ESPERO AUN SIGAN LEYENDO ESTE FIC, SE QUE TENGO TODOS MIS OTROS FICS PARADOS PERO QUIERO TERMINAR ESTE PRIMERO (NO LE FALTA MUCHO)
SIN MÁS, ESPERO QUE LES GUSTE.
SON LAS 6:20 AM AL PUBLICAR ESTO. LO ACABO DE ESCRIBIR, ASI QUE PERDONA CUALQUIER ERROR
Capítulo 6
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Llegar hasta el hospital había sido todo un reto. A pesar de que la cabaña en la que estaba Regina era una de las más accesibles de entre todas las demás en cuanto a terreno y distancia de la carretera, era también la más alejada. Y Regina dio la lucha con no querer subirse al monstruo enlatado, como le había llamado.
Las contracciones de la morena fueron cada vez más intensas y el intervalo entre cada una más corto; gracias a eso David ahora tenía a una reina desmemoriada adolorida, molesta y también asustada que no perdía el tiempo de culparlo por su estado y concentrando su energía en gritarle cada vez que él intentaba ayudarle a "recordar" sus clases de pre-parto. Lo que era inútil, la amnesia no ayudaba en esta situación, aunque David estaba seguro que las habría olvidado de todas formas aun sin amnesia, lo cual era gracioso, porqué él estaba igual de asustado y nervioso que ella.
Al aparcar fuera del hospital, no se molestó en ayudar a Regina a caminar hasta el edificio y la llevó en sus brazos pese a sus protestas y ambos le gritaron "¡Tú no!" a Whale cuando este se le ocurrió valiente o estúpidamente (depende como quieras verlo) de acercarse a ellos. Las enfermeras, a pesar de temer por sus vidas, dada la vestimenta y maquillaje de Reina malvada que Regina llevaba, fueron las que se encargaron de que David la acomodara en una camilla y llevarla al área de maternidad. En todo ese momento de locura, Regina se aferró fuertemente a la mano del rubio, por nada del mundo dejaría que se alejara; era el único en quien confiaba lo suficiente en ese lugar de artefactos desconocidos.
En cuanto los acomodaron en una habitación, las enfermeras hicieron el intento de cambiarle de ropa a la reina, pero fallando miserablemente en eso. No permitiría que nadie la tocara.
Otra enfermera entró a la habitación, luego de que las otras huyeran despavoridas. Esta había sido parte del servicio en palacio de su majestad y no temía de su furia; había atendido muchos partos en su vida, incluso en el bosque encantado, y sabía perfectamente que algunas mujeres pariendo podían ser tan letales y crueles con sus maridos como la reina misma arrasando con aldeas. Regina tardó en reconocerla, pero en cuanto lo hizo se relajó visiblemente.
La enfermera, Monique, como se había presentado le explicó con una increíble paciencia, el porqué y para qué tenía que vestir era horrorosa bata de hospital, recitó expertamente como funcionaban los equipamientos de las maquinas a su alrededor, además de tranquilizarla lo suficiente durante cada contracción, explicándole también que la doctora examinaría sus partes nobles una vez que llegara.
-¿Qué es eso?-. Preguntó la reina mirando atentamente los cables que la enfermera disponía cerca de una maquina. David ya sabía que era, lo habían usado antes para controlar el ritmo cardiaco del bebé.
