Llegando tardeeee, para la Tobidei Week 2022. Día 1: Volar. Esta es una idea muy vieja. No exagero si digo que lleva en mi cabeza como cinco años. ¡Me alegra al fin haber podido escribirla! ¡Feliz Tobidei Week!


Rin y Kakashi jamás mostraron signos de estar nerviosos. Puede o puede que no sea un acto y estén emocionados de verdad pero Obito no piensa ser menos que ellos. Así que se hace el valiente en el auto, se hace el valiente hablando con el recepcionista y se hace el valiente con los instructores que les muestran los vídeos de como saltar y como manejarse en medio del aire.

Ahora, mientras el instructor los viste con todo el equipamiento que van a necesitar, el traje especial, el paracaídas y el casco, todo se vuelve real.

Va a pasar. Va a tirarse al vacío desde un maldito avión en marcha y no hay forma alguna en que pueda ya escapar de esa sin quedar mal. Obito observa a sus amigos hablar casual y relajadamente con sus respectivos instructores y sigue imitándolos, sin dejar de buscar en ellos cualquier signo de debilidad, algo que lo haga sentir mejor sobre sí mismo.

—¿Nos puedes sacar una foto a los tres? —pregunta Obito cuando terminan de prepararlos, ofreciéndole su teléfono al instructor.

Rin y Kakashi se acercan a él y los tres juntos posan para la foto. Se ven bien, felices, tal vez él parezca algo efusivo de más y está seguro que alguno de los dos ha deducido ya que está compensando.

Hace un día prefecto, soleado y sin vientos fuertes. Obito se pregunta si esa no será la última foto que se tome en su vida. Traga saliva cuando ve la avioneta acercarse, sintiendo ya el hormigueo en el abdomen, como si la tierra se hubiese abierto bajo sus pies y lo hubiese tragado, directo al infierno. Pasan los minutos y la puerta aún no se abre y Obito está en realidad agradecido por ese pequeño retraso.

—Estamos esperando por el otro grupo, disculpen la demora —dice la instructora de Rin.

—Nada de qué preocuparse —le responde Kakashi—. Se está bien aquí tomando el sol.

Rin y él le dan la razón. Obito ni siquiera puede pensar en un comentario jocoso para intentar avergonzar a Kakashi. Está demasiado ocupado intentando lucir relajado y su amigo seguro que lo acaba volviendo en su contra de todos modos.

El otro grupo por fin llega y Obito sabe que eso significa que es hora de subir a la avioneta. Es una chistosa coincidencia que sean tres, dos chicos y una chica justo como ellos. Todos con un marcado acento de Iwa.

—¿Les importa si grabo? —les pregunta uno de los chicos, alto y fornido, sosteniendo una cámara de vídeo en su mano—. Me gustaría tener recuerdos de este día.

—En absoluto —responde Rin.

Después los mira a ellos.

—Sólo asegúrate de sacar mi lado bueno —dice Kakashi con una sonrisa, tal vez, bajo su mascarilla gris.

—¡Me encantaría quedar para la posteridad en el vídeo de un extraño! —dice Obito y el tipo ríe.

—Muy bien. Estoy grabando. ¡Digan hola!

Los tres saludan agitando los brazos. Tras ellos, los instructores también están saludando.

—Bien, es hora de entrar al avión —dice uno de los instructores—. Despídanse del suelo por un rato.

Obito suspira y Rin a su lado se da cuenta. Mierda.

—¿Prefieres que te de la mano, Obito? —dice ella en tono de broma.

—Tch, claro que no —responde él y recuerda como cuando eran niños, ella siempre le daba la mano para infundirle confianza—. ¿Por qué iba a querer?

Una risa lo hace volver la cabeza. Es el rubio de Iwa.

—¿Qué te pasa, Obito? ¿Nervioso, hm?

Obito siente ganas de decirle a Rin que gracias a ella un desconocido se está riendo de él.

—Tal vez eres tú el que está nervioso —replica él pero el chico no parece haber tomado ofensa.

—Oh sí, yo estoy nervioso —dice y a Obito le impacta que lo haya admitido así, tan abieramente—. Nervioso porque mis pies estén aún en el suelo. —Entonces, señala hacia arriba—. Yo nací para estar ahí, hm.

El rubio camina hacia la avioneta y él se queda ahí, mirándolo subir la escalera hasta que Kakashi le da un empujón.

—Vamos, tú eras el más entusiasmado esta mañana —dice.

Obito se cruza de brazos.

—Y lo sigo siendo.

A penas le da tiempo a despedirse de la tierra firme y cuando pasa a la avioneta, se pregunta qué es lo que ocurrirá entre ese momento y el momento en que vuelva a tocar el suelo. Obito ha montado en aviones antes pero ese espacio se le hace demasiado pequeño y cada vez que alguien se mueve, todo se menea de una forma que le parece peligrosa y poco segura. Camina hasta el asiento más alejado, se abrocha el cinturón tal y como le indica el instructor y se queda ahí junto a la ventana, mirando hacia afuera.

El rubio, sentado delante de él, se gira hacia atrás.

—Es tu primera vez, ¿cierto? —le pregunta.

—¿Tan obvio es? —responde Obito, sintiéndose descifrado.

—Bastante —el chico ríe—. Pero no te preocupes, no diré nada. Y te dejo darme la mano, si quieres.

El otro chico de Iwa vuelve a filmar. Obito aparece haciendo un puchero que rápidamente se encarga de borrar y saluda a la cámara con una amplia sonrisa.

—¡Estamos a punto de despegar!

