Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Advertencias: Omegaverse, Mpreg, yaoi, angst, Sasunaru, leve Gaanaru, menciones de guerra, dolor y sufrimiento, matrimonio sin infidelidades…

Dedicada a Norilucas, por siempre estarme oyendo parlotear sobre nuevas ideas de fics que no han visto la luz del día y por seguir animándome a escribir 😊

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Noches de lluvia, días de sol

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Los tiempos de guerra eran difíciles, Gaara lo sabía mejor que nadie.

Sí, vivir en un país que sufría los estragos de dichos conflictos era complicado. La falta de hombres y mujeres para continuar haciendo funcionar al país estaba causando muchos problemas económicos. Hacían falta trabajadores para que todo siguiera marchando. Además, la comida no era tan abundante como en otros tiempos.

Sin embargo, eso era algo que podía sobrellevarse. Vivir de primera mano los estragos de la guerra era algo diferente. Gaara vio, con sus propios ojos, el campo de batalla. Se había enlistado en el ejército hacía varios años, sin pensar en que una guerra podría desatarse. Milagrosamente, había sobrevivido sin mayores consecuencias físicas. Muchos no contaban con esa suerte. Sin embargo, las heridas en el alma eran difíciles de sanar.

Ver morir a la mayoría de sus aliados fue duro. Muchos amigos y no tan amigos, sus vidas desperdiciadas por la codicia ajena. También, verse obligado a matar, a convertirse en un asesino. Los soldados enemigos no eran diferentes a ellos, no en realidad. Era una partida eterna de matar o morir de la cual nadie quería ser parte, porque incluso el jugador vencedor perdía más de lo que podría llegar a ganar.

Gaara había salido vencedor, porque aún conservaba su vida, pero había perdido mucho más. Su hermano mayor, Kankuro, había muerto en el campo de batalla. Luego de la terrible noticia, fue informado de que su madre enfermó. Cuando regresó a casa finalmente, luego de años siendo testigo de las desgracias de la guerra, ya no la encontró. Solo quedaba su hermana mayor, Temari, ya que su padre había fallecido varios años atrás.

La vida no era sencilla. Todavía llevaba en el bolsillo la última carta que le había escrito su madre, en la cual le rogaba que volviera a casa a salvo. Las pesadillas lo atormentaban cada noche. Cada vida que arrebató era como una tonelada de peso sobre su espalda.

Incluso estando en casa, se sentía como un extraño. Su hermana había intentado animarlo, hacerle ver que debía aprovechar cada momento de la oportunidad de estar vivo, pero no tenía las fuerzas, no tenía energías para continuar. No tenía un propósito.

Era algo irónico, ¿no? En el campo de batalla, lo que impulsa a cada soldado a seguir adelante es el deseo de volver a casa. Regresar a los brazos de sus familias, de sus seres queridos. Gaara lo había conseguido, pero seguía sintiéndose tan vacío como antes.

Y, por esa misma razón, fue que Temari lo instó (o más bien obligó) a cambiar de ambiente. Así fue como terminó buscando una casa en algún sitio lejos de su ciudad natal, donde podría comenzar desde cero, donde nadie lo conociera, donde tal vez pudiera volver a encontrarse a sí mismo.

No tuvo que hacer mucho trabajo, Temari fue quien se encargó de casi todo. Gaara no hizo mucho más que empacar las pocas pertenencias que consideraba valiosas y marcharse, no sin antes prometerle a su hermana que escribiría de vez en cuando. Cuando al fin llegó a su destino, se encontró conforme con la pequeña casa que Temari había conseguido para él. No era nada lujosa ni extravagante, sino acogedora. Al entrar, descubrió que tenía una habitación, un cuarto de baño, una cocina no demasiado pequeña, y una sala de estar bastante amplia en comparación con todo lo demás. Era un buen lugar para una sola persona, o tal vez para una pareja, pero no para más.

Invirtió los siguientes días en limpiar el lugar. No se apresuró, simplemente fue quitando el polvo de cada esquina con paciencia. También limpio el frente y el patio de la casa, deshaciéndose de las malas hierbas y recordando el césped. Así, la casa ya no luciría tan abandonada como cuando llegó.

Su siguiente "misión", que no era más que un encargo de su hermana, fue tener que presentarse a la gente del vecindario. Gaara nunca había sido alguien extremamente social, pero tampoco es como si fuera un marginado. La idea de ir de casa en casa simplemente para anunciar su presencia en el pueblo le causaba cierta ansiedad. Por eso, decidió comenzar despacio. Para mantener su promesa, haría lo que su hermana le dijo, pero solo iría a las dos casas a sus costados y a la casa de enfrente. Ya más era pedirle demasiado.

