Lux' Hope (La Esperanza de Lux) parte 8

LUX' HOPE (LA ESPERANZA DE LUX)
by Elenis ;)

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PARTE 8

Y si. Hay una preposición especialmente molesta en la vida, y es la condicional si. Aún no se me ha quitado la costumbre de preguntar: y si esto, y si lo otro. En particular, lo hago con las cuestiones relativas al pasado.

Lux y yo nunca hicimos el amor. Me pregunto qué habría ocurrido si lo hubiésemos hecho, es decir, si yo no hubiese salido corriendo aquella maldita noche. Habría sido muy complicado, entre otras cosas, porque yo no sabía por dónde empezar. Ni siquiera sabía qué hacer. No sé si Lux habría tenido más idea que yo sobre cómo hacerle el amor a una chica, aunque lo dudo.

Era cierto que yo había fantaseado con Lux más de una vez. Pero mis sueños se quedaban en un umbral que podríamos llamar de la castidad. El que Lux me presentara los mismos con crudeza y, a la vez, se me ofreciera de ese modo tan terrible – no me importa –, fue muy duro para mí. No obstante, no puedo evitar preguntarme: ¿Y si las cosas hubieran salido de una forma distinta? ¿Y si yo, en vez de escapar como un conejo asustado, la hubiese tomado de la mano y le hubiese dicho que también la quería?

Hay un peso que llevo dentro de mí, y sé que no me desprenderé de él hasta la muerte, cuando llegue la hora de marcharme con Lux. Fue la manera en que me comporté con ella. No me refiero exclusivamente a esa noche, sino en general. A pesar de mis sentimientos hacia ella, siempre actué movida por mi egoísmo e influida por esa idea de divinidad que todos teníamos de las Lisbon. Trip sólo deseó a Lux mientras pensaba que no podía conseguirla; Tim y los demás nunca tuvieron la valentía suficiente para actuar, ni siquiera cuando debían haberlo hecho; y yo intenté disculpar mi falta de empuje con la excusa de mi timidez. Todos fuimos unos malditos cerdos.

Tim me dijo que, en parte, también tenía esta misma sensación. Pero, siempre lo digo, él no vivió lo que yo, no creyó amar a Lux más allá de las palabras y luego la abandonó cuando ella más le necesitaba. Eso fue lo que yo hice y que jamás me podré perdonar. No fue Trip el que dejó tirada a Lux y la precipitó a su muerte; fui yo.

Tras los eventos de aquella noche, no volví a ir a ver a Lux, y no volvería a verla hasta casi un mes después, la noche en que murió. Me resultaba imposible enfrentarme con Lux sabiendo que estaba al corriente de lo que yo sentía por ella. Por otra parte, yo me enfrentaba entonces a una crisis religiosa y moral, a la que ya le había tocado la hora de venir. Me distancié de todo y de todos; me entregué a los estudios y alguna pequeña borrachera, y sólo mantenía contacto con lo que ocurría en la casa de los Lisbon a través de Tim.

Tim y sus amigos se convirtieron en la última esperanza de las chicas. Y no fue suficiente. Se comunicaban a través de luces y alguna que otra nota esporádica, y posteriormente comenzaron a usar el teléfono. Lo interesante era que ni las Lisbon ni ellos decían una palabra. Se limitaban a llamar, conectar el aparato de música y dejar que las canciones de los Eagles o Carole King llenasen su habitación. Abe y Peter habían rescatado algunos de los discos de Lux y a veces también se los ponían, en bajito.

Pero sin duda, lo más significativo de aquellas semanas fueron las aventuras de Lux en el tejado con chicos del barrio. Tim se vanagloriaba de haberlas descubierto. "Desde la primera noche que la vi con alguien allá arriba, supe que había tomate". Lux solía llevar un chico nuevo cada cinco días, más o menos. Nunca supimos cómo lo hacía para citarlos allá. Siempre he creído que Peter era el encargado de pasar sus recados, pero no me he atrevido a decirlo. Quizás Lux se limitaba a ondear sus bragas en la antena de televisión. Los chicos seguían el mismo camino que había hecho yo: saltaban la cancela – cerrada con llave desde mi última visita –, trepaban por la enredadera y subían con Lux a la parte llana del tejado. A Tim, Sid, Abe y Peter, estas experiencias nocturnas les excitaban sobremanera. Creo que a veces quedaban para observar a Lux con prismáticos – ¿el telescopio de Tim, tal vez le dio una utilidad mejor?, ese chico no servía para la astronomía –, pero es algo sobre lo que prefiero no profundizar. El hecho de pensar en Lux como carne de voyeurismo todavía me resulta doloroso.

