Dos días después, Harry volvió a Hogwarts y Sirius por fin pudo acompañarlo al Andén 9 y ¾ como un hombre libre. No obstante, atrajeron tanto la atención que después se encerró en casa durante el resto de la semana.
También seguía su curso su demanda contra Fudge y el Ministerio por encerrarle sin juicio y condenarlo siendo inocente. Ese asunto pintaba bastante bien, así que no le preocupaba. La Orden seguía con sus misiones, intentando —sin ningún éxito— convencer al mundo de que Voldemort había regresado. Sirius hablaba con antiguos compañeros de colegio y con todo aquel que pudiese ser afín a la causa, pero de momento sin frutos. Todo el mundo estaba demasiado asustado para aceptar la realidad. Así que tampoco se esforzaba demasiado, pasaba la mayor parte del tiempo pensando en Bellatrix.
No le había hablado a nadie de ella. Tonks le preguntó por Beatrice un par de veces y él murmuró que por ahí seguía, con sus misiones secretas, pero no dio más datos. Su prima había roto toda relación con quien antaño fue su familia y no sentía ningún deseo de retomarla. No porque no los quisiera, sino porque ya no los consideraba familia suya. Ahora pertenecía al mundo vampírico y estos despreciaban a magos y brujas. Y aunque a él le dolía, lo comprendía. No era una elección de Bellatrix, sino su naturaleza. Lo más importante era que a él sí le quería.
Cuando una noche de octubre sonó el timbre, Sirius se levantó del sillón de un salto y corrió hacia la puerta. Eran solo las nueve, pero ahí estaba Bellatrix.
—Podemos ir a dar un paseo, como tú querías.
—¡Me pongo el abrigo y vamos! —exclamó con ilusión— Espera, tú también deberías ponerte uno. Sé que no sientes frío, pero esta zona es muggle y la gente te mirará… estás demasiado buena.
Era verdad. La ropa de Bellatrix era más de estilo muggle que bruja. Su aspecto ahora era rockero y gótico, con cuero y terciopelo negro. Sirius babeaba al ver lo bien que le sentaban los pantalones ajustados y la camiseta estilo corsé de encaje y brillantes. Unas botas altas completaban el conjunto. Pasaría por una chica muggle extremadamente sexy, sin embargo, sería raro que con las bajas temperaturas no tiritase de frío.
—Ponte este abrigo y te lo ajusto —comentó tendiéndole uno de sus abrigos más finos.
Con un gesto de varita, acortó la prenda y la ciñó más a su cuerpo. Seguía siendo un abrigo masculino que le sentaba un poco grande, pero eso aún le daba un toque más atractivo y rebelde.
—Maldita seas, todo te queda bien…
Ella sonrió y salieron de casa. Sirius le cogió la mano y pasearon así. Al principio no hablaron, simplemente disfrutaron de su compañía, del viento refrescante y las calles desiertas de aquel barrio londinense. Media hora después y tras cruzar un par de carreteras, llegaron a un descampado lleno de árboles y edificios en ruinas. Sin embargo, con Bellatrix a su lado, al mago todo le parecía maravilloso.
—¡Muéstrame lo que sabes hacer! —pidió emocionado.
—¿El qué quieres ver?
—Mmm… ¿Cómo es eso que me dijiste de controlar los elementos?
En un parpadeo, la vampira miró al cielo y una tormenta se adueñó del cielo. Bramaron los truenos y cayeron rayos a la carretera, pero ninguno se les acercó. Tras unos minutos en los que Sirius contempló fascinado el furioso espectáculo de la naturaleza, la vampira hizo otro gesto y la tormenta escampó.
—¡Joder! ¡Es alucinante! —exclamó Sirius.
Le suplicó entonces que le mostrara cómo se transformaba en murciélago. La vampira pestañeó y al segundo siguiente, un murciélago ocupó su lugar. Revoloteó por la zona alterando su tamaño, mostrándole a Sirius que podía hacerse más grande o más pequeña a voluntad. Entendió por qué los vampiros se camuflaban entre los muggles mejor que los magos: sería imposible distinguir a ese animal de cualquier sombra de la noche. Después, volvió a su forma humana.
—Tiene que ser genial volar sin clavarte el incómodo palo de la escoba —comentó Sirius sonriente—. ¿Qué otros animales puedes ser?
En un espectáculo que Sirius jamás creyó posible, su prima se transformó en un lobo monstruoso, después en un zorro, en un gato negro… Llegó incluso a convertirse en niebla, ni más ni menos. Finalmente, se transformó en un perro grande y fiero y miró a Sirius expectante. Él no dudó ni un segundo. Se transformó en su forma animaga y la pareja de canes corrió y trotó durante horas.
—¡Guau! —gritó Sirius emocionado cuando al fin volvieron a sus formas humanas— ¡Es lo mejor que he vivido nunca, ni con los merodeadores era tan increíble!
