Disclaimer: ninguno de los personajes aquí mencionados me pertenece. Todos ellos son obra de J. K. Rowling, yo solo los utilizo para llamar a mi inspiración y despejar la mente. Esta historia no tiene fin lucrativo alguno.
Consideraciones: la historia irá del presente al pasado, pero en cada caso eso estará avisado. Además, es una reversión de la historia de J. K. desde el libro (o película) número siete. Habrá una gran cantidad de cambios que se alejarán totalmente de la historia original.
Advertencias: aparecerán palabras malsonantes, insultos, situaciones de violencia/tortura/asesinato, así como posibles escenas explícitas de relaciones sexuales. Por favor, tengan en cuenta todo esto antes de leer.
CAPÍTULO XIV
-PRESENTE-
De pie en la cocina, mientras miraba fijamente las hornallas, Draco mantenía una conversación interna sobre cuáles eran sus posibilidades reales de cocinar algo sin incendiar el lugar. Quería lograr un desayuno delicioso para Hermione y por eso le había pedido algunos suministros a Dixie, pero ya no estaba tan seguro de lograrlo. Tomó un cuenco para poner agua a hervir y así preparar té, sin embargo mientras estaba llenándolo escuchó un grito que le heló la sangre.
—¡DRACO! —su nombre retumbó entre las paredes de aquella casa muggle y seguidamente oyó un chillido de dolor que se repitió dos veces más.
—¡HERMIONE! —el joven Malfoy soltó el cuenco y salió corriendo con todas sus fuerzas hacia el piso superior. Estaba descalzo, de manera que al chocar su pie con el sofá soltó una maldición por el dolor que le causó. Aquello no lo detuvo y, medio cojeando, se aferró a la barandilla de la escalera para subir. La puerta de la habitación estaba cerrada, pero él estaba seguro que la había dejado abierta. Sostuvo con firmeza la varita en su mano derecha y se abalanzó sobre la puerta; la imagen lo desconcertó unos instantes pero luego continuó corriendo para subir la escalera que nuevamente apareció ante él. Otro grito de dolor llegó a sus oídos y esta vez estaba acompañado de una risa sádica y repugnante que conocía muy bien: su tía Bellatrix estaba lastimando a Hermione.
—Draco —Hermione susurró sobre su oído mientras lo tomaba de los hombros para despertarlo —, es solo un sueño. Yo estoy aquí.
Unos instantes atrás ambos estaban descansando abrazados en la pequeña cama donde Hermione había yacido inconsciente, cuando Draco comenzó a moverse de forma brusca. El nombre de la chica salía constantemente de sus labios, pero permanecía dormido. Hermione se despertó luego de recibir un manotazo en la cara, y entonces se dio cuenta de que el rubio estaba teniendo una pesadilla.
—¡Draco! —la chica alzó la voz, logrando que finalmente él abriera los ojos y tomara aire con fuerza. Los ojos del rubio se movieron alrededor de la habitación y por último se posaron en Hermione.
—¿Estás bien? —aun estaba asustado.
—Sí, estabas soñando —los ojos de la chica dejaban ver su preocupación.
—Creí que alguien te estaba haciendo daño —el rubio llevó sus manos al rostro de Hermione y depositó un beso en su frente —. Siento haberte despertado.
—Me has dado un manotazo en la nariz —la castaña le dio una sonrisa tranquilizadora —. Con suerte toda la poción crecehuesos que tengo en mi sistema la arreglará —Draco elevó la comisura de sus labios, pero no era una sonrisa real —. Hey, estamos aquí... juntos.
—Eso no nos asegura nada, leona —la tristeza se dejaba ver a través de la voz de Draco.
—Saldremos juntos de esto, lo prometo.
—No tenemos otra alternativa —finalmente el rubio lanzó una pequeña burla.
—Lo sé. Ambos o ninguno.
—Te quiero tanto, Hermione.
—Y yo te quiero a ti, dragón —compartieron un beso breve antes de recostarse para descansar nuevamente.
Aquel día Draco buscó a Bastian para el último chequeo a Hermione, y aseguró que ya todo había vuelto a la normalidad respecto a sus costillas. Además les dio una buena noticia respecto a la contusión, que parecía estar sanando con normalidad pues no había ningún síntoma o secuela. Sin embargo, les aseguró a los jóvenes que recurrieran a él cuando fuera necesario, aunque le advirtió a Draco que se mantuviera alerta porque la presencia de mortífagos en el Callejón Knockturn había aumentado en los últimos días. El rubio se extrañó por el interés que su amigo mostraba en el bienestar de Narcissa, pero pronto olvidó aquella situación. Por otro lado, Harry y Ron visitaron a Hermione con menos frecuencia de la que habían prometido, pues al parecer habían hallado un posible escondite para el próximo horrocrux. Draco solo escuchaba atento los detalles porque no tenía mucho que aportar, excepto tal vez un pequeño secreto sobre algo que sospechaba que ocurría en Malfoy Manor; aunque desistió de contarlo hasta lograr una confirmación de parte de su madre.
