DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Shadows11. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 2: ¿No correspondido?

—Hola, ¿papá? ¿Estás en casa?

El silencio me respondió y mi estómago se hundió.

Él se había ido.

Probablemente a beber.

Caminé lentamente por la casa, revisando dos veces para asegurarme de que él no estuviera dormido en algún lugar. Pero la casa estaba vacía.

Era aterrador y un alivio al mismo tiempo.

Revisé mi reloj.

7:09 p. m.

Era demasiado temprano para decir si él vendría a casa o no.

Intenté que la preocupación no me abrumara.

Yendo hacia la cocina comencé mi tarea, mirando el reloj del microondas de vez en cuando.

Quince minutos después de las diez, escuché la puerta principal.

—¿Papá? —Me puse de pie y caminé hacia los sonidos.

—Hola, Bells. —Sus palabras no estaban arrastradas. Aún. Miré el paquete de doce cervezas en sus manos, sabiendo que todas estarían vacías para la mañana.

—Hola. —Lo seguí mientras iba hacia la cocina.

Pausó para mirar mi tarea esparcida en la mesa.

—Hmm. ¿Trabajando duro en el primer día?

—Sí. Es el último año, debo mantener buenas notas.

Asintió y se giró para acomodar su compra. No sin antes abrir una lata y tomar un gran sorbo.

—Apuesto a que conseguirás todo tipo de ofertas —murmuró mirándome con una mezcla de tristeza y orgullo.

Me encogí de hombros.

—Quizá.

Asintió de nuevo, tomando otro sorbo. La lata ya estaba casi vacía.

—Bueno, ha sido un largo día. Estaré en la sala si me necesitas, cariño. —Besó mi frente antes de tambalearse por el camino donde llegó.

Todo era demasiado familiar como para que las lágrimas vinieran.

Al menos estaba en casa. A salvo.

Junté mis cosas para ir a mi habitación, pausando solo un momento para ver a mi papá mientras se relajaba en el sofá mirando algún canal de pesca en la televisión.

Después de prepararme para ir a dormir, me senté en mi ventana mirando hacia la luna. Estaba llena y brillante.

Me permití relajarme un poco mientras disfrutaba el pacífico aire nocturno.

Cerrando los ojos, me imaginé una vida diferente.

Una en donde pudiera llegar a casa y encontrarme con cálidas sonrisas. Abrazos y besos.

Una vida en donde la mayoría de los minutos estuvieran llenos de alegría.

Sentirme plena y completamente amada.

Unos sonidos del otro lado del jardín hicieron que abriera los ojos. A tan solo unos pasos de distancia estaba la casa de los Cullen. Y justo frente a mi ventana, estaba la habitación de Edward.

Miré con curiosidad, preguntándome de dónde había venido el ruido.

Un momento después las luces se encendieron, y Edward caminó por la habitación.

Siempre dejaba sus cortinas abiertas. Me pregunté si era porque estaba seguro de que nadie estaba mirando, o era tan seguro de sí mismo que simplemente no le importaba.

Había pasado un tiempo desde que había mirado por la ventana.

En los días antes de la preparatoria, me despertaba emocionada cada mañana y me apresuraba a mirar. Seguido encontraba a Edward ahí, esperando por mí. Nos saludábamos emocionados y nos apresurábamos para estar listos, encontrándonos en la cerca entre nuestras casas, luego decidíamos qué clase de aventuras tendríamos.

Eran los mejores tiempos que podía recordar.

Antes de que la realidad de la vida se interpusiera y arruinara todo.

Me permití pasar un momento en el viejo pasatiempo, mirando a Edward mientras se movía por su habitación. Sentí mi ceja alzarse mientras él de repente se quitaba la playera y el pantalón, quedándose parado ahí solo con su bóxer.

