Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es NewTwilightFan, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to NewTwilightFan. I'm just translating with her permission.


Hazme un Muffin

—¿Por qué tienes un aro en la nariz? —preguntó la niña con una mirada de curiosidad sin culpa.

—¡Mindy! —Jadeó su madre, sorprendida.

—Pero mamá, dijiste…

—Shh. ¿Qué tipo de muffin quieres?

—Está bien, Mindy. Cuando era pequeña, y veía a los adultos con piercings, me preguntaba lo mismo. Cuando tenía seis años, le tuve que rogar a mi madre para que me perforaran las orejas. Usaba su piedra natal aquí —explicó Bella señalando a sus orejas—. Cuando crecí, decidí que quería más aros por todas esas personas que amaba. Estas son por mi papá. Él es un policía. —Señaló a las esposas de oro conectadas por una cadena de plata en la parte superior de su oreja derecha—. Me recuerdan que siempre escuche sus consejos. Cada vez que me hacía un nuevo piercing, era para ayudarme a recordar algo importante en mi vida. Esta —dijo, tocando el lado de su nariz—, es por mi Nana. Ella me enseñó a cocinar galletas y muffins. Tuve que poner un aro por mi Nana aquí, ¿sabes por qué?

—No. ¿Por qué?

—Porque cuando tenía tu edad, amaba visitar su casa porque siempre olía tan bien. —Bella olfateó el aire dramáticamente.

La niña rio.

—Eso es raro.

—Sí. Lo sé. Soy una persona rara. Pero tú no eres rara, ¿no, Mindy? Apuesto que no quieres un muffin raro. Quieres… —Aparentó buscar entre la vidriera llena de muffins—. Quieres un… ¡muffin de frambuesa con glaseado de limón!

—¿Sí? —Mindy miró el postre con recelo—. ¿Puedes añadirle granas?

—¡Mindy! —su madre la regañó de nuevo, obviamente incómoda con la actitud abrasiva de su hija.

—Por supuesto que te daré granas extra. Una por cada de esas adorables pecas.

Mindy rio y se paró de puntitas de pie, observando a Bella mientras sacaba el muffin de la vitrina y lo colocaba sobre un contenedor de plástico. Le roció granas de colores libremente y lo anotó en la caja registradora.

La mamá chilló:

—¡Espera! ¿Acaso ese no es uno de tus sabores especiales?

—Cobro lo normal para los niños cuando vienen a la tienda. Así les es más fácil a los padres decir que sí. —Sonrió Bella.

—Vaya. Gracias —dijo la mamá de la niña, tendiéndole su tarjeta de débito.

Los muffins de Bella variaban en precios según los ingredientes y el esfuerzo que llevaba la preparación y la presentación. El "muffin de frambuesa con glaseado de limón" era su sabor más nuevo y aparecía en el "Muffin del Mes" durante agosto. Con solo una semana y media restante en agosto, todavía no había decidido cuál sería el sabor del mes de septiembre. Si no tenía alguna inspiración, siempre podría volver a su "muffin de chocolate, mantequilla de maní y crema", un favorito entre los estudiantes de UW que son su mayor clientela.

Bella solo le había contado sobre algunos de sus piercings a Mindy. La madre de la niña no hubiera estado impresionada si escuchaba sobre el aro en su ombligo que se hizo a los dieciocho años, o sobre los cuatro que tenía en su ceja para recordarle que mantuviera sus ojos bien abiertos cuando se tratara de hombres.

Cada aro en la ceja conmemoraba el final de sus desastrosas relaciones. Tres novios y un compromiso condenado. Abrir su propia tienda había sido el comienzo de su vida de célibe autoimpuesta, y el comienzo de su compromiso a ser autosuficiente, financiera y emocionalmente. Era la mejor decisión que había tomado jamás. En vez de sentirse en desventaja, se sentía liberada. El aro en su labio inferior era su piercing más reciente. Cuando estuviera lista para besar a otro hombre, lista para una relación saludable en vez de los malditos dependientes emocionales de su pasado, entonces, y solo entonces, se lo quitaría.

Mientras madre e hija se iban, tres grupos más entraron y Bella rápidamente tomó sus órdenes. Momentos agitados así le hacían reconsiderar ayuda para el verano, pero cuando sacaba las cuentas, no tenía sentido contratar empleados regulares. La tienda hacía dinero, y vivía cómodamente, pero no había mucho dinero extra. Al menos, no todavía. Aunque solo había estado en el negocio por dos años. Todavía había tiempo para crecer.

—Me gusta tu cabello —dijo un chico mientras ayudaba a su mamá a elegir dos docenas de cupcakes.

—¡Gracias! ¡Vamos los Hawks! —Rio ella.

Su cabello estaba teñido de negro y en las puntas de verde y azul por la temporada de fútbol. Ella no era tan loca como algunos fanáticos, pero vendía decenas de docenas de muffins con glaseados de color azul y verde los días en que había partidos. Ya que usualmente estaba trabajando, también tenía puesto el partido en la pantalla colocada en la pared. Apoyar a los Seahawks iba de la mano con manejar un negocio en Seattle.

—Me voy a teñir el cabello de azul para el día de "cabello loco" el próximo viernes —le contó el chico, metiendo sus manos en los bolsillos de su sudadera amarilla.

—Oh, eso suena divertido. ¿En qué grado estás?

—Quinto. Mi hermana está en jardín de infantes. Cumple seis años mañana —dijo, señalando con su codo a la niña que estaba escondida debajo del brazo de su mamá.

—¿Seis ya? ¡Vaya! —dijo Bella con las cejas alzadas—. ¿Estos muffins son para ti?

—Sí —dijo tímidamente la niña, sonrojándose.

—¿Sabes? Las cumpleañeras obtienen un muffin extra especial. Gratis.

—¿En serio?

Eso llamó su atención. Dio un paso más cerca del vidrio con ojos asombrados.

—Elige uno. Cualquiera —le alentó Bella.

—¿Por qué ese tiene una zanahoria encima? —La niña frunció su nariz sospechosamente.

—Es torta de zanahoria. Mi favorita. Decorado con queso crema. ¿Te parece rico?

La niña sacudió su cabeza abruptamente.

—Las zanahorias son asquerosas. ¿Qué es eso? —preguntó, señalando a un muffin de chocolate sin decoración que se encontraba en el estante de especialidades.

—Oh. Esa es una torta de grandes. Ese es mi volcán de chocolate. No creo que te vaya a gustar.

Otro cliente entró a la tienda justo entonces, haciendo sonar la campana. Bella levantó la mirada y vio a un apuesto estudiante universitario estudiando los muffins en exposición. Ella asimiló su apariencia con una sola mirada. Tenía cabello rojizo, peinado prolijamente con gel, anteojos de marcos gruesos, pantalones caqui y un chaleco de lana sobre una camisa celeste.

Ella se mordió el labio para esconder una sonrisa. ¿Un chaleco de lana? Ella ya había reducido su carrera, su género musical preferido, y su muffin favorito a un par de opciones. El chico era vainilla, vainilla, vainilla. Definitivamente no un volcán de chocolate. Ni de cerca.

—¿Volcán? ¿En serio? —Los ojos de la cumpleañera brillaban. Olvidándose de la vergüenza, presionó su rostro contra el cristal—. ¿Estalla?

—No. No. Nada de eso. Pero sí tiene un centro líquido —dijo Bella con una sonrisa tímida—. Lo sirvo con una bocha de helado de vainilla. Verás, está hecho con mezcla de chocolate negro, chile para un poco de picante, y chocolate líquido en el interior. Entonces, ¿ves la lava roja? Es mermelada casera de cereza. Cuando se calienta, borbotea y derrite los costados. ¿Increíble, eh?

La niña asintió, embelesada.

—Quiero ese.

—Eh... —Bella se encontraba perpleja.

Ella amaba el contraste de sabores dulces, picantes, y pastel, pero era una combinación compleja y madura. No era algo que a la mayoría de los niños de seis años le gustaría o apreciaría.

—A ella le encantan los volcanes —explicó la mamá de la niña, sacudiendo la cabeza.

El chico universitario estaba observando pacientemente el intercambio, una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.

—¡Entonces, será el volcán de chocolate! —Bella se encogió de hombros, y metió el muffin en el horno de convección para calentar mientras marcaba el pedido—. ¡Prométeme que tendrás el mejor cumpleaños!

—Lo haré —respondió la niña, llevando su bol hacia una de las pequeñas mesas cerca de la ventana. Su mamá y su hermano se sentaron con ella, bebiendo café y sidra de manzana caliente.

—¿Qué puedo ofrecerte? —Bella recibió a su próximo cliente.

De cerca, ella podía ver lo hermosos que eran sus ojos. Un tono único de marrón claro, casi del color del ámbar, rodeado por pestañas largas y oscuras.

—No tengo idea. Eh. No es para mí. Hay una chica... —respondió.

El tipo estaba sosteniendo su billetera, abriéndola y cerrándola nerviosamente. La mirada de Bella fue atraída hacia sus dedos largos y elegantes. Manos de pianista. No, él no tenía el aire de un músico. Él definitivamente estudiaba medicina. Al menos, segunda generación. ¿Quizás un futuro cirujano?

—Cortejando con muffins. Me gusta. —Bella sonrió—. Cuéntame un poco sobre ella.

—Bueno, en primer lugar, Lauren es hermosa. Elegante. E inteligente. Extraordinariamente brillante. Está en mi clase de Psicología Elemental, y apuesto a que ella podría enseñarla mejor que el profesor.

Bella corrigió su deducción previa. Él probablemente estudiaba premedicina, con una asignatura secundaria en Psicología.

—Está bien. ¿Algo más? ¿La has conocido por mucho tiempo?

—No. De hecho, nunca he hablado con ella. Esperaba... verás, hay una reunión de estudio para nuestra clase en media hora. Esperaba llevarle algo dulce y, ya sabes, presentarme. Invitarla a cenar.

Había un ligero tono formal en su hablar, a pesar que evidentemente él estaba avergonzado y era tímido. Como si no estuviera realmente cómodo en su propia piel. Bella sintió lástima por él y decidió ayudarlo a poner en marcha su plan.

—Supongo que no sabes si ella tiene alguna alergia.

—Eh, no —confesó él con una expresión preocupada.

—Entonces, descartamos las nueces. Eso quita varios muffins. ¿Qué tal algo con un bizcocho blanco y relleno de frutas?

—Eh. Está bien. ¿Cuáles tienes?

—Todos están en este estante, y tengo unos de arándanos en el fondo que estaba decorando esta mañana. Deberían estar listos ya —ofreció Bella, señalando hacia el fondo de la tienda.

—Quizás. Espera. ¿Qué hay de este? —preguntó el chico, señalando un muffin llamado "Aquí Viene la Novia".

Era un muffin de vainilla y frambuesa con cobertura de crema de mantequilla, decorado con pétalos plateados. Bella había hecho tres docenas para una despedida de soltera, pero la novia se enfermó, y la fiesta fue cancelada. Todo el estante de sin reservas estaba lleno de esas malditas cosas. Ella planeaba llevar los muffin sin vender a la tienda de tatuajes de su amiga después de cerrar.

—¿No crees que eso es un poco atrevido? —Ella rio.

—Oh, demonios. Tienes razón —dijo él, sonrojándose—. Simplemente luce tan elegante. Como Lauren. ¡Espera! ¿"Melocotón y Crema"? Eso sería perfecto. Encaja con su tez.

—Eeeeeh. ¿Vas a invitar a salir a una chica con "Melocotón y Crema"? Un poco desafiante, ¿o no? —bromeó Bella.

Él parecía estar confundido, como si él nunca hubiera escuchado ese eufemismo particular.

—¿A qué te refieres?

—Eh. Olvídalo. No es nada. Buena elección. Este es un buen año para el melocotón también. Está bien, ¿solo ese muffin? ¿Nada para ti?

—Todo luce delicioso, pero estoy demasiado nervioso como para comer. Quizás la próxima vez.