Así fue cómo, aquella mañana de verano, se encontró frente a aquella puerta. El momento en el que Naruto Uchiha comenzaría a ser parte de su vida.


Al pasar un mes de haberse mudado, Gaara consideró que tal vez no estaba viviendo la mejor época de su vida, pero el cambio sí le había hecho bien. Estar frente a otro escenario y más o menos relacionándose con otras personas había conseguido que sus hombros se destensaran un poco.

Además, ahora tenía un nuevo pasatiempo. Por más increíble que pareciera, su más reciente interés era la jardinería.

Comenzó cuidando las pocas plantas que ya estaban en la propiedad, podándolas y regándolas todos los días. Luego, decidió que haría un huerto. Y eso era justo lo que estaba haciendo en ese instante.

Arrodillado en el suelo, vistiendo no más que unos pantalones de mezclilla y una camisa manga larga arremangada por arriba de los codos, aflojaba la tierra de su patio para, más tarde, comenzar a sembrar las semillas de los alimentos que tenía. Tal vez incluso sembraría algunos tubérculos. Esperaba cosechar suficientes hortalizas en un futuro para reducir su gasto en frutas y verduras, aunque tampoco esperaba vivir enteramente de sus cosechas.

Cuando decidió que la tierra estaba lista, se puso de pie, sacudiéndose la suciedad de las manos y caminando hacia el costado de la casa para enjuagarse las manos con la manguera. Desde donde estaba, podía ver a la perfección la calle, y no pudo evitar notar una figura en movimiento en la acera.

Parpadeó, observando a su vecino llevar con algo de dificultad varias bolsas que probablemente pesaban más de lo que debería cargar con su avanzado embarazo.

El omega tendía a saludarlo cuando se encontraban de casualidad, y siempre se mostraba bastante abierto a pesar de haber tenido casi nulo contacto con él. Verlo ahora, sobre esforzándose, no le sentó bien, pero no se sentía cómodo acercándose tampoco.

Optó por hacer de cuenta que no lo había visto, creyéndose un patán por hacerlo, pero cambió de parecer al escuchar como este maldecía en voz alta cuando una de las bolsas se le deslizó de su agarre, el contenido siendo esparcido por el suelo.

No podría levantar todo eso solo, así que, sin decir nada, Gaara se acercó con resignación y comenzó a recoger las verduras que se habían escapado de la bolsa, sin reaccionar ante el sonido de sorpresa que soltó el rubio.

—Te lo agradezco mucho. —sonrió agradecido, dispuesto a aceptar la bolsa de regreso antes de continuar.

El pelirrojo negó con la cabeza y, en lugar de regresarle la bolsa, le quitó las demás, ignorando el llamado del rubio, y caminó hasta la puerta de la casa vecina para esperar a que el otro lo alcanzara.

— ¡Hey! —se apresuró el ojiazul, detrás de él. —No era necesario que te molestaras. —murmuró, buscando su llave entre sus bolsillos.

—No es una molestia. —fue todo lo que decidió responder.

La puerta fue abierta, mostrando una pequeña parte del interior del lugar.

—Anda, pasa. —lo instó Naruto. —Deja que te agradezca con un café o algo.

—No es necesario. —dijo, pero entró de todos modos, dispuesto a dejar las bolsas sobre una mesa para que el omega no tuviera que recogerlas del piso. Seguro que sería una tarea difícil, considerado el gran abultamiento de su vientre.

El lugar era apenas más grande que su propia casa, con una sala del mismo tamaño pero una cocina ligeramente más amplias. Si había más de una habitación, no lo sabía.

Depositó las compras sobre la mesa del comedor y le hizo una inclinación de cabeza al omega antes de darse la vuelta, dispuesto a irse. Invadir el espacio de otra persona, y más si era un omega en cinta, lo hacía sentir inquieto. Era curioso, especialmente porque no podía percibir el aroma de ningún alfa en la estancia.

— ¡Espera, espera! Insisto. Además, apenas hemos hablado desde que te mudaste, ¿no? Nunca está de más conocer un poco a las personas que te rodean.

Gaara titubeó.

No quería quedarse, pero tampoco quería que el rubio se sintiera rechazado. Por un segundo, pensó en su hermana y en que a ella le gustaría que socializara un poco.

Suspiró.

—Un café suena bien.

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N/A: En honor al cumpleaños de Naruto les comparto hoy el segundo capítulo :D

Esta historia no tendrá un desarrollo muy rápido, pero tampoco demasiado lento porque soy demasiado impaciente para eso XD Mientras tanto, me gustaría oír teorías y opiniones :D