-Es un monitor fetal-. Contestó Monique –Verá… este dispositivo mide la intensidad de la contracción uterina-. Dijo mostrándole un artefacto redondo casi del porte de su palma, se lo pasó a Regina para que lo tocara –Y este otro mide la frecuencia cardiaca del feto, ambos los registran por esta maquinita en un papel con el cual sabremos si todo está bien con ambos-. Viendo que tenía toda la atención de Regina –Ten-. Dijo entregándole una pequeña vara con un botón en su parte superior –Presiona el botón cada vez que tengas una contracción así indicará donde debamos observar el registro. ¿Quieres escuchar el corazón de tu bebé?-. Los ojos de la reina se abrieron sorprendidos y solo atinó a asentir con su cabeza –Bien, déjeme colocar estas bandas para sujetar los dispositivos-. Hizo lo que dijo, pasando las bandas sujetadoras rodeando su pancita. Colocando primero el medidor de contracciones en la parte superior de su vientre sujetándolo y sonriendo levemente cuando logró ver el movimiento del bebé a través de la piel del vientre de la reina –Este otro va con un gel para poder transmitir los sonidos, es un poco frio-. Le dijo mientras encendía el monitor y un sonido parecido a un zumbido de abejas comenzó a escucharse en la habitación y en cuanto le colocó el gel se oyó el sonido como el retumbar de un relámpago, hasta que lo colocó contra la piel en el costado inferior del vientre de la reina, el sonido de un pitido y luego un retumbar constante y fuerte, como el galope de un caballo –Ahí, ese sonido corresponde al corazón de tu bebé-. Le dijo, colocando las correas sujetando el dispositivo, bajó la bata cubriéndola y viendo que ya estaba lo suficientemente lista para esperar a la doctora procedió a salir de la habitación dejando a los próximos a ser padres a solas.
-Es su corazón-. Susurró Regina sin poder evitar soltar un par de lágrimas. Había escuchado los latidos de cientos de corazones pero nada le había parecido tan hermoso y majestuoso como el corazoncito de su parásito.
-Lo es, es hermoso-. Susurró David, había escuchado muchas veces el corazoncito de su bebé y cada vez le provocaban la misma sensación de amor, protección y orgullo. Para él siempre era como la primera vez, pero para Regina sin sus recuerdos de las veces anteriores, se volvía realmente una primera vez.
Pasaron alrededor de 15 minutos en silencio simplemente escuchando el palpitar del corazón de su bebé, hasta que la puerta se volvió a abrir y una mujer vestida de blanco entró sonriendo cálidamente hacia la pareja –Me dicen que ha llegado el ansiado momento ¿eh?-. Les dijo mirándolos a ambos y luego a David quien asintió con la cabeza, noto que Regina la miraba con el ceño fruncido recordándole que la reina no la recordaba quien era –Mis disculpas majestad, mi nombre es Melissa Forbes y soy la gineco-obstetra que ha estado monitoreado a ti y a tu bebé durante todo el embarazo, sé que no me recuerdas por la lesión que sufriste debido al accidente, pero te puedo asegurar que haré todo lo que esté en mis manos para ayudarte a traer a este bebé al mundo.
Regina se relajó, podía ver que la mujer hablaba honestamente y algo en su interior le decía que si había confiado en ella antes podía hacerlo ahora. La contracción que sintió en ese mismo momento le ayudó en su decisión. La confianza y profesionalidad que inspiraba esta mujer era por lejos mucho mejor que Whale.
-Está bien-. Jadeó luego de que la contracción hubiera pasado. La mujer se acercó al monitor al que antes la enfermera la había conectado, checando la intensidad y el intervalo entre contracciones, el latido cardiaco del bebé aun se escuchaba en la habitación, luego de mirar el registro se giró hacia Regina –Todo está normal, como debería ir un proceso de parto. Es común que en mujeres primerizas tarden más en que su cuello uterino se dilate al punto de ya poder pujar, por lo que tendré que revisarte…
-Si, la enfermera ya me dijo lo que iba a hacer-. La cortó Regina, si tenía que hacerlo que lo hiciera ya.
-Bien-. Colocándose los guantes la Doctora procedió a realizar el tacto –Respira profundo-. Le dijo antes de introducir sus dedos.
Regina cerró sus ojos y sostuvo la mano de David como un acto reflejo, respirando profundo como la doctora le había dicho. Mientras que el príncipe peinó sus cabellos con su mano libre y besó su cabeza. Agradeciendo enormemente que Regina hubiera limpiado todo con su magia o estarían ambos en problemas si hubiera encontrado rastros de sus anteriores actividades.
-Tienes alrededor de cuatro centímetros, bastante avanzado diría yo para una primeriza ¿Hace cuanto comenzaron las contracciones?-. Preguntó mientras se alejaba hacia el basurero a tirar los guantes.
