NOTA: SI EL TEXTO ESTÁ EN CURSIVA ES PORQUE ES UN RECUERDO O SUEÑO.

SOLO ESO. DISFRUTEN.


Capítulo 4

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No lo entendía, no concebía la idea de haber despertado un día en un lugar diferente, con una panza enorme en la que cargaba un pequeño parásito dentro que la volvía loca por siempre estar en movimiento.

Casi no la dejaba tranquila, de día y de noche aquello estaba en constante movimiento. Y no la dejaba estar cómoda en aquella cama. La comida estaba comenzando a escasear, a pesar de que al fin había descubierto como funcionaba aquel aparato que la enfriaba.

Electricidad, funcionaba con electricidad. Pero no de aquellas iguales a los rayos que usaba Frankestein, esto era más sutil, pero seguramente igual de peligroso.

Ni loca se atrevió a meter los dedos en aquello donde iba el cordel que salía del "conservador de comida".

A parte del parásito que no la dejaba estar cómoda, los sueños que estaba comenzado a tener la tenían nerviosa. Soñaba cosas al azar con ese niño que decía ser su hijo. No lo entendía, simplemente no podía. Soñaba con él siendo más pequeño, entonces le llamaba mami, nombrándola la mejor madre del mundo y su corazón bombeaba feliz. Pero entonces aparecía más grande diciendo que la odiaba y ella despertaba llorando sin saber por qué. ¿Por qué ese niño actuaba de esa forma? ¿Por qué aquello le afectaba tanto? Ella era consiente que no sería una buena madre, no tuvo precisamente el mejor ejemplo, pero debió ser al menos un poco buena para que él le llamara la mejor madre del mundo ¿No? ¿Qué había pasado para que luego la odiara? ¿Por qué ahora la buscaba y decía que no le importaba que fuera mala? ¿por qué se convenció tan rápido con el pensamiento de que ese niño era su hijo?

En cuanto al pastor… no sabía qué pensar, él la besó cuando se había despertado y parecía realmente sincera su preocupación por ella. Pero era el príncipe de Snow, seguro fue una estrategia de esa maldita perra y él no tuvo reparos en meterse con ella y poner ese parásito dentro suyo, probablemente solo para manipularla. Pero nuevamente… ¿Cómo era posible el parásito?

Ah, tanto pensar la iba a volver loca.

Prefería concentrarse en vengarse de Snow y ya luego pensar en el parásito, pero ese niño… no podía quitarse a ese niño de la cabeza. Debía buscar una explicación y ¿qué mejor que preguntarle a él mismo? Llevaba esa semana espiándolos sin que ninguno se diera cuenta, ya sabía donde vivían y qué lugares frecuentaban. Podía fácilmente traerlo aquí sin que nadie lo notara. Pero en su estado, con el parásito dentro no era muy conveniente. Un golpe relativamente fuerte desde dentro de su panza le robó el aliento y llevó su mano ahí como acto reflejo, notando que se calmaban rápidamente sus movimientos. Debía esconder al parasito de todos en el pueblo si iba a actuar.

No sería la primera vez que se ocultara tras el hechizo de camuflaje, pero si sería la primera vez que ocultaría solo parte de su cuerpo. Un simple giro de su mano y se veía como recordaba, con su pequeña y estilizada cintura. El bulto del parásito bien oculto. Se conjuró el vestido que acentuaría mejor sus curvas falsas que un tiempo eran reales, se maquilló oscuramente con el simple hecho de querer verse intimidante para cualquiera, alargó su cabello como lo usaba en el bosque encantado, aunque no podía negar que el cabello corto le quedaba muy bien, pero necesitaba un intrincado peinado, que combinara con su estilo.

Estaba lista. Se vería aterradora para todos, aunque en realidad sin el hechizo de camuflaje y con esa panza no aterraría a nadie.

