Parte 1 - Parte 2 -
Parte 3 - Parte 4 - Parte
5 - Parte 6 - Parte 7 - Parte
8 - Parte
9 (final)
PARTE 1
Cuando las hermanas Lisbon murieron, el barrio fue muriendo lentamente.
No consigo recordar nada de las semanas siguientes a la muerte de Lux. Es
como si una mano invisible lo hubiera borrado todo; no sé ni dónde estuve, ni
qué hice. En mi mente sólo aparece una blancura tan fuerte que es casi
cegadora. De fondo puedo distinguir una canción melancólica, de ésas que
hacen llorar. He oído que éste es un sistema que el propio cuerpo tiene para
defenderse. Es posible que por mí misma no hubiese soportado tanto dolor, que
hubiese intentado seguir a Lux, dondequiera que ella fuese. Imagino que es mejor
así.
Tengo miedo de que esa blancura se extienda para delante o para atrás en
mi memoria. Si es para delante, no me importa demasiado. Pero no quiero que esa
nada retroceda y devore uno solo de los recuerdos dedicados a Lux Lisbon.
***
Tim me prometió que jamás diría una palabra de la historia que le conté.
Cuando hablasen de las vírgenes suicidas, cuando narrasen su corta vida, omitirían
todos los detalles relativos a mí. Estoy tranquila en ese sentido. No me
preocupa que mi imagen haya sido amputada de la historia, aunque me duele el
hecho de que – para la posteridad – yo nunca haya existido para la figura de
Lux.
Me pregunto por qué me confié precisamente a Tim. En primer lugar, era
el más reflexivo de los cuatro. Yo no quería su entendimiento o su compasión,
sólo que lo que le contase le sirviera para lo que pensaban hacer; que mi
relato cubriese los agujeros que ellos, por desconocimiento, no podían zurcir.
En segundo lugar, era el más joven. No sé por qué, tiendo a mantener mejores
relaciones con gente más pequeña que yo. Y en tercer lugar, era mi primo,
aunque el parentesco sólo actuó como secundario en mi decisión.
La historia de las Lisbon merecía ser contada, y sólo alguien que había
estado próximo a ellas podía hacerlo. Fue buena idea el que lo hicieran ellos
cuatro. Hubiese sido mejor alguien que mantuviese contacto con sus padres, pero
el matrimonio Lisbon se marchó hace años del barrio y nadie sabe dónde están.
Yo también me he marchado. No soporto más el hedor del lago y las frívolas
fiestas de sociedad. Están tan muertos como ellas, sólo que aún no lo saben.
***
Cuando camino sola, pienso en Lux. El otro día, un vecino se subió al
tejado de su casa para colocar las luces de Navidad. Yo cada vez me siento menos
tentada por los eventos materiales. He visto que nuestras propias vidas son tan
fugaces que pueden desaparecer en un parpadeo. Pero es verdad que a Lux le
gustaban las luces.
Cuando la conocí, tenía catorce años y brillaba como una estrella
fugaz en los pasillos del instituto. Parecía llena de vida. Yo iba a una clase
mayor que ella. Aún no recuerdo cómo nos hicimos amigas. Ella jugaba al tenis
y yo también; yo solía discutir por los resultados y Lux siempre salía a
defenderme. Me sorprendía, porque habitualmente no se metía en broncas.
Supongo que yo daba pena, con mi pelo mal cortado y mi uniforme dos tallas más
grande. A mi madre le gustaba mi uniforme, aunque no mi pelo. Le parecía que me
lo había dejado demasiado corto.
Lux y yo solíamos ir y venir juntas del instituto. Yo vivía dos calles
más abajo que ella. Por el camino íbamos cuchicheando sobre gente del
instituto, deberes y las nuevas compras que habíamos hecho. A menudo nos acompañaba
Bonnie, y alguna rara vez Cecilia. Mary y Therese consideraban nuestros paseos
demasiado lentos.
Lux mostraba otra cara cuando estaba conmigo. Normalmente, era
introvertida y misteriosa. En nuestros paseos, se relajaba y a veces comentaba
cosas sobre personas que conocía o lugares – pocos – que había visitado.
También hablaba sobre sus pensamientos. Bonnie parecía saber mucho más sobre
éstos que yo, pero después de todo, era su hermana.
Con todo, los comentarios sobre su familia eran escasos. Y aún más los
relativos a los chicos. Yo tenía la sospecha de que Cecilia y Bonnie estaban
informadas al respecto, pero cuando intentaba abordar el tema, Lux sonreía y lo
desviaba hábilmente hacia otros derroteros. Pese a mi curiosidad, se mantenía
inaccesible, y yo me sentía un tanto incómoda cuando en clase se hablaba del
asunto. Ciertos temas eran tabú para Lux y sus hermanas, y los chicos – y por
consiguiente el sexo – parecían ser uno de ellos. Nunca hablaban de eso si
había una persona extraña presente.
Por aquel entonces yo ya sabía del ambiente conservador que se vivía en
la casa de los Lisbon, aunque no le daba demasiada importancia. Mis padres también
formaban parte de lo que se denominaba los "conservadores cristianos de los
setenta", a quienes el movimiento hippy había pillado demasiado mayores o
demasiado perezosos, y nunca habían pasado de ser un par de viejos severos y
amargados. Veía que las Lisbon no quedaban con amigos como el resto de gente
del instituto, pero tampoco me sorprendía por ello. Yo siempre he sido un poco
retraída y me he mantenido alejada de los grandes bullicios. A Lux le gustaban,
pero en aquellos momentos sólo interpretaba el anhelo en su voz como un ansia
puramente platónica.
Supongo que todo esto creó en mí una imagen falsa de Lux. A ella le
gustaban los chicos más que a mí, aunque no hablase de ello. La primera
noticia que tuve fue cuando nos encontramos en el baño, un día entre clases.
Lux me dijo: "¡Ven!", y me metió en un servicio. Cerró con pestillo y
comenzó a hurgar en el estrecho cinturón que sujetaba su falda. En esos
momentos me sentí muy nerviosa. Nunca había estado tan cerca de Lux, y en
aquel servicio podía sentir su olor, palpar su rebeca semiabierta. Un rayito de
sol que se filtraba por la ventana incidía en su rubia cabellera.
Lux me mostró su ropa interior. Primero sus bragas, luego un pico del
sujetador. Sobre ella estaba escrito un nombre: Leo.
-¿Quién es Leo?- pregunté.
-Es el basurero- respondió Lux. Se mordió los labios y añadió: -Tendrías
que verlo, está... como un tren.
Era la primera vez que me confesaba estas cosas, y sin embargo, en
aquellos instantes me desentendí por completo del tema que estaba tratando. Sólo
quedaba Lux, su ropa interior y la suave fragancia a detergente que ésta
desprendía. No estoy diciendo que de pronto desease a Lux, pero esta conexión
que habíamos creado en el servicio de chicas me producía un indecible placer.
Desde entonces no vi a Lux con los mismos ojos. Un inicio de sentimiento de
posesión se agudizó, y no quería aceptar la realidad de que era cuestión de
tiempo que Leo – o cualquier otro – acompañase a Lux a su casa, y no yo.
Adelante a la parte 2
z Volver a
Ansurbamtijonia
z Volver al
Web Empire
z Emilín:
loli_jackson@hotmail.com
+