Día 5.
Prompt: Sounding/Humming
Trigger Warning: Sounding, Humming, Deepthroat, Begging, Bondage, sexo anal, sexo oral (felación).
En realidad, tocaba Deepthroat (metí los prompts en un sorteador y salieron así y en ese orden), pero como sé que voy a utilizar ese kink en concreto en más sitios (pasa como con el Rimming, que aunque tenga un kink concreto lo combinaré con otro para que no se quede "descafeinado". En este caso, añadí el de Humming.
Sounding: introducir objetos por la uretra.
Humming: Hacer vibrar la boca durante una felación.
Deepthroat: Felación profunda, tanto como permite la longitud del pene.
Begging: Súplicas y ruegos.
TENTACIÓN
Con la cintura envuelta en una amplia y esponjosa toalla, Harry sale del cuarto de baño, secándose enérgicamente el pelo con otra toalla más pequeña. Draco se burla de él cada vez que lo hace, murmurando con mordacidad que el mago más poderoso del mundo mágico, que puede secarse el pelo con un simple movimiento de cabeza, recurra a algo tan muggle, poco práctico y eficaz como una toalla, pero a Harry le gusta hacerlo.
Situándose ante el espejo de cuerpo entero que cubre el espacio libre entre el armario y la cómoda, se peina los mechones húmedos con los dedos de las manos, tratando de domarlos para que se queden quietos. Lo consigue, pero es más que consciente de que es algo temporal: en cuanto el cabello se seque, se alborotará, desparramándose por encima de las orejas, la frente y los hombros. No le importa, porque se ve extraño con el pelo tan… controlado. Pero ahora, por unos minutos, el pelo negro aplastado contra el cuero cabelludo, estirado hacia atrás, le trae recuerdos de la primera vez que vio a Draco, con su cabello rubio pulcramente repeinado.
Como Harry, Draco también lleva ahora el pelo largo, pero por lo que sea en él no tiene el aspecto de viejo cantante de rock desaliñado que presenta el suyo. Mientras que la melena de Harry, que baja por debajo de los hombros a pesar de los rizos, caótica y sólo dominable cuando la ata con un fuerte lazo mágico en la parte alta de su nuca, la de Draco cae por sí sola igual que la de los elfos que salían en una de las películas muggles que fueron a ver al cine. Mucho más larga y sedosa que la de Harry, Draco la peina primorosamente y, al contrario que la cabellera negra, su pelo rubio permanece exactamente en el mismo sitio donde lo coloca. A lo sumo, algún mechón rebelde escapa, pero Draco lo coloca pacientemente detrás de su oreja en un gesto automático. Y, si está trabajando, utiliza un lazo de seda verde que ata con un movimiento fluido y que engalana la melena con un toque de color y elegancia.
Tras mirarse unos segundos más, agita la cabeza de un lado a otro, igual que un perro mojado. La melena se le encrespa al instante. Tanto, que tiene que retirarse el pelo de la cara para poder ver bien. Quizá, y sólo quizá, considera la idea de recortarlo un poco, tal vez en las puntas, para evitar ese problema, pero le gusta mucho llevar el pelo largo.
Desanudando la toalla de la cintura para secarse con más comodidad, se percata de que el movimiento ha llenado de un montón de gotas el espejo. Eso le hace mirar detrás de sí y comprobar que el suelo de madera, desde la puerta del baño hasta dónde está, también está cubierto de montones de gotas, e incluso algún charco.
—Mierda —suspira Harry, fastidiado.
No es un chico desordenado, en realidad. Es sólo que cuando se ducha suele salir de la bañera con el cuerpo chorreando de agua. Aunque se anude la toalla en la cintura o se seque el pelo, los regueros de agua que corren por su cuerpo acaban deslizándose por su piel hasta el suelo. Y, si olvida terminar de secarse en el cuarto de baño, algo que ocurre bastante a menudo, acaba empapando el suelo de toda la casa, que es de madera y sufre fácilmente el efecto de la humedad.
