Día 11.
Prompt: Edging/Dickcage
Trigger Warning: Sexo explícito, Orgasm Ruined, Orgasm Denial, Orgasm Control, Dickcage, Edging, masturbación, sexo oral (felación), Swallowing, Snowballing/beso blanco, Licking, sexo anal, tortura de pezones, voyeurismo, exhibicionismo, Cock Warming.
Orgasm Ruined/Orgasm Denial: Denegar el orgasmo de la otra persona. Denegarlo consiste en impedirlo antes de que se produzca. Arruinarlo cuando, sin poder impedirlo, este se "arruina" por falta de potencia (por ejemplo, interrumpiendo la estimulación y "dejando a medias").
Orgasm Control/Edging: Controlar cuándo puede llegar al orgasmo uno mismo o la otra persona. Consiste en mantenerse al filo, a punto de conseguirlo, pero sin llegar a ello.
Dickcage: Encerrar el pene de alguien en una jaula o dispositivo de castidad para impedir su erección y ayudarle a controlar sus /
Snowballing/beso blanco: Escupir el semen de la otra persona en su boca después de que /
Voyeurismo/Exhibicionismo: Obtener placer sexual al observar/ser observado durante el acto /
Cock Warming: Deslizar la erección dentro de una vagina o un ano, sin moverse, para "mantenerla caliente". Como "hacer la cucharita", pero sexual.
Había prompts para Orgasm Ruined, Orgasm Denial, Dickcage y Edging. Como al final suelo mezclar prácticas en los prompts de otras, me parecía que iba a ser muy repetitvo hacer dos/cuatro historias con un objetivo tan... similar (aunque hay Edging en alguna historia más, por supuesto), así que decidí agruparlos todos en esta.
LA RECOMPENSA
—Ah, no. No. —Negando suavemente con la cabeza, Draco presiona casi con gentileza, la punta de sus dedos contra la base del pene de Harry, que trata de levantar las caderas al mismo tiempo que gruñe.
—Draco… —suplica este, lloriqueando.
—No —repite Draco, presionando hasta estar seguro de que Harry no va a correrse—. Ya casi lo tienes.
Con un movimiento de varita, hace que el vibrador que está entrando y saliendo del culo de Harry deje de vibrar y frene su velocidad, en una estimulación más lenta y suave. Harry gimotea, frustrado.
Está tumbado sobre una estructura cómoda que Draco ha transformado a partir de una mesa y ahora se sostiene por sí misma firme en el aire. Con el torso apoyado, sus brazos y piernas están atados a la base y sus caderas en el borde, expuesto ante Draco y el vibrador que sigue, a pesar de haber reducido el ritmo, follándole el culo gracias al hechizo que Draco ha utilizado. Su polla asoma por la parte de abajo. Draco ha estado torturándolo durante los últimos minutos, aumentando la velocidad del vibrador y su potencia al mismo tiempo que le acariciaba con las yemas de los dedos, besaba o chupaba la polla, llevando a Harry al límite.
Pero aun no tiene permiso para correrse.
Draco es inflexible. En su favor, Harry tiene que decir que la intensidad de sus orgasmos, con él, está garantizada. Son menos frecuentes, y muchos de ellos, arruinados por el propio Draco intencionadamente, son más frustrantes que placenteros, pero cuando consigue seguir las indicaciones de Draco, el sexo se traduce en una explosión de placer que le recorre desde el cabello hasta los pies.
—Aguanta un poco más, Harry —susurra Draco en voz baja.
—Por favor… —suplica este.
—Un poco más —repite Draco, esta vez con voz más firme.
—Sí, Draco.
Harry aplasta la cara contra la superficie de la estructura y cierra fuerte los ojos, tratando de no pensar en la presión que amenaza con desatarse desde su vientre, en todas las señales que su cerebro le envía de que se deje llevar de una vez, en la sensación del vibrador entrando y saliendo de su culo sin piedad, en los labios de Draco, que vuelven a posarse en el frenillo de su glande, lamiendo con toques suaves y estimulantes antes de succionarle el glande.
—Lo estás haciendo muy bien, Harry —le felicita. Harry sonríe, agradeciendo el cumplido, pero duda que Draco lo haya visto, porque todavía aplasta la cara contra la estructura.
La vibración de su culo se detiene. Draco extrae con cuidado el dildo, que hace un sonido de succión que se mezcla con el suspiro aliviado de Harry. Al menos, sin esa estimulación, se siente mucho más seguro de poder contenerse y no desobedecer a Draco. Vuelve la cabeza, buscándolo con la mirada y lo descubre sonriendo a la vez que mira el culo de Harry y lo acaricia con un dedo. Harry gime, atrayendo su atención, cuando el dedo llega al pequeño hoyuelo dilatado, que cede ante la leve presión, haciendo que se introduzca hasta el nudillo. Con fuerza, Harry aprieta el culo a su alrededor, deseando obtener otro cumplido de Draco.
—¿Cómo vas, Harry?
—No creo que pueda aguantar mucho más —responde este, siendo sincero.
—¿A mí?
—A ti siempre. —Sin embargo, según lo dice, tiene dudas. En realidad, ha estado a punto de correrse ya. Draco lo ha evitado arruinándole el orgasmo antes de que se produzca, pero no está muy seguro de que vaya a ayudarle una segunda vez y tampoco de ser capaz de aguantar él solo.
—Está bien, entonces. —Harry está a punto de desdecirse. De admitir que no está listo para aguantar tanto sin correrse, y sabe que Draco lo aceptará. Quizá le ponga un pequeño castigo por mentir. A lo mejor, en lugar de follarle, le obligará a hacerle una mamada y no le deje correrse hasta después. Pero tiene tantas ganas de sentir la polla de Draco dentro de sí, hace tantos días que no se lo gana… Y en los ojos de Draco se ve la misma ilusión, así que sonríe débilmente y vuelve a asentir—. Presta atención, Potter. Te voy a decir lo que vamos a hacer.
»Voy a follarte ese culito ansioso que tienes, muy despacio. Pienso disfrutar cada centímetro que me meta en él. Y tú vas a apretar, ¿entendido? —Mientras habla, Draco mete y saca el dedo que tiene dentro del culo de Harry, ejemplificando sus palabras. Se detiene un segundo, esperando a que Harry haga su parte, apretando el culo—. Justo así. Quiero que me des todo el placer que tienes ahí para mí. Pero…
Ahí viene. Sabe exactamente qué es lo que le va a pedir. Tanto como sabe que va a ser difícil, porque apretar tal y como le ha pedido Draco no le ayuda a contener el orgasmo, sino todo lo contrario.
—No te puedes correr hasta que yo lo haga —sentencia Draco, en voz alta.
—¿Y si no lo consigo? —musita Harry, dejando que la inseguridad se trasluzca en su voz. Draco pierde la sonrisa, pero no por desilusión, sino preocupación.
—¿Necesitas decir tu palabra de seguridad? —Harry niega con la cabeza. En realidad, no es que no quiera hacerlo, ni que se sienta incómodo. Es sólo… que está un poco sobrepasado por las sensaciones. Draco lleva dos días llevándole hasta el límite, lo más que ha podido a aguantar hasta ahora, pero sin dejarle culminar. Ahora, siente cada roce, cada caricia, cada beso, cada lamida… como si fuesen terremotos de placer sobre su piel y su polla, sumándose a la urgencia de abandonarse al orgasmo final—. ¿Y tu color?
—Verde. —Draco levanta la ceja, incrédulo—. Es… Sólo… no estoy seguro de poder… Es ya muy intenso…
—Si no eres capaz de seguir unas sencillas instrucciones, Potter… Sí, tendré que castigarte —murmura Draco con los labios apretados.
