PROBABLEMENTE SE VUELVA A MENCIONAR ALGO QUE YA HE ESCRITO ANTERIORMENTE, LA VERDAD A VECES SE ME OLVIDA LO QUE YA HE ESCRITO Y CUANDO VUELVO A REVISAR NOTO QUE YA ESTABA MENCIONADO. PERO BUENO. QUEDA TAN BIEN EN LA PARTE DONDE ESTÁ, ASÍ QUE NO LO CAMBIÉ
ESPERO DISFRUTEN ESTE CAPÍTULO Y DÍGANME QUÉ LES PARECE LA HISTORIA.
MUCHAS VECES HE LEÍDO FANFICS DONDE PIERDEN LA MEMORIA Y REGINA ESTÁ EMBARAZADA, Y EN TODAS ESAS ES SIEMPRE DAVID EL QUE PIERDE LA MEMORIA ALEJÁNDOSE DE ELLA Y TRATÁNDOLA DE LA PEOR FORMA. PERO, COMO MI QUERIDÍSIMA HeraHH ME HA DICHO, ES NUEVO VER A REGINA SER LA DESMEMORIADA Y AL MISMO TIEMPO EMBARAZADA.
DISFRUTEN~~~
Capítulo 3
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Una semana. Había pasado una semana sin noticias de su reina y ya no sabía bien donde ir, el único lugar que sabía Regina se sentía segura, era en su casa, en la bóveda, y en sus brazos, como le había confesado hacía casi un mes atrás, cuando tuvo una pesadilla que involucraba a Henry, el bebé y a él.
No supo en qué momento había llegado al muelle cuando el olor y la brisa del mar golpearon su rostro. El día era nublado y parecía que se pondría a llover en cualquier momento.
No pudo evitar pensar en el día que se besaron por primera vez. En ese momento no supo qué le había pasado, en un momento estaban hablando (no tan tranquilamente) y de la nada él se había inclinado, capturando su cabeza en sus manos para levantar su rostro y unir sus labios a los suyos, le había robado un gemido sorpresivo y su pecho se había hinchado de orgullo, pero duró tan poco; así como había venido, así de rápido se había ido el momento cuando ella con todas sus fuerzas lo había alejado mirándolo asombrada y pidiendo una explicación, él no tenía una y ella simplemente se alejó llamándolo pastor idiota. Horas después la volvería a ver en el hospital, fuera de la habitación donde estaban atendiendo a un herido Whale, y por más que él quería pensar que ella no había sido, su largo prontuario lo hizo dudar y lanzar el primer comentario mordaz que se asomó en su mente, y la había herido, lo supo al ver sus ojitos tristes, y aun cuando ella hablaba de su bodega llena de corazones que había arrancado, una parte de él estaba aterrada y la otra solo quería volver a besarla.
Pero nunca volvió a hacerlo, después de lo ocurrido con Daniel ella se había cerrado a él. Le ayudó a traer a su esposa e hija, pero no volvió a dejar que él se acercara demasiado, jamás se quedaba en una habitación a solas con él y él se tuvo que conformar con verla desde lejos. En ese entonces aun no daba cuenta que su corazón ya le pertenecía al completo.
El terror que lo envolvió cuando la secuestraron, cuando la vio ahí recostada sobre esa mesa con cables en su cuerpo, no sabía si estaba viva y la furia lo consumió contra ese hombre que la había lastimado, logró darle un tiro en la pierna dejando un rastro de sangre por donde había escapado para que luego Ruby lo encontrara, a él y a Tamara.
La tuvo aquella vez entre sus brazos, tan liviana, tan pequeña y frágil, que se juró a si mismo que nunca dejaría que le pasara nada malo, y había fallado… su preciosa reina había sido atacada y él no pudo protegerla, por poco casi pierden a su bebé y ahora estaba desaparecida.
