Capítulo 2. Trabajo de espía
Jugar al espía no formaba parte de la redacción de mi última voluntad antes de morir. Es más, me vi tentada a cambiar de objetivo porque probablemente terminaría cometiendo un estúpido error que terminaría por delatarme. Empero, mi curiosidad resultaba mayor que mis temores.
Petra siempre se quedaba con el chico que quería, ya era hora de aprender alguno de sus ridículos trucos de seducción que más tarde podría poner en práctica con... Con alguien cuyo nombre no visualizo. En lo que respecta a Levi, ella nos llevaba una ventaja considerable a todas, puesto que fue la primera en tomar la iniciativa de dirigirse a él.
Estaba ansiosa por saber de qué hablaban, y a la vez, prefería no enterarme. Quizá ya lo había invitado a salir bajo la excusa de querer mostrarle las instalaciones de la escuela. Irían juntos a la cafetería y ella se ofrecería a pagar la cuenta de ambos. Luego, sutilmente le haría saber que su compañera de cuarto demoraría en llegar a la habitación y se haría la víctima para que su acompañante sintiera lástima por la chica solitaria. Una vez adentro, juntos y solos, aquel hombre tan perfecto que se acababa de robar mi atención caería ante sus encantos y la rodearía con el calor y los besos que por algún motivo deseaba que fueran para mí. Sí, era demasiado pronto para estar pensando en esas cosas, me desconozco a mí misma.
Sentí una punzada de dolor en el estómago, como si hubiera ingerido un veneno que lentamente empezaba a corroerme las venas. «¿Qué está pasando? ¿Acaso tengo celos?», pensé, retractándome al instante.
En mi defensa pude decir que cualquiera tendría celos de Petra. Ella es un sol andante, la viva imagen de todas las buenas cualidades que una persona puede llegar a desarrollar en el transcurso de su existencia. No importaba a quien le preguntase, en general se tiene la creencia de que es cariñosa, atenta, dulce e inteligente, de las mejores estudiantes junto conmigo y, por si fuera poco, no es nada fea y se ha esforzado por mantener un buen estatus social.
Aparentemente lo tenía todo, menos a Levi. Y justo ahí es donde pensaba hacer mi aparición fortuita. No me refería a que la odiase, pero me encantaría ser capaz de irradiar esa genuina amabilidad a todo el mundo sin dar la impresión de que estoy fingiendo.
—Levi, en verdad me da mucho gusto que estés aquí. Yo… —comenzó. Petra estaba nerviosa—. Yo no pensé que volveríamos a vernos después de aquella vez —suspiró con melancolía. Acerqué mi oído lo más que pude, atenta a la sombra que la puerta proyectaba en el suelo con el fin de evitar asomarme más de lo debido.
De modo que también se conocían desde antes. Vaya que Levi era popular entre las mujeres. No sé por qué no me extrañó en lo absoluto.
—Sí, bueno. No me dejaron muchas opciones que digamos —respondió con evidente resignación.
—Lo importante es que Erwin te dio una segunda oportunidad, deberías aprovecharla —aseguró con ese ronroneo en su voz que cautivaba a la mayoría de los chicos.
Me sentí complacida al saber que había acertado con mi predicción. Esto se ponía interesante, ya tendría tiempo para disculparme en caso de ser atrapada. Me acomodé en el suelo con ambas piernas cruzadas, procurando no hacer ruido.
—Sí, eso es lo que voy a hacer. —Cuando oí el chirrido metálico de las bancas chocando unas contra otras, supe que se habían puesto de pie. Entonces, me reincorporé dispuesta a salir caminando a paso veloz. Sin embargo, las sombras aún no se hacían presentes en la esquina más próxima—. Si me permites, Petra, tengo cosas que hacer —agregó con desinterés.