—Qui-quiero intentarlo —asiente Harry. Una chispa de orgullo cruza los ojos de Draco, feliz por su respuesta.
Draco saca el dedo que tiene en su interior y se desabrocha los pantalones, sacándose la polla. Con un movimiento de varita, hace descender la plataforma para dejar el culo de Harry a la altura de sus caderas. Este respira profundamente, preparándose para cumplir las órdenes y dar lo mejor de sí mismo, pero Draco no parece tener prisa. Dilatando sus acciones para hacerlas lo más lentas posibles, se sirve un poco de lubricante en una mano y embadurna más el culo de Harry, repartiéndolo por fuera y por dentro con movimientos suaves.
Harry sabe que está intentando darle tiempo, unos pocos segundos de margen para que respire, para que disminuya la urgencia de su orgasmo y facilitarle el cumplimiento, prueba de que se ha dado cuenta de que hay una amplia posibilidad de que Harry haya sido demasiado optimista con respecto a sus capacidades. Además, ha utilizado mucho más lubricante que en otras ocasiones. A mayor deslizamiento, más sencillo para Harry. Confirma del todo sus suposiciones cuando Draco rodea la estructura, con su erección asomando entre sus elegantes pantalones, rodeada por una mata de vello rubio tan claro que parece blanco, y presiona su glande contra la boca de Harry, que la abre al momento, agradeciendo la oportunidad. Chupa con fuerza, tratando de estimularlo lo más posible, para que necesite menos cantidad de tiempo después. Y trata de aprovechar esos preciosos segundos para relajarse lo más posible.
—Veamos, entonces cuánto has aprendido estos días, Potter —susurra finalmente Draco, que ha acabado sujetando la cabeza de Harry para meterse hasta el fondo de su boca durante varios segundos, abandonando sus labios.
Cerrando los ojos, Harry siente cómo Draco se sitúa tras él. La punta de su polla empuja en su culo, que se abre con facilidad para dejarle paso. Recordando sus órdenes, Harry aprieta el culo con fuerza, oponiendo resistencia a su entrada, pero está tan lubricada que Draco se desliza hasta el fondo con un movimiento fluido que le quita el aliento. Aprovechando que Draco se detiene para darle una oportunidad de recobrar la respiración y acostumbrarse, Harry inspira profundamente.
Draco hace exactamente lo que ha dicho. Entra y sale muy despacio, tanto que Harry puede notar su polla abrirse paso por las paredes internas de su culo. Cuando sale, lo hace del todo, dejando que el ano de Harry se cierre y luego empujando hacia adelante para volver a abrirlo y llegar hasta el fondo.
Harry aprieta con fuerza, tratando de distraer su mente del orgasmo que sube ya por su abdomen, contando los segundos, multiplicándolos entre ellos, dividiéndolos. Repasa los hechizos que se sabe en orden alfabético, volviendo a empezar si se olvida alguno. Trata de no pensar en el tiempo que le puede quedar a Draco para alcanzar su orgasmo, porque con una estimulación tan lenta, sabe que puede llevar más de diez minutos, pero aún así, lleva la cuenta en un segundo plano, entrando en pánico cuando no han transcurrido dos tercios de ese tiempo y su orgasmo se desata.
El culo de Harry se aprieta más fuerte aún, anunciando su orgasmo. Al notarlo, Draco se retira inmediatamente, parando de follarlo y dejando su culo vacío. Harry gime, frustrado, porque al perder la estimulación, su orgasmo, que se anunciaba potente e intenso, se desinfla. De su polla borbotean un par de chorros de semen, con poca fuerza, que se deslizan hasta el suelo.
Y, en lugar del potente orgasmo arrollador que lleva conteniendo casi dos días y que esperaba con ansias, sólo le recorre el vientre un estremecimiento sin trascendencia, más un alivio a la presión dilatada tantos días que verdadero placer.
—Lo siento —dice inmediatamente, volviéndose hacia Draco, que lo mira con los labios apretados, pero un brillo comprensivo en los ojos.
—Yo también lo siento, Potter. —No trasluce sus sentimientos en su voz, pero Harry sabe que debe sentirse frustrado también.
—Puedes seguir usándome, si quieres, para lle…
—Yo decidiré qué hago —lo interrumpe Draco, cortante—. Te dije que, si no eras capaz de seguir unas instrucciones sencillas, habría un castigo, no que fueras a tomar parte en decidir cuál es.
—Lo siento —repite Harry, frustrado, porque no quiere que por su culpa Draco renuncie también a su orgasmo.
—No voy a seguir metiéndotela. Este no es tu castigo, pero no creo que deba premiarte dándote precisamente lo que quieres —dice Draco, tal y como Harry suponía que iba a decir. Su novio sabe lo mucho que le gusta que lo haga, incluso aunque no llegue al orgasmo, y el placer que siente, y ahora mismo va a denegárselo.
Porque, aunque Harry se vea privado de la mayoría de sus orgasmos, el objetivo es que disfrute del camino a todos y cada uno de ellos, culminen o no culminen. Y Draco es un maestro en conseguir que su piel se erice con cada toque, caricia, beso o penetración, compensando incluso si no hay una liberación o clímax hasta el cabo de varias horas. O días, como en este caso.
Está a punto de sugerirle que puede utilizar su boca. No le importa, incluso aunque la polla de Draco acabe de salir de su culo, está dispuesto a cualquier cosa con tal de que Draco disfrute, pero este ha apartado la mirada de la cara de Harry y la ha concentrado en su culo, acariciándole las nalgas. Después, usa la varita durante un momento para desatarle las manos.
—Sujétate las cachas —le ordena.
Harry obedece inmediatamente y abre sus nalgas, exponiendo su dilatado culo lo más posible. Draco sigue mirándolo. Se masturba con la mano izquierda, y con la derecha repasa el anillo rugoso de su ano, una caricia leve que no pretende estimular a Harry, sino a Draco que, cuando siente su orgasmo llegar, apoya la punta de la polla justo ahí y se corre, cerciorándose de que el semen entre dentro de Harry, pero sin llegar a penetrarlo, dejando a Harry, una vez más, insatisfecho. Tanto como él, según puede ver en sus ojos.
Veinte minutos después, están en la enorme bañera de la casa, duchándose juntos. Draco está alicaído. Harry están más preocupado por Draco que por su orgasmo fallido, realmente habría deseado que este hubiese dado rienda suelta a sus deseos de seguir follándoselo lento y multiplicando sus sensaciones también que optar por frustrarse con él.
—Está bien, Harry. La próxima vez lo harás mejor, ya lo verás —susurra Draco en voz baja. Está enjabonándole el pecho, pero Harry lo detiene para besarle en los labios, sonriendo. Draco lleva diciéndole palabras cariñosas desde que han terminado. Se ha encargado él de recoger la sala de la casa que utilizan para follar y limpiarlo todo, a pesar de que Harry ha intentado ayudarlo. Después, lo ha abrazado, besado y acariciado, consolándolo. Ahora lo está lavando en la bañera, y seguramente se ofrezca a hacer la cena también.
—Draco… —El chico rubio parece asustado, igual que un conejito amedrentado por un ruido. Harry sonríe con ternura. A pesar de lo duro que aparenta ser cuando están follando, sabe que ahora mismo está dando vueltas a la cabeza a la situación, tratando de averiguar qué podría haber hecho, si se ha excedido—. Estoy bien. Sólo… quería haberlo hecho mejor.
—Lo has hecho muy bien, Harry. Incluso aunque no hayas podido aguantar más.
