Naruto Y Hinata en:

LA APUESTA


Epílogo


El chal de seda se deslizó sobre sus hombros, y Hinata tragó el manojo de nervios que se alojó repentinamente en su garganta. El criado se marchó corriendo y ella notó la ligera presión de la mano de su esposo en la espalda.

Naruto bajó los ojos y le escudriñó la cara.

—¿Estás convencida de estar lista para esto? Esta mañana no te encontrabas bien. Siempre puedo decirle al carruaje que dé la vuelta.

Ella sonrió y afortunadamente consiguió ser convincente.

—En algún momento hay que hacerlo. Este es tan bueno como cualquiera.

Aunque él aún no lo sabía, era mejor hacerlo ahora que al cabo de unos meses. La sospecha de que podía estar embarazada le provocaba una alegría exultante a la que aún no podía abandonarse. Siempre había tenido unos períodos muy regulares, pero ahora tenía un retraso y había algunas otras cosillas que apuntaban en la misma dirección, incluyendo esa indisposición matutina. Vaciar el estómago cada mañana en una palangana no era exactamente placentero, pero la idea de estar esperando un hijo suyo era celestial.

Aquella tarde, en el claro del bosque en Konoha Manor. Había sucedido entonces. Por algún motivo estaba convencida de ello.

—Estoy de acuerdo. Solucionemos esto lo más rápido posible. Aunque a mí no me apetece demasiado.

—Junto a ella, Ino, la nueva condesa de Anbu, sonreía nerviosa.

Estaba deslumbrante con un vestido de seda melocotón que resaltaba aún más su tonalidad dorada y la cabellera rubia peinada con aquel elaborado recogido. —Kurenai dice que desde que apareció en el periódico el anuncio de que debido a circunstancias imprevistas, ambos habían cancelado la apuesta, toda la buena sociedad se muere por saber la razón. Imagino que esta velada será, como mínimo, interesante. Todo el mundo hablará de nosotros.

A su lado, con un elegante traje de noche marrón y crema, y el cabello enmarcando aquellas facciones que habían hecho estremecer el corazón de tantas mujeres, su espigado marido tenía una divertida expresión en los ojos. Sai dijo con aire perezoso:

—Te aseguro que te preocupas sin razón. Al principio parlotearán un poco y después todo el mundo se olvidará de nosotros.

—Exacto. —Naruto se ajustó el puño con aire relajado. —Debo afirmar que el plan me parece bastante brillante, qué quieren que les diga.

—Como que se te ocurrió a ti —murmuró Hinata y lanzó una mirada compungida. —Cuando lo propusiste me pareció bien, pero ahora me aterra.

Aquello había sido idea de Naruto. Dos licencias especiales y una discreta boda doble, sin anunciar públicamente los enlaces en la sección de sociedad del periódico, ya que ninguno de ellos estaba interesado en un noviazgo largo, ni en más escándalos. El truco les había ahorrado el alboroto, así que pudieron disfrutar de unos días a solas, antes de que la gente bien se oliera la apasionante noticia de que dos de los calaveras más famosos de la sociedad se habían casado el mismo día.

Uno de ellos con una viuda estirada, que tenía fama de ser inaccesible, pero que Namikaze había sido seducido hasta su lecho, y el otro con una joven que había anulado su compromiso, para rendirse a los persuasivos encantos de lord Sai. O versiones similares, adornadas con un montón de especulaciones, sin duda.

Era fácil imaginar los rumores que se desatarían. Hinata inspiró profundamente y se cogió al brazo de su marido. La apuesta también saldría a la luz. Por supuesto que sí. Los cuatro unidos en un frente común parecía lo mejor.

—¿Preparada? —Naruto, con su traje gris entallado, y más gallardo y apuesto que lo que debería estar permitido en un hombre, sonrió con deslumbrante tranquilidad. —Limítate a actuar como si fuéramos las únicas personas de la sala.

—Lo intentaré. —Ella alzó la barbilla y recurrió a su pose más distante.

Sai e Ino empezaron a bajar los peldaños de la escalera. El salón de baile de la planta noble estaba abarrotado y animadísimo, pero cuando el mayordomo anunció con su voz sonora y majestuosa al conde y la condesa de Anbu, se produjo una pausa repentina en cientos de conversaciones.