Tanteando sus pasos, me di cuenta que se aproximaba a la puerta. Yo ya estaba lista para irme, pero de repente, se detuvo. O más bien, lo interceptaron en el camino. Esta vez, flexioné una rodilla y dejé la otra apuntando al suelo para efectuar una huida veloz.
—Levi, tú y yo ya nos conocemos, no tienes que ser tan frío conmigo —suplicó—. ¿Por qué no vamos juntos a la cafetería y me cuentas que tal tu primer día? Después podríamos ir a mi habitación y…
La misma vieja rutina, algunas personas nunca cambian.
—Petra, ¿hasta cuando vas a entender que yo no puedo corresponderte de la manera en que esperas? —Levi la paró en seco. Su tono de voz se volvió hostil hasta cierto punto.
Me dio mala espina la forma en que le habló y sentí lástima por ella. Esperaba que no se atreviera a hacerle daño de otra manera, porque si no, me vería en la obligación de acudir en su ayuda.
—Pero, Levi, pensé que… —La tristeza se percibía fácilmente en su réplica.
—¿Pensaste que al tomar la iniciativa de hablarme yo te iba a corresponder de alguna manera? —Levi la interrumpió nuevamente—. ¿Que iba a aceptar de inmediato ir a comer contigo y luego entraría en tu habitación para dejar que me convirtieras en una más de tus conquistas? —Si mi corazón se había roto, no podía imaginar cómo estaba el suyo—. No sé por quién me has tomado, pero pierdes tu tiempo.
—Levi —añadió ella—, ¿por qué no puedes aceptar que alguien te ame? —Alzó la voz con evidente incredulidad, mientras yo me mantenía inmóvil, ya que nunca hubiera creído que pudiera perder la compostura si no estuviera aquí—. Yo… Yo lo he hecho durante tanto tiempo y tú… Simplemente no eres capaz de verlo. ¿Por qué eres así?
Respiraba con dificultad e inferí que estaba sollozando.
—Petra —se mostró un poco más condescendiente—, siempre he admirado tu capacidad de ponerte en los zapatos de los demás y tu fijación por ayudar a quienes lo necesitan. Pero mis sentimientos por ti no ahondan en el terreno de lo amoroso. No tolero que pretendas caerle bien a todo el mundo. —Hizo una pausa, seguida de un breve silencio incómodo en el que se aclaró la garganta—. Escucha, no me gustabas antes, no me gustas ahora, y sinceramente no creo que puedas llegar a gustarme nunca.
Mierda, qué desconsiderado. Me invadió una descarga de furia desde la cabeza hasta la punta de los pies. Generé el impulso de darle un golpe en la cara por haber herido los sentimientos de la chica más dulce en toda la escuela. Ella no me debía nada, pero pienso que entre mujeres debemos apoyarnos, sobre todo cuando ellos creen que pueden tratarnos como se les antoje simplemente por el hecho de estar enamoradas.
—Sabes que no soy bueno para ti —continuó—. De seguro encontrarás a alguien mejor entre la bola de mocosos que seguramente te siguen.
Su comentario no pareció aminorar el malestar de Petra. Los constantes sollozos de esta última me transmitieron una punzada incómoda, justo por tratarse de ella. Quería entrar y darle un abrazo; decirle que todo iba a estar bien, pero no podía.
—¿Cómo me dices eso, Levi? El único al que quiero es a ti. —El ruido de pasos apresurándose me sacó de mi ensimismamiento.
Percibí un estruendo que reconocí como un par de bancas estrellándose por el peso de su ocupante. Anticipé que Petra se había abalanzado sobre él, aprovechándose de que había bajado la guardia y quizá hasta se habían caído uno encima del otro.
Yo sabía de lo que era capaz una mujer "enamorada" (o debería decir más bien, encaprichada), pero ha pasado un tiempo considerable desde la última vez en que me miré en ese espejo, por lo que me sentí ligeramente contrariada ante el arrebato de Petra. Oírla rogando por amor ocurre una vez en la vida, y en este momento, contra todo pronóstico, decidí asomarme. Aunque fuera por un instante, moría de ganas por contemplar a Levi rechazándola en vivo.