—Y por eso tienes que reprenderme y ponerme un castigo. Funciona así, ambos lo sabemos. Si no, no tiene sentido. —Draco asiente, bajando la mirada—. Podría haber utilizado mi palabra de seguridad. Te avisé de que mi color era verde. No has hecho nada malo.
—Te pregunté porque te veía inseguro, debería haber parado.
—No. Habías dado las instrucciones y habías sido claro. Era yo quien debería haber parado y… no quería, Draco —dice Harry. El agua caliente cae sobre su espalda, así Draco tiembla de frío y Harry lo acerca más a él, abrazándolo para transmitirle calor—. Quería hacerlo, probarme a mí mismo. La próxima vez me saldrá mejor, ya lo verás.
—Tendría que estar consolándote yo a ti, no tú a mí. Al menos, yo me he corrido a gusto —gruñe Draco. Harry se ríe, porque sabe que no es exactamente así. Para el, la frustración ya es sólo un recuerdo. No es como si él y Draco no follasen a diario. En un par de días, podrá obtener ese orgasmo que hoy ha perdido, sin más consecuencias.
—Yo sigo disfrutando con esto —le recuerda Harry al oído. Es la frase que Draco necesita para devolverle el abrazo con fuerza, la confirmación de que todo está bien.
El castigo llega cuando se están secando en el dormitorio. Harry está sentado en el borde de la cama, frotándose la cabeza con una toalla, desnudo. Draco, que ya se ha puesto los pantalones, se acerca, descalzo, con la varita en la mano.
—Abre las piernas, Harry —ordena, y este reconoce su voz imperativa, así que obedece, aunque mira un poco preocupado cómo Draco le apunta a la polla con la varita, concentrándose antes de susurrar un conjuro.
Varios barrotes delgados de un elemento metálico se materializan alrededor de la polla de Harry, encerrándolo en una jaula ajustada, pero cómoda. Los barrotes, rígidos, rodean el tronco de su pene, cerrándose en círculos concéntricos en la parte delantera, donde la diminuta abertura en la punta de su glande se aprieta contra el hueco que estos dejan, con la piel mínimamente retirada para proporcionarle el espacio justo para orinar. Sus huevos quedan libres, aunque un poco tensos por la presión de la jaula en la base de la polla. Harry parpadea, un poco sorprendido.
—Un día tienes que decirme donde narices aprendes todos estos hechizos.
—Los veranos en Malfoy Manor eran larguísimos, la biblioteca estaba bien surtida de manuales y yo iba muy cachondo. —Con ojo crítico, Draco manipula la jaula para cerciorarse de que está bien colocada y que no es molesta—. Me he acordado de este hace un rato.
—¿Me has practicado un hechizo que no habías hecho nunca, Draco? —pregunta Harry con sospecha.
—Claro que no, no seas imbécil, Potter. Lo practiqué conmigo mismo. La llevé durante una semana entera. Tenía curiosidad —añade, ante la expresión de Harry, que levanta las cejas, sorprendido, porque su novio no es el tipo de persona que practica hechizos en sí mismo. Desde luego, debía ir muy cachondo ese verano. Draco le tiende un trozo de pergamino—. Lee la palabra en voz alta.
—Filum Deleris. —La jaula desaparece automáticamente, liberando su pene.
—Apréndetela. O lleva el pergamino contigo a todas partes —dice Draco, muy serio—. He hecho bien el hechizo y no creo que vaya a causarte ningún problema, pero si ocurre algo que hace que creas que debes quitártela porque supone un peligro para ti, hazlo. Eso no aumentará tu castigo y me limitaré a volvértela a poner cuando sea conveniente.
»Removeré el hechizo una vez al día, cuando vayas a ducharte. Si te duchas en el trabajo, lo harás con la jaula puesta, pero te la quitaré cuando vuelvas a casa para que puedas asearte bien. Te advierto que eso va a ser un problema para ti.
—¿Por qué? —pregunta Harry, aunque más o menos supone para qué sirve la jaula.
—Porque esto es para evitar que tu polla se ponga dura, Potter. Y va a ser incómodo. Cada vez que te excites, tu polla va a querer crecer y esto se lo va a impedir. Dolerá un poco, pero no debería ser insoportable, simplemente va a ayudar a controlarte. Si no es así, la remueves. Podrías ducharte con ella puesta y mantenerla aseada, pero si la suelto para que te limpies, tu polla reaccionará al contacto, estoy seguro. Y volver a colocarla será más frustrante para ti. —Harry asiente, reconociendo la malicia natural de la personalidad de Draco en el castigo.
—¿Hasta cuándo?
—El sábado que viene —responde Draco, mirándole a los ojos con intensidad para evaluar su respuesta. Harry echa cuentas.
—Eso es una semana.
—No trabajas el fin de semana que viene, ¿cierto? —Harry niega con la cabeza—. Entonces, resérvalo para mí.
—¿Eso quiere decir que no vamos a follar en una semana? —Draco levanta una ceja, incrédulo.
—Creo que me expresado mal, Potter. Por supuesto que vamos a follar. La jaula no es para que no follemos. La jaula es para que no te pongas duro y aprendas a controlarte mejor. Si te corres, lo harás dentro de la jaula, sin poder tener una erección. Será sumamente incómodo para ti, no muy agradable. —Harry asiente, comprendiendo que es como el orgasmo de hoy, que la estimulación interrumpida ha hecho que sea frustrante e incómodo, no totalmente placentero—. Así que sí vamos a follar, Potter. Sólo que tú polla no va a tener ningún tipo de atención hasta que tengas un poco más de control. ¿Color?
—Verde —responde Harry sin dudar. La idea le parece brillante. Su única pega, no follar en una semana, ha sido borrada de un plumazo por la genialidad de Draco. Este no sólo le está proporcionando una herramienta para que se sienta mejor al conseguir los objetivos que le marca. Además, sabiendo que Harry se sentía culpable por haber fastidiado no sólo su propio orgasmo, sino el de él, Draco ahora va a resarcirse durante una semana, utilizando el cuerpo de Harry para correrse sin que este pueda hacerlo mismo, satisfaciendo así la inseguridad de Harry.
La mera idea de pensar en ello le está poniendo tan cachondo que nota su polla pelear contra el encierro de la jaula.
—Sí, justo así —dice Draco, sonriendo, mucho más seguro de sí mismo, al ver la reacción de Harry.
—Cómodo no es, desde luego —protesta Harry, haciendo una mueca de desagrado cuando lo asalta un dolor de intensidad media, similar a una quemazón en la base del pene, que sigue intentando engrosarse por la excitación. Es breve, el propio dolor rebaja la excitación, permitiendo que el pene siga debidamente contenido. Acuclillado aún entre sus rodillas, Draco alza una ceja, inquisitivo. Harry sonríe, contento—. Verde.
La semana se le hace larga y corta al mismo tiempo. La primera noche, dormir se convierte en una tarea de titanes. Cuando Harry entra en sueño profundo, su pene trata de ponerse duro, tal y como haría el de cualquier hombre sano. La incomodidad y el dolor son suficientes para despertarlo, obligándolo a sentarse en el borde de la cama y posar los pies descalzos sobre el suelo frío en un intento de convencer más rápido a su polla de que no puede levantarse.
Draco se despierta todas y cada una de las veces, acompañándolo. La tercera, al fijarse en que sus calzoncillos lucen una cómoda, desde el punto de vista de Harry, este sólo tiene que murmurar un quedo «por favor». Draco sonríe y asiente, tumbándose en la cama con más manos detrás de la nuca y cerrando los ojos. Harry se encarga de liberar la erección de este del calzoncillo y, apoyando la cabeza en su pubis, se la mete en la boca, chupando el glande con la lengua en movimientos lentos y circulares.