—Entendido. —Bella sonrió. Ella ató el lazo dorado alrededor del contenedor y lo deslizó sobre el mostrador—. ¡Buena suerte!

—Gracias, Chica Muffin —dijo él mientras salía de la tienda.

Bella aprovechó la tranquilidad de la media mañana para acomodar el mostrador y hacer lugar para los muffins "Sueño de Arándanos" que había acabado de terminar. Siempre había un momento de calma entre el desayuno y el almuerzo, y otra entre la 1 y las 3, pero los viernes parecían estar más ocupados en promedio. Probablemente estaría de pie toda la tarde.

Bella se preparó una capuchino y se puso cómoda en su sala de descanso —un pequeño espacio con una sillón cómodo y una pequeña mesa— confiando que la campana de la puerta la alertaría si otro cliente entraba. Abrió su cuaderno en su receta más reciente y escribió algunos ajustes a la crema y las cantidades de azúcar. Había resultado un poco seco y pesado cuando lo había expandido en la cocina de la pastelería.

~BMaC~

A las 9:00 de esa noche, Bella volteó el cartel a «cerrado» y puso llave la puerta. Realizó su rutina normal, moviendo todos los postres al estante sin reserva, limpiando la máquina de expreso, limpiando las mesas y sillas y barriendo el piso. Ella usó un limpiador de cristal fuerte para quitar las pequeñas marcas de dedos y narices que se habían acumulado en el mostrador durante todo el día.

Con sus tareas completadas, Bella colgó su delantal y cambió sus zapatos cómodos por sus Doc Martens favoritas. Llenó una gran caja de cartón con el resto de los muffins de la despedida de soltera, junto con los restos y experimentos que había acumulado en el transcurso de la semana. Jake y su banda no eran tan exigentes. Comida gratis era comida gratis. No importaba cómo lucía.

Lone Wolf Ink se encontraba a solo dos cuadras de Hazme un Muffin. Bella levantó la caja sobre un hombro, y caminó por la calle, moviéndose ágilmente entre grupos de estudiantes y clientes de bares. Abrió la puerta de la tienda de tatuajes con su cadera, saludando a la chica detrás del mostrador con un beso en el aire.

—Hola, Leah. Traje dos de tus favoritos. Tómalos rápido antes que tu hermano termine esa estampa de zorra.

—¡Bella! ¿Cómo supiste que estaba desesperada por mi dosis de Nutella? —Leah echó un vistazo a la caja y encontró los dos muffins de "Chocolate y Avellana" que Bella había guardado para ella—. Uno para ahora y otro después de cerrar. Mmm. Jodidamente buenos. —Gimió alrededor del primer bocado.

La chica que Seth estaba tatuando en la silla más cerca a la puerta le estaba dando una mala cara a Bella. Si ella no quería que las personas hablaran sobre su estampa de zorra, no estuviera haciéndose uno, Bella pensó para sí misma. En vez de decir algo en voz alta, ella simplemente arqueó una ceja sardónica y comenzó a colocar las delicias en dos platos gigantes. Los clientes podían tomar uno mientras esperaban, y los chicos podían comer entre trabajos.

La tienda de tatuajes permanecía abierta hasta la medianoche los fines de semana, o más tarde si estaba bastante ocupada. El primer mes del otoño siempre era un zoológico ya que los estudiantes de primer año ejercían su independencia de mami y papi al tatuarse bandas tribales en sus brazos, Mickey Mouse o cualquier número de diseños estereotípicos en sus brazos, tobillos, caderas, y espaldas bajas.

Bella jamás sintió el deseo de hacerse un tatuaje. Ella podía quitarse los aros cuando quisiera, pero un tatuaje era para siempre. Leah había hecho todos menos sus primeros piercings en la oreja, y ella tenía varios. Bella solo le había explicado un par de sus piercings a Mindy. La madre de la niña no hubiera estado impresionada de escuchar sobre el aro en el ombligo que se hizo por su cumpleaños número dieciocho, los que se hizo en los pezones después de entregar su virginidad a su segundo novio, destinado a simbolizar el dolor y el placer de la experiencia, o los cuatro aros en su ceja que se hizo para recodarse a sí misma de mantener sus ojos abiertos cuando se trataban de los hombres.

Cada piercing en su ceja conmemoraba el final de una de sus relaciones desastrosas. Tres novios y un compromiso fallido. Abrir su propia tienda había sido el comienzo de su vida de celibato autoimpuesto, y el comienzo de su compromiso a ser independiente, tanto financiera como emocionalmente. Fue la mejor decisión que ella había tomado. En vez de sentirse privada, se sentía liberada. El aro que atraviesa su labio inferior era su piercing más reciente. Cuando ella estuviera lista para besar a otro hombre, lista para estar en una relación sana en vez de las mierdas emocionalmente codependientes de su pasado, entonces se lo quitaría.

—¡Bella! —gritó Jake, su voz retumbando mientras salía de una de las cabinas traseras—. ¿Cómo supiste que trabajé durante la cena? Estoy desapareciendo aquí. ¡Tráeme un poco de azúcar!

—Acabo de cargar esta caja por dos cuadras. Puedes cruzar un cuarto, perezoso HDP. Además, sabes lo que dirían los inspectores de sanidad sobre comer mientras trabajas. ¡Asqueroso! —Bella puso una cara.

Él cruzó el estudio con cinco zancadas largas y saltó sobre la pequeña pared. Alto, musculoso, atlético y robustamente apuesto, Jake llamaba la atención donde sea que iba. La cliente de Seth lo miraba con ojos hambrientos y celosos mientras él abrazaba a Bella, besando su frente. Lo que no sabía la chica, era que no había nada de qué sentir celos. Si ella jugaba bien sus cartas, el dueño de la tienda felizmente la llevaría hacia su apartamento arriba después de cerrar. Jake no era exigente con sus chicas, mientras que fueran adorables y fáciles.

Bella observó, con diversión, mientras el chico desgarbado con el que ella solía hacer pasteles de lodo se transformó en un rompecorazones y un mujeriego de la noche a la mañana. A pesar de sus personalidades muy diferentes, Jake era su amigo más antiguo. Ella aún lo llamaba su pequeño gran hermano en broma, aunque él había tomado el rol de hermano mayor más y más últimamente. De hecho, él había negociado en nombre de ella para asegurar un contrato de arrendamiento en el espacio donde Hazme un Muffin se encontraba ahora.

Él y dos de sus amigos de la universidad, Quil y Embry, habían abierto la tienda de tatuajes hace cinco años. El trabajo meticuloso y los diseños creativos habían contribuido a su rápido crecimiento. Hace tres años, ellos trajeron a Seth, junto con su hermana Leah, y añadieron los piercings al menú. Como los demás, Leah era una artista y una individualista, diseñando gran parte de su propias joyas y expertamente abordando varios de los piercings más osados.

—¿Son comestibles? —preguntó Jake, pinchando uno que estaba decorado con las perlas plateadas con sospecha.

—Es solo azúcar. Sí, son comestibles. —Bella rio.

Jake se encogió de hombros, terminándolo en dos gigantes bocados, y entonces se estiró en busca de otro. Bella se apoyó contra el mostrador mientras Leah giraba su cuaderno de bocetos, compartiendo su última idea para una herramienta nueva para perforaciones que le permitiría insertar un piercing tipo corcho industrial a través de cejas y labios con más facilidad y menos doloroso que el actual proceso. Ella chasqueaba el aro de su lengua contra sus dientes mientras hablaba; un hábito que solía molestar a Bella, pero se había acostumbrado con el tiempo. Unos minutos después, el siguiente cliente de Leah entró, y Bella llevó el cuaderno de bocetos hacia un sillón en el rincón para pasar el rato y esperar hasta que sus amigos tuvieran otro descanso.

Como esperaba, Jake reemplazó a Seth una vez que el tatuaje de la chica universitaria estuvo completo, explicando el cuidado e higiene a la rubia en términos mucho más íntimos de lo que la situación llamaba. Bella captó a Leah poniendo los ojos en blanco y sonrió. Él era tan predecible.

A la hora de cerrar, el equipo se dispersó. Leah regresó con Bella ya que vivía en el edificio de apartamentos a media cuadra de la pastelería.

—¿Cómo va el negocio? —preguntó Leah.

—Bien. Incluso mejor que el año pasado a estas alturas.

—¿Crees que vas a necesitar ayudar durante las festividades?

—Eso es complicado. No estoy seguro. Ya hablé con Angela, la chica que me reemplazó durante el verano. Ella cree que será capaz de estar unas horas por aquí y por allí.

—Si lo necesitas desesperadamente, házmelo saber. El invierno es usualmente un período lento para mí. Mientras no creas que vaya a asustar a los niños. —Leah rio, retorciendo su lengua. Leah amaba su arte y tenía piercings en ambas mejillas, su lengua, el puente de su nariz, y barras sobre sus cejas.

—Estamos en Fremont. Ellos lo han visto todo, estoy segura. Además, no das miedo. Eres hermosa, y lo sabes —Bella le aseguró con un abrazo. Estaban de regreso en la puerta de la pastelería.

—Puede que sí, pero todos lo hacen. —Leah se encogió de hombros, una expresión ligeramente amarga en su rostro, confirmando las sospechas de Bella que su amiga tenía un amor no correspondido por su mejor amigo don Juan.

—Él cambiará de parecer. Solo no te rebajes a su nivel —le susurró al oído.

—¿Cuándo? ¿Cuando estemos en nuestros treintas? Porque no sirvo para ser una monja.

—Aww, Leah. Lo siento. Encontraremos la solución. Lo prometo. Quizás él solo necesita un pequeño empujón. Tenemos que elaborar un plan este fin de semana. Hablaré contigo mañana, ¿de acuerdo?

—Gracias, cielo. Te amo.

—Te amo.

Bella entró a la tienda de nuevo y subió las escaleras hacia su apartamento. Quitándose las botas, encendió el televisor, se sirvió una pulgada de whisky y se acurrucó en el sofá. Simpatizaba con Leah, pero estar sola estaba bien. Ella no necesitaba un hombre.

No le gustaba admitirlo, pero el mantra estaba comenzando a disiparse en algunas partes. Quizás ella no necesitaba un hombre, pero, como Leah, había noches ocasionales cuando no ansiaba ir a la cama sola.

Bebió su whisky reflexivamente. Pero ella no necesitaba uno ya. Querer no es lo mismo que necesitar. ¿Eso quería decir que estaba lista para quitarse el piercing en su labio? Quizás. Algún día pronto. Si conocía a alguien con quien podía compartir las partes más personales de sí misma.

~BMAC~

Bella cerraba la tienda todos los lunes excepto por el pedido especial ocasional. No solo era el día con menos ventas de la semana, sino que necesitaba tiempo para hacer el inventario, limpiar, reabastecer y encargarse de todas las pequeñas tareas que se apilaban durante la semana.

Vestida en jeans y una sudadera con el cabello recogido en una coleta, Bella desempacó grandes bolsas de harina, azúcar glas y decoraciones. Una entrega por separado traía alimentos perecederos como huevos, leche, crema, y las frutas y verduras frescas que ella usaba en muchas de sus recetas. Escuchaba música mientras trabajaba, rotando su stock y tomando nota de los ingredientes que estaban acabándose para su siguiente orden.

Una vez que ella estuvo al día, Bella cargó una brazada de artículos por las escaleras hacia su propia cocina donde llevaba a cabo sus experimentos y pruebas. Tenía una semana para encontrar un nuevo sabor para septiembre, pero no se le ocurría nada. Tres pruebas más no tuvieron los resultados esperados.

Sintiéndose desalentada y sin inspiración, Bella metió su billetera en su bolsillo trasero, tomó el sobre con el depósito y salió. Se encargó de sus asuntos en el banco, y entonces caminó las pocas cuadras hacia el cine donde compró billetes para proyecciones continuas de dos películas nuevas, un balde de palomitas y una Coca Cola gigante. Definitivamente no necesitaba un hombre en su vida. Él solo querría robar la mitad de sus palomitas de todos modos.

