Día 9.

Prompt: Frottage/Thigh Fuck

Trigger Warning: Sexo explícito, Frottage, Thigh Kink, sexo oral, masturbación, hay frottage entre nalgas y referencias a ello con otras partes del cuerpo. Hay referencias a sexo anal.

Frotagge: Consiste, generalmente, en frotar un pene contra otro, pero también contra otras partes del cuerpo, para obtener placer.
Thigh Fuck: Masturbarse metiendo el pene entre los muslos de la otra persona.


SHIBUYA

Es hora punta. El tren está repleto de gente apretujada. Izuku duda antes de subir, porque no se puede creer que realmente vayan a caber ahí dentro, pero Katsuki lo empuja desde atrás, metiéndole prisa. Las puertas pitan, avisando de que van a cerrarse, así que Izuku salta al borde del tren.

Se tambalea, a punto de caerse. Katsuki ha subido tras él y, utilizando todo su cuerpo, presiona a Izuku hacia adentro, obligándolo a introducirse en la marea de personas que atesta el vagón. Izuku se ve rodeado, de pronto, de una pandilla de chavales jóvenes, que aparentan algo menos de edad que él, todos más altos e imponentes, la mayoría de aspecto normativo. Uno de ellos, en cambio, tiene la forma de un enorme perro. Su pelaje es espeso y está jadeando, con la lengua fuera. Otro posee cuernos que salen de su cabeza rapada, doce en total, distribuidos en la parte superior del cráneo. Un tercero lo mira con grandes ojos con pupila rasgada y afilados colmillos sobresaliendo de sus labios, sin parpadear, antes de volverse hacia sus compañeros y seguir hablando a gran volumen.

Todos ellos actúan como queriendo dejar claro que están en el vagón, llamando la atención y pretendiendo actuar como si fuesen peligrosos.

Las puertas vuelven a pitar detrás de Izuku, cerrándose, y el tren comienza a moverse, haciéndolo trastabillar. Para no caerse encima de nadie, Izuku utiliza Blackwhip y alcanza con él una de las barras de sujeción más cercanas. Se vuelve para mirar por encima del hombro, hacia las puertas, pero Katsuki está separado de él, detrás de un hombre que se intenta abrir paso hacia otra de las barras de sujeción.

Los chicos lo observan de reojo. Izuku sabe que sólo están esperando un tropezón, un movimiento del tren que lo empuje contra ellos, para escandalizar aún más y disfrutar de sus disculpas. Sólo espera que no lo hagan. No porque Katsuki tenga un carácter del demonio y no toleraría que le tocasen un pelo, ya que se contendría dentro de un vagón lleno de tanta gente, sino porque ninguno de sus Dones podría competir con Blackwhip, mucho menos con cualquiera de los demás y no desea llamar la atención.

La idea de ir a comer y pasar la tarde de domingo a Shibuya aprovechando su día libre ha sido de Katsuki, así que ambos se han calado unas gorras para pasar más desapercibidos y se han dispuesto a hundirse en el anonimato de las multitudes de jóvenes que atestan las calles, centros comerciales y locales de la región. Y, si bien ambos quieren pasar desapercibidos, desde luego Izuku prefiere tener que pararse a saludar, hacerse algunas fotos y firmar unos pocos autógrafos que detener a un puñado de abusones en el metro que lo han visto vulnerable.

La expresión de los chavales cambia y todos, de pronto, parecen carentes de interés en Izuku, que comienza a sentirse un tanto agobiado por tanto calor, el olor de sus hormonas juveniles y la sensación de estar siendo tocado por todas partes. Tras él, las manos grandes y callosas de Katsuki lo rodean por la cintura, sujetándose a él.

—No me dejes caer, Deku —susurra este en su oído. Izuku se estremece, sensible por el roce del cálido aliento de su novio en la oreja. Después, Katsuki apoya la barbilla encima del hombro de Izuku, mirando con los ojos entrecerrados y desafiantes a la pandilla de chavales, que ahora se pavonean y hablan a gritos con sumo cuidado de no mirar en dirección del chico rubio, poco menos alto que ellos, que ha adoptado una posición protectora con quien han creído vulnerable.

—Kacchan, no los provoques… —lo reprende Izuku, poniendo los ojos en blanco. Los chavales no parecen muy espabilados, están en esa edad en la que no saben leer correctamente el entorno, y podrían hacer una tontería.

—Son imbéciles —murmura Katsuki, tan sumamente bajo, que sólo Izuku puede oírlo, al mismo tiempo que se ríe, petulante. Después, estrecha más fuerte a Izuku entre sus brazos, tambaleándose con el traqueteo del tren.

—Se supone que eres más maduro —masculla Izuku, riéndose a su pesar por la forma amenazadora en la que es capaz de susurrar su novio, que todavía mira de reojo a la pandilla.

Un traqueteo del tren al frenar en una parada, un tropezón de alguien que pasa por detrás de Katsuki, tratando de avanzar hacia la puerta para salir , lo empuja hacia Izuku. Este no cede un ápice, afianzado gracias a Blackwhip pero, tras él, Katsuki tiene que reacomodar los pies, dando un pequeño paso hacia adelante y pegando todo su cuerpo a Izuku.

