Capítulo 8
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El grito de terror de su padre llamando a Regina le indicó que algo había ocurrido, acababa de entrar al jardín frontal cuando lo escuchó y de un salto subió los escalones para llegar a la puerta abriéndola de un empujón, siguió los llamados de David a Regina y los encontró en la habitación de Annette, Regina en el suelo inconsciente y David arrodillado a su lado con la bebé llorando en sus brazos. Regina no reaccionaba y un escalofrío la recorrió al imaginarse que ahora si la podían perder.
No supo cómo o qué hizo, pero se arrodilló a un lado de Regina y en cuanto la tocó los cuatro fueron envueltos en una nube de humo apareciendo en el hospital. David al notarse allí gritó rápidamente por ayuda, médicos y enfermeras corrieron en auxilio de la reina llevándosela rápidamente en una camilla. David quiso seguirles pero Emma le detuvo y cuando la miró para reclamarle por qué lo hacía ella tomó a la bebé de sus brazos para intentar calmarla. Hasta ese minuto ninguno de los dos notó el hecho de que los cristales de las ventanas se estaban trizando, las luces parpadeando y la gente a su alrededor mirándose asustados, hasta que pareció que todo se calmaba y estaba en silencio cuando la pequeña Annette dejó de llorar.
-¿Qué pasó?-. Preguntó la rubia y vio a David tragar con dificultad el nudo que se le había hecho en la garganta.
-No… no lo sé. Estaba bien, yo estaba terminando de cambiar el pañal de Annette cuando Regina entró en la habitación, estuvo mirando las cosas y luego comenzó a dolerle la cabeza, entonces cayó inconsciente. Dios… no sé que voy a hacer si algo peor le pasa-. A la rubia se le hizo un nudo en el estómago al ver el semblante decaído de su padre, sí ella se sentía desesperada por la situación, solo podía imaginar que para David era el doble. Lo arrastró hacia unos asientos y ambos permanecieron en silencio a la espera de noticias sobre Regina.
La rubia bajó la mirada hacia la bebé en sus brazos. Dormía tranquilamente sin saber que su madre estaba tras esas puertas quizás y hasta luchando por su vida.
Tomó aire profundamente y sostuvo una de las manitas de Annette. Aquí y ahora se hizo una promesa a si misma y a la bebé, la promesa que no le pudo hacer a su propio hijo, prometió que jamás permitiría que su hermanita corriera alguna vez con la misma suerte que ella corrió. Jamás estaría sola. Sonrió al ver a la bebé arrugar la nariz de la misma forma en que lo hacía Regina y escuchó a David a su lado soltar un suspiro.
-Se parece a ella-. Susurró David y ella estuvo de acuerdo, era una mini Regina, con el cabello más claro, pero igualita a ella.
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Le despertó el pitido constante de la maquina que registraba los latidos de su corazón. Le dolía la cabeza y los parpados le pesaban ligeramente. El molesto y conocido olor a desinfectante le indicó que estaban nuevamente en el hospital.
¿Qué había pasado?
David la sintió apretar su mano, y aún somnoliento levantó rápidamente la cabeza para poder ver su rostro, ignorando el dolor punzante en su cuello por la incomoda posición en la que se había quedado dormido, se levantó de su asiento y la observó abrir lentamente sus ojos. Su sonrisa se extendió mientras la veía hacerlo.
-Hey…-. Susurró el rubio sin querer molestarle mucho –Bienvenida otra vez-. Le sonrió feliz al verla fijar sus hermosos ojos en él. Regina arrugó el entrecejo al observarlo y tomó aire profundamente preparándose para hablar.
-Qu…
-Shh… no es necesario que te esfuerces cariño-. Regina carraspeó un poco su garganta y volvió a intentarlo.
-¿Quién… quién eres tú?
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-Vas a tener que tenerme paciencia, porque de bebés no sé nada, aunque… si eres como tu mamá no tendrás mucha y me estarás gritando: ¡Swan!-. Dijo imitando la voz de Regina para después terminar en una pequeña risa mientras la pequeña Annette le miraba atenta con sus lindos ojitos azules. La niña era tan tranquila cuando estaba despierta aunque la mayor parte del tiempo dormía, lo que era de esperarse acababa de nacer hace un par de días.