Se limpió las lágrimas que no sabía en que momento habían comenzado a resbalar de sus ojos debería estar buscándola hasta por debajo de las rocas y no aquí mirando el inquieto mar antes de una tormenta.
Una tormenta… con un clima igual a este fue que comenzó su relación con Regina…
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Iba de camino hacia su camioneta luego de un recorrido por las fronteras del pueblo en las profundidades del bosque, últimamente buscaba cualquier escusa para alejarse del apartamento, sus discusiones con Snow cada vez eran más fuertes. Solo la noche anterior ella le había exigido que volvieran a ser como eran antes, pero él no podía, él ya no era el mismo, él ya no la amaba de la misma manera y ya no encontraba la forma de decírselo sin herirla a ella, a Emma e incluso a Henry.
Algo llamó su atención y fue cuando la vio, iba caminando por uno de los senderos de la zona noroeste a una distancia más lejana pero aun a lo lejos pudo distinguirla, era ella, su postura era diferente e incluso su ropa, pero aun así la distinguiría donde fuera. Regina Mills sobresalía ente mil personas. No es que la siguiera para vigilar que no tuviera planes malvados, él sabía mejor que nadie que Regina estaba haciendo lo mejor que podía para redimirse, ni siquiera usaba magia. Sólo la seguía por curiosidad y por si había alguna posibilidad de hablar con ella a solas. Se asombró de la increíble agilidad de la mujer para subir el sendero, él ya jadeaba del cansancio y le dolían las pantorrillas y muslos.
De pronto la vio detenerse y voltearse. Él no fue tan rápido y quedó petrificado como idiota a varios metros lejos sin lograr esconderse.
-¿Me estás siguiendo pastor?-. No sonaba enfadada, tampoco nerviosa, simplemente… confundida. Nadie del pueblo se adentraba tan lejos en el bosque, menos en la montaña.
David caminó los metros que le faltaban para alcanzarla, una pequeña subida que lo dejó jadeando y sosteniéndose de sus rodillas para recuperar el aliento, no se perdió la sonrisita burlona en el rostro de Regina cuando se volvió a levantar.
-No… yo solo tenía… curiosidad ¿Qué haces tan lejos del pueblo?-. No entendía por qué de pronto le parecía diferente de la ultima vez que la había tenido de frente tan cerca.
-Supuse que era obvio lo que hacía-. Lo vio enarcar una ceja y ella soltó un suspiro –Camino, hago senderismo ¿Qué no es obvio?-. Dijo extendiendo sus brazos para señalar la montaña, el camino, su ropa y el bosque completo -¿Qué, creíste que le iba a lanzar algún tipo de maldición al pueblo?
-No-. Respondió rápidamente –Solo tuve curiosidad-. Observó nuevamente su ropa, escaneando su cuerpo de arriba a bajo y devuelta, cuando notó sus zapatillas deportivas y entonces entendió lo que antes le había parecido distinto, se veía un poco más bajita y encontró que le gustaba tanto verla llevar tacones, como verla sin ellos.
Regina le vio sondear su cuerpo con curiosidad y centrarse en sus zapatos. Mierda. Nunca nadie, además de Henry la había visto tan informal llevando Leggins de lycra y un top deportivo debajo de su chaqueta que la cubría del frío. Ella era Regina Mills y nunca se cohibía con ninguna mirada, pero la forma en que David la observaba ahora la tenía con un cosquilleo extraño en el estómago y evitando mirarlo a los ojos.
-¿De donde venías de todas formas?-. le preguntó para desviar su atención de su vestimenta.
-Revisaba las fronteras alrededor del pueblo-. Ella le miró como si no le creyera, pero no dijo nada –¿A donde lleva este sendero?-. Preguntó mirando el camino más allá de ella.
-Hay un claro como a medio kilometro, con un mirador donde se ve todo Storybrooke-. Con sorpresa vio a David rodearla y seguir el camino -¿Dónde vas?