—Tienes razón. A lo mejor puedo aprovechar que todavía nos quedan unas pocas paradas —murmura Katsuki a su espalda, riendo quedamente. Las palabras van directas a la parte baja del vientre de Izuku, haciéndolo estremecerse.

Oscilando con el traqueteo del tren, Katsuki se frota contra el culo de Izuku. No tarda demasiado en ponerse duro. Izuku trata de no trastabillar hacia adelante cuando Katsuki empuja con las caderas, y este de no parecer demasiado obvio, aunque en un momento dado baja la cabeza para esconder el rostro tras la sombra de la visera de su gorra, probablemente sonrojado. Con disimulo, se frota contra el trasero de Izuku durante todo el trayecto a Shibuya. Gracias al movimiento del tren y a que cada vez sube más gente, toda con el mismo destino que ellos, Katsuki pasa totalmente desapercibido.

La respiración de Katsuki jadea directamente en la oreja de Izuku, que utiliza la otra mano para tratar de recolocarse la mochila que lleva colgada al pecho para encubrir su propia erección. La polla de Katsuki está dura y se aprieta con fuerza contra él una y otra vez, hasta que se detiene de golpe. Un bufido frustrado de Katsuki le indica que lo ha hecho porque no quiere correrse en los pantalones.

—Podemos ir primero a comprar ropa —sugiere Izuku, pensando que pueden poner los calzoncillos manchados en la mochila, pero Katsuki niega con un sonido leve.

—Cuando bajemos —dice, sin añadir nada más.

No tardan en llegar a su estación y la marea de gente que baja del tren los arrastra hacia el andén. Katsuki camina, incómodo, tratando de tapar la forma de su pene empujando la tela de su pantalón. Al menos Izuku ha podido aflojar las asas de la mochila lo suficiente como para cubrir la suya.

—¡Perdonen! —La voz lleva un rato pidiendo disculpas, pero Izuku y Katsuki no se dan por aludidos hasta que la sienten cerca.

Se vuelven hacia quien les llama, descubriendo que son los mismos chicos de la pandilla que ha estado cerca suya en el tren. Katsuki se coloca detrás de Izuku, pero esta vez no lo hace en ademan protector. Sabe que los han reconocido y no quiere hacerse viral por ir marcando una erección, así que se oculta lo suficiente, con el ceño fruncido.

—¿Sois Deku y Dynamight verdad? —dice el chico de los colmillos y los ojos rasgados. Izuku y Katsuki tardan unos segundos en responder, pero al final el chico de pelo verde asiente—. Los reconocí en el tren. Por… Blackwhip, ya saben.

Detrás de Izuku, Katsuki resopla y murmura algo que suena como «otro nerd», pero la forma en la que el chico, cuya voz parece demasiado grave para el aspecto juvenil que tiene y su rostro, que había parecido amenazador, ahora brilla con alegría. El resto de sus amigos, un poco nerviosos y con menos entusiasmo que el chaval, lo espera un paso más atrás. Ahora que los mira mejor, Izuku comprende que ha sobreestimado su edad. Probablemente ni siquiera sean mayores de edad, pero lo aparentan debido a su aspecto desarrollado.

—¡Es impresionante! —El chaval parlotea, entusiasmado—. He visto Blackwhip en acción, no puedo creerlo. ¿Me firmarían un autógrafo?

Katsuki se tensa. Su erección todavía presiona contra el culo de Izuku. Este está convencido de que planeaba arrastrarlo hasta el primer cuarto de baño o un probador de alguna de las tiendas, a la primera oportunidad, para terminar con lo que ha dejado a medias en el tren. El resoplido de impaciencia de Katsuki cuando Izuku asiente, accediendo al deseo del chaval, confirma sus sospechas.

Encuentran un rotulador en la mochila de Izuku, afortunadamente. No hay papel, pero firma la gorra del chico, cuyos ojos brillan de gratitud y alegría cuando ve el nombre de Deku estampado en ella. Katsuki vuelve a resoplar, esta vez fastidiado. Izuku no se contiene esta vez y suelta una carcajada, porque es obvio que el chaval es más fan suyo que de Dynamight, y este se ha puesto celoso.

—Trae esa mierda de gorra aquí y yo también te la firmaré —dice Katsuki. Izuku vuelve a reírse al ver la cara del chaval, que se ilumina, incrédulo e ilusionado—. Venga, terminemos con esto rápido. Y no se os ocurra meteros en problemas ni ir por ahí metiendo miedo a la gente, ¿eh? No querría que lo próximo que tuviese que firmar fuese vuestra acta de detención —ladra Katsuki, firmando la gorra él también y lanzándosela al chico, que la sujeta con reverencia y hace una leve inclinación, murmurando varios agradecimientos, antes de regresar con su pandilla y alejarse en dirección a una de las salidas.

—Eso ha estado… muy bien —se burla Izuku, con otra carcajada. Ya hay menos gente en el andén y puede cambiarse la mochila a la espalda para abrazar a Katsuki y estrecharlo contra él. Su erección ha perdido fuerza, pero aún puede notar el pene de su novio contra el suyo. Pícaramente, para animarlo, ya que ha arrugado el ceño por la broma de Izuku, frota las caderas contra las suyas y le da un beso en los labios.

