Día 7.
Prompts: Somnofilia.
Trigger Warning: Somnofilia (consensuada), sexo oral, anal y vaginal, masturbación con partes del cuerpo. En realidad, creo que son válidas todas las advertencias de los dos capítulos anteriores, jajaja. Al ser un oneshot más largo, hay más escenas y, por tanto, más combinaciones.
Somnofilia: Fetiche por mantener relaciones sexuales con alguien que está dormido.
FANTASÍA OSCURA
Desternillándose de risa. Viktor se ladea peligrosamente sobre su silla. Ron lo sujeta a tiempo, enderezándolo, algo que no es fácil, pues a pesar de lo ligero que parece el otro chico encima de una escoba, en realidad es bastante pesado. Sobre todo, porque Ron todavía está lidiando con los efectos de la poción anterior, que le hace sentir su cuerpo desproporcionado. Aunque no ha cambiado nada, percibe una de sus manos gigantesca, la otra muy diminuta y no está muy seguro de como se las está apañando para quedarse sentado en la silla.
Consigue que Viktor no se caiga al suelo, sujetándolo, por un lado, y Harry lo apuntala por el otro, para evitar que se ladee hacia allí. Contagiados por sus carcajadas, el resto también se ríe, pero no es una risotada tan histérica como la de Viktor, que se le están empezando a saltar las lágrimas. El efecto de la poción que Ron ha tomado remite gradual, pero rápidamente, permitiéndole recuperar el dominio pleno de su cuerpo. Medio minuto después, ocurre lo mismo con Viktor, que se deja de reír, jadeando, y se frota las lágrimas de la cara y los ojos.
—Joder —dice, arrastrando las erres con cansancio—. Esto ha sido… agor… agod… cansado.
—Agotador —apostilla Hermione, haciendo que todos alrededor pongan los ojos en blanco. Viktor habla perfectamente, pero está empeñado en incorporar nuevas palabras a su vocabulario, y Hermione se lo ha tomado como un reto personal.
—Merlín, Hermione, y yo pensaba que este —Pansy señala con la cabeza a Draco, que todavía se frota que los dientes, cerciorándose de que están todos ahí— era pedante. ¿Cómo puedes hacerlo cuando hace un minuto tus ojos estaban a punto de salírsete de las cuencas? —Ron se estremece. Va a tener que acabar utilizando un obliviate para sacarse esa imagen de la cabeza.
—¡Sólo le he ayudado a encontrar la palabra que necesitaba! Además, le gusta que le ayudemos cuando necesita una palabra —se defiende la chica, sentada al lado de Ron, haciendo que todos los demás, menos Viktor, que aún se sujeta la tripa con un gesto de dolorido cansancio, suelten otra carcajada. Con Hermione un mohín de fastidio, se refugia bajo el brazo de Ron, que la consuela de las burlas de sus amigos con un beso en la sien.
—Luna, te toca.
Están en un reservado de Las tres escobas, alrededor de una enorme mesa. Han conseguido juntar a todo el mundo, algo que no ocurría desde… Ron frunce el ceño, tratando de hacer memoria. La boda de Luna y Rolf. Y la vez anterior fue hace justo un año, aproximadamente, cuando Luna y Rolf anunciaron su compromiso. Los compromisos de la vida adulta hacen cada vez más difícil quedar para pasar una velada juntos. Y, a juzgar por lo voluminoso de la tripa de Pansy, reunirlos a todos de nuevo va a llevar su tiempo.
Ron celebra con una carcajada, como el resto, las diferentes voces que es capaz de modular Luna tras consumir otra de las pociones. La idea ha sido de Pansy y han acabado jugando a pesar de la férrea oposición de Draco, Blaise y Hermione. Quizá porque son ellos quienes mejor la conocen. Aunque Adrian Pucey, su esposo, no ha protestado en ningún momento. Ha sacado de su diminuto bolso varias decenas de viales de pociones, de diferentes colores, texturas y olores, y las ha puesto encima de la mesa después de terminar la cena. Ron no las ha contado, pero pueden ser fácilmente un centenar, dispuestas en círculos concéntricos, el más amplio en el borde de la mesa, otros dos más en el interior y un único vaso, de un color gris plateado que nadie se atrevido a tomar aún, justo en el centro.
«Es un juego inofensivo», había asegurado Pansy para convencer a los más reticentes. Después, había vuelto a explicarlo. «Era un juego que estuvo de moda entre los magos de alto estatus durante el siglo XIX. Todas las pociones son totalmente seguras y sus efectos pasajeros. Me he asegurado de prepararlas concienzudamente».
«He revisado el libro yo también», interviene Adrian, acudiendo en ayuda de Pansy. «Sé lo que hacen las pociones, porque Pansy quería cerciorarse de que no había ninguna realmente peligrosa y, aún así, estoy dispuesto a jugar. Eso sí, no sé cuál es cuál, así que no tengo gran ventaja sobre vosotros», había añadido con una carcajada. Eso había terminado de convencer a Daphne, Harry, Rolf, Neville, Viktor y Hannah que, sin haberse negado, no lo habían visto claro desde el inicio.
Resignado a ver que estaba en minoría y desventaja, Draco, el más experto en pociones sentado a la mesa, había cogido una de ellas y la había olisqueado, tratando de adivinar sus ingredientes por ese sistema. Cuando había claudicado, suspirando y jaleado por Harry, Dean, Luna y Seamus, suponiendo que una de sus mejores amigas no lo envenenaría por diversión, Hermione y Blaise habían perdido la batalla por oponerse.
Los efectos son… interesantes.
Algunos llegan a ser desagradables, como el que ha permitido que Hermione pudiese empujar los ojos fuera de las órbitas, el que ha hecho que Neville pudiese doblar cualquier parte de su cuerpo como si fuese de goma o el que ha eliminado todos los dientes de Draco durante varios minutos.
Otros no son visibles a simple vista. Por ejemplo, la polla de Seamus ha quintuplicado su tamaño y se ha puesto en erección permanente. Al principio han creído que era una poción de cambiar el color de su cuerpo, porque toda su piel ha enrojecido de vergüenza, pero cuando Pansy ha despegado la etiqueta del fondo del vial para recitar en voz alta su efecto, ha tenido que acabar enseñándola para regocijo general. O el efecto que ha tenido la última que ha tomado Ron, que le ha provocado que perciba todo su entorno como algo que, cuando lo ha descrito, Hermione ha definido una mezcla de Picasso, Dalí y un mal viaje de LSD.
La mayoría son de muy corta duración, como el ataque de cosquillas de Viktor o el viaje psicodélico de Ron, pero otros aún no se han desvanecido a pesar de que hace casi una hora que los han ingerido: el pelo de Luna brilla con destellos, como una aurora boreal, la polla de Seamus sigue notándose a través del pantalón y Daphne no ha dejado de hablar en verso desde la primera poción que ha probado, a pesar de que ha ingerido otras dos desde entonces.