~BMaC~

El siguiente viernes, Bella vio un rostro familiar esperando en la cola para ordenar. Cuando Vainilla, como ella pensaba de él, se acercó a la vidriera, estaba sonriendo.

—¿Le gustó?

—Le encantó. Salimos el fin de semana pasado, y ahora se sienta a mi lado durante las clases.

—Genial. Buscas un encore entonces, ¿cierto?

—Sí. Estaba pensando en algo más audaz —dijo, escaneando los sabores en el recipiente.

Bella siguió su mirada.

—¿Manzana y especias? Esta tiene sidra de manzana, canela y nuez moscada. Perfecto con té caliente.

—Eh. Eso suena genial... o quizás algo con chocolate —dijo él, su mirada observando las opciones disponibles.

—Tienes muchos para elegir. Me encanta el chocolate. Supongo que haces lo que te encanta.

—Espera, ¿tú haces todos estos? —Lucía impresionado.

—Mi tienda, mis recetas. Bueno, aprendí la mayoría de lo básico de mi Nana. Pero muchos de estos son originales de Bella Swan. Intento descubrir una nueva receta cada mes —explicó, señalando al plato escalonado de muffins "Remolino de Frambuesa y Gasa de Limón".

—Eso es realmente increíble. ¿Qué harás para septiembre?

—No tengo idea —confesó ella con una risita—. La mayoría del tiempo, tengo un ingrediente que uso como clave y construyo la receta alrededor de él. Como este. Uno de mis amigos me hicieron la mejor limonada de frambuesa que tuve jamás temprano en el verano. Intenté capturar ese sabor en el postre. ¿Pero el mes que viene? No tengo respuesta. Septiembre siempre es el más complicado.

—Bueno, si se me ocurre algo, te lo haré saber —dijo, y entonces miró sobre su hombro con sorpresa, dándose cuenta que había una cola detrás de él—. Llevaré ese, supongo —dijo, señalando al muffin "Esmoquin", un pastel de chocolate y vainilla con ganache de chocolate y rizos de chocolate blanco y negro arriba.

—Saliendo de inmediato —contestó Bella, colocándolo en una caja para él. Se le habían acabado los lazos dorados, así que escogió uno rojo para atar la caja. Le tendió un billete de veinte y volteó para irse.

—¡Espera! ¡Tu cambio!

—Quédatelo. —Sonrió—. ¡Gracias, Chica Muffin!

Bella estaba sonriendo también, mientras le ayudaba al cliente siguiente. Vainilla era un romántico empedernido. Lauren era una chica afortunada.

~BMaC~

El fin de semana transcurrió rápidamente, horneando, preparando glaseados, y atendiendo la pastelería. Bella se movió por inercia hasta el siguiente lunes por la mañana, desempacando los suministros mientras eran entregados, y entonces comenzó con su contabilidad del mes. Era 31 de agosto. Estaba prácticamente resignada a hornear los muffins "Crema de Mantequilla de Maní y Chocolate" todo el mes. Incluso había ordenado frascos de mantequilla de maní.

Se encontraba llenando un recibo de depósito para su viaje semanal al banco cuando sonó la campanilla de la puerta. Bella se detuvo. No tenía órdenes especiales para hoy. ¿O sí? Si lo hacía, estaba completamente jodida, porque no recordaba tenerlo.

Bella se colocó los zapatos, rápidamente se recogió el cabello en una coleta y bajó las escaleras. Atravesó la oscura cocina y se dirigió al frente de la tienda. Su mandíbula cayó abierta cuando vio a Vainilla de pie bajo el toldo, una mano en su bolsillo y la otra sosteniendo una pequeña bolsa de papel blanca.

Bella quitó el seguro de la puerta y la abrió.

—Lo siento mucho. Está cerrado los lunes, pero tengo una buena selección en el refrigerador si quieres...

—Sé que está cerrado. Vi el cartel. Pero las luces estaban encendidas, así que esperaba que respondieras. Solo quería darte esto —dijo, ofreciendo la bolsa.

—¿Qué es? —preguntó Bella, curiosa. Mantuvo su pie contra la puerta para mantenerla abierta y tomó la bolsa con ambas manos. Echando un vistazo al interior, vio una caja de tienda de golosinas marrón y blanca. La sacó y la abrió—. ¿Tofi?

—Sigues buscando un ingrediente principal, ¿cierto? ¿Para tu nueva receta? ¿O ya encontraste algo? Iba a venir a primera hora esta mañana, pero tuve clases, y ha sido una locura últimamente la escuela.

—Dios, no. No lo he encontrado. Esto es increíble. ¡Gracias! —Las ideas ya aparecían en su mente. Muffins de pacana con glaseado de vainilla y unas pizcas de tofi, muffins de manzana y tofi, chocolate en capas con tofi y crema. Sus labios se estiraron en una enorme sonrisa de entusiasmo—. ¿Quieres entrar? Estaba terminando con el papeleo, pero eso puede esperar. ¿Quieres café?

—Café sería maravilloso —contestó él, frotando sus manos.

Era un día sorprendentemente frío, incluso para finales de verano en Seattle. Vainilla, realmente necesitaba preguntar cómo se llamaba en realidad, miró alrededor con curiosidad mientras ella ponía llave a la puerta y lo llevaba hacia la enorme cocina.

—Esto es increíble. Así que, ¿eres dueña de este lugar?

—Tengo contrato por cinco años, pero el negocio es bueno, así que planeo quedarme aquí. Además, me gusta vivir arriba de donde trabajo. Me da mucha más flexibilidad.

—¿Vives aquí? —preguntó, con un ligero sonrojo en sus mejillas.

—Síp. El anterior inquilino tenía una pastelería también, así que no tuve que invertir mucho en el equipamiento —dijo ella, llevándolo por la angosta escalera en el fondo—. Y el apartamento vino amueblado. También tiene una cocina profesional, lo cual es un regalo enorme. Puedo experimentar todo lo que quiero a pequeña escala, lo cual me salva de hacer un desastre abajo y minimiza el desperdicio si no tiene un buen resultado.

Ella no había pensado antes de invitarlo a pasar, pero de repente Bella era muy consciente del hecho que un hombre la seguía a su apartamento. Las únicas personas que siquiera habían estado allí eran Leah, Jake, Seth, Quil, y Embry. Y, aunque cuatro de los cinco eran hombres, compartían una larga amistad que era tan profunda como la familia. Ella apenas conocía a este tipo. Su corazón latía aceleradamente cuando abrió la puerta hacia su sala.

—Adelante, lamento el desastre —se disculpó.

Ella se había quitado las botas y había lanzado su chaqueta al sofá sin cuidado anoche. Había un vaso vacío con manchas doradas y whisky seco en la mesa ratona, junto con varias revistas de pastelería y decoración de pasteles. Su mesa estaba cubierta de recibos, formulario de pedidos, y su libro de contabilidad.

—No te disculpes. Es bonito. Comparto una casa con otros cinco chicos. El sofá cultiva migas y nadie nunca saca la basura. Es repugnante.

—Ah. Compañeros de piso. No puedo hacerlo. Soy ermitaña.

No había razones para meterse en sus historias de terror con sus compañeros de piso. Ella ya superó esa mierda. En gran parte.

—¿En serio? Eso me sorprende. Eres tan amigable y abierta. Especialmente con los niños. Te aman.

Bella resopló.

—Difícilmente.

—En serio. Ellos hablan de ti al irse. Creo que las personas vienen aquí tanto por ti como por tus pasteles. Aunque tus muffins son increíbles.

—Oh. No tenía idea. Gracias. —Bella se sonrojó. Le sirvió una taza de café y movió la crema y el azúcar sobre la mesa hacia él—. Quiero decir, me agradan los niños. Son directos y honestos. O al menos, comienzan de esa manera. Y me gusta hornear para las personas. Me gusta ser parte de sus celebraciones. Los cumpleaños, los baby showers, las despedidas de solteras, fiestas en estacionamientos, lo que sea. Se siente bien.

—Todos deberían amar su trabajo tanto como tú. Sigue creando recetas increíbles, y seguiré regresando. Planeo probar todo al menos una vez. Especialmente ese volcán que vi la primera vez que vine.

—Te guardaré uno la próxima vez que los haga —prometió ella.

—Y bien, ¿qué hornearás hoy? ¿Esto ayuda? —preguntó, indicando la caja de tofis—. Esos son mis favoritos. Mi tía nos envía una caja todos los años por el cumpleaños de mi papá. Él no puede comerlos. Su dentadura, ¿sabes? Pero él no le ha dicho eso, porque sabe lo mucho que me encanta.

—Oh, por Dios, no puedo usar estos. ¡Son un regalo, y suena como uno especial también!

—Detente. Está bien. Puedes ordenarlos directamente de la compañía en línea. Ni siquiera son tan caros. Tú me ayudaste. Quería devolver el favor.

—Gracias. Eso es realmente dulce. ¿Quieres probar un par de ideas para muffins conmigo? ¿No tienes ninguna clase o una cita o algo?

—Nop. Estoy libre toda la tarde. Muéstrame lo que quieres que sea medido o revuelto. Incluso ayudaré a limpiar.

—Está bien —acordó, sonriendo. Su entusiasmo era contagioso.

Bella precalentó el horno, luego sacó bols, fuentes para horno e ingredientes básicos, apilándolos sobre la encimera. Ella tomó una hoja e hizo cuentas rápidas para bajar la escala de una de sus otras recetas. Ella quería probar una receta de tofi y manzana, comenzando con el muffin "Manzana y especias", pero sin las especias, añadiendo una manzana fresca y rallada, y vertiendo una capa de tofi arriba.

Ella reacomodó su cabello, se lavó las manos y le lanzó un delantal a Vainilla.

—No queremos llenar de harina tu suéter —bromeó.

—De hecho, está mucho más cálido aquí que afuera. —Él levantó su chaleco, enrolló sus mangas y se lavó las manos antes de atar el delantal alrededor de su cintura—. ¿Qué tal luzco?

—Muy adorable. Como si estuvieras en tu debut como chef de televisión —Bella rio—. Vamos, ven aquí. Mide los ingredientes secos en este bol, luego mézclalos con este batidor.

Vainilla leyó sus notas y seleccionó una taza medidora, tomando una buena cantidad de harina del frasco.

—¡Espera! No. Aquí. Toma esto —dijo ella, tomando la taza medidora y mostrándole cómo nivelar—. Hay mucha química al hornear. Tienes que tener las cantidades correctas. Cómo mezclar lo húmedo con lo seco, el tipo de aceite o grasa que usas, el número de huevos, la presencia de cacao o nueces, incluso la temperatura de los ingredientes en cada paso, todos afectan al producto final.

—Oh, cierto. Eso lo sabía —dijo él, avergonzado.

—Está bien.

Bella dio un paso atrás y lo observó alisar la cuchara medidora con el dorso de un cuchillo antes de añadir la sal a la harina. Mordiéndose el labio para contener la risa, ella mezcló el azúcar con los huevos, batiendo hasta conseguir una consistencia cremosa con su espátula.

Levantó la mirada cuando Vainilla tomó el frasco de azúcar.

—¡Azúcar no! Ya hice eso.

—Pero dijiste todos los ingredientes se...

—Lo siento. Sé que dije eso. Eh... verás, el azúcar se derrite cuando se calienta, así que lo tratamos como un líquido. Lo mezclamos con la mantequilla y los huevos para asegurarnos de que esté distribuido más uniformemente antes de entrar al horno. Así obtienes una textura más suave. Una migaja más fina.

—Okey... —dijo él, luciendo abrumado.

—No te preocupes. Lo estás haciendo genial. ¿Quieres rallar un poco de manzana?

—Claro. Puedo hacer eso.

Bella le pasó un pequeño cuchillo, una tabla de picar, un rallador y un bol.

