería una buena aliada.
Apollo y Lea se miraron fijamente durante unos segundo hasta que Apollo hablo:
—Tienes razón.— fue toda su respuesta, dejando a dioses, semidioses y hasta la misma Lea sorprendida. Con los labios apretados añadió.—Sigue leyendo niño.
Leah miro a Apollo con el ceño fruncido, lo conocía lo suficiente como para saber el dios tramaba algo.
Al hijo de Atenea no le quedó otra que obedecer.
Pensé en algunos chicos que había visto en la cabaña de Hermes, adolescentes que parecían enfurruñados y deprimidos, como a la espera de una llamada que jamás llegaría. Había conocido chicos así en la academia Yancy, enviados a internados por padres ricos que no tenían tiempo para ellos. Pero los dioses deberían comportarse mejor, ¿no?
-¿Y tu?- le pregunté a Selene.- ¿Quien es tu..umh.. ¿Padre? ¿Madre?
Ella se encogió de hombros.-Estoy igual que ustedes, por determinar. Solo que llevo más tiempo en el campamento.
—¿Por que?— preguntó un Romano.— Quiero decir, eres la única hija de Dian-Artemisa nacida, no debería, no se… ¿reconocerte rápido?
La verdad es que Artemisa también se lo preguntaba. ¿Por que dejar a su hija en el campamento? ¿Por que no llevársela a la casa y hacerla inmortal cuando cumpliera doce? La verdad es que no tenía planeada ni despertarla del sueño en que estaba pronto, pero entonces ¿por que lo hizo?
—Yo puedo responder a esa pregunta.— dijo Selene.—Mi caso es parecido al de Lea y Percy. Nacimos de un juramento roto… pero a diferencia de ellos yo… bueno…nadie debía saber que existía. No hasta su debido tiempo, al menos. Pero los libros responderán a tu pregunta mejor.
El Romano aunque un poco confuso asintió.
Artemisa sin embargo analizaba las palabras de su hija "Nadie debía saber que existía. No hasta su debido tiempo" ¿tendría que ver eso con la advertencia que hace eones le había dado su hermano Apollo? "Ella está destinada a ser la más grande cazadora… pero tal vez, no de la manera que esperas" Ni el mismo Apollo pudo interpretar sus propias palabras.
-Así que estamos atrapados aquí, ¿verdad? - dije-¿Para el resto de nuestra vidas?
-Depende. Algunos campistas se quedan sólo duranteel verano. Si eres hijo de Afrodita o Deméter, probablemente no seas una fuerza realmente poderosa.
—¿Disculpa?— dijo Piper, fingiendo estar ofendida.
—No quería decir…— se alarmó Annabeth, pero al ver que su amiga bromea, suspiro y dijo.—Me refería a que la mayoría no tienen un olor tan fuerte y no atraen a muchos monstruos… me equivoqué por supuesto.
Leah, Selene, Piper, Percy, Thalia, Nico, Hazel, Frank, Jason, Leo y hasta Luke, la miraron estupefactos.
—Annabeth Chase… ¿admitiendo que se equivoca?— preguntó Piper, perpleja.
—¿Estas enferma, listilla?— Percy la miraba con genuina preocupación.
—No estoy enferma.— Annabeth rodó los ojos.— Y por supuesto que me equivoco… el uno por ciento de las veces, claro esta.— aclaró.
—Debe ser un milagro.— murmuro Thalía.
Los monstruos podrían ignorarte, y en ese caso te las arreglarías con unos meses de entrenamiento estival y vivirías en el mundo mortal el resto del año. Pero para algunos de nosotros es demasiado peligroso marcharse. Somos anuales. En el mundo mortal atraemos monstruos; nos presienten, se acercan para desafiarnos. En la mayoría de los casos nos ignoran hasta que somos lo bastante mayores para crear problemas, ya sabes, a partir de los diez u once años. Pero después de esa edad, la mayoría de los semidioses vienen aquí si no quieren acabar muertos. Algunos consiguen sobrevivir en el mundo exterior y se convierten en famosos. Créeme, si te dijera sus nombres los reconocerías. Algunos ni siquiera saben que son semidioses. Pero, en fin, son muy pocos
-¿Así que los monstruos no pueden entrar aquí?