-Amm… una hora con treinta y siete minutos-. Respondió David mirando el reloj de muñeca, había estado monitoreando las contracciones por lo que le fue fácil contestar.
-En realidad… desde medio día-. Dijo Regina llevándose una mirada sorprendida del rubio –Comenzó como un dolor de espalda que se fue haciendo cada vez más molesto, no sabía lo que era hasta que ya no lo pude aguantar-. David recordó la molestia que reflejaba su rostro cuando se presentó llevando a Henry a esa hora, en ese momento supuso que era por su mascara de reina malvada, pero tal parecía que no.
-Ya veo-. La doctora les sonrió cálidamente –Aun así faltan otros seis centímetros más para que puedas comenzar a pujar. Luego de los cinco centímetros las contracciones serán una tras otra en cadena y habrá pocos momentos en los que no sientas dolor. Las técnicas de alivio del dolor pueden ser aplicadas desde ahora, al igual que la epidural si es que la quieres
Había entrado ya al tercer trimestre del embarazo y no podía estar más feliz. Su pequeño milagrito crecía día con día de forma sana y su atento prometido la consentía sin igual.
Era su revisión mensual y ya estaba ansiosa por ver nuevamente a su bebé, la habían pesado y tomado sus medidas, la doctora le había echo el ultrasonido y todo iba normal.
-¿Ya sabes cómo quieres que sea el parto?-. Indagó la doctora, logrando que ambos despegaran sus miradas de la pantalla. -Como sabrán hay diferentes partos, pero el hospital trabaja con el natural, con anestesia y cesárea, dejando esta ultima como ultima opción en caso de que vía vaginal no sea posible o tanto el bebé o la madre estén en riesgo.
-Leí que existe el parto en el agua y uno llamado vertical-. Dijo David; sí, había estado leyendo tanto como le fuera posible para ayudar a Regina en ese momento. Él había estado presente en el parto de Emma y aun no olvidaba el dolor por el que había pasado Snow. Lo último que deseaba es que Regina sufriera, pero era su elección.
-Sí, así es. Él vertical se ha usado pocas veces en este hospital, no es como que hubieran nacido muchos niños, pero se ha usado junto al parto natural, todo depende de la madre, si ella se siente cómoda estando parada, de cuclillas o arrodillada así se hará. Ahora, en el agua no es posible, el hospital no cuenta con los implementos necesarios.
-Pero el parto en el agua en ventajoso para el bebe ¿verdad?-. Esta vez preguntó Regina, ella ya sabía lo que quería.
-Sí, algunas de las ventajas es que nace en el mismo medio acuoso y a la misma temperatura en que se gestó, lo que reduce mucho el truma del nacimiento, y toda la sobrecarga sensorial que suele haber en un parto medicalizado; el frio, las luces fuertes, el ruido, por eso su salida al mundo es mas suave y gentil, y se adapta al mundo externo mucho mas gradualmente, lo que facilita también el apego temprano piel a piel con la madre en agua calientita. Pero como les digo el hospital no cuenta con el instrumental, las habitaciones no están preparadas con bañeras de tal tamaño.
-Puedo instalar una con mi magia-. Respondió Regina, a lo que la doctora sonrió.
-No esperaría menos, aún así el consejo médico tendría que aceptarlo, aunque estoy bastante segura que lograrías de una forma u otra hacer que ellos acepten; necesitarías de clases de parto psicoprofilaxis para sobrellevar física y mentalmente el dolor. De todas formas este método tampoco utiliza anestesia, y tu embarazo es de bajo riesgo por lo que calificas totalmente para esto.
-Es una pena que no estemos en el bosque encantado, tenía una bañera enorme en mi baño-. Murmuró Regina con una sonrisa.
-Entonces ¿sin epidural?
-Sin epidural-. Respondió muy segura, tendría esa bañera en su habitación el día del parto sí o sí.
-No, no la quiero. Lo que sí quiero es esa bañera-. Respondió la morena, girando su muñeca y haciendo aparecer una bañera lo bastante grande en la habitación que de pronto era más grande, al igual que lo había hecho con aquella cabaña.