—Seguro que van por ahí metiéndose en problemas, pero luego ven un héroe y se les hacen los ojos chiribitas —gruñe Katsuki.

—O son buenos chicos y su aspecto es un poco intimidante y nosotros sacamos las conclusiones equivocadas, nada más —dice Izuku—. Además, has accedido a firmarle la gorra.

—Eso es solo porque tú te vas parando a atender a cualquier fan que se te cruce por el camino. —Izuku vuelve a reírse.

—Pero no hacía falta que se la firmases si no querías.

—Bueno. Y también porque me ha parecido buen chico en el fondo —admite Katsuki, apartando a Izuku de un empujón cuando este suelta otra carcajada—. Y me he quedado con sus caras, así que más vale que jamás los vea meterse en un lío, porque me acordaré de ellos y no habrá autógrafo que les sirva.

Echando chispas por las manos que resuenan como pequeños petardos, Katsuki echa a andar por el andén a grandes zancadas, fastidiado por las burlas de Izuku. Este corre tras él, incapaz de dejar de reírse, y tira de su brazo para pedirle que vaya más despacio.

—Vale, lo siento, no tenía que haberme metido contigo. —Izuku se muerde el labio inferior, todavía con la sonrisa aleteándole en los labios, pero Katsuki suspira y también sonríe—. Venga, vamos, encontremos un sitio donde terminar.

Acaban encerrados dentro de una estrecha cabina de uno de los aseos de la estación. Un señor orondo y malencarado que estaba lavándose las manos los ha mirado con desaprobación, pero tanto a Katsuki como a Izuku les ha importado un comino, porque para cuando han llegado ya volvían a estar los dos duros por culpa de la anticipación. Katsuki sujeta a Izuku por los hombros, estampándolo contra la puerta, besándolo con ímpetu a la vez que Izuku trata de desabrochar los pantalones de ambos para sacar sus pollas.

En cuanto lo consigue, Katsuki empuja con las caderas hacia adelante. Izuku apenas tiene el tiempo justo para levantarles a ambos las camisetas para evitar manchárselas. Jadea al sentir la polla de Katsuki junto a la suya, frotándose con fuerza. Al principio el roce es un poco doloroso, porque la piel de ambos tira de la del otro, pero pronto hay suficiente líquido preseminal para que sus frenillos se deslicen uno contra el otro con facilidad y suavidad.

—Joder, nerd, eres muy caliente —gruñe Katsuki en su boca. Luego, desciende hasta su cuello, donde succiona con fuerza, y el hombro, mordiéndoselo por encima de la tela de la camiseta.

Jadean, tratando de mantenerse en silencio. Que se escapen a hacer este tipo de cosas siempre conlleva el riesgo de que alguien los reconozca, no quieren dar oportunidad a ningún periodista de obtener una foto o un vídeo comprometedor. Aún así, Katsuki gime cuando se corre, manchando la polla de Izuku y su abdomen con su semen. Continúa frotándose unos segundos más, haciendo pequeños sonidos entrecortados, pero al final se separa con una expresión de frustración en los ojos.

—No te preocupes —susurra Izuku rápidamente, asegurándose de mantener una mano en la camiseta para que no caiga sobre su tripa y la manche y llevando la otra hasta su polla, masturbándose con movimientos veloces.

Katsuki hace lo mismo con su ropa, levantando más su camiseta y bajándose los pantalones y la ropa interior hasta los tobillos, ofreciéndose a Izuku. Sin embargo, este no aparta la mirada de sus ojos rojos, completamente feliz de tenerlo tan cerca.

—Es genial, Kacchan —asegura en un jadeo casi inaudible—. Me encanta hacer esto contigo.

Tal y como pretendía, el gesto de frustración de Katsuki se desvanece un poco, dando lugar a una media sonrisa. Izuku le corresponde y se traga un último gemido cuando el orgasmo le invade. Baja la mirada entonces, para asegurarse de no manchar nada que no deba. Se corre, y varios chorros manchan a Katsuki en su polla, todavía un poco dura, aunque ya ha decrecido, y en el vello de color rubio oscuro del pubis.

Con un último suspiro satisfecho, Izuku sonríe. Katsuki, abrumado por esa sonrisa de placer satisfecho, le da un beso largo en la boca, casi un mordisco, antes de utilizar un poco de papel higiénico para limpiarlos a ambos. Izuku se deja hacer, sabiendo que es importante para Katsuki cuidarlo después de que hayan hecho algo así.

Porque, en primer lugar, Katsuki odia correrse él primero. Siempre trata de que Izuku llegue antes, porque cuando él termina, su pene queda tan sensible que cualquier roce convierte el placer en algo tan intenso que le resulta incómodo. Izuku cree que es debido a la segunda razón: Katsuki no puede masturbarse.