Narcissa tardó una semana en regresar, y aquel fue el momento en que Draco recibió un golpe de realidad.
—Debes regresar a casa, cariño —Narcissa Malfoy estaba sentada en el sillón de la sala de estar una mañana que Draco bajó a buscar el desayuno.
—¿Pasó algo malo?, ¿te encuentras bien?
—Estoy bien, no te preocupes. Mantengo a tu padre bajo un hechizo Imperio, Draco —susurró la mujer —. No me gusta hacer esto, pero tienes que volver. Algunos mortífagos preguntan por ti.
—¿Quién? —el joven Malfoy tenía una leve sospecha. En aquel instante el sonido de una aparición los hizo girar la cabeza hacia la entrada. Potter y Weasley los miraron con gesto ligeramente incómodo.
—Buenos días —saludó Harry, sin embargo Ron se quedó callado —. Venimos a ver a Hermione —informó el moreno.
—Ella está arriba —dijo Draco. Harry asintió y subió las escaleras seguido de su amigo — ¿Es Parkinson, verdad? —preguntó mirando de nuevo a su madre.
—Así es. Sigue insistiendo en un compromiso con Pansy —Draco notó que Harry asomó la cabeza por las escaleras y lo miró con mala cara. El cararajada los estaba espiando porque desconfiaba de ellos. Sin embargo, al entrar en su mente una gran cantidad de imágenes lo abrumó y sorprendió al mismo tiempo. Aun sin poder creerlo decidió que no quería seguir averiguando lo que pensaba Potter —¿Qué ocurre, cariño?
—Nada, madre. Solo estoy cansado de esta situación —fingió el rubio —. Supongo que puedo dejar a Hermione con estos dos y aparecerme por Malfoy Manor un rato.
—No creo que un rato sea suficiente, Draco —Narcissa se levantó del sofá y caminó hacia su hijo —. Sería sospechoso.
—¿Una noche está bien?
—Ya veremos cuando estemos allí.
—De acuerdo —el joven Malfoy suspiró con frustración —. Iré a hablar con Hermione.
Malfoy llegó a la puerta de la habitación justo cuando Harry estaba hablando.
—¿Sabes algo de un compromiso entre Malfoy y Parkinson?
—Yo también lo oí —dijo Ron —. Te dije que no era de fiar, Hermione.
—Yo no pienso comprometerme con Pansy, comadreja —espetó Draco —. Hermione, tengo que ir a Malfoy Manor. Mi ausencia se está volviendo sospechosa —explicó.
—Sí, de acuerdo —balbuceó la chica, aunque su cara de preocupación era evidente —. Ten cuidado, por favor.
—Lo tendré —aseguró el joven —. Ustedes podría pasarse por aquí más seguido —les dijo a Harry y Ron. Su tono de voz era una mezcla entre reproche y súplica.
—Sí, podemos hacer eso —concordó Harry.
—¿Pero tú quién te crees, hurón? —espetó Ron.
—Me iré antes de tener que embrujar al tarado —Ron bufó e intentó abalanzarse sobre rubio, pero Harry lo detuvo. Draco se acercó a Hermione y dejó un beso en su sien —. Te quiero —le susurró. La chica le dedicó una última sonrisa antes de verlo desaparecer por la puerta.
Narcissa los apareció a ambos en el cuarto del joven, el único que tenía hechizos protectores en la casa. Mediante transfiguración hizo aparecer unas oscuras ojeras en la cara de su hijos, además de poner su piel algo amarillenta. Acordaron que saldría a dar un paseo por los jardines durante la tarde, solo para dejarse ver, y fingiría sentirse terriblemente.
En Malfoy Manor todo estaba igual que cuando Draco se fue. Se oían gritos y llantos provenientes del sótano, de algunas habitación del primer piso e incluso de los jardines. Draco pensó que después de la tranquilidad que había tenido en la casa muggle, la única forma de soportar estar allí sería si le aplicaran un confundus. Cuando bajó las escaleras se encontró de frente con un grupo de mortífagos, entre los que se encontraba su padre. El hombre parecía actuar con normalidad, por lo que su madre estaba haciendo un trabajo increíble al hechizarlo. Escuchó que algunos colegas del patriarca Malfoy murmuraban que se veía terrible, y que probablemente estuviera embrujado o a punto de morir. El señor Parkinson se lamentó porque en caso de que eso ocurriera no podría desposar a su hija.