-Quiero ir al mirador-. Dijo deteniéndose para mirarla, pero ella solo le miraba extrañada –¿No quieres seguir caminando? Te puedo llevar en mi espalda si no quieres-. No pudo evitar mirar sus finas piernas e imaginárselas envolviendo su cintura.
-No necesito que me carguen, por lo que vi hace rato tengo más resistencia que tú-. Caminó pasándolo, mientras se quitaba la pequeña mochila que llevaba en la espalda, dándole una botella de agua –Ten… siempre traigo una de repuesto.
-¿Siempre vienes por aquí?-. Le preguntó, mientras la veía caminar delante de él, evitando no quedarse mirando el infartarte trasero que poseía.
-Casi-. Fue lo único que dijo y siguió caminando, hasta que llegaron al claro que había dicho.
Había un rio cerca y varias bancas para sentarse, Regina le señaló hacia una esquina y ahí estaban un par de prismáticos para miradores, se acercó y echó una mirada, era cierto, se veía todo el pueblo desde allí. Cuando se volteo nuevamente, vio a Regina sentada mirando hacia el rio, parecía pensativa y él quiso preguntarle que pasaba por su cabeza, pero una pequeña gota en su rostro lo detuvo, de esa le siguió otra y luego otra, pronto la lluvia caía constante sobre ellos. No había donde cubrirse y Regina no se movía, como si no le importara la lluvia y tenía su mano extendida observando como le caían las gotas en su palma.
-Regina… debemos irnos-. Le dijo arrodillándose frente a ella y cogiendo sus manos, cuando enfocó su vista en la suya ella le sonrió levemente.
-Pareces un pollito mojado-. David la miró sorprendido, bromeaba con su apariencia y ella estaba igual de mojada que él –No podremos bajar-. Miró hacia el camino por donde habían llegado –No, si quieres bajar rodando y lleno de barro.
-¿Qué hacemos entonces?-. Ella se levantó del asiento, aún llevaba su mochila en la espalda y se colocó la capucha de la chaqueta sobre su cabeza.
-Hay una cabaña aquí cerca-. Comenzó a caminar rápidamente con David siguiéndola, solo tardaron alrededor de cinco minutos en encontrarla y David pudo ver que ella abría la puerta con una llave.
-¿Este lugar es tuyo?-. Preguntó nada más entrar el rubio quitándose las botas llenas de barro y la chaqueta junto a su camisa mojadas, quedándose solo con su camiseta interior. Aunque prácticamente toda su ropa estaba empapada.
-Venía con la maldición… hay varias repartidas por todo el bosque-. Respondió nada más, evitando mirar al rubio mientras este se desvestía.
-Es bonita-. Dijo el rubio mirando el pequeño, pero acogedor lugar.
Era bastante simple, algo que francamente no esperaba de la reina. Tenía una pequeña chimenea con algo de leña, dos sillones para adultos y un pequeño sillón azul de niño, de Henry asumió sonriendo. Había un baúl medio abierto repleto de juguetes por lo que alcanzaba a ver, una mesita con dos sillas junto a la cocina y hacia el fondo había una gran cama. Había una puerta que él supuso era el baño. Todo estaba limpio, como si siempre hubiera alguien.
-A Henry le encantaba venir aquí-. Dejó salir ella en un susurro bajo que el rubio alcanzó a oír, ella tenía la mirada perdida mientras recordaba los buenos momentos pasados en esa cabaña,
David se acercó para ayudarle a quitarse la ropa mojada, su cabello y su chaqueta chorreaban. Llevó sus manos al cierre y lo bajó, notando entonces que Regina llevaba un top que dejaba la mitad de su abdomen al descubierto.
-¿Qué haces?-. No había notado que se le había acercado hasta que sintió que le abría la chaqueta. Se le quedó mirando por medio minuto y luego no pudo frenarse, fue ella quien lo besó esta vez, David aceptó rápidamente el beso atrayéndola con sus manos en su chaqueta hacia su cuerpo, sus manos errantes le envolvieron la cintura, estaban frías y le hicieron soltar un gritito despertándola haciendo que se separara de él –Yo… lo siento.