Irónicamente, funciona. Su pene trata de ponerse duro, por supuesto, porque a Harry le excita la situación, pero al no ser algo que le despierta por sorpresa, sino que es esperado, y estar haciendo algo que le distrae, la incomodidad es mucho más llevadera. No sabe si Draco se ha quedado dormido cuando se corre, pero él sí lo hace acto seguido, con la polla de este todavía en la boca, y no se vuelve a despertar hasta la mañana siguiente, babeando sobre una nueva erección matinal de Draco.
—Eres incansable —gruñe, medio adormilado. Draco se ríe, murmurando algo de que esa, en particular, no es responsabilidad de nadie, aunque ver a Harry así le excita tanto que podría serlo. Aún así, cuando Harry abre la boca para volver a encargarse de ella, Draco se lo impide en represalia a su comentario.
—Si mi polla te parece incansable, no tendrás acceso a ella.
Harry se disculpa varias veces, pero Draco no cede, obligándolo a quedarse quieto sobre su abdomen, con la punta del pene de su novio en los labios, sin poder abrirlos para recibirla dentro de su boca, mientras este se masturba con una mano y le acaricia el negro cabello ensortijado con la otra, hasta correrse contra sus labios. Al menos, complacido por su dócil obediencia, Draco le permite relamerse y limpiarlo a lengüetazos.
El lunes, en el trabajo, Harry se siente extraño. La jaula bajo los calzoncillos no llega a resultarle molesta, pero sí es un elemento extraño que cambia su forma de caminar. De alguna manera, pasa a estar pendiente de su polla todos los minutos de cada hora. Lo cual no es cómodo, teniendo en cuenta que su polla intenta endurecerse cada vez que piensa en ella y, por ende, en Draco. Afortunadamente, la túnica disimula el anormal bulto de sus pantalones, evitando preguntas incómodas. Al volver a casa, Draco lo somete a una lenta y larga sesión. Atándolo mágicamente con los brazos y las piernas abiertas en forma de aspa, se dedica a torturar concienzudamente el culo de Harry, primero con la lengua, luego con los dedos, después con un dildo que sustituye por otro más grande. Harry está desecho en un amasijo de placer cuando, satisfecho con su aguante, Draco acepta colocarse tras él y, de pie, penetrarlo con estocadas rápidas y firmes. La postura hace que Harry no pueda hacer mucho por relajar el esfínter, así que nota todas y cada una de las veces que Draco entra y sale de él antes de correrse con intensidad.
—Eres magnífico, Harry —susurra en su oído. Vuelve a repetirlo, para sí mismo, cuando desata a Harry y comprueba que, aunque de la punta de su polla mana un espeso hilo de líquido preseminal que continúa incluso después de haberse aseado y acostado, manchando su ropa de dormir, no se ha corrido.
La segunda noche no es mucho mejor que la primera. Draco, más exhausto que la anterior, vuelve a acompañarle en cada uno de sus desvelos. Un fuerte mordisco en el pezón derecho, que deja moratón para el resto de la semana y la zona hipersensibilizada, le permite conciliar el sueño una vez. Dormir acostado en el pecho de Draco mientras este le acaricia la cabeza, una segunda. Que Draco le acaricie los testículos suavemente mientras le besa, una tercera, haciendo comprender a Harry que controlar el placer al mismo tiempo que la erección es mejor que pelear contra ella.
El martes cenan con Ron, Hermione, Pansy y Gregory. Con la excusa de acariciarle la rodilla bajo la mesa, la mano de Draco va deslizándose por la cara interna de su muslo hasta rozar disimuladamente sus huevos durante toda la conversación de sobremesa. Harry consigue mantener un gesto neutro en el rostro, pero eso es lo suficientemente extraño como para que Hermione le pregunte si se encuentra bien. Además, Harry está seguro de que la mirada que Pansy ha dirigido a su entrepierna ha recabado más información de la deseable.
O quizá es él, que está obsesionado con que todo el mundo sabe qué es lo que tiene aprisionado su polla. Y pensar en ella hace que tenga que controlar, una y otra vez, sus impulsos.
Cuando regresan a casa, Draco lo felicita por su compostura. Después, ordenándole quedarse de pie, le quita los pantalones y los calzoncillos, besándole y chupándole los huevos. Harry gime y cierra los ojos, tratando de mantener su orgasmo a raya, que a estas alturas pugna por salir, a pesar de todo, en un descafeinado hito de placer. Draco se da cuenta, porque sigue tanto rato que Harry se marea, embargado por el placer y la necesidad de correrse. Pero no lo hace. Satisfecho, Draco se incorpora, con el rostro manchado del líquido preseminal de Harry que este exuda abundantemente.
—Puedes pedir un deseo, siempre que no interfiera con tu castigo —dice Draco, muy contento con la obediencia de Harry. Este lo piensa unos segundos, considerándolo. Luego, susurra una sola palabra.
—Limpiarte.
Draco asiente, esbozando una sonrisa sincera que le llega a los ojos, una que no deja ver a mucha gente más allá de su madre y Harry. Si acaso, en momentos excepcionales, a Pansy o Gregory. Harry pasea su lengua por la cara de Draco, buscando todos y cada uno de los restos de su líquido preseminal, sin importarle si está húmedo o seco. Cuando termina, Draco lo empuja hacia abajo, poniendo una mano en su cabeza, obligando a Harry a arrodillarse, se desabotona el pantalón, lo justo para sacarse la polla y, sujetándole la cabeza para que no pueda moverse hacia atrás, le folla la boca hasta correrse en su garganta.
Para cuando llega el miércoles, Harry sabe tres cosas. Una: las noches cada vez son más llevaderas. Se ha despertado cuatro veces esta vez, pero se ha abrazado a Draco todas ellas, introduciendo la mano dentro de su camiseta para acariciar su piel y conciliar de nuevo el sueño. Dos: cada roce que Draco hace sobre su piel despierta una explosión de sensaciones placenteras que no tienen nada que envidiar a un orgasmo normal. Tres: que Draco tenía razón y ducharse es un infierno. Cuando Draco, le quita la jaula, Harry se asea rápida y concienzudamente, pero entre la libertad y su propia manipulación, su pene se pone duro de inmediato. Al colocar de nuevo el hechizo, Harry tiene que utilizar agua helada y evocar imágenes escalofriantes para conseguir que se reduzca lo suficiente como para que la restricción del conjuro funcione.
Mientras, Draco sonríe, disfrutando del sufrimiento de Harry.
Además, la confianza de utilizar la piel de Draco para calmar sus erecciones nocturnas tiene una consecuencia: Draco no se lo folla ese día. Sí lo dedica, aprovechando la hipersensibilidad de Harry a las caricias, a pasear una suave pluma por toda su piel, empezando por el rostro, bajando por el pecho, los pezones y el ombligo, continuando hasta los pies y volviendo a subir hasta su culo. Harry suspira, aliviado, cuando la pluma abandona por fin las caricias en su ano, que lo estaban volviendo loco y haciéndolo chorrear líquido seminal, convencido de poder llegar al orgasmo si Draco le quita la jaula sólo con el toque de la condenada pluma. Draco, en cambio, tiene otros planes. Limpia la punta pegajosa del pene de Harry y luego utiliza la pluma para acariciarla.