Así pues, recoge ambas toallas, busca su varita, descuidadamente lanzada encima de la cama antes de entrar en la ducha, y con un movimiento fluido hace desaparecer toda el agua derramada. Está a punto de lanzarse también un hechizo secador sobre sí mismo para no seguir mojando el suelo, cuando un crujido en el vestíbulo anuncia la llegada de Draco, que no tarda en aparecer por la puerta, sorprendido al verle.
—¿Harry?
—Hola —sonríe este—. Terminé pronto de trabajar. Te mandé un mensaje, pero creo que no has llegado a verlo.
—No, desde luego. —Draco se acerca para darle un beso de saludo al mismo tiempo que saca un pequeño disco de metal del bolsillo y lo revisa. Ante la reticencia de Draco a utilizar teléfonos muggles, el sistema ideado años atrás por Hermione fue una buena solución para poder intercambiar mensajes, pero Draco no siempre se acuerda de estar pendiente de él—. Potter, estás mojando las sábanas de la cama —gruñe Draco cuando Harry, que todavía no se ha secado del todo, se sienta en el borde de la cama, rebuscando en un cajón de la mesita de noche unos calzoncillos que ponerse—. Y, de haberlo sabido, habría podido volver antes.
—No importa, Draco —responde Harry, no muy seguro de a qué está contestando hasta que levanta la vista hacia su novio, que se ha quedado de pie, inmóvil, observándolo fijamente con una expresión hambrienta en el rostro—. Además, no hace ni veinte minutos que…
—No me refería a eso —dice Draco, incisivo, arrastrando las palabras. Harry, siguiendo los ojos de Draco, que se han posado en las pequeñas gotas de agua que se deslizan por su pecho y piernas, comprende qué quiere decir. Está a punto de contestar que al menos ya está aquí, pero Draco ha sacado la varita de la túnica y, con un movimiento rápido que Harry conoce bien, pronuncia las palabras del hechizo antes de que Harry tenga tiempo de negarse.
Las toallas, la varita y el bóxer que tenía en la mano caen descuidadamente al suelo cuando las manos de Harry se elevan automáticamente hacia arriba, uniéndose por las muñecas. Su espalda pone recta y sus rodillas y tobillos se separan bruscamente, imposibilitándole moverse y dejándolo expuesto en su desnudez ante Draco. Con sólo que este lo tumbe encima de la cama, tendrá a su disposición el culo de Harry para hacer lo que le dé la gana con él, aunque por ahora lo deja quedarse sentado.
—Joder, Draco —protesta, poniendo los ojos en blanco.
El hechizo es creación del rubio. Tras convencerle de ver una película pornográfica con él, pensando que sería buena idea como fase introductoria al sexo (y Harry no había pretendido siquiera ver la maldita película, sólo ponerlos cachondos a ambos), Draco se había interesado mucho en el mecanismo que mantenía inmovilizado al chico que hacía de pasivo en esta. Harry habría bromeado diciéndole que podían comprar uno, pero Draco había hecho un gesto despectivo con la mano, argumentando que era un lío de tiras y cuerdas que tardaban demasiado tiempo en organizarse.
Harry había subestimado la inquieta inteligencia de Draco, sumada a su ambición y astucia, propias de la casa en la que en su momento había cursado Hogwarts. Días después de ver la película, Draco lo había sorprendido con el hechizo. Partiendo de la base de conjuros inmovilizadores, este había modificado el efecto de estos para adecuarlos para asemejarse de una manera sorprendente al artilugio que salía en el film. Así, ahora Harry siente la magia atándolo en las muñecas, rodeando su cuello y bajando en invisibles tiras por su espalda y estómago hasta las rodillas, separadas por una imaginaria barra, más inflexible que si fuese de acero, que mantiene sus piernas abiertas y separadas a la fuerza. Es fácil contrarrestarlo, pues Draco había pensado en ello también, y basta una palabra de Harry para deshacerlo, pero este no la pronuncia, sintiendo un calor ardiente crecer en su abdomen con la mirada de anhelo que le dirige Draco a su polla.