-No, no te escapes otra vez, quieres esto tanto como yo-. Suplicó él. No estaba dispuesto a soltarla y la atrajo nuevamente a un beso, mordió su labio inferior y coló su lengua en su cálida boca. Ella gimió cuando su lengua tocó la suya y dejó de pensar, lanzó las preocupaciones al viento y se abrazó a su cuello volviendo el beso más pasional.
Rápidamente su chaqueta quedó tirada en el suelo de la entrada como lo habían hecho sus zapatillas anteriormente. El rubio la hizo caminar hacia atrás hasta presionarla contra la pared de la pequeña cabaña, el choque la hizo gemir llevando el sonido directo a la entrepierna del rubio, Regina llevó sus manos al borde inferior de su camiseta quitándosela dejando su pecho y abdomen cincelado a su vista, le tocó tan suavemente el pecho que David no se hubiera dado cuenta si no la hubiera estado mirando. Ella le dio una sonrisa lujuriosa antes de volver a besarlo; las grandes manos de David la aferraron del trasero acercándola más, una de ellas dejó su trasero para ir a sus pechos cubriendo uno completamente antes de comenzar a jugar con el pezón a través de la tela. No había hecho mucho y ella ya lo quería dentro, moría por sentir como la llenaba y con eso en mente llevó sus manos al cinturón del pantalón de David, desabrochándolos rápidamente coló su mano dentro y lo sintió, estaba duro contra su palma y se sentía grande, le acarició así escuchándolo gemir y morder levemente su cuello.
-Quiero que me folles, encantador-. Le susurró al oído al tiempo que le quitaba completamente los pantalones, dejándolos caer en un charco mojado y llenos de barro en el suelo.
-No es justo-. Susurró con dificultad el rubio –Aún estás vestida.
-Remédialo-. Le retó.
Con una sonrisa el rubio comenzó a hacerlo, le besó la mandíbula y fue bajando poco a poco por su cuello, escote, sobre su estomago donde dejó un par de mordiscos y quedó hincado frente a su ombligo, sus manos recorrieron sus piernas en descenso hacia sus pies quitándole ambas calcetas, levantó uno de sus delicados pies y le besó el dorso haciéndola suspirar, dejó ese en el suelo y levantó el otro haciendo exactamente lo mismo, mirándola desde donde estaba para ver a Regina con los ojos oscurecidos de lujuria observando atenta sus movimientos. Llevó sus manos la cinturilla de los leggins, por mucho que le gustara verla con ellos puestos ahora la quería desnuda, los bajó suavemente y casi se ahoga con su propia saliva al ver que Regina no llevaba ropa interior, volvió a mirarla y ella le sonreía divertida, pero la sonrisa se le cambio rápidamente por una mueca de gozo cuando el rubio cubrió su sexo con su lengua, le quitó los leggins lanzándolos sobre su hombro y le abrió más las piernas disfrutando del manjar de dioses que le estaban ofreciendo, sabia exquisito y deseó probarlo siempre.
-Oh dios… sí…-. Gimió la morena cuando David la penetró con un dedo.
Se sentía estrecha, húmeda y muy caliente, bombeó su dedo varias veces dentro y fuera mientras su lengua se encargaba de torturar a su clítoris, incluyó un segundo dedo y la sintió temblar, sus gemidos en aumento, sus manos aferrándose de sus cabellos y sus caderas ondulando contra él le anunciaron que estaba cerca del orgasmo, levantó una de sus piernas sujetándola sobre su hombro derecho cambiando el Angulo de penetración de sus dedos y fue cuando lo encontró, el dulce punto dentro de ella que la tenía gritando de placer.
-¡Ah!¡Si!¡Ahí!. No pares… no pares por favor David.