Me aproximé con cuidado hacia el marco de la puerta y, sin despegar mi espalda de ella, giré la cabeza para observarlos a la distancia. Cuál fue mi sorpresa al ver a Levi recargado en el asiento, tan inclinado como le permitía el peso de Petra, mientras ella yacía en sus piernas. Estaba a punto de besarlo.
Nunca antes había deseado con todas mis fuerzas estar en el lugar de alguien más, pero me arrepentí en el instante en que Levi se la quitó de encima mediante colocar sus manos en los hombros de ella, empujándola, con lo que perdió el equilibrio y cayó al suelo, dejándola aturdida.
Él se puso de pie y la tomó por el cuello de la chaqueta, obligándola a levantarse y la estampó con fuerza en el mismo sitio donde él había estado a punto de ser doblegado por ella. Un ruido hueco inundó el aula y Petra emitió un leve quejido, a la vez que yo ponía ambas manos sobre mi boca para reprimir mi gesto de admiración. Mi respiración se había acelerado y abrí los ojos lo más que pude, todavía sin creer que Levi se hubiera atrevido a sacudirla como si de una muñeca de trapo se tratara.
Se le acercó lo suficiente como para indicarle que no estaban inmersos en un juego, sin violar su espacio vital del mismo modo en que ella lo había intentado.
—No vuelvas a hacer eso —ordenó furioso.
Él estaba de espaldas hacia mí, así que no pude ver la expresión en su rostro, no siendo el caso con sus movimientos. Tenía aprisionada a Petra sosteniéndola con firmeza por los hombros.
Ella se quedó inmóvil, claramente asustada ante las sombrías palabras de Levi. Lo miraba como una niña pequeña que está siendo regañada, con una expresión que pedía compasión a gritos, pero que este ignoró por completo.
Quizás creyó que podía someterlo como acostumbra. Que una vez en sus piernas, él perdería los estribos y se dejaría llevar por la emoción del momento. Al parecer, había cometido un craso error.
Mientras tanto, yo me mantenía de pie, rebosante de alegría. Sin querer, había averiguado que él no era de los que convences valiéndote de tus encantos físicos o la voz dulce y seductora. La siguiente interrogante a responderse se encaminaba a la clase de chicas que sí podían atraerle a alguien como Levi. Me la ponía complicada si no le gusta Petra.
—Deberías irte. —La soltó lentamente y ella se enderezó.
Levi recogió su mochila y la sacudió varias veces antes de colgársela por los hombros. Sin embargo, Petra tenía otros planes, y en ellos no se incluía dejarlo ir todavía. Apenas se puso de pie, le proporcionó una patada que lo hizo trastabillar y desplomarse en el suelo. Acto seguido, volví a esconderme detrás de la puerta, durante los segundos en que alcanzó a meter las manos. Hizo bien, no se arruinaría ese rostro tan perfecto que se cargaba.
Ella se levantó con gran ímpetu, decidida a golpearlo una vez más, pero Levi se anticipó a su maniobra y esquivó hábilmente otra patada en la espalda con un giro. Como pudo, se puso de pie nuevamente, quedando frente al pizarrón en posición de guardia, esperando que Petra lo atacara de nuevo.
—¿Qué sucede, Capitán? —exclamó con un tono burlón que hizo que toda pizca de compasión que tuve por ella desapareciera al instante—. ¿Soy demasiado rápida para tu gusto?
—No seas tonta, Petra —respondió mientras tanteaba el daño en su labio inferior y la observaba con desprecio. En cambio, ella sonreía con una expresión triunfante en el rostro—. La Academia es el único sitio donde puedes hacer eso por ahora, no lo olvides.
—Vamos, Levi. Estoy jugando contigo —argumentó.
Su comentario me hizo enojar bastante. Ya no entendía nada.