Pero, en líneas generales, la mayoría son divertidas. La cara de Draco se ha cubierto de pústulas que estallaban en confeti antes de desvanecerse. En la frente de Harry ha relucido con colores brillantes el nombre completo de Draco con una poción que, según la etiqueta que ha leído Pansy, revela el nombre de la persona que más ama en el fondo de su corazón, lo cual ha sido pasto de bromas por parte del resto. Rolf se ha convertido en un pingüino durante unos minutos, que ha empleado en pasear por el reservado y chillar, aterrorizándolos con las hileras de dientes del interior de su boca. Blaise ha podido cambiar a voluntad la forma de su nariz durante media hora, que ha regresado a su estado original. La piel de Dean se ha vuelto de color azul celeste y el pelo de Hannah se ha encrespado en un complicado peinado de casi medio metro de altura que va a tener que deshacer por su cuenta cuando llegue a casa, según ha anunciado Pansy.
Tras tres rondas completas, en la mesa ya comienza a haber muchos huecos, la mayoría con aspecto desagradable. Al principio, Ron ha especulado que las más bonitas podían tener efectos más desagradables, por alguna retorcida lógica de tratar de engañarlos, pero lo cierto es que son totalmente aleatorias.
—Veo amarillo —afirma Adrian, que acaba de beber su cuarta poción. Se ríe entre dientes y mira hacia los lados, como si quisiera asegurarse—. Literalmente. Todo es amarillo. Diferentes tonos de amarillo, pero amarillo, al fin y al cabo. —Pansy, que está leyendo la etiqueta, asiente.
—Oh, es un rollo —protesta Seamus, fastidiado porque es un efecto que no pueden ver. Queda satisfecho, no obstante, cuando Penelope Clearwater, la novia de Daphne, obtiene unos enigmáticos ojos féericos tras beber una poción con la consistencia del barro. Esperan unos segundos, acercándose para contemplarlos, mientras Adrian asegura que incluso eso los ve de un intenso amarillo oscuro, pero el efecto no pasa rápidamente, así que siguen jugando.
—Hermione, te vuelte a tocar —indica Pansy.
Ron observa atentamente cómo su novia mira las pociones que restan en la mesa, dubitativa. Acaba escogiendo una de color verde mar, con la textura del agua. Hace un gesto desagradable al beberla, pero después de tragar se queda con la mirada perdida varios segundos. Una sonrisa ilumina su cara y una lágrima se le derrama por la mejilla. Intrigados, Ron y Viktor se inclinan hacia ella. No están preocupados, porque Hermione no parece estar teniendo problemas. Más bien, es una epifanía. Cuando se le vuelve a enfocar la vista, parpadea varias veces, y hace un sonido de desilusión, pero acto seguido se vuelve entusiasmada hacia Ron y Viktor, abriendo la boca y tratando de encontrar las palabras. Vuelve a intentarlo, pero ningún sonido sale de ella.
—¿Qué ocurre? —pregunta, mirando a Pansy, que ha despegado la etiqueta del vial.
—Recuerdos de un futuro pasado —lee esta en voz alta—. Pertenece sólo a su propietario —añade, pensativa.
—¿Qué quiere decir eso? —pregunta Viktor, frunciendo el ceño.
—He… —Hermione se lame los labios, moviéndose nerviosa—. He visto un recuerdo de algo… que todavía no he vivido. —Levanta la cabeza hacia Pansy, que confirma con un asentimiento, mirándola con intensidad.
—Eso es… asombroso —murmura Draco, admirado—. Si eso es posible, ¿por qué no conozco la poción? —Está a punto de levantarse de la silla, como si quisiera obligar a Pansy a llevarle al lugar donde está el libro del cuál la ha sacado, pero esta aprieta los labios y niega con la cabeza.
—No funciona. Créeme. La pobre mientras las fabricaba. Esta y un par de ellas más —explica Pansy, encogiéndose de hombros—. Sólo la hace funcionar el juego.
—Eso suena a magia oscura —dice Harry, súbitamente preocupado, frunciendo el ceño.
—Bueno, no lo es —se defiende Pansy—. Para empezar, el libro decía que el recuerdo sería importante y vital, pero no necesariamente del futuro. Garantizaba que, incluso si el recuerdo no era feliz, el efecto sería claro y satisfactorio para quien lo experimentase. Y el hechizo que conjura el juego no deja la sensación pegajosa de la magia oscura, eso puedo asegurártelo. He hecho suficientes cruciatus como para saberlo.
—¿Conjuro? —pregunta Draco, arrastrando las palabras.
—No es nada importante —interviene Adrian en tono tranquilo—. El juego se activa al formar los círculos con las pociones. Tienen una posición concreta, pero cuando completas el "tablero", las pociones se intercambian entre ellas y mutan de formas y colores para desorientarnos.
—Podemos no beberlas todas, pero no elegir cuáles bebemos —añade Pansy—. Y las que no nos bebamos serán… agua sucia cuando el juego termine.
—Ya veo. Eso quiere decir que si quieres ver un recuerdo similar tengo que hacer el juego completo —dice Draco, malhumorado.
—Se supone que es divertido, Draco —protesta Pansy—. Es como un sorteo de fruslerías, algunas gustan más y otras menos.
—Supongo que lo es. Sólo… Creo que es envidia. Me parece un efecto brutal —lamenta el chico. Harry le pasa el brazo por encima de los hombros y le acaricia el brazo, consolándolo.
—¿Entonces, no podemos saber qué ha visto? —pregunta Ron, que considera que no se está haciendo la pregunta más importante a pesar de que es obvio que Hermione quiere contarlo.
—Me temo que no —niega Pansy.
—Ha sido algo bueno, ¿verdad? —pregunta Viktor, inclinándose sobre Ron para sujetar la mano de Hermione. Esta asiente, emocionada.
—Muy breve, pero significativo. Creo que sí puedo decir que estabais en él —dice Hermione, tentativamente, satisfecha al comprobar que sí es así—. Y que erais, éramos, felices. O seremos. No lo sé bien.
—A mí me vale —dice Ron, mirando con cariño a Hermione—. Me parece genial que puedas tener ese recuerdo para ti y sabiendo que algún día, yo también lo compartiré contigo, con vosotros, es suficiente.
—Pienso lo mismo —dice Viktor, asintiendo.
—Te toca, Ron.
Quizá por la empatía que siente hacia su novia, y lo feliz que se siente porque ella esté feliz también, Ron no se lo piensa mucho. Inclinándose sobre la mesa con cuidado para no derramar ningún otro vial, alcanza el que está, solitario, en el centro. Es de color plateado, un poco más claro y brillante que los ojos de Draco, y tiene la textura del mercurio fundido, espesa e hipnotizante. Sin pensar demasiado, cierra los ojos y se lo bebe.
La poción está fría y sabe a hielo.
Tanto, que la sensación le invade el cerebro durante varios segundos. Abre los ojos cuando el efecto pasa. Por el rostro aún expectante de los demás, sabe que no ha manifestado ningún efecto visible, pero tampoco nota nada en sí mismo. Frunce el ceño y se mira las manos, un poco desconcertado. Está a punto de decir, un tanto decepcionado, porque el aspecto de la poción era mucho más magnífico que su efecto, que parece que todo lo que hace es congelarle la cabeza durante unos instantes, pero Pansy ya está mirando la etiqueta bajo el vial.