Un par de bombeos más y ella se deshacía en éxtasis, viniéndose con fuerza apresando sus dedos. Bajó la pierna de su hombro sujetándola de las caderas para que no cayera, se levantó y la observó abrir sus hermosos ojos aun nublados por el exquisito orgasmo que acababa de tener. Ella sonrió y capturó su boca con la suya, gimiendo al saborearse a si misma en sus labios.
-Vaya talento oculto-. Dijo jadeando mientras se sostenía de sus brazos, había sido un orgasmo arrasador y sus piernas aun temblaban gracias ello.
-Tengo tantos talentos para mostrarle majestad-. Le dijo seductor, llevando sus manos debajo del top para cubrir sus pechos y jugar con sus pezones, Regina llevó las suyas para quitarle los boxers que lo medio cubrían aun y dejó su imponente erección a la vista, no pasó desapercibido para él cuando ella se mordió el labio dubitativa, esperaba que no se estuviera arrepintiendo justo ahora, para desviar su atención procedió a quitar el top y dejar su preciosos pechos a su vista, el simple hecho de tenerlos ahí, tan cerca y tan a su alcance lo hicieron endurecerse aun más. Llevaba tanto tiempo soñando con tenerlos en sus manos, con acariciarla, besarla y llevarla al éxtasis infinito. No volvería a desaprovechar su oportunidad.
Casi se golpea al darse cuenta que como David Nolan de Storybrooke la había rechazado, cuando en su vida anterior en el bosque encantado se recriminaba una y otra vez por haber hecho exactamente lo mismo en aquella celda. Sí, llevaba tiempo de haberse dado cuenta que se estaba enamorando de Regina Mills, siempre había sentido atracción por ella como la reina malvada; el conocerla como la alcaldesa y luego solo Regina, la mujer que luchó contra él por defender a su prometido, la que ponía la felicidad de su hijo por sobre la suya misma terminó por abrirle los ojos. No podía decidir qué le gustaba más, su faceta de reina sexy de temperamento fuerte, la alcaldesa caliente de lengua afilada e inteligente o su faceta de madre amorosa y afectuosa.
No, Regina; le gustaba Solo Regina y ella era todo eso y más. Quería descubrir cada faceta de ella y admirarse con cada una de ellas como lo había hecho hasta ahora.
Llevó ambas manos hasta sus glúteos y la levantó contra él, presionando su erección contra su centro cuando ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, se tomó un momento para estabilizarse ante la sensación y luego la llevó hasta la cama, dejándose caer sobre el colchón con ella aun aferrada a él.
Regina se inclinó para besarlo y comenzó a repartir besos por su mandíbula y de ahí trazó un camino hacia el lóbulo, pasando por su cuello, donde volvió a subir lamiendo desde la clavícula hasta detrás de su oreja haciéndolo sisear y mecer sus caderas involuntariamente, Regina gimió su nombre, lo necesitaba dentro, profundamente dentro suyo y se lo hizo saber. El rubio guió la punta de su miembro contra su entrada, y ella le besó profundamente disfrutando de como la llenaba centímetro a centímetro. David se adentró despacio, saboreando el estar penetrando su ardiente interior y no se detuvo hasta estar enterrado completamente hasta la empuñadura, soltando un gemido unísono cuando finalmente sus caderas se encontraron.
Se quedó quieto un momento simplemente disfrutando de las hermosas facciones de su rostro y empapándose de su belleza, tan preciosa que seguro era ilegal. Se retiró suavemente para volver a adentrarse en su calor –Te sientes tan bien-. Susurró mirándola con ojos llenos de adoración, y aceleró sus movimientos. Poco tiempo después ambos gemían abiertamente mientras se movían juntos encontrándose en cada embestida. David sostuvo su peso en sus rodillas, y llevó ambas piernas de Regina sobre su hombro izquierdo, manteniéndolas juntas mientras la follaba duro, como ella le había exigido. Estaba amando como nada complacerla, cumpliendo con cada uno de sus pedidos.