Ahora… Debía cambiar un poco la apariencia de ese lugar. Aquella cabaña no se veía precisamente como el lugar para una reina, y el niño sabría inmediatamente donde estaba si era lo bastante inteligente o hubiera visto o estado ahí antes. Otro giro de su mano y el lugar parecía ser una de las salas de su castillo oscuro, daba gracias nuevamente de seguir teniendo su magia, o no habría podido hacer nada y seguiría a merced de esos idiotas.

Llevaba siete días ahí, y había cambiado varías cosas de la cabaña, principalmente muebles al igual que ampliar el espacio interior de la misma, sin tener que modificar su estructura exterior, le gustaba lo alejado que estaba del bullicio que era el pueblo. En esos siete días, había hecho varios viajecitos al lugar simplemente para espiar los pasos de los tontos héroes. Si bien le parecía raro que la pareja encantadora discutiera tanto, no lo tomó mucho en cuenta hasta que descubrió que en realidad no vivían juntos. ¿Sería acaso que ya no estaban juntos y este be… parásito era del tonto pastor sin engaños de por medio? El simple pensamiento le parecía absurdo ¿En que tipo de sueño/pesadilla iba ella a quedar "parasitada" del amante de las ovejas? A menos que ella se hubiera acostado con él como una manera de vengarse de Snow y el parásito fuera algo no planeado. Pero incluso así, quedar parasitada no hubiera sido jamás posible, así que, o esto era un tonto y absurdo delirio o esos idiotas le hicieron esto a propósito.

Fuese como fuese el asunto. No estaba ni por un instante dispuesta a entregar al pequeño parásito de quien estaba sintiendo cada vez más apego. Era increíble la forma que tenía esa pequeña cosa para hacerle cambiar sus emociones de forma tan volátil, podía estar asustada o furiosa por el camino donde la llevaban sus pensamientos y un simple movimiento, una patadita y todo aquello se convertía en una ternura inexplicable, provocando a su corazón saltar emocionado y sus manos se movían inconscientemente hasta acariciar el bulto.

Suficiente pensar. Era hora de actuar y conseguir respuestas. Con eso en mente se teletransportó al lugar donde sabía el niño estaría. La primera vez que había visto el lugar pensó que era una broma, aquella edificación era muy similar a su palacio oscuro salvo que aquello era para que los niños jugaran. Aun así, las veces que lo había seguido hasta ahí el niño se quedaba un buen rato sentado solo en una de las bancas. Y esta vez no era la excepción, podía verlo desde donde estaba parada a unos metros a su espalda.

-Vaya, vaya, vaya…-. Su voz resonó en la quietud del bosque provocando que el niño brincara, una sonrisa creciente adornaba su rostro cuando se giró a verla, pero su expresión cambió radicalmente al verla ahí, vestida como la reina malvada con una sonrisa tenebrosa en su rostro -¿Qué… no vas a abrazar a mami?

-¿Qué es…?-. Sus ojos la escanearon, con una mezcla de asombro, curiosidad y miedo. La última emoción fue la más notoria cuando sus ojos llegaron y se quedaron fijos en su cintura -¿Y el bebé?-. Sus ojos se alzaron a los suyo en busca de una respuesta que no llegó -¿Ya nació? ¿Fue niño o ni…-. Antes de seguir escuchándolo los teletransportó a su "guarida". Fue gracioso para ella ver su reacción al ver al lugar donde lo había llevado y más aun verlo buscar con la mirada donde podría ella tener al "bebé" como le había llamado al parásito.

-No encontrarás lo que buscas, será mejor que tomes asiento porque tengo muchas preguntas que hacerte-. Indicó ella moviendo con su magia las sillas, modificadas, del comedor. El niño la quedó mirando antes de sentarse. Estaba nervioso, no podía negarlo –Te voy a hacer preguntas y quiero que respondas con la verdad ¿has comprendido?-. El niño asintió con la cabeza –¿Eres mi hijo?

-¡Sí!-. Respondió él rápidamente.

-¿Quién es tu padre? Y más importante aún ¿De qué manera tú y Snow serían familia?-. observó al niño tragar con dificultad, abrir y cerrar varias veces la boca, como si no supiera por donde o qué decir –La paciencia no es una de mis virtudes querido.