—Puedes decir el contrahechizo, Harry —susurra Draco, sonriendo cuando el pene de Harry comienza a crecer, contradiciendo su protesta y delatando su excitación. Espera un par de segundos, pero no hay respuesta—. Eso suponía.
»No está bien, Potter. No puedes hacerme esto, por Merlín. —Mientras habla, Draco va desnudándose poco a poco, delante de Harry, sin apartar la mirada de él. Este tiene que tragar saliva cuando, antes de doblar pulcramente los pantalones y dejarlos a un lado, Draco saca su cinta de seda verde para atarse el cabello con un lazo—. Eres tan jodidamente sexi cuando estás recién duchado, que a veces me dan ganas de ponerte un puto candado mágico para que ni siquiera tú puedas disfrutar de ti mismo si yo no estoy. —Con un dedo, Draco sigue el camino que marca una de las escasas gotas de agua que quedan sobre su cuerpo y luego atrapa otra con la lengua antes de seguir desnudándose—. Y bien… ¿Qué voy a hacer contigo, Potter?
Totalmente desnudo ya, Draco se acerca al borde de la cama. Con un gesto desdeñoso, aparta con el pie la varita de Harry y las toallas para alejarlas de ellos. Harry se lame los labios al ver la polla de Draco justo delante de él. Al contrario que Harry, que ya está tan duro que la polla le duele, el pene de Draco sólo ha crecido un poco, apenas lo suficiente para que el glande asome tímidamente por el prepucio. Con un gesto cariñoso, Draco hunde las manos en la melena oscura de Harry, masajeándole el cuero cabelludo durante unos segundos.
—Draco… —suspira Harry. Incapaz de resistir la tentación, mueve la cabeza hacia adelante, hasta apoyar la frente en el abdomen de Draco. Los vellos rubios, de un color más oscuro que el de las cejas, pero aún rubios, le cosquillean en la punta de la nariz cuando inspira profundamente, tratando de emborracharse del aroma de Draco, más fuerte en esa zona.
—Vaya, vaya. —Draco le tira del pelo bruscamente para moverle la cabeza hacia atrás, alejando a Harry de su cuerpo y luego se inclina hasta que sus labios quedan junto a la oreja de Harry, haciéndolo estremecerse de excitación con el roce de su aliento y la promesa de sus palabras—. Te voy a follar, Harry. Te voy a follar la boca, te voy a follar el culo y te voy a follar hasta la polla.
—Sí, Draco —asiente Harry, ansioso.
Draco se incorpora y guía su pene hasta los labios de Harry, rozándolos su contorno con él. Todavía no está duro, pero tampoco sigue flácido cuando Harry entreabre la boca para recibirlo dentro de su. Puede acariciar y presionar con la lengua la piel suave, aterciopelada y aún algo blanda y notar como, al crecer dentro de él, el glande le presiona y roza el paladar. A Harry le encanta ser el responsable directo de la erección de su novio, succionar con fuerza, tentar con los dientes suavemente en el tronco para calibrar cuán duro está ya, introducir la lengua entre el prepucio y el glande, lamer el frenillo, que siempre arranca algún suspiro de placer de Draco.
En apenas unos segundos, la erección de Draco está tan dura y ha crecido tanto, que roza el fondo de la garganta de Harry y le llena toda la boca. La saliva se le acumula y, al tragarla, algo que obtiene de Draco un sonido de contenido placer, se siente ahogar. Harry gimotea, apabullado, y los ojos le lagrimean por el esfuerzo. Draco, observándolo desde arriba con los ojos entrecerrados de placer, se da cuenta, y le enjuga con ternura las lágrimas con los dedos pulgares.
