Capítulo 2: Aphra.

A pesar de preferir estar entre los insulares aprendiendo tanto como le sea posible de sus vínculos y prácticas rituales, Aphra sabe que es aquí donde más se le necesita ahora mismo.

Gestionar el nuevo comité de ética de Hikmet (y próximamente de todo Teer Fradee, espera) está resultando ser una tarea completamente agotadora, especialmente si contamos con que trabaja en varios frentes de manera simultánea, pues se encuentra también analizando el funcionamiento de algunos de los aparatos proporcionados por los Nautas para medir los elementos, y también tiene entre manos un par de cortezas de árbol con promesas escritas en lenguaje Doneigad para aprender un poco más del vínculo que une a los nativos con En On Mil Frichtimen, cortesía del Alto Rey Dunncas.

"¡Suficiente! Si no tomo un descanso, mi cabeza va a reventar", exclama, no sin razón, la bella morena de complexión delgada pero definida, por lo que, determinada, sube a la cocina del Instituto a prepararse un café y algo de comer.

Sentada en la completa soledad de la cocina y hundida en el silencio y la calma que a la madrugada acompañan, consumiendo sus alimentos, la mente de la chica divaga, llevándola hacia aquél lugar que tanto trata de evitar pero que a la vez es el único que le brinda cierto consuelo. Suspira sabiendo que no hay remedio, pues ya se encuentra pensando en el fallecido De Sardet, el hombre cuya presencia le hizo dar un giro de 180 grados a su manera de abordar sus estudios, y fruto de su cercanía, percibir la vida de manera completamente diferente, más abierta a externar sus emociones y a sentirlas, entendiéndolas a la vez como indicativo de sus heridas, demonios y anhelos.

Aún recuerda su primer encuentro, no el más romántico, claro está, pues ella por instinto no titubeó en amenazar con su arma al que, posteriormente se enteraría, era el Legado de la Congregación de Mercaderes. Y a pesar de ello, el hombre accedió con una sonrisa (y con cierta ironía, solicitando únicamente a cambio de dejarle entrar en su equipo que no le reventara la cabeza con su arcabuz) a asistirla con sus investigaciones sobre los rituales de vinculación insulares y, posteriormente, con la caza y detención de su antiguo maestro, el Doctor Asili.

La inteligente mujer se estremece ligeramente cuando su recorrido mental la conduce justo a ese momento, al único instante que desearía borrar de sus memorias. A ese recuerdo tan completamente vívido y claro de sí misma contemplando el cadáver de De Sardet siendo abrazado por una Siora emocionalmente destruída y al lado de ellos un Vasco completamente pálido mirando al horizonte.

"A veces te odio, porque por tu culpa me volví una mujer más consciente de sus propias emociones. Me enseñaste con tu conducta a entrar en contacto con lo que sentía y a no guardarlo en mí, así como a dejar entrar a la gente en mi vida, pero no me enseñaste a afrontar la pérdida, especialmente la tuya. No estaba preparada para perderte, porque siempre tenías un plan, o tu temple de acero te llevaba a superar las más grandes dificultades. Realmente creí que ésta vez no sería diferente, especialmente después de verte lograr lo imposible conformando una alianza entre todas las regiones y facciones del continente.

Pero hasta el más grande guerrero tiene un límite, y tú llegaste al tuyo, dejando detrás de ti una nación unida pero sumida en duelo por la pérdida de su nexo común.

Me odio porque no puedo superar tu partida a más de tres años de lo ocurrido. Me odio porque no hay día en que no recuerde todas las experiencias que vivimos juntos y no extrañe ver esa sonrisa que tenías para cualquiera que se te acercara, incluso en tu momento de mayor vulnerabilidad, previo a enfrentar a tu primo. Te odio porque no me enseñaste a aceptar que así como la gente llega, así se va, y es ésta la única maldita lección que, a pesar de ser la dirigente del Instituto de Erúditos de Hikmet, no logro aprender.

Espero que, si realmente eres uno ahora mismo con el Dios de las Mil Caras, como Siora dice, te sientas orgulloso de lo que hemos construido aquí. Que te sientas orgulloso de mí. Que me sigas queriendo a pesar del tiempo.

Y sí, estoy segura de que lo sabías, sabías lo que sentía por ti, sentimiento que se niega a morir (y me niego también a dejarlo morir, ¿Quizá?). Habría querido decirte yo misma cuánto te quise, aunque supiera que tu amor era para Siora, teniendo que conformarme con tus sonrisas cada mañana, tu preocupación exacerbada después de un enfrentamiento y tus breves abrazos.

Quizá así sería más sencillo todo esto.

En fin, tú ya no estás, yo sí, y debo aprovechar la oportunidad que a todos nos diste con tu sacrificio.

Hasta que nos volvamos a ver... Mi querido De Sardet".

Terminando su café y con el espíritu renovado y el apetito saciado, Aphra desciende hacia su laboratorio, resuelta a continuar con sus investigaciones, hasta que los recuerdos vuelvan a tocar a su puerta".

...

Puedes llorar porque se ha ido, o puedes

sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos

y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha

dejado;

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor

que compartisteis.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el

vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a él le gustaría:

sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

-David Harkins-