-Yo… no soy tu hijo biológico-. ¿Por qué el tono triste del niño le provocaba abrazarlo? -No me llevaste en tu panza como a mi hermanito-. El niño bajó su mirada a sus manos –Me adoptaste cuando era un bebé.

-¿De quien eres hijo biológico entonces?

-De Emma, si has estado por la ciudad seguro la has visto. Rubia, vestida siempre con una chaqueta de cuero roja-. Regina comenzó a pasearse por la estancia mientras asimilaba lo que el niño decía. Era más fácil escucharlo que verlo con sus ojos tristes. –Emma vive con Snow, es por eso que se consideran familia.

-Eso suena a mentira.

-¿Dónde está mi hermanito?-. Preguntó ignorando lo que ella había dicho.

-¿Hablas del parasito que me presionaba las costillas?-. Los ojos del niño se abrieron enormes de sorpresa. –Ya no está.

-¡¿Qué?!

-¿Qué? era incomodo e innecesario-. Vio como los ojos del niño comenzaban a llenarse de lágrimas y mirar nuevamente a su abdomen.

-Eso no puede ser cierto…

-Es cierto, ya no está ¿Qué no ves?

-Ya nació y lo tienes escondido ¿Verdad?-. Podía ver que la esperanza florecía en el niño.

-El parásito no está y ha dejado de ser un freno para mi venganza contra Snow-. Habló de forma contundente

-No…-. Lloró abiertamente el niño –Ya habías dejado todo eso de la venganza atrás, estaban comenzando una nueva vida, Tú, David, el bebé y yo…

-¿David? Hablas del pastor que fingió ser príncipe, aquél que se casó con Snow ¿Ese David?-. Vio al niño asentir -¿Por qué estaría con un idiota como ese? ¿Acaso lo utilicé como venganza?-. O él me utilizó a mi, pensó.

-¡David es el padre del bebé!-. Dijo el niño poniéndose de pie, con la intención de tomar la mano de su madre y hacerla entender. Pero al parecer ella no lo pensó de la misma manera, puesto que usó su magia para volver a sentarlo, sujetándolo a la silla.

-¡¿Él me parasitó entonces?! ¿Cómo? ¿Cómo lo hizo si yo bebí una poción para no tener hi… para evitar aquello?-. Estaba asustada, su magia había actuado por si sola cuando vio al niño moverse rápidamente hacia ella, no fue intencional amarrarlo de esa forma. –¿O fue algún plan de esos autoproclamados "héroes" para intentar neutralizarme? ¡Claro! Ponen el parásito dentro de mi y así evitan que haga algo que ellos no quieran ¿Verdad?

-¿Qué? ¡No!-. El niño soltó un suspiro tembloroso mirándola con una mezcla de enojo y decepción –Prometiste que nunca usarías tu magia sobre mí-. Le reclamó Henry reteniendo sus lágrimas, sabía que su madre no lo recordaba, pero eso no evitaba que le doliera la forma en que estaba actuando.

-No recuerdo nada de eso-. Respondió cruzándose de brazos, evitando pensar en que estaba actuando de la misma forma en que su madre lo hizo con ella. Y no le gustaba. Pero su magia había actuado sola, cuando pensó que estaba en peligro.

-Tuviste un accidente, el doctor dice que tienes amnesia temporal, que no recuerdas desde quién sabe cuánto tiempo antes de que lanzaras la maldición oscura-. Decía mientras luchaba por liberarse de las cuerdas que lo ataban a la silla.

-Así que este lugar es donde nos trajo la maldición oscura-. ¿No se suponía sería un lugar sin magia? Podía sentir al pequeño parasito moverse inquieto dentro de su panza, y los pies ya le estaban doliendo por estar llevando tacones tan altos. Se movió lentamente hacia otra silla y se sentó frente al niño. –Asumo que esa maldición ya se rompió.

