[One-shot]
Cosas de adultos
—Senjurō R. & N. Sumi—
—Mi hermano… le dijo a papá que quiere irse de aquí… si lo hace… ¡yo me quedaré solo!
Disclaimer:
Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge
Cosas de adultos © Adilay Fanficker
Advertencias: UA. / Un poco de OOC. / Mención de temas fuertes como: duelo ante una pérdida, alcoholismo, maltrato infantil y peleas familiares.
Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".
Día 8: Caricias en el cabello.
Notas:
Un pequeño relato de esta bonita ship, ojalá les guste.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
•
A sus 12 años, había muchas cosas que a Sumi Nakahara le gustaba hacer. Coleccionar peluches de mariposas, pasear en bicicleta, comer helados, leer libros con muchos dibujos, entre varias cosa más. Pero, ente sus favoritas, estaba ir al dōjō de kendo los Rengoku a visitar a su mejor amigo en el mundo. El menor de los hijos, Senjurō.
»Me gustaría ser tan bueno como mi hermano —decía él cuando ellos dos hablaban acerca del negocio familiar de los Rengoku—, pero papá dice que soy muy malo y seguramente eso no cambiará —entonces reía tratando de ocultar su tristeza.
Sumi no era de naturaleza rencorosa, sin embargo, no podía evitar sentir un cierto resentimiento hacia el padre de Senjurō, quien nunca se mostraba feliz, ni mucho menos orgulloso, por su hijo menor.
En cada festival del día del padre, por ejemplo, era su hermano mayor quien impedía que Senjurō se quedase solo, viendo a los otros niños con sus papás.
Nunca era el señor Rengoku; nunca el padre de Senjurō.
—Senjurō, ¿estás bien? —preguntó Sumi a su amigo, con quien estaba ahora mismo estudiando para los exámenes.
Senjurō estaba triste; no podía concentrarse porque no se sentía bien; y él no podía ocultar eso.
—Yo… —aunque sus excéntricos ojos estuviesen sobre los libros, estaba claro que su atención no se hallaba ahí—. Es que… Kyōjurō… volvió a gritar con nuestro padre.
—¿Por qué? —Sumi se sorprendió.
Si algo ella sabía bien, era que Kyōjurō Rengoku jamás declinaba un desafío, y era literalmente imposible hacerlo gritar de rabia.
—No lo sé, sólo sé que papá y él discutieron mucho; no les entendí nada. Ambos se gritaron, y mamá… mamá ya no está.
Muchos en la escuela consideraban que Senjurō era infinitamente inferior a su hermano mayor por ser muy sensible y sentimental, sin embargo, Sumi consideraba que Senjurō era un chico demasiado tenaz, al que ya casi se le acababan las fuerzas.
Hace casi medio año que había perdido a su madre debido a una enfermedad que la dejó hospitalizada por mucho tiempo; luego supo por Senjurō, que el señor Rengoku bebía muchas cervezas desde el funeral. Más tarde vinieron las constantes disputas entre Kyōjurō y su padre.
Ya alguna vez se habían golpeado entre ellos, por lo que Sumi sabía.
Senjurō era un chico muy fuerte. Tanto, que Sumi quería que de una buena vez, la cosas mejorasen para él y su hermano; a quien también conocía y estimaba.
Verlo llorar jamás ha sido algo agradable para Sumi, pero ella se esmeraba en hacerlo sentir acompañado.
Sin importarle esas ridiculeces acerca de que "los hombres no lloran", Sumi se levantó de su silla y fue deprisa a la de Senjurō para abrazarlo. Acarició su cabeza varias veces, cerrando sus ojos, tratando de trasmitirle toda su energía positiva.
—Mi hermano… le dijo a papá que quiere irse de aquí… si lo hace… ¡yo me quedaré solo!
Ese era el más grande miedo de Senjurō. Y Sumi no lo culpaba.