—Tch, ¿y qué te hizo creer que yo había entrado a tu juego? —Se masajeó levemente las sienes en búsqueda de serenidad—. Podría reportarte por extralimitarte de tus deberes y uso inadecuado de tu fuerza, lo sabes.
—Sí, pensé que dirías algo como eso. —Petra cruzó ambos brazos mientras se acercaba a Levi, quien no había bajado la guardia—. Pero no lo harás. —Levi la miró con odio, odio puro y ella le sonrió—. No querrás que les cuente a todos sobre tu sucio secreto, ¿o sí?
Levi le mostró los dientes con furia, pero se relajó en seguida. Supe que comprendía la situación a la inmediatez. No intentó excusarse ni negar la aseveración de Petra, por lo que deduje que se trataba de una incógnita que no le convenía que se escuchara a través de las paredes.
—Tú no sabes nada.
Mientras digería sus palabras, Levi echó mano de su notable fuerza y con una rapidez increíble, tomó a Petra de un brazo y la empujó contra la pared, logrando que su cara se estampara levemente en el pizarrón. Esta emitió un alarido de dolor.
La inmovilizó de inmediato con una especie de llave. Le torció el brazo derecho, entrelazándolo con el suyo, a la vez que sostenía su cabeza y la mantenía agachada. En otras circunstancias, pensaría que dicha manera de someter era realmente comprometedora y que Petra lo estaba disfrutando muy, muy en el fondo.
—En vez de amenazar a los demás, deberías practicar más tu técnica. Luego de tanto tiempo, sigues atacando como lo haría un principiante —dijo Levi.
Noté que ella luchaba por librarse de su agarre, pero le fue imposible. Levi era más fuerte y ella ya no contaba con un as bajo la manga.
La estampó una vez más con menor arrojo que antes, y cuando emitió un chillido, decidió que había sido suficiente. Yo me habría demorado un rato más en liberarla por completo, tan solo para darme gusto.
Lo oí chasquear la lengua y se sacudió el polvo de la chamarra mientras Petra se giraba hasta quedar de frente a él. No se había rendido todavía, pero Levi ya estaba fastidiado de la actitud cansina de esta chica tan encimosa.
Se dirigió a la salida sin importarle el estruendo de las bancas que fue esquivando, pues no cometería nuevamente el error de caminar cerca de ella. Supe que se me había llegado la hora; el mejor momento para emprender la huida, pero Levi era más veloz que mi capacidad de coordinación.
—Oye, mocosa. —Me detuve a medio camino, sin voltear a mirarlo. Nuevamente ignoró que tengo nombre—. ¿Acaso estabas escuchando nuestra conversación? —inquirió.
No tuve más remedio que ir en su encuentro. Petra salió detrás de él y desvió la mirada cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Aunque ya se había acomodado la ropa, el color en sus mejillas aún era bastante evidente. A juzgar por la pinta que traía, cualquiera hubiese creído que se había besado con Levi, las pruebas eran inexcusables. En este caso no aplicaba, yo ya era consciente de la realidad.
Cielos, justo lo que me temía. Levi me atrapó en medio de una maniobra estúpida, tal y como me dije a mí misma al principio de la aventura. Un error era lo único que necesitaba. No podía dejarme vencer por él y mucho menos por Petra, a quien no le volvería a mostrar la misma admiración de ahora en adelante. Estaba tan nerviosa que sentí ganas de vaciar el estómago, pero tenía que enfrentar las consecuencias de jugar al espía y fallar en el intento.
Si me mostraba como un cachorrito asustado, Levi me agarraría de bajada al igual que a Petra, y yo no soy el saco de boxeo de nadie, ya no. Así que, de la nada, una idea se depositó en mi cabeza, como por obra del universo que decidió apiadarse de mí, y supe que me ayudaría a salir de esta batalla con apenas un leve rasguño.
