Cada día, por la noche, iba a visitar a Lux. Dos días máximo, cuando
mis padres empezaron a sospechar. De hecho, me preguntaron si me estaba viendo a
escondidas con algún chico. Les aseguré que no tenían que preocuparse en ese
sentido.
Lux se alegraba de mi llegada. Cuando trepaba por la enredadera, sacaba
el brazo con el pañuelo blanco por la ventana; sus ojos chispeaban. Luego me
hacía contarle las novedades del día, una por una, hasta agotarme. Como teníamos
que hablar bajo, estábamos siempre muy juntas, y usualmente cogidas de la mano.
Yo pegaba mi boca a su oreja y le decía que George Harris había sacado una
"D" en Lengua, que Chuck quería organizar un campeonato de skateboard y que
Sharon había llevado un pájaro vivo a clase, y las mejillas pálidas de Lux se
coloreaban un poco.
Nunca me quedaba demasiado rato. La amenaza constante de sus padres era
demasiado terrible, y no quería ni pensar lo que dirían si supiesen que me
colaba en su casa a escondidas. Lux se debatía entre contar lo de mis visitas a
sus hermanas y no hacerlo. Me dijo que en una ocasión había estado a punto de
decírselo a Bonnie.
-Hope, yo quiero decírselo- aseguró -. Pero si lo saben, querrán que
te traigas a alguien, que se lo digas a Tim, Trip se enterará... No puedo
hacerlo. Pero sería tan bonito. Tú y yo sentadas, aquí, y Bonnie allá, y
Lisa y Therese sobre la cama de Cecilia. ¡Cecilia!, cómo le gustaría a ella
esto. Ojalá pudieras traerte a alguien más, aunque sólo fuera una noche.
Cecilia vendría para vivirlo. Es lo que siempre quiso.
A veces tenía la impresión de que Lux comenzaba a delirar. No era
normal hablar de una hermana muerta de esa forma; al menos, yo no lo había oído
nunca.
Una noche, casi nos pilla la señora Lisbon. Lux y yo estábamos
enfrascadas en una conversación sobre el heladero Gordon y sus nuevos helados
de frambuesa, cuando oímos pasos que se acercaban. No tuve tiempo de salir. Me
metí debajo de la cama de Lux en el momento en que la puerta se abría.
-¿Qué haces despierta todavía, Lux?- preguntó la mujer.
-Pensaba...
-¿Qué pensabas?
-Nada.
-Buenas noches, cariño.
-Buenas noches, mamá.
Lux me sacó de debajo de la cama. Yo estaba temblorosa y sudando. Lux me
secó el sudor de la frente.
-Creo que deberías irte ya- me dijo.
No me agradaba la idea.
-¿Por qué no subimos al tejado?- sugerí. Las veces que trepaba por la
enredadera, había podido atisbar que el tejado de la casa de los Lisbon no era
completamente inclinado. Tenía una zona plana sobre la que podíamos sentarnos.
-¿Tejado?- repitió Lux, y miró hacia arriba. La expresión de su
rostro cambió -. Tejado. Oh, sí, ¡subamos!
Puso la almohada bajo las mantas de su cama, formando un bulto parecido a
un cuerpo, y fue conmigo hacia la ventana. Ambas subimos por la enredadera –
¡Dios mío, qué alto estaba! – y llegamos al tejado. La pizarra resbalaba y
estaba algo húmeda, pero Lux llegó enseguida a la zona plana.
-¡Aire!- susurró, mientras yo me sentaba a su lado -. Por aquí corre
el aire. ¿Has olido alguna vez la noche, Hope? ¿La has olido?
Estaba emocionada como un niño pequeño. El ligero viento hacía que un
par de mechones le cayesen sobre la cara. Tiró del escote de su camisón y sacó
por él los hombros desnudos; soltó una risa.
-Vas a coger frío- la previne.
-Da igual. ¡Ojalá pudiera quitarme el camisón!- algo me bailó en el
estómago ante la idea -. Lo haría, de no ser por los vecinos. Tim se acuesta
muy tarde. Hoy siento libertad, Hope. Pregúntame lo que quieras.
Vacilé. Había algo que deseaba preguntarle, pero me resultaba demasiado
embarazoso. Ella me había relatado, con pelos y señales, su aventura con Trip
Fontaine; desde cómo se escribió su nombre en la ropa interior hasta cuando
tuvo que volver, soñolienta, a su casa en taxi. Me habló de cuando él fue a
buscarla a su casa, de cómo se habían besado tras el escenario; de que su
padre había venido a recogerlas y ellos dos se habían escondido; del triste
despertar en el campo de fútbol; de cómo su madre la había zarandeado al
verla, de la voz grave de su padre al imponer el encierro que ahora todas sufrían.