—Fantasía oscura —lee. Luego, mira a Ron con una expresión interesada—. Creo que lo siguiente que digas va a ser una fantasía íntima tan oculta que probablemente ni tú mismo sepas que la tienes —dice. Ron pone los ojos en blanco, porque este tipo de declaraciones son las que más le gustan a Pansy, que cuando empezaron a salir todos juntos en grupo sólo quería jugar verdad o reto para enterarse de chismes jugosos de los demás.
Rápidamente, trata de pensar qué es lo que podría salir por su boca cuando hable. Tiene muchas fantasías. Desde ser rico a viajar a una isla paradisíaca, pero duda que el juego se refiera a eso, porque no son algo que un mago con un cuestionable sentido del humor del siglo XIX llamaría oscuras. No ha soñado nunca con cometer delitos. Quizá pegarle un puñetazo a Draco, o desear que Pansy sufriese un accidente, pero eso quedó en la adolescencia. Así que asume que debe ser algo vergonzoso. Probablemente sexual. Repasa mentalmente qué cosas le gustaría hacer en la cama para adivinar qué es y decidir que quedarse callado el resto de la noche o salir huyendo al baño para decirlo en la intimidad. Aunque duda que le dejen, a juzgar por las ansiosas miradas y sonrisas burlonas de algunos, como Draco, Seamus o Daphne.
Lo cierto es que no se le ocurre ninguna fantasía. Normalmente, él va abajo cuando Viktor quiere follarle, pero en un par de ocasiones, cuando se lo ha pedido, le ha dejado probar a ir arriba. Y Hermione no tiene problema alguno tampoco con el sexo anal. Ni le puso pegas para follarse sus tetas. Fantaseaba con que Viktor le follase la boca, pero no tuvo que pedírselo. Y, aunque al principio los tres lo evitaban, con los años han dejado de hacerlo y no tienen problema en tragar o dejarse manchar con una corrida en cualquier parte del cuerpo. ¿Quizá un striptease de Hermione? ¿Sexo en público? No se le ocurren más opciones.
Inspira aire profundamente y suspira, preparándose para las inevitables burlas amistosas del grupo, sea lo que sea.
—A veces, en lo más profundo de la noche, sueño que estoy despierto, en la habitación, a oscuras. En la cama está Hermione. A veces está Viktor y la mayoría de ocasiones los dos. Están destapados, desnudos. Y yo los miro y me excito. A veces me acaricio a mí mismo, pero en ese momento la fantasía suele terminar.
Las caras atónitas de sus amigos lo hacen enrojecer aún más de lo que lo ha hecho mientras hablaba. Harry, siempre dispuesto a comportarse como el gran amigo que es, es el primero que rompe el silencio con una carcajada.
—A ver, yo te entiendo. Quiero decir, ¿has visto dormir a Draco en verano, cubierto sólo por una de sus pijas sábanas de algodón egipcio? Desde luego, yo sí que me tocaría mirándolo.
—Claro que te tocarías, Potter. Me ofendería que no lo hicieses. Nadie puede resistirse a mi belleza —presume Draco, arrastrando las palabras con orgullo, pero eso sólo hace que Harry vuelva a reírse y el resto lo acompañe. Hasta Ron, que todavía siente el calor inundándole la cara, lo imita.
Viktor toma la siguiente poción, una que lo hace cacarear durante la siguiente media hora al mismo tiempo que mueve la cabeza hacia adelante y atrás como una gallina. Ron se ríe con los demás, contento por poder desechar el incomodo momento con facilidad. Ni siquiera es consciente de haber soñado eso o pensado alguna vez una cosa similar, pero el recuerdo, que de pronto parece haberse instalado en su mente, de haberlo hecho es muy familiar e intenso. Así que está relativamente seguro de que sí es algo que ha salido de su interior. Como ha dicho Pansy, algo de lo que ni siquiera era consciente. En cualquier caso, está seguro de que una revelación así no es algo por lo que Hermione y Viktor, sentados uno a cada lado de él, vayan a juzgarlo, así que ni siquiera la considera la poción más incómoda de la noche.
El juego sigue. Cuando terminan, además de la forma de arquear de las piernas de Seamus que indica que todavía llena los calzoncillos, para regocijo de Dean, que tira de él para volver a casa cuanto antes, Draco lleva orejas, hocico y rabo de gato, Penélope sigue con sus ojos feéricos, el cabello de Luna sigue brillando con potentes colores, Adrian estornuda cada vez que dice una palabrota, Daphne aún habla en verso, Hannah luce su estrambótico peinado, Neville ostenta una joroba y Dean sigue color azul. Ron también sufre el efecto de una poción que parece ser más largo: su cabeza vibra como una campana en los cuartos, medias y horas en punto, pero no hay más efectos que lamentar y Pansy les ha asegurado a todos que ninguno durará más allá del amanecer.
Ni Viktor ni Hermione sacan el tema de la fantasía de Ron. Tras despedirse, vuelven a casa y se asean, preparándose para dormir, mientras comentan, sorteando como pueden los límites del hechizo, acerca del recuerdo que ha obtenido su novia. Ni siquiera cuando se meten los tres en la enorme cama de la habitación de Hermione. Ron y Viktor tienen sus propios dormitorios en la casa, para cuando desean dormir solos o descansar por su cuenta. O si alguna vez desean tener intimidad entre dos de ellos. Pero en la práctica, los tres pasan la mayor parte de las noches juntos y esta no es una excepción.
Y aunque la cabeza de Ron vibra, haciendo reír a carcajadas a Hermione, que está sentada en su cara y con las manos enterradas en su cabello pelirrojo mientras este lame golosamente su vulva, al mismo tiempo que Viktor prepara cuidadosamente su culo y se desliza dentro de él, gruñendo satisfecho al comenzar un cadencioso movimiento de vaivén, ninguno hace referencia a la fantasía de Ron, canalizando la euforia de la agradable noche pasada con los amigos, distinta de lo habitual, a través del sexo.
Los días pasan y Ron se olvida del tema definitivamente. Como supuso en su momento, ni Viktor ni Hermione han considerado que sea algo preocupante. Y, aunque sí piensa en ello a la mañana siguiente, notando una oleada de excitación en el vientre al evocar una imagen ficticia de Hermione o Viktor dormidos, desnudos, tampoco ha querido dejar a su mente fantasear para no obsesionarse con ello.
Hasta un día de primavera. Han pasado varias semanas desde la fiesta. Hermione y él han comido con Pansy y Adrian, que ya están a punto de ser padres y les puede la impaciencia. Viktor no ha podido ir con ellos, porque tenía entrenamiento, y ha llegado ya cuando ambos estaban en la cama. Hermione y Ron lo han escuchado ducharse y luego lo han acogido entre ellos cuando se ha metido en la cama, disculpándose por no haber ido a su cuarto a dormir, aunque ninguno de los tres deseaba que hubiera hecho eso. Esa noche no hay sexo, sólo caricias cariñosas entre ellos que buscan relajar más que excitar.