Izuku no lo había sabido hasta que llevaban varias semanas besándose a escondidas del resto de sus amigos. No era todavía nada serio, no habían comenzado a salir a citas juntos. Sí hablaban más a menudo por mensajes de móvil, sobre todo por las noches, en conversaciones interminables, pero todavía no se habían atrevido a poner una etiqueta a lo que tenían entre ellos. Una noche, cansado de masturbarse una vez al llegar a casa y otra más, o a veces dos, a lo largo del día pensando en los besos de Katsuki, Izuku había tomado la iniciativa de frotarle la polla por encima del pantalón, esperando que, al menos, tuviesen confianza suficiente como para hacerse una paja el uno al otro, suponiendo que Katsuki estaría en la misma situación que él.

Y sí, Katsuki estaba tan duro como había podido suponer por los roces de sus caderas mientras se besaban, pero el chico rubio lo había apartado con un empujón brusco en el pecho. Izuku no había esperado esa reacción en concreto y no estaba preparado para ella, así que se había limitado a quedarse muy quieto, de pie delante de Katsuki, con los ojos abiertos de par en par y una expresión dolida por el rechazo. Si no se había echado a llorar allí mismo, fue porque en los ojos rojos de Katsuki y en sus labios apretados había visto el mismo arrepentimiento que le había incitado a acercarse a él para besarse a escondidas.

El chico rubio se había escapado e Izuku se lo había permitido, pensando a toda velocidad diferentes explicaciones y posibilidades, trazando planes en su mente para abordar el problema con Katsuki y que este se abriese a él y planteando nuevas situaciones que le hiciesen sentir cómodo si el problema había sido estar en un parque oscuro de madrugada.

Pero había sido Katsuki quien le había escrito esa misma noche, pidiendo perdón. En esa época, hacía mucho eso. Quizá porque todavía se sentía culpable por lo ocurrido con Izuku. Este había aceptado las disculpas, deseando preguntar qué ocurría, pero prefirió no hacerlo. En su lugar, había escrito un mensaje diferente, mucho más reflexionado, desde el corazón:

«Sea como sea, me quedaré a tu lado».

Katsuki no había contestado más aquella noche, aunque había leído el mensaje. No lo hizo hasta la mañana siguiente, e Izuku no lo había visto hasta el descanso en el trabajo.

«¿Incluso si jamás hacemos algo como lo que tú querías hacer ayer?»

Pensando que Katsuki estaba buscando una forma de decirle que no sentía deseo sexual o que tenía aversión al sexo, o cualesquiera de las variantes del espectro asexual, Izuku también se había tomado su tiempo para pensar la respuesta y así poder ser absolutamente sincero.

«Sí», había escrito finalmente. Trató de escribir más palabras, pero ninguna le parecía correcta, así que acabó borrándolas todas y dejando la escueta afirmación a solas en el chat.

Pasaron casi dos días antes de que Katsuki contestase. Fue la primera vez desde, meses antes de empezar a besarse, habían pasado tanto tiempo sin mensajearse.

«¿Podemos quedar esta tarde? Quiero decir, no para salir con el resto de extras y luego escaparnos, sino quedar tú y yo solos, en un café, y hablar».

«Por supuesto», había contestado Izuku al instante. «Siento haber sido tan breve el otro día. No sabía bien qué decir. Pero… sí quiero que sepas que no necesito explicaciones si no quieres dármelas. No importa la razón, para mí está bien. Siento también haberte puesto en una situación incómoda. Prefiero mil y una veces quedar contigo sin volver a hacer algo así que hacerte sentir mal por ello».

«Cállate, Deku. Hablas demasiado. Nos vemos luego».

Aquella había sido su primera cita oficial. También el día que celebran como aniversario de su relación. Y la primera vez que habían tenido sexo.

Con un refresco delante, casi escupiendo las palabras, Katsuki había conseguido sincerarse con Izuku. A pesar de haber visto tantas veces cómo su mejor amigo, rival y ahora novio utilizaba su Don, nunca se había planteado el sencillo ejercicio logístico que le impedía masturbarse.

—Mis manos sudan —había explicado Katsuki—. El roce con mi sudor es explosivo, porque contiene nitroglicerina. Normalmente no supone un problema, salvo que esté haciendo ejercicio, haga mucho calor y me frote los brazos, las piernas, o algo así.

Izuku había comprendido el problema al instante. La facilidad para sudar de Katsuki es algo que sí tiene más que observado, encontró la lógica al hecho de que, en cuanto utilizase las manos para masturbarse, estas sudarían, provocando quemaduras en su pene por la fricción antes de darse cuenta de que ocurría.

—¿Ocurrió alguna vez? Quemarte, digo. —Katsuki había asentido, con el ceño fruncido.

—Te mataré si te ríes de ello. —Izuku negó con la cabeza. No tenía intención de reírse. Además, Katsuki estaba nervioso, no había tocado su refresco, que giraba entre sus manos, sin beberlo—. La primera vez. No sé ni qué edad tenía, dudo que pudiese salirme algo siquiera. Así que froté, porque no sabía qué hacer para saciar esa inquietud. —Izuku asiente, así había descubierto él las pajas también, sólo que en su caso había habido largas duchas involucradas—. Y me hice una buena quemadura. Dolió como un demonio durante semanas. Me la curaba a escondidas, para que la vieja no se enterase y tuviese que darle explicaciones de cómo me la había hecho.