Obito sigue sonriendo y se agarra al asiento. La fuerza de la inercia lo empuja contra el respaldo. El rubio aulla, levantando los brazos.

—¡Deidara, tenías razón! —dice la chica morena, mirando al rubio—. ¡Esto es lo mejor del mundo!

—¡Y ni siquiera llegaste a la mejor parte!

La avioneta asciende. Obito intenta imaginar que está en una montaña rusa y consigue calmarse un poco cuando el ascenso se vuelve gradualmente menos pronunciado. Según el indicador digital que tiene en su guante, están a poco más de tres mil metros de altura y subiendo.

Por la ventana se pueden ver campos de distintos tonos de verde y amarillo, caminos, ríos, la ciudad de Konoha y pueblecitos cercanos.

—¿Es la primera vez de tus amigos? —pregunta Obito y el tal Deidara se vuelve.

—Sí, yo ya había venido unas cuantas veces antes con otro grupo de amigos, hm. Es la primera vez que lo hago en otro país.

Rin y la chica se están intercambiando los números de teléfono y haciendo planes para pasarse los vídeos.

—¿Y qué es lo que te gusta exactamente de la experiencia? —pregunta Obito.

—El subidón —dice Deidara—. Como te dije, me gusta estar aquí arriba. Me gustaría ser piloto de avión algún día.

Obito silba.

—Eso es interesante. Nunca conocí a nadie que quisiera ser piloto.

—También soy artista —agrega con orgullo—. ¿Y tú?

—Yo no soy tan asombroso —responde Obito, riendo—. Estudio periodismo.

—Al menos suena mejor que mercadotecnia y dirección de empresas —dice Deidara, señalando a los otros.

—¡Te estoy escuchando, Dei! —dice la chica.

Él le muestra el dedo.

—Tengo razón -dice mirando a la cámara.

Cuando las risas de todos se calman, Deidara se vuelve de nuevo hacia él.

—¿Tu novia? —pregunta Obito.

—¿Kurotsuchi? Nah. Peor enemiga —dice Deidara, haciéndolo sonreír—. Y el grandullón de ahí tampoco es mi novio, por si te interesa.

Obito siente como se sonroja.

—¡No estaba flirteando! —dice, volviéndose hacia la ventana—. Tal vez tu sí.

Tras no obtener respuesta inmediata Obito se gira hacia Deidara.

—Tal vez, hm.

El indicador en su muñeca dice que están casi en los cinco mil metros. Los instructores anuncian que ha llegado la hora y a Obito se le pasa la vergüenza de golpe y se acuerda de todas las estadísticas de accidentes de avioneta que estuvo leyendo el día anterior.

—¿Quién quiere saltar primero? —pregunta la instructora y Kurotsuchi levanta la mano.

—¡Venga ya! —dice ella, rodando los ojos—. Si Dei no pelea por el primer puesto no tiene gracia.

—Los novatos primero, hm.

Ella se quita el cinturón y se pone en pie, el chico alto la sigue grabando hasta la puerta abierta.

—¡Nos vemos, perras! —dice a la cámara, antes de saltar.

El grito que da hace que a Obito se le erice la piel.

—¡Siguiente! —dice la instructora y Rin se despide de todos y salta.

Después de ella va Kakashi.

—Dame la cámara, yo te grabaré saltando —le dice Deidara a su amigo, que saluda y da una especie de grito de guerra antes de lanzarse al vacío.

Obito mira hacia abajo y siente un pequeño mareo. Alguien en ese momento abre el paracaídas. Probablemente Kurotsuchi.

—Vamos, salta, hm —dice Deidara y él nota que lo está grabando.

—¿No se quejarán tus amigos si me grabas demasiado? —pregunta él.

—Me da igual. Este es mi vídeo ahora —dice, como si no le importase nada en el mundo.

De estar en tierra, Obito se estaría sonrojando otra vez pero entonces mira otra vez hacia abajo y su mareo aumenta.

—Vamos, te llevaré a una cita si te lanzas ya —dice Deidara.

—¿¡Una cita!?

A Obito ni siquiera le importa ya que lo esté grabando y que luego lo vaya a ver todo el mundo. Tal vez acabe cambiando de opinión más tarde, cuando recuerde que todo eso va a quedar ahí para la posteridad, pero en ese momento no le importa.

—Pero tienes que saltar ya —dice Deidara, entonces se acerca y le toma la mano. Él lo mira hechizado y en silencio, hasta que habla de nuevo—: Porque yo no salgo con cobardes.

En cuanto escucha eso, Obito se deja caer hacia afuera. Se prepara para que le de un vuelco el estómago pero nunca sucede. Se escucha a sí mismo gritar y extiende los brazos y las piernas, como si fuera un super héroe volando por el cielo.

—¡Tengo una cita con el rubio del acento lindo! —grita, ahora que no puede escucharlo nadie.

A Obito se le hace corta la caída libre y cuando el indicador de su guante marca los mil quinientos metros, abre el paracaídas. Una risa eufórica lo embarga y ni siquiera sabe si es por la caída o por la cita. A unos metros a la derecha y por encima de él, Deidara abre también su paracaídas.

—¡Apuesto a que ya estás pensando en repetir! —le grita.

—¡Estaba pensando en nuestra cita, en realidad! —responde Obito y hay algo en verlo caer suavemente al suelo junto a él que se siente mágico—. ¡Aún está en pie! ¿¡Verdad!?

Desde ahí, ve a Deidara rodar los ojos.

—¡Pues claro que sí, tonto!


Deidara como artista está perfect, pero necesitaba hablar de Deidara futuro piloto de avión o me iba a dar algo.