Es el primer día de la semana que Harry tira de las ataduras de sus muñecas y tobillos, incapaz de contenerse, porque el placer no es tan intenso como un orgasmo, pero sí mucho más constante. Draco le deja hacer, torturándolo un poco más. Además, como ha descubierto que el pezón amoratado de la noche anterior hace brincar a Harry cada vez que lo roza, se dedica a lamerlo y mordisquearlo. Harry ruega piedad, sollozando por el placer que le embarga, y Draco se la da: le muerde el otro pezón exactamente igual, para que el dolor de uno compense el placer del otro, que sigue rozando con la yema de su dedo.
Aún así, Harry es capaz de controlar el orgasmo y no eyacular más allá del incontrolable líquido lubricante que su cuerpo parece capaz de producir en masa desde que Draco le instaló la jaula. Draco le recompensa dejando que sea él quien le haga la paja con la que finaliza la sesión, corriéndose en su mano mientras lo besa profundamente.
La noche del miércoles al jueves, Harry sólo se despierta una vez. Le basta rozarse a sí mismo sus amoratados y sensibles pezones para desatar una descarga eléctrica por todo su cuerpo que le hace olvidarse momentáneamente de su erección y volver a conciliar el sueño. Por su parte, Draco decide que él es su nuevo limpiador oficial de pollas y, cuando le libera en la ducha, dedica especial atención a enjabonarlo y limpiarlo. Sorprendentemente para Harry, no le resulta difícil contener el orgasmo. Ni siquiera se acerca a él en ningún momento, aunque la garganta se le cierra en un nudo de emoción por el exquisito cuidado con el que Draco acaricia y trata su polla.
—Lo estás haciendo muy bien, Harry —lo felicita este al terminar—. ¿Qué tal estás?
—Bien —asegura Harry. Draco se mete el glande en la boca y succiona. Harry se estremece, pero no hay peligro—. Bien —repite.
—Harry Potter, eres la persona más excepcional del mundo.
—Matar a Voldemort es una nimiedad comparada con enjaularme la polla, desde luego —bromea Harry, haciendo que Draco se ría con una carcajada mientras le pajea lenta y suavemente.
—No es por eso, Potter idiota. Siempre te cargas los momentos románticos.
—Oh, ¿estábamos en un momento romántico? Discúlpeme. —Para ese momento, ambos están riendo a carcajadas.
—Lo estás haciendo muy bien —repite Draco, no obstante, antes de convocar un chorro de agua helada con su varita para ayudarle a bajar la erección y colocarle la jaula de nuevo—. Has mejorado en el control de una manera brutal. Puedes pedir otro deseo, Harry. Ya sabes las condiciones.
—Úsame. —Esta vez, Harry no duda. La erección de Draco es más que notoria y Harry sólo quiere ser él el responsable de aliviarla, igual que ha sido el que la ha provocado, en lugar de que Draco se haga una paja por su cuenta en la ducha para no presionarlo más por esa mañana.
—Por supuesto —sonríe Draco, satisfecho con su respuesta.
Antes de marcharse ambos de trabajar, Draco lo tumba bocabajo en la cama y deja caer una gota de lubricante sobre el culo de Harry, que extiende a conciencia. Luego, deposita otra sobre su glande, humedeciéndolo. Cierra las piernas de Harry y coloca las rodillas a cada lado de sus caderas, un poco elevadas por una almohada que ha colocado bajo ellas.
Y empuja.
Harry aprieta los dientes y esconde la cara en la sábana. El dolor es intenso, pero tolerable, porque está más que acostumbrado, pero la falta de preparación es notoria y le falta el aliento. Además, se mezcla con el placer, incrementando las sensaciones por todo su cuerpo. La polla de Draco dentro de él, que parece enorme y llenarlo, magnificado por su sensibilidad, el roce del cuerpo de Draco cuando se tiende sobre él y pasa las manos por debajo de sus brazos para usarlos como impulso. Percibe hasta sus pezones, erectos, acariciarle los omóplatos. Si es real o fruto de su desatada imaginación e hipersensibilidad, le da igual, porque el placer que le recorre todo el cuerpo no le permite pensar en nada más que en controlar su orgasmo cada vez que Draco se empuja dentro de él con fuerza hasta correrse.
Harry se va a trabajar con su semen humedeciéndole el calzoncillo cuando se desliza fuera de su culo, un recordatorio de que Draco le ha concedido un deseo y de su propia fuerza de voluntad.
El viernes Harry está seguro de ser capaz de llegar al sábado sin problema. No solo queda un solo día, a pesar de que la semana inicial parecía lejana, sino que se siente más que nunca con el control de la situación. Draco también lo cree, porque cuando lo ha limpiado esa mañana, le ha resultado más fácil colocarle la jaula, a pesar de que ha intentado provocarle un par de veces.
Ambos rechazan una propuesta de Dean y Seamus para salir de fiesta y otra de Daphne y Theo de ir a su casa a jugar algún juego de mesa mágico. Draco se sienta en el sillón orejero frente a la chimenea con un libro. Harry, que no sabe muy bien qué hacer, porque normalmente suelen dedicar ese tiempo a follar como conejos, se sienta en el reposabrazos, escuchando leer a Draco en voz alta. Le gusta que Draco haga eso, independientemente de qué sea lo que lee. Su voz le llena y le relaja.
La posición es incómoda, así que paulatinamente resbala hacia el regazo de Draco, que mueve el libro para hacerle hueco, casi abrazándolo en el proceso. Harry apoya su cabeza contra la de Draco, mirando la chimenea, mientras este sigue leyendo. No tarda en sentir en su culo la erección de Draco. Este deja el libro a un lado y tira del pantalón de Harry hacia abajo, descubriendo su culo. Después, hace lo mismo con su polla. Con la varita, convoca el bote de lubricante de la habitación, instando a Harry a aplicárselo él mismo. Este obedece… inclinándose hacia adelante, sin levantarse del regazo de Draco, para que este no pierda detalle de su dedo corazón entrando y saliendo.
Impaciente, Draco lo sujeta de las caderas y, obligándolo con fuerza, lo sienta de golpe sobre su polla. Harry jadea, sorprendido. Draco, en cambio, conserva la sangre fría y, como si no estuviera clavándose dentro del culo de su novio, vuelve a coger el libro y reanuda la lectura. Lee más de sesenta páginas, sin que su erección disminuya ni poco dentro de Harry. Este trata de concentrarse en la lectura, pero no puede, más ocupado en respirar profundamente, como ha ido aprendiendo, para controlar las sensaciones de placer de su cuerpo. Su líquido preseminal los ha manchado a ambos, pero a Draco no parece importarle. Cuando llega la hora de retirarse a dormir, deja el libro a un lado y ordena a Harry que bote sobre él. Este obedece, agradeciendo el leve dolor de sus piernas engarrotadas por la postura, hasta que Draco se corre con un gemido de satisfacción.
El sábado, Draco lo lleva hasta Bath. Alquila una lujosa habitación muggle de un hotel enclavado en el centro de la ciudad que tiene hermosas vistas desde la ventana. Tras una semana enjaulado, Harry está un tanto frustrado por no culminar un orgasmo que anticipa intenso, pero también está satisfecho con el resultado. Le ha resultado más sencillo de lo que esperaba y está seguro de poder satisfacer los deseos de Draco mucho mejor que la última vez.
Lo primero que hace Draco nada más depositan el equipaje en la habitación, es comprobar la calidad del colchón. Lo segundo, sentado en la cama, exigir a Harry que se baje los pantalones y calzoncillos y le muestre la polla.
—Unas pocas horas más, Harry —dice Draco, pero en su tono se adivina la interrogación.
—Todo el día, si tú quieres.