—Entonces… Tú nunca… —Izuku estaba muy sorprendido. Salvo en las peores partes de aquel nefasto primer año de la Yuei, él recordaba haberse hecho pajas durante aquella época en casi cualquier momento libre. A veces, incluso, mientras estudiaba o veía la televisión, pensando prácticamente en otra cosa. Pasaba más tiempo con mano dentro de los calzoncillos que fuera. Asumiendo que Katsuki tuviese un deseo similar al suyo, tuvo que ser desesperante.

—Oh, lo intenté, por supuesto. —Katsuki había ladrado una carcajada amarga—. Hacerlo muy despacio, para no generar demasiada fricción que provocase la detonación. Funcionaba, pero era desesperantemente largo. Tenía que planificarme la paja en la agenda. —Izuku, que era y sigue siendo capaz de alargar la llegada del orgasmo, se había mordido el labio, porque igualmente, era y sigue siendo capaz de correrse en menos de un minuto si quiere hacerlo rápido—. Así que sólo lo hacía cuando ya no podía aguantar más. Probé calcetines también.

—Un clásico —rio Izuku. Katsuki lo miró, airado—. Yo los usaba. Ya sabes, cuando no tenía pañuelos a mano y no quería manchar. Apuntas dentro y… Ah… —se había interrumpido al comprender qué quería decir Katsuki.

—Funcionaba, no te creas. Y como no había fricción, porque la tela absorbía el sudor de mis manos y mis manos no se movían sobre la piel, sino el calcetín, no había explosiones tampoco. Pero era seco, para empezar. No había manera de lubricar una mierda, así que al final raspaba si estabas más de un minuto. Y se sentía a medias solamente, como si tuvieras la polla entumecida. Por no hablar de que no había manera de tener un puñetero calcetín limpio.

»Probé la ducha también. El agua ayudaba a que no hubiese explosiones, pero resulta que es una mierda también, porque hace que la polla se insensibilice y el tacto se vuelva rugoso y desagradable.

—No sabía eso. —Izuku estaba genuinamente sorprendido, aunque más tarde comprobaría que la queja de Katsuki era, precisamente, el mayor inconveniente de las fantasías sexuales en piscinas, jacuzzis o playas.

—Llegué a hacer un agujero en el futón. ¡No te rías, Deku!

—Perdón, perdón. Es sólo… —Incapaz de contenerse, Izuku había soltado otra carcajada. Al final, hasta el propio Katsuki se le había unido.

—Era suave, eso sí. Seco, pero no tan áspero como el calcetín. Y se sentía… bueno, en cierto modo a mí se me asemejaba a follar, porque me ponía bocabajo en la cama, metía la polla y me movía, ya sabes… —Izuku volvió a estallar en carcajadas. Katsuki lo imitó—. La vieja me pilló en cuanto los lavó al final de la semana. Me dio tantas collejas que creo que olvidé lo que había estudiado en el último trimestre. Así que al final me he resignado a mantener mis erecciones a raya a base de duchas frías y ya me he acostumbrado a que haya sido así desde siempre. Eso sí, le eché más polvos a ese futón que pajas me he hecho en mi vida. Casi fue mejor que me pillasen, no quiero ni pensar como tenía que estar por dentro, lleno de…

—¡No lo digas! —había suplicado Izuku, riéndose más fuerte.

—De costras de corridas resecas una sobre otra —había terminado Katsuki, triunfal. Cuando los dos habían dejado de reírse, dejando que la diversión se difuminara por sí sola, se había puesto serio—. Eso quiere decir que jamás podré hacerte una paja, como querías el otro día, Izuku.

El uso de su nombre y no de su apodo era lo que había indicado a Izuku lo importante que estaba siendo la conversación para Katsuki, así que había meditado su respuesta varios segundos.

—Gracias por contarme todo esto —había dicho finalmente—. Tenía miedo de que no hubiese suficiente confianza. De haber metido mucho la pata. De que te cerrases en banda en lugar de contármelo todo. Gracias. Ha sido importante para mí.

—Quiero hacer las cosas bien, Deku. Esto también es importante para mí —había confesado Katsuki, sonrojándose. En ese momento, Izuku había sabido que eran oficialmente pareja. Que no era sólo un plan de besarse porque se sentía bien en algún lugar del estómago, ni algo pasajero y divertido que desaparecería más adelante. Katsuki quería trabajar tanto como él en que su relación funcionase. Tanto como para abrir sus intimidades para él.

—No es el fin del mundo, Kacchan. Además, se me ocurren mil cosas más que podemos hacer que no impliquen pajas.

—Lo sé. Pero también... No quiero que todo mi sexo se reduzca a llegar y metértela por el culo de buenas a primeras o a tener que chupar.

—¡Kacchan!

—Sé que es algo importante antes de llegar a un punto como ese. Y no tengo experiencia como para saber qué me gusta. ¿Y si no me gusta chupar? ¿Cómo voy a acariciarte a ti para que te excites? —La última pregunta la había hecho casi para sí mismo—. No sé cuales son todos los inconvenientes, en realidad. Y no quiero volver a hacerte daño. Nunca más, Izuku.