—Adelante y corta una manzana en cuatro, quita las semillas, y pelala. Estas Jonagolds son buenas. Ricas y ácidas. Rallalas en ese bol. Usaremos dos tercios de taza, así que solo rallala toda. Pero cuidado con los dedos.

El horno pitó para indicar que estaba precalentado. Bella colocó moldes en el molde de quince muffins y hábilmente combinó todo. Vainilla permaneció en su lugar y observó mientras ella rápidamente vertía mezcla en cada molde, usando la espátula para controlar el flujo al mismo tiempo que se movía entre moldes. Solo derramó una gota y tuvo que contener una sonrisa triunfante. Puede que estuviese alardeando. Solo un poco.

—De acuerdo, eso fue increíble —dijo él, visiblemente impresionado.

—Haz algo todos los días de tu vida y tenderás a ser bueno en ello. —Se encogió de hombros, quitándole importancia a su elogio. Por dentro, su estómago estaba dando saltos, y su corazón estaba entusiasmado—. Bien, ¿qué dices de derretir este tofi para verterlo sobre la cubierta cuando estén hechos?

—¿En el microondas?

—Agh. No. Tengo una cacerola pesada para hacer caramelo, porque se calienta mucho más que hervir agua. No quieres salpicar. Las quemaduras de caramelo son horribles —dijo ella, mostrándole las cicatrices en su mano y antebrazo—. Lavé una cuchara y no lo probé apropiadamente antes de revolver gotas de melaza que estaba haciendo con mi Nana cuando era una niña. Son pequeños dulces deliciosos que ella espolvoreaba con azúcar glas y guardaba en un bol en su encimera. Dolió tanto que estaba por entrar en pánico. Pero Nana se mantuvo tan tranquila. Sostuvo mi brazo bajo el grifo y me dio una palangana de agua helada para hundir mi brazo cada vez que el dolor era insoportable. Terminó de cocinar sin mí, porque no podía dejar de llorar. No creo que algo duela más que las quemaduras.

—Probablemente tengas razón. Esa es una de las razones por las que quiero especializarme en el tratamiento del dolor para víctimas de quemaduras después de la escuela de medicina. En la última década, ha habido una gran demanda de tratamientos avanzados para víctimas de quemaduras, especialmente en el ámbito militar, pero seguimos recetando a las personas con narcóticos fuertes, creando una dependencia y resistencia sin ofrecer algún tipo de calidad de vida. Hay una enorme demanda, pero no muchas soluciones nuevas.

—Eso es increíble. Aunque, tengo que admitir, pensé que planeabas ser cirujano cuando te vi por primera vez.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Tienes dedos tan hermosos y elegantes —confesó—. Imagino que eres muy bueno con las manos.

Demasiado tarde, ella se dio cuenta de que estaba coqueteando. Vainilla estaba sonrojándose de nuevo, jugando con las tiras del delantal. Eso solo llevó su atención de vuelta a las manos de él, y entonces también estaba sonrojándose.

—De hecho, mi papá es cirujano. Da clases en UW.

—Ajá —dijo Bella, mentalmente chocando las cinco con ella misma. No siempre tenía la oportunidad de verificar sus suposiciones, pero había estado en lo correcto más del cincuenta por ciento de las veces que sí lo confirmó. Obligándose a volver a hornear, dijo—: No quiero desperdiciar los tofis, así que solo voy a derretir lo suficiente para cubrir dos muffins por ahora. Puedo congelar el resto y regalarlos, o colocarlos en plato de descuentos mañana si son buenos para vender.

—¿No crees que saldrán buenos?

—Espero que sí. Lo veremos. Probemos uno con chocolate. Hablando de eso, ¿qué tal le pareció el muffin "Esmoquin" a tu novia?

—¿Te refieres a Lauren? Eh, le gustó.

—Genial —dijo Bella, preguntándose por qué el cuarto de repente se sentía frío. ¿Estaba mal que ella le recordara a él, y a sí misma, que no estaba disponible?

—Sí —masculló él, observando la pantalla digital del horno.

—Bueno, probemos esta receta. Tofi y nueces de nogal combinan muy bien.

Comenzaron el proceso de nuevo, usando harina de nuez, pedazos de nuez y trozos de chocolate negro en la mezcla. Bella le mostró a Vainilla cómo hacer glaseado, sonriendo para sí misma al verlo medir dos cucharadas de té de esencia de vainilla. Ella casi no quería saber su verdadero nombre, el nombre por el que todos los demás lo conocían. En su cabeza, él ya tenía un nombre que encajaba perfectamente.

Cuando los muffins de manzana estuvieron listos, ella vertió una fina capa de tofi traslúcido y delicado sobre dos de ellos, y colocó la bandeja en una rejilla. Los muffins de nueces fueron metidos en el horno, y ella escribió las direcciones para que Vainilla mida los ingredientes para una mezcla de muffin de chocolate.

Él preguntó si podía abrir los huevos, y pasaron varios minutos retirando los fragmentos del fondo del bol, riéndose de su torpe intento. Él mezcló los ingredientes por sí mismo, rápidamente respondiendo sus sugerencias sobre cómo sostener la espátula y el bol. Bella sintió su rostro hervir al observarlo, ver la expresión de concentración intensa en sus ojos color ámbar. Atrapaba su lengua entre sus dientes mientras trabajaba, sus manos y antebrazos flexionándose con cada movimiento del utensilio.

—Suficiente —dijo Bella, interviniendo de repente. Ella podía sentir su pulso latiendo fuerte en su estómago.

Vainilla se apoyó contra la encimera, cediendo el control sin una palabra. Bella vertió la mezcla en el molde de muffin y tomó los muffins de manzana. Seguían calientes, pero el tofi crujía, brillante y duro arriba.

—¿Quieres un poco de leche? —ofreció ella mientras se servía un vaso.

—Sí. Gracias.

Se pararon frente a la encimera y probaron los postres.

—Demasiado dulce —dijo Bella al mismo tiempo que él dijo—: Le falta manzana. —Ambos rieron.

—Ya está demasiado húmedo. No puedo añadir más manzana. No me di cuenta que el sabor desaparecería tanto sin la canela y nuez moscada.

—No creo que sea demasiado dulce, pero veo a lo que te refieres. Sería muy pesado. Estos no lucen tan esponjosos como tus otros muffins.

—No lo hacen. Buen ojo. ¡Te convertiremos en un chef muffin!

—Pero realmente me gusta el crujiente de tofi. Creo que irá bien con las nueces de nogal.

Ambos estuvieron de acuerdo de que el muffin de nuez era un contendiente, pero cuando Vainilla vio lo que Bella había planeado para su tercera receta, sus ojos se abrieron de par en par.

Bella le quitó el molde y cortó el pastel de manera horizontal en tres partes. Reconstruyó el muffin dentro de un envoltorio de papel de embalaje, vertiendo tofe derretido sobre la primera capa del muffin, seguido por una fina capa de chocolate derretido. La segunda capa era glasé de tofi y vainilla, y la creación fue cubierta con ganache de chocolate, virutas de chocolate y una pizca de tofi triturado.

—Este es el elegido —dijo él, antes de siquiera probar un bocado.

—Lleva mucho trabajo, pero vale tanto la pena. —Ella sonrió, quitando el papel para mostrarle las capas una vez que se enfrió.

—Es tan hermoso, no puedo decidir si quiero comerlo o ponerlo en exhibición. —Él rio, desenvolviendo el suyo—. Tres muffins en una tarde. Voy a quedar frito después de esto.

—No lo como completo. Es una prueba de sabor, no un bufet —dijo Bella, señalando los muffins apenas tocados en su plato.

—Sí, claro. Como si pudieras solo probar. ¿Cuál vas a elegir?

—Estoy indecisa entre el de nuez y el de capas. ¿Qué hay de ti?

—Este. Definitivamente este —dijo él, terminando el muffin de capas con los ojos cerrados y una sonrisa satisfecha y cubierta de chocolate en sus labios.

Bella rio, mojando la esquina de un paño y limpiándole la esquina de su boca.

—Aw, Vainilla. Te encantó el chocolate.

—¿Vainilla?

—Emm —Bella dio un paso atrás, avergonzada.

—Bueno, no sé tu verdadero nombre.

—Así que elegiste Vainilla...

—Lo siento. Fue el chaleco de lana.

Él estalló en carcajadas.

—Vainilla. —Rio bajo su aliento.

—¿Qué?

—Nada. Me gusta, Chica Muffin. —Llevó su mirada al reloj sobre la estufa—. Mierda. Se está haciendo tarde. Será mejor que me vaya. ¿Te veo el viernes?

—Claro. Eso suena genial.

Ella lo siguió por las escaleras y lo acompañó hasta la puerta. Desde la oscura ventana de su tienda, lo vio marcharse, su suéter sobre un brazo y harina en su cabello. Él nunca le había dicho su nombre.

~BMaC~

Cuando Vainilla entró a la tienda el viernes por la mañana, ya había una gran multitud. Bella había tomado una foto de su nuevo muffin y la había colgado junto a la ventana. "Crujido de Tofi y Chocolate". Era un éxito. Ella había usado el paquete completo de tofis en los primeros dos días y tuvo que buscar una de las viejas recetas de su abuela para hacer los suyos. Los muffins definitivamente requerían de mucho más trabajo intenso que la mayoría, lo cual era reflejado en el precio, pero no parecía haber impactado en las ventas en absoluto. Cuando él llegó al frente de la cola, Bella sacó una caja de pasteles blanca de atrás del mostrador.

—Para tu grupo de estudio —dijo ella—. Si necesitas más de doce, puedo llenar otra caja.

—De hecho, solo somos diez. Eso quiere decir tres para mí. Perfecto. —Sonrió, buscando su billetera.

—Ajá. Nop. Cortesía de la casa. Gracias por la inspiración.

Él pausó, su ceño fruncido ligeramente, antes de asentir de acuerdo.

—Si insistes. Estamos a mano. Por ahora. Nos vemos, Chica Muffin.

—Adiós, Vainilla. —Rio ella, entonces volteó hacia la siguiente persona en la cola.

~BMaC~

El lunes siguiente, Bella estaba colocando glaseado con la manga pastelera sobre papel vegetal, haciendo zanahorias dulces frescas para decorar sus muffins de zanahoria, cuando sonó la campana. Su corazón se sobresaltó, y su rostro se sonrojó. Sabía quién era antes de siquiera girar.

—¿Buscas tu dosis de azúcar?

—¿Soy tan obvio?

—Bueno, golpeas la puerta de una pastelería cuando está cerrada. Me suena a desesperación —lo desafió.

—Soy un adicto. ¿Qué puedo decir? —contestó, sonriendo.

—Bueno, entra entonces. Puedes ayudarme a hacer decoraciones.

—¿Colgar serpentinas y globos? Soy bueno para eso.

Bella lo miró de arriba abajo.

—Gracias, pero no. Aunque podrías ayudarme con las decoraciones de Halloween el próximo mes. Ahora mismo, estoy haciendo decoraciones para los muffins.

—Si cometo un error, ¿puedo corregirlo?

—Ja, ja. Claro. ¿Por qué no? —Bella le enseñó la cocina comercial, le dio un delantal y redecilla, y entonces procedió a enseñarle cómo usar la manga pastelera.

—Está bien, esa es una zanahoria fea. Supongo que tendré que comerla —dijo él, tomando el amasijo de glaseado naranja.

Bella golpeó su mano.

—Detente. Estás rompiendo al menos tres reglas de higiene ahora mismo. No quiero perder mi licencia de cocina comercial por una zanahoria deforme. Cuando terminemos, las clasificaremos. Puedes tener todas las descartadas.

—¿Descartadas? Awww. No las llames así. Tiene sentimientos.

—Cállate, Vainilla. Tenemos otra bandeja por hacer, además tengo pocas rosas, margaritas, y caras sonrientes.