-Si-. Murmuró el niño, y ella enarcó una ceja para indicarle que no le gustaba que murmurara –Se rompió hace un año, le diste a Emma un postre hecho con la manzana envenenada que le habías dado antes a Snow, yo la comí, porque Emma no creía en la magia…

-¿Por qué tendría ella que creer en…? Oh… es la "salvadora" ¿verdad? La hija de los encantadores, lo que te hace a ti, el nieto de Snow-. Esto no le gustaba ¿Ella había criado al nieto de su peor enemiga? –No me digas ¿te adopté para mantener a tu familia separada?-. Había tocado una fibra sensible, porque el semblante del niño cambió radicalmente a uno de vergüenza y tristeza.

-No, eso es lo que pensé yo cuando supe que eras la reina malvada y habías maldecido a todos a una vida miserable, pero… la verdad es que cuando me adoptaste tampoco sabías que yo era el hijo de la salvadora. Cuando se rompió la maldición tú me contaste que lo descubriste semanas después de llevarme contigo a casa, pero que no te había importado por que ya me amabas y no querías perderme, bebiste una poción para borrar de tu memoria el que Emma fuera la salvadora-. Vaya eso sí que le había sorprendido.

-¿Cómo es que quedé parasitada?-. Por nada del mundo iba a decir "embarazada" así que esperaba que el niño entendiere.

-Según lo que contaron tú y David fue que bebiste agua del Lago Nostros.

-El Lago Nostros está seco.

-No sé más de eso-. Dijo encogiéndose de hombros –Ahora… ¿Dónde está mi hermanito?-. Otra vez con eso, pensó ella poniendo los ojos en blanco.

-¿Realmente quieres saber?-. Se colocó de pie acercándose hacia el niño y sin despegar su vista de él –Me deshice de él porque era un estorbo, no nació, si tanto querías saber. Puedo ver la familiaridad con Snow ahora, realmente lo idiota viene de familia ¿eh?, aunque sinceramente espero de corazón que no seas un doble cara como ella. Tu "hermanito" está muerto y no volverá jamás ¿Comprendes?-. Prefirió ignorar el sentirse mal por el niño al ver su semblante aterrorizado y descorazonado que tenía, sin dejar que el niño dijera una palabra los teletransportó a ambos hasta donde sabía estarían los "héroes".

Nunca estaba de más una buena entrada para darle más dramatismo a su llegada, y con un giro de su mano varios de esos carruajes sin caballos por ahí, volaron estrellándose volcados en el suelo. La gente comenzó a correr y los idiotas que esperaba salieron del lugar llamado Granny's –Emma ¿Verdad?-. Le dijo a la rubia que la miraba sorprendida y al mismo tiempo aterrada –Te traigo a tu… "hijo"-. Dijo desbordando desdén en la palabra.

-Regina…-. Escuchó al pastor decir mirándola de arriba a bajo sin poder creérselo. Ella liberó al niño quien corrió hacia la rubia.

-Mi hermanito… ¡ELLA MATÓ A MI HERMANITO!-. Lloró el niño desconsolado.

La reina no resistió poner los ojos en blanco y sonrió macabramente, no podía negar que ver el terror el los rostros de todos no le satisfacía enormemente, pero los lamentos del niño le estaban afectando y haciendo pequeño su corazón. Sin contar que el pequeño parásito estaba ya muy inquieto.

David no se lo creía, Regina no era capaz de hacer algo así. –Es la reina malvada-. Escuchó a Snow decir, ni como Reina Malvada ni desmemoriada haría algo así, lo sabía, la conocía mejor que nadie, sabía que su reinita siempre había tenido la ilusión de tener hijos. Ahora los llantos desgarradores de Henry lo tenían aterrado. No porque fuera verdad, sino porque Regina probablemente le había mentido para protegerse y proteger al bebé sin importarle si lastimaba al niño con esa mentira. Ella estaría devastada cuando recordara y se diera cuenta que lo hizo llorar así.

-Mira quien habla de malvada. Gracias al niño ahora sé que al parecer te perdoné la vida, pero tú no puedes dejar de joderme la mía ¿Verdad?

-¿Joderte la vida? ¡Desde que te conozco la única que me ha jodido la vida eres tú! ¡Tu única misión en la vida es atormentarme!-. Reclamó Snow apuntándola con un dedo.