A mitad de la noche, Ron se ha despertado acalorado. Las ventanas y las cortinas firmemente cerradas, sumadas a que todavía usan ropa de cama gruesa, han hecho que la temperatura de la habitación suba, porque la noche es cálida. Hermione tiene la frente fruncida y perlada de sudor y Viktor está tan pegajoso como el propio Ron. Los tres han dejado de abrazarse y tratan, inconscientemente, de alejarse de los otros dos en busca de un trozo de cama más fresco que el resto.
Ron se levanta. Viktor patea las sábanas hacia abajo, destapándose, y se estira, ocupando parte de su sitio para no estar tan cerca de Hermione, que también se mueve, aliviada por el súbito frescor. Ambos siguen dormidos. A oscuras, Ron camina por la habitación para abrir un poco la cortina y levantar la hoja inferior de la ventana, permitiendo que la habitación se enfríe lo suficiente para seguir durmiendo y planteándose dejar a sus dos novies durmiendo más cómodos e ir él a su cuarto para que los tres puedan descansar mejor.
Está a punto de hacerlo cuando se fija en que un rayo de luna entra por la abertura de las cortinas, incidiendo directamente en Viktor y Hermione. Ella lleva un pijama puesto, largo y de tela fina. Él, como Ron, una camiseta vieja y un calzoncillo cómodo y holgado. La leve brisa que entra por la ventana les ha puesto la carne de gallina en los brazos de ambos y en las piernas de Viktor.
Ante la visión, Ron traga saliva, excitado.
Sabe que, al contrario que lo que vio Hermione, que es un recuerdo que tendrá en el futuro, lo suyo no funciona igual, porque no es como en su sueño. Pero comprende que, si no hubiesen jugado con las pociones de Pansy, este habría sido el momento en el que su "fantasía oscura" habría dejado de ser oscura. Pensando en lo irónico que es y preguntándose qué habría dicho la poción de haber sido al revés, si tiene más fantasías ocultas que todavía no ha descubierto y que se revelarán de forma casual, como habría ocurrido con esta de no interponerse el juego.
Ron está excitado, tan duro que su polla empuja la tela del calzoncillo, formando una delatadora tienda de campaña. Y comprende que, tal y como dijo, querría masturbarse mirándolos. Ni siquiera necesitaría mucho, apenas unas pocas sacudidas silenciosas. Pero hay más. Querría acercarse y masturbarse de manera que, al terminar, su semen cayese sobre ellos, preguntándose si eso los despertaría. Querría tirar del calzoncillo de Viktor hacia abajo y lamerle el culo o chupársela hasta que se corra. O rozar con la lengua los pezones de Hermione y luego abrazarla por detrás y deslizarse dentro de ella, empujándose despacio y con cuidado hasta correrse.
El mero pensamiento está a punto de hacer que se corra sin ni siquiera tocarse. Tanto, que se atraganta con su propia saliva y tose.
—¿Ron? —La voz adormilada de Hermione lo busca en la penumbra—. ¿Estás bien?
—S-sí —contesta, secándose el sudor de la frente. Su novia se incorpora un poco, esforzándose por abrir los ojos para verle en la oscuridad—. Es sólo… hace mucho calor y me he despertado. Creo… He abierto la ventana, pero creo que, si me voy a mi habitación, dormiremos mejor.
Hermione cierra los ojos y deja caer la cabeza sobre la almohada. Ron no está muy seguro de que haya comprendido todo lo que ha dicho, porque su respiración se acompasa al instante, pero unos segundos después vuelve a hablar.
—Con la ventana basta. Ven aquí con nosotros.
Incapaz de negarse, tan excitado que ya no tiene ni una pizca de sueño y sí sigue teniendo mucho calor, la mayor parte de él concentrado entre sus piernas, Ron se acerca a la cama, esta vez por el lado de Hermione. Esta se mueve, empujando a Viktor, que se queja con un ronquido, pero rueda hacia el otro borde de la cama, y le hace hueco. Ron se tumba, de espaldas a Hermione, que lo abraza por la cintura y apoya la frente en la parte alta de su espalda, respirando suavemente sobre su piel. La brisa de la ventana le eriza el vello de las piernas y los brazos, pero agradece el frescor del aire evaporando su sudor. Dormida, o a punto de estarlo, Hermione le acaricia el abdomen con toques suaves hasta quedarse quieta. Ron, en cambio, se queda inmóvil, con los ojos abiertos, la polla dura como una piedra entre las piernas y la garganta seca durante varias horas. No es consciente de cuándo se queda dormido.
Con el paso de los días, sigue experimentando la excitación de verlos dormir, sobre todo si se despierta antes que ellos en las mañanas o si Viktor cae rendido tras la comida en una siesta. Sus recién descubiertas sensaciones parecen dispuestas a detectar cualquier momento de sueño de sus novies. Algunas noches se despierta y tarda en volver a conciliar el sueño, excitado y empalmado. Una de ellas, que Viktor lo tiene abrazado por detrás, su erección se frota en sueños contra el culo de Ron, que tiene que utilizar toda su fuerza de voluntad para no masturbarse ahí mismo. Aun así, para cuando quiere quedarse dormido de nuevo, su calzoncillo está mojado por el líquido preseminal que ha producido sólo pensando en posibles escenarios de Viktor follándoselo en sueños.
No es lo único con lo que fantasea. Una tarde, mientras Hermione se la está chupando, cuando Ron cierra los ojos lo que ve es a sí mismo metiéndole la polla en la boca entreabierta de la chica dormida. El estímulo de su imaginación es tan potente, que a su novia le pilla por sorpresa su rápido orgasmo. Otro día, mientras Viktor lo está dilatando con los dedos para follárselo, Ron le pide que primero le deje comerle el culo, algo que ha estado presente en algunos de los sueños que recuerda al despertar por la mañana, de él sorteando la ropa interior de este para hacérselo antes de chuparle la polla. Lo hace con tanto ímpetu que al final Viktor ese día no se lo folla, corriéndose en su boca después de que la lengua de Ron acabe entumecida de tratar de aflojar el músculo anal de su novio.
Espoleado por el curso de los acontecimientos, Ron empieza a disfrutar sin complejos de su nueva fantasía, limitada a las fronteras de su imaginación. Hermione y Viktor también están complacidos, pues les parece genial que su novio esté más activo de lo habitual en los encuentros sexuales. Además, quizá porque Ron está especialmente cachondo cuando los ve dormir algunas mañanas o cuando fantasea durante el sexo con recuerdos de ellos durmiendo y momentos imaginarios que sólo existen en su cabeza, hacen más frecuentes aquellas prácticas que normalmente reservan para momentos más puntuales. A Ron le encanta su vida y su recién descubierta fantasía.
Una noche, sin embargo, algo cambia la situación.