Annabeth meneó la cabeza.
-No a menos que se los utilice intencionadamente para surtir los bosques o sean invocados por alguien de dentro.
—¿Por que querría alguien invocar un monstruo?— se alarmó una Romana.
—Percy hizo la misma pregunta.— le respondió Annabeth, señalando el libro.
-Por qué querría nadie invocar a un monstruo?- pregunto mi hermano.
-Para combates de entrenamiento. Para hacer chistes prácticos.
—Chistes prácticos.— murmuro la Romana. Seguro pensando que los griegos estaban locos.
-¿Chistes prácticos?- la mire como si le hubiera salido un tercer ojo.
-Lo importante es que los limites están sellados para mantener fuera a los mortales y los monstruos. Desde fuera, los mortales miran el valle y no ven nada raro, sólo una granja de fresas.
-¿Así que tú eres anual?- pregunto Percy.-¿Y tu, Selene?
Ella negó con la cabeza
Annabeth asintió a la pregunta. Por el cuello de la camiseta se sacó un collar de cuero con cinco cuentas de arcilla de distintos colores. Era igual que el de Luke, pero el de ella también llevaba un grueso anillo de oro, como un sello. El de Selene sólo tenía dos cuentas de barro.
-Estoy aquí desde que tenía siete años -dijo, Annabeth.-Cada agosto, el último día de la sesión estival, te otorgan una cuenta por sobrevivir un año más. Llevo más tiempo aquí que la mayoría de los consejeros, y ellos están todos en la universidad.
—Y pensar que nosotros nos tatúan la piel.— murmuro Hazel.
—Yo tengo cinco marcas.— murmuro un chico de la legión.
—Yo tengo diez.— dijo con una mueca otra chica.
—No se de que se quejan.— dijo Jason.— Yo llevo doce.
Algunos lo miraron con pena.
-¿Cómo llegaste tan pronto?-pregunto Percy.
Hizo girar el anillo de su collar.
-Eso no es asunto tuyo.
—Estabas siendo un Cotilla, hermanito.— dijo Lea.
—No… sólo tenía curiosidad.— murmuro sonrojado.—¡Y no soy tu hermanito!
-Ya.- Selene y yo aguardamos en un incómodo silencio.-Bueno, y ... ¿podría marcharme de aquí si quisiera?
-Sería un suicidio, pero podrías, con el permiso del señor D o de Quirón. Por supuesto, no dan ningún permiso hasta el final del verano a menos que...
-¿A menos qué?
-Que te asignen una misión. Pero eso casi nunca ocurre. La última vez...
Dejo la frase a medias; su tono sugería que la última vez no había ido bien.
—Pues no.— murmuro Luke, mirando con resentimiento a su padre.
Hermès-que no era la primera vez que sentía esa mirada-se la devolvió, pero el semidiós ya no lo miraba. El dios estaba cada vez más preocupado ¿que le había pasado a su hijo para sentir tanto rencor? Y ¿por que nadie le hablaba? Parecía que todos miraban a Luke con… incomodidad y algunos hasta con rencor.
-En la enfermería -le dije a Selene-, cuando me dabas aquella cosa..
-Ambrosía.
-Sí. Me preguntaste algo del solsticio de verano.
Los hombros de Annabeth se tensaron.
-¿Así que sabes algo?
-Bueno... no. En mi antigua escuela o hablar a Grover y Quirón acerca de ello. Grover mencionó el solsticio de verano. Dijo algo como que no nos quedaba demasiado tiempo para la fecha límite. ¿A qué se refería?
-Ojalá lo supiera. Quirón y los sátiros lo saben, pero no tienen intención de contármelo. Algo va mal en el Olimpo, algo importante. La última vez que estuve allí todo parecía tan normal.
Algunos se echaron para adelante en sus asientos conscientes de que al fin darían respuestas.
-¿Has estado en el Olimpo?-le pregunté.
-Algunos de los anuales (Luke, Clarisse, yo y otros) hicimos una excursión durante el solsticio de invierno. Es entonces cuando los dioses celebran su gran consejo anual.
—Ustedes visitan el Olimpo.— dijo un hijo de Marte.—¿Por que nosotros no podemos ir?
—Por si no te has dado cuenta… ya estamos en el Olimpo.— le dijo Reyna.