—Quiero. Vas a tener que portarte bien, pero te prometo que merecerá la pena si lo haces.
—Confío en ti, Draco —sonríe Harry, su inseguridad de la semana anterior totalmente erradicada. Tanto, que suplica con un mohín poder, al menos, satisfacer a Draco una vez más. Este, que está tan caliente como Harry, accede, quitándose los pantalones y los calzoncillos para abrir las piernas y que este se arrodille entre ellas, dejándole disfrutar a placer de su polla.
Pasan la mañana visitando los lugares más emblemáticos de Bath. Comen en un buen restaurante, elegido por Draco, que ha organizado el viaje sin que Harry tenga que preocuparse de nada, eligiendo exactamente las cosas que él querría ver, comer y hacer. Harry se deja mimar, emocionado. Pasean de la mano por las calles de la ciudad, relajándose y disfrutando de la belleza del lugar. Harry ha conseguido olvidar su jaula, que ya no consigue atraer su atención ni siquiera mientras camina.
Regresan temprano a la habitación, cuando está anocheciendo, con la intención de ducharse y quitarse el trajín de pasar el día haciendo turismo y luego bajar a cenar en el servicio que ofrece el propio hotel. Harry se sienta en la cama y enciende el televisor, pensando que Draco querrá ducharse primero, pues lleva un rato quejándose de que está deseando hacerlo, pero este mira por la ventana, levemente escondido tras la cortina. Curioso, Harry lo observa. Está a punto de preguntar qué ocurre, pero Draco le hace un gesto para que se acerque.
Justo enfrente de su ventana, al otro lado de la calle, una pareja heterosexual está follando contra el cristal. La mujer apoya las manos y el rostro contra el cristal, moviendo el culo hacia atrás para facilitar que el hombre, que se mueve despacio, la penetre. No deben llevar mucho tiempo haciéndolo, porque aún no tienen la premura de alcanzar el orgasmo. El hombre tira del pelo de la mujer, haciéndole mover la cabeza hacia atrás. Eso hace que ella los vea. Harry está a punto de esconderse, pero comprende a tiempo que es absurdo. No estarían follando contra una ventana si no quisieran que ocurriese algo parecido. La mujer sonríe, confirmándoselo, y dice algo al hombre, que también levanta la mirada y enseña los dientes, satisfecho, acelerando el ritmo de sus penetraciones. Con un movimiento de la varita, Draco desvanece la jaula de Harry.
—Veamos qué tal te comportas. —Abre las cortinas, permitiendo que la otra pareja pueda verlos a ambos, pero se apoya de lado contra el cristal, teniendo ojos sólo para Harry. Este comprende qué se espera de él, así que se desnuda rápidamente. Su pene ya está prácticamente duro, satisfecho de poder hacerlo por fin en un sitio que no sea la ducha—. Hazte una paja para mí, Potter… Sin terminar.
Harry le mira, mordiéndose los labios. Hace un momento estaba seguro, pero ahora que ha llegado el momento de la verdad, ya no lo está tanto.
—No me mires a mí, Potter. Son ellos quienes quieren ser los protagonistas del espectáculo.
Harry obedece. Apoya la frente contra el cristal, fresco, y empieza a masturbarse por primera vez en muchos días. Traga saliva, porque está a punto de cerrar los ojos: hasta sus dedos parecen ser más grandes y las sensaciones que le provocan son más potentes que hace una semana, pero obedece la orden de Draco y no aparta la mirada de la pareja heterosexual, que celebra la visión de Harry pajeándose acelerando el ritmo y con gestos en el rostro que le indican que están gimiendo y disfrutando.
Como no quiere decepcionar a Draco, no hace trampas. Aunque empieza despacio, para acostumbrarse a la sensación, incrementa el ritmo como lo haría si realmente quisiera llegar al orgasmo, sin limitarse a acariciarse con cuidado. Draco asiente, satisfecho. Acaricia la espalda de Harry con una mano y el pecho con la otra, haciendo que su sensibilidad grite de placer por su cuerpo, pero este no aparta la vista de la pareja, que está tan caliente al saberse observada, que el chico da un paso atrás, ella se da media vuelta y se encarama sobre él. Harry tiene una fugaz visión de su erección y, cuando aplasta la espalda de la chica contra el cristal, follándosela rápidamente, puede verla entrando y saliendo del interior de ella.
Su orgasmo aparece, al fondo de su vientre. Harry suspira profundamente. Las manos de Draco descienden. Una se detiene en su culo, rozándole el pequeño agujero con el dedo corazón. La otra en sus huevos, dispuesto a apretarlos si Harry pierde el control. Trata de susurrar un agradecimiento, pero no puede. En su lugar, apoya una mano contra el cristal y se masturba más rápido, jadeando. Y, cuando el orgasmo llega, desbocado, desde su interior, gime con fuerza y cierra los ojos… deteniendo la mano en el momento crucial. Ni siquiera llega a correrse, uno de esos orgasmos a medias. Sólo una gruesa gota de semen, más espesa y blanca que el habitual líquido preseminal, aparece en la punta.
Harry vuelve a abrir los ojos, jadeando. En la ventana de enfrente, el chico está corriéndose, a juzgar por lo espasmódico de sus embestidas. Desde la distancia, ellos no pueden saber si Harry los ha acompañado en el orgasmo, pero parecen creer que sí, porque le sonríen, satisfechos. El chico incluso introduce una mano entre las piernas de ella y luego se lleva dos dedos a la boca, chupándolos con fruición. El dedo de Draco hace lo mismo: recoge la solitaria gota del glande de Harry antes de que se derrame y se la ofrece como libación. Este acepta, lamiéndola con gusto y luego chupando el dedo de Draco igual que haría si fuese su polla.
—¿Lo he hecho bien? —pregunta, sonriendo débilmente a la pareja, que se despide de ellos agitando la mano.
—¿Qué si lo has hecho bien, Harry? —dice Draco, con la voz emocionada. Todavía tiene los huevos de Harry en la mano, pero ya no está preparado para apretarlos, sólo los acaricia. Tira de Harry para alejarlo de la ventana, cerrando las cortinas, y lo sienta en el borde de la cama—. Eso ha sido lo más caliente que te he visto hacer nunca. Y no has necesitado mi ayuda.
—Gracias —susurra Harry, refiriéndose al entrenamiento con la jaula, pero Draco niega con la cabeza y se inclina para besarlo en los labios.
—¿Crees que podrías aguantar un poco más?
—Sí —responde Harry, seguro de sí mismo ahora que ha superado esta primera prueba inicial, a pesar de que una gruesa erección se eleva todavía sobre su entrepierna. Draco asiente y se quita los pantalones y los calzoncillos. No permite que Harry lo toque, está tan excitado que bastan tres o cuatro sacudidas para correrse en la cara de Harry, llenándolo de semen. Caliente, Harry se relame los labios y está a punto de quitarse lo que ha caído sobre su párpado derecho, pero Draco se apresura a hacerlo él mismo, ofreciéndoselo después para que lo chupe directamente de sus dedos, como ha hecho con su propio líquido seminal.
—¿Color, Harry?
—Verde.
—Entonces, vamos a ducharnos y bajaremos a cenar. Te ayudará a relajarte —dice Draco, satisfecho y feliz, inclinándose para darle un beso en la punta de la polla y luego incorporándose para darle otro en la boca, más posesivo.
A pesar de haber dicho que la cena le ayudaría a relajarse, Draco se descalza y, por debajo del mantel, dedica parte de los postres para acariciar la entrepierna de Harry con el pie, provocándole una erección ahora que la jaula no está para impedirlo. Harry no pierde su sonrisa de felicidad, disfrutando de la cena, en ningún momento.