Siempre pensé que él era hermoso, pero la edad definitivamente le había hecho justicia. Medía al menos un metro ochenta y aunque era delgado tenía hombros musculosos. Su abdomen estaba bien definido debido a los años de deportes, ahora era fútbol, más que nada. Tenía muslos y pantorrillas tan poderosos que estaba segura que habían sido esculpidos por los dioses griegos.

Lástima que su actitud apestara.

Él sabía que era apuesto. Sabía que podía tener a casi cualquier chica de la escuela si lo quisiera. Y si los rumores eran ciertos, esas chicas eran tremendamente suertudas. Mirando su cuerpo casi desnudo, sentí que los rumores probablemente no se equivocaban.

Sabiendo que estaba al límite de ser una mirona, me alejé de la ventana y fui hacia mi cama.

Mientras me acomodaba para dormir, miré la sombra de la luna bailar por la pared de mi habitación y me pregunté en qué clase de cosas estaba pensando Edward.


Edward

No pude evitar la emoción y la decepción que sentí cuando ella se alejó de la ventana.

Se sentaba al borde la mayoría de las noches, sus ojos cerrados, la cabeza ladeada hacia la luna, pidiéndole que tocara su rostro.

Y yo anhelaba hacerlo.

Lucía tan suave y tentadora.

Algunas veces se sentaba ahí por horas, una sombra de una sonrisa en sus labios, su diario en la mano. Y quería saber qué cosas pasaban por su mente.

¿Qué la hacía sonreír?

Ella nunca me miraba. Ni siquiera de pasada.

Estaba tan ignorado que su mente ni siquiera me dedicaba un pensamiento.

Eso hacía que ardiera por dentro y fuera.

Deseaba que ella me mirara. Me notara, tan solo por un segundo. Y esta noche, lo hizo.

Seguro, me había tropezado con una pila de libros y con nuestras ventanas abiertas, ella probablemente no pudo evitar preguntarse qué era el sonido.

Aun así, ella no solo echó un vistazo.

Ella miró.

Necesitando tanto ser visto, encendí las luces, pretendiendo no tener idea de que ella estaba mirándome.

Mi piel se sentía tan caliente mientras sus ojos se quedaban en mí.

Necesitaba más.

Quitándome casi toda la ropa, me pregunté cuándo se alejaría.

Pero ella no lo hizo.

Era tan cruel estar tan cerca, saber que ella estaba mirando, y aun así no ser capaz de tocarla.

Ella terminó mi dulce tormento demasiado pronto cuando caminó hacia la oscuridad de su habitación.

Una ardiente necesidad me llenó.

Como siempre lo hacía cuando pensaba en ella.

Apagando mis propias luces, caí en la cama pensando en lo mucho que quería saber qué estaba en su mente. Y lo que ella pensaba de mí.


1 semana después

Bella

—¡Su semana ha terminado y sus parejas han sido asignadas! —anunció el señor Danvers al inicio de la clase. Todos estábamos confiados con nuestras decisiones—. Desafortunadamente, algunos de sus compañeros fallaron al encontrar parejas adecuadas. Y otros escogieron no elegir a nadie en absoluto.

Esto no era bueno. Miré nerviosa a Angie. Ella me lanzó una mirada desesperada.

»A raíz de esto, tuve que hacer unos ajustes a sus peticiones. —Casi todos se quejaron. Incluso yo me sentí molesta—. Si quieren enojarse, deberían considerar dirigirlo a sus compañeros que no siguieron las indicaciones. De otra forma esto hubiera ido de acuerdo al plan.

Vi a Lauren y a otros sonrojarse bajo la mirada del señor Danvers.

Así que ellos eran los culpables.

Debí haber sabido que esto no saldría como lo esperado.

Esperé con una molesta resignación a que nuestras nuevas parejas fueran anunciadas.

—Fui capaz de mantener la mayoría de sus decisiones, con unas excepciones. Hoy pasaremos tiempo afuera. Ustedes y sus parejas deberían comenzar a conocerse mejor. Mantengan en mente que querrán anotar sus primeras impresiones para poder escribir la primera parte de su ensayo. Hoy debe ser ligero, sencillo. Charlas triviales, chicos. No es tan difícil. Incluso les daré una lista de preguntas para que comiencen.

