Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.
Cuando Aioria recuperó plenamente la conciencia estaba en un gran asiento, dentro de un avión privado, usando su propio traje hecho a la medida color borgoña y un abrigo que aparentaba ser piel de león. Apenas abrió los ojos sintió que cientos de agujas le perforaban la cabeza, era una tortura, una completa cruda resultado de una buena borrachera.
En el asiento al otro lado del pasillo estaba Milo, con lentes oscuros, usando su propio traje a la medida, negro y su cabello completamente alborotado; él todavía estaba dormido, sus brazos estaban extendidos a sus lados y su boca ligeramente abierta lo evidenciaban.
—Mr. Lampropoulos, tome esto, por favor, ayudará con su aflicción.
Aioria gruñó al escuchar la voz y tomó el vaso que le ofrecieron con algo de agresividad. Necesitó casi una hora para recuperarse, no estaba acostumbrado a beber y la noche anterior había sido salvaje.
Después de su proclamación de beber hasta olvidar, Shijima les ofreció llevarlos a un pub inglés, y aunque para ambos, según su concepción errada, era temprano, fueron convencidos cuando el pelirrojo les dijo que primero les mandaría a hacer ropa apropiada para codearse con la clase alta inglesa.
Todo lo que recordaba era lo importante que se sintió con ese traje de ejecutivo y la entrada al pub donde había un montón de hombres vestidos igual que ellos; tenía breves destellos de lo ocurrido esa noche, como otro lugar un poco más animado después del tranquilo pub, con música resonando en todos lados, gente bailando y todos gritando en inglés.
Milo, que despertó poco después, más compuesto habría que señalar, recordaba cuando cambiaron el pub por un lugar más animado, con Shijima detrás de ellos y a Aioria dejando que una desconocida le metiera la lengua hasta el fondo de la garganta, detalle que omitió cuando ambos bajaron del avión, no quería traumatizar a su amigo.
—¿Y en dónde carajo estamos? —preguntó Aioria cuando recogieron sus dos maletas, apenas pensando en ese pequeño detalle.
—¿En dónde estamos? ¿Qué hay del sujeto que vino con nosotros en el avión y nos viene siguiendo? —señaló Milo, brutos no eran… tanto; el desconocer el lugar dónde estaban no era tan alarmante como no saber quién los acompañaba.
El hombre en cuestión, no tan elegante como ellos (pero sí con la ropa bien puesta y sin signos de haber bebido la madrugada anterior), recogió un pequeño maletín y les hizo una leve inclinación en señal de respeto. Era alto, casi tanto como Aldebarán, de cabello rosa, pero no del tono de Valentine o Shoko, sino de un tono más fuerte y una expresión dura que no combinaba tanto con su actitud servicial y tono de voz.
—Agora, su excelencia me envió con ustedes para asegurar su seguridad —se presentó—. Estoy a sus órdenes, caballeros.
Milo y Aioria intercambiaron una mirada, aún se sentían mal por el vuelo, el peliazul sentía que en cualquier momento explusaría todo el alcohol que consumió junto con su desayuno inglés y el castaño estaba a nada de desmayarse, pero la idea de tener un sirviente personal (porque así lo interpretaron) fue suficiente para hacerlos levantar la cabeza y caminar lo que les quedaba de aeropuerto con porte orgulloso, como si fueran dos de las personas más importantes del mundo.
Vamos, si la noche anterior se habían ido a parrandear con uno de los hombres más ricos del mundo. O eso pensaron, en realidad el pelirrojo no consumió nada y solo los acompañó la mitad de la noche debido a que se sentía demasiado viejo para esos trotes, por eso envió al siempre confiable Agora.
—Agora, quiero hospedarme en el hotel más exclusivo de la ciudad —demandó Aioria cuando subieron a una camioneta.
—Agora, quiero una cama como la de hace un par de horas, otras aspirinas y una bolsita de avión en caso de que no sobreviva este viaje —informó Milo, con sus lentes bien puestos, ignorando las miradas sobre su persona.