Había sentido un gran alivio cuando el doctor que estaba atendiendo a Regina había salido al fin para decirles de su estado y que la morena se encontraba bien, aparentemente no había sufrido ningún daño en la caída, a pesar de que David había visto que se golpeaba la cabeza con la baranda de la cuna de Annette en su desmayo, tendían que esperar a que despertara para poder saber más, puesto que ningún examen físico ni radiológico mostraba nada de preocupación, así eran los golpes en la cabeza. Estaban como en el principio, esperando a saber como respondería.
Estaba en la sala de espera con la bebé mientras David había entrado a la habitación de Regina, y aprovechó para llamar a Archie y a Ruby, el primero pedirle que recogerá a Henry de la escuela y lo mantuviera ocupado un rato y a la loba para que se encargara de trasladar a Snow al hospital, en el poco tiempo que estuvo con David esperando noticias, ambos habían acordado sería mejor tener a Snow en las habitaciones acolchadas del área psiquiátrica del hospital. Emma le había contado su exabrupto en la estación y todo lo que le había dicho Snow. David había intentado hacerle ver que la decisión de enviarla en el armario había sido unánime y que no debía culpar de todo a Snow, y que su madre estaba cegada por la rabia y la venganza como alguna vez lo estuvo Regina y aun así cambio, que tenía que darle su tiempo y no bajar los brazos; ayudarla a volver a la luz. Sabía que David tenía razón pero era algo que debía pensar con claridad, con la cabeza fría y no enojada por las acciones que había tomado la princesa. Porque mandar a matar a una mujer embarazada deliberadamente era muy diferente que enviarle a un mundo extraño, con la maldición existía la seguridad de que todos estarían separados, pero vivos.
Cavilaba en sus pensamientos cuando una vocecita muy conocida la hizo levantar la mirada, justo para ver a Henry corriendo hacia ella con Archie tratando de seguirle el ritmo junto a Granny.
-¿Qué están haciendo aquí?-. Preguntó la rubia puesto que le había dicho a Archie que no le dijera nada al niño, no quería asustarlo con le que le ocurrió a Regina, no sin saber si estaría realmente bien.
-Lo siento Emma, no pude retenerlo por mucho tiempo-. Se disculpó el pelirrojo.
-Que esperabas chica, el niño es tan perceptivo e inteligente como Regina, se dio cuenta de inmediato que algo pasaba-. Comentó Granny y estiró los brazos para coger a la pequeña Annette –Ven tú conmigo preciosura-. Dulcificó su voz al hablarle a la bebé, de la misma forma en que hacía con su Ruby y el mismo Henry cuando eran pequeños -¿Tu hermana te ha cuidado bien?-. La bebé arrugó su naricita batiendo sus piecitos como refunfuñando, haciendo reír a Henry.
-¿Eso es un no?-. Bromeó el niño.
-¡Hey!-. Exclamó la rubia con falsa indignación, sonriendo ante las expresiones de la bebé tan parecidas a las de Regina.
-¿Qué han sabido de Regina?-. Preguntó esta vez el psiquiatra.
-Es como al principio, físicamente está bien excepto el golpe que se llevó con la cuna, los exámenes no muestran ningún daño interno, pero no sabremos nada más hasta que se despierte. David está en la habitación con ella.
-¿Si se golpeó la cabeza puede recuperar la memoria?-. Preguntó Henry con los ojitos brillantes de emoción.
-Lamentablemente no ocurre así Henry, la vida real no es como en una película. Un segundo golpe en la cabeza podría incluso empeorar la situación-. Les informó Archie con mucho tacto, puesto que se trataba de la salud y el fututo de la madre del niño –Pero los exámenes no han mostrado ningún nuevo daño, eso es algo bueno.
-Pero seguirá sin recordar-. Dijo con los ojitos llenándose de lágrimas.
-Debemos dar gracias que tiene la oportunidad de seguir creando nuevos recuerdos cariño-. Le dijo Granny sujetando su mano y haciendo que le mirara –Tu madre es una luchadora, no dejará que esto le frene; yo sé que en el fondo sabe que te ama, pero ya sabes como es, a veces es tan testaruda para reconocer lo obvio-. El niño sonrió levemente –Solo ten fe en ella.
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-¿Qué?-. Su voz sonó trémula a sus propios oídos. De pronto sintió el mundo caérsele a los pies, un escalofrío le recorrió la columna y le hizo temblar de pies a cabeza mientras los ojos se le llenaron de lágrimas; esto no podía ser cierto. David sintió su pequeña mano presionar la suya, pero la desesperanza nublaba su pensamiento racional.