—Relaja la garganta, Harry —le aconseja en voz baja, sugerente. Harry lo obedece instintivamente. Más lágrimas se derraman de sus ojos por el esfuerzo y nota la cara caliente, sonrojada, algo que hace sonreír a Draco, que vuelve a enredar las manos en el pelo de Harry, esta vez para obligarle acercarse más, a tragarse más porción de su polla, tanto que su nariz vuelve a cosquillear con el roce de su vello púbico—. Puedes hacerlo, Harry. Siempre lo haces tan bien —insiste Draco en tono condescendiente.
Harry gime, tratando de asentir. Lo bueno del hechizo inmovilizante de Draco, es que el contrahechizo es tan sencillo que hasta un alumno de Hogwarts podría realizarlo no verbalmente. Sólo tiene que pensarlo, canalizando su magia a través de él, para deshacerlo y apartarse de la polla de Draco. En lugar de hacerlo, vuelve a gemir para pedirle a Draco que se hunda más adentro para tragarse toda su polla entera.
—Ah, ya sabía yo que eras un buen chico —dice Draco, sonriendo satisfecho, pero no se mueve. Harry consigue relajarse lo suficiente para aceptarlo, aunque los ojos todavía le lagrimean y algunos surcos húmedos le recorren el rostro. Ansioso, vuelve a gemir, haciendo vibrar con su voz grave la garganta y eso provoca un suspiro más de placer de Draco, satisfecho por conseguir esa reacción—. Ah, sí…
Comprendiendo qué quiere Draco, Harry gime y gime, tratando de que la garganta le vibre lo más posible, suplicando por ver su deseo concedido. Cuando Draco se considera satisfecho, tira del pelo de Harry para obligarlo a terminar de tragarse su polla. Y ya no se detiene. Despacio al principio, pero cada vez más rápido, obliga a Harry a mover la cabeza hacia adelante y hacia atrás. A veces lo empuja hacia atrás, dejando sólo la punta dentro, para que Harry la lama, presionando con la lengua en el pequeño orificio, algo que a Draco le encanta. Otras, tira de él hasta hundirse dentro de su garganta, para que la succión de las mejillas de Harry le dé placer. Entre medias, adopta un ritmo para que la boca de Harry se mueva sobre su erección en un movimiento similar al que haría si se lo estuviera follando.
Cuando Draco se tensa, obligándolo de nuevo a tragárselo entero, Harry se prepara para recibir el disparo de su semen en el fondo de la garganta, porque no quiere que Draco tenga que salirse si le da un ataque de tos, pero este se queda quieto, tratando de controlarse, y sale de su boca, muy despacio.
—Joder, Harry —susurra, extasiado. Harry se lame los labios, orgulloso por el cumplido. Como al principio, Draco dirige su polla, esta vez dura, surcando el contorno de los labios de Harry, manchándolos con las gotas de líquido preseminal que afloran en la punta y extendiéndolos como un labial hasta hacer que su boca brille. Después, se agacha y le besa suavemente—. Podría haberme corrido sólo con ver lo bien que me comes la polla, Harry. Pero te he hecho una promesa y voy a cumplirla.
Empuja a Harry, haciéndolo caer de espaldas sobre la cama. El hechizo inmovilizador le obliga a conservar la posición, pero no impide que los músculos de Harry se quejen por la incómoda postura. Con los brazos estirados sobre la cabeza y las piernas abiertas y extendidas, se siente aún más vulnerable que ante las pocas piadosas manos de Draco obligándolo a chuparle la polla. Este le da la espalda, volviéndose hacia la mesita de noche y rebuscando en ella. Estremeciéndose de placer anticipado, Harry supone que eso significa que va a prepararlo con los dedos, pero una mueca de decepción fugaz le surca el rostro fugazmente cuando ve que Draco regresa con la varita en la mano.
—Oh, no te preocupes, Harry —dice este, que se ha dado cuenta de su expresión—. Créeme, no va a darte tiempo de preocuparte por tu culo hoy. ¿Recuerdas qué te he dicho?