Las paredes alrededor de su miembro comenzaron a cerrarse, amenazando con llevarlo con ella en el inminente orgasmo que se avecinaba y ansiaba como nada sentirla venirse nuevamente, él ya estaba cerca y quería dejarse ir junto a ella, se distrajo por un momento y luego era él el que estaba debajo y Regina con ambas piernas a sus costados montándolo de una manera abrumadora, llevó sus manos a su increíble trasero, apretando y azotando sus divinas nalgas, ella apoyó su peso con sus manos en su pecho mientras lo montaba con fuerza y rapidez y gritando abiertamente su orgasmo arrastrando al abismo a David quien terminó por derramarse profundamente en su interior. Mientras fuera de aquella cabaña la lluvia y los relámpagos no daban tregua, siendo los únicos testigos de aquella íntima entrega.
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Aquella había sido la primera vez. Lograron salir de ahí al día siguiente y David ya no tenía dudas de que su matrimonio ya no tenía remedio. Se separó de la princesa y buscó su propio sitio para vivir. Después de todo, en Storybrooke su matrimonio del bosque encantado no era válido, por lo que no había papeles de divorcio que firmar ni tampoco nada que registraran que ellos estuvieran casados.
Para su sorpresa Emma no se molestó ni le reprochó el que no intentara con más fuerzas remediar su situación con su madre, de hacho había dicho algo sobre no aguantar sus discusiones y que su separación era mejor para todos, que había sido testigo de su intento, pero que realmente había notado que el amor que seguramente compartieron en su momento ya no era el mismo. No estaba de parte de ninguno de los dos y a la vez los apoyaba a ambos, incluso para ella era difícil de tratar con Snow desde hacía un buen tiempo.
A Snow le costó aceptarlo. Salió con que ellos eran amores verdaderos y que separarse no era lo correcto, que no sería bueno para el pueblo, que ellos esperaban que sus líderes fueran el ejemplo a seguir. Pero al final lo entendió, o al meno eso pareció hasta que Regina y él hicieron publica su relación. Parecía incomoda con el hecho de que estuvieran juntos. Pero asumiendo que era porque solo habían pasado un par de meses desde que se separaron, lo vio como normal, pero incluso hasta el día de hoy un año después, tenía la sensación de que ella aun no se resignaba.
A Henry le dolió el hecho de que su adorada pareja de cuentos de hadas se hubiera roto. Pero David le había explicado con éxito, que ellos también eran humanos y no los perfectos personajes de sus libros.
Tendría que pasar alrededor de un mes para ver a Regina nuevamente en esos días, a pesar de que la estuvo buscando, no la encontró y supo entonces que ella lo estaba evitando, pero no renunció a tener la oportunidad de una relación con ella. Hasta que lo logró, y anduvieron clandestinamente por un tiempo, a petición de Regina que no quería que Henry la culpara de ser la razón de su separación con Snow. Pero cuando se lo contaron al fin, el niño solo sonrió, les dijo que no era tan tonto como pensaban y ellos no eran muy buenos para disimular.
Y luego se enteraron que esperaban un bebé. Regina no se lo creía, tenía miles de test caseros mostrando un positivo y ella seguía diciendo que era imposible, le contó sobre la poción que había bebido hace años y que la única forma de revertirlo ya no existía. Era un tipo de poción que no podía romperse ni con amor verdadero le había dicho y él recordó el caso de Frederick y Abigail, solo funcionó el agua del lago Nostros, y fue entonces que le preguntó si acaso la única forma de haberlo revertido era con esa agua, y ella solo asintió. Se había secado cuando él mató a la sirena.
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-Espera… Henry dijo que habías absorbido el hechizo que Gold puso en el pozo….
-Si… ¿eso que tiene que ver?
-También dijo que había como… explotado lanzándote hacia un árbol y el agua te había mojado.