-Es increíble que aun seas tan egocéntrica y egoísta-. Con un giro de su mano trasportó el cuerpo del sujeto que había atentado contra su vida y la vida de su parásito –Es una lástima que ya esté muerto, pero tenía una lengua muy larga y me dijo lo que le ordenaste hacer.

-No sé de qué hablas-. Se desentendió la princesa, evitando sentirse incomoda con las miradas que recibió –Por lo que sé, pudiste matarlo tú para culparme a mi, no sería la primera vez.

-Oh… pero a este no lo maté yo… ¿Si reconoces esto?-. Preguntó haciendo aparecer una flecha, una de las que el hombre tenía en su cuerpo cuando agonizaba –La única persona que usa plumas de cisne en sus flechas eres tú, querida. Es tu… ¿Cómo lo dijiste una vez? Ah si, tu sello personal.

-Eres la reina malvada, mataste a mi hermanito y ahora culpas a la abuela de querer matarte-. Gritó el niño.

-Piensa lo que quieras mocoso, lo que digas me tiene sin cuidado.

-¡Regina!-. Exclamó David.

-¡¿Qué, pastor?!

-Regina, por favor… tienes amnesia temporal, no digas nada de lo que te puedas arrepentir después-. Rogó el rubio.

-Tengo un recuerdo del niño llamándome "la mejor madre del mundo" para luego llamarme malvada y gritar que me odia ¿Qué quieres que crea pastor? El niño es denso igual que su abuela, después de eso realmente cualquier cosa que diga me importa poco-. David comenzó a acercarse sigilosamente –Tengo entendido que el parásito era tuyo-. Ella desvió su mirada de Snow hacia el pastor -¿Qué se siente saber que tu adorado copo de nieve intentó matarlo? Aunque… ya veo que nadie me cree aun teniendo el cuerpo lleno de sus flechas.

-Regina… hablemos por favor.

-¿Qué crees que estamos haciendo pastor?

-En un lugar donde podamos estar solos los dos, te explicaré cualquier cosa que quieras saber-. Ya estaba lo suficientemente cerca como para hablar un poco mas bajo y que nadie los escuchara.

-¿Un lugar a solas los dos?-. La voz de Regina se escuchó ronca ¿Cómo era posible que se hubiera excitado solo con tenerlo cerca? Lo peor es que el parásito no dejaba de patear en su panza desde que escuchó su voz -¿Me quieres follar pastor?… ¿Qué pensará tu esposa?-. Era inevitable no querer jugar con él.

-Bueno… no estoy casado, así que… no hay nadie que diga nada, excepto tú-. Susurró él con una sonrisita ya estando frente a ella. Solo bastaba estirar un poco su brazo y podría tocarla, podía ver la lujuria bailando en sus bellos ojos chocolate. –Te ves preciosa con ese vestido-. Le susurró y logró ver un leve sonrojo. Pero antes de que ella pudiera decir cualquier cosa, escuchó la voz de su hija decir el nombre de Snow. Volteó rápidamente al mismo tiempo en que la princesa con su arco en mano soltaba la flecha que estaba tensando directamente a Regina, quien rápidamente reaccionó atrapándola con su propia mano mientras con su magia lanzaba a Snow varios metros hacia atrás hasta casi chocar con el local, para luego desaparecer en una nube de humo, dejándolo ahí solo. -¡¿Qué demonios te pasa?!-. Le gritó a la princesa, caminando rápidamente hasta ella.

-¡Te iba a matar!-. Exclamó esta poniéndose de pie, su arco había caído lejos.

-¡No lo iba a hacer!

-Esto huele a Snow-. Señaló Ruby oliendo las flechas del cuerpo del hombre.

-¡¿Qué no ven que me está incriminando?!-. Reclamó Snow.

-¿Y cómo sabría Regina que este es el mismo tipo que la intentó matar si ella no recuerda?-. Rugió la loba de vuelta.

