Era otro día más de trabajo y diversión para la princesa Pipp de estadía en la maravillosa Maretime Bay. Después de cerrar muy bien su salón de belleza, se dispuso a regresar a casa y en su mente comenzó a rememorar cuan afortunada se sentía con respecto a su vida en esos momentos.
Desde que se había mudado allí con su hermana podía jurar que su vida había dado un giro de 360 grados, y no podía quejarse de lo bien que lo estaba pasando con la compañía de sus amigos.
Si bien era cierto que, cada uno era especial y tenía sus cualidades y que Pipp compaginaba con todos, también debía reconocer que uno en especial le hacía pasar los mejores momentos de su vida con sus ocurrencias, la forma en que la escuchaba cuando algo le aquejaba o simplemente cuando apoyaba sus locuras virtuales. Como cuando deseaba hacer un stream repentino o simplemente hacer una sesión de selfies; ese pony se trataba de su amigo Hitch Trailblazer.
Mientras volaba a casa, su mente divagó y le trajo imágenes de su amigo, con quien últimamente se dedicaba miradas cómplices cuando el grupo estaba reunido; ella no podía pasar desapercibida la sensación cosquilleante que le provocaba la manera intensa en que Hitch posaba sus ojos en ella, a lo cual su corazón se aceleraba sin proponérselo, provocando que, por inercia se dibujaba en ella una sonrisa genuina y radiante que sus amigas Sunny e Izzy descubrían con un poco de confusión.
Nadie sospechaba, ni siquiera su amigo Hitch se daba cuenta de lo que en ella se producía cada vez que lo veía llegar, cuando por alguna razón le tocaba estar justo a la par de él, nadie notaba cómo su corazón repiqueteaba cual colibrí travieso, mucho menos se daban cuenta del calor agradable que sentía en sus mejillas con su sola compañía. Así se debe sentir el querer a tus amigos, se decía con un poco de dudas sobre esa frase.
Casi sin darse cuenta, Pipp llegó a su casa y pasó rápidamente sin saludar a su hermana, quien se encogió de hombros, porque su hermanita podía ser tan impredecible en sus acciones, así que prefirió dejarla en paz y continuar con sus quehaceres cotidianos.
La tarde que en un inicio reflejaba sus destellos azules y naranja, de pronto parecía haberse nublado. Pipp se desplomó en su suave cama, sacó su celular del compartimiento que tenía bajo el ala y comenzó a revisar su galería de fotos y vídeos, buscando una respuesta, una definición para aquello que de manera progresiva había germinado en su alma.
La mirada de la Pegaso se detuvo en una de las muchas selfies que se había tomado con Hitch hacía pocos días. Sus pupilas eran como dos imanes que se quedaban inmersas en él; en su sonrisa tan brillante, en sus ojos profundos y en su porte elegante y varonil.
Una vez más su corazón se aceleró y tuvo que preguntarse lo inevitable:
«¿Será... amor? Por supuesto que no, no seas tonta, Pipp. Solo es tu mejor amigo y lo quieres mucho» -pensó, un poco aterrada con aquella posibilidad, los amigos no debían enamorarse, por consiguiente, no podía ser algo más.
Rápidamente saltó de su cama y se vio al espejo. En efecto, sus mejillas se coloreaban con un leve sonrojo de tan solo pensar en aquellas posibilidades. Apretó los ojos y negó con la cabeza, para dar unos pasos y salir volando por la ventana. Las tenues gotas de llovizna comenzaron a agolparse en su rostro.
La Pegaso avanzó unos cuantos tramos, porque la lluvia comenzó a arreciar y sus alas se volvieron pesadas, sabía que debía aterrizar si deseaba prevenir un accidente mayor. Cuando descendió se dio cuenta de que estaba a la orilla de la playa y por poco se le sale el corazón; Hitch estaba allí sentado, parecía muy pensativo y al igual que ella, se estaba empapando con la lluvia.
¿Estaría teniendo un mal día? Se preguntó cuando lo vio patear una concha de mar.
Pipp no dudó en acercarse y aquello que sentía al verlo había crecido el doble con aquella reflexión. Se sentó a su lado y posó su ala para apartar la lluvia de su rostro. Cuando sus ojos se encontraron ella no pudo evitar sonreírle para tratar de calmar sus penas y pareció tener efecto.
El nerviosismo y el calor en las mejillas se hizo presente en ella, pero algo la sorprendió; también pudo notar que él reaccionaba de esa misma manera y para romper aquel momento silencioso, su amigo la invitó a lanzar conchitas al mar.
Ella accedió y se dio cuenta de que, aquellos mismos sentimientos le traerían a su tiempo la respuesta definitiva que buscaba; si aquello era amor podría no ser correspondida y no deseaba arruinar la amistad. Lo único que sabía era que, estaba en el momento indicado, con su querido Hitch y eso era lo que realmente importaba.
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Segunda parte desde el punto de vista de Pipp ¡Gracias por leer! 3