-Casi me ahoga, si… espera crees que…
-Emma dijo que tu madre había abierto el portal extrayendo el agua del lago… y si esa agua se hubiera juntado con la del pozo en el momento de abrirse el portal, acabas de decirlo casi te ahoga, bebiste de esa agua y ahora estás embarazada-. Le dijo como si fuera contar una más uno.
-En el caso hipotético de que así fuera… ¿sabes que esa sería una posibilidad de 1 en 1000?-. No quería creerlo, porque si lo creía y al final no era cierto solo quedaría con el vacío inmenso que siempre había sentido luego de beber esa poción.
-¿Hay alguna forma de confirmar el embarazo aparte del examen de sangre que no quieres hacerte?
-Si… pero le prometí a Henry no volver a usar magia-. Contestó cruzada de brazos. David sonrió enternecido, sabía que ella tenía miedo de encontrar un resultado negativo, pero ahí estaba él para alejar sus miedos.
-Estoy seguro que no se molestará por usar solo un poquito-. Se acercó colocando sus manos en sus brazos y acariciarle –Saldremos de la duda, y en caso de que no lo estés, buscar una razón de porqué estás enferma-. Besó su frente y le abrazó colocando su cabeza sobre la suya –Cualquiera sea el resultado no te estas deshaciendo de mi majestad. No hay forma en que me aleje de ti.
Y había dado positivo, claro que sí. Regina era la más emocionada con este embarazo, en el momento en que vio el pequeño frasco donde se hacia la prueba mágica cambiar a un color violeta, soltó una risita emocionada y nerviosa, se había abrazado a él derramando lágrimas de felicidad mientras decía: 1 en 1000.
Recordaba el día después de confirmarlo y la emoción de ella al imaginarse como sería el bebé.
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Regina había sido elegida por una inmensa mayoría de votos del pueblo para volver a ser la alcaldesa. No había otra persona más calificada que pudiera administrar tan bien el pueblo como lo había hecho ella, y todo el mundo estaba de acuerdo con que era la única que podía estar en ese puesto.
Pero ella acababa de entrar al sexto meses de embarazo y David por nada del mundo quería que se sobre cargara con trabajo, por lo que habían quedado de acuerdo en que él iría a buscarla para traerla de regreso a casa a una hora prudente.
Pero Regina estaba cansada de tanto leer y le había dado hambre antes de tiempo, por lo que decidió darle una sorpresa y llegar antes a casa. Pasó por Granny's y comprar la cena, no tenía ganas de cocinar y las inmensas ganas de comer patatas fritas pudo con ella. Un placer culpable que pocas veces de daba. Al entrar a casa no lo encontró, hasta que llegó a su dormitorio y ahí estaba… tan guapo, dormidito y acurrucado como un pequeño niño gigante. Con una sonrisita enternecida se acercó, sentándose a su lado.
-Hey, Ricitos de oro… despierta, estás en mi lugar-. Le susurró y él abrió sus ojos. Dios eran tan hermosos –Espero no te hayas comido mi avena.
-No me gusta la avena-. Respondió él con voz ronca saliendo de la bruma del sueño notando que realmente estaba ahí.
-Es que no has probado mis galletas.
-Creo recordar haberme comido tu leche y tus galletas-. Comentó con picardía logrado sonrojarla. –¿Me he quedado dormido?-. Preguntó asustado mirando el reloj despertador sobre la mesita de noche.
Regina soltó una risita negando con su cabeza y llevando una de sus pequeñas manos a su rostro –No, salí antes. Tenía hambre-. Confesó con las mejillas levemente sonrosadas.
-El bebé está haciendo de las suyas-. Puntualizó el rubio –¿De quien habrá sacado lo mandón?-. Dijo como broma, claramente diciendo que era así por ella.
-¿Mandón?