—Vamos a hacer una cosa, Kacchan —había dicho Izuku, tratando de encontrar una solución y que Katsuki dejase de autocompadecerse—. A partir de ahora, cada vez que quieras hacerte una paja y yo esté contigo o pueda estar contigo, sólo tienes que pedírmelo, ¿de acuerdo?

—Joder, creo que no has entendido…

—Sí lo he entendido —lo había interrumpido Izuku, impaciente—. Yo puedo hacerte una paja siempre que quieras. No es necesario que yo quiera en ese momento. Y, como seguramente querré, puedo hacerme la mía también. Y… si resulta que nos gusta chupar, pues menos problema, pero si no… La cosa es que tú no puedes utilizar tus manos para cosas que generen fricción, ¿no? —Katsuki había asentido, adivinando dónde quería llegar—. Pues podemos probar a frotar otras cosas. Da igual, en realidad. Simplemente lo descubriremos juntos. Al fin y al cabo, dudo que la gente le guste hacer todo, ¿no? Funcionará, Kacchan. Haremos que funcione.

Habían hecho que funcionase. Katsuki no había tocado su refresco cuando se marcharon. Izuku había arrastrado a Katsuki hasta su habitación y lo había sentado en la cama. Arrodillándose en el suelo, entre sus piernas, había sacado su polla del pantalón, ya dura. Recordando lo que le había contado Katsuki sobre la aspereza de las telas de los calcetines, la insensibilidad a consecuencia de estar mojado mucho tiempo, la frustración del roce excesivamente leve para evitar quemaduras… había dedicado varios segundos a recorrer su piel con la yema de los dedos en una caricia suave.

Katsuki había suspirado, apoyándose con las manos en el colchón, y había tragado saliva. La quemadura de su primera paja se dilucida, de un color apenas más oscuro que el resto de la piel de su pene, con la forma de los dedos en uno de los lados. Aquella tarde, había sido la primera vez que Izuku le había hecho una paja a alguien que no era él mismo. Había puesto toda su dedicación, empeñado en que Katsuki la disfrutase, bebiéndose su expresión durante el orgasmo. Le había dado lo mismo que le hubiese manchado la mano, llenándosela de una gran cantidad de semen, satisfecho solamente con la idea de que Katsuki por fin podría masturbarse con su mano.

Había cumplido su promesa. Al principio, antes de vivir juntos, había sido menos a menudo. Si se escapaban de la vista de sus amigos para besarse, Izuku se hacía cargo de las erecciones de ambos, contento por poder hacerlo. Después, habían descubierto que los temores de Katsuki hacia sus gustos sobre chupar habían sido completamente infundados y que ambos aman hacerlo y recibirlo, así que habían cambiado las pajas por las mamadas. Y, si Katsuki necesitaba ayuda para pajear a Izuku mientras se la chupaba, tal y como este le hacía a él, Izuku utilizaba su propia mano sin problema. El salto al sexo anal no había sido problema tampoco. Una vez seguros de que algo que antaño les parecía desagradable y que no querría hacer no era suficiente para detenerlos, Katsuki había descubierto lo placentero de tener la polla dentro del interior cálido de Izuku mientras este se satisfacía a sí mismo para ayudarse a llegar al orgasmo. Y, aunque Katsuki no puede follarle solamente con los dedos, sí puede utilizarlos para dilatarlo.

Poco después de mudarse juntos a un apartamento, habían descubierto los masturbadores para hombres en un sex shop. Habían adquirido uno cada uno y Katsuki había protestado durante días, porque un juguete como ese habría hecho de su adolescencia algo mucho más llevadero. Izuku había dejado de hacerle pajas, pensando que Katsuki querría utilizar el masturbador y no depender de él para los momentos de intimidad a solas, diferentes a los que compartían en parejas. Sin embargo, este le había acabado confesando que, aunque el masturbador le gustaba, prefería la mano de Izuku.

—Es… diferente —había dicho, frunciendo el ceño y buscando las palabras correctas—. Tú mano se siente… bien. Genial. Pero es tu piel. Puedo cerrar los ojos y pensar que es la mía. Esto se siente agradable y resbaloso, pero también artificial.

—¿Es tu forma de pedirme que quieres que te haga pajas, Kacchan? —se había reído Izuku, contento y excitado por la idea.

Así, como vivían juntos, Katsuki sólo tenía que pedirle que le hiciese una paja e Izuku accedía, tal y como había prometido en su primera cita. Aquello había establecido una complicidad especial entre ambos, porque Katsuki había demostrado tener plena confianza en Izuku. Al levantarse por la mañana, aprovechando la erección matinal. Viendo una película, porque se había puesto duro. Leyendo un libro. En una ocasión, sólo porque había visto a Izuku salir de la ducha y le había parecido sexi. E Izuku lo complace siempre, disfrutando del placer de Katsuki y convirtiéndolo en parte del propio.

La casualidad había querido que uno de los días, durante el sexo, Katsuki rescatase uno de los masturbadores masculinos, porque quería, por una vez, ser él quien pajease a Izuku mientras se lo follaba. Pero, tras observar cómo la polla de Izuku se abría paso a través de él, había cambiado de idea y, en lugar de penetrar a su novio, había alineado la polla contra el masturbador y, despacio, se había introducido dentro de él.