De pronto fue como si todos fueran conscientes de que efectivamente, estaban en el Olimpo. Los Romanos miraron maravillados el gran templo en en que se encontraban, arriba no había techo, sino un conjunto de constelaciones resplandecientes y los tronos de los dioses colocados en forma de U alrededor de ellos. Para los campistas griegos más antiguos, esto les recordó a las cabañas anteriormente.
—Es hermoso.— murmuro Hazel.
Los dioses parecían complacidos.
-Pero... ¿cómo llegaste hasta allí?-pregunto Percy.
-En el ferrocarril de Long Island, claro. Bajas en la estación Penn. Edificio Empire State, ascensor especial hasta el piso seiscientos.-nos miró como si estuviera segura de que eso ya tendríamos que saberlo-. Son de Nueva York ¿no?
-Sí, desde luego.- Lo era, pero por lo que sabía sólo había ciento dos pisos en el Empire State. Decidí no mencionarlo.
-Justo después de la visita- prosiguió Annabeth-,el tiempo comenzó a cambiar, como si hubiera estallado una trifulca entre los dioses. Desde entonces, he escuchado a escondidas a los sátiros un par de veces. Lo máximo que he llegado a conseguir es que han robado algo importante. Y si no lo devuelven antes del solsticio de verano, se va a liar.
—¿Robaron algo?— pregunto Zeus.
—Si es algo tan valioso como para que estemos peleando… más de lo normal, quiero decir.— dijo Atenea.— Debe ser uno de nuestros símbolos de Poder.
—Los dioses no podemos tomar otros símbolos de poder que no sea el nuestro.— dijo Hera.
—Pero…— dijo Atenea, analizando la situación.— Si fue después de la visita de los campistas al Olimpo que empezó todo… se puede deducir que fue alguno de nuestros hijos quien lo robó.
—¿Que robaron y por que lo hicieron?— les dijo Zeus a los campistas.
Luke se removió incómodo.
—Se responderá en los libros.— se limitó a decirle Percy. La que se iba a liar cuando se entere el rey del teatro que fue lo que robaron…
Cuando llegaron esperaba... Quiero decir. Atenea se lleva bien con todo el mundo, menos con Ares. Bueno, claro, y está la rivalidad con Poseidón. Pero, aparte de eso, creí que podríamos trabajar juntos.-miro a Selene.- los cuatro. Pensaba que sabrías algo.
—Esa rivalidad como que no te importo mucho.— le dijo Thalía a Annabeth.
Atenea miró a Percy con desagrado. La diosa ya se había dado cuenta del tipo de relación que el tenía con su hija, pero necesitaba hablar con ella primero antes de mandar Hades al crío de Poseidón.
Negué con la cabeza. Ojalá hubiera podido ayudarlas, pero me sentía demasiado hambrienta, cansada y sobrecargada mentalmente para seguir haciendo preguntas.
-Tengo que conseguir una misión - murmuro Annabeth para sí.-Ya no soy una niña. Si sólo me contaran el problema...
—¿Todavía quieres misiones?— le pregunto Lea.
—No, gracias.— murmuro Annabeth.
Olí humo de barbacoa que llegaba de alguna parte cercana. Annabeth debió de escuchar los rugidos de mi estómago, pues nos dijo a Selene,Percy y a mi que nos adelantara, ella nos alcanzaría después. La dejamos en el embarcadero, recorriendo la barandilla con un dedo como si trazara un plan de batalla.
De vuelta en la cabaña 11, todo el mundo estaba hablando y alborotaba mientras esperaban la cena. Por primera vez, advertí que muchos campistas tenían rasgos similares: narices afiladas, cejas arqueadas, sonrisas maliciosas. Eran la clase de chicos que los profesores señalarían como problemáticos. Afortunadamente, nadie nos prestó demasiada atención mientras entrábamos. Percy fue a nuestro rincón en el suelo y dejó ahi el cuerno de minotauro. El consejero, Luke, se le acercó. También tenía el parecido familiar de Hermes, aunque deslucido por la cicatriz de su mejilla derecha, pero su sonrisa estaba intacta. Yo me dirigí al rincón de Selene donde estaban todas sus cosas, incluyendo el arco que le había visto antes.