Sentía mucha más libertad estando con su prima, como si nada malo pudiera sucederles porque el mundo se supeditaba a ella. No recordaba haber sentido nada similar en toda su vida. Estaba tan feliz que le llevó un rato reparar en que habían salido de Londres.
—¿Dónde estamos? —preguntó despistado.
Parecía una carretera secundaria a las afueras de la ciudad. Apenas había tráfico y no se veía rastro de vida. Bellatrix volvió a tomarle de la mano y caminaron alejándose de la carretera. Pronto, un edificio oscuro se alzó ante ellos. Parecía un bar de carretera, pero más grande de lo habitual y de dos plantas. Un letrero de neón con letras rojas confirmaba que era un bar. Pero no uno normal…
—Es un club nocturno de vampiros. Hay otro en el Callejón Knockturn, pero prefiero este porque me llevo bien con los dueños. Además, aquí no corro el riesgo de cruzarme con alguien que me conociera antes.
—Pero, ¿dónde está exactamente? ¿Cómo se llega hasta aquí?
—No todo el mundo puede llegar. El local solo aparece ante ti si eres vampiro o simpatizante. Si tus intenciones son las adecuadas, da igual que seas vampiro, mago o muggle: el local aparecerá. Por el contrario, si nos consideraras bestias o una raza inferior, jamás lograrás verlo.
—¿Los muggles pueden entrar?
—Muy pocos afortunados. Los que lo hacen, guardan el secreto, pues saben que es la única forma de volver… y de conservar la vida.
Sirius asintió sin decir nada. Siempre que quedaba con Bellatrix le daba un montón de información nueva que a él le costaba almacenar. Seguía dándole miedo meter la pata y hacer o decir algo inadecuado, pero por el momento parecía que iba bien.
Conforme se acercaban, empezaron a escuchar una música bastante fuerte. Sirius vio una fila separada por un cordón de terciopelo rojo en la que varias criaturas (porque había también hadas, ninfas y sátiros) hacían fila para entrar. Una vampira rubia con gesto despectivo decidía quién entraba y quién no. Bellatrix se saltó la cola y se acercó directamente a la puerta.
—Buenas noches, Pam.
—¿Humano nuevo, Bella? —preguntó la vampira mirando al mago con indudable deseo.
—Un viejo amigo —respondió ella sin presentarle a Sirius.
La rubia asintió y los Black entraron. El interior del local combinaba el negro con tonos escarlata y lámparas de araña; en las paredes, posters con imágenes de Drácula, Morgana e iconografía de sangre, colmillos y magia. Había una barra al fondo, mesas altas con taburetes y varios reservados. Pero el mobiliario era lo de menos… El local estaba a rebosar. Los clientes eran una mezcla entre vampiros, magos y brujas góticas, jóvenes de aspecto inocente y raza indeterminada en busca de experiencias fuertes… Había gogós bailando en tarimas dispersas por la sala cuya sensualidad era secundaria: lo sorprendente era la velocidad inhumana a la que danzaban. La música estaba muy alta, era rock y metal clásico y a Sirius le gustaba, le recordaba a su juventud.
—Joder… —murmuró sin saber a dónde mirar.
En aquel local, él, un presidiario tatuado de aspecto ligeramente amenazante, era el más normal. Eso no le había sucedido nunca.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Bellatrix acercándose a su oído para hacerse oír por encima de la música— Vamos a la barra, los reservados están ocupados.
—¿Qué hace la gente en los reservados? —preguntó Sirius con una sonrisa sucia.
—Lo que estás pensando es lo segundo que hacen —aclaró su prima—. Lo principal es alimentarse: es ilegal chuparle la sangre a alguien a la vista de todos, hay que hacerlo en privado. Estableces las condiciones con quien encuentres y después te vas a un reservado. Y si la cosa va a más, en el sótano y en el piso de arriba hay habitaciones para pasar el día.
—Lo tenéis todo muy bien montado —atestiguó Sirius.
Mientras se habrían camino, varios hombres se acercaron a Bellatrix señalándose el cuello. Ella negó con la cabeza y al que se puso pesado lo apartó de un empujón. Nadie protestó (probablemente hasta eso les excitaba). Aunque Sirius caviló que él también dejaría que Bellatrix le pisotease: ahora que estaba viendo a más vampiros, ella seguía pareciendo una diosa oscura por encima de cualquiera.
Se sentaron en un lateral de la barra y esperaron a que les atendieran. Había tres camareros que corrían de un lado para otro atendiendo a los numerosos clientes. Al final, una chica de pelo cobrizo y expresión alegre se acercó a ellos. Llevaba un vestido granate estilo victoriano que incluso para una bruja parecía pasado de época, pero a ella le sentaba estupendamente.