Parados uno junto al otro, se divirtieron mientras terminaban las zanahorias dulces, Bella siguiéndolo por detrás con glaseado verde para las hojas. Llenaron cinco estantes con bandejas de decoraciones antes que él mirara su reloj y se quitara el delantal.

—¿Puedo tener mi zanahoria loca ahora?

—No está seca aún. Te la daré el viernes —dijo Bella, comprometiéndolo a venir sin pensarlo.

Él no objetó.

—No vemos entonces, Chica Muffin.

—Ten una buena noche, Vainilla. —Rio ella, saludándolo con una mano mientras él se alejaba por la acera.

—¿Quién mierda?

Bella se dio la vuelta para ver a Seth y a Leah mirarla con ojos bien abiertos.

—Eh, es solo un amigo. Me estaba ayudando en la tienda. ¿Quieren entrar?

—De hecho, regresábamos a mi casa para mirar una película. Jake también vendrá. ¿Quieres venir? —dijo Leah.

—Sí. —Bella aceptó—. Déjame tomar unas delicias para llevar, o sino Jake hará un berrinche. Él siempre tiene hambre. Cómo no ha duplicado de tamaño, no lo sé.

Llenó una caja con diferentes muffins. Cuando se unió a sus amigos en la acera, Seth tomó la caja, y Leah enlazó su brazo con el de Bella.

—Habla.

—¿Sobre qué?

—Sobre ese bombón pijo que salió de aquí hace dos segundos sonriendo como si acabara de tener sexo.

—No tienes idea de lo que hablas. Él es solo un amigo. ¡Y él tiene novia! —Bella protestó—. Además, me conoces. ¿Ves? —Señaló al piercing en su labio—. Sigo en abstinencia y feliz de estar así.

—Sí, bueno, yo también, pero no estoy feliz al respecto —Leah se quejó.

—Emborracha a Jake y diviértete con él.

—¿E intercambiar gérmenes con la mitad de las zorras en Seattle? No, gracias. Jake es el mujeriego más grande que conozco. Tendrá que permanecer seis meses limpio antes de permitir su polla cerca de mí —respondió Leah, haciendo una cara de asco.

—Eh, ¿podrían las dos no hablar de sexo junto a mí? —Seth rogó, luciendo verde.

—Aw, Seth. ¿Te pone incómodo imaginar a tu hermana mayor follarse a tu jefe? —Bella bromeó, manteniendo la puerta abierta para él mientras ingresaban al edificio de Leah.

—Vete al diablo, Bella. Eso está mal y lo sabes —gruñó, presionando el botón del ascensor para subir.

Bella y Leah colapsaron contra la pared trasera del ascensor, riéndose de su expresión atormentada.

Los amigos se encontraban a mitad de los avances cuando llegó Jake, aventándose sobre el gigante puf junto a Leah y estirándose para tomar un muffin.

—Me tomaré el resto de la noche. Estoy harto de las mariposas, los arcoiris, y otras mierdas. Si no puedo hacer un tatuaje de verdad, no quiero hacerlo.

—Oh, pobre bebito. ¿Demasiado estrógeno en el estudio últimamente? —Leah pinchó su costado.

Jake atizó su mano, así que ella lo pinchó de nuevo. Él se retorció, apartándose, dejando su bocadillo de vuelta en el plato y sostuvo sus muñecas, atrapándola con sus manos más grandes.

—Quédate quieta, mujer —gruñó.

—Oblígame —lo desafió, su mirada desafiante y seductora.

—Está bien.

Él la jaló sobre él, envolviendo sus brazos musculosos y tatuados como un chaleco de fuerza alrededor de su esbelta figura.

Bella captó la mirada de su amiga, sus ojos bien abiertos y llenos de preguntas. Leah simplemente puso los ojos en blanco y sonrió. Ella sabía lo que estaba haciendo. Estaba harta de esperar a que Jake se diera cuenta. Bella se preguntaba cuánto tiempo le llevaría a Leah enganchar a su mejor amigo. Seis meses no, estaba segura.

Ellos serían una muy buena pareja. Realmente buena. Dos individuos seguros de sí mismos, motivados, fuertes, y artísticos, empecinados en vivir la vida bajo sus propios términos. Ella ahogó el pinchazo de dolor bajo sus costillas.

No estaba exactamente celosa... pero sí le recordó lo que estaba perdiéndose. Cuando se imaginaba en la posición de Leah, no eran brazos de piel oscura rodeando su pecho, era piel pálida y manos gentiles. No como si eso fuera a suceder alguna vez. Ella solo era amiga de Jake y su equipo. Ella podía ser amiga de Vainilla también.

Sonrió melancólicamente para sí misma y llevó su atención de vuelta a la televisión. El pobre de Seth estaba fulminando con la mirada a la pareja en el puf. Bella empujó su pie con el suyo. Él se encogió de hombros y esbozó una sonrisa. Bella estaba segura que, mientras que Jake no jugara con Leah, Seth podía soportar este nuevo acontecimiento.

~BMAC~

Ese viernes, Bella tenía una bolsa llena de dulces esperando para su cliente favorito. Él deliberó sus opciones por varios minutos, permitiendo que otros dos clientes avanzaran antes que él. Cuando hubo un descanso entre el tráfico, Bella caminó alrededor del mostrador para mirar las cosas desde su perspectiva.

—¿Qué mensaje intentas transmitir ahora?

—¿Eh?

—A tu novia —dijo Bella—. Dah.

—Oh. Cierto. De hecho, no estoy seguro.

Él estaba mirando al suelo, moviendo sus pies sobre las baldosas inquietamente.

—El "Terciopelo Rojo" es bastante popular.

—Seguro. Ese funcionará.

—Está bieeeen —dijo Bella, sorprendida por su actitud evasiva—. ¿Hay alguno que te guste más?

—No. Ese está genial. Muchas gracias.

Él le tendió un billete de veinte, pero se negó su cambio de nuevo, abandonando la tienda con una sonrisa distraída y saludando con la mano.

—Adiós, Vainilla —dijo Bella bajo su aliento, confundida por su comportamiento.

~BMaC~

Al día siguiente, Bella hizo una llamada.

—Angela, soy Bella Swan. La última vez que hablamos dijiste que podrías estar disponible para tomar unas horas durante el otoño e invierno. ¿Eso sigue estando bien?

—Por supuesto —dijo Angela con felicidad.

Bella podía escucharla sonreír a través del teléfono. Continuó:

—¿Qué hay de mañana? Quiero ir al mercado de productores, abre a las diez. ¿Estás libre desde las nueve hasta el mediodía?

—¡Sí! No hay un movimiento mañana, ¿cierto?

Bella podía escuchar parloteo en el fondo y el zumbido de una máquina expreso. Angela era una adicta al café. Probablemente estaba alimentando su adicción en su segunda casa, el Starbucks de la avenida.

—Nop. Debería estar bastante lento. Hay un par de retiros agendados, pero tendré todo preparado en cajas.

—¡Genial! Te veré mañana. ¡Gracias, Bella!

Bella colgó, sacudiendo la cabeza. Angela siempre usaba más de un número normal de signos de exclamación.

Al día siguiente, Bella tomó su identificación, dinero y tres bolsas grandes, y abordó el autobús que se dirigía hacia el oeste, a Ballard. Ella siempre usaba calabaza en su especial de octubre, y ella quería comenzar temprano con su próxima receta nueva.

Los vendedores seguían descargando cajones y armando sus puestos cuando Bella llegó al mercado. Esquivó carretillas y carritos, admirando la velocidad con que los vendedores levantaban las tiendas y mesas, colgando carteles y construyendo pilas de productos agrícolas y otras mercaderías en sus mesas. Cada vez más y más, el mercado estaba atrayendo creadores de joyas, tejedores y otros pequeños negocios.

Mientras miraba a su alrededor, Bella hizo una nota mental de un lácteo local que estaba vendiendo quesos caseros, un agricultor que ella conocía de visitas anteriores que siempre le hacía un descuento, y una chica que estaba colgando gorros tejidos en tonos oscuros. Sabía que a Leah le encantaría el color marrón y rojo oscuro. Ella encontró lo que estaba buscando justo cuando el mercado abrió; un puesto de una granja ubicada en Puyallup que vendía calabazas dulces.

Bella regresó a los quesos, probó varias muestras, y entonces compró varios frascos, metiéndolos en una de sus bolsas. Se tomó el tiempo de observar los productos, comprando comestibles frescos para ella misma.

La chica de los tejidos resultó ser una ex clienta y amiga de Seth, tenía tatuajes gemelos de serpientes que trepaban desde sus delgadas muñecas hasta sus codos. Los diseños bailaban de manera sinuosa mientras trabajaba. Bella se quedó con ella por casi media hora, charlando sobre sus amigos en común y los desafíos sobre trabajar de forma independiente y artesanal. Entonces compró el gorro para Leah y regresó al puesto de las calabazas. Además de las calabazas dulces, el vendedor tenía una fantástica variedad de calabacines de decoración y una gigantesca y monstruosa calabaza.

—¿Realmente crees que van a vender esa cosa? —preguntó ella con incredulidad.

—Ya está vendida. Van a traer una camioneta para recogerla cuando cierre el mercado —dijo el hombre, riéndose junto con ella—. Es un dolor en el trasero trasladarlas, pero llaman la atención de las personas. Si no logro venderla, simplemente la cargo de vuelta a la camioneta y la llevo al mercado Crossroads el martes. Pero casi siempre encuentro a alguien dispuesto a pagar por diversión. ¿Por qué, estás interesada en comprar una?

—Eh, no. Definitivamente no. Pero quiero comprar una docena de tus calabazas dulces. ¿Me das tres por dos?

—Ay. Compra tres, te llevas una de regalo. Puedo darte eso.

Bella frunció los labios. Veintisiete versus veinticuatro dólares. Se encogió de hombros. Bastante bien.

—Hecho.

Bella contó el dinero y cuidadosamente eligió doce calabazas brillantes y naranjas, tocando cada una para revisar la frescura y la humedad. Si se encontraban demasiado secas, el interior no sería demasiado sabroso. Demasiado húmedo y se haría puré hasta ser una sopa pastosa que arruinaría la mezcla de muffin. El vendedor la observó con una sonrisa aprobatoria en el rostro mientras ella llenaba sus bolsas y giraba para irse.

Soltó un chillido, casi dejando caer todo cuando se topó con un pecho conocido cubierto por un suéter.

—¿Vainilla? ¿Qué haces aquí?

—Dios. Lo siento mucho. Eh, hola. Estoy aquí con Lauren y su compañera de piso. Solo mirando. Vaya. ¿Qué es todo esto? ¿Tienes una pila de cabezas cercenadas allí?

—Me atrapaste. Estoy haciendo muffins de sangre y cerebro el próximo mes. A las personas les encanta.

—Eso está tan mal. Pero en serio, ¿qué hay con todas esas calabazas? Aún faltan como siete semanas para Halloween.

—Son calabazas dulces. Para hornear. De hecho, estoy regresando a la tienda ahora. Angela la está cuidando por mí. Ella es mi empleada de medio tiempo durante el verano y me ayuda de vez en cuando.

—Genial. ¿Dónde está tu coche? Te ayudaré a cargarlas.

—Oh, vine en autobús. Mi parada está justo allí. —Bella asintió en dirección frente al mercado.

—¿Bromeas? Ven, déjame llevarte.

—Eso es muy dulce, pero en serio, puedo con esto. Además, pensé que tu novia y su compañera de piso estaban aquí contigo.

—Están probándose joyas. Estarán bien por al menos una hora más. Insisto. Vamos, Chica Muffin. —Él sonrió, tomando una de las pesadas bolsas.

—Bueno, si estás seguro de que está bien —cedió.

Bella estaba simultáneamente preocupada y aliviada. Las bolsas eran más pesadas de lo que había esperado, y estaba realmente emocionada por ver qué tipo de coche conducía. Cuando abrió la puerta trasera del coche plateado estacionado a mitad de cuadra, Bella tuvo que morderse la lengua. La imagen ahora estaba completa.