Los chicos solían quedar satisfechos de sus encuentros con Lux. Todos excepto uno; el heladero Gordon. Yo estuve presente cuando Tim y los demás le interrogaron. Gordon, que había abandonado el carrito de helados para sentarse sobre un coche, nos contó que Lux no se había quitado la ropa. De hecho, apenas había ladeado sus bragas. Yo no podía dejar de observarle, incrédula. La idea de que Lux había besado a aquel chico, le había abrazado, se había revolcado con él y había dejado que la penetrara, me martilleaba. Gordon dijo también que al final, ella le había preguntado si la quería. "Yo no respondí", aseguró, y en esos momentos me miró. "Es mejor no dejar las cosas claras". Me despedí de los chicos con cualquier excusa y volví a mi casa, donde me puse a llorar. Traté de ahogar mis penas con una película de Jack Nicholson.

La última semana antes de su muerte, Tim contaba que las chicas siempre estaban asomadas a la ventana. Las cuatro: Lux, Bonnie, Mary y Therese. No decían nada. Miraban a través del cristal, como fantasmas, con unos rostros casi blancos. Yo creí ver una vez a Therese cuando pasaba por allí, y anduve más deprisa, temerosa de que apareciera Lux. Habían cortado el olmo de Cecilia, no sé si porque tenía hongos. En el buzón se acumulaban revistas de viajes, catálogos de porcelanas extraordinariamente caras y folletos turísticos.

***

Lux, amor mío. Nunca te dije estas palabras mientras estuviste viva. Si hubiese sabido que ibas a morir, habría estado contigo, y no me habrían importado una mierda todos mis miedos y prejuicios. Es verdad eso de que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Yo te perdí, Lux... y tú, por mi culpa, me perdiste.

Lux. Te recuerdo aquel último día, alrededor de las diez de la noche, a la escasa luz artificial del coche en el que estabas montada. Estuve presente cuando te inyectaste aquello en el brazo. Si lo hubiese sabido, habría corrido para detenerte. Pero seguí andando, a paso de tortuga, mirándote con una mezcla de miedo y desconfianza. Me miraste cuando alcancé la ventana del coche. Me miraste, Lux... me miraste aunque yo ya no era digna de tu mirada.

***

Lux me había llamado alrededor de las nueve y media. Fue casualidad que yo cogiera el teléfono al primer timbrazo.

-¿Diga?

-¿Hope?

Tragué saliva.

-Hola, Lux.

Hubo un silencio larguísimo al otro lado del aparato. Lux respiraba muy fuerte. De pronto, habló:

-Ven- y no dijo nada más.

-¿Ahora?- jadeé yo.

-Ven, por favor... en nombre de aquello que sentías por mí.

Colgó. Me quedé atónita; el teléfono se me escurrió de las manos.

-¿Quién ha llamado?- oí preguntar a mi madre desde arriba.

-Nadie- contesté yo -. Se habían equivocado.

Me llevó casi diez minutos decidirme. Al final, temblando, fui a buscar mi rebeca. Salí de casa en silencio, sin preocuparme siquiera de ponerme los zapatos. Seguía confusa, pero tenía clara una cosa: la llamada de Lux no había sido una llamada normal. Era una orden a la que yo me veía incapaz de desobedecer.

Cuando llegué cerca de la casa de los Lisbon, escuché un grito apagado. Segundos después, vi salir corriendo a cuatro sombras. Corrían despavoridas. Se metieron en la casa de Tim. Entonces las reconocí: Tim, Sid, Abe y Peter. Vi una quinta sombra, más esbelta, introducirse en el garaje de los Lisbon. Acto seguido se encendió allí una lucecita. Asustada, me encaminé hacia allá. Me escurrí por entre los barrotes de la cancela – yo no era tan ágil como para saltarla – y caminé hasta alcanzar la puerta del garaje.

Lux estaba en el asiento de atrás del coche de su padre, el todo terreno que solía llevar a las chicas al instituto, antes de su encierro. Fumaba. Sacaba la mano con el cigarrillo por la ventana, y con la otra se inyectaba algo en el brazo. No pude evitar sentir un escalofrío, y no sólo por el hecho de volver a verla. ¿Lux se drogaba? Jamás habría imaginado que una de las Lisbon se chutase, ni siquiera después de todo lo pasado.

-Baja la puerta, Hope- dijo Lux suavemente. Di un brinco. ¿Me había visto entrar?

-No- contesté -. No lo haré.

-Entonces ven conmigo- pidió ella.

Medité durante unos momentos. Luego levanté los brazos y, con cuidado, bajé la puerta metálica del garaje, pero sin cerrarla del todo. Miré a Lux y fui hacia ella. Tenía los labios apretados y el corazón me latía muy fuerte, a mi pesar.