Solo quería terminar con esto.

»Cuando llame sus nombres, pueden salir hacia el jardín. Pueden ir por ahí, solo manténganse cerca. —Al menos podíamos salir esta vez. Miré hacia fuera, feliz de que estuviera soleado. Escuchamos nuestros nombres, algunos estudiantes se alegraron cuando los emparejaron con su persona preferida—. Weber y Cheney.

Me giré hacia Angie con una mirada emocionada.

—Qué afortunada. —Le guiñé el ojo. Se sonrojó y se apresuró para encontrarse con Ben al frente de la habitación. Noté que solo quedábamos unos cuantos. Viendo que Mike quedaba aún, rogué por cualquiera menos él.

—Bien, Swan, tú estás con Cullen.

Sentí como se ensanchaban mis ojos.

Bien jugado, señor Danvers. Justo había deseado por literalmente cualquiera.

Más que un poco insegura, miré alrededor de la habitación para encontrar a Edward. Él estaba mirándome desde la otra esquina del aula.

Su intensa mirada hizo que mi estómago se removiera de una forma extraña.

¡Concéntrate, Swan!

Asentí hacia él y fui a encontrarlo.

Caminamos en silencio hacia la salida del edificio. Había un montón de área verde rodeada por el perímetro de árboles. Aún había demasiado espacio incluso aunque otras parejas ya se habían acomodado.

—¿Alguna preferencia en especial? —pregunté a Edward mientras buscaba alrededor por un espacio semi-escondido.

No es que quisiera estar sola con él. Pero si teníamos que hablar, tan incómodo como eso fuera a ser, más vale que tuviéramos un poco de privacidad.

—¿El roble? —sugirió.

Sentí mis cejas alzarse en sorpresa. No esperaba que él en verdad respondiera. Y daba la casualidad de que el enorme roble al borde de la escuela era uno de mis lugares favoritos. Quería preguntarle por qué lo había sugerido, pero me resistí.

—Uh, sí. Ahí está bien.

Era un poco más lejos del resto de las parejas, dándonos un poco más de privacidad. No es que la necesitáramos, me recordé.

Me senté en la sombra, casi cerca de la base del árbol y saqué mi libreta.

Edward se quedó de pie, recargado contra el árbol, mirando hacia el jardín.

Abriendo mi libreta, a falta de algo más que hacer, comencé a escribir las cosas que sentía ya sabía.

Edward Anthony Masen Cullen

Nació el 20 de junio; hijo único.

Palabras para describirlo: popular, distante, confiado, idiota.

No le gusta: ser llamado Ed; las arañas.

Le gusta:

Hmm, ¿qué le gustaba?

Los deportes, probablemente.

Y el sexo. O eso había escuchado.

Pero no iba a escribir eso.

—¿Qué es esto? —La libreta se había ido antes de que me diera cuenta de lo que había pasado.

Miré mal a Edward.

—Notas. ¿Puedo tenerlas de vuelta?

Leyó la página con una ceja alzada.

—¿Confiado e idiota, huh?

Rodé los ojos.

»Falta información muy importante aquí. —Chasqueó a lengua.

—Lo siento, no me di cuenta de que estaba preparando tu biografía —le dije con sequedad.

Me dio una mirada extraña. Una que no podía descifrar.

Sentándose cerca de mí, me tendió la libreta.

—Y, ¿esta es la parte en donde me haces un montón de preguntas tontas?

Sus ojos estaban bromeando y podía sentir el movimiento de aire de su respiración.

—Probablemente.

Saqué la hoja de preguntas "superficiales" que nos habían dado, más para enfocar mis pensamientos que por necesidad. De algunas ya sabía las respuestas. Cosas genéricas que realmente no te decían mucho de nada. Mis ojos se detuvieron en una que me dio curiosidad.