—Esto es… —Izuku habría podido correrse sólo de sentir la polla suave y caliente de Katsuki apretada contra la suya. Y, por los ojos brillantes de este, dedujo que estaba en una situación similar.

El experimento había abierto un mundo para ambos. Katsuki ya no necesitaba la mano de Izuku, aunque la siguiese pidiendo de vez en cuando. Tampoco Izuku tenía que hacerse cargo de las pajas de los dos si en una discoteca les daba un calentón, salvo que quisiese hacerles una paja a ambos a la vez, pegando sus pollas para abarcarlas con una mano. Y habían probado. Una vez, Katsuki se había frotado contra sus pies y otra contra su pecho, pero la sensación no le había gustado a ninguno. Sin embargo, atrapar la polla entre las nalgas de Izuku y utilizarlas para masturbarse les había encantado a los dos. A Katsuki, porque era tan bueno como una paja y a Izuku porque el roce de la polla de Katsuki en su culo, incluso por fuera, le resultaba excitante y placentero.

Ahora, cuando ambos están calientes y harían el equivalente a masturbarse mutuamente para dejar salir el ansia por llegar al orgasmo, basta con que ambos se froten la polla una contra la otra, tal y como han hecho en el servicio de la estación de tren.

—Te la tenía que haber chupado —dice Katsuki, entre dientes, cuando ambos caminan ya por una de las calles de Shibuya. Van de la mano y nadie se fija en ellos ni pueden mirarlos el suficiente tiempo como para reconocerlos, como ha pasado con la pandilla del tren, así que pueden disfrutar del anonimato.

—Kacchan, no es necesario…

—Sí lo es —gruñe el chico, fastidiado—. Es sólo que después de terminar me quedo tan a gusto que durante unos minutos soy incapaz de pensar. Pero tú siempre piensas en mí, incluso aunque acabes antes que yo, no dejas de hacérmelo.

—Kacchan… —Este se vuelve para mirarlo, porque Izuku se ha parado—. Está bien. Puedes hacerlo luego, si quieres. Pero escúchame. Está bien para mí. Soy feliz con lo que hacemos y con cómo lo hacemos. Y, si no lo hiciésemos, seguiría siendo feliz. Para mí es suficiente con estar contigo, Kacchan.

—Joder, Deku, no te pongas cursi —espeta Katsuki, tirando de él para hacerle caminar de nuevo. Izuku sonríe, porque Katsuki se ha sonrojado y camina una zancada por delante de él para que no se dé cuenta—. Y tenías razón. En que los he prejuzgado. A los chavales. Seguro que sólo son un grupo de imbéciles escandalosos, pero nada más. Y le hacía ilusión la gorra firmada.

—Claro que sí, Kacchan.

Katsuki se la acaba chupando, porque a pesar de su carácter irascible, Izuku sabe que esconde un corazón de oro y no soporta no hacer las cosas como él considera que están bien y son justas. Así que se deja hacer cuando, mientras se prueba ropa en un probador, Katsuki entra dentro.

—Cállate —gruñe en voz baja—. He aprovechado que la dependienta no estaba mirando para entrar.

Izuku tenía unos pantalones en la mano que se quería probar, pero Katsuki lo ha ignorado para ponerse de rodillas, bajarle los calzoncillos hasta las rodillas y meterse su pene en la boca. Ha chupado con paciencia, haciéndola crecer en su boca, hasta que ha estado completamente dura. Después, se la ha sacado de la boca y ha tirado suavemente de su prepucio hacia abajo, para obligarlo a descubrir el glande.

—No quiero que uses la mano hoy —susurra, haciendo referencia a que cuando Katsuki se la chupa, Izuku suele pajearse la base, tal y como hace cuando él se la chupa a Katsuki y no se la mete entera en la boca, para que tenga la sensación de que es así—. Sólo… tú muévete como necesites.

Mordiéndose las mejillas para no gemir y que los oigan, Izuku hunde las manos en el cabello de Katsuki y mueve las caderas, entrando y saliendo de la boca de Katsuki, cada vez a más velocidad, hasta que el orgasmo lo alcanza, corriéndose sin control y apretándose contra la cara de Katsuki con fuerza, lo más dentro que puede.

—Gracias —susurra. Katsuki tenía razón. Es cierto que él no necesita que Katsuki haga esas cosas para ser feliz con él, tanto como lo es que resulta placentero y satisfactorio recibir. Y, a juzgar por la sonrisa satisfecha de Katsuki, él se siente tan feliz como Izuku de proporcionarle el mayor placer posible que pueda—. Siento no haberlo entendido antes.

—Siempre entiendes las cosas rápido —murmura Katsuki, colocándole los calzoncillos y dándole un beso que sabe a Izuku—. Sé que eres feliz y yo también lo soy, pero también quiero poder ser yo quien…

—Prometo que a partir de ahora lo tendré en cuenta.