-¿Quieres fumar?- me preguntó Lux.

-No. Gracias.

La puerta del lado contrario en el que se hallaba sentada Lux estaba abierta, como invitándome.

-¿Para qué querías que viniese?- le dije.

Lux bajó la mirada. Tenía en los labios una triste sonrisa. Su voz sonaba como si viniese de muy lejos.

-No importa. No importa ya- dijo, y se llevó el cigarrillo a los labios. Yo observé la jeringuilla que sostenía en la otra mano. Lux la apartó de mi vista y la puso en un asiento delantero.

-He visto a Tim y sus amigos salir corriendo- afirmé -. ¿Qué está ocurriendo, Lux?

-Ven, siéntate conmigo- pidió ella.

-Respóndeme antes.

¿Por qué era tan dura contigo, Lux? Si lo hubiera sabido. Si lo hubiese sabido.

El cigarrillo de Lux cayó al suelo del coche. Me alarmé un poco. Lux lo pisó torpemente y buscó otro. Se lo puso en la boca, pero no pudo encenderlo; la mano le temblaba demasiado. Desistió y se echó hacia atrás, con los ojos cerrados.

-Bonnie- murmuró.

-¿Qué pasa con Bonnie?

-Bonnie..., Mary y Therese.

-¿Mary y Therese, qué?

-Todas... – dijo Lux con voz apenas audible. De pronto, se sacó el cigarrillo de la boca y vomitó. No fue un vómito excesivamente grande; pero me alarmó, porque tenía sangre.

-¡Lux!- rodeé el coche y me metí en él por la otra puerta -. ¿Estás bien?

Lux intentaba limpiarse la masa apestosa de las rodillas. Yo la tomé de la barbilla y la obligué a mirarme. No sólo estaba vestida como si fuese a salir; también estaba pálida, terriblemente pálida. Su tez era casi cadavérica, aun con el maquillaje que se había puesto. Temblaba. Tanto o más que yo. No parecía poder enfocar bien la mirada.

-Muertas, Hope- dijo -. Están todas muertas.

-¿Quiénes?

-Mis hermanas- dijo Lux -. Éste es el final de las Lisbon.

-¿Qué?- jadeé. No podía creer lo que me estaba diciendo. Era una broma. Todo aquello no podía ser más que una estúpida y gigantesca broma.

-Tengo miedo- me dijo ella.

-Pero, Lux... – las cuestiones comenzaban a agolparse en mi cabeza. De repente, un pensamiento negro como la pez cruzó por ella. Me abalancé sobre el asiento delantero y tomé la jeringuilla. Me volví. Lux asintió.

-Insulina.

Recordé que hacía mucho tiempo, Lux me había confesado que su madre tenía la desgracia de ser diabética. Yo ni siquiera sabía qué era eso. Lux me lo explicó; añadió que el frasco y las jeringas hipodérmicas se guardaban en el botiquín de su casa. Yo sabía bien de los efectos de la insulina en grandes cantidades. Ella misma me los había contado.

Comencé a marearme.

-Lux. ¡Lux! No te muevas- la cogí de la mano -. Voy a buscar un médico. Tengo que buscar un médico...

-No- Lux se libró de mi sujeción y puso su mano sobre mi hombro -. Ya no hay vuelta atrás. Lo sé, Hope, he tenido tiempo de sobra para estudiarlo.

-No puedes hacerme esto - dije, y las lágrimas brotaron de mis ojos como un surtidor.

-Quédate conmigo. Por favor.

-¡No, Lux!

Ella me puso el cigarrillo debajo de la nariz.

-¿Me lo enciendes?

Semejante petición en ese momento me dejó desarmada. Sollocé. Después, saqué un mechero de mi bolsillo y le encendí el cigarrillo. Lux dio una calada y volvió a echarse hacia atrás. Sacó el cigarro por la ventana. Tosió.

-Oh Lord, won't you buy me a Mercedes Benz?- cantó en voz baja.

-Lux- gemí y la abracé, perdiéndome en el olor de su piel y su vómito. La besé. La besé en la cara, en los labios, en el cuello y en todas partes donde encontraba Lux que besar. Apenas veía con las lágrimas. Lux metió una mano débil, muy débil, entre mi pelo enmarañado.

-Cántame, Hope. Llévame lejos... – susurró.

Tratando de contener los sollozos, canté:

Oh Lord, won't you buy me a Mercedes Benz?
My friends all drive Porsches, I must make amends.
Worked hard all my lifetime, no help from my friends,
So Lord, won't you buy me a Mercedes Benz?

Lux murió en mis brazos.

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