Lux' Hope (La Esperanza de Lux) parte 6

LUX' HOPE (LA ESPERANZA DE LUX)
by Elenis ;)

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PARTE 6

Me sentía una especie de ladrona al salir de mi casa como si fuese un fantasma. Sabía que mis padres me dejaban salir después de cenar, pero siempre me preguntaban adónde iba; y yo prefería no tener que dar explicaciones. Así que salí sin hacer ruido y caminé por la calle del mismo modo. Ya había oscurecido.

La casa de los Lisbon también estaba oscura, excepto por una ventana en la planta baja, y tenía un aire carcelario. Me daba escalofríos. Miré hacia la ventana de Lux, pero no distinguí nada. Esperé unos minutos. ¡Entonces lo vi! Un pañuelo blanco, que ondeaba allí como una petición de auxilio. Con miedo, empujé la verja. No estaba cerrada. Corrí por el jardín y me situé debajo de la ventana.

-¿Lux?- siseé.

-Sube por aquí- la mano de Lux me indicó la enredadera -. Date prisa.

No me dio tiempo a explicarle que yo no había trepado siquiera a un árbol en mi vida. Agarré la enredadera con una mano y puse el pie en el canalón. Poco a poco, fui ascendiendo. A mitad de camino, se me ocurrió mirar hacia abajo y comencé a temblar.

-Ayúdame, Lux- pedí.

Lux sacó entonces la mitad de su cuerpo por la ventana. En una mano sostenía el pañuelo. Tenía puesto el camisón y el pelo le caía por las mejillas. Extendió los brazos.

-Vamos, Hope- su voz parecía casi suplicante.

Conseguí trepar hasta alcanzar su mano. Lo demás fue más sencillo. De la mano de Lux a su hombro, la rodilla en el alféizar de la ventana. En esos momentos, Lux me rodeó la cintura con un brazo y me besó con fuerza en los labios. Por supuesto que ahora atribuyo aquello a la tensión del momento, a la alegría que le producía verme o a todo junto. Pero en aquellos instantes, no pude evitar sentir una intensa emoción. Incluso pude notar que mi cuerpo respondía al beso, lo cual me avergonzó. Lux preocupada por mi seguridad y yo excitándome por un contacto.

Lux tiró de mí para meterme en su habitación, sin despegarse de mí, como si nos hubiesen sellado las bocas con pegamento. Me sentí muy contenta de volver a pisar tierra firme. Lux rompió el beso y lo convirtió en un abrazo.

-Oh, Hope- la escuché decir -. Oh, Hope, Hope...

Traté de calmarla. Le susurré que ya estaba aquí y que todo iba a salir bien, que la había echado mucho de menos y esas cosas. Lux me puso un dedo en los labios ("déjalo ya") y se apresuró a colocar una silla delante de la puerta de la habitación. Presumí que aquél debía de ser su cuarto. A la escasa luz, podía distinguir pósteres de caballos y famosos, junto con algún que otro hueco en las paredes, probablemente ocupado por cosas que se habían quitado hacía poco. En las estanterías había muñequitos y revistas. Una parecía tener pequeñas maniquíes vestidas con trajes típicos.

La habitación contaba con dos camas. Una de ellas estaba deshecha; un gran león de peluche descansaba de cualquier manera sobre ella. La otra, sin embargo, se hallaba impecable. Entonces me di cuenta de que Lux había compartido esa habitación con Cecilia. Un escalofrío me recorrió la espalda al mirar la impoluta cama y pensar en la hermana muerta de Lux. Desvié la vista.

-Estos días han sido horribles, Hope- Lux me cogió de la mano y nos sentamos en la cama revuelta -. No te puedes imaginar cómo se puso mi madre por..., por lo de...

-¿Por lo de Trip?- pregunté.

-Sí- susurró Lux -. Por lo de Trip.

Guardamos silencio durante unos instantes.

-¿Sabes si ha preguntado por mí?- dijo.

Una especie de tenaza me apretó por dentro. Tardé en contestar.

-No.

Ella calló. Y, de repente, vi algo que nunca había visto. Una lágrima rodó por la mejilla de Lux. No la había visto llorar, ni siquiera cuando murió Cecilia. Me miró, y otra lágrima cayó de su ojo derecho. La abracé y le supliqué que no llorara, que Trip no se merecía su llanto.

-No lloro por Trip- sollozó Lux -. Al menos, no sólo por Trip... Lloro por mí..., porque..., porque me he perdido... He perdido la esperanza.

-No la has perdido- dije yo -. La tienes aquí. ¡Estoy aquí!- y la sacudí.

-Sí, Hope- musitó Lux, y sonrió con tristeza -. Tú estás aquí.

Suspiró y, poco a poco, me fue relatando lo que había ocurrido después del viernes. Esta vez no omitió ningún detalle sobre su familia. No intentó proteger a sus padres ni ocultar el castigo que le habían puesto. Me lo contó todo: que tenía prohibido ver a cualquiera del instituto en un mes; que las habían sacado de allí por temor a las malas influencias; que su madre la había hecho tirar o quemar sus discos de rock, porque opinaba que el rock 'n roll era satánico y sólo hablaba de rebeldía y depresión; que Tim y Abe habían intentado hablar con ellas, pero sin éxito. Yo escuchaba con horror. Así que era eso lo que las hermanas Lisbon silenciaban, la autoritaria represión que hacía que su luz vital reluciese más débil y distante. Cualquier deseo de ser una Lisbon fue eliminado de mi cabeza.

-Mis hermanas no me lo perdonarán- aseguró Lux. Su voz se iba volviendo cada vez más ronca -. Ya no se acuerdan de lo mucho que soñaban ellas con salir, con viajar, con ligar con chicos. Lo hacían tanto como yo. Todas deseábamos que nos sacasen de aquí. Trip lo intentó... – al hablar de Trip, la comisura de los labios de Lux tembló.

Quise agregar que yo también lo había intentado, pero me vi obligada a callarme. No sólo no había podido, me di cuenta de que, en el fondo, tampoco había querido. Lux Lisbon no dejaba de ser para mí lo mismo que para todos: un sueño del que no quería despertar. Su condición, aunque triste, la hacía idónea para mis ilusiones.

-¿Por qué no has venido antes?- preguntó Lux.

-Porque... – respondí, pero la cruda realidad del pensamiento anterior me golpeó.

-Da igual- susurró ella -. Ya da igual.

Entonces escuchamos un ruido. Supe que lo habíamos oído a la vez, porque la cara de Lux se transfiguró. Me empujó hacia la ventana.

-Vete- me pidió -. Estarán aquí dentro de un momento.

Con cuidado, pasé del alféizar a la enredadera. Desde arriba no resultaba tan difícil, si no mirabas hacia abajo. "Vuelve pronto", me dijo Lux, antes de meterse en su cuarto de nuevo. No había avanzado yo un metro, cuando oí que la puerta de la habitación se abría trabajosamente. Permanecí quieta, temblando.

-¡Lux!- la voz de la señora Lisbon -. ¿Por qué has puesto esta silla?

-Lo siento, mamá- fue todo lo que dijo Lux.

Escuché pasos.

-Es hora de dormir- dijo la señora Lisbon -. Te cerraré la ventana.

-No, mamá- gimió Lux.

-Hace frío.

Entonces Lux pronunció las palabras que tan dolorosas me resultaron. Las famosas palabras que yo le repetiría a Tim, mucho después. Él no las escuchó. No sabe lo que es ver el pájaro de una voz salir y romperse en el aire. Así fue como sonaron.

-Mamá... me estoy ahogando.

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