—¿Qué os apetece, queridos? —preguntó con una sonrisa— Hoy el… ¡Bella! —exclamó al verla.
Al momento se inclinó sobre el mostrador y la abrazó con fuerza. Para sorpresa de Sirius, Bellatrix sonrió y le frotó la espalda con afecto. Al rato le indicó que ya era el momento de soltarla. Sin hacerlo, la camarera la regañó por haber tardado tanto en visitarla, la había echado mucho de menos.
—Estuve aquí hace dos días, Nell —le recordó Bellatrix.
—¡Eso es mucho tiempo! Como tú eres vampira se te pasa enseguida, pero para la gente normal eso son como seis meses —le explicó la chica.
—El tiempo pasa igual para todos, no me intentes engañar, sabes que no cuela.
La camarera chasqueó la lengua, al menos había que intentarlo. Seguidamente, Bellatrix los presentó:
—Sirius, esta es Eleanor, mi humana muggle. Eleanor, este es Sirius. Era mi primo cuando estaba viva… y ahora también es mi humano.
—¡Encantada, Sirius! —exclamó la muggle tendiéndole la mano— ¡Bella me habló de ti! Llámame Nellie.
El mago respondió al gesto algo apabullado por el entusiasmo. Él era muy abierto y sociable (o lo fue antes de que Azkaban le amargara el carácter), pero toda aquella situación le hacía sentir un poco cohibido.
—¿Qué bebes, amor? ¿Whisky de fuego? ¿O prefieres algún alcohol muggle? —le ofreció la camarera.
—Sorpréndeme —respondió Sirius con una pequeña sonrisa.
Eleanor asintió y se alejó un poco para preparar las bebidas.
—O sea, que esta es la muggle que adoptaste…
—Sí. Sé que es raro, pero… le tengo cariño —reconoció Bellatrix.
—Parece simpática. Y se la ve muy feliz.
—Lo es, es muy feliz aquí. Le gusta trabajar en el bar porque siendo muggle todo lo que ve siempre le parece un espectáculo. Además se encarga de programar las actuaciones musicales, contrata a los bailarines… todo eso le encanta. Vive en una suite en el piso de arriba, así que no tiene ni que desplazarse.
—¿Y no es peligroso? Algún vampiro podría hipnotizarla o beber su sangre…
—No. Saben que es mía. Cuando un humano pertenece a un vampiro, el resto lo huelen. Ninguno toca al humano de otro. Y aunque lo intentaran, en el momento en que Nellie sintiese miedo, yo lo notaría y vendría. Está más a salvo ahora que cuando vivía entre muggles y se divierte mucho más.
—Vaale… —murmuró Sirius.
Todo aquello era demasiado retorcido y surrealista. Era como descubrir un universo paralelo en el que las normas que regían su vida no se aplicaban. Le estaba costando mucho procesar cada nuevo detalle y ni siquiera llegaba a decidir qué le parecía. Bellatrix se dio cuenta.
—No te gusta esto, ¿verdad? Estás agobiado, vámonos.
—No, no, es que…
Se interrumpió porque Eleanor volvió. Le sirvió a Sirius el whisky de malta más exclusivo del que disponían y a Bellatrix un cóctel de sangre sintética. La vampira no prestó atención a las bebidas, sino que continuó mirando a su primo con preocupación. Repitió el ofrecimiento de marcharse, pero él se volvió a negar. Dio un trago al whisky y se lo intentó explicar:
—Es que son muchos cambios, Bella, toda tu vida ahora es diferente… Sé que me lo advertiste y no es que no me guste, pero me da miedo meter la pata o no saber cómo actuar —confesó Sirius—. Este sitio me gusta, me recuerda a cuando era joven y salía de juerga con James. Me encanta esta música, pero… No sé, tú tienes otra vida perfectamente organizada y ya no me necesitas en ella. Y yo sí que te sigo necesitando en la mía.
Se atrevió a mostrarse así de vulnerable porque la situación era tan delirante que no parecía real. Además, la música estaba muy alta y apenas se le oía. Sin embargo, su prima le escuchó.
—Tienes razón. No pertenezco a tu especie y ya no somos familia como antes. No te necesito en mi vida.
Sirius asintió con dolor e hizo amago de levantarse para volver a casa. Pero Bellatrix le frenó.
—No te necesito, pero quiero y deseo que estés, Sirius.
Él la miró dudoso. Veía la sinceridad en sus ojos y le reconfortaba comprobar que aún era importante en su vida. Pero aún así, no estaba seguro. Ella le cogió la mano y repitió: "Quiero que estés en mi vida. Solo tú. Mi único humano, mi único lazo con la persona que fui una vez". Sirius no necesitó más. Ser el único humano que conservaba de su vida pasada le parecía un gran honor. Así que asintió con una pequeña sonrisa y se besaron en medio de aquel ruidoso bar de vampiros.