-¿Estás recordando cosas?-. Preguntó David esperanzado -Esa es exactamente la tiña de la que habías estado hablando la mañana del accidente, es especial para partos-. Regina asintió agitando su cabeza de arriba a bajos y apretando los dientes mientras sufría una nueva contracción.
-No es extraño que recuerde pequeños momentos, el cerebro humano es algo tan complejo y por esa misma razón la amnesia es tan impredecible. Puede que una situación, una palabra o incluso una imagen le lleven a tener pequeños flashes de recuerdos. Ahora-. Dijo hablándole a Regina –No estoy segura de que el hidroparto sea seguro, tuviste un accidente y aunque eso no afectó al bebé en ese momento, no sabemos si durante el tiempo que estuviste lejos eso haya cambiado rostro de Regina cambio considerablemente de expresión al escuchar eso. De sentir dicha de escuchar el corazoncito de su parásito, sorpresa de recordar pequeñas cosas, a terror absoluto de haber escapado y que eso afectara al pequeño ser en su vientre.
-Pero acabas de decir que está bien-. Dijo David.
-Sus latidos están normales, las contracciones normales-. Enumeró la doctora, mientras se movía por la habitación, y desde un armario sacó el ultrasonido portátil que había ocupado cuando Regina fue atendida al sufrir aquel accidente. –Pediré que te hagan unos análisis de sangre para asegurarnos de que todo esté bien-. Apagó el monitor fetal, quitó las cintas que mantenían los discos a su vientre y comenzó a palpar. Podía sentir al pequeño moverse en el interior, siempre había sido activo. Regina siempre mencionaba en las consultas de que lo único que le mantenía sereno y tranquilo, era la presencia y la voz de David –Te pondré este liquido, va a ser un poco frio-. Le indicó y Regina solo le observó, lo único que quería era que le dijeran que todo estaba bien.
-¿Hay algo mal?-. Preguntó David al notar que el ceño de la doctora se fruncía, su corazón estaba latiendo desbocado y solo rezaba que su milagrito estuviera sano.
-Es… extraño-. Murmuró la doctora, moviendo el transductor hacia el extremo derecho del vientre de la reina, examinando detenidamente al bebé –Está todo normal, ni siquiera el estrés de estar sin memoria o el incidente fuera de Granny's le ha afectado-. Le dijo a David.
-¿Te enteraste de eso?
-Todo el mundo está enterado, fue toda una conmoción nunca se me pasó por la cabeza que el accidente fuera planeado por alguien más; además era mi día libre, iba de camino a cenar en Granny's ¿Por qué crees que me tomó tiempo llegar hasta aquí?
-No sé, supuse que estarías atendiendo otras pacientes-. Dijo el rubio encogiéndose de hombros.
-No, en estos días…
-¿Pueden dejar la charla para otro momento? ¿Está bien o no?-. Les llamó la atención la reina, principalmente por saber el estado de su parásito, pero había cierta vocecilla en su cabeza que le decía que David estaba siendo demasiado cercano y eso no le gustó.
-Está bien. Y sabemos que durante el accidente tú le protegiste con magia ¿Es posible que aún estés protegiéndole?-. Regina lo pensó por un momento y luego cerró sus ojos, concentrando su magia para revisar su estado y el del bebé.
-Si, aun está presente-. Respondió abriendo los ojos ¿Por qué no lo había notado antes? Sabía que era su magia, estaba su firma por todos lados, pero aun así se sentía diferente, era levemente perceptible. Había tenido esa sensación desde que se despertó en aquél mismo sitio, pero había asumido que era por el parásito, ahora estaba segura que era su propia magia protegiendo a dicho parásito.
-Eres maravillosa-. Susurró el rubio besando su mejilla y ella volteo a mirarlo, le sonreía con tanto amor y orgullo que le fue imposible no sentirse apreciada y reflejar su sonrisa.
-Enviaré a una enfermera para tomar la muestra de sangre-. Mencionó la doctora mientras limpiaba el abdomen de Regina y volvía a colocar el monitor fetal.
Habían pasado alrededor de cinco horas desde que habían llegado al hospital, los exámenes habían salido todos bien, por lo que la doctora había aprobado el hidroparto, bajo extrema vigilancia.
