Durmieron juntos y despertaron al amanecer. Bellatrix se marchó, pero una vez más prometió volver. Pasaron un par de noches y cuando a la tercera Sirius volvió a sentirse triste y solo, escuchó un crujido en la ventana y descubrió a la vampira sentada en el alfeizar. A la cuarta ocasión en que sucedió, el mago se dio cuenta de que había un patrón, no podía ser casualidad:
—Siempre vienes cuando estoy triste —comentó mientras se acostaban.
La respuesta fue un suave murmullo.
—¿Lo sabes? ¿Sabes cuándo estoy triste? —insistió él.
—Sé lo que sientes en todo momento, eres mi sangre fundacional.
—¿Qué soy qué?
—Lo que completó el ritual para convertirme fue que tú me cedieras tu sangre. Por eso eres mi sangre fundacional: tu sangre forma parte de mí y en todo momento, aunque estemos lejos, puedo sentirte y encontrarte.
—¡Joder! —exclamó Sirius sin saber qué le parecía eso— Me siento un poco violado… Pero bah, si es por mi bebé me parece bien. ¿Eso quiere decir que en términos vampíricos somos familia?
—No lo consideran familia, dirían que eres mío, mi humano. Ningún vampiro puede alimentarse del humano de otro vampiro.
—Umm… —murmuró Sirius procesándolo— ¿Entonces todos los vampiros convertidos tienen su propio humano?
—No. La mayoría matan al humano con el que completan el ritual, es casi imposible dejar de beber la primera vez. Yo estuve a punto de matarte.
—Pero no lo hiciste.
—Me costó muchísimo… A cualquier otro lo hubiese matado. Durante años sentí la necesidad de buscarte y beber hasta la última gota de tu sangre. Por eso no te saqué de Azkaban. Sé lo mal que te sentiste ahí, pero al menos estabas a salvo. Me costó una década superar ese impulso y durante ese tiempo tuve que buscar sustitutivos…
—¿A qué te refieres?
—Bueno, yo… Soy un monstruo, Sirius, ya te lo dije. Esto es muy complicado, sé que quieres estar conmigo, pero ya no soy humana y he hecho cosas que jamás me perdonarías…
—¿Qué hiciste?
Bellatrix debatió si confesar. Al final, decidió que aquello era algo que necesitaba contarle a Sirius y si le perdía por ello, cuanto antes mejor. Hacía años que nada la ilusionaba y era muy duro volver a experimentar esa sensación sabiendo que todo terminaría.
—Maté a mis padres. Durante varias semanas fui a la mansión, el elfo me dejó entrar y… Bueno, les succioné toda la sangre. Les borraba la memoria cada vez, solo tú sabías que yo seguía viva. Así no tenía que atacar a inocentes. Y cuando acabé con ellos… Hice lo mismo con los tuyos.
—¿Mis padres no murieron de un ataque al corazón?
—Murieron porque dejó de llegarles sangre al corazón… me la bebí yo —confesó ella avergonzada—. Entiendo que quieras matarme y de hecho, si quieres hacerlo, yo no…
—Bah, de algo tenían que morir, así al menos sirvieron para alimentarte. Igual fue lo único positivo que hicieron en su vida…
—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto. Nuestros padres eran horribles, nos trataban mal y... por su culpa murió Regulus. Le obligaron a unirse a los mortífagos y…
—Tu hermano no está muerto.
—¿¡Cómo!?
—Pocos meses después de convertirme, una de las veces que fui a casa de tus padres a alimentarme, escuché a Regulus y a Kreacher. Discutían sobre una cueva con inferi a la que Voldemort había llevado a Kreacher a esconder algo. Regulus pensaba volver, pero no se lo permití, era una misión suicida. Nunca debió unirse a Voldemort… Así que le obligué a cambiar de identidad y a mudarse de país para que estuviera a salvo.
—¿Le obligaste?
—Soy muy poderosa, Sirius, y domino los poderes mentales. Es como usar imperio, solo que los efectos son permanentes si yo lo deseo. No me costó nada convencerlo.
—¿Entonces Reggie…?
—Está vivo en alguna parte, con otro nombre y otra vida, pero a salvo. No quise saber ningún dato, por su propia seguridad. Su sangre olía parecido a la tuya… Los pocos segundos que estuve con él, tuve que arañarme a mí misma para no atacarle. La siguiente vez que volví, Regulus no estaba y tus padres lo habían dado por muerto. Sé que fue cruel para su familia y amigos, pero era lo más seguro para él. No quería arriesgarme a que alguien le buscase por mortífago o traidor o…
Bellatrix se tuvo que callar: Sirius se lanzó a besarla con tanta fuerza que, de no ser vampira, la habría tirado de la cama. A ella le pareció un buen final de discurso. No hizo falta que él le diera las gracias por salvar a su hermano pequeño: su prima notaba la inmensa gratitud y la emoción que lo embargaban. Sentía el amor que, pese a todo, Sirius nunca dejó de sentir hacia Regulus. Y también otra clase de amor, un amor tan intenso que Bellatrix no recordaba haber experimentado ni como humana; sin embargo, Sirius lo sentía hacia ella.