-O mandona. Bueno, exigente. Aunque bueno, también es mío y claramente tiene mi apetito-. Llevó su mano a su barriguita. Hace poco habían comenzado a sentir sus pataditas y simplemente no podía mantener sus manos alejadas, le encantaba sentirle moverse. –¿Haz hecho que mamá trabajara tranquila o estuviste jugado con ella?-. Preguntó muy cerca de la pancita, logrando sentir una patadita en respuesta. Siempre estaba en movimiento según Regina, pero cuando él le hablaba siempre le pateaba en respuesta.
-¿Tú que crees?-. Le sonrió Regina, sosteniendo su peso sobre el cuerpo del rubio, así de lado como había estado sentada. Amaba verlo hablar con el bebé a través de su pancita, como si solo fueran ellos contándose confidencias. -¿Cómo estuvo tu día?
-Agotador-. Sonrió el rubio, no creí que esa cuna fuera tan pesada-. Había estado sacando los muebles antiguos de Henry para la habitación del bebé. Era una cuna hermosa, como Regina le había indicado, pero nunca pensó que fuera de hecho tan pesada -¿Cómo lograste guardarla en sótano?
-Contraté a los enanos para que lo hicieran-. Dijo con una risita –Creí que eras fuerte y que podías tú solo-. Le devolvió las palabras que él había dicho hace unos días cuando ella le sugirió pidiera ayuda.
-Soy fuerte, pero subir dos escaleras tres veces con una cuna desarmada que pesa un montón… casi se puede comparar con subir esa montaña.
-Definitivamente estar dormido por veintiocho años influenció en tu poca resistencia.
-Estarás de acuerdo conmigo en que mi resistencia aquí misma es más que buena-. Dijo con picardía señalando la cama, y la vio morderse el labio.
-Bastante buena-. Concedió ella -Espero puedas armarla firmemente, porque no estaré poniendo al bebé a dormir ahí si no es así-. Se inclinó a besarlo, compartiendo un suspiro al hacerlo.
-A su orden majestad-. Sonrió mientras la jalaba a otro beso más profundo que el anterior –¿Cómo te imaginas que será?-. Preguntó nada más separarse.
-Mm… perfecto-. Sonrió emocionada acariciando su pancita –Cada que pienso qué será no me imagino si es niño o niña, solo imagino que es perfecto y es nuestro.
-Igual de lindo que tú, una perfecta y preciosa mini Regina imagino yo-. Colocó su mano sobre la suya y le encantó el brillo que iluminaban sus preciosos ojos que lo volvían loco. –Y si es niño también será igual a ti, todo ojitos chocolate y cabellito negro.
-¿Y si es un pequeño rubio?-. La sonrisa en su rostro no se borraba con la imagen mental de su pequeño bebé.
-No,no, cabellito negro. Ya te digo yo, niño o niña será igual a ti-. La vio hacer un mohín con sus labios fingiendo tristeza.
-Yo quiero un pequeño Charming de ojitos azules.
-Charmingcito o Charmingcita, será igual a mami-. Besó su nariz haciéndola reír suavemente –Pero con ojitos chocolate y cabellito rubio suena igual de perfecto.
-Vamos a comer, tenemos hambre-. Ella se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta cuando lo sintió ponerse de pie y abrazarla por detrás, sus manos en su pancita y su rostro en su cuello la hicieron soltar un suspiro enamorado. No podía estar más feliz.
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Los recuerdos de sus momentos juntos lo llenaban de nuevas fuerzas por encontrarla, pero también lo tenían al borde de la desesperación. Su bebé vendría en un par de semanas o incluso antes, y él no estaba con ellos. Llegar cada día a casa y encontrarla bacía lo estaba volviendo loco por lo que no estaba durmiendo, comiendo poco y caminando tanto por el bosque que su preciosa Regina estaría orgulloso de la resistencia que había conseguido en solo una semana.
Se limpio las lágrimas del rostro y se giró para volver a emprender la búsqueda de sus tesoros. No descansaría hasta volver a tenerlos entres sus brazos.