Durante ese tiempo David había llamado a Emma, para contarle todo lo que había ocurrido desde medio día cuando salió en busca de la reina, y pidiéndole que fuera a buscar el bolso de Regina había preparado con anterioridad para el momento del parto a la mansión. Cuando llegó la rubia, Regina estaba sentada sobre un balón de yoga con su cabeza sobre el pecho de David y el rubio con sus manos en sus caderas le ayudaba con los ejercicios de cadera.
Emma se había presentado entonces ante Regina (Como si fuera la primera vez) sintiéndose tan incomoda como cuando lo hizo el día que había traído de regreso a Henry de Boston. Ahora Regina sabía que esta rubia era hija de David y Snow, podía ver claramente los rasgos de ambos; también supo que esta era la madre biológica de Henry, su supuesto hijo. Con quien no tenía mucha semejanza de rasgos.
La rubia salió de la habitación en el momento en que la doctora les informó que ya podía meterse en la tina y David se dedicó a mostrarle las cosas que al parecer, ella misma había metido en aquel bolso. La reina podía decir que claramente seguía teniendo buen gusto. La diminuta ropa, aunque tonos pasteles y sobrios, estaba hecha de la mejor calidad y eso le encantó. La suavidad al tocarla le hacia imaginar tener ya al pequeño parásito en sus manos.
Lo que, según la doctora no faltaba mucho, puesto que las contracciones ya casi no le dejaban tranquila, y estaba a nada de estar totalmente dilatada. Esperaba que pujar no tomara demasiado tiempo, porque el dolor ya se había vuelto insoportable; David la había ayudado en todo, desde sentarse con esa gigantesca balón de plástico en el cual hacer girar sus caderas, darle de comer y beber, hasta darle masajes en su baja espalda; su cercanía y sus manos sobre su piel se sentía bien, hacía que se relajara y el dolor fuera menos intenso, también ayudaba que esta tina tenía algo llamado hidromasaje, que relajaban sus músculos adoloridos. Le habían puesto uno de aquellos plásticos que parecían agujas, vía intravenosa, le había dicho la enfermera, por normativa del hospital y en caso de que surgiera alguna emergencia. No le importaba, aceptaría cualquier cosa para asegurar la salud de su parásito.
Regina se había cambiado la bata de hospital por un top de baño que estaba en el bolso y eso era lo único que la cubría ahí en el agua, David también entraría con ella y su ropa también estaba en aquel bolso. El rubio tuvo que darse una ducha antes, aunque la tina contaba con un dispensador de ozono que mantenía el agua purificada, Regina lo quería lo más limpio posible, había corrido por quien sabe cuanto tiempo por el bosque y además habían tenido sexo en el suelo de la cabaña, ella les había limpiado a ambos con su magia, pero lavarse nuevamente no estaba de más y el rubio aceptó sin rechistar.
David se había preparado desde el momento en que ambos habían leído del parto en el agua, y en cuanto lograron encontrar una forma de que David saliera de Storybrooke sin perder sus recuerdos habían ido a clases de parto psicoprofilaxis para la preparación físico y mental que el parto bajo el agua requería, así como clases de gimnasia acuática prenatal. Regina se había preparado para todo, e incluso había dispuesto la salida de la doctora y un par de enfermeras para que estudiaran e hicieran los cursos necesarios para este proceso. Nadie le quitaría su sueño de tener de la manera más natural, humanizada y lo menos violentamente posible para el bebé, y el que dijera lo contrario le cortaría la cabeza. Es solo una amenaza, diría David, pero ni siquiera él estaría seguro de eso.
De todas formas ahí estaba su reina, sentada en la tina, con los chorros de hidromasaje haciendo su trabajo, con el rostro fruncido por el dolor y aún así se veía como la criatura más maravillosa que sus ojos hayan visto. Sin poder evitarlo le tomó varias fotografías mientras ella no lo veía, probablemente le mataría por eso, pero en cuanto recuperara sus recuerdos sabía que lo amaría por capturar estos momentos (o eso esperaba). Dejó su teléfono sobre una silla enfocando hacia la tina grabando un video y se arrodilló cerca de ella llevando su mano a su pancita. Regina que tenía su cabeza sobre el respaldo de la tina volteó a mirarlo con sus ojitos brillantes y una sonrisa amorosa.