-Quedas bajo arresto por conspiración e intento de asesinato-. David sacó las esposas de su bolsillo, nunca imaginó que esto fuera a pasar.

-Tienes que estar bromeando-. Dijo Emma llena de espanto, viendo a su padre esposar a su madre.

-¿Ese supuesto súper poder que tienes no funciona acaso?-. Le reclamó Granny a la rubia –¡Incluso yo pude notar que Regina no mentía!-. Se encaminó un poco hacia la princesa –Ni siquiera la reina malvada se atrevió a algo tan bajo como intentar matarte cuando estuviste embarazada de Emma. Te dejó tranquila durante todo ese tiempo.

-No tuve que matar al pequeño bastardo después de todo, esa perra se encargó ella misma de hacerlo. Ella es y seguirá siendo la reina malvada-. Exclamó Snow antes de que David y Ruby la metieran al coche patrulla.

-¿Entonces la abuela intentó matar a mamá?-. Preguntó el niño mirando a Granny y a Emma en busca de una respuesta. Emma solo comenzó a llorar porque Snow acababa de confesar ella misma, era cierto, su detector de mentiras por más que quisiera fuera una broma, no fallaba.

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Regina se paseaba como león enjaulado en la cabaña, había vuelto a dejar todo como estaba antes, excepto los muebles y el espacio. Le gustaba como se veía con el estilo rustico, le traía paz. Paz que necesitaba más que nunca. Su espalda baja había comenzado a doler, y una leve presión en su bajo vientre la tenía un poco asustada. El pequeño parásito seguía tan inquieto como siempre, moviéndose y pateándole.

Llevó su mano a su pancita, mientras se sentaba en la cama. Ya no podía negar que le gustaba la sensación de sentirlo moverse, el llevar sus manos a su panza y saber que estaba ahí dentro protegido de toda la mierda del exterior la tranquilizaba.

-Estás muy a gusto ahí dentro ¿verdad parásito?-. Habló con voz suave. Por un micro segundo pensó que era algo totalmente ridículo estar hablándole, pero cuando le sintió moverse y patear justo donde estaba su mano, ya no le importó. Su espalda ya no dolía tanto y la presión en su vientre había desaparecido. Entonces se recostó de lado en la cama, aún acariciando su pancita -¿Tu crees que seré una buena… eh… madre? Porque si lo que el niño aquel dice es cierto que él es mi hijo y que yo perdí la memoria… lo he tratado muy mal, lo de la perdida de memoria tendría sentido, porque no recuerdo cómo llegamos todos aquí y el que tu esté en mi interior -. El pequeño parásito pateó nuevamente su mano robándole una sonrisa un tanto somnolienta. –Me pregunto cómo serás… si te parecerás a mí, o a… David-. Eso había sido todo, demasiadas emociones durante un día la habían agotado hasta que al fin se dio un descanso y ahora tanto ella como el pequeño parásito se habían dormido.

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-No puedo creer que hicieras esto-. Escuchó la rubia a su padre dentro de la sala de interrogatorios. Ella no tenía la fuerza para entrar y ser ella misma la que interrogara a su madre. En cambio estuvo fuera, al otro lado del espejo junto a una furiosa Ruby, mientras ambas escuchaban todo lo que su madre planeó para deshacerse de Regina y el bebé, aquel bebé que era también su hermanito.

-¿Por qué? ¡Ese bastardo no debí existir! Era la prueba de tu engaño con esa perra-. Dijo Snow con malicia.

-¡No le llames así!-. Exclamó el príncipe golpeando la mesa con sus palmas mientras se levantaba dejando caer la silla en el proceso. Snow pegó un pequeño brinco del susto. –No te atrevas a llamarle así, ni a Regina, ni al bebé.

-Ese bebé no existe, ¡No existe! ¡Ella lo mató!-. Gritó la mujer tratando aun de envenenarlo en contra de la reina, mientras él la tomaba del brazo y la arrastraba fuera de la sala, directo a la celda en la que se quedaría.

-David tiene paciencia…-. Comentó Ruby antes de ver al rubio volver a donde estaban ellas.