Al volver a la habitación, incapaz de contenerse, Draco lo tira de espaldas sobre la cama y lo desnuda, sacando un bote de lubricante de la maleta. Cuando se mete su erección en la boca, Harry está a punto de volverse loco. Cuando sus dedos entran en su culo, al mismo ritmo que la boca y la lengua de Draco se mueven sobre su polla, se olvida de respirar hasta el punto de que la vista se le llena de chiribitas de colores. No sabe cuánto tiempo está Draco mamándosela y follándole el culo con los dedos, porque está más concentrado en lloriquear de placer, dejando que la electricidad de cada roce se extienda hasta la punta de los dedos de sus pies y en controlar el orgasmo. Cuando este parece inevitable, se tensa, pero Draco está atento y se saca su polla de la boca y los dedos de su culo.
Los dos esperan expectantes, celebrando haber conseguido detenerlo a tiempo.
—Lo estás haciendo tan bien, Harry… —lo felicita Draco. Este está tan satisfecho, que se acuesta a su lado, los arropa a ambos con las sábanas y lo abraza, acurrucándose junto a él. Los dos acompasan sus respiraciones, adormilándose, pero Draco susurra, casi inaudible, tanto que Harry a la mañana siguiente duda de si lo ha soñado—. Soy yo quien tiene que darte las gracias a ti. No sabes lo mucho que me pone esto, Harry.
A la mañana siguiente, ambos despiertan con una erección matinal. Harry se mira la suya, contento de tenerla de vuelta y feliz de tener que preguntarse cómo va a orinar con ella. A su lado, Draco parece estar haciéndose la misma pregunta, así que Harry le propone tímidamente ayudarlo.
—¿Estás seguro? —Harry asiente—. No estoy pensando en que me la chupes.
—Soy tuyo —dice Harry. Sonriendo de lado, maliciosamente, Draco saca el botecito de lubricante.
—Puedo ponerte la jaula si crees que te va a ayudar o va a ser demasiado para ti. —Harry niega con la cabeza, respirando rápidamente sólo de pensar en Draco utilizándolo para su placer una vez más—. Entonces, ponte en cuatro, Potter.
Afortunadamente, su culo todavía está distendido tras la noche anterior porque, aunque Draco utiliza abundante lubricante, no es capaz de ir despacio. Harry gime cuando lo siente terminar de entrar, de nuevo más lleno que nunca, con las sensaciones de placer disparándose en todo su cuerpo. De rodillas tras él, Draco se lo folla durante lo que a Harry se le antoja una eternidad, con fuerza, tratando de desahogar lo mucho que le excita que este esté cumpliendo obedientemente todas sus exigencias. Harry empapa las sábanas de líquido preseminal y acaba llorando de placer antes de que Draco se empuje una última vez, descargando su excitación dentro de él.
Pero, a pesar de todo, Harry resiste. Se deja caer hecho un manojo de temblorosas extremidades, lloriqueando y gimoteando, pero su erección sigue dura y su orgasmo contenido. Draco lo acuna entre sus brazos, cubriendo su rostro de besos mientras susurra.
—Lo has hecho muy bien, Harry. Lo has hecho genial. ¿Puedes hacerlo igual de bien sólo un poco más? ¿Puedes hacerlo para mí?
—Soy tuyo. Y mi placer también lo es —murmura Harry, besándolo.
Lo hace esperar todo el día. Abandonan el hotel, vuelven a salir por la ciudad, comen juntos. Draco está más exultante que nunca, con un brillo orgulloso en los ojos. Le pregunta todo el tiempo a Harry si se encuentra bien. Lo felicita. Lo besa. Baila con él, incluso, con la puesta de sol bañando sus rostros de color anaranjado.
—Joder, Harry —murmura, mirándolo sin aliento, cuando regresan a casa. Impaciente, ha vuelto a empujarlo sobre la cama, desnudo. Bocarriba, con una erección que ya resulta dolorosa, Harry espera, expectante—. Gracias por esta semana.
—Draco, no es neces…
—Sí lo es, Harry —dice este, poniéndose mortalmente serio—. Has hecho esto por mí. Claro que te doy las gracias.
—Lo he hecho porque te gusta. Y porque me gusta.
—Ya sé que te gusta. Pero sé que a veces te pido cosas muy jodidas. Y tú siempre me sorprendes. Creía que te plantarías ayer, después de liberarte de la jaula. O esta mañana, que preguntarías si iba a ser mucho más largo, pero en su lugar preferiste buscar de nuevo mi propio placer. ¿Cómo no iba a darte las gracias, Harry? —Este parpadea, un poco sorprendido por el breve discurso.
—Es… pensaba que era lo que querías —tartamudea, confundido.
—¿Y tú? ¿Qué quieres tú? Ahora, ¿qué quieres? —pregunta Draco, desafiante.
—A ti —contesta Harry sin dudar.
—¿Lo ves, Harry? Eres maravilloso y especial. —Inclinándose sobre él, le besa suavemente los labios y luego, mirándolo a los ojos, le pregunta en voz baja, su aliento golpeando el rostro de Harry—. ¿Cómo quieres correrte?
—¿Puedo elegir? —Harry se sorprende. Normalmente el control de Draco precisamente se basa en que es él quien controla sus orgasmos, no Harry.
—Llevo toda la semana exigiéndote lo inexigible, y tú me has complacido todos y cada uno de los días, hasta cuando has pedido deseos. ¿Cómo no iba a darte eso? —Draco se separa unos centímetros, frunciendo el ceño.
Harry no sabe cómo expresárselo. Cómo explicar que cada vez que sigue las instrucciones de Draco, su cuerpo incrementa tanto las sensaciones que no importa si no llega al orgasmo. Que el placer que le embarga estar a sus órdenes, dejar el control en sus manos, sentir sus caricias y su polla, notar cómo es directamente responsable del orgasmo de Draco… Todo se junta en un cúmulo de emociones que saborea en todos los sentidos. Y que, aunque quiere correrse, necesita correrse, eso sólo es la recompensa final, la última traca de un espectáculo de fuegos artificiales que ha disfrutado de principio a fin.
—Creo que lo entiendo —murmura Draco, casi para sí mismo, muy despacio, a pesar de que Harry no ha hablado y él sólo se ha limitado a mirarlo intensamente a los ojos—. ¿Me pararás si no es lo que quieres?
—¿Has utilizado Oclumancia conmigo, Malfoy?
—Ni que la necesitase —resopla este, sarcástico. Luego, se pone serio—. Necesito que me lo prometas, Harry.
—¿El qué? —pregunta este sin entender.
—Voy… voy a proponerte una cosa. No sé si es lo que quieres, pero creo que te gustará. Pero… si no es lo que quieres, sólo tienes que decírmelo. Y si quieres correrte, en cualquier momento, simplemente hazlo, no te castigaré.
—Pero no quieres que me corra en cualquier momento —adivina Harry, comprendiendo por dónde van las intenciones de Draco.
—Por mí no. Pero quiero que la decisión sea tuya. No estás obligado. Tienes mi permiso para correrte cuando quieras. Incluso ahora, tú solo, sin contar conmigo.
—No quiero correrme sin ti —dice Harry, asustado.
—Sólo… si necesitas hacerlo… hazlo, no lo pases mal. Pero…
—Aguantaré —promete Harry, dispuesto a hacerlo—. ¿Qué quieres hacer?