—Entonces ven a vivir conmigo —ofreció ella en la inocencia de no saber que eso no sería tan sencillo—. Mi mamá ya te quiere, y aunque mi papá trabaje mucho, no es nada malhumorado. Ven conmigo.
Senjurō la abrazó de vuelta; ambos lloraron hasta desahogarse, luego se tomaron un descanso, acostándose sobre la cama del chico; uno al lado del otro. Abrazándose otra vez.
El chico se quedó dormido mientras Sumi le acariciaba su cabello. Sabía que eso lo relajaba. Ella quería que, al menos en sueños, él pudiese estar en paz.
Saltó sobre sí misma cuando la puerta de la alcoba de pronto se abrió y una cabellera amarilla con rojo se hizo presente.
Casi gritó al pensar que se trataría del señor Rengoku, sin embargo, ella soltó un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que se trataba de Kyōjurō. Quien estaba vestido con un traje de etiqueta bastante formal, aunque la corbata ya estaba floja en su cuello.
—¿Está dormido? —preguntó él en voz baja sin alarmarse ni escandalizarse. Sumi asintió, aún nerviosa—. Ya veo, ¿y tú quieres que te lleve con tus papás? Se está haciendo tarde.
—Pero… —ella miró preocupada a Senjurō, que aún tenía sus ojos algo hinchados.
Kyōjurō también vio a su hermanito.
—Mmm, o supongo que puedo llamar a tu casa para preguntarles a tus padres si puedes quedarte a dormir —sonrió el mayor.
—¿Puedo?
—Sólo si tus papás dicen que sí. ¿Tienes su número?
Sumi se levantó con cuidado para no despertar a Senjurō, buscó en el interior de su mochila su credencial de estudiante, en la parte de atrás se veía el número telefónico de su casa. Kyōjurō la tomó y la invitó a beber un poco de jugo en la cocina.
—Seguro tu mamá querrá hablar contigo.
Por suerte, sus padres confiaban en Kyōjurō, quien en susurro les confirmó que el señor Rengoku no estaría en casa esa noche.
Sumi habló con su mamá y le aseguró que volvería temprano por la mañana; Kyōjurō más tarde prometió que él mismo la acompañaría, pues sería sábado y no habría clases.
Mientras Senjurō descansaba, Kyōjurō encendió la televisión para Sumi, yendo a la cocina donde comenzó a preparar la cena. Claro, no sin antes dejarle a Sumi un refrigerio, mientras esperaba.
Sin embargo, de pronto Sumi dejó de ver las caricaturas, a las cuales no les estaba prestando atención, se levantó del sofá y fue hasta la cocina donde vio a Kyōjurō picar unas verduras.
—¿Dejará a Senjurō? —preguntó triste.
Kyōjurō dejó de picar para mirarla sorprendido.
—¿Cómo dices, pequeña Sumi?
—Senjurō… oyó cuando usted le dijo al señor Rengoku que ya no quería estar en esta casa —bajó la mirada, tratando de no llorar otra vez—. ¿Dejará a Senjurō aquí solo?
El chico suspiró, dejando el cuchillo y yendo hacia ella.
—Realmente lo siento.
—¿Entonces sí lo dejará? —preguntó asustada.
Sin Kyōjurō, ¿quién defendería a Senjurō del ogro?
—¿Qué? ¡No! No es eso… es solo que… —la sujetó de las mejillas, limpiándole las lágrimas con cuidado—. Lamento que estés involucrada en esto, de verdad, me duele. Aunque, siendo amiga de Senjurō, supongo que no se puede evitar que él te hable de lo que le afecta.
Sumi, hipando, apretaba sus puños.
—No, no me iré. Y tampoco soy capaz de dejarlo solo —le decía con calma—. Es un niño, y necesita de un adulto que lo cuide. Escucha, Sumi; esto es demasiado complicado para explicártelo con detalles, pero ten por seguro que no me alejaré de Senjurō. No dejaré de cuidarlo.