-Ruby, te voy a encargar que le vigiles. Por ningún motivo puede escaparse.

-Por supuesto.

-¿Por qué no me lo dices a mí?-. Preguntó Emma, se suponía que ella era la Sheriff en jefe, no David.

-No puedo encargarte eso Emma, por mucho que seas la sheriff, ella es tu madre y sabe como convencerte-. Le contestó tomando su chamarra –¿Henry te dijo algo de donde lo tuvo?

-No sabe donde estaba, pero dijo que la decoración se parecía a como el palacio oscuro en su libro.

-Bueno… eso seguro lo hizo con magia, porque es imposible que esté en su palacio-. Comentó Ruby.

-Iré a su oficina. Buscaré algo que indique donde pueda estar.

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Era doloroso entrar aquí y no encontrarla sentada detrás de su escritorio recibiéndolo con esa sonrisa hermosa; con sus ojitos brillantes de emoción y curiosidad por descubrir el motivo de su visita. En cambio ahora la oficina estaba bacía y ausente de cualquier calidez.

Sabiendo que se enfadaría con él por desordenar el impecable orden de sus papeles, se dirigió a su archivador, rezando para encontrar algún mapa o cualquier cosa que le dijera donde estuvieran ubicadas las demás cabañas en el bosque. Tenía la corazonada que era allí donde se ocultaba. Era el lugar donde siempre iba cuando discutía con él al principio de su relación. Sonrió tenuemente al pensar en lo obstinada que es su reinita, y como poco a poco logró alejar los miedos que le atormentaban.

-¡Esto es!-. Al fin, un mapa bien detallado de las zonas, con descripciones de como llegar y ubicar las cabañas. Lo bueno es que solo eran diez, lo malo, es que estaban bastante apartadas, repartidas por el bosque. Tendría que buscar una por una. La más apartada era la que ya conocía, aquella donde se entregaron por primera vez el uno al otro. Pero esa ya la había revisado y no estaba ahí. Una menos. Quedaban nueve, sería mejor comenzar a buscar.

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-Majestad-. Escuchó la voz de David desde la puerta-Dios… estás preciosa-. El rubio se acercó a la cama, sentándose a su costado, inclinándose sobre ella quedando a escasos centímetros de sus labios -¿Te quedaste dormida?-. Preguntó en tomo bromista.

-No te rías de mi pastor-. Refunfuñó ella dándole un golpe en el brazo –Es culpa del bebé que esté tan agotada.

-Umm yo sé-. La besó castamente antes de sonreír como tonto, cada que ella hablaba o hacía mención del bebé, a él se le instalaba una sensación cálida en el pecho al escucharla que le provocaba querer abrazarla y no soltarla más –Me encantas.

-¿Al príncipe encantador le encanta la reina malvada?-. Su voz sonó provocativa, mientras su mano le acariciaba su brazo y pectoral.

-Somos más que solo nuestros apodos, pero sí… al príncipe siempre le ha gustado la reina malvada-. Susurró mientras le desataba el nudo de la bata que ella llevaba. Coló su mano debajo notando que no llevaba pijama, solo esas braguitas tan sexys que lo volvían loco. Acarició su pequeña pancita tan suavemente provocando que su piel se erizara, para luego subir y tomar uno de sus senos en su mano.

El embarazo la tenía siempre casi a las puertas de un orgasmo. Solo un par de toques por parte de él y la gimiendo, pidiendo ser liberada al éxtasi. Y él no se quejaba, claro que no, si amaba como nada complacer a la morena en la intimidad, el simple hecho de ver su rostro reflejando el gozo y el placer que sentía lo tenían a mil.

Su boca capturó su cuello mientras amasaba sus pechos, jugando con sus pezones suavemente, sus pechos eran muy sensibles por el embarazo y él por ningún motivo iba a hacerla sentir incómoda. Se movió suavemente sobre ella, recostándose entre sus delirantes piernas, siendo recibido con un pequeño suspiro. Comenzó a trazar un camino de su cuello a sus pechos, arrancándole pequeños gemidos, mientras sus manos le acariciaban las piernas y los costados de su cintura.