—Me di cuenta de que tiré mi celular y vine corriendo a buscarlo —anuncié con toda la calma que fui capaz de reunir—. No deberías creerte tan importante Levi, tengo mejores cosas que hacer que espiarlos a ustedes dos.
Me di la media vuelta sin dejar que me interceptaran. Petra salió corriendo, Levi ni siquiera intentó detenerla. Me tranquilicé y limpié en mi camiseta el sudor que se había acumulado en las palmas de mis manos. Esa fue la gota que derramó el vaso, a veces pienso que debería esperar a estar completamente sola para respirar con alivio.
Sentí que me tomó del brazo por detrás y me horroricé, pues nunca percibí sus pasos apresurados. Era tan sigiloso como una serpiente a punto de atacar a su presa. Ya había sido bastante desagradable con él para ser la primera vez que le hablaba, y seguro pretendía cobrársela. No me importaba. Tenía que entender que yo no me iba a dejar pisotear por él, por más atractivo que me pareciera.
Su agarre fue brusco. Me soltó de inmediato al escuchar un quejido de mi parte. Fruncí el ceño y volteé para quedar frente a frente con él, lo cual no fue complicado. Ahora que lo tenía más cerca, pude notar que no era mucho más alto que yo. Ni siquiera tendría que mirar hacia arriba como hacía con casi todos los chicos, compartíamos estaturas similares.
Me observaba con esa expresión neutra y percibí el color en sus ojos, que se había tornado de un azul profundo y devastador, haciendo que me olvidara de lo que estaba ocurriendo. Pareció extrañarle, por lo que relajó la expresión y los giró señalando hacia los lados. Contrajo la cabeza, tratando de hacerme espabilar, pero yo lo interpreté como una señal de timidez.
—Puede que Petra se haya creído tu historia —señaló altivo— y, de hecho, engañarse a sí misma con eso de que nadie la ha escuchado le ahorrará pasar por más vergüenza. Pero a diferencia de ella, yo no me trago el cuento de que hubieras llegado justo cuando abandonamos el aula, me parece una "casualidad" conveniente en demasía. —Me lanzó una mirada suspicaz mientras analizaba mi lenguaje corporal. Fue por eso que se dio cuenta de que le estaba mintiendo.
La forma en que me habló evidenciaba que no logré engañarlo, y ahora que lo mencionaba debí anticipar que esto pasaría. Él no parecía ser del tipo que cree ciegamente en lo que le dicen los demás. Tanta prevención al final no me sirvió de nada porque me descuidé cuando más atenta debía estar. La peor parte se la adjudicaba a mi lentitud de respuesta, que me había puesto en peligro de ser atrapada.
No me preocupaba que me fuera a decir algo hiriente, ya me había acostumbrado a ese tipo de tratos. Levi tenía un serio problema de temperamento impulsivo, y me había dejado entrever que no le importaba en lo más mínimo pelear con una mujer, no se tentaba el corazón ni siquiera al verla hundida entre lágrimas a causa del miedo que le provocaba. Yo puedo soportar muchas cosas, pero que un hombre me golpee, eso jamás.
La adrenalina me recorría las venas, sentí una oleada de calor y gotas de sudor frío empapando mi frente. Tal vez yo ignoraba técnicas de defensa personal pero no iba a quedarme paralizada si se le ocurría atacarme, como había hecho con mi compañera. Con una buena patada en la entrepierna bastaría para autodenominarme vencedora y salir corriendo rumbo a mi habitación. Eso resolvería el problema por unas horas hasta que, por desgracia, tuviera que ver su linda cara de nuevo a la mañana siguiente.
—No sé qué decir Levi. Es tu problema si me crees o no. —Alcé una ceja—. ¿Quién te crees para exigirme explicaciones? —Me libré de su agarre violentamente, dejando una punzada de dolor en su camino. Sus dedos, aunque delgados, eran más fuertes de lo que aparentaban—. Si me lo hubieras pedido amablemente, las cosas serían distintas.