—¿Qué hay de esta? —Señalé al número once en la página—. ¿Qué es lo que más esperas cada día? —No estaba segura si de verdad era una pregunta superficial, pero tenía curiosidad.

Edward se quedó pensativo. Su ceño se frunció, mirándome atentamente.

»¿Demasiadas cosas como para elegir una? —bromeé intentando alejar un poco de la tensión que sentía.

Él no respondió.

Incómoda con el repentino silencio, miré de nuevo el papel para encontrar otra pregunta.

—¿Qué es lo que tú más esperas? —La suave pregunta me tomó por sorpresa. Casi le dije que no respondería hasta que él lo hiciera. Pero cuando miré su rostro, pude ver que realmente estaba luchando con eso.

Lo pensé por un momento.

¿Qué esperaba más cada día?

De inmediato pensé en mi papá. No es como si esperara verlo, era más el alivio de saber que estaba bien.

Mi propio ceño se frunció.

—Hmm, esa es una pregunta difícil. —Un pesado silencio llenó el aire—. Supongo que pasar tiempo con Angie.

Edward me miró, esperando por más. Pero la conversación se suponía que era de dos partes, así que lo esperé.

No tuve que esperar demasiado.

—¿Cómo tú y Angie se volvieron tan cercanas?

Mis cejas se alzaron ante la pregunta. No era una mala pregunta, solo no estaba preparada para ella. Me tomé mi tiempo antes de responder.

—Conectamos cuando se mudó aquí en el noveno grado. Sus padres se acababan de divorciar, también. Creo que ambas estábamos un poco desesperadas. Supongo que toda esa cosa de las almas gemelas sucedió.

Era honesto.

Omitiendo algunos otros factores claves, por ejemplo, que mi amistad con Edward muriera.

Pero de verdad explicaba cómo Angie y yo nos habíamos convertido en mejores amigas.

Edward se quedó en silencio por un largo momento. Me pregunté si estaba pensando en cómo solíamos ser mejores amigos.

—Sabes, no tenía ni idea de que tus padres se divorciaron ese verano. —Le di una mirada curiosa—. Tú solo desapareciste. No lo supe hasta que la escuela comenzó de nuevo.

Fruncí el ceño al pensar en el verano después del octavo grado.

Incluso con toda la mierda con la que lidiaba ahora, aún consideraba ese tiempo como el peor de mi vida.

Me encogí de hombros, insegura de qué más podría decir sin sonar increíblemente patética.

—¿Pudiste pensar en algo que esperes? —pregunté, redireccionando la conversación. Evité mirarlo, encontrándome particularmente interesada en una hormiga caminando por mi zapato.

—No sé acerca del día. Pero me gustan las noches. —Había una nota de humor en su voz.

Ladeé la cabeza, mirándolo. Estaba mirando al árbol en lugar de a mí.

—¿Oh, sí? ¿Qué te gusta de ellas?

Se giró para darme una mirada de suficiencia.

—La vista.

Su críptica respuesta hizo que frunciera el ceño, confundida.

¿Qué vista?

Pensé en cómo miraba hacia la luna la mayoría de las noches. ¿Edward hacía lo mismo? De niños, seguido solíamos acostarnos en el jardín nombrando constelaciones hasta que nuestros padres nos hacían meternos a la casa.

Pero nunca lo había visto mirar por su ventana.

Pero también, me había prometido no mirar hacia su casa. ¿Había estado tan metida en mi cabeza que nunca me di cuenta?

Y pensando en eso, ¿él me veía en mi propia ventana?

¿A eso se refería?

Sentí mis ojos ensancharse y mi corazón ir más rápido ante el pensamiento.

Su risa lanzó una ola de placenteros escalofríos en mi interior. Podía sentir los temblores de su risa en mi cuello. El calor de su piel estaba quemándome y mi traidor cuerpo comenzaba a responder.

—¿Algo te avergüenza, Bella?

Su ligera burla hizo que quisiera enterrar mi cabeza en mi regazo.