-Llevas mucha ropa-. Susurró Regina, comenzando a tirar de su camiseta, para dejarlo con el torso desnudo. Le encantaba pasar sus dedos por su abdomen, remarcando con sus dedos los músculos marcados del rubio. No contenta solo con eso, le desabrochó el pantalón y coló su mano dentro, soltando una risita cuando lo escuchó gemir ahogadamente cuando lo tomó en su mano. David se quitó los pantalones y los boxers, bajándolos hasta las rodillas, mientras ella lo bombeaba y pasaba su pulgar por su pequeño orificio haciéndolo temblar.

-Déjame quitarte esto-. Le dijo mientras le quitaba la bata y las bragas, colocándose de pie, para quitarse él mismo sus zapatos, arrojando el pantalón y los boxers también. Volviendo a la cama, Regina hizo que se recostara de espaldas –Me encanta verte arriba-. Murmuró con ardor.

-¿Estás preparado pastor?-. Preguntó ella con su mejor voz de Reina malvada, sonriendo al verlo asentir rápidamente con la cabeza. Tomó su miembro con su mano y lo alineó con su entrada, para luego descender lentamente disfrutando segundo a segundo la sensación de ser llenada tan maravillosamente por él.

-Ohh… tan caliente y mojada… deliciosa-. Jadeó el rubio, llevando sus manos a sus caderas ayudándola con sus movimientos. Mientras Regina mantenía su equilibrio apoyándose con sus palmas en su pecho, moviéndose arriba y abajo sobre su duro mástil gimiendo sin control.

-Ahh… sí…-. Exclamó cuando David llevó su pulgar a su clítoris rodando círculos, y comenzando a levantar sus caderas para encontrarse con sus movimientos, arrancándole gritos de placer.

Estaba cerca, muy cerca del orgasmo.

Regina… Regina… Regina….

Despertó desorientada y muy cachonda ¿Qué demonios le había despertado de tan maravilloso sueño? ¿O era algún tipo de recuerdo? Ya no podía estar segura de nada. Bien pudo ser un sueño derivado de aquella interacción que había tenido con el pastor, antes de Snow lanzándole una flecha.

Ahora estaba frustrada y con un incomodo palpitar en su sexo. Pudo haber seguido dormida y conseguir un orgasmo solo con eso, pero no. Se había despertado y no sabía por qué.

De pronto un golpe en la puerta la hizo saltar asustada, había alguien tratando de abrir la puerta de la cabaña ¿Cómo es que la habían encontrado? ¿Quién la había encontrado?

-Uff tranquila Regina, tienes magia, puedes defenderte tu misma-. Se dijo a si misma conjurando una bola de fuego en su palma y levantó su brazo, determinada a lanzársela a quien quiera que estuviera entrando. Cuando notó quien era se congeló en el lugar -¿Qué haces aquí?

-Regina

Ella sofocó la llama que tenia en la palma pero la visita solo había incrementado la llama interna de lujuria que la tenía al borde del delirio, el cual solo incrementaba con cada paso que él daba.

-David-. Susurró, y él notó lo graba de su voz, lo dilatadas que tenía las pupilas, sin contar que estaba sonrojada adorablemente, como siempre cuando estaba cachonda. Solo le bastó llevar su mano cuidadosamente a su rostro y acariciarla, para que ella se lanzara a besarlo profundamente. Estaba perdida, perdida con los increíbles labios del rubio y ya no quería ni podía pensar en nada más que no fuera tenerlo muy profundamente enterrado en ella. Con un giro de su muñeca, la puerta se cerró y ambos estaban desnudos.

El rubio la aferró de las nalgas y ella envolvió su cintura con sus piernas dejándose llevar por los fuertes brazos del príncipe.

-Hola-. Susurró el rubio contra sus labios una vez que la dejó sobre la cama, su erección ya presionaba fuertemente contra su muslo y ella levó su mano para envolverlo, para segundos después bajar la mirada y asegurarse que lo que tocaba era real. El tonto pastor era grande.