—¡Harry, Harry! ¿Te encuentras bien?
La voz de Hermione fue lo primero que escuchó. Abrió los ojos, pero apenas distinguía nada, no llevaba sus gafas. Las hileras de camas con sábanas blancas y las pantallas de privacidad que las separaban le hicieron ver que estaba en la Enfermería de Hogwarts. Tanteó la mesilla hasta que alguien le tendió sus gafas y el mundo recobró nitidez. A su alrededor se agolpaban Dumbledore, McGonagall, Ron, Hermione, Ojoloco y Snape. También un enorme perro negro vigilaba la escena junto al cabecero de su cama.
Harry tragó saliva. Sentía una opresión en el pecho y un sabor metálico en su garganta. Empezó a explicar que la copa era un traslador, pero de pronto se interrumpió. Su mirada se quedó estática y su expresión rígida, con voz casi robótica sentenció:
—Ojoloco es Barty Crouch junior. Escapó de Azkaban y es quien ha estado ayudando a Voldemort.
Hubo unos segundos de parálisis ante aquella declaración. El supuesto Ojoloco fue el primero en reaccionar. Sabiendo que no podría enfrentarse a todos esos magos ni aparecerse en Hogwarts, intentó huir corriendo. Pero de inmediato, Canuto clavó sus colmillos en su pierna (en la buena, no en la de metal). El resto de profesores lo detuvieron y con un finite deshicieron los efectos de la poción multijugos. Barty Crouch hijo apareció ante ellos. Dumbledore le hizo varias preguntas a las que solo recibió carcajadas dementes. El mortífago solo respondió a una:
—¿Dónde está tu padre?
Barty Crouch padre había desaparecido meses antes en un extraño incidente en el Bosque Prohibido. Con una sonrisa maniaca, su hijo confesó su asesinato por venganza: él lo encerró en Azkaban, era lo justo a sus ojos. Viendo el horror de los jóvenes ahí reunidos, Dumbledore atajó la situación:
—Minerva, ¿tendrías la amabilidad de custodiarlo en mi despacho hasta que Fudge venga a por él?
—Por supuesto —respondió la bruja sin dudar.
Ella se alejó levitando en el aire al detenido y el resto se quedaron en la Enfermería intentando recomponerse. Creyeron que hasta ahí las sorpresas, pero entonces, con el mismo tono de voz y expresión ausente, Harry volvió a hablar:
—Cementerio de Pequeño Hangleton. Quinta tumba sin nombre junto a la verja. Ahí están las pruebas de que Sirius Black es inocente.
Ese mensaje sorprendió más si cabe a los espectadores.
—Ha perdido la cordura –susurró Snape.
El director, con la boca a medio abrir, tardó unos segundos en procesarlo. Pero se recompuso y recobró el vigor:
—Pronto lo sabremos. Harry, no cuentes nada más hasta que volvamos –indicó Dumbledore abandonando la sala con premura y con el enorme perro a su zaga.
Antes que ellos, regresó una muy enfurecida McGonagall. Les contó que el ministro Cornelius Fudge había aparecido con un dementor como guardaespaldas y este le había dado el beso a Barty. Ya nunca obtendrían su testimonio.
Dumbledore se enfadó mucho cuando volvió dos horas después. En esta ocasión, Sirius le acompañaba en su forma humana, casi tan pálido y confundido como su ahijado.
—¡Black! –exclamó Snape desenfundado su varita de inmediato.
—Baja el arma, Severus –le pidió Dumbledore—. Comprobarás en la edición de mañana del Profeta que las pruebas de la inocencia de Sirius han sido entregadas en el Wizengamot.
—¿Perdón? —inquirió Snape.
No obtuvo respuesta, pero sí una mirada del director que le obligó a obedecer. Con enorme fastidio, guardó su varita. Los recién llegados volvieron a acercarse a la cama de Harry donde todos los contemplaban expectantes.
—Hemos ido a donde Harry ha indicado —explicó Dumbledore ante el estupor del aludido— y sobre la tumba en cuestión, había una rata que ha resultado ser la forma animaga del señor Pettigrew. Supongo que había recibido algún hechizo paralizante… En cuanto lo hemos devuelto a su forma humana, ha pedido que lo llevásemos al Ministerio, tenía varios crímenes que confesar. Ante la propia Madame Bones, ha reconocido que fue el culpable de la muerte de los Potter y del posterior asesinato de una docena de muggles. Lo planeó todo para acusar a Sirius Black.
—¿Ha confesado? –inquirió Harry que no daba crédito.
—¿Estaba bajo imperio o algo así? —preguntó Hermione.
—Sí, ha confesado. No, yo mismo he ejecutado un finite —explicó el director— y no ha tenido ningún efecto. No se hallaba bajo ninguna maldición.
Mientras todos rumiaban esa información, la subdirectora preguntó con cautela:
—¿Ha dicho algo de Voldemort?