-Hey…-. La escuchó decir y tirando de su mano para llamarle la atención, cuando logró enfocar sus ojos en los suyos pudo notar cierto arrepentimiento que no lograba entender –Creo que me he pasado-. La vio morderse el labio luciendo avergonzada y entonces lo captó.
-Tú…
-Lo siento cariño, creí que sería una buena broma-. Susurró suavemente como cuando quería disculparse con él. –No era mi intensión asustarte así-. La amorosa palabra no pasó desapercibida por el rubio, ahora más alerta que nunca.
-¿C.. Cariño?-. Preguntó sin querer hacerse falsas expectativas.
-Si… ¿No estamos… enamorados?-. Preguntó ahora ella confundida.
-¿Qué es lo que recuerdas Regina?-. La vio fruncir el ceño recordando.
-Yo… lo ultimo que recuerdo es que entré a la habitación de Annette porque la escuché llorar pero no estaba en la cama; le cambiabas el pañal-. Lo vio asentir con la cabeza –Recordé el día que Marco y August trajeron de regalo la cuna y los problemas que me causó la manta a crochet-. Soltó una pequeña sonrisa ante el recuerdo –Me comenzó a doler la cabeza, la habitación daba vueltas y… ¿Me desmayé?-. David volvió a asentir.
-Sí, lo siento no alcancé a sostenerte-. Se disculpó profusamente el rubio, haciendo sonreír amorosamente a Regina.
-¿Quieres saber qué más recuerdo?-. David fijó su mirada atentamente en ella –Recuerdo cómo me enamoré de ti, recuerdo haber tratado de alejarte, recuerdo cada una de nuestras citas; recuerdo cuando, cómo y donde me pediste matrimonio, recuerdo el día que supimos que estaba embarazada y recuerdo haberte dicho que Henry necesitaba un corte de cabello-. Sonrió al ver la sonrisa emocionada en él –Recuerdo nuestro primer beso, nuestra primera noche juntos y todas las que le siguieron, recuerdo la maldición… recuerdo todo. Todo llegó junto, bombardeándome de recuerdos en cuanto vi esa mantita que tanto me costó hacer.
-Por la mantita de Annette-. Dijo sin poder dejar de reír y besó el dorso de su mano con amor.
-La mantita de nuestra bebé-. Dijo Regina sin parar de sonreír –Tuvimos una niña-. Las lágrimas no se hicieron esperar entre los dos, esta vez David lloraba de felicidad, no podía estar más agradecido con la vida, pero de pronto Regina se puso triste y no entendía la razón –Ay no… todas las cosas horribles que le dije a Henry-. El corazón del rubio se apretó al ver su angustia.
-Hey tranquila… Henry entiende que no eras tu misma en ese momento-. Besó su frente tratando de alejar su tristeza.
-Búscalo, quiero disculparme. Dios soy horrible.
-No digas eso, no eres horrible, ya te disculpaste una vez antes, y él te perdono ¿no?-. Ella asintió con renuencia –Pero si quieres verlo, lo traeré ¿de acuerdo?
-Y a Annette también.
-Annette también-. Le sonrió tiernamente –Está allá afuera con Emma-. La vio fruncir el ceño en una clara pregunta silenciosa –Emma llegó cuando te desmayaste, me escuchó intentando despertarte y entró rápidamente, creo que deberías estar orgullosa… nos transporto a los cuatro aquí con magia, eres una buena maestra-. Ella se rio de eso, Emma a veces era un verdadero grano en el trasero en sus clases de magia, pero al parecer había escuchado algo de lo que le decía.
-Encantador…
-¿Dime?
-¿Es que no piensas besarme?-. Eso hizo reír al rubio, su preciosa prometida que siempre le exigía una beso al despertar cuando él no hacia primero había vuelto y no podía de la emoción por aquello. Sin dudarlo se inclinó hacia ella y cubrió sus suaves labios con los suyos en un beso lento que los hizo soltar un suspiro a ambos –Te amo-. Suspiró Regina, haciendo palpitar desbocado el corazón de David. Dios, la había extrañado tanto.
-Y yo te amo a ti-. La besó una vez más, alargando un poco más el beso disfrutando de la sensación de volver a sentir su amor.