-¿Esa es tu arma?- le pregunté.- ¿Cuando tendré yo la mía?
Selene agarro su arco, su mirada parecía resplandecer aún más cuando lo agarraba.
Artemisa no pudo evitar sentirse orgullosa.
-Si es mi arma, apenas llegue al campamento lo encontré, lo e usado desde entonces. Aunque también soy buena con otras cosas, como las lanzas y las dagas, aunque no me gusta mucho usar espadas. Y respecto a tu segundo pregunta, todo depende de ti. Los hijos de Hefesto (el dios de las forjas) por ejemplo crean sus propias armas, también están los hijos de Apollo, su padre entre otras cosas es el dios de los arqueros así que la mayoría usa el arco. Afín de cuentas todo depende de ti.
Asentí y le hice otra pregunta que me interesaba.
-Todos estos chicos ¿no sospechan en algún momento quien es su padre divino? Quiero decir... tu dijiste que los hijos de Apollo usan el arco ¿no te a hecho sospechar eso que seas su hija?
—A decir verdad, aunque aveces lo dudaba, siempre supe que Apollo no era mi padre.— se encogió de hombros Selene.
Selene consideró mi pregunta en silencio durante unos segundos. Luego suspiro.
-¿Que si lo e pensado? Claro. Pero como ya te e dicho Apollo no solo es el dios de los arqueros sino también de la medicina, la música, el sol... en fin la mayoría de los semidioses enredamos poderes de nuestros progenitores divinos... si fuera hija de Apollo tal vez hubiera heredado algo más que el arco, pero te aseguro que te arrancarías las orejas si me oyeras cantar y si tratara de curar a alguien seguro que empeoraría la situación.
Sonreí divertida.-Entonces los semidioses heredan poderes de sus padres... ¿como cuales?
—¿Tenemos que leer esto?— se quejó un hijo de Ares.—¿Por que no nos saltamos directo a la acción?
—Tenemos que leerlo todo, para entender mejor la historia.— explicó Annabeth.
-Todo depende del dominio de su progenitor. Los de Dementer pueden hacer crecer las plantas muy rápido y controlarlos cosas así…. los de Dionisio pueden hacer algo parecido solo que les funciona más con las uvas, pero muchos no heredan poderes, como los de Atenea sus madre es la Diosa de la sabiduría así que son relativamente sabios pero sin poderes. Al igual que los de Ares son muy buenos peleando y eso pero no tienen poderes.
—Imagínate estar en un barco con otras nueve personas súper poderosas, pero tu sin tener poder.— bufo Annabeth.
—No te hagas, listilla.— dijo Percy.— Aunque tu no tengas poderes, todos sabemos que sin ti no hubiéramos sobrevivido.
Annabeth sonrió y lo besó en la mejilla.
-¿Annabeth no tiene poderes? ¿Ni Clarisse?-Selene negó.-Entonces lo de andarse de aires es puro orgullo.- bufe.
—El que yo sea buena peleadora no es andarse de aires, Sirenita.— rodó los ojos Clarisse.
-No seas muy dura con Annabeth- me dijo-, A pasado por mucho. Lleva aquí mucho tiempo y supongo que quiere salir al mundo real. Pero Quiron no ah autorizado una misión desde... Bueno desde que Luke fallo en la suya.
Varias miradas-especialmente de los Romanos-se dirigieron al semidiós. Luke miro a todas partes menos a la mirada de preocupación de su padre.
Mire a Luke sentado junto a mi hermano, hablaba con expresión sombría.
-¿Que pasó?
-Bueno su padre Hermès le asignó la misión, tenía que ir al Jardín de las Hespérides, pero... no salió muy bien.
-¿Así se hizo la cicatriz?
Selene asintió.-El punto es que Quiron habló con el oráculo después de eso, no se de que, solo que Annabeth no estaba destinada a partir de misión aún, sólo hasta que llegue alguien especial. Quiron no autorizado una búsqueda desde entonces.
-¿Alguien especial?
-Créeme yo estoy igual de perdida que tú.
Annabeth y Percy se pusieron rojos como tomates.
—Valla Quiron, creo que debiste aclarar que tan… especial sería esa persona.— dijo Thalía riendo.
Quiron sonrió.