Han salido los tres a cenar con Draco y Harry. La velada no se ha alargado demasiado, sólo se trataba de verse y coordinar los regalos para el nuevo flamante miembro de la familia Pucey, así como las visitas escalonadas para ayudar en la casa y preparar comidas para los cansados padres. Al volver, hablando de las imágenes que Adrian les ha hecho llegar de la pequeña bebé y que todos han mirado extasiados, Hermione parece muy contenta y parlotea excitada. Ron y Viktor se contagian de su alegría y bromean con la posibilidad de tener un hijo mientras fingen pelear por quién sería más apropiado. Viktor argumenta que su físico es mejor y Ron, en cambio, que este es demasiado ingenuo. Al llegar a casa, no obstante, Viktor se detiene junto a la puerta, sin abrirla, pensativo y súbitamente serio.
—No hay nada —dice, pronunciando despacio las palabras—, absolutamente nada, que no pudiera amar más que un niño de vosotros dos. O uno de nosotros dos —añade, mirando a Hermione, que se sonroja—. No habría nada que pudiera querer más. Ni siquiera a vosotros.
—Viktor… —murmura Hermione, emocionada.
Ron no sabe bien qué decir. No desea ser padre… todavía. Pero él ha crecido en una casa llena de críos, rodeado de hermanos, tiene claro que le gustaría serlo en un futuro cercano. Más cercano hoy que ayer, posiblemente, ahora que la pequeña de Pansy ha removido algo dentro. Y, aunque los tres han hablado del tema en su momento, durante sus primeras citas, había sido un poco más tanteo que otra cosa. Nunca se ha planteado la logística del asunto. Ni tampoco han hablado de un número, sólo que los tres estaban abiertos a esa opción en futuro, cuando hubiesen disfrutado de los momentos de la juventud que todavía les restaban.
—Yo… —Ron traga saliva, pensando en la posibilidad de acunar a un niño con los rasgos de Viktor—. Pienso lo mismo que tú. Y tampoco necesito que sea mío. Genéticamente hablando, quiero decir. O si lo adoptamos. Sólo que pueda formar parte de su vida. Ya sé que este no es el mejor sitio ni momento para decidir esto, pero… ya que habéis sacado el tema, creo que es bueno que lo sepáis. Que no haya dudas. De hecho, yo tengo un montón de hermanos, quizá sería mejor que fueses tú quien…
—¡Ay, chicos! ¡Os quiero tanto! —Hermione salta encima de ellos, llorosa, y los abraza a ambos a la vez. Ron se pregunta si es que el tema la preocupaba, pero no parece aliviada, sino emocionada.
—Lo siento, no debí ponerme serio. Estábamos riéndonos y bromeando y lo he estropeado —dice Viktor cuando Hermione los suelta, entrando en la casa y sujetándoles la puerta para que entren.
—Bueno, si quieres recuperar el ambiente festivo, basta con que lo echemos a suertes —bromea Ron. Viktor levanta las cejas, intrigado—. Cuando decidamos ponernos manos a la obra, cada uno contribuimos lo nuestro y dejamos que sea la madre naturaleza la que decida. Aunque Hermione va a acabar agotada.
—No sé si eso que has dicho es más gracioso o más caliente, joder —masculla Viktor, mirándolo con intensidad.
—¿Ambos? —pregunta Hermione, riéndose. Luego, se levanta sobre las puntas de los pies y susurra al oído de Ron, de manera que ambos le oigan—. Pero, aunque todavía no vayamos a ponernos manos a la obra, podemos empezar a practicar desde hoy. Así llegaré menos cansada.
Entre risas y jadeos, los tres se arrancan la ropa y se empujan mutuamente hasta la habitación, excitados por la conversación, emocionados por la perspectiva, casi una promesa, de que algún día esto tendrá una consecuencia deseada y que los tres están de acuerdo y mentalizados para cuando llegue el momento de decidir retirar la contracepción mágica que los dos chicos utilizan para evitar un embarazo antes de tiempo.
Tal y como Hermione le ha susurrado, cuando Viktor se arrodilla entre las piernas de Hermione, Ron trata de no acelerar su orgasmo. Se tumba al lado de Hermione, besándola. Acaricia a Viktor, acompañándole con la mano en su movimiento de vaivén. Cuando este jadea, anunciando su inminente orgasmo, se incorpora para besarle la parte baja de la espalda, acompañándolo en sus últimas embestidas. Viktor se desliza fuera de Hermione, haciéndose a un lado y deja que sea Ron quien penetre a Hermione. El interior de la chica es cálido y húmedo, pero la idea de que dentro de ella está el semen de Viktor hace que la situación se vuelva más caliente. Hastiado, Viktor se tumba al lado de Hermione, mirando con felicidad cómo Ron y ella llegan al orgasmo juntos y se dejan caer, satisfechos, en un revuelto desmadejado de extremidades.
—Ron… —dice Hermione justo cuando está quedándose adormilado. Hace un ruidito para dar a entender que la ha escuchado—. Hay algo que Viktor y yo querríamos hablar contigo.
El tono es serio, aunque no parece algo grave. Hermione no trataría algo grave y preocupante justo cuando han terminado de follar. Aun así, Ron parpadea, tratando de alejar la somnolencia del orgasmo, y se incorpora. Ya han apagado la luz, pero los dientes blancos de Viktor relucen en una sonrisa que brilla en la oscuridad, otro gesto que tranquiliza a Ron, que supone quizá sea algo relacionado con la conversación que han mantenido al llegar a casa.
—Viktor y yo hemos estado pensando —continúa Hermione, escogiendo las palabras—. En el día del juego de Pansy. La poción de la fantasía.
—¡Oh! —dice Ron, sorprendido de que saquen el tema después de tantas semanas. Esperando que no hayan notado ningún problema y no haber hecho algo erróneo, a pesar de haber limitado la fantasía a su imaginación, se incorpora, serio y atento a lo que quieran decirle.
—Al principio no queríamos decirte nada, porque se suponía que era algo que ni tú tenías por qué saber —dice Viktor.
—Y, hasta ahora, siempre has acabado por contarnos qué querías hacer en la cama, así que ambos acordamos dejarlo estar.
—Te habríamos preguntado al respecto hace un par de semanas, pero no sabíamos si querías hablarlo. Y tampoco estábamos muy seguros de qué queríamos decir nosotros al respecto.
—Pero ahora sí sabemos —apostilla Hermione—. Pero lo primero: ¿cómo te sientes?
—Yo… —Ron se moja los labios con la lengua. No duda. SI bien está de acuerdo con Viktor en que no podría quererlos más que a una pequeña criatura, sólo de forma diferente, no hay nadie en quien confíe más. Aunque quizá Harry entre también en esa categoría de confianza. Así que les cuenta todo lo ocurrido durante las últimas semanas. Sus pensamientos cuando follan. Cómo se dio cuenta de que lo que el juego decía era real, sólo una revelación anticipada. Lo excitante que le resulta verlos dormir. Y lo feliz que es con la situación actual, sin necesitar absolutamente nada más.
—Eso es lo que dijo Hermione —susurra Viktor, riéndose entre dientes—. Es más lista que cualquiera de nosotros, dedujo todo por su cuenta.
—Oh, sí lo es. Créeme, lo he visto desde que tenía once años.
—Gracias por contárnoslos —dice, no obstante, Hermione.