-Ya casi viene nuestro milagrito-. Susurró la morena robándole una sonrisa al rubio, otro pequeño recuerdo, el apodo con el que llamaban a su bebé antes del accidente.
-¿Qué pasó con "parásito"?-. Preguntó suavemente y notó una sonrisa tirando de sus preciosos labios.
-También me gusta.
-Regina-. Le llamó le llamó el rubio de una manera tan linda que hizo a su estomago revolotear –No recuerdas ahora, y probablemente no me creas, pero… te amo, te amo tanto-. Tenía una de sus manos sobre su pancita bajo el agua y la otra acariciaba su majilla mientras la abrazaba por detrás arrodillado por fuera de la tina –Compartir este momento me hace infinitamente feliz y lo único que quiero es hacerte tan feliz como tu me haces a mi-. A la reina se le aceleró el corazón con esa declaración, sus palabras le afectaron de una forma que no creía posible y sin confiar en su voz o sus propios sentimientos en ese momento, a lo único que atinó fue a besarlo, a besarlo hasta quedar sin aliento cuando una nueva contracción la atravesó en el momento justo cuando entró nuevamente la doctora y la enfermera.
Había llegado la hora de pujar, lo sabía, podía sentir su cuerpo listo y dispuesto para la tarea. La doctora se lo confirmó unos segundos después y entonces David entró en la tina con ella. Las pujadas fueron constantes, en cada contracción una pujada. No era tan doloroso como creyó que sería, el por el agua, le susurró la doctora y David le acariciaba la espalda y el vientre en cada momento, susurrando palabras de aliento y lo que bien que lo estaba haciendo. Pero de todas formas el dolor la tenía jadeando y gimiendo. La voz del rubio era cálida y reconfortante, la música que habían puesto de ambiente junto a las velas aromáticas la tenían envuelta en una burbuja de relajación y paz que no había sentido en tanto, tanto tiempo. David repartía besos por su cabello y hombro haciéndola sentir tan querida, le ayudaba con las respiraciones que al inicio cuando viajaban en la camioneta (hojalata con ruedas) le habían parecido tan inútiles y le hicieron pensar en él como un demente por querer que ella le imitara. Ahora que sabían lo que eran y el cómo ayudaba en su cuerpo, apreciaba que le guiara durante todo momento.
-Ya salió su cabecita-. Informó la doctora y Regina miró hacia abajo entre sus piernas y… no lograba ver nada, su pancita le ocultaba la vista. Por lo que David tomando su mano le guió para tocarle, y sí, podía sentir a su bebé, su parásito a poco y nada de tenerlo entre sus brazos, solo un par de empujones más y lo tendría.
-Eso es, lo estás haciendo muy bien belleza-. Susurró el rubio en su oído.
-Puja una vez más, Regina-. Le alentó la doctora.
Tres empujones más y sintió el momento en que el bebé salía; tan suave y naturalmente lo tomó en sus manos y lo llevó hasta su pecho sacándolo del agua, tan pequeño y rosadito con sus bracitos y piernitas agitándose, Regina soltó una pequeña carcajada llorosa, era un bebé, su bebé. En el momento de expulsión y el llevarlo a sus brazos solo existieron ellos dos y su bebé, no reconocieron nada más en la habitación. Regina tomó su manita y el bebé se aferró a su dedo provocando una hermosa y brillante sonrisa en su madre.
-Es una niña-. Dijo David emocionado sacándola de sus pensamientos mientras reía y lloraba a la vez, observando cada mínimo detalle de su princesita, aun sentado detrás de ella envolviendo a ambas con sus fuertes y protectores brazos.
-Es perfecta-. Susurró llena de amor por esta pequeña.
-Es igual de hermosa que su madre-. Susurró David en su oído –¡Será mi perdición!-. Exclamó dramáticamente haciendo reír a Regina –¡No te rías! ya la veo haciendo conmigo todo lo que quiera, es una suerte que este armado para alejar a los chicos que intenten cortejarla.