—Cállense.— murmuro Percy, viendo a todos su amigos que lo miraban con sonrisas burlonas.
—El oráculo fue el primer shiper Percabeth.— dijo Miranda Gardiner, con una sonrisa.
-¿Y tu? ¿Que hay de ti?
Sus hombros se tensaron.
-¿Que hay con migo?-dijo, con el ceño fruncido.
La cagaste.
—No solo… me puse un poco a la defensiva.— murmuro Selene.
Estaba por aclarárselo cuando escuche un sonido proveniente de una caracola, aunque yo nunca hubiera escuchado una.
Desde su rincón con Percy, Luke grito:
-¡Once formen fila!
-Vamos.- Selene se levantó.- Es la hora de la cena.
La cabaña al completo, unos veinte, formamos en el espacio común. La fila iba por orden de antigüedad, así que, Percy y yo íbamos ultimo. Los campistas llegaron también de otras cabañas, excepto de las tres vacías del final, y de la número 8, que parecía normal de día, pero que ahora que se ponía el sol empezaba a brillar argentada.
Las cazadoras, Selene y Artemisa sonrieron.
Subimos por la colina hasta el pabellón del comedor. Se nos unieron los sátiros desde el prado. Las náyades emergieron del lago de las canoas. Unas cuantas chicas más salieron del bosque; y cuando digo del bosque, quiero decir directamente del bosque. Una niña de unos nueve o diez años surgió del tronco de un arce y llegó saltando por la colina.
En total, habría unos cien campistas, una docena de sátiros y otra docena surtida de ninfas del bosque y náyades.
—¿Por que tan pocos?— preguntó una chica Romana.
—Bueno… lo qué pasa es que ustedes ya tienen entrenamiento cuando llegan al campamento.—explicó Percy.—La mayoría de nosotros… tenemos suerte si llegamos.
—Oh.— murmuro la chica.
En el pabellón, las antorchas ardían alrededor de las columnas de mármol.
Una hoguera central refulgía en un brasero de bronce del tamaño de una bañera. Cada cabaña tenía su propia mesa, cubierta con un mantel blanco rematado en morado. Cuatro mesas estaban vacías, pero la de la cabaña 11 estaba llena en exceso. Tuve que apretujarme al borde de un tronco con medio cuerpo colgando.
Vi a Grover sentado a la mesa 12 con el señor D, unos cuantos sátiros y una pareja de chicos rubios regordetes clavados al señor D.
Pólux hizo una mueca.
Quirón estaba de pie a un lado, la mesa de picnic era demasiado pequeña para un centauro.
Annabeth se hallaba en la mesa 6 con un puñado de chavales de aspecto atlético y serio, todos con sus ojos grises y el pelo rubio color miel.
Clarisse se sentaba detrás de mi en la mesa de Ares. Al parecer había superado el remojón, porque estaba riendo y eructando con todos sus amigos.
Al final, Quirón coceó el suelo de mármol blanco del pabellón y todo el mundo guardó silencio. Levantó su copa y brindó:
-¡Por los dioses!
Las ninfas del bosque se acercaron con bandejas de comida: uvas, manzanas, fresas, queso, pan fresco, y sí, ibarbacoa! Tenía el vaso vacío, pero Selene me dijo:
-Háblale. Pide lo que quieras beber... sin alcohol, por supuesto.
-Coca-Cola -dije. El vaso se llenó con un líquido de color caramelo burbujeante. Entonces tuve una idea-. Coca-Cola azul.- El refresco se volvió de una tonalidad cobalto intenso. Bebí un sorbo. Perfecto.
—Recuerdo la primera vez que los vi haciendo eso.— dijo Hazel.—Creí que estaban locos.
—Bueno… no es que no lo estén, pero ya sabes, más de lo normal.— dijo Leo.
—Jaja.— bufo Lea.
Brindé por mi madre. «No se ha ido -me dije-Al menos no permanentemente. Está en el inframundo. Y si eso es un lugar real, entonces algún día...»
Leah se removió incómoda en el asiento.
—Esos definitivamente no son pensamiento que deberías tener, niña.— le dijo Hades.
—Lo se.— le respondió la semidiosa.— Pero ya eh aprendido mi lección, señor Hades.
—Eso espero.