-Gracias
-¿Por qué me agradeces?-. Preguntó confundido.
-Por tener esa infinita paciencia que me tuviste-. Acarició su rostro, adorando la sensación de su incipiente barba en la palma de su mano –Tratar con la Reina Malvada es una cosa, pero una Reina Malvada embarazada, hormonal y asustada es otra completamente diferente.
-Te amo Regina, todo de ti, eso incluye a la reina malvada. Sería hipócrita de mi parte decir que te amo y no aceptar tu pasado, además… adoro esos vestidos escotados-. Le dio una sonrisa coqueta arrancándole una pequeña risita. –¿Te duele?-. Le preguntó tocando su frente, cerca de donde se había golpeado al desmayarse.
-Un poco, pero…-. Con un solo giro de su muñeca la pequeña herida en su frente había desaparecido y su tez volvía a su color natural –Ya no duele nada. Quiero ir a casa-. Dijo sentándose en la cama sin ningún tipo de dificultad.
-Que te vea el doctor primero. Sin escusas-. Dijo cuando la vio preparándose para excusarse, sabía que estaba bien, había usado su magia para curarse, pero con que le viera el medico no perdían nada.
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-¿Cómo está Regina?-. Fue lo primero que preguntó Emma, externando la misma pregunta que todos se hacían en cuanto vieron aparecer a David en la sala de espera.
-¿Por que no le preguntan ustedes?-. Respondió alegre el rubio girándose para indicar donde estaba la morena.
-¿Por qué tengo que usar una silla de ruedas? No soy una maldita lisiada, puedo caminar por mi misma-. Todos sonrieron divertidos de ver a la morena discutir con la enfermera que conducía la silla de ruedas hacia ellos, era bueno verla bien aunque fuera renegando. De pronto ella fijó su mirada en ellos dejando escapar una brillante sonrisa –¡Henry!
El niño entornó su mirada hacia ella sin poder evitar preguntar –¿Mamá?
Regina ya no pudo aguantar la lentitud de la maldita enfermera para empujar la estúpida silla de ruedas y se levantó, caminando a paso rápido el poco espacio que la separaba de su hijo y lo envolvió en un necesitado abraso –Mi pequeño príncipe-. Dejó escapar contra su esponjoso cabello y entonces el niño envolvió sus pequeños brazos a su alrededor.
-¡Mamá!-. Dejó salir en un lloroso grito amortiguado por el abrazo.
Los otros tres adultos se giraron a ver a David, quien lucía una inigualable sonrisa orgullosa rebosante de felicidad –¿Ella…?-. Archie no terminó de preguntar pues el rubio asintió sabiendo bien a lo que se refería.
-Recuerda todo-. Externalizó David para que no cupieran dudas. Volviendo a mirar a madre e hijo reunidos pidiéndose perdón mutuamente y llorando de felicidad, escuchó a la pequeña Annette quejándose en brazos de Granny y se acercó para tomarla –Hola princesa, ¿te portaste bien con tu hermana?
-Excelente, es la bebé más tranquila que he conocido-. Respondió Emma jugando con una de las manitos de la bebé, feliz de tener nuevamente a Regina con la memoria al completo.
-Creo que alguien quiere ver a mami-. Dijo Granny, viendo que la bebé no se tranquilizó en brazos de su padre.
-Annette-. Dijo Regina separándose de Henry para enfocar sus ojos en su pequeño bebé. David se acercó a ellos con la niña en brazos
-Hola parásito-. Le saludó Regina con voz suave y tranquila al acunarla en sus brazos. La bebé se calmó inmediatamente al escuchar su voz y abriendo sus ojitos trató de ver a su madre arrancándole una sonrisa llorosa cuando parecía que la bebé le sonreía. –Vamos a casa corazón.
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-Fue lindo verte tratando de cambiarle el pañal por primera vez-. Dijo David entrando su habitación viendo a Regina sentada en la cama con la pequeña Annette entre sus piernas mientras le cambiaba con maestría el pañal sucio –De repente me veía como el más experimentado entre los dos, ahora he vuelto a ser el principiante-. Se sentó a su lado sin dejar de sonreír.
-Solo es cosa de practica cariño, ya verás que pronto lo harás muy bien ¿No es así pequeño parásito?-. Le dijo a la bebé que trataba de mirar todo lo que le rodeaba.