—No… —Ron no quiere que piensen que es algo vergonzoso o que no quería que supiesen. Sólo que no ha habido un momento para contarlo. Quizá porque este es el momento y era necesario crearlo, pero no era algo que quisiera esconder—. No era un secreto. Quiero decir, no era un secreto ni siquiera antes de enterarme, porque lo dije en voz alta aquel día, ¿no? Pero no es que quisiera ocultarlo, ni nada. Es simplemente que estoy bien así, siendo una fantasía excitante que vive en mi cabeza. No me resultaba un tema preocupante.
—Y… ¿nos contarías algunas de esas fantasías? —pregunta Viktor, genuinamente interesado, con un brillo de deseo en los ojos, que le brillan en la oscuridad tanto como los dientes. Ron asiente y, aunque se ruboriza un poco, les resume algunas de ellas.
Con un movimiento de varita, Hermione enciende una pequeña luz auxiliar que ilumina tenuemente la habitación y rebusca en su mesilla hasta sacar un par de prendas de ropa que pone encima de la cama.
—En cualquier caso, queríamos hacerte una propuesta, si tú quieres. Tanto Viktor como yo hemos pensado que estamos dispuestos a probar. —Ron frunce el ceño, sin comprender—. No sabemos si luego, una vez sepamos lo que es, nos gustará, pero queremos al menos intentarlo.
—¿Queréis decir…?
—Sí —asiente Viktor.
—Pero queremos poner algunas condiciones. —Ron asiente, un poco apabullado. Hablar de condiciones, cuando media hora antes ni siquiera era una posibilidad en su mente es como darle caramelos a un niño que sólo espera una piedra—. Puedes hacer lo que quieras, sin problema, cuando estemos dormidos. Masturbarte… pero también tocarnos a nosotros. Está permitido todo lo que sea que hayamos hecho alguna vez y nos haya gustado. Pero nosotros elegiremos qué noches estamos dispuestos a ello.
—Eso no significa que tú tengas que hacer nada esas noches —asegura Viktor, categóricamente—. Es más bien… un sistema de… ¿señales?
—Códigos —lo ayuda Hermione.
—Eso, códigos. Si tú tienes ganas, pero nosotros no estamos… ¿receptivos? —Hermione asiente—, pues sigues como hasta ahora. Si uno está receptivo pero el otro no, puedes hacer lo que sea con el que sí.
—Incluso aunque estemos durmiendo en la misma cama —matiza Hermione—. Francamente, no me ha importado nunca veros follar, no me va a importar ahora saber que lo estáis haciendo a mi lado.
—Y si estamos los dos receptivos, pero tú no quieres o lo que sea, pues ya está. No es que vayamos a estar esperando que suceda algo, sólo queremos señalarte que puedes hacerlo.
—Su-suena bien —tartamudea Ron, tratando de asimilar la información—. ¿Y cómo…?
—Esto. —Hermione señala las prendas de ropa. Ron identifica un pantalón holgado y otro un poco más pequeño combinado con una camiseta—. Cuando estemos receptivos, en lugar de nuestra ropa habitual para dormir, usaremos esta. Y en verano, en lugar de dormir en ropa interior, dormiremos desnudos. Sólo que, a partir de ahora, que durmamos desnudos significará que tú puedes hacer lo que quieras mientras dormimos.
—La ropa…
—Puedes quitárnosla —asiente Hermione—. Oh, y puedes masturbarte siempre que quieras. Eso no es un problema. El código es para cuando quieras… interactuar.
—Aunque lo cierto es que creo que nos despertaríamos —dice Viktor, encogiéndose de hombros, un poco inseguro. O triste por no poder complacerle, Ron no sabe identificar muy bien su emoción—. No dudo que puedas chupármela, como has dicho antes, sin que me despierte al principio, pero si intentas meterme la polla en la boca me parece que sí.
—Me temo que yo también. Tengo el sueño más ligero de los tres —dice Hermione.
—Creo… No lo sé, en realidad —murmura Ron, pensando en ello—. Bueno, creo que no importa. Al menos a mí me basta. O, si quieres puedes hacerte el dormido. Aunque no me importaría si no quisieras hacerte el dormido o si quisieras hacer algo —se apresura a añadir.
—¿Quieres decir que, si me despiertas porque me estás chupando la polla, puedo follarte en lugar de hacerme el dormido? —pregunta Viktor con una sonrisa maliciosa.
—Eh… sí, claro —responde Ron—. De verdad, en mi imaginación funciona perfectamente y no es necesario…
—Entonces perfecto —dice Viktor—. Así sé que puedo simplemente dejarme hacer, fingiendo estar dormido y que a ti te excitará, aunque me haya despertado. Y también sé que, si me desvelas, puedo follarte hasta quedarme dormido. A mí me parece una situación ventajosa para todos.
—Pero vosotros… Si cualquier cosa que haga os va a despertar… Creo que no… Si no os importa que me haga pajas, a mí ya me parece…
—Ron, idiota —dice Hermione, poniendo los ojos en blanco—. Precisamente, el código es para que tú sepas cuándo no puedes despertarnos. De eso se trata. No lo usaremos las noches que necesitemos descansar o que estemos cansados.
—Oh…
Ron no sabe qué más decir y los otros dos no parecen tener nada que añadir, así que la conversación termina y apagan la luz, disponiéndose a dormir. Hermione ha vuelto a guardar las prendas de ropa en la mesita, pero luego ambos lo han emplazado a colocarse en el centro esta vez, rodeado por ambos. Cuando Ron, un poco sobrepasado por todas las emociones de la noche, susurra un quedo gracias, los dos le besan suavemente en las mejillas y Hermione le susurra que todo estará bien y que los tres van a disfrutar con esto, como disfrutan de todo lo demás.
La primera vez que Hermione y Viktor utilizan los nuevos pijamas, Ron no se atreve a hacer nada más que levantarse silenciosamente, abrir las cortinas para dejar que un poco de la luz de la luna entre, como la otra ocasión que hay en su memoria. Duda unos segundos, pero al final, sin quitar ojo de los cuerpos dormidos de sus novies, Ron se baja los calzoncillos lo justo para liberar su polla y se masturba, tratando de no jadear demasiado alto.
Tarda algunas semanas más en atreverse a ir más lejos. Hermione y Viktor, a pesar de su aparente inactividad, siguen utilizando el código de ropa. Ron se masturba algunas noches más. Aunque le han dado permiso para hacerlo cuando quiera, sólo lo hace cuando utilizan el pijama, porque no quiere despertarlos al moverse, al levantarse o al jadear. Una noche, que ha vuelto a quedar en el medio y ambos tienen el pijama puesto, no se levanta de la cama. Libera su polla como puede y se masturba, sintiendo los ronquidos quedos de Viktor en su oído izquierdo y la respiración cálida de Hermione en su mejilla derecha. Y el placer es tan grande que se le saltan las lágrimas.