-Aquí tienes, Leah- me dijo Selene tendiéndome una bandeja de jamón ahumado.
Llené mi plato y me disponía a comer cuando observé que todo el mundo se levantaba y llevaban sus platos al fuego en el centro del pabellón. Me pregunté si irían por el postre.
-Ven -me indicó Selene.
Al acercarme, vi que todos tiraban parte de su comida al fuego: la fresa más hermosa, el trozo de carne más jugoso, el rollito más crujiente y con más mantequilla.
Selene me murmuró al oído:
-Quemamos ofrendas para los dioses. Les gusta el olor.
-Estás de broma.- escuche decir a Percy.
—¿El "olor"?— dijo Reyna, confundida.
—Huele muy bien cuando le prestas atención.— asintió Hestia.
Pero la mirada de Selene me advirtió que no era ninguna broma, pero no pude evitar preguntarme por qué a un ser inmortal y todopoderoso le gustaba el olor de la comida abrasada.
Luke se acercó al fuego, inclinó la cabeza y arrojó un gordo racimo de uvas negras.
-Hermes -dijo.
Selene fue la siguiente. Murmuro algo pero no alcancé escuchar que.
Yo era la siguiente.
Ojalá hubiera sabido qué nombre de dios pronunciar. Al final, opté por una petición silenciosa: « Quienquiera que seas, dímelo. Por favor». Me incliné y eché una gruesa rodaja de jamón al fuego, afortunadamente no me asfixié con el denso humo que desprendía la hoguera.
—Yo pedí lo mismo.— le susurro su hermano.
Leah le sonrió.
No olía en absoluto a comida quemada, sino a chocolate caliente, bizcocho recién hecho, hamburguesas a la parrilla y flores silvestres, y otras cosas deliciosas que no deberían haber combinado bien, pero que sin embargo lo hacían. Casi llegué a creer que los dioses podían alimentarse de aquel humo.
—Hay algunos lo bastante idiotas para intentarlo.— bufo Hera.
A juzgar por la expresión indignada de Apollo y Hermès, era evidente a quienes se refería.
—¡Eso huele riquísimo! ¡Y ellos lo comen todo los días!— refunfuño Apollo.— No nos pueden culpar por intentarlo.
Lea soltó una risita, aunque no fue la única. La mayoría de los semidioses griegos miraban al dios con diversión. Los Romanos sin embargo no entendían que hacia un dios todo poderoso preocupándose por algo como la comida.
Cuando todo el mundo regresó a sus asientos y hubo terminado su comida, Quiron volvió a cocear el suelo para llamar nuestra atención.
El señor D se levantó con un gran suspiro.
-Si, supongo que es mejor que os salude a todos, mocosos. Bueno, hola. Nuestro director de actividades, Quirón, dice que el próximo capturar la bandera es el viernes. De momento, los laureles están en poder de la cabaña cinco.
En la mesa de Ares se alzaron vítores amenazadores.
-Personalmente-prosiguió el señor D-, no podría importarme menos, pero os felicito. También debería deciros que hoy han llegado dos nuevos campistas. Peter y Nia Johnson.
—¿Que?— murmuraron varios.
—Seis años conviviendo y aún finge no saber nuestros nombres.— Percy rodó los ojos.
-Quirón se inclinó y le murmuró algo-Esto. Percy y Leah Jackson- se corrigió el señor D- Pues muy bien. Hurra y todo eso. Ahora podéis sentaros alrededor de vuestra tonta hoguera de campamento. Venga.
Todo el mundo vitoreó. Nos dirigimos al anfiteatro, donde la cabaña de Apolo dirigió el coro. Cantamos canciones de campamento sobre los dioses, comimos bocadillos de galleta, chocolate y malvaviscos y bromeamos, y lo más curioso fue que ya no me pareció que estuvieran todos mirándome. Me sentí en casa.
Los griegos sonrieron.
Más tarde, por la noche, cuando las chispas de la hoguera ascendían hacia un cielo estrellado, la caracola volvió a sonar y todos regresamos en fila a las cabañas. No me di cuenta de lo cansada que estaba hasta que me derrumbé en el saco de dormir prestado, junto a mi hermano.