-¡La encontré!-. Exclamó Henry, entrando rápidamente a la habitación con su cámara en la mano –¡Quiero hacerle su primera foto!-. Dijo emocionado con una risa burbujeante que hizo sonreír a los dos adultos.
-Bien, solo deja que termine de vestirla y estará lista-. La pequeña llevaba un vestido hecho de lana, uno de los miles que había hecho Granny en su emoción de ¿y si fuera una niña? Regina no se había podido negar y había terminado también sucumbiendo a hacerle ella misma unos zapatitos a juego. Era un precioso conjunto; el vestido era rojo con una pequeña rosa hecha con la misma lana, los zapatitos con una cinta roja simulando los cordones, un pequeño gorrito a juego y un diminuto abrigo del mismo color con botones café.
-Parece una caperucita roja-. Mencionó David. Y sí, su pequeña niña parecía una diminuta caperucita roja, pues fue la misma Ruby quien había comprado la lana ese día. No podía negar que a su pequeña le quedaba bien el rojo, contrastaba muy bien con su oscuro cabello. –Es preciosa-. David envolviendo sus brazos por la cintura de su prometida, quien había terminado de acomodar a la pequeña en el medio de la cama para que Henry le tomara su primera fotografía –La primera vez que te vi llevabas rojo-. Le susurró suavemente –Te veías tan sublime que creí que estaba delirando-. Ella solo sonrió negando con la cabeza, mientras miraba a Henry sacar mil fotos en diferentes ángulos –Y que decir de esos pantalones de cuero-. Murmuró antes de besar su cuello causándole un estremecimiento.
-Mmm, tengo ese traje en mi bóveda-. Dijo casualmente, sin notar que a David se le aceleró la respiración ante ese dato.
-¡Ya está! ¿Nos podemos ir ya?-. Preguntó Henry girándose a verlos.
Habían pasado ya casi un mes desde que había recordado todo y le dieron el alta médica. Regina había visitado a Snow en la habitación acolchada del ala psiquiátrica del hospital y no la había matado por lo que hizo simplemente porque había prometido tanto a Henry como así misma ser mejor; y esa era una promesa que pensaba cumplir por sus hijos. Aunque claro, que no la matara, no significaba que no podía abofetearla tan fuerte que su mano dolería por un par de horas aquel día, el grito de dolor que la princesa había soltado fue lo suficientemente satisfactorio para volver a cerrar la puerta de la habitación con una enorme sonrisa. Tenía mejores cosas que hacer que gastar su tiempo con ella.
¿Y hoy? Hoy era día de festejar había dicho Granny, tanto por su pequeña princesa como por que ella recuperara su memoria al fin. La vieja lobo se había encargado de todo, aunque claro, mandando a Emma y Ruby como sus asistentes para absolutamente todo.
David conducía el nuevo automóvil de Regina con cuidado llevando a su familia a salvo a su destino. Un claro en el bosque había sido el lugar escogido para la fiesta, y es que prácticamente todo el pueblo había querido participar y a Regina no le había importado. Por primera vez simplemente había cedido a que la consintiera de la forma que la loba quisiera, le bastaba con tener a sus hijos, su guapo novio para estar feliz.
El lugar estaba adornado de manera simple pero elegantemente, había una especie de acarpa que cubría la gran mayoría de las mesas y luces colgantes alrededor. Regina reconoció el lugar como uno de los muchos miradores de Storybrooke, esta daba una vista impresionante desde un terreno alto de un risco hacia la ciudad y parte del puerto. Era bastante fácil acceder gracias a que hacía años había construido el camino cuando encontró el lugar de casualidad y pensó sería un buen lugar para llevar a Henry de pequeño.
Todo el borde del risco estaba cementado y adaptado para evitar accidentes, varios asientos colocados estratégicamente para dar una mirada tanto para la ciudad como para visualizar la puesta de sol desde allí. A Regina le encantaba, había llevado a David una vez allí y luego el rubio lo había tomado como el lugar para varias de sus citas. El rubio era un entusiasta de los picnics a la luz del atardecer y ella no podía negar que su romanticismo le agradaba bastante.
-Vaya producción-. Comentó la reina una vez que David estacionó. A lo lejos podía ver a Ruby y Emma moverse de un lado a otro llevando bandejas, el lugar ya albergaba varias personas que les saludaron cuando descendieron del vehículo encaminándose hacia donde estaba la vieja lobo, mientras Henry corría hacia donde estaba Archie y Pongo.
