Otro melancólico día casi llegaba a su final, no sin antes dejar caer una suave llovizna sobre Hitch, aquel pony que se regodeaba en el esplín que venía pesando sobre sus cansados hombros desde aquella tarde tan parecida, en la que descubrió sus verdaderos sentimientos hacia la Pegaso en quien menos debía poner el ojo ¿Cómo podía seguir lidiando con tan grave problema?, era la frase que reflejaba su semblante y que se decía en la mente cada día que pasaba.

Así era... Pipp no salía de sus pensamientos y le había costado una semana de desvelo admitir que aquello había sido una especie de "amor a primera vista", justo en el momento menos esperado, mientras ella danzaba y se elevaba por los aires con tanta maestría y desenvoltura en el escenario -ella sin duda se adueñaba de cada lugar en el que posaba sus cascos, no podía pasar desapercibida-, a lo que él había reaccionado quedando embelesado, con los ojos abiertos mientras se movía al ritmo de los encantos hallados en ella.

Por supuesto que él había intentado despabilar de inmediato y guardar la compostura, negando rotundamente cualquier indicio de haberse impresionado de otra manera diferente a la de todos los que la aclamaban al escuchar su brillante y melodiosa voz; el sheriff de Maretime Bay no podía permitirse demostrar ese tipo de emociones por una princesa. Él mismo se esposaría, se arrastraría a sí mismo por las calles asfaltadas y se encerraría en la celda más cercana si se dejara llevar por algo tan absurdo e imposible.

«Esto solo te puede pasar por cabezota, Hitch -se regañó mientras de manera torpe intentaba quitar el adarce que cubría las conchas de mar- ¿Cómo se te fue a ocurrir sentir semejante idiotez? Por todos los cielos, ahora sí que estás metido en un lío muy grande».

Hitch suspiró y no pudo evitar inhalar el petricor, ocasionado por el contacto de la lluvia y el seco suelo arenoso de la solitaria playa, y que invadía de a poco sus fosas nasales para de alguna manera reconfortar un poco sus caóticos y absurdos pensamientos.

Pronto la lluvia incrementó e hizo sus estragos en el cabizbajo pony empapándolo por completo, sin embargo, aquella sensación de humedad y frío no lo hizo inmutarse de su pequeña burbuja melancólica, más bien le hizo sentir cómo aquel clima reflejaba exactamente el cómo se sentía en esos momentos.

Con fuerza, Hitch pateó una de las conchas de mar, la cual casi al instante se sumergió entre las traviesas olas. Aquello sin duda le había desestresado un poco, pero una sensación inusual lo sacó de su ensimismamiento; algo se posó de manera delicada sobre él y había apartado la lluvia de su cuerpo, como una especie de paraguas; era evidente que aquello había venido de alguien en específico.

Hitch abrió sus ojos como platos y se dispuso a voltear hacia la dueña del ala que lo cubría de la lluvia. Allí estaba Pipp, tan radiante y encantadora; sonriéndole tan despreocupada.

Él no tuvo más remedio que corresponder aquel gesto y disponerse a invitarla a seguir arrojando conchas al mar. Antes de que lo cuestionara él comenzó un discurso sacado de la manga sobre los beneficios de esas prácticas contra el estrés, para luego actuar como si nada más le estuviese ocurriendo; después de todo aquello era un amor imposible que estaba dispuesto a callar para siempre.

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Aquí vengo con una pequeña historia sobre mi ship favorito de MLP generación 5 ¡Gracias por leer!