Mis dedos se cerraron alrededor del cuerno del Minotauro. Pensé en mi madre, pero sólo tuve buenos pensamientos: su sonrisa, las historias que leía antes de irme a la cama cuando era pequeña, la manera en que me decía que no dejara que me picaran los mosquitos.
Los que conocían a Sally sonrieron.
Cuando al final cerré los ojos, me dormí al instante.
Ese fue nuestro primer día en el Campamento Mestizo.
Ojalá hubiera sabido qué poco iba a disfrutar de mi nuevo hogar.
—Todo estaba yendo demasiado bien.— suspiro Poseidón.
—Aquí acaba el capítulo.— dijo el hijo de Atenea.
—Bien.— sonrió Hestia.— Hora de cenar.
Agitó una mano y una enorme mesa apareció. Todos se levantaron y se sentaron en su respectivos lugares, no por cabaña ni por corte, si no, que cada uno se sentó donde estuviera más a gusto. Los dioses se dispersaron, algunos rumbo a sus palacios, otros a hablar entre sí.
—Cuando terminen de comer, diríjanse al templo de su padre divino. Los que no tengan aquí a su padre divino se pueden quedar con migo.— dijo la Diosa.
Orion se levantó y fue directo a hablar con Artemisa, al igual que Atenea y Zeus que se enfrascaron en una conversación sobre la cosa perdida. Los semidioses siguieron comiendo sin prestarles atención.
—Oigan miren esto.— dijo Leo. Había sacado un pequeño aparato con forma de carrito que tenía una especie de pantalla en la parte superior. Y se los estaba enseñando a su amigos.
—¿Que es eso Leo?— preguntó Jason.
—Bueno, se me ocurrió que como tenemos la oportunidad de estar en el Olimpo pero pasaremos la mayor parte del tiempo en la lectura, esto nos enseñará el Olimpo.
—¿Nos enseñará el Olimpo?— preguntó Selene.
—Dejare que recorra todo el Olimpo por la noche y mañana veremos la grabación.— explicó Leo.— Soy un genio.— sonrió.
Sus amigos compartieron una mirada.— De acuerdo.
Y siguieron comiendo tranquilos.
Cuando todos hubieron terminado se fueron al palacio de su progenitor o en el caso de Reyna con Hestia. Orion tuvo una crisis interna, no sabía si ir con Artemisa o con Poseidón y después de la charla que el y Artemisa habían tenido le apetecía hablar con su… hija. Todavía le costaba aceptarlo. Finalmente tras una breve mirada de Artemisa en la que claramente se leía un "espera a que yo hablé con ella primero" se dispuso a irse con su padre.
Thalía se fue al templo de Artemisa, lo que entristeció un poco a Jason, pero al menos tenía a Perseo para hablar… por que Hércules no les prestaba la más mínima atención, como si no estuvieran.
Los Romanos se fueron con las versiones griegas de su padres divinos y otros acompañaron al Reyna con Hestia.
Una vez entrada la noche y cuando todos estuvieron en sus camas el silencio abrazó el Olimpo. No se oían a nadie hablando, ni a criaturas caminando por ahí, todo estaba tranquilo… excepto por el.
El no entendía que diablos era esa cosa. Estaba cumpliendo con su trabajo la primera vez que lo vio, sentado en su carpa dando el informe del día cuando un especié de aparato se deslizó entre los árboles.
Actuó por impulso, se escondió programando el código de intrusos. Esa tarde había cometido un error al chocar contra un árbol mientras vigilaba, tal vez alguien lo había seguido y quería respuestas. Respuestas que el no podía dar en ese momento. Así que ocultándose lo vio recorrer todo el Olimpo, con una luz que prendía y apagaba cada segundo. ¿Que diantres era esa cosa? La vigiló por un rato pero pronto se dio cuenta que no traería problemas, parecía una especie de cámara… si, debía ser obra del el.
Una vez estuvo seguro que el aparato andante no lo descubriría terminó de grabar el informe de ese día, el primer día, esperaba que los demás sean tan tranquilos como ese. Pero estaba preparado para los que sea, esta era una misión importante y si quería volver y salvarlos, todo debía salir bien. Suspiro y se acosto, esperando el nuevo día.
*
¡Hola! ¿Qué tal? Gracia por leer la historia, me hace querer seguir escribiendo esta inesperada aventura.