-¿Qué?-. Preguntó la morena sin poder evitar reír ante las ocurrencias del rubio –¡Es una bebé! literalmente acaba de nacer
-Hay que prepararse desde ya-. Dijo guiñándole un ojo, y con una enorme sonrisa en su rostro al verla reír.
Estuvieron un rato más en la tina y David cortó el cordón umbilical; luego de que Regina expulsara la placenta, la doctora Forbes la revisó y David las secó tanto a ella como a la bebé que en ningún momento dejó a su madre, hasta que llegó la hora de revisarla, en el momento de separarse de su madre, la pequeña se mandó llorando dándoles a todos una muestra de sus fuertes pulmones, haciéndoles saltar cuando las luces comenzaron a fallar y una bombilla explotó. Fue entonces que David le habló y la pequeña se calmó al identificar su voz. La doctora la examinó rápida y eficazmente mientras David, como buen papá oso le observaba desde cerca; durante ese momento la enfermera ayudó a Regina a vestirse y recostarse en la cama y solo cuando la bebé estuvo nuevamente en los brazos seguros de su madre, David se encaminó hacia el baño para cambiarse de ropa, pero fue rápidamente envuelto en la conocida nubecilla purpura de la magia de Regina, vistiéndolo en un simple pestañear de ojos.
La doctora Forbes los observó y simplemente sonrió, era natural que después del parto Regina quisiera tenerlo todo el tiempo cerca de ella y la bebita, para ambas la presencia de David era de seguridad. Los dejó a ambos disfrutar de su recién nacida, mientras iba a la sala de espera donde sabía estaba casi todo el pueblo reunido aún cuando ya era de madrugada.
-Nuestro pequeño parásito tiene magia-. Dijo Regina mientras sujetaba una vez más su diminuta manito.
-No me sorprende, igual de poderosa que su madre, ¡hizo explotar esa bombilla!-. Dijo extasiado acercándose a ellas y besando la cabeza de su bebita –¿La vestimos?-. Preguntó siendo respondido por un emocionado asentimiento de Regina.
David realmente intentó, intentó ponerle el pañal, pero le fue muy difícil. No es lo mismo ponerle el pañal a un muñeco de práctica que a un bebé real, más cuando es tan delicado y pequeño. Fue Regina quien terminó colocándole el pañal. De hecho ella la vistió por completo, David solo le colocó un diminuto gorrito, con mucho cuidado y esfuerzo de no molestarla; se había quedado dormida mientras lo hacían, pero Regina con tanta naturalidad la volvió a levantar de la cama y colocándola en sus brazos sin siquiera molestar el sueño de la bebé, hizo sonreír a David totalmente enternecido, ella no recordaba, pero definitivamente su instinto estaba presente en todo momento.
La reina observó a su bebita, su parásito, detallando cada mínimo detalle de su pequeño y lindo rostro; tenía una preciosa naricita y una pequeña boquita de labios regordetes, cabello castaño oscuro, más claro que el suyo, tenía varios de sus rasgos, pero podía ver también a David en ella. Tan hermosa. –Definitivamente te dará trabajo alejando a esos futuros pretendientes-. Dijo riendo suavemente y David sonrió ante eso sentando a su lado mirando a su preciosa niña y fue entonces que la bebé abrió sus ojitos. Tan azules como los de su padre y Regina supo entonces que estaba perdidamente enamorada de ambos; besó su cabecita sintiendo el infinito amor por este pequeño ser en sus brazos y un nuevo recuerdo brilló en su memoria.
–Nuestra preciosa Annette.
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ESPERO LES GUGUSTARA EL CAPÍTULO. ELEGÍ EL PARTO BAJO EL AGUA PRINCIPALMENTE POR QUE EL PADRE TIENE UN PAPEL MÁS ACTIVO Y FUNDAMENTAL DE CLAMAR A LA MADRE, PUESTO QUE SE NECESITA ESTAR TRANQUILA Y CENTRADA DURANTE ESTE PARTO. Y DAVID HACE ESO, CALMA A REGINA INCLUSO SI ELLA NO LO RECUERDA.