-Por dios, parece una mini Red-. Comentó Granny en cuando los vio acercarse y rápidamente su atención fue captada por la diminuta morena vestida de rojo en su portabebés.
-¿De quién habrá sido la culpa?-. Comentó Regina con falso enfado pero la sonrisa no la pudo esconder demasiado tiempo provocando una sonrisa propia en la anciana siempre seria.
-De cierto rubio que se le ocurrió enviar a mi nieta a comprar la Lana en vez de ir él como le pedimos-. Dijo la loba mirándolo por encima de sus gafas, provocando que se removiera incómodo en su lugar y soltara una risita nerviosa.
-Por cierto-. Dijo Regina llamando la atención de ambos –Por qué aquí y no una pequeña cena en tu restaurante?-. Preguntó antes de dirigir su mirada hacia el lugar bellamente decorado, perdiéndose la mirada cómplice que se dieron David y la loba.
-Amm, bueno… porque yo se lo pedí-. Contestó David entregándole el portabebés a Granny que se llevó a la pequeña Annette hacia donde estaba Henry y Archie –Ven-. David le cogió de la mano y la encaminó hacia un costado alejado de la carpa –Se que habíamos quedado de hacer esto después de que naciera Annette, pero realmente nunca pusimos una fecha exacta-. Comenzó a decir David y Regina ya intuía por donde iba –Regina, todo lo que hemos pasado este último tiempo; el ataque que sufriste y tu pérdida de memoria me ha hecho asimilar que no quiero perder un minuto más sin llamarme tuyo y que el mundo sepa que nos amamos.
-David…
-Y si estás desacuerdo, me encantaría que nos casáramos en este momento, aquí… en nuestro lugar especial. Sé que quizás no es de la forma que quisieras, ni la organización que te gustaría, sé que debí consultarte primero, pero quería darte esta sorpresa, si no quieres lo entenderé no quiero presionarte a que lo hag…
-Hablas demasiado rápido cuando te pones nervioso-. Contestó Regina luego de interrumpir su verborrea con un beso suave.
-Yo…
-Por supuesto que quiero casarme contigo, no me importa donde ni como, siempre que sea contigo. Ambos sabemos que antes de que me lo propusieras el matrimonio no era algo que anhelara, sino todo lo contrario y tú me hiciste ver que puede ser diferente, que no es el significado de posesión sino de amor y yo te amo-. Contestó volviéndolo a besar y sintió que al fin su cuerpo se relajaba contra el suyo, envolviendo sus brazos por su cintura para atraerla más hacia él.
-Mmn… y yo te amo a ti… vestido-. Dejó salir el rubio entre besos.
-Me casaría contigo hasta en bañador, pastor-. Contestó sintiendo que se tensaba nuevamente. Sabía lo celoso que era al saberla medio desnuda ante la mirada de alguien más y eso la divertía –Aunque… tengo un vestido-. El rubio se alejó de sus labios para mirarla a los ojos elevando una inquisitiva ceja –Kathryn insistió en diseñarlo cuando se enteró que me lo propusiste, ha estado en mi bóveda desde hace meses, solo debía volver a mi talla para poder usarlo-. Le susurró contra los labios con una sonrisa. Aun no había vuelto a su talla normal de antes del embarazo, pero no era nada que con un poco de magia no pudiera solucionar, incluyendo la preparación para la inminente noche de bodas que por nada del mundo iba a postergar.
-No sabía que diseñara vestidos
-Un talento oculto que sacó a relucir hace poco-. Comentó con una sonrisa puesto que el vestido era realmente maravilloso.
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-¿Qué pasa si dice que no?-. Preguntó Ruby, realmente parecía más nerviosa que nadie esperando a saber si había boda o no.
-Yo no creo que diga que no-. Respondió Emma, mientras jugaba con una de las manitos de Annette mientras le hacia caras graciosas.
-Manos a la obra ¡ha dicho que sí!-. Les dijo Granny llegando a su lado para darles indicaciones, la vieja lobo parecía no poder contener la emoción –¿Qué esperan? muevan las manos y coloquen las decoraciones. ¡Ustedes! -. Les dijo a unos de los enanos –¡Ayúdenme a mover el arco que hoy se celebra una boda!
Espero les gustara, gracias por leer