Me recargué en la pared mientras acariciaba el antebrazo un par de veces y lo observaba con detenimiento. Sus jeans conservaban una buena cantidad de polvo a la altura de las rodillas y se le había revuelto el cabello de una forma que lo hacía ver adorable y sensual a la vez. No sabía que ambas descripciones podían utilizarse en la misma oración para describir a una persona.
Su labio inferior estaba hinchado y distinguí un leve corte que ya estaba en proceso de cicatrización.
—¿Qué tanto me ves, mocosa? —interrumpió mi imagen mental de nuestros labios fundidos en un beso tierno—. ¿Se te perdió algo? —habló con cierta incomodidad.
¿Cómo no lo pensé antes? De seguro él estaba costumbrado a que las chicas lo miraran provocativamente donde quiera que fuera, no creo que no sea consciente del poder de su apariencia. Supuse que, al menos en lo que a él le concernía, ser atractivo no significaba que disfrutase de ser admirado en todo momento. En todos lados existen personas que se pasan de la raya a sabiendas de lo molesto que es.
Recordé a Petra y Nanaba pelear con algunos imbéciles del equipo de fútbol por hacer cometarios obscenos acerca de sus cuerpos durante las clases de educación física, tonterías que ellos consideraban "un halago necesario". No eran las únicas. Hasta Hange y yo habíamos recibido piropos fuera de lugar en varias ocasiones.
Caí en cuenta, a mi pesar, de que la que se estaba extralimitando era yo. No medí mi forma de mirarlo, o quizá su encontronazo con Petra lo colocó en un estado permanente de alerta hacia el público femenino que lo rodeaba. Comprendí que la antipatía oculta en su petición revelaba una forma de exigir un alto, y actúe de inmediato para remediarlo.
—No, Levi. Lo siento. —Bajé la cabeza con pesar.
¿Por qué me estaba disculpando? Ni yo misma lo sabía, y aunque así fuera, jamás iba a admitirlo ni en mis pensamientos. Lo que sí era seguro fue que mi gesto pareció remover algo en su interior. Me di cuenta de que se aclaraba la garganta repetidas veces antes de abrir la boca. Yo ya no me atrevía si quiera a mirarlo.
—Olvídalo. Solo quería saber qué tanto escuchaste. —Retomó la seguridad en su tono de voz.
—¿Sigues con eso? —Lo miré hastiada. En serio creí que con una vez había sido suficiente—. Ya te dije que no escuché nada. Si tanto te preocupa, deberías tener cuidado con quién discutes tus secretos.
Mierda, yo misma le había dado la razón. Apreté los ojos deseando ser tragada por la tierra y escupida en cualquier lugar que no fuera este. Me cubrí la cara con ambas manos mientras reprimía mis quejidos. Mi rostro estaba caliente y quise llorar debido a mi estupidez. Esperaba que él se fuera y me dejara ahí sola, reflexionando en mi equivocación.
Pero Levi no hizo sino tomarme de las muñecas, gesto que me tomó por sorpresa. Sus manos eran rasposas, como se esperaría de un hombre, pero aun así, su tacto con mi piel resultó agradable. Fue como si me pasaran corriente por medio de un desfibrilador en repetidas ocasiones. Sentí que estaba en medio de un sueño acogedor, uno que no quería que terminara.
Ahora con menor razón podría establecer contacto visual, y no tenía que ser clarividente para darme cuenta del sonrojo que se había formado en mis mejillas. No quería que él me viera de este modo, no así, no ahora. Empero, me quedé sin fuerzas para resistirme a sus movimientos y simplemente me dejé llevar.
Ordené a mis manos volverse livianas para que pudiera retirarlas de mi rostro sin impedimentos, pero me negué a abrir los ojos. Aferré mis dientes en el labio inferior, mordiéndolo con la fuerza suficiente para mantenerme callada, sin llegar a lastimarme.