Draco no responde. Levantándose, se desnuda, dejando caer las prendas de ropa al suelo. Después tiende la mano hacia Harry, para levantarlo también, estrechándolo contra él. Sus pollas, duras, se rozan durante unos segundos, mientras Draco lo besa despacio. Y luego se tumba en la cama, ocupando el lugar de Harry.
—Si te ves listo… —Deja la frase en el aire, pero Harry se lame los labios y sonríe, excitado—. Hazme una paja, Potter.
Harry se arrodilla entre sus piernas. Se escupe en la mano, tratando de reunir toda la saliva posible, y empieza a masturbarlo despacio. Draco suspira, cierra los ojos, y cruza las manos detrás de su nuca. Harry pone su mejor empeño. Sube y baja las manos, frota el glande, acaricia el frenillo con el pulgar, le acuna los testículos. Draco se tensa bajo él y Harry cree que se va a correr, pero este habla en voz baja.
—Chúpamela, Potter.
Tragando saliva, Harry obedece al instante, agachándose para meterse la polla de Draco en la boca. Este gime y levanta las caderas un poco, pero luego vuelve a su posición, dejando que sea Harry quien marque el ritmo de la mamada, la forma en la que quiere lamerle. Harry está más excitado que nunca. Los pequeños sonidos de placer que hace Draco se clavan en su interior, enviando estremecimientos por todo su cuerpo. Su polla chorrea líquido preseminal, ansiosa. Casi no puede pensar por las sensaciones de su cuerpo, de su mente. Del placer apabullante y abrumador.
—Cómeme el culo, Potter —murmura Draco un rato después, de nuevo al tensarse, a punto de correrse, levantando las piernas y sujetándoselas con las manos.
Harry lame sus huevos, metiéndoselos en la boca uno por uno y luego tratando de abarcar los dos, y pasea la lengua por la piel que los separa del culo de Draco. Luego lo sujeta por los muslos, obligándolo a exponer más el culo, y hunde la boca en su ano, chupando con tanta intensidad que Draco gimotea y solloza, embargado por el placer. Harry lame y lame, dejando que los minutos pasen, sin cansarse ni protestar cuando nota la lengua adolorida, succionando y chupando, besando y punteando, hasta que Draco decide que ha sido suficiente.
—Prepárate para mí —susurra Draco.
Cogiendo el botecito de lubricante, coloca las rodillas a los costados de Draco, dándole la espalda, para que este pueda ver perfectamente cómo se aplica el espeso líquido, cómo introduce dos de sus dedos, ensanchándose el culo, y luego un tercero, gimoteando porque su propio placer se une al que ya siente por el de Draco.
—Ahora…
Draco no necesita decir más. Todavía de espaldas a él, una postura que le suele permitir aguantar más tiempo, porque la polla de Draco se curva hacia arriba y en esa posición no roza su próstata, se coloca sobre las caderas de su novio y se deja caer, empalándose en la polla de Draco.
—¡Sí! —jadea Draco, extasiado.
Harry se mueve arriba y abajo, sujetándose en los tobillos de Draco para afianzarse y que Draco pueda ver perfectamente cómo su culo sube y baja sobre su polla. Sabe que su novio ha perdido el control, por primera vez en muchas semanas, cuando solloza y sus caderas se mueven al encuentro del culo de Harry, en movimientos caóticos y arrítmicos. Harry aprieta el culo todo lo que puede, tratando de maximizar su orgasmo.
—Joder, Harry —suspira Draco, extasiado, cuando los últimos tremores de su cuerpo finalizan.
Sin volverse hacia él para que no vea su sonrisa maliciosa, Harry levanta el culo despacio, dejando que la polla de Draco salga de su interior y caiga sobre el abdomen de este. Luego se concentra, contrayendo y aflojando el ano rítmicamente, empujando hasta que nota el cálido líquido, tibio, gotear fuera de su culo, sobre la polla de Draco.
—¿Lo he hecho bien? —pregunta, dándose la vuelta, disfrutando de la cara de mareado placer de Draco, que apenas atina a asentir.
Se tumba a su lado, todavía con la polla dura, sin prisa, y le besa la mejilla. Este suspira y frota su nariz contra la de Harry.
—Lo has hecho genial —murmura—. Ahora, sólo te voy a dar una indicación. Cuando notes mi dedo en tu culo, prepárate para correrte.
Draco saca suficientes energías para girar sobre sí mismo y acabar sobre Harry. Le besa los párpados, las mejillas, la punta de la nariz, los labios y la barbilla. Luego desciende por su cuello. Muerde y lame sus pezones, satisfecho por los gritos extasiados de Harry. Revolotea la lengua por su ombligo. Juega con sus huevos, moviéndolos dentro de la calidez de su boca.
Lame la polla de Harry, recogiendo el líquido preseminal que se derrama por ella, y luego se la mete en la boca, chupando con fuerza y con rapidez. Harry levanta las caderas y suelta un grito, sorprendido, pero consigue no correrse en ese momento. Ha estado a punto, pero ha conseguido contenerse. Y lo sigue haciendo durante cinco largos minutos, que Draco emplea en chuparle la polla con intensidad, sin dejar de mirarle a los ojos. Harry le sostiene la mirada, sin cerrar los párpados, enterrando una mano en su fino cabello rubio, sin marcarle el ritmo.
Orgulloso de sí mismo, embargado por lo intenso del placer de la mamada después de tantos días de contención, Harry aguanta.
Y, cuando el dedo húmedo de Draco tantea el agujero de su culo en una caricia sutil, se prepara para recibir la recompensa de sus esfuerzos.
Se corre con fuerza cuando el dedo entra bruscamente dentro de su culo, dejando escapar su orgasmo.
Oleadas de placer lo embargan, una detrás de otra, infinitas. Los músculos de su abdomen se contraen rítmicamente una docena de veces, y cada una de ellas va acompañada de un empujón de caderas de Harry que se introduce más profundamente en la boca de Draco, disparando un chorro de semen. Pierde la conciencia de cuántos lleva en el quinto, dejándose nublar la mente por el placer intenso y arrollador.
Vuelve a ser consciente de sí mismo un rato después, sin saber muy bien cuánto tiempo ha pasado. Mueve los dedos de las manos y los pies, cerciorándose de que puede moverse. Todavía siente ramalazos de placer en la columna vertebral y el éxtasis del orgasmo aún le marea un poco la cabeza. Draco sigue entre sus piernas, con su pene en la boca y la mano de Harry en el pelo, sonriendo.
Harry tira de él. Draco se mueve, dejando escapar su polla con un leve sonido de succión, y se deja caer sobre su pecho, con los brazos cruzados, sin hablar, sólo sonriendo. Harry está a punto de preguntar si lo ha hecho bien, pero entonces cae en la cuenta de por qué Draco está callado a pesar de que, a juzgar por lo triunfal de sus ojos, debería estar presumiendo de sus habilidades para chupar pollas.
Abre la boca. Con una chispa de orgullo en los ojos, Draco deja escapar de entre sus labios la corrida de Harry, directamente en la boca de este. Es tan abundante, que tarda varios segundos en hacerlo.
—El resto me lo tragué, lo siento. No me cabía todo en la boca si no me sacaba tu polla. Y no quería sacarme tu polla de la boca por nada del mundo.
Después, lo besa. Las lenguas de ambos se rozan, compartiendo la esencia de Harry, que ambos tragan con gusto. Esa noche, Draco se queda dormido sobre el pecho de Harry, dejando que este le acaricie la espalda y le recuerde que ha estado bien para él, que adora su relación. Y, a la mañana siguiente, después de ducharse, Draco vuelve a arrodillarse entre las piernas de Harry para conjurar una nueva jaula, que este acepta con una sonrisa desafiante.