—Te quiero —susurró él después de besarla durante diez minutos sin apenas respirar.
—Lo sé —respondió ella acariciándole la mejilla.
—Eso es injusto.
—También lo sé.
—Pero te quiero igual.
—Y yo a ti, Sirius. Y siento que mis ansias de devorarte me impidieran ayudarte… pero ahora creo que puedo, estás a salvo.
—Oye, si quieres devorarme se me ocurren muertes peores —declaró con el absurdo coraje de los gryffindor—. Y en cualquier caso, si necesitas alimentarte, tengo pociones reabastecedoras de sangre, no me pasará nada. ¿Cómo lo haces normalmente? ¿Cada cuanto lo necesitas?
—Dos o tres veces por semana, el resto de días me conformo con sangre sintética. Normalmente muerdo a algún muggle y después les obligo a olvidar. Si me cruzo con alguien a quien considero mala persona (y ahora que vivo de noche me encuentro con bastantes), me alimento con menos miramientos… Aunque siempre debo eliminar las pruebas, es otra de las leyes de los vampiros para que no nos acusen de nada. Y si no, acudo a bares de vampiros, ahí siempre hay voluntarios.
—¿Voluntarios?
—Magos, brujas, hadas, squibs… Seres a los que les excita que les muerda un vampiro y se prestan gustosos. Su mayor ilusión es que los hagas tuyos.
—¿Te refieres a… tener sexo?
—¡No, por Morgana! Me refiero a lo que te decía antes: otra forma de apropiarte de un humano es darle de tu sangre. Si le doy mi sangre a un humano produce un nexo similar al que tengo contigo: soy capaz de sentir sus emociones y localizarlo esté donde esté. Eso les gusta a muchos, se sienten protegidos. Los vampiros somos posesivos y no dejamos que nadie haga daño a nuestros humanos.
—¿Tienes esa conexión con alguien más? ¿Hay más humanos de tu propiedad?
—Hay varias brujas y algún hada que me suelen ofrecer su sangre… Y muy pocos a los que les he dado la mía. Uno de ellos fue tu ahijado, lo hice para curarlo de las heridas que le provocaron aquella noche en el cementerio. Pero lo hice con la única intención de sanarlo y yo no probé su sangre, así que el nexo es muy débil. Solo he hecho mía a una muggle.
—¿Una muggle? ¿Le diste tu sangre? ¿Sabe que eres un vampiro?
—Sí. Tuvo una vida complicada… Trabajaba con un barbero que asesinaba a sus clientes y ella usaba sus cadáveres para cocinar. Acudí atraída por la sangre, ahí siempre había de sobra. Una noche él la intentó matar: la empujó al horno y para curarla tuve que darle mi sangre. Obviamente maté al barbero… A ella iba a hacerla olvidar, pero me suplicó que la llevase conmigo y me apiadé. Ahora vive y trabaja en un club nocturno de vampiros y es muy feliz. Como le di mi sangre, es mía.
—Vale… Eso no me gusta. Creo que estoy celoso…
A Bellatrix le divirtió que de aquella historia tan retorcida, la principal conclusión de Sirius fuese que estaba celoso.
—Quiero ser tu único humano.
—Eres mi único humano mágico.
Sirius frunció el ceño meditando si se conformaba con eso.
—Está bien, pero te prohíbo adoptar más humanos.
—Eso no funciona así, Siri.
—Claro que sí, bebé. Y ahora toma mi brazo... ¿o prefieres el cuello? No quiero que vayas por ahí mordisqueando a otros.
Bellatrix aseguró que no era necesario, pero él insistió. Quizá se debía a que Azkaban le había trastornado, pero deseaba esa conexión: le parecía algo muy íntimo que se alimentase de él y compartir ese momento. Al final, la bruja aceptó su brazo. Aún así, cuando sus labios ya rozaban su piel, se separó y volvió a preguntarle si de verdad quería hacerlo.
—Ya te he dicho que sí. Soy muy fuerte, Bella, no me dolerá.
—Oh, por supuesto que no te dolerá, no de la forma en que lo hago yo…
Efectivamente, no dolió. Sintió una especie de cosquilleo, después un pinchazo y entonces una corriente de magia atravesándolo. Sospechó que en el cuello sería diez veces más intenso. Y no solo fue lo extrañamente erótico del momento: la complicidad y la sensación de poder que experimentó también fueron notables. Terminó rápido, Bellatrix no quería beber más de dos tragos de él. Sirius casi lo lamentó.