Cuando Draco estaba a punto de salir la puerta de entrada se abrió justo frente a él, y oyó un siseo muy cerca de él, justo antes de ver a Nagini a sus pies.
—Ah, mi querido Draco —dijo Voldemort —. Hace tiempo que no te veo.
—No me he sentido muy bien, mi señor —el muchacho concentró todas sus fuerzas en bloquear un posible intento del Innombrable de invadir su mente.
—Ya veo —Voldemort entró intentado mantenerse lejos del joven Malfoy, mientras lo miraba con asco, seguido por Snape. El profesor mantuvo un gesto inexpresivo, aunque miró fijamente a su sobrino —¡Colagusano! —espetó Voldemort. Todos en la sala se quedaron muy quietos —Trae aquí a la chica Lovegood —ordenó.
Mientras tanto, Hermione había logrado que sus amigos la llevaran al nuevo campamento. Ron estuvo de acuerdo rápidamente, pero Harry creía que estaba más protegida en aquella casa. Los chicos se estaban quedando en una pequeña cabaña en cercanías al mar, que era el nuevo hogar de Bill y Fleur Weasley. Allí la castaña se enteró de que Fleur estaba esperando un hijo, y se sintió feliz y preocupada por la noticia. No era el mejor momento para traer un niño al mundo, pero también notaba la felicidad en el rostro de los futuros padres. Harry y Ron estaban planeando una forma de entrar a Gringotts, pues estaban seguros de Bellatrix escondía algo allí. Hermione estaba de acuerdo con aquella suposición, pues la tortura que había soportado por parte de la bruja era justamente porque creía que había entrado a su bóveda. Eso indudablemente indicaba que había algo más que oro en aquel lugar.
La situación que sí era nueva para Hermione era la nueva configuración que estaba tomado la Orden. Habían decidido que dejarían de fingir llevar una vida normal y se estaban reagrupando para comenzar misiones de ataque y rescate. En ocasiones era necesario combatir el fuego con fuego. Incluso los más jovenes, como Ginny, estaban abandonando Hogwarts para unirse a las cuadrillas. Aunque sabían que no contarían con el factor sorpresa, pues Hogwarts estaba bajo el mando de Snape, lo que significaba que sería obvio para todos el nuevo plan. Hermione se ofreció de inmediato para formar parte, y Ron estuvo de acuerdo, pero Harry le pidió que se mantuviera en la casa muggle para ser el enlace con Draco.
—No estaré allí para siempre, ¿lo sabes? —se quejó la castaña —Quiero ayudar aquí, no vale de nada que me quede encerrada.
—Claro que no, pero no es el trato al que llegamos con Narcissa Malfoy, y la necesitamos de nuestra parte. Tú te metiste en esto —le recordó Harry.
La joven por primera vez en su vida no pudo replicarle a su amigo, pues él tenía razón. Narcissa no dejaría que ella se ponga en riesgo si eso significaba que Draco podía morir, así que deberían armar un plan mejor. Hermione pasó la noche en la cabaña de Bill y Fleur, aportando ideas y hechizos defensivos para las misiones de ataque. Cuando la mañana llegó y decidió regresar, Harry la acompañó. Ambos revisaron el piso inferior con sigio antes de subir, sin embargo no esperaban encontrarse con aquella imagen en la habitación.
—Draco, ¿qué ocurre? —el joven estaba sobre la cama, acostado, mientras abrazaba sus piernas en posición fetal. Sus sollozos eran débiles y ahogados —Draco, por favor, dime qué está mal —pidió Hermione.
—Lo siento tanto, Hermione —la voz del rubio estaba totalmente quebrada por la angustia. La chica puso una mano en su hombro e intentó dejar una caricia en su rostro.
—¿Por qué?, ¿qué has hecho?
—No pude salvarla —susurró —. Ese loco enfermo la asesinó, Hermione. Lo siento mucho, yo no pude salvarla —la castaña sintió que su ritmo cardíaco se disparaba. Al mirar a Harry supuso que la expresión de miedo era idéntica a la de su amigo.
—De quién estás... ¿A quién no pudiste salvar, Draco? —la voz de Hermione se entrecortó.
—A la chica Lovegood —dijo Draco —. Ella me suplicó ayuda, Hermione. Yo no sabía qué hacer, me quedé allí congelado como un inútil. Lo siento tanto —Draco repetía "lo siento" una y otra vez, mientras Hermione se quedó en shock y oyó que Harry vomitaba sobre el piso de madera.