—Este debe tener excelentes reseñas sobre seguridad —dijo ella con un tono inocente.

—Solo dilo.

—¿Decir qué?

—Crees que es un chiste afeminado.

—¡Jamás! —Rio ella.

—No puedo leer tu mente, pero tu rostro transmite en cada frecuencia. Está bien. Se lo compré a una amiga que estaba teniendo problemas para pagar su matrícula. Sé cómo luce.

—Está bien. Tienes razón. Hace que tu chaleco de lana luzca como una armadura espartana. Pero, oye. Al menos es plateado, no amarillo brillante. O rosa.

—¡Uf! Vaya. Vas a matar lo que queda de mi autoestima. ¿Dónde están mis pelotas? Parece que las he perdido.

Bella estalló en risas, sosteniéndose el estómago con los brazos porque dolía reírse demasiado fuerte.

—Oh, por Dios, Vainilla. Lo siento mucho.

—No te preocupes. Estoy bien. —Él sonrió, metiéndose fácilmente en el tráfico—. Me encanta escuchar tu risa. Vale la pena.

—Awww, allí vas siento todo dulce de nuevo —dijo Bella, sintiendo sus mejillas arder.

Miró por la ventana. De manera extraña, ella deseaba que su tienda estuviera a horas, no minutos de distancia. Mientras se acercaban a la tienda, escuchó el teléfono de Vainilla comenzar a sonar, pero él lo silenció de inmediato.

—De acuerdo. Aquí estamos. Déjame ayudarte a cargar todo esto adentro.

—Eso no es necesario. Puedo hacerlo —razonó ella.

—Solo me llevará un segundo —le aseguró, deteniéndose junto a la acera y bajándose para tomar las bolsas del maletero.

Bella esquivó la mirada curiosa de Angela cuando entraron a la tienda. Ella depositó las bolsas detrás del mostrador y le agradeció. El teléfono de él comenzó a sonar de nuevo, pero lo dejó ir al buzón de voz.

—¿Te veré mañana? —preguntó él, con ilusión.

—Eh. Claro. Estaré aquí.

—¡Genial! —dijo él, saludando con la mano mientras abandonaba la tienda y subía a su coche de nuevo.

—¡Oh. Por. Dios! ¡¿Quién era ese?! Bella, él es SEXY. Oh, vaya —chilló Angela, abanicándose frenéticamente—. Por favor, dime que estás disfrutando de eso. ¡Esos jeans! ¡¿Cómo es legal eso?!

—Angela. Detente. Él es solo un amigo.

—No-oh. ¡De ninguna manera! Bueno, si no lo vas a aprovechar, yo lo tomo. ¿Tienes su número? ¿Cómo se llama?

—Tiene novia. Y no es tan sexy —Bella mintió, inclinándose con el pretexto de tomar sus bolsas para ocultar su sonrojo.

Él realmente lo era. Y aún más. Desafortunadamente, ella no tenía su número. Ni siquiera sabía su verdadero nombre. Esto era jodido.

—Necesitas gafas aún más que yo, eso es todo lo que voy a decir. —Angela resopló, y entonces rio—. Y sus manos... Puedo imaginar... Mmm.

—¡Angela! —Bella gritó más fuerte de lo planeado.

—Lo siento. Eh, Miller no ha venido aún, pero los otros dos fueron retirados. Tienes razón. Ha estado bastante lento.

—Está bien. Estaba pensando que podría ser bueno para mí tener unas horas los domingos por la mañana. Fue bueno tener un descanso hoy. ¿Estarías interesada en hacer esto de manera regular?

—¿Solo los domingos?

—Así es.

—Eh. Sí, eso sería bastante útil. Mi mamá no cree que necesite gastar dinero. ¡Las horas que puedas darme serían increíbles!

—Gracias, Angela. Si estás disponible el próximo domingo en las mismas horas, me encantaría tu ayuda.

—¡Gracias, Bella! ¡Eres la mejor! —chilló la chica más pequeña, abrazando a Bella más fuerte de lo que esperaba considerando la pequeña complexión de Angela.

—Genial. Gracias. Eres una salvavidas.

Bella escribió un cheque para cubrir las horas de Angela, recogió su cabello y se lavó las manos. Tenía dos docenas de muffins de chocolate que descongelar para un pedido de la mañana siguiente.

Mientras Bella trabajaba, se dio cuenta que su lengua jugaba con el piercing en su labio. De ninguna manera. Nop. Estaba más feliz sin un hombre en su vida. Estaba completamente satisfecha, se dijo a sí misma de manera desafiante. Pero la sensación de temblor, de un suave mareo en su estómago contaba una historia diferente. Ella no estaba satisfecha. Y el hombre que quería no estaba disponible.

~BMaC~

Cuando el timbre sonó tarde el lunes por la mañana, Bella dudó antes de contestar. Estaba hasta los codos llena del interior de las calabazas, habiendo preparado un tercio de las calabazas para asar. Se sentía sin aliento al lavar y secarse las manos. Aún cargando el paño, Bella se dirigió al frente de la tienda y miró. Vainilla se encontraba allí bajo el toldo, inquieto sobre sus pies, con las manos en los bolsillos de sus pantalones y una expresión nerviosa en su rostro.

—Hola, Vainilla —lo saludó con forzada alegría.

Ella estaba muy emocionada de verlo. Demasiado emocionada. Necesitaba mantenerse tranquila.

—Hola. No es demasiado temprano para venir, ¿cierto?

—No. Por supuesto que no. Adelante —dijo ella, haciéndose a un lado.

Él arrugó la nariz y sonrió.

—Hueles a calabaza.

—Sí, bueno, tú también lo harás en un minuto. Ponte el uniforme —dijo, lanzándole un delantal.

Bella le mostró cómo probar si las calabazas están en el punto necesitado, quitar el interior naranja, mezclarlo y guardarlo para congelar. Ella dejó a un lado varias tazas para usar en sus pruebas de esa tarde.

—¿Tienes que ir a algún lado, o quieres ser mi asistente y catador de nuevo?

—Ponme a trabajar. Soy todo tuyo —dijo él con una sonrisa pícara.

—Déjame cerrar todo esto, y podemos ir arriba. Ten esto —dijo, tendiéndole su libreta llena de recetas.

Sus pies se sentían pesados mientras subía las escaleras a su apartamento. Era una combinación de anticipación y temor. Estar sola con él, trabajar cerca de él, era un placer envuelto en agonía, rociado con feromonas.

Vainilla la seguía de cerca, sus brazos llenos de ingredientes frescos. Ella estaba demasiado consciente de cada susurro, cada aliento, cada paso que él daba. Bella despejó un lugar de la mesa para que él colocara las cosas, y entonces se mantuvo ocupada en la cocina, limpiando las encimeras y sacando todos los utensilios, bowls y bandejas que necesitarían.

Mientras comenzaban la primera receta, apenas hablaron. El aire se sentía demasiado caliente, cerca, como si faltara oxígeno. Una vez que la bandeja de muffins se encontraba en el horno, Bella se quitó los zapatos frente al sofá y le quitó la sudadera. No ayudó. Su piel estaba ardiendo.

Vainilla la siguió, quitándose el suéter. Él pausó, y entonces desabotonó su camisa y la colocó sobre el respaldo del sofá. Ella podía ver los músculos de sus brazos y pecho, esbelto y fuerte bajo su camiseta blanca. Bella apartó la mirada.

—¿Qué sigue? —preguntó él.

—Yo... Esta. Esta fue mi segunda opción el año pasado. Lo he modificado un poco, pero no lo he probado aún.

Vainilla se paró detrás suyo, leyendo la receta sobre su hombro. Bella tragó fuerte. Podía sentir el calor de su cuerpo. O quizás era el calor de su propio cuerpo, irradiando y regresando a ella. Se estiró en busca de una taza medidora, pero calculó mal, haciéndola volar a esta sobre la encimera. La mano de él salió disparada, tomándola antes de que cayera al piso.

Su pecho se presionaba contra su espalda. Se quedaron quietos en esa pose, ninguno se movió. Bella lo sintió inhalar y contenerlo.

Silencio.

Las manos de ella temblaban. Las presionó contra la fría superficie de la encimera. Se acercó más, y se dio cuenta que no era solo ella. Él estaba ardiendo también. Lo sintió, duro e imperioso, presionado contra su trasero. Él bajó la taza medidora con un repiqueteo y cubrió su mano con la suya. Dedos largos y fuertes sobreponiéndose sobre los de ella, curvándose entre ellos, apretándolos en un puño entrelazado.

Él exhaló e inhaló de nuevo, su nariz en su cabello, frotándose contra su oído. Bella gimió, suave pero necesitada. Las caderas de él se movieron, presionando su polla contra ella. Empujó contra él, soltando un suspiro tembloroso mientras se deslizaba sobre la curva de su trasero.

—Te deseo —susurró él, usando su otra mano para jalar del lazo en su cabello.

—Oh, Dios —chilló suavemente, su cabello cayendo en una cascada alrededor de sus hombros.

Todos los pensamientos de resistencia se evaporaron. Su consciencia se concentró en la esfera de aire súper caliente que crujía alrededor de ellos. Giró para verlo.

Sus labios se deslizaron hacia los suyos firmemente, una liberación repentina de tensión y control. Brazos largos y esbeltos la levantaron sobre la encimera. Rodeó sus rodillas con sus manos, fuertemente arrastrándola hacia el borde. Bella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, cruzando sus tobillos y jalándolo hacia ella con fuerza. Su lengua se deslizó entre sus labios, su boca moldeándose contra la de ella. Estaba sorprendida. Su piercing solo intensificaba las sensaciones, jalando y tirando con cada movimiento. Deslizó sus manos sobre sus caderas, por debajo de su camiseta, ardiendo contra su piel.

—Te deseo tanto —gruñó él de nuevo, moviendo su boca a lo largo de su garganta, incluso mientras levantaba su camiseta aún más.

Bella se apartó lo suficiente para quitársela, ayudándolo a hacer lo mismo. Él manipuló con torpeza su sostén por un segundo, antes de que también cayera al suelo.

—Mierda —gimió, la palabrota escapando de sus labios la hizo estremecer.

Vainilla se lamió los labios con hambre mientras observaba sus pechos. Frotó sus pulgares con vacilación sobre sus pezones, acariciando los aros de metal de un lado al otro en un repetitivo arco. Bella se quedó sin aliento, y arqueó la espalda, alentándolo a ser más agresivo. Él se inclinó para tomar un pezón en su boca, retorciendo el aro con la punta de su lengua.

—Agh... Más... Por favor... —rogó, enredando sus dedos en su cabello, jalándolo más cerca, desvergonzadamente meciendo sus caderas contra él.

El horno pitó detrás suyo, y él maldijo. Moviéndose más rápido de lo que la visión de Bella podía seguir, tomó un guante de cocina, abrió el horno y dejó la fuente sobre la estufa. La puerta del horno se cerró de un golpe, y él volteó hacia ella de nuevo inmediatamente. Vainilla lanzó sus lentes sobre la encimera, y jaló frenéticamente del cinturón de ella.

Les llevó cinco segundos quitarse el resto de sus prendas. Los ojos de Bella se agrandaron en sorpresa. Había tinta negra desde su ombligo y hacia abajo, y ella estaba segura que captó algo plateado antes de que él se deslizara dentro de ella, gimiendo y jadeando incomprensiblemente.

¡Santo cielo! ¿Él tenía una apadravya? Todo lo que ella había asumido de su dulce Vainilla dio un giro ante esta revelación.

Su frente estaba presionada contra la suya mientras embestía dentro de ella, sosteniéndola firme justo al borde de la encimera. Sus ojos estaban cerrados, y sus rasgos se contraían en un rictus de tal placer indescriptible que Bella no podía apartar la mirada. El piercing frenéticamente la hacía retorcerse poderosamente. Tenía una mano en el cabello de él, y la otra sobre su corazón, su corazón retumbante y martilleante. Justo entonces, no importaba lo que ella creía que sabía, solo que él le hablaba, se movía con ella, la tocaba de una manera que ningún hombre antes lo había hecho. Etiquetas, estereotipos, imagen corporal... nada de eso importaba.