—Sigues siendo lo más delicioso que he probado —aseguró ella relamiéndose.
—Bien. Recuérdalo cuando te entren ganas de adoptar a alguien más.
Ambos sonrieron. Bellatrix se ovilló junto a Sirius, que la abrazó y se durmieron así.
Como ya conocía la técnica, el resto de días Sirius intentó sentirse triste y miserable para que Bellatrix acudiese. No funcionaba, ella conocía sus emociones y sabía cuándo intentaba engañarla. Aún así, solía aparecer un par de veces por semana. En una de esas, cuando anocheció y se despertaron, Sirius acompañó a Bellatrix a la puerta y se cruzaron con Harry. El chico no la había visto desde la noche en que lo salvó de Voldemort al llegar a Grimmauld. Se sorprendió bastante (pese a que sabía que visitaba con frecuencia a su padrino), pero reunió valor y se presentó:
—Soy Harry, un placer conocerte. Sirius me ha hablado muy bien de ti.
—Lo sé, bebé Potter. Te conozco desde que medías lo mismo que un escarbato.
—¿Cómo? —preguntaron los dos magos al instante.
La vampira no contestó, parecía preferir marcharse… Sin embargo, Sirius le preguntó si podía quedarse unos minutos y así su ahijado y ella se conocían un poco. Bellatrix dudó, pero al final asintió. Pasaron a la cocina, Sirius se sirvió un whisky y a Harry una cerveza de mantequilla. Después empezó a rebuscar en la despensa:
—Compré algunas cosas, no sé si alguna te gustará…
Desplegó en la mesa varios refrescos de sangre sintética, piruletas, bombones y grajeas con sabor a sangre destinadas a los vampiros. A Bellatrix el gesto le enterneció. Se sentó también, abrió uno de los refrescos y empezó a tomárselo junto a los dulces sangrientos. Entonces, les explicó ciertos asuntos que ellos jamás sospecharon:
—Como te dije, los años después de convertirme no podía sacarte de Azkaban porque deseaba devorarte… Al compartir tus sentimientos, notaba que estabas mal, pero principalmente porque te preocupaba lo que hubiese sucedido con el hijo de los Potter.
Sirius asintió, así fue. Su propio bienestar nunca fue su prioridad.
—De eso sí que podía ocuparme. Comprobé que los muggles que lo habían adoptado eran despreciables, así que tuve una… agradable conversación con ellos y los obligue a tratarlo y a cuidarlo bien. No me hubiese hecho falta ni hipnotizarlos, son los seres más temerosos de la magia que he conocido nunca.
Hubo unos segundos de silencio mientras procesaban la información. Harry recordó entonces los pequeños gestos de los Dursley que siempre le llamaron la atención:
—¡Por eso a veces parecía que no me querían y sin embargo siempre intentaron hacerme feliz!
—Sí. Durante el cuarto año, la preocupación de Sirius se multiplicó, así que estuve más pendiente. Por eso investigué lo sucedido con Crouch, te encontré en el cementerio y evité que Voldemort te matara. Él huyó, le da miedo no saber a qué se enfrenta conmigo. Pero ya que estaba, atrapé a la rata y lo hipnoticé para que confesara. Después te hipnoticé a ti, Potter, para que contaras lo que debían hacer sin que tú me recordaras.
—¿Por qué no querías que te recordara?
—He estado muerta mucho tiempo… Para mí toda esa gente (Dumbledore, la Orden y todo eso) pertenece a otra vida muy lejana de la que no quiero saber nada. Solo lo hice por Sirius.
Los dos magos se habían quedado sin palabras. Aunque Sirius ya lo sospechara, saber que Bellatrix pasó tantos años pendiente de lo que él sentía para intentar ayudarle, le emocionó casi hasta las lágrimas. Le apretó la mano con cariño y viendo que la cosa se ponía demasiado intensa, la vampira alegó que se marchaba porque tenía cosas que hacer. De inmediato, Harry le dio las gracias y le aseguró que si podía ayudarla en cualquier cosa, contara con él.
—No necesito tu ayuda, bebé Potter. Céntrate en mantenerte con vida –respondió Bellatrix burlona.
Harry asintió avergonzado y Sirius rio. El mayor la acompañó a la puerta y la abrazó. Después la besó con ganas, ya le daba igual que fuesen familia o no, amaba a Bellatrix. Y al parecer los vampiros eran más liberales que los magos, porque ella no protestó.
—Me encanta dormir contigo, pero ¿podrías venir también alguna noche? Me gustaría pasear o conocer algún bar de vampiros o hacer algo contigo… Aunque solo sea hablar, eso me gusta, me encanta hablar.
—Sí, Siriusín, eso lo sabemos todos –respondió Bellatrix divertida—. Intentaré venir alguna noche.
Sirius sonrió y asintió observando como un murciélago desaparecía volando hacia el cielo nocturno.