Una noche que sólo Viktor tiene puesto el pijama y Ron se ha desvelado, se levanta, silenciosamente para no despertar a Hermione. Se masturba, pero esta vez lo hace junto a la cama, al lado de Viktor. Y, cuando se corre, lo hace en su cara. En sueños, Viktor mueve la mano, como si quisiera espantar una mosca, pero no se despierta. Ron valora limpiarlo, incluso lamerlo con la lengua, una idea que le nubla la mente de excitación, pero al final no se atreve, porque no lo ha despertado y prefiere no hacerlo. Cuando Viktor se levanta por la mañana, Ron lo sigue con la mirada y el estómago en vilo, preguntándose si esto va a ser un punto de inflexión, si va a provocar que Hermione y Viktor decidan dar marcha atrás a su acuerdo. Sigue estando seguro de que será feliz el resto de su vida sin volver a hacer lo mismo, pero le ha gustado tanto que se muere por repetirlo.
Viktor no se da cuenta hasta que ve en el espejo los restos resecos sobre sus mejillas. Cruza una mirada reflejada en el espejo con Ron y sonríe, indicándole con ese simple gesto que le gusta que por fin haya decidido llevar a la realidad su fantasía.
—Pues resulta excitante, ¿no? —susurra, arrastrando las erres al hablar antes de darle un beso, todavía con la cara manchada.
—Para mí mucho.
—Me alegro de que por fin lo hayas hecho.
—En realidad… —Ron confiesa, sonrojado, sus primeras y discretas acciones y que es la primera vez que se atreve a llevarlo tan lejos, a incluirlos en la dinámica en lugar de sólo observarlos. Viktor lo escucha, con las pupilas dilatadas por el relato y, al final, asiente, complacido, y luego atrae a Ron hacia sí con brusquedad, dándole un beso demandante. Luego, lo abraza con fuerza, apretándolo contra sí tanto, que Ron percibe la erección de su novio entre ellos, excitado por lo que le ha contado.
—Ambos estamos deseando que nos incluyas en tu fantasía oscura, Ron —dice en su oído, con la voz temblándole de anticipación.
Excitado, Ron comprende que Viktor siente morbo por la mera idea de él siendo utilizado durante el sueño por su novio y, deseoso de mostrarle lo placentero que le resulta, se pone de rodillas y le saca la polla de los pantalones para chupársela hasta que este se corre. Ninguno se percata de que Hermione está apoyada en el quicio de la puerta, observándoles con una sonrisa de diversión, hasta que Ron se incorpora, limpiándose la comisura de la boca de lo que no ha conseguido tragar.
—Si las mañanas van a ser así, entonces ha sido la mejor decisión de mi vida —asegura la chica, acercándose a ambos para besar a Ron en los labios, lamiéndolo con la lengua para encontrar el sabor de Viktor, y luego a este en la mejilla, justo donde todavía tiene la mancha de Ron de la noche anterior. La oleada de excitación de Ron cuando sus dos novies confirman su consentimiento, dispuestos a dejarle probar hasta el final, rivaliza con su felicidad y el amor que siente hacia los dos por ser, simplemente, tal y como son.
Esa misma noche, quizá influidos por lo ocurrido durante la mañana, o porque quieren reafirmar su consentimiento y dar pie a Ron a que vaya más allá, ambos duermen con el pijama puesto. Con un hormigueo en el estómago, Ron no sabe qué hacer. Al final se vuelve hacia Hermione. Repta por debajo de las sábanas, tratando de mover el colchón lo menos posible, hasta llegar a la altura del pubis de la chica. Le baja los pantalones del pijama hasta los tobillos, despacio, y se los quita. Luego, hunde la lengua en su vulva. Sabe exactamente en qué momento se despierta, porque arquea las piernas y, en un movimiento acostumbrado durante el sexo, lleva su mano hasta la cabeza de Ron, pero luego la deja laxa, haciéndose la dormida. Cuando ella llega al orgasmo, Ron se ha corrido en los calzoncillos, sin tocarse, por la novedad de la excitación. Es algo que no le ocurría desde hacía años y se siente como un adolescente excitado y caliente.
—Puedes sujetarme la cabeza, si quieres —le dice a la mañana siguiente, desayunando. Viktor levanta la cabeza, atento a la conversación—. No sabía si querías, pero… yo sí. Porque seguiría siendo como… si soñases.
Hermione asiente y Ron se sonroja, pero está feliz de habérselo pedido. Esa noche Viktor no usa el pijama, porque al día siguiente tiene entrenamiento y varias reuniones de prensa, pero cuando ve que Hermione sí, se despide de ambos con un beso y elige dormir en su dormitorio para no despertarse. Ron no llega a conciliar el sueño. Cuando Hermione lo hace, se dedica durante varias horas a mirarla dormir, apretándose la polla por encima del calzoncillo. Y, cuando la chica se ira, dormida, para dormir de lado, dándole la espalda, Ron le baja los pantalones lo justo para descubrirle la vulva. La acaricia con un poco de lubricante, que atempera en las manos para que el frío no la despierte antes de tiempo, y luego se desliza con cuidado dentro de ella, procurando no hacerle daño. Hermione se despierta, aunque no abre los ojos. En la oscuridad, Ron la puede ver sonreír. Como está menos dilatada de lo habitual y él tan excitado, se corre justo cuando la vagina de la chica empieza a empaparse por encima del lubricante que Ron ha utilizado, así que repta bajo las sábanas para chupar y lamer y que ella también disfrute. El sabor salado de su propio semen en la boca le excita de nuevo y se masturba mientras la chica gime en suaves jadeos.
La primera noche calurosa del verano, Viktor duerme desnudo. Hermione se pone el pijama también, pero Ron aprovecha que su novio está bocabajo, salivando solo de pensar en todas las veces que ha imaginado esa escena. Con gula, le chupa el culo hasta que se despierta. Lo sabe por la forma en la que levanta las caderas y mete la mano entre su cuerpo y la sábana para acomodar su erección. Ron sigue lamiendo, porque sabe que es algo que a su novio le encanta, y se masturba a si mismo a la vez que lo puntea con la lengua, penetrándolo todo lo que puede. Cuando siente que ya no puede aguantar más, encaja su polla entre las dos nalgas del chico y se masturba con ellas, deslizándose gracias a la saliva y corriéndose en su espalda. Viktor se da media vuelta cuando Ron acaba, duro, y lo mira con tal hambre que no necesita preguntar qué quiere hacer. Sentado sobre sus caderas, se prepara a sí mismo con un par de dedos, rápido, y luego se deja caer sobre la polla de Viktor, aunque le duele un poco por el poco tiempo que ha dedicado a dilatarse, deseando complacerlo. Los suaves ronquidos de Hermione a su lado lo excitan todavía más, haciéndole correrse una vez más en el pecho de Viktor.
Con el paso del tiempo, todo encaja y funciona perfectamente. Aunque Viktor y Hermione utilizan el pijama prácticamente todos los días, y a estas alturas Ron ya sabe cuándo van a ponérselo y cuándo no, sólo pone en práctica su fantasía una o dos veces al mes. Una a la semana, si esa semana se ha sentido más excitado.