—Más te vale, Deku —amenaza Katsuki. No sale del probador. A pesar del poco espacio, Izuku consigue probarse toda la ropa que quiere, bajo la atenta mirada de Katsuki, que se lo come con los ojos con deseo. Está a punto de ofrecerse a hacerle una mamada él también, pero comprende que Katsuki quiere que este momento sea sólo de él y decide esperar un momento más adecuado.

Lo encuentra por la noche. Han vuelto de Shibuya. Tras ducharse y colocar las compras se han tumbado en el sofá, ahítos y cansados. Tras buscar una película entre los diversos canales, sin éxito, Katsuki ha conectado la videoconsola, pero a Izuku no le apetece jugar. Katsuki se tumba, apoyado sobre un codo, de lado en el sofá e Izuku hace lo mismo, delante de él, apretando su espalda contra su pecho, mirando cómo su novio mata zombis a espadazos en el videojuego. Se está quedando adormilado cuando escucha la voz de Katsuki, queda porque teme despertarlo.

—Izuku… ¿Me haces una paja? —Izuku tarda en reaccionar por la somnolencia. Primero se da cuenta de que la polla de Katsuki se clava, dura, en su culo. Ambos están en calzoncillos holgados, así que la tela se levanta tensa alrededor del pene de su novio, frotándose contra la del calzoncillo de Izuku. Después, que el juego está en pausa.

—Claro —responde finalmente, parpadeando para alejar el sueño, temiendo que Katsuki ya se haya arrepentido.

—No quería despertarte —dice este.

—No estaba dormido. No todavía. —Se remueve, para volverse hacia Katsuki y masturbarlo.

—Espera —dice Katsuki, deteniéndolo.

—No te preocupes, de verdad no estaba dormido y me apetece hacértela —replica Izuku rápidamente.

—No es eso, no seas idiota. Ya sé que quieres hacérmela. Es sólo… ¿te importa si no es con la mano hoy?

—Claro —asiente Izuku, pensando que Katsuki quiere utilizar su culo para encajar su polla entre sus nalgas.

Katsuki le baja los calzoncillos y luego hace lo mismo con los suyos. Izuku acerca el culo un poco más hacia él, notando su polla dura y caliente contra la piel de sus glúteos, para facilitárselo. Sin embargo, en lugar de sentir la punta de la polla de Katsuki rozar contra su ano, la nota empujar justo debajo, en el punto donde sus muslos se unen.

—Se me ha ocurrido antes, cuando te la estaba chupando —admite Katsuki a modo de explicación—. Tú tenías los ojos cerrados, así que no te has dado cuenta. Tienes unos muslos fuertes y entrenados, pero nunca lo había pensado hasta hoy. Estaba pensándolo ahora, mientras jugaba, buscando cómo decírtelo y he acabado caliente.

—Esta genial. ¿Necesitas que apriete las piernas?

—Así está bien —asegura Katsuki. La punta de su polla le está acariciando la base de los huevos, húmeda por la excitación. Izuku baja la mano y se los acaricia, extendiendo el líquido espeso y pegajoso que sale del pene de Katsuki no sólo por sus huevos sino también por el glande de Katsuki, para facilitar el roce—. Gracias por haberme dejado chupártela. Realmente necesitaba hacerlo. No poder usar mis manos nunca es frustrante, pero también quiero formar parte de tu… Me estás entendiendo, joder.

—Claro que sí. La próxima vez te preguntaré —promete Izuku, sonriendo—. Cuando termines antes que yo, digo. Y podrás decidir. Porque a mí también me gusta, Kacchan. Me gusta mucho.

Katsuki se folla los muslos de Izuku en silencio. Este se pone duro por el roce de la polla de su novio en los huevos, y se masturba a sí mismo en movimientos lentos y pausados, imitando los que Katsuki está haciendo entre sus piernas. Sólo se oyen los jadeos de ambos, el gemido de Izuku cuando Katsuki le muerde el hombro, el sonido húmedo de la lengua de este cuando le chupa el cuello para consolarlo.

Se corre Katsuki primero. Después, le confesará a Izuku que no ha podido contenerse más porque la sensación era más firme que la de su culo o su boca, obligando a su prepucio a estimularlo con más fuerza de lo habitual. Mancha las piernas de Izuku, llenándole la cara interna de los muslos de semen, y también los huevos. Este, jadeando y tratando de contener su orgasmo hasta escuchar la respuesta, le hace la pregunta prometida a Katsuki.

—No te falta mucho, ¿verdad? —Izuku niega con un gemido desesperado—. Entonces conmigo.

Izuku se da media vuelta. La polla de Katsuki todavía está dura. Izuku sigue masturbándose unos segundos más, porque sabe que Katsuki estará realmente sensible y que es sólo una forma idiota de su novio de demostrarse a sí mismo el punto expresado, pero luego cumple su deseo y deja de tocarse con la mano para frotarse contra el pene de Katsuki, que contiene un gruñido al notar la sensación de placer casi insoportable. No necesita hacerlo más de diez o doce segundos, corriéndose encima de él con un gemido sollozante.

Y la sonrisa feliz de Katsuki se le contagia en cuanto este le sostiene la cara para besarlo con tanta intensidad, que cuando se separan, Izuku se nota un poco mareado.