Hinata se preparó, pues ellos eran los siguientes.

—El duque y la duquesa de Namikaze.

En la estancia se hizo el silencio. Incluso la orquesta dejó de tocar.

«Ah, no, no tengo los nervios destrozados en absoluto», pensó Hinata con cinismo. Esperaba tener el mismo aspecto tan sereno y sosegado como siempre, pero estaba muy acalorada. Notó que le ardía la cara ante las miradas atónitas de varios cientos de personas.

Como si media ciudad no estuviera observándolos con la boca abierta, Naruto murmuró en tono despreocupado:

—Espero que el champán esté bien frío. Lo detesto si no está prácticamente helado.

¿Eso era lo que le preocupaba? ¿La temperatura de las bebidas que iban a servirles? Hinata no pudo evitarlo y se echó a reír. Aquel sonido flotó sobre la silenciosa quietud, algo se quebró y aquella calma sobrenatural fue sustituida por el parloteo de las voces.

Tal vez no era tan mal plan después de todo. En realidad, si Hinata conseguía soportar esa velada, lo peor ya habría pasado.

La marea de elegantes invitados, ansiosos por felicitarlos, y que naturalmente esperaban alguna jugosa información sobre los idilios secretos, fue abrumadora. Pero Naruto permaneció a su lado y esquivó las preguntas obvias con su inimitable estilo, limitándose por lo general a arquear una ceja. Después de soportar una hora agotadora, se las arregló para liberarla de las apreturas y se la llevó a la pista para un vals.

—A veces se responde mejor con los hechos que con las palabras.

Al principio, Hinata no terminó de comprender lo que quería decir.

Hasta que se dio cuenta de lo fuerte y muy cerca que la abrazaba. Casi como aquella tarde, cuando estaban solos en la terraza de su propiedad en Konoha Manor. Entonces a ella le había parecido algo escandaloso. En este ambiente, con toda la buena sociedad pendiente de ellos, era algo aún peor.

El primer impulso de Hinata fue dejar una distancia decente entre ambos. Ya iban a hablar bastante sobre ellos, en cualquier caso.

—No. —Naruto no aflojó la garra de su brazo cuando ella quiso separarse. —Deja que lo vean.

—¿Que vean qué? —Protestó Hinata con un leve siseo. —¿Que no te molesta ser el centro de todas las habladurías? Eso ya lo saben. Sin embargo, a mí me preocupa.

—Deja que vean que te amo.

Ella tropezó con el vuelo del diáfano vestido azul oscuro que lucía a petición de Naruto; las faldas se le arremolinaron alrededor de las piernas al moverse. Pero él le rodeó la cintura con el brazo, manteniéndola erguida con su inflexible apoyo, y sus ojos azules, conmovidos por la emoción, le sostuvieron la mirada. Con el vaivén de la música ella se olvidó de la multitud atenta, de los susurros, de las miradas ávidas. Una felicidad que no creía posible convirtió la noche de un juicio en una victoria.

Naruto inclinó la cabeza para acariciarle la sien con la boca, mientras ambos se daban la vuelta. Aquella tierna caricia era un gesto demasiado personal para que lo vieran cientos de testigos.

A ella no le importó. «Te amo.»

Él no se lo había dicho y ella tampoco le había exigido escucharselo. Tal vez él tenía razón. Estaba segura de que los chismosos se estaban preguntando cómo la distante lady Hyuga había capturado al guapo y malicioso duque, sin que apenas se les hubiera visto intercambiar una mirada en público.

No lo hubiera hecho, de no haber sido por una apuesta muy indecente. ¿Seguía teniendo los pies en el suelo? De ser así, no lo notaba.

—¿He mencionado antes lo agradecida que estoy por la existencia del clarete? —murmuró.

Él se echó a reír, al comprender que se refería a aquella profética noche en la que Sai y él habían ideado el desafío; pero sus ojos tenían una expresión seria.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir?

—No.

—¿Entonces?

La hizo girar con elegancia. Haciendo caso omiso de la escandalizada audiencia, ella susurró:

—Abrázame más fuerte.


Autor: Emma Wildes

Gracias por acompañarme en una historia mas

Nos leemos (✿◠‿◠)