Había un nudo en su garganta que crecía y crecía. Él era hermoso mientras la hacía suya. Piel suave y pálida. Mandíbula rígida. Músculos contrayéndose y tensándose. Incluso cuando el nudo de fuego en su vientre estalló en un incendio, ella no pudo apartar la mirada. No había nada soso en él ahora. Nada realmente vainilla después de todo. Él estaba despojado de sus gestos refinados, su controlada sofisticación dejaba a un hombre bestial y puro. Un semidiós apasionado y exigente. En ese momento, ella le hubiera dado lo que sea que le pidiera.

Su orgasmo llegó a la cima, y un chillido voraz se escapó de su garganta. Él abrió los ojos, estos color ámbar y negro, calientes y hambrientos. Embistió en ella más fuerte, gruñendo al llegar su propio orgasmo, sus ojos ardiendo con una feroz dicha de posesión. Él se tensó al pulsar dentro de ella.

—Te he deseado desde el segundo que escuché tu voz —confesó. Exhaló bruscamente—. Ahora, jamás voy a parar —añadió, su voz baja y ronca.

—Yo...

Bella tragó fuerte, su corazón aún temblando. Él la había deseado desde... Es entonces que la realidad finalmente le pasó factura. Lo que estaban haciendo. Lo que habían hecho.

—Oh, Dios... —chilló, espantada.

Ella miró a su alrededor y vio el caos. Prendas y muffins y recuerdos de él ayudando a hacer esas delicias para su novia. La bilis se revolvió en su estómago y se cubrió la boca, tragándosela. Él seguía dentro de ella, largo y firme. Aún dentro de ella.

Ella jadeaba en busca de aire. Sintiendo pánico.

—Necesitas irte. Ahora —gritó, apartándose.

—Espera, ¿qué pasa? Lo siento. Pensé...

Ella no podía dejar que terminara. Apartó la mirada y extendió una mano, manteniendo su distancia. Por supuesto que él pensó que ella lo deseaba. Probablemente estaba pintado en su rostro desde el día uno. ¿Cómo no podría hacerlo? Dulce, romántico, hermoso y perfecto como era. O quizás no tan perfecto. Había resultado ser todo un camuflaje elaborado.

—Sé que nunca debería haber...

—¿En serio? ¡No deberías haber estado aquí siquiera! ¿Qué te pasa? ¡Tienes una jodida novia! ¡Sal de aquí! ¡Vete a la mierda de aquí!

—Pero no estoy...

Bella giró lejos de él, bajándose a tropezones de la encimera. Su semen ya se deslizaba por sus muslos.

—Dije que te vayas. ¡Que te vayas! —gritó, lanzándole su ropa y zapatos. Ahora Vainilla podía ver su otro costado también, pensó vilmente.

Sus ojos estaban abiertos de par en par, y su rostro había perdido el color. Él tragó una vez. Dos veces. Entonces, lentamente se colocó las prendas, sus movimientos tensos y robóticos. Bella estaba parada en el medio de su cocina, sus propias prendas contra su pecho como un escudo.

—Mira, Muffin... Bella... Yo...

—No te atrevas a llamarme así. No tienes derecho a llamarme así. Sal. De. Aquí. ¡Ya! No puedo creer que nosotros... Que tú... —Estaba mareada, era incapaz de respirar contra el dolor agonizante—. Vete. Necesitas irte —soltó, las lágrimas cayendo por su rostro—. Jamás quiero verte en mi tienda de nuevo.

El dolor en su pecho la llevó al día cuando su mundo se había derrumbado dos años y medio atrás. El día que ella llegó a casa temprano del trabajo porque el sistema en su computadora se había colgado solo para encontrar a su prometido, ¡su prometido!, desnudo y sudado, follando a su compañera de piso y mejor amiga a un costado del sofá.

Ella se había vuelto loca. Había perdido la mente por completo. Lanzando cosas, gritando, lista para hacerlos pedazos. Los invitados de Jerry Springer no eran nada comparado a Bella Swan hecha una furia. Ella los había seguido hasta el cuarto de Jane y entonces había llamado a su salvavidas, Jake. Jake había llegado con Quil quince minutos más tarde, y los dos la habían ayudado a empacar y mudarse esa misma tarde.

Le había demorado todo un mes para dejar de llorar. Dos más para que la urgencia de matarlos desaparezca. Tres meses después de eso ella estaba recomponiendo su vida con nuevos amigos, una casa nueva y un negocio que demandaba su amor, paciencia y trabajo duro, pero le daba mucho más a cambio.

Bella vio el rostro de Vainilla mientras sus emociones se transformaban de negación a resignación. Labios blancos. Cabello un desastre enredado. Prendas arrugadas y zapatos sin atar. Él era un desastre, parado allí en su apartamento. Se encontraba en sus ojos, bien abiertos y penetrantes. Un desastre roto y desesperado.

¿Acaso no se daba cuenta de lo que había hecho? ¿Qué le había hecho hacer a ella? ¿Todos los hombres eran imbéciles o solo ella se enamoraba de perdedores? ¿Podía estar tan jodidamente ciega?

Le llevó varios minutos para comenzar a moverse de nuevo, entonces en silencio caminó a los tropezones de espalda hacia las escaleras. Bella cerró los ojos y escuchó sus pasos se alejaban pesadamente hacia la cocina. Varios segundos después, la pequeña campana en la puerta tintineó alegremente, y la puerta se cerró tras él.

Bella se dejó caer al suelo, destrozada. No se suponía que fuera así. No fue su intención... Ella no había intentado... Oh, Dios...

Ella nunca había querido ser esa mujer. La otra mujer. No después de lo que Paul le había hecho. ¿Cómo su Vainilla podía ser igual a todos los otros? ¿Cómo podía haber caído en esa trampa de nuevo?

Eventualmente, se arrastró hacia la ducha. Mientras lo quitaba de su piel, se maldijo a sí misma por su estupidez. Ella no se dejaba llevar. Ya no. La vieja Bella, quizás, pero no la adulta autosuficiente por la que había trabajado mucho en volverse. Y ahora, saber que ella había jodido a Lauren, una chica que ella ni siquiera había conocido... Se odiaba a sí misma.

Sintiéndose desgastada como un paño usado, Bella limpió el desorden en su apartamento, y entonces bajó a cerrar la puerta de la entrada. Esperaba que él obedeciera su orden de nunca pisar pie en su tienda de nuevo. No sabía cómo podía verlo a los ojos sin desintegrarse por completo. Sentía que su corazón se había hecho pedazos. Es exactamente por esto que ella se había hecho esa promesa. Al final, había sido inútil.

~BMAC~

Ese viernes, ella había levantado la mirada con temor cada vez que la campana sonaba. Él nunca vino. Se sentía aliviada. Algo así. Nunca debía haberlo hecho entrar en su tienda, o en su corazón.

Cada mañana y tarde, Bella atacaba sus tareas con ganas. Pasó su lunes por la tarde en la cocina, gastando su energía en hornear y experimentar, reduciendo la sal debido a las lágrimas que caían constantemente en el bol. Recordándolo de pie a su lado, tocándola, besándola, embistiendo en ella, despertaba sus nervios con anhelo. Cada vez que eso pasaba, la sensación rápidamente alejaba al autorechazo.

Otra semana transcurrió. Bella sacó su escalera para decorar su tienda para octubre, colgando serpentinas negras y naranjas y apilando calabazas junto a la ventana. Ella no estaba exactamente emocionada con el sabor especial del mes, pero era suficientemente bueno. Se vendía bien, seguramente por el tema, no por su propio mérito. Si Vainilla no la hubiera tocado, si ellos hubieran seguido como antes, ella hubiera sentido más orgullo y felicidad en las ventas. Como era, se sentía obligada a sonreír cuando las personas pedían la "Sorpresa de Crema y Calabaza". Su corazón no estaba en ello ya.

Un viernes a mitad de octubre, un par de chicas universitarias entraron a la tienda. Bella tomó una libreta para escribir el pedido de sus cafés, preguntándose si ella tenía leche desnatada en el refrigerador o no.

—Hola, me preguntaba si podía hablar con la encargada —inquirió la chica alta con cabello perfectamente iluminado.

Ella era una Barbie en persona. Piernas largas y esbeltas, cintura pequeña, pechos firmes y el rostro más simétrico que Bella había visto jamás.

—¿Cómo puedo ayudarte? ¿Tuviste un problema con un pedido? —preguntó Bella, devanándose la cabeza pero sin recordar a ninguna chica.

—De hecho, es una pregunta algo personal. Tengo que hablar con ella sobre una de tus compañeras —dijo la chica en un susurro conspiratorio.

—¿Qué tipo de problema? —Bella inclinó la cabeza, desconcertada. Ella sabía que ella había estado decaída por un par de semanas, pero ella nunca había sido grosera con un cliente. Ni una vez.

—Puede que tengamos un conocido en común. Creo que ella trabaja los jueves por la tarde o los viernes por la mañana.

—Está bieeen. Esa soy yo. Tengo una amiga que cubre los fines de semana cada cierto tiempo, pero más que eso solo estoy yo.

Las chicas se miraron con confusión, y entonces incrédulas.

La segunda, una chica adorable con lápiz labial color rojo y cabello rizado castaño dorado, estalló en carcajadas.

—No lo creo. En serio. No lo creo ni por un segundo. ¿Eres la chica muffin de Edward?

—¿Disculpa? No conozco a nadie llamado Edward —protestó Bella.

Pero incluso mientras hablaba, sabía exactamente de quién hablaban. Su Vainilla incluso tenía un nombre vainilla. Ella ni siquiera podía evitar la manera en que ese pensamiento la hacía sonreír. Su reacción pareció haber activado algo en el cerebro de la Barbie universitaria. La máscara refinada se quebró, revelando a la harpía debajo.

—Cállate, Jessica —dijo la chica que asumía que era Lauren, sus ojos azules furiosos. Volteó hacia Bella, sus rasgos endureciéndose—. Personas como Edward no bajan su estatus, ciertamente no con basura como tú. No sé qué le hiciste, pero cuando lo sepa, te voy a arruinar.

—Lo siento mucho. ¿Este Edward es tu novio?

La culpa la obligaba a mantener sus modales, pero instintivamente le desagradaba el par y no quería actuar servil con ninguna de las dos.

—Quizás no, pero debería serlo. Las cosas iban genial hasta que tú interferiste. Cuando él se fue mientras estábamos de compras hace unas semanas y regresó anunciando que necesitaba espacio, sabía que había otra chica en el medio. Él actuó como si yo fuera un tipo de perra dependiente que lo llamaba día y noche. ¿Acaso me quejé de que él actuara como un niño cristiano mojigato? Besos tímidos y caballerosidad. ¡Puaj! Él simplemente tiene suerte de que sea paciente.

—Síp. Él suena como un tipo realmente afortunado —dijo Bella, con indecisión.

Los pedazos comenzaban a caer en su lugar. Vainilla —Edward— no había estado siendo infiel después de todo. ¿Entonces por qué él había continuado con toda la farsa de comprar muffins? No tenía sentido.

—Necesitas mantenerte lejos de él. No eres su tipo de chica. Confía en mí.

—¿Que confíe en ti? Ni siquiera te conozco.

—¿Intentas decirme que seguirás tras él?

Bella rio abiertamente.

—Prometo que no tengo intención de hacer algo de eso. De hecho, ni siquiera sabía su nombre hasta que me lo dijiste.

Lauren y Jessica se miraron, confundidas. Las reacciones indiferentes de Bella las había dejado desconcertadas. ¿Qué habían esperado, una pelea de gatas completa con insultos y bofetadas? Bella rio de nuevo. Ella tenía más control de sus emociones ahora. Además, ellas ya le habían dicho todo lo que necesitaba saber.