—Que me ibas a follar —contesta Harry. Draco levanta una ceja, esperando una respuesta correcta—. Que me ibas a follar la boca, el culo y… ¡Oh! —Draco sonríe, triunfal, y levanta en la otra mano, la que no lleva la varita y que Harry no había visto hasta ahora, un pequeño bote de lubricante y una delgada barra metálica de algo más de quince centímetros. Si no hubiese estado completamente empalmado, este habría sido un momento ideal para ponerse duro como una roca.
—Te voy a follar, Harry Potter —ronronea Draco, arrastrando las palabras muy despacio—. Te voy a follar hasta que me supliques por correrte.
Arrodillándose entre las piernas de Harry, Draco presiona la punta de su varita contra el culo de Harry, presionando un poco con ella y haciendo que este se dilate y expanda lo suficiente para permitir su entrada apenas unos milímetros. Técnicamente, no es necesario hacer eso para el encantamiento que Draco desea realizar, pero la cara de perverso placer que aparece en su rostro mientras rota la varita despacio, le dice a Harry lo mucho que le gusta tenerlo así de vulnerable.
—Dilate et Lubricate —susurra Draco, mordiéndose el labio. Al instante, Harry siente cómo su culo se relaja. La varita se desliza fuera de él y, cuando aprieta el ano, lo nota flojo y húmedo—. Y bien, ¿vas a suplicar ya?
—¿Asustado por no conseguirlo, Malfoy? —lo provoca Harry, sonriendo. Sabe que acabará suplicando, pero quiere aprovechar este último instante de lucidez para presentar un mínimo de batalla.
—Ni un poco, Potter —dice Draco, recolocándose para presionar con la punta de su polla en el culo de Harry—. Aprieta para mí, Harry.
Este comprende al instante qué desea y vuelve a contraer el músculo de su culo, igual que ha hecho cuando ha comprobado el alcance dilatador del hechizo de Draco, para oponer resistencia a la penetración. Draco emite un gemido gutural mientras empuja, satisfecho por la presión de Harry. Los primeros centímetros duelen un poco, pero el encantamiento ha sido generoso, mucho más de lo habitual. Harry se ríe entre dientes, obteniendo a cambio una mirada airada de Draco, que entorna los ojos, fastidiado, al comprender que eso significa que Draco está muy excitado y no confía en durar mucho tiempo, así que no quiere provocarle tanto dolor como para hacerle perder la excitación.
Draco se empuja dentro de su culo sin piedad, y no se detiene hasta haberse enterrado por completo dentro. Sólo entonces Harry se permite relajarse. Draco vuelve a usar la varita y susurra otro hechizo. Un invisible nudo se ata en la polla de Harry. Este sólo lo nota durante una décima de segundo, justo cuando el encantamiento hace efecto, pero sabe que estará ahí hasta que Draco lo retire.
—Bien, Harry. Ahora toca encargarse de ti. —Draco deja la varita a un lado y masturba lentamente a Harry durante unos segundos.
Este se tensa cuando Draco deposita varias gotas de lubricante justo en su glande, pero se relaja cuando Draco las deja resbalar por su piel, dejando que su mano también se empape de él, extendiéndolo por todo su pene. Cuando Harry se ha distendido lo suficiente, vuelve a depositar otras pocas de lubricante encima de la punta de su polla, pero esta vez utiliza su dedo pulgar para masajearle la entrada de la uretra, presionando con cierta fuerza. Harry gime, alentándolo, y Draco sonríe maliciosamente.
—¿Es eso una súplica, Harry?
—En absoluto —niega este.
—Vaya… Es una pena, porque no sabes lo increíblemente bien que te ves ahora. Abierto de piernas para mí, con mi polla dentro de tu culo, sonrojado y despeinado…
—Yo siempre estoy despeinado —dice Harry, tratando de mantener un poco de control sobre la conversación, pero Draco vuelve a presionar con el dedo en la entrada de la uretra, haciéndolo callar.