—Me temo que no, Minerva. Parecía muy centrado en transmitir el mensaje sobre el señor Black. Pero lo tienen en custodia, supongo que los aurores lo interrogarán sobre eso también –aventuró Dumbledore—. Y hablando de interrogatorios… creo que es el momento de que termines tu historia, Harry.
El chico asintió. Se sentía confundido y sumido en una profunda sensación de irrealidad. Pero les contó lo que recordaba desde que Cedric y él agarraron la copa hasta que Colagusano empleó su sangre para devolverle el cuerpo a Voldemort.
—Esa poción requiere veneno de serpiente —apuntó Dumbledore—, supongo que es lo que tenía la daga y te infectó.
—Disculpe, profesor —intervino Snape—, ese veneno requiere el antídoto de inmediato. Si de verdad le infectó con él, Potter debería estar muerto. Sin embargo, apareció en perfecto estado físico abrazado al cuerpo de Diggory. Desmayado, pero sin un solo rasguño.
Harry frunció el ceño. En su muñeca no quedaba rastro de la herida y no sentía ningún dolor, pero había supuesto que era obra de la señora Pomfrey.
—Aún no dispongo de explicación para eso —reconoció el director—. Prosigue, por favor.
—Esto… —balbuceó Harry avergonzado— No… no recuerdo mucho más… Voldemort me atacó, me lanzó un avada y… Lo siguiente que recuerdo es despertar aquí.
Hubo unos segundos de silencio. Hasta él mismo se daba cuenta de lo estúpido que sonaba.
—¿Sobreviviste a la maldición asesina… otra vez? –inquirió Hermione.
Harry abrió la boca para responder, pero no estaba seguro de si el maleficio llegó a tocarle.
—Pero, ¿Voldemort te habló de Crouch? –inquirió Sirius.
—No… No que yo recuerde…
—¿Y cómo supiste que el señor Pettigrew seguía ahí? –se sumó McGonagall.
—No… No lo sé.
—¿Habéis atrapado a algún otro, Albus? –añadió la profesora.
—No. En el cementerio había tres cuerpos, pero el resto huyeron –apuntó Dumbledore.
—¿Los mortífagos intervinieron en el ataque? —inquirió Sirius— ¿Quién los mato?
—No… No que yo recuerde… No lo sé…
—¿Pudo ser Voldemort para castigarlos? —aventuró Hermione.
—Pues… —balbuceó Harry.
—Lo dudo mucho —le interrumpió Snape con frialdad—. Dado lo menguado que se haya su ejército, no puede permitirse más bajas. Para los castigos dispone de la tortura.
—¿Y quién atrapó a la rata? —se sumó Ron.
—No… No lo sé —repitió Harry.
—Quizá un mortífago te lanzó un hechizo desmemorizante —sugirió Hermione—. O tal vez sea efecto del veneno, los delirios y amnesia son efectos secundarios muy comunes.
—Todo pudiera ser —murmuró Dumbledore.
Hubo más preguntas, pero ninguna respuesta clara. Finalmente, la señora Pomfrey les ordenó que se marcharan, Harry debía descansar. Todos obedecieron y desearon que el sueño aclarara sus recuerdos.
No obstante, no se quedó solo. Cuando despertó a la mañana siguiente, comprobó que Sirius había pasado la noche haciendo guardia. Estaba apoyado junto a una ventana, con la mirada perdida en el paisaje exterior. Por su aspecto Harry sospechó que no había dormido ni dos minutos.
—Sirius —murmuró.
—¿Qué tal te encuentras? —preguntó su padrino girándose hacia él.
—Perfectamente —respondió Harry.
Sirius dejó pasar unos minutos sumido en un evidente nerviosismo. Se pasó la mano por su melena oscura y le preguntó a su ahijado si recordaba algo más de la velada previa. El chico negó con pesar.
—Esfuérzate —le pidió Sirius—. ¿Recuerdas si había alguien más? Tenía que haber alguien ayudándote.
—Solo había mortífagos…
—Alguien evitó que Voldemort te matase, te curó la herida y quizá incluso atrapó a Colagusano. ¡No puede ser que no recuerdes nada, Harry! —exclamó su padrino exasperado.
El chico se sentía profundamente avergonzado. Y también agotado. Pocas horas antes Voldemort había regresado y había matado a Cedric delante de él, ¡ya tenía suficiente con eso, no podían esperar más de él! ¡Habría muerto también de no ser por…!
—¡Tú! ¡Estabas tú!
—¿Perdón?
—¡Había un perro! ¡O un lobo!
—Yo no estaba ahí, Harry. Y Remus tampoco, ni siquiera hay luna llena.
—Pues… había un animago parecido a ti.
—¿Cómo sabes que era un animago y no un animal?
Harry, pensativo, rebuscó en su memoria el dato que le había llevado a esa conclusión. Abrió mucho los ojos, de nuevo golpeado por la sorpresa.
—¡Lo conocía! —exclamó repentinamente.
—¿Qué? —preguntó Sirius con ansiedad.