Ambos fueron llevados a uno de los hoteles Thorne, reconocieron la fachada a la distancia, y fueron hospedados en la suite principal. Se sentían importantes, elegantes, millonarios.
Pronto olvidaron su misión importante, ni siquiera sabían en donde estaban, en lugar de preguntar se concentraron en recuperar fuerzas, conseguir más trajes elegantes, y vivir como reyes; era de madrugada cuando llegaron, apenas estaba amaneciendo, y durmieron medio día. En ese tiempo Agora mandó a hacer sus trajes y preparó un festín imaginando que ambos tendrían hambre, idea que no fue errada. Lo que no esperó fue que ambos comieran como si no lo hubieran hecho en años.
Agora amaba su trabajo, sus padres habían trabajado para tan noble familia por más de una década, creció viendo a sus padres manejar a la servidumbre y trabajar casi codo a codo con su señoría. Él mismo había convivido con su señoría desde sus más tiernos años y le había manifestado, a muy corta edad, sus deseos de trabajar a su lado, de serle tan útil como lo fue su padre en el momento, tal vez un poco más.
Y ahora estaba ahí, vigilando a los amigos del segundo nieto. Admitió, mientras veía a Aioria preguntarse por qué tenía moretones en el cuello (que en realidad eran grandes y muy marcados chupetones), que al menos ellos le daban algo de trabajo; cuando tenía que quedarse con Shijima por lo regular el pelirrojo no pedía nada, era autosuficiente, hasta le decía que se tomara el día libre, su asistente siempre se encargaba de los detalles que necesitara, como nueva papelería o sentarse a su lado sin decir nada, concentrada en su tablet. Esos días eran muy tranquilos, demasiado lentos; en ese sentido la compañía de Shaka era mucho mejor, al menos el rubio le hacía plática.
Y se parecía a su señoría. Era una copia casi exacta; quizá el nieto era un poco más bajo que el abuelo y su cabello todavía no recuperaba su gloria antigua, pero fuera de eso el parecido era impresionante, como ver una versión rejuvenecida de su señoría que ahora era menor que él.
Milo y Aioria recibieron un masaje, comieron comida estadounidense (ya sabiendo que estaban en Nueva York después de ver en la televisión canales estadounidenses), el castaño hizo reír a algunas de las camareras con su acento y el peliazul recibió varios guiños que lo mantuvieron indiferente. Ninguno recordó su búsqueda hasta que a su habitación llegó Agora con una persona inesperada, y sin su hot dog de Coney Island.
—Mr. Galanis, Mr. Lampropoulos, permítanme presentarles a Mr. MacQuaid.
Ambos estaban en la piscina techada del hotel, Aioria descansaba en una de las sillas y Milo estaba en la orilla de la piscina, recordando sus clases de natación. Ambos miraron al rubio que les sonrió de una forma que les incómodo, fue de una forma fría, con cierto toque de maldad, de una manera que les dió la sensación de que planeaba algo, a pesar de que era la primera vez que lo veían.
—Fudō —se presentó el hombre con una ligera inclinación de cabeza—. Pueden decirme Fudō.
—Aioria y Milo —presentó el peliazul, saliendo del agua para saludar con un apretón de manos, de manera formal, como debía ser.
Los amigos no pudieron evitar mirar el cabello de Fudō, que era de un tono rubio que supieron de inmediato era falso, Milo incluso podía adivinar el nombre del tono.
—Es un gusto conocer a los amigos de Shaka.
—¿Conoces a nuestros rubio? —preguntó Aioria, levantándose de su lugar de inmediato para darle un golpe en el hombro al peliazul— ¡Olvidamos a Shaka!
—Ahh, es cierto —murmuró Milo, también recordando que se suponía lo estaba buscando—. ¿Entonces cómo lo conoces?
—Es mi primo —explicó Fudō, intentando que no se notara lo extrañado que estaba ante esa interacción; de hecho no fue tan necesario esforzarse, sólo tuvo que recordar el agregado que tenía que hacer—... y Jonathan.. él también es mi primo.