Ahora, si solo supiera cómo encontrarlo.

Bella le dio la espalda a las chicas y siguió decorando una bandeja de muffins de calabaza. Sus insultos fueron ahogados por el sonido de la campana mientras cerraban la puerta detrás de ellas.

Una idea se estaba formando, y ella se encontró sonriendo genuinamente por primera vez en semanas.

~BMaC~

La mañana de Halloween, Bella se levantó a las 4 AM para hornear y decorar los cientos de pequeños muffins que ella le entregaba a los niños. Ella había puesto calabazas de Halloween con velas a lo largo de la acera afuera, y había colaborado con otros negocios de la cuadra para entregar volantes, invitando a todos los pequeños duendes y demonios del vecindario a pasar entre las 5 y las 9 PM. Había una vibra divertida en el aire.

Angela y Leah pasaron a la hora del almuerzo para colocar fantasmas y calabazas dulces arriba de cada muffin. Mientras el atardecer se acercaba, hicieron café y mezclaron sidra de manzana para alejar el frío de otoño.

Leah se retiró una vez que oscureció. Tendrían una fiesta más adulta en Lone Wolf Ink. Angela se quedó un rato más de lo que ella había planeado, encargándose del mostrador mientras Bella repartía dulces y elogiaba a los pequeños Ironman, Princesas de Hielo y Jedis. Cuando el tráfico bajó, Bella dejó que Angela se fuera con un cheque y una caja de muffins para compartir con sus amigos. Se sirvió una taza de café descafeinado, añadió una generosa cantidad de Kahlua, y esperó a que llegara las 9.

Durante la última media hora, dos grupos de adolescentes vinieron y Bella se deshizo de tantos dulces como ellos pudieron tomar. A la hora de cierre, sopló las velas y entró las calabazas, volteó el cartel a «cerrado» y apagó las luces. Tenía una mano en el cerrojo cuando su mirada captó movimiento del otro lado de la calle.

La figura del hombre era conocida, pero no se parecía en nada a Vainilla. Durante una pausa en el tráfico, cruzó la calle hacia ella. Su corazón saltó a su garganta mientras él se acercaba.

Su cabello se encontraba parado en todas las direcciones, un desorden ingenioso hecho con gel. No tenía puesto sus gafas. En cambio, sus ojos estaban delineados en negro, intensificando el color ámbar cálido, el tono exacto del whisky favorito de ella. Había un aro negro en su septo y otro en su lóbulo izquierdo. Tenía puesto una camiseta blanca andrajosa, fuera de jeans apretados que colgaban bajo sobre sus angostas caderas. Ella ya sabía del piercing y el tatuaje debajo.

Las manos de Bella colgaban sin fuerza a sus costados mientras lo observaba a través del cristal. Cuando él dio un paso en la acera frente a ella, él esperó hasta la cuenta de diez y golpeó la puerta.

—Dulce o truco —dijo a través del cristal con una sonrisa vacilante.

—Tú dime —contestó ella fríamente, cruzándose de brazos.

Él probó el pomo y entonces abrió la puerta.

—No está con llave. ¿Eso quiere decir que no me odias?

—Lauren y su compañera de piso vinieron a la tienda hace un tiempo —dijo ella, encogiéndose de hombros.

—Mierda...

—De hecho, la conversación fue reveladora. Y un poco entretenida. No hay manera de que esa chica te haya visto desnudo.

—Ni de cerca. —Él sacudió la cabeza lentamente—. Bella, estaba equivocado. Tan jodidamente equivocado. Debería haberte dicho la verdad desde el principio. Tuve una cita con Lauren. Esa única cita me dijo todo lo que necesitaba saber. Ella es todo lo que se supone que debo querer. Todo lo que mis padres me han dicho que busque en una mujer. Pero ella me aburre a morir. La besé una vez al final de la noche. En la mejilla. ¿Ese día en el mercado? Se suponía que era una salida en grupo. Varios del grupo de estudio iban a observar a las personas para un proyecto y Jessica sugirió que el mercado era el lugar perfecto. Al último segundo, todos se echaron atrás y solo éramos nosotros tres.

Sus pensamientos se tambaleaban, tratando de asimilar todo. Un pensamiento seguía emergiendo a la superficie.

—Me mentiste.

—No exactamente.

Bella frunció el ceño y se mordió el labio antes de contestar.

—Jamás me corregiste. Me dejaste creer... ¡Dios! ¡Me sigue dando asco! ¿Por qué simplemente no me dijiste que no estabas con ella de esa manera? —chilló, sus brazos aún cruzados y sus manos cerradas en puños.

—Porque soy un cobarde. Y estaba avergonzado. Sé que arruiné esto. Por favor, dame una oportunidad para arreglarlo. La verdad es que la primera vez que me sonreíste, pude ver que pensabas que era cierto tipo de hombre. Un hombre de batidos en el coche, cazuelas y pasteles de manzana en la casa de mamá, cerca de madera blanca. Sentí que, si eso era lo que te gustaba, un estilo de los opuestos se atraen, no quería mostrarte mi verdadero yo.

—¿El verdadero tú? ¿Por qué no comenzamos allí? Dime la verdad —ordenó Bella.

—Ni siquiera sé dónde comenzar. El hecho es que, soy malo para las citas. Solo me he acostado con amigas. Y eso era genial porque jamás quise algo serio hasta ahora. Maldigo como un marinero. Mi último coche era un Camaro de mierda que reconstruí durante la secundaria. ¿La chica que me vendió el Volvo? Le rogué que me enseñara a vestirme. Soy un completo fraude. Este es el mundo de mi mamá. He estado tratando de encajar por años y fallando miserablemente.

—¿Y todo lo que me dijiste sobre la escuela de medicina? ¿Todo eso también era mentira?

—Eso era verdad. Ha sido mi sueño desde que era un niño. Y tengo que mantener una imagen profesional en el campus. Si aparezco en una clase así, mi papá me mataría. Mira, aquí va la verdadera historia, Bella. La única parte que realmente importa. Mi nombre es Edward Anthony Masen, y estoy locamente enamorado de ti. No puedo pensar en alguien o algo más. Vivía para los viernes y lunes porque esos eran los días que podía hablar contigo. Pero no era suficiente. Hubiera venido día por medio pero no podía pensar en una excusa legítima.

—No es tan difícil. No necesitas una excusa. Solo dime que quieres estar conmigo.

—Pensé que era obvio.

—Soy una chica. Aún necesito escucharlo.

—De acuerdo. Bella, quiero estar contigo. Solo contigo. Y quiero que hornees muffins para mí todos los días por el resto de mi vida.

—¿Todos los días?

—Excepto por los días que los horneo para ti —corrigió, esbozando la dulce sonrisa que ella adoraba.

—Ajá. Así que... Edward —dijo Bella, haciendo lo mejor para esconder su confusión.

—Eh, sí. Es un nombre familiar.

—Ajá —dijo ella, arrugando la nariz—. Me gusta más Vainilla.

—Oh, Bella. Sabes que no soy realmente vainilla. Ni en lo más mínimo.

—Entonces, lo usaremos irónicamente. Ahora entra antes que te congeles las pelotas. Sé lo importante que son para ti.

—Awww, Chica Muffin. Pensé que nunca lo pedirías.

*Cuatro horas después*

Vainilla se frotó los ojos y giró sobre su espalda.

—¿Muffin? —preguntó soñolientamente, dando palmadas a las sábanas calientes y arrugadas y encontrando vacío.

—¿Llamaste?

Él miró hacia la puerta del cuarto abierta y su boca se abrió.

—¿Qué...? Vaya. Por favor, dime que eso es para mí.

—Cariño, todo es tuyo.

Él se corrió hacia atrás en la cama hasta estar sentado con la espalda contra el cabecero blanco. Las sábanas negras cubrían su regazo, ocultando la mayoría de su tatuaje, pero Bella podía ver que comenzaba con una «G» en cursiva. Ella colocó el plato en su regazo y se arrodilló entre sus pies, descansando sus manos en sus rodillas.

—¿Cómo se llama? —preguntó él, levantando el plato para examinar la creación desde todos los costados.

—Ve Tres. Solo que la «V» está acostada en el póster de noviembre. Se supone que sería un mensaje para ti, en caso de que pasaras por aquí algún día —dijo ella tímidamente.

—Ayúdame aquí, nena. Hablas con acertijos. —Quitó el papel blanco y dio un mordisco, cerrando los ojos al saborearlo—. Vaya. Mmm. Eso es delicioso. Eres una jodida experta. Eso lo sabes, ¿cierto?

—Quizás. Estaba inspirada.

—¿Por qué? Dime. No tengo idea.

—Cuéntame de tu tatuaje primero —replicó Bella, sentada sobre sus talones.

—Eh, fue estúpido. Me encontraba en mi segundo año de fraternidad. Algún idiota se empecinó con que todos necesitaban hacerse tatuajes. Por supuesto, la mitad de esos idiotas se hicieron alambres de púas alrededor de sus bíceps u otro cliché. Quería algo diferente. Quiero decir, había tenido esta idea por un tiempo. Chicos jóvenes y sus egos, ¿sabes?

—Vainilla. Estás dando vueltas.

—Mierda. Ten. Solo léelo.

Él apartó las sábanas, y Bella sintió sus ojos inmediatamente deslizarse hacia abajo.

—No hay nada escrito en mi polla.

Ella rio y levantó la cabeza para leer.

—¿Garantizado?

—Eh... sí. Como dije. Era un maldito arrogante.

—Explícate.

—Ya sabes. Garantizado... para complacer. Creía que era un regalo de Dios o algo. Cuando mi amiga lo vio, la chica con la que me acostaba la mayoría del tiempo, no pudo dejar de reírse. Finalmente la convencí de que me dijera qué mierda era tan gracioso. Dijo que solo era exitoso un treinta por ciento de las veces. Ella no había dicho nada porque no quería herir mis sentimientos. Me sentí humillado.

—Ay —dijo Bella, tratando de no reírse—. Por si sirve de algo, la garantía parece funcionar para mí. Hasta ahora.

—¿Sí? Eso es bueno. Porque si lo estabas fingiendo la última vez, tendría que rendirme e ir a casa. Esa fue una tremenda actuación.

—No lo fingí. —Rio ella, sacudiendo la cabeza.

—Gracias a Dios. De hecho, fue bueno escuchar la verdad. Me hizo intentarlo con más fuerzas. Realmente prestar atención. Quiero decir, si tuviera esta mentira tatuada en mi estómago por el resto de mi vida, me sentiría como un gran idiota.

—Supongo que debería encontrar a tu hermano de fraternidad y agradecerle. Estoy beneficiándome de una cadena de acontecimientos bastante absurda.

Él puso los ojos en blanco y dio otro mordisco.

—Está bien. Te conté el mío. Tu turno.

—Eh... Bueno, se llama Ve Tres. Vainilla por tres. Usé granos de vainilla en la mezcla, natillas de vainilla en el centro y vainilla Bourbon en el glaseado de arriba.

—Dijiste que era un mensaje... —dijo él, dejando el plato a un lado y lamiendo el glaseado con su pulgar.

La mirada de Bella bajó a su boca, lamiéndose sus propios labios en respuesta.

—Eh, sí. Si estás escribiendo un mensaje y presionas el símbolo «menor que» antes del número tres...

—¿Sí?

—Bueno, ¿qué forma?

Él entrecerró los ojos, tratando de visualizarlo, antes de darse cuenta. Una sonrisa enorme separó sus labios.

—Ah. ¿Estás siendo adorable?

—Quizás —respondió, sonrojándose.

—Bueno, Chica Muffin, yo menos que tres también.

—Maldito. —Rio ella, golpeando su muslo.

—Eso también. Ven aquí así puedo agradecerte apropiadamente. Tengo una garantía que mantener.

~FIN~