—Tengo que decirlo, estoy disfrutando lo fuerte que te estás sonrojando ahora.

—¿Qué puedo decir?, soy parte tomate. —Se rio de nuevo—. ¿Sabes? Espiar no es muy amigable.

Traté de darle una mirada severa. Él solo sonrió.

—No sabía que querías que fuera amigable. Siempre me vendría bien una nueva amiga.

No pasaba desapercibido el énfasis en su tono. Ni el recorrido de pies a cabeza que me hizo.

—Por lo que escucho, no necesitas ayuda para hacer ese tipo de amiga —lancé de vuelta.

Sus ojos se oscurecieron un poco; una mirada molesta pasó por su rostro.

Me pregunté qué exactamente la había causado.

Solo estábamos bromeando con el otro. Ciertamente no estaba ofendido por mi broma hacia su supuesta vida sexual. Hasta podría ser un cumplido. ¿No?

Después de un silencio muy largo, no podía más con la tensión.

Poniéndome de pie, estiré mis brazos y piernas. Sentarme tan cerca de él había tensado mi cuerpo.

En un intento por relajarme, me moví al sol, acostándome en el césped, y cerré los ojos para dejar que los rayos calentaran mi rostro.

Como una distracción del obvio estrés entre nosotros, escuché al mundo a mi alrededor.

Podía escuchar los murmullos de las otras parejas mientras el viento arrastraba sus voces. Los pájaros al borde del bosque hacían ruidos entre ellos. Imaginé que estaban hablando de sus días, diciéndose las cosas extrañas que veían que los divertidos humanos hacían. Me hacía sonreír pensar en tales ridiculeces. Mis dedos picaban por escribir, incluso mientras la historia se creaba en mi cabeza.

—Tierra a Bella.

La voz de Edward tan cerca de mi oído me hizo saltar por la sorpresa.

—¿Huh?

Me senté lentamente, ligeramente confundida.

Estaba sentado en el césped junto a mí, una expresión curiosa en su rostro.

—Te quedaste dormida —me dijo en voz baja.

¿De verdad?

Casi no podía creerlo. Pero mientras miraba alrededor, vi que todos se ponían de pie para ir adentro.

—Oh. —Bueno, demonios—. Lamento eso. Ni siquiera me di cuenta.

Asintió.

Recogimos nuestras cosas en silencio, antes de entrar de nuevo.

Me pregunté cómo me había quedado dormida tan fácilmente. Sabía que estaba cansada por la noche anterior, pero quedarme dormida a mitad del día era extraño para mí. Pero el sol se había sentido bien, y los sonidos eran reconfortantes.

Casi a punto de entrar al edificio, me giré hacia Edward.

—De verdad lamento haberme quedado dormida. Supongo que estaba más cansada de lo que pensaba. Me aseguraré de no recostarme la siguiente vez. —Le di una media sonrisa esperando que él bromeara al respecto. Su encogimiento de hombros enterró mis esperanzas.

Nos separamos sin decir más.

Sintiéndome decaída, caminé lentamente hacia mi última clase.

Sería un largo año.


¡Muchísimas gracias por el recibimiento que le dieron a esta historia! :D

Gracias a las chicas que dejaron sus reviews uwu, gracias a:

Paola Lightwood, alejandra1987, Kriss21, Diana, Cary, alimago, jupy, Noriitha, somas, Liz Vidal, Car Cullen Stewart Pattinson, ALBANIDIA, Isis Janet, kasslpz, Maribel1925, Adyel, Maryluna, Tata XOXO, Missannie L, Cassandra Cantu, aliceforever85, tulgarita y Lady Grigori :)

Como vieron, la historia alternará entre el punto de vista de Bella y Edward, algunas veces en el mismo capítulo y otras por capítulos enteros :) y bueno, ya vimos un pequeñito vistazo a la realidad de Bella :(

¿Qué les pareció este capítulo?

No olviden dejar su review y nos leemos muy pronto ;)