—¿Sabes, mocosa? —Me habló con tranquilidad, mientras dejaba caer mis manos a los costados—. Incluso si no te hubieras delatado tras mi comentario, yo ya sabía que nos estuviste espiando.
Tal afirmación me sacó de mi aturdimiento. Esta vez no me importaba que viera mi expresión de asombro.
—¿Co-Cómo lo…? —Tragué saliva—. ¿Cómo lo supiste?
—Fue una coincidencia. La forma de la sombra que hacía la puerta en el suelo me pareció anormal —explicó señalando hacia atrás con el pulgar—. Al principio creí que era un ave, pero comprobé que se trataba de una persona cuando caí al suelo.
Sonreí al acordarme de la patada que le había dado Petra y la preocupación que me invadió al pensar que su bello rostro podría ser arruinado por el golpe.
—Dime una cosa, Kiomy. —Levantó el rostro en un ángulo que me permitía ver su tentadora mandíbula—. ¿Te parezco el tipo de hombre que se deja someter por una chica?
—¿Qué dices? —Fingí pensarlo con detenimiento al recargar la barbilla sobre mi puño cerrado—. A decir verdad, no. Todo lo contrario.
Alcé las comisuras de los labios ante la imagen mental que se estaba formando en mi cerebro. Él ignoró mi expresión facial, lo cual agradecí enormemente y continuó con el hilo de razonamiento.
—¿Qué pensarías si te digo que simulé caer ante la maniobra de Petra únicamente para comprobar mi teoría desde un mejor ángulo? —Se recargó en la pared al igual que yo, con los brazos cruzados, sin mirarme.
Me quedé sin palabras. A decir verdad, también me había parecido insólito el hecho de que no anticipara el movimiento de Petra en cuanto se puso de pie.
Suponiendo que la conociera de tiempo, como ella misma dijo, Levi debía tener nociones de su forma de actuar ante la frustración. No le recomendó seguir perfeccionando su técnica en vano. Además, se lució al devolverle una cucharadita de su propia medicina.
Estaba claro que ambos eran buenos, pero las habilidades de Levi eran superiores por mucho. Me intrigaba saber en qué suerte de lugar habían aprendido a pelear así.
Lo miré aturdida ante la revelación del misterio, y esta vez, él hizo lo mismo.
—No lo sé… ¿Qué debería decirte? ¿Buena técnica?
Pésima respuesta. Me costaba formular oraciones más complejas.
Chasqueó la lengua. Se quedó callado durante varios segundos que se me hicieron eternos debido a la incomodidad que me provocaba haber sido descubierta, y encima de todo, estar aquí con él.
Levi alzó la cabeza y se puso a observar el cielo. Esta podría ser mi única oportunidad de acercarme a él y no iba a desperdiciarla. Me armé de valor y decidí continuar con la conversación. Mi interior vaticinaba que era justo lo que él pretendía.
—Se nota que eres inteligente, Levi. —Rompí el silencio que me estaba matando—. Me impresionó la forma en que te pusiste de pie cuando ella creyó que te había vencido. —Sus ojos me buscaron y me observaron atentos mientras me desahogaba—. Y esa llave fue… impresionante. Deberías enseñarme a defenderme así —mascullé esperando que no alcanzara a oírme, pero estando a mi lado, era imposible que pasara desapercibido—. No es cierto. —Le sonreí nerviosa y negué con la cabeza un par de veces—. Pero sí hay algo que debo admitir. Eres muy bueno. En serio.
Con toda la exaltación, no me di cuenta de que quizá Hange ya me estaba esperando en el lugar de siempre, no quería hacerla esperar pues aún tenía que volver a sus clases. Ansiaba contarle el incidente de Petra con Levi.
—¿Crees que debamos irnos ya? —pregunté para medir su nivel de comprensión de indirectas.
—Tal vez.
Se encogió de hombros y, sin dudarlo, comenzó a caminar a mi junto a mí hasta que llegamos a la planta baja.
