espejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.
Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.
Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.
CAPÍTULO XI
-PASADO-
—Hermione —dijo Harry.
La chica estaba sentada en un sofá individual de sala común de Gryffindor. Tenía un pesado libro de encantamientos entre sus manos, el cual finalmente había caído sobre su regazo cuando se desconcentró totalmente de la lectura. Miraba fijamente la chimenea donde ardía un tenue fuego que comenzaba a apagarse lentamente.
—Esto es raro —Ron la miraba preocupado.
—Lo sé —concordó Harry —. Hermione, ¿estás bien? —al notar que su amiga seguía sin reaccionar, Harry se levantó de su asiento y se acercó hasta ella para tocar su hombro. Solo así la joven pareció salir de su mente y regresar allí.
—¿Qué ocurre? —preguntó Hermione.
—Decíamos que en el próximo encuentro Harry quiere enseñarnos el encantamiento Patronus. ¿A ti qué te ocurre? —quiso saber Ron.
—Es una buena idea —la chica asintió con la cabeza —. Solo estoy preocupada por las cosas que ocurren, es todo. ¿Qué harás en San Valentín, Harry? —con aquella pregunta logró que su amigo se sonrojara.
—No sé a qué te refieres —Harry se hizo el desentendido.
—He oído que tienes planes —dijo Ron con malhumor —... que incluyen a mi hermana.
—Solo la he invitado a tomar el té en la Tienda de Madame Tudipie —el moreno hablaba con un tono que intentaba quitarle importancia al asunto.
—No me gusta para nada —refunfuñó Ron.
—No tiene que gustarte a ti, Ronald —Hermione lo miró desafiante —. Tu hermana puede tomar sus propias decisiones.
—Oigan, solo iremos a tomar té —Harry buscaba la paz.
—Con Ginny —agregó Ron.
—En San Valentín —finalizó Hermione —, eso definitivamente quiere decir algo.
—¿Y tú qué harás? —Potter desvió la atención al mirar a su amiga.
—Iré a la biblioteca —Hermione se encogió de hombros —, ¿y tú, Ron?
—Creo que tendré que ayudar a los gemelos con su negocio. Necesitan a alguien para probar algunos dulces experimentales.
—Buena suerte con eso —dijo Harry con una sonrisa.
Hermione en realidad no iría a la biblioteca. Bueno sí, ese era el punto de encuentro pero Draco le había dicho que tendrían una cita en un lugar más bonito y más privado. El corazón de la chica estaba muy acelerado porque estaba decidida a darle el regalo que le había comprado varios meses atrás, y dependiendo de su reacción ella sabría si había acertado o no.
Se sentó en una mesa cerca de la sección de ficción mágica, en la cual Madame Pince había recolocado varios ejemplares de Gilderoy Lockhart. Draco, que generalmente era muy puntual, llegó media hora tarde. Lucía algo nervioso e impaciente al mismo tiempo.
—¿Nos vamos? —le preguntó a Hermione.
La chica se unió a él en los pasillos del castillo pero a una distancia prudencial para separarse en caso de que se cruzaran con alguien conocido. La estrategia funcionó porque Ron interceptó a su amiga en el sexto piso e intentó convencerla de que la acompañara a probar las golosinas de los gemelos. Para suerte de Draco, que estaba perdiendo la paciencia, ella se quitó de encima a la comadreja con muchísima facilidad al intentar obligarlo a leer un libro de casi quinientos años. Él se había escondido detrás de una estatua, por lo que le dio un pequeño susto a Hermione cuando ella siguió su camino.
Juntos llegaron al séptimo piso, lo que solo significaba una cosa: estaban dirigiéndose a la Sala de los Menesteres. Efectivamente Draco camino tres veces delante de su entrada y finalmente apareció la puerta, la cual abrió para dejar pasar primero a Hermione. Al ingresar el lugar se había transformado en una habitación bastante más pequeña que en la que el Ejército de Dumbledore se reunía. Había aparecido plantas variadas, enredaderas y pequeños árboles frutales; además, el techo simulaba un color azul cielo y en el piso había césped real. Una pequeña fuente ocupaba el espacio central, rodeada de una bellísima planta de jazmín. Hermione se quedó encantada mirando aquel lugar.
—¿Te gusta? —quiso saber el rubio.
—Es hermoso, Draco.
—Quería que pudiéramos estar en la naturaleza, pero era muy arriesgado salir a los jardines. Hoy todo el mundo va a estar de paseo.
—Esto es perfecto, en serio. Gracias —Hermione se acercó a él y depositó un beso en su mejilla.
—Ven —el joven Malfoy tomó a la chica de la mano y tiró de ella —, vamos a ver si está la mejor parte.
—¿Cuál es esa?
—Ya lo veremos —comenzaron a recorrer el lugar y finalmente hallaron una pequeña mesa que tenía una canasta sobre ella —. Aquí está.
—¿Comida?
—Eso espero —Draco abrió la canasta y revisó en su interior —Aquí no hay nada —dijo con decepción.
—Es que la comida es la primera de las cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp sobre Transformaciones Elementales —señaló Hermione con un tono de obviedad, lo que le significó una mirada malhumorada de Draco.
—Pequeña leona sabelotodo —susurró el rubio mientras tomaba a la chica por la cintura y la atraía hacia su cuerpo.
—Cállate, Malfoy —Hermione apoyó la cabeza en el pecho del chico y lo abrazó.
—¿Soy Malfoy otra vez?
—Solo cuando eres molesto.