Ambos se dejan hacer, muchas veces quietos e inmóviles, fingiendo seguir dormidos. Si su respiración es lenta pero cadenciosa, Ron los deja seguir durmiendo, aunque por la mañana trata de corresponderles por su consentimiento y placer otorgado, deseoso de que se sientan igual de bien que él. Como cuando desliza sus dedos lubricados dentro del culo de Hermione, que duerme como siempre de lado, distendiéndolo hasta poder follársela. La chica no se mueve en ningún momento y cuando Ron baja, dispuesto a lamer su propio semen y proporcionarle placer, su respiración pausada le indica que está a punto de volver a quedar dormida, la deja estar, y vuelve a despertarla en la mañana, con la lengua entre sus piernas y las rodillas sobre sus hombros, dispuesto a lamer hasta que la chica se canse. O cuando se la chupa a Viktor, que se remueve a mitad de camino entre los sueños y el desvelo, acariciando la cabeza de Ron con una mano, sin llegar a marcarle el ritmo y corriéndose dentro de su boca, sin ningún tipo de control para durar más tiempo, porque no llega a despertarse del todo, y entonces Ron se masturba encima de él, manchándole el rostro como la primera vez, para no volver a desvelarlo, en lugar de tratar de frotarse contra él o de metérsela en la boca para culminar su orgasmo.
No obstante, la situación es intensa y caliente también para sus novies, que no siempre prefieren quedarse quietos y con los ojos cerrados, ni volver a conciliar el sueño inmediatamente.
Viktor se despierta una noche que Ron está follándose a Hermione porque esta gime demasiado alto y antes de darse cuenta, Viktor le ha llenado el culo de lubricante y le ha penetrado bruscamente, excitado e impaciente por lo caliente que le resulta verlos juntos. Ron se masturba con los pechos de Hermione o se folla la boca de Viktor, que tarda siempre más en despertarse de lo que él cree e incluso succiona en un movimiento reflejo a pesar de estar todavía está dormido, corriéndose en su boca.
Si se despierta y Viktor está duro, se folla a sí mismo con su polla. Viktor suele despertarse la tercera o cuarta vez que se deja caer sobre ella, y entonces lo aprieta contra su cuerpo, moviendo las caderas lo más rápido que puede, en penetraciones cortas y bruscas que desembocan en un orgasmo casi instantáneo. Si Hermione duerme, con los labios entreabiertos como acostumbra, desliza la punta de su polla entre ellos y, cuando ella se despierta, lo empuja contra la cama para cabalgarlo mientras se masturba a sí misma. O, si la despierta ha decidido lamerle el culo y la vulva, aprieta la cabeza de Ron entre sus rodillas con fuerza, sin soltarlo hasta que se estremece en una oleada de placer.
Las mañanas después de que Ron da rienda suelta a su fantasía se convierten en desayunos cómplices, sexo perezoso antes de levantarse de la cama, más frecuente que nunca, besos candorosos mientras se asean antes de ir a sus obligaciones, sonrisas excitada, comentarios sobre algo que gustó especialmente y, sobre todo, susurros agradecidos del pelirrojo que los otros aceptan con los ojos en blanco. Dejan de llamarlo «la fantasía oscura de Ron», porque se convierte en una parte más de la rutina, de las variaciones que llevan a cabo durante sus encuentros sexuales. Es algo doméstico, suyo propio, como un hogar, placentero y que los tres desean, y no algo oscuro que esconder o limitar a la imaginación.
Y Ron no puede recordar una época de su vida en la que esa no fuese la rutina más habitual. Y adorará cuando la rutina vuelva a variar, años después, la noche en la que ninguno de sus novies utiliza el pijama, pero ambos chicos utilicen sus varitas para remover el hechizo que aplicaron la primera noche que tuvieron sexo juntos. Luego los dedos de Viktor guiarán la polla de Ron hacia el interior de Hermione antes de situarse encima de ellos dos y, con paciencia, tal y como han practicado para que no sea una molestia para la chica, sino un placer desbordante, hacer lo mismo y unirse a su novio dentro de Hermione, dispuestos a dejarlo realmente en manos del azar.
Notas finales: Si alguien me lee, es posible que haya terminado la historia y todavía esté preguntándose acerca de un detalle concreto. En el texto ha quedado más o menos insinuado, pero si eres como yo, que quieres verlo en negro sobre blanco, dejo esto:
«La vista se le nubla, igual que un velo blanco que se corriese delante de sus ojos. Con los oídos, puede escuchar las respiraciones expectantes del resto de sus amigos, que desean ver el efecto provocado por la poción. También siente las rodillas debajo de sus manos, pero sólo puede mirar la luz blanca, cegadora, que inunda sus ojos. Entonces, llega el dolor. Uno intenso, que hace que esté a punto de levantarse de la silla. Le duelen las caderas, las piernas, el culo... Pero antes de poder reaccionar, la luz se atenúa lo suficiente para distinguir la escena. Y, entonces, el dolor pasa a un segundo plano, sustituido por una inmensa felicidad. Y cansancio, pero sobre todo felicidad.
Los colores son difusos y todo se ve borroso, como si estuviese mirando a través de un cristal distorsionador. Está tumbada en una cama con sábanas blancas y relucientes y deslumbrantes, desnuda, con sólo las piernas cubiertas. A su lado, Ron solloza. Lleva el pecho descubierto y parece mayor de lo que es ahora, aunque lleva el pelo más corto. Tiene los ojos empañados de lágrimas de alegría y sostiene una mano de Hermione entre las suyas y la besa con cariño. Detrás de él, Viktor, con el pecho igualmente descubierto, sostiene pegado a su piel a un pequeño bebé recién nacido, desnudo y con una llameante mata de pelo pelirrojo en la cabeza, y le habla en búlgaro en voz baja y emocionada mientras lo acuna. También parece mayor que ahora, no tiene el torso tan trabajado por el deporte y en su rostro hay rastros de ojeras.
Viktor se vuelve hacia ellos y, con sumo cuidado para no despertarlo, deposita el bebé en el regazo de Hermione, que lo aprieta contra ella. El bebé busca con la boca su pecho de forma instintiva y succiona con fuerza. Con un dedo tembloroso, Ron le acaricia la mejilla, fascinado. La luz vuelve a hacerse más intensa, borrando los detalles e impidiéndola ver más. Todo ha transcurrido en apenas unos segundos, pero para ella supone toda una vida. Porque, sin saber cómo, está segura de que lo que ha visto es real, fue real y será real. No sabe cuándo, ni cómo, pero llora emocionada, agradeciendo el atisbo que ha podido ver en una visión donde todo es ayer, hoy y mañana».
Y nada, disculpadme lo cursi, tanto del capítulo (más de 2500 palabras para entrar en el tema) y del "extra", pero es que me hacía mucha ilusión. Ya, ya sé que es un kinktober, pero me resulta más fácil ponerme más sexual con el Drarry y el BakuDeku porque he tenido un puñado de otros fics donde hacerlos enamoriscarse, besarse y estar juntos. En cambio, con este trío, aunque el argumento me pide porno, mi corazoncito les quiere dar amor cursi. Y sí, este fragmento quiere decir que Hermione sabe perfectamente quién va a ser el padre biológico del hijo de los tres. Lo cual, supongo, le da cierto aire interesante a cierta conversación de la historia y cómo Hermione maneja la situación, jajaja.