—Pero… el señor Rengoku…
—Él… se tomará unas vacaciones, no estará por aquí durante un tiempo; así que no te preocupes, ¿sí?
Ya más tranquila, ella asintió con su cabeza algunas veces.
—Ahora, ¿me harías el favor de subir al cuarto de Senjurō y decirle que la cena ya está? —su sonrisa era tan amena y tranquila que Sumi se contagió de esa buena vibra e hizo lo que se le pidió.
Llegando agitada al cuarto del chico, Sumi fue rápido y sin pena a la cama donde puso una mano sobre su cabeza y comenzó a acariciarlo juguetonamente.
El optimismo de un infante es algo maravilloso.
Sumi en verdad creía que todo estaba mejor. Porque un adulto responsable y bueno estaba haciéndose cargo.
Ella no sabía, y cuando menos entendía, todo el peso que Kyōjurō estaba sobrellevando con una sonrisa. Pero quizás en unos años, al igual que Senjurō, lo sabría.
—Senjurō —llamó entusiasta—, Senjurō despierta —insistió elevando cada vez más el tono de su voz.
Los ojos del menor se fueron abriendo poco a poco. De pronto, al verla tan cerca de él, el rostro de Senjurō se coloró y se alejó de Sumi, despejándose un poco.
—¿Ya es de noche? —preguntó alarmado.
—Sí, pero mi mamá me dio permiso de estar aquí —canturreó contenta—, ¿y adivina qué? Abajo está tu hermano, ¡dice que no te dejará! ¡Se quedará contigo!
Parpadeando, entre sorprendido y maravillado, Senjurō dejó que Sumi lo sujetase de la mano y lo hiciese bajar de la cama para ir a cenar.
…
Mientras la pequeña se iba, Kyōjurō cambio de gesto a uno más estoico. Sacó su celular del bolsillo de su pantalón y marcó un número.
—¿Ya conseguirte un lugar donde vivir? —preguntó serio y brusco; un aspecto que no les mostraría a los pequeños.
—¡Tú, maldito malagradecido! ¡¿Cómo te atreviste a sacarme de mi propia casa?!
—Tú te sacaste solo de la casa de mi madre por ser, y cito al juez, "peligroso para Senjurō" —espetó en voz baja, en especial lo último—. Inicia tu rehabilitación, haz algo con tu alcoholismo, controla esa ira, y si tienes suerte, y demuestras ante mi abogado que ya no eres un peligro para mi hermano, podrás volver a verlo. Claro, si es que te interesa. Si lo único que te importa es esta casa, tranquilo, como mamá marcó en el acuerdo prenupcial, esta será de Senjurō cuando él sea mayor. Suerte, papá.
Colgó de golpe justo a tiempo para recibir a su hermanito, que lo abrazó apenas lo vio.
Volviendo a su característica personalidad alegre, aunque en realidad estuviese demasiado cansado, Kyōjurō sirvió la cena para los 3, preparó una película de Disney y se sentaron a verla mientras comían.
Al mayor de los hermanos no le hubiese gustado tener que denunciar a su propio padre ante un juez, recolectando pruebas y testimonios de terceros, con el fin de quitarle la custodia de su hermanito y prácticamente obligarlo a vivir en otro lado hasta que lidiase con su alcoholismo y agresividad.
Pero no le había dejado otra opción.
Shinjurō ya había sido violento con su hijo mayor.
¿Cuánto tiempo pasaría para que lo fuese también con el menor?
Kyōjurō amaba a su padre y entendía que él estuviese pasando por un proceso de duelo, sin embargo, ni él mismo, cuando menos Senjurō, merecían ser olvidados y apaleados sólo porque el hombre de la casa no era capaz de dejar su estúpido orgullo de lado e ir a terapia a desahogarse, o por lo menos ir a ver a un psicólogo, en lugar de llenar su hígado con alcohol.
«Sé que esto