—Voldemort conocía a quien fuese que me salvase. El animal se transformó en alguien, creo, y Voldemort gritó algo como "¡No puede ser!". Parecía muy enfadado, yo diría que casi asustado…
El rostro de Sirius se demudó. Harry le preguntó qué pasaba, pero él no respondió. Al rato, el animago sacó su cartera del bolsillo. Con manos temblorosas extrajo una fotografía bastante antigua. Mostraba a un niño que debía tener diez años abrazando a una chica un poco más mayor, pero muy parecida a él.
—¿Ese eres tú? —preguntó Harry conmocionado.
—Sí, sí, ¿y ella? ¿Te suena? ¿Pudo ser quien te ayudó? —preguntó muy nervioso.
Harry contempló a la chica con atención. Aparentaba unos quince años, parecía muy joven. Lucía una larga melena oscura, piel pálida y rasgos aristocráticos ligeramente aniñados. Su expresión era altiva, pero también traviesa y divertida. Se notaba que quería al niño que la abrazaba en bucle.
—No me suena de nada —respondió Harry abatido ante la decepción de su padrino.
—Aquí tenía dieciocho —apuntó Sirius intentando ayudarle—, ahora tendría… veinticinco más. O no... Quizá unos diez más… Pero siempre pareció más joven, aparentaría unos veintiséis.
—¿Cómo que…? —empezó Harry perdido con los cálculos de edad— ¿Quién es? Se parece mucho a ti.
—Alguien a quien quise mucho —murmuró Sirius perdido en sus recuerdos mientras contemplaba la foto—. Voldemort la mató.
Harry empezó a preocuparse por la salud mental de su padrino. Hizo amago de preguntar cómo pretendía que la hubiese visto si estaba muerta, pero Sirius, con mirada febril, volvió a hablar. No parecía conversar con Harry, más bien trataba de aclarar sus ideas en voz alta.
—Cuando anoche Dumbledore y yo fuimos al cementerio había tres cadáveres de mortífagos.
—Quizá Voldemort los mató por traidores o por no ayudarle…. Aunque Snape diga que no, le oí amenazar a Lucius Malfoy —apuntó Harry.
—Malfoy no estaba y no usaron magia, les partieron el cuello. No es humanamente posible reunir la fuerza necesaria para partirle el cuello a alguien, eso solo sucede en les películas muggles.
—Será algún maleficio que no conocemos —sugirió el chico.
—Tal vez… —murmuró Sirius.
Cuando Harry iba a volver a preguntar quién era la chica, la puerta se abrió y entró un matrimonio. Eran los padres de Cedric. Sirius guardó la fotografía al instante y se marchó de la Enfermería para darles intimidad. Harry quiso indagar más, pero no fue posible: solo volvió a ver a su padrino cuando se despidieron pocas horas después delante de Dumbledore. El director acababa de terminar una conferencia por la red flu.
—Por lo que me han contado del Ministerio, Pettigrew no ha revelado casi nada de Voldemort. Debe tenerlo ligado a alguna maldición que le impide desvelar sus secretos…
—No me extraña, como para fiarse de la puñetera rata… —masculló Sirius.
—Madame Bones me lo ha adelantado de forma confidencial, pero vosotros dos merecéis saberlo —continúo Dumbledore bajando el tono—: el señor Pettigrew también disfrutará próximamente del beso del dementor. Sumar a sus anteriores crímenes el ayudar a recuperarse a Voldemort no ha obrado a su favor…
—¡Por fin una buena decisión! –ironizó Sirius.
Harry estuvo de acuerdo. Miró a su padrino de reojo, pero este no le hizo ningún gesto, ni siquiera le miró. Así que no le mencionó al director los tenues recuerdos que había recuperado esa mañana. Sintió que en esa historia había algo que su padrino no quería compartir con nadie más. Optó por tratar otro asunto:
—Ahora el mundo sabe por fin que eres inocente, ¡ya puedo ir a vivir contigo! —manifestó Harry ilusionado.
El aludido iba a responder, pero Dumbledore se le adelantó:
—Hasta que protejamos la residencia de Sirius todo lo posible, sigues estando más seguro en casa de tus tíos. Sobre todo ahora que Voldemort ha regresado.
—Pero… —empezó a protestar Harry.
—Serán solo unas semanas, se te pasará enseguida —aseguró Sirius—. Tengo que hacer gestiones mientras. Lo de ser inocente después de doce años encerrado y con todo el mundo considerándote culpable, genera mucho papeleo…
Harry asintió. Sabía que su padrino quería justicia: iba a demandar al Departamento de Seguridad Mágica por negarle el juicio en su día (hubiese bastado una revisión de varita para comprobar su inocencia) y a todos aquellos que le quitaron sus derechos. ¡Hasta los Lestrange disfrutaron de un juicio tras torturar a los Longbottom! Por tanto, Harry aceptó volver con sus tíos. Deseaba vivir con su padrino, pero casi agradecía un descanso del mundo mágico que no le regalaba más que tragedias.