Sí, Fudō no era rubio natural, y tampoco era el heredero principal, a decir verdad le desagradaba en alto grado su primo mayor. Toda su vida había crecido bajo la sombra de una persona que no existía, que él nunca vió o conoció hasta fechas recientes; como era el nieto directo del segundo matrimonio siempre había tomado el papel de líder dentro de la linea sucesoria de nietos, incluso era mayor que Shaka, pero eso no importó al final, después de todo, siempre estaría detrás de ese desastre pelirrojo.
—¿Buscaban a Shaka? —preguntó Fudō, con un falso tono amable— Se fue hace un par de horas.
—Es verdad —concordó Agora—. Su excelencia Blenkinsop se retiró apenas terminó su trabajo.
—¡¿Qué?! Agora, ¿por qué no dijiste nada? —Aioria miró al pelirrosa sorprendido, una traición, su mayordomo personal los había traicionado.
—No me preguntaron y tampoco imaginé que quisieran saberlo, estaban ocupados con sus trajes confeccionados y descansos, no quería importunar.
Una traición con sentido, si ellos mismos habían olvidado la razón por la que estaba ahí.
—Deberíamos llamarlo —sugirió Aioria.
—Agora, ¿a dónde fue el escapista?
—Shiva dijo que a la India, al parecer su excelencia también tenía asuntos pendientes ahí.
Ignorando al moreno presente, los amigos se miraron entre sí, discutiendo con la mirada. Aioria quería quedarse en el hotel, estaba demasiado cómodo, y Milo estaba decidido a buscar al rubio y tener su gran borrachera en el extranjero, y tenía que ser con el rubio que ellos conocían, no el que acababan de conocer, así que apeló al sentimentalismo de Aioria, ese era el primer año que pasaban tantos meses sin ver a su amigo.
—Prepara el avión, Agora, nos vamos a la India —terminó por decir Milo, con una sonrisa victoriosa, mientras se ponía una bata y usaba una toalla para secar su cabello—. Nos iremos después de la comida.
Agora asintió, estaba por irse a preparar todo lo que necesitaba cuando se percató de que Fudō miró a Milo, deteniendo también su avance.
—¿Cuál es su prisa?
—Debemos verlo para que nos muestre la ciudad y nos podamos ir a emborrachar —explicó Aioria, esperando que el peliazul no hablara del desastre que era su vida amorosa.
—En ese sentido… Yo podría mostrarles esta ciudad, cualquier amigo de Shaka es mi amigo.
Ambos volvieron a intercambiar una mirada.
Estaba de acuerdo en que había algo de amabilidad en la falsedad de Fudō, hasta Agora pareció sorprendido por el ofrecimiento, y aún así no pudieron evitar considerar la oferta. Habían escuchado historias de terror sobre la familia de Shaka, historias de tijeras y tintes para el cabello, querían saber si ese hombre tuvo algo que ver.
—Bueno, todavía es sábado, creo que una copa no estaría mal, danos cuarenta y cinco minutos para vernos apropiados.
Agora tenía dos puntos sobre lo declarado: esos dos no tardaban cuarenta y cinco minutos en arreglarse y era la tarde del domingo, no sábado por la mañana. De hecho, estaba sorprendido de que ninguno de esos dos sufriera un jet lag, o tal vez sí lo tenían y por eso no tenían ni idea de qué día era. El otro punto era que sabía que Fudō sentía mucha, mucha aversión por Shijima y cualquier cosa que se relaciones con él, incluyendo a Shaka y sus amigos. Había una trampa, Agora había estado involucrado en suficientes trabajos como para saber cuando el inversionista trataba de jugarles chueco, y vaya que Fudō lo estabas haciendo. Tenía órdenes de obedecer a Aioria y Milo casi con fé ciega, así que, de momento, guardaría sus observaciones para sí, a espera de ver cómo avanzaban las cosas.
Esa sería una larga noche.