—De acuerdo, lo haré valer —Draco comenzó a hacerle cosquillas en las costillas a Hermione. Ella se intentó escabullir mientras lo empujaba lejos de su cuerpo, pero los brazos del chico eran muy largos. La joven reía y sollozaba para que él se detuviera hasta que logró separarse lo suficiente para largarse a correr, aunque seguida muy de cerca por el rubio. Hermione logró quitarle ventaja y se internó entre un matorral de flores y arbustos. Algunas ramas tironearon de su ropa pero no se detuvo. Finalmente llegó a un árbol de limones que era lo suficientemente grande para esconderse detrás de él, por lo que se quedó allí, vigilando hacia todas partes intentando detectar a Draco. La joven prefecta se llevó un gran susto cuando unas manos la tomaron de los hombros y era abrazada con fuerza desde atrás.
—Te atrapé —Draco reía a su espalda mientras se aferraba a ella.
—Eres un tonto —se quejó Hermione agitada por la carrera.
—Quédate quieta —el rubio se alejó de la chica un momento mientras ella aguardaba ansiosa al siguiente movimiento. Después de unos segundos las manos de Draco aparecieron sobre su cabeza llevando una pequeña cadena con un dije. El Slytherin colocó el collar en el cuello de la chica y enganchó el cierre. Luego esperó su reacción. Hermione tomó el dije entre sus dedos y lo observó; era un pequeño dragón dentro de un círculo.
—Es bellísimo, Draco —la joven se giró y lo miró. Ambos tenían sus ojos empañados.
—Feliz San Valentín, leona.
—Feliz San Valentín, dragón —susurró Hermione —. Yo también te he traído el regalo que había comprado en mis vacaciones, pero me temo que no es tan bonito si tan lujoso como el que me has dado —la chica se sonrojó mientras sacaba del bolsillo del pantalón una tobillera de color verde y gris—. Lo compré en la playa, puedes usarlo en tu muñeca o también en el tobillo.
—Es perfecto, Hermione —dijo Draco mientras tomaba su regalo —. Creo que lo usaré en mi tobillo —el rubio se hincó sobre su rodilla izquierda, bajó su media derecha y ató la tobillera. Cuando terminó se puso de pie otra vez y le dio un beso a la chica en su frente —. Te quiero, leona.
—Te quiero, Draco.
El chico tomó el rostro de Hermione entre sus manos y la besó con intensidad, dándole pequeñas mordidas en los labios. Hermione inspiró fuertemente ante aquella acción que la volvía loca y se aferró a las costillas del rubio, tomando su camisa entre sus puños para acercarlo más a su cuerpo. Draco presionó a la chica contra el árbol, empujando su anatomía completa sobre ella, haciendo que sus ingles se presionaran con fuerza.
—No tentemos comida —dijo Draco tras unos largos minutos besándose.
—Es porque no puede hacerse aparecer comida de la nada —replicó la Gryffindor con dificultad.
—Yo quisiera comerte a ti —el rubio se había acercado al oído de la chica, lo que le permitía a ella oír su respiración acelerada —¿Puedo tocarte, leona? —Draco recorrió el torso de la chica desde sus pechos, pasando por su abdomen hasta llegar a su entrepierna —Aquí, debajo de tu pantalón.
—Sí —Hermione asintió frenética, apenas podía recordar en donde estaban —Espera —dijo tomando la mano del rubio que había comenzado a desabrochar el botón de sus jeans —, yo soy... Bueno, yo nunca estuve con nadie. Nadie me ha tocado así antes.
—Yo tampoco, leona. Pero si no te sientes preparada no lo haremos —aseguró el joven.
—No, no. Está bien, continúa, por favor... Yo solo... quería que lo supieras.
Draco miró a los ojos a Hermione mientras ella abría el botón de sus pantalones y tomaba su mano. La chica lo guio dentro de sus bragas y él necesitó muchísima concentración para recordarse lo que quería hacer: darle placer. La mano de ella continuó mostrándole el camino y entonces los dedos del rubio se deslizaron sobre el pubis de ella, para seguir bajando y adentrarse finalmente en su interior. Era cálido y húmedo, muy húmedo. Hermione movió la mano de Draco, lentamente al principio; pequeños jadeos salían de su boca y su respiración era cada vez más agitada. Draco la miró a la cara y vio que ella tenía los ojos cerrados. La chica hizo que los largos dedos del muchacho salieran de su interior y se deslizaran hacia su clítoris, donde presionó y movió en pequeños círculos.
—Sigue así —ordenó Hermione soltando su mano para aferrarse con fuerza a la chaqueta del joven.
—¿Eso se siente bien? —quiso saber Draco.
—Se siente... se siente genial —balbuceó la chica.
El rubio estaba totalmente encantado y se sentía totalmente fuera de sí. Él realmente estaba haciendo que la chica entre sus brazos se sintiera bien. Aquello casi había hecho que olvidara su propia erección, que presionaba firmemente en sus calzoncillos. Continuó los movimientos de su mano, alternando entre introducir los dedos en ella y dibujar círculos sobre su clítoris. Repetía aquellas acciones que la hacían lanzar pequeños grititos y de a poco aumentó la velocidad. Notó que Hermione se sentía cada vez más apretada alrededor de sus dedos. Ella finalmente gimió su nombre mientras su cuerpo se retorcía en pequeños espasmos y se aferraba a sus hombros con fuerza. Draco escondió su rostro en el cuello de la joven y sintió que también llegaba al orgasmo en sus pantalones.
—Eso fue increíble —logró balbucear Hermione.
—Definitivamente —aseguró Draco.
