El crepúsculo ya se había despedido unos momentos atrás y la llovizna cesó, en lo que un par de ponys lanzaban conchitas de mar con sus cascos hacia aquella agua salada, que atestiguaba los nervios a flor de piel y las miradas esquivas por parte de ambos. Pipp veía a su amigo de soslayo y Hitch ni siquiera se sentía capaz de voltear a verla.

Como era de esperarse, entre ellos dos, la princesa Pipp siempre había sido la más extrovertida, así que fue ella quien se atrevió a romper aquel incómodo silencio que de alguna manera los estaba torturando a ambos. La pegaso rosa acomodó un poco sus húmedos cabellos, carraspeó con sutileza, esbozó una sonrisa en cuanto algunos recuerdos llegaron a su mente y entreabrió sus labios para comenzar a hablar.

—Pipp... —Hitch había hablado al mismo tiempo en el que ella pronunció una sílaba. Ambos sonrieron al sentir que interrumpieron al otro.

—Dime —prosiguió ella con emoción.

—No, no, adelante. Habla tú... Las damas primero —aseguró él levantando su brazo para que continuara.

—¡Oh, vamos, Hitch, quiero escucharte! No me hagas repetirlo, por favor —insistió la pegaso rosa con movimientos juguetones.

Hitch rodó los ojos con una sonrisa ladina y asintió, sin poderse negar a lo que ella deseaba.

—Bueno... Solo quería preguntarte, si extrañas tu vida en el palacio desde que te mudaste a Maretime Bay. No tienes que responder si no lo deseas —puntualizó Hitch.

Ella abrió un poco más sus ojos. No esperaba que fuera una pregunta que la invitara a la reflexión y a la nostalgia. Aun así, Pipp suspiró y se preparó para responder.

—La verdad es que, por momentos extraño a mi madre, pero por lo demás me siento muy bien aquí, que encerrada en los grandes muros del palacio, aunque yo considero que puedo adaptarme a las circunstancias que vengan... —Pipp lanzó una conchita más al mar—. Además, fue una decisión propia junto con Zipp; las dos estamos muy contentas de estar aquí. Sobre todo... amamos la compañía que tenemos ahora.

La pegaso finalizó esa frase y volteó a ver a Hitch, quien parecía inmerso en lo que acababa de escuchar y le sostenía la mirada.

«Sí, y sobre todo recuerdo que, cuando supe que ella vendría a vivir aquí, me emocioné demasiado. Tanto que me costó mucho ocultarlo», pensó Hitch sin quitar su vista de aquella pegaso que lo maravillaba.

Pipp notó aquella profunda mirada que la derretía y analizó la última frase que dijo ¿Acababa de decir amar? Debía cambiar el tema rápidamente si quería vivir tranquila.

—Eso me hace pensar, Hitch... —prosiguió mientras acomodaba una vez más las hebras de su cabello púrpura— ¿Recuerdas la vez en la que construimos y decoramos nuestro cuartel de reuniones? —la pegaso rió por lo bajo.

Hitch sonrió por inercia de tan solo recordarlo.

—Lo recuerdo como si hubiera sido ayer ¡Fuimos un completo desastre al principio! -—esbozó un rostro de decepción.

—¿Recuerdas que nosotros dos fuimos los más quejumbrosos, al saber que no hacíamos bien las cosas? —comentó Pipp con un dejo de vergüenza en su semblante.

—Esa fue sin duda casi una crisis existencial compartida —respondió él con el mismo estado de ánimo que su amiga.

«Pero sin duda volvimos a coincidir como la primera vez que nos quejamos al mismo tiempo cuando recién nos conocimos», pensó Hitch con un indicio de rubor en sus mejillas, por haber caído en la cuenta de aquel hecho.

—Pero, luego aprendimos de nuestros errores y trabajamos como todo un equipo -—añadió ella divertida.

«Sobre todo porque ese día, aunque estuviera grabando no podía dejar de verlo —pensó Pipp aterrada—. La prueba quedó en el stream que guardé en el móvil. Hay mucho enfoque hacia él ¿Lo habré hecho inconscientemente?».

—Pipp, ¿te encuentras bien? —inquirió Hitch y ella volvió a la realidad notando la mirada un tanto preocupada de él y lo más importante, cayendo en cuenta cuan desconcentrada se había mostrado al quedarse absorta en sus pensamientos.

—Sí claro, estoy perfectamente —respondió nerviosa—. Solo me quedé recordando cada detalle de ese día.

—Al final todo estuvo fenomenal, y gracias al trabajo de todos ahora tenemos un hogar para compartir —finalizó Hitch, afortunado de saber lo buenas amistades que tenía.

Ambos asintieron entre risas, ya que, la complicidad que habían tenido los dos era algo notorio, porque, mas de alguna que otra pony sin duda se había percatado de eso, aunque no queriendo pensar en que aquello fuera algo más que parte de la amistad que existía entre ellos.

Sin más que añadir, pegaso y pony se quedaron mirando mientras la risa compartida cesaba en sus semblantes, para pasar a ser una mirada cómplice más, aunque esta solo duró un par de segundos, ya que Pipp volteó de inmediato hacia las apacibles olas de la orilla; no deseaba incomodar a su amigo con sus miradas aletargadas y Hitch lanzó una conchita más al agua para intentar deshacerse del rápido palpitar que lo consumía desde que se hallaba a solas con la princesa.

—Oye... ¿Te acompaño a casa? —inquirió mientras se sentía un tonto y se disponía a esperar una negativa, ya que ella podía cuidarse sola. Solo deseaba una excusa para alargar el tiempo a su lado.

Lo que él ignoraba, era que, aquella simple pregunta provocó que Pipp sintiera un agradable y desconocido cosquilleo en el estómago.

—¡Claro que sí! —respondió sin ocultar su emoción. De un brinco se levantó y jaló a Hitch hacia ella para alejarse de la playita.

El silencio se hizo presente una vez más mientras caminaban por las calles, pero sin ningún tipo de incomodidad, más bien, un sentimiento de nostalgia rodeó el ambiente nocturno. Aunque la emoción secreta que tenían ambos amigos, sin duda era la de estar compartiendo un momento tan especial en compañía del ser más especial para cada uno, claro, sin confesarlo, ya que cada uno lo guardaría en el silencio de sus secretos.

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La cercanía se hace presente ¡Gracias por leer!