Pero había algo sobre lo que no me había dicho ni palabra. Estaba claro que
había hecho el amor con Trip, pero Lux omitía toda esa parte. Pasaba de los
besos en el campo a cómo la despertaron los rayos del sol. Ni siquiera me había
dicho claro: "Trip y yo echamos un polvo".
Yo tenía curiosidad por saber cómo había sido la experiencia para Lux.
Mi instinto me decía que pasaría mucho tiempo antes de que yo viviera nada
parecido. De hecho, creía que las palabras de Lux serían lo más cercano a la
experiencia sexual que yo podría tener. Al menos, a la experiencia que yo quería
tener, que era precisamente aquélla, la suya. Pero me daba vergüenza
preguntarle directamente. No quería que Lux se sintiera mal.
-Vamos- me instó ella.
Yo tomé aire y medité durante unos segundos. Pensaba en cómo abordar
la cuestión sin formularla con claridad.
-Cuando Trip y tú estuvisteis en el campo de fútbol...
-¿Sí?
-¿Cómo...? Quiero decir: ¿por qué...?
No podía continuar. Lux puso el codo sobre su rodilla y apoyó la cara
en su mano.
-No lo sé- dijo -. Surgió.
-Y... ¿qué tal?- pregunté, con algo de miedo.
-Bien- confesó ella -. Bien. Te habría gustado.
Sonrió y me guiñó un ojo. Casi como hacía en aquellos tiempos con
George Harris y compañía.
-A veces hasta pensaba en ti.
Tragué saliva.
-¿Quieres a Trip?- pregunté abruptamente.
Me salió así. Lux parpadeó, miró al horizonte y se mordió un
nudillo. Supuse que iba a salirse por la tangente, pero contestó:
-Pensé que le quería. Yo le gustaba, y... él, él era... Sí, creí
que le quería, pero ya no.
-Me alegro- se me escapó. Lux me miró con una triste sonrisa.
-Por supuesto, Hope- dijo -. Por supuesto que tú te alegras.
-¿Qué?
-¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no veo lo que hay detrás de esos
ojos? Puede que sea una Lisbon, que esté encerrada en mi casa y nunca haya
vivido de verdad, pero no soy tonta.
-No sé de qué me hablas.
-Sí que lo sabes- dijo Lux, obstinada -. A mí no me mientes. Y sabes
también, seguro que lo sabes, que siento algo por ti.
Me quedé helada. Mi vista traspasó el cuerpo de Lux para clavarse en el infinito. No quería escucharla. Los temas que estaba tratando me horrorizaban.
-Siento algo por ti, es cierto- repitió Lux -. Pero no creo que pudiera
darte lo que tú deseas. Te quiero, ahora eres la persona a la que más quiero
en el mundo. Pero sé que no tengo alternativa; desde siempre, tú has sido todo
lo que he tenido. Cómo no voy a quererte, Hope. Pero no sé... si es de la
manera que a ti te gustaría.
-Para, Lux- le rogué.
-No- dijo ella, y se acercó más a mí. Puso su mano sobre la mía. El
contacto, que siempre me resultaba tan emotivo, provocó en mí una sensación
de disgusto. Tan fuerte que me aparté. Me levanté y me dirigí a la
enredadera, con pasos temblorosos.
-Hope- escuché que Lux me llamaba. Volví la cabeza -. Te quiero.
Eso era demasiado para mí. Al hablar, las lágrimas brotaron de mis ojos
como un torrente, empapándome la visión.
-No es cierto. Eso no es cierto. Tú quieres mi libertad, eso es todo, no
a mí. Me quieres por... – un sollozo ahogó mis palabras -. No me hagas
ilusiones, Lux.
Lux se levantó. Parecía un ángel, con su camisón blanco recortado
entre estrellas.
-¿Quieres hacerme el amor? ¿Eso es lo que quieres, hacer realidad tus
fantasías?- dio un paso hacia mí. Yo retrocedí y resbalé. Gateando, alcancé
el borde del tejado -. Hope, si eso es lo que te va a hacer feliz, ven aquí y
fóllame,
no me importa. – Lux tiró de su camisón.
-¡No!- dije yo, más alto de lo que debiera. Puse un pie en la
enredadera. Mal puesto. Rompí algunas ramas y por poco si me rompo mi propio cráneo,
pero logré restablecer el equilibrio. Puse los pies en el suelo en el momento
en que se abría un estor de la planta baja. Corrí, corrí... salté la baja
cancela, corrí por la calle en dirección a mi casa, sin volver la vista atrás.