—… y tan excitado que no sé yo si voy a necesitar lubricante.
Harry mira hacia abajo, en dirección a su polla. Draco tiene razón, de la punta salen gotas y gotas de líquido preseminal, anticipando el placer. Aún así, no le da el gusto a Draco de pedir que siga, así que este se hace rogar. Con los dedos, estruja un poco el glande de Harry, jugueteando con él y obligándolo a abrirse un poco. Cuando lo consigue, deja caer varias gotas de lubricante más, cerciorándose de que caigan dentro, y después usa la yema de su dedo índice, largo y delgado, para presionar y acariciar justo ahí, casi como si quisiera meter el dedo completo.
Después, con calma, levanta la varilla de metal que sacó de la mesita de noche y la empapa también en lubricante antes de apoyarla justo en la pequeña abertura. Harry contiene el aliento, pero no cierra los ojos, expectante. Con cuidado, Draco va deslizando la barra de acero por el interior del pene de Harry. Este traga saliva, tratando de mantener a raya el leve dolor que le causa la intrusión del objeto a base de concentrarse en como este se abre paso por su interior. Es rígido, y de la longitud perfecta, como todos los juguetes que Draco escoge para él, así que cuando llega al final, sólo tiene que dejar un dedo apoyado en la punta del glande para impedir que se mueva.
—¿Y bien, Harry? —pregunta Draco, sonriendo.
—Mejor que nunca —contesta Harry, lamiéndose el labio inferior en un gesto provocador.
—No es lo que he preguntado.
Al separar el dedo del glande, la delgada varilla se desliza hacia arriba, saliendo por si sola del pene de Harry. Este cierra los ojos. El leve dolor inicial, el que le provoca ahora al rozar el interior de su polla, el que vuelve a sentir cuando Draco impide que la barra salga del todo por el sencillo método de empujarla hacia adentro de nuevo… todos se combinan en un excitante placer que le recorre desde el culo, donde aprieta el ano alrededor de la polla de Draco, hasta el lugar exacto donde el dedo de Draco presiona contra su glande para mantener el dilatador uretral en su sitio, pasando por sus huevos y luego estremeciendo todo su cuerpo paralizado.
—¡Ah, sí! —gime cuando Draco vuelve a dejar entrar y salir la varilla.
—Claro que sí, Harry —sonríe Draco.
Ya no le da más oportunidades para suplicar y permitirle obtener su recompensa antes de hacer nada más. Harry lo agradece, porque si no fuese por el hechizo que impide su orgasmo en la base del pene, la sensación de la polla de Draco dentro de su culo, y el dilatador entrando y saliendo sin parar, seguramente ya se habría corrido.
Draco mueve las caderas, entrando y saliendo del culo de Harry. Lo hace en movimientos cortos y secos, sin florituras, pero a Harry le bastan para aullar de placer. No es consciente de que lo ha hecho hasta que ve la cara de satisfacción de Draco. En un alarde de habilidad, este coordina el movimiento de la penetración con los de sus manos: con la izquierda mantiene la barra de acero subiendo y bajando, follándose la polla de Harry; con la derecha, lo masturba sin parar y sin dejarse conmover por los cada vez más ruidosos gemidos de Harry.
—Draco, me corro —avisa Harry al notar que sus huevos se tensan, demandando la culminación de su placer.
—No —se limita a decir este, acelerando el ritmo de sus embestidas, moviendo la mano más rápidamente, haciendo que el dilatador entre y salga a más velocidad. La polla de Draco se abre paso dentro del culo de Harry bruscamente, cada una de ellas con más fuerza que la anterior.
—Draco, me corro —vuelve a advertir Harry, esta vez sin poder evitar el sonido lloriqueante que acompaña su voz.
Silencio.
Draco lo mira directamente a los ojos. Sus irises grises están prácticamente negros por la dilatación de sus pupilas y reflejan el hambre de placer que el chico siente. Y, aunque su mirada no está exenta de cariño y diversión, las facciones de su rostro no cambian, y no se detiene. Harry está a punto de llegar al paroxismo, todo su cuerpo, incluso a pesar de la inmovilización mágica, se estremece, deseando culminar el placer, pero Draco se limita a esbozar media sonrisa desafiante y clavarse más a fondo dentro de su culo.
—¡Por favor! —grita Harry, desesperado, cuando el conato de placer no satisfecho comienza a ser doloroso—. ¡Por favor! ¡Por favor, Draco! —aúlla, rindiéndose.
—Nullus —susurra Draco, triunfal.
Todos los hechizos se desvanecen al instante. Las manos de Harry se separan, aunque este no tiene fuerzas para moverlas a otra posición. Sus piernas caen a cada lado de las caderas de Draco, que sigue follándolo sin piedad. Por fin, Harry puede arquear la espalda en respuesta al placer postergado, gimiendo con un sonido gutural. Draco sigue masturbándolo, pero cuando el dilatador uretral sale disparado, impulsado por la fuerza del primer chorro de semen, lo deja salir y rodar por encima del abdomen de Harry hasta caer en la cama. Harry empuja con las caderas hacia arriba, acompañando en el movimiento a Draco, durante unas cuantas embestidas, clavándose él mismo en la polla de Draco, mientras más hilos de semen salen disparados, manchando su pecho y su abdomen.
—Sí… —suspira, susurrando. Extasiado, deja caer la cabeza hacia atrás en el colchón, las extremidades desparramadas y desmadejadas, y cierra los ojos, satisfecho y relajado. Entre sus piernas, con la cara ahora retorcida de placer, y un par de mechones de pelo rubio escapados del lazo de seda verde tapándole el rostro enrojecido de deseo, Draco sigue follándose a Harry con estocadas erráticas hasta que culmina en su propio orgasmo. Este le deja hacer, aunque vuelve a apretar el culo, tal y como a Draco le gusta, para acompañarle durante su eyaculación y prolongar su placer. No se mueve hasta que Draco se deja caer encima de él, exhausto, y sólo lo hace lo justo para abrazarlo, acariciándole la espalda con movimientos lánguidos.
—Joder, Potter, ahora voy a tener que ducharme yo —murmura Draco, escondiendo la cara en el cuello de Harry. Este se ríe entre dientes, fascinado por la diferencia entre el Draco que hace unos minutos le exigía suplicar y el que ahora esconde su vulnerabilidad tras una poco disimulada queja.
—¿Si te hago compañía yo, se te hace más llevadero?
—¿Sabes, Potter? —Draco levanta el rostro para mirar a Harry—. A veces me pregunto si lo haces adrede. Para tentarme.
—Por supuesto que lo hago adrede, idiota. —Con la mano, Harry recoge uno de los mechones díscolos de Draco y lo esconde detrás de su oreja, satisfecho al ver que, tras un buen polvo, los dos tienen el mismo aspecto dulcemente despeinado.
—Estás bien, ¿verdad? No he sido demasiado brusco, o…
—Estoy bien —lo tranquiliza Harry, peinando otro mechón tras su otra oreja—. Ha sido fantástico. E inesperado.
—La culpa es tuya —gruñe Draco, fingiendo malhumor—. Por ir por ahí alardeando de pectorales y de piernas chorreantes de agua.
Harry suelta una carcajada. En venganza, Draco lo muerde en el trozo de piel que tiene a su alcance, con fuerza, haciendo que Harry pase de reírse a protestar. Después, se acomoda encima del cuerpo de Harry, apoyando la cabeza sobre su pecho y dejándose mecer en las caricias de este en su espalda. Sin hacer ruido, Harry vuelve a sonreír. Quizá la ducha pueda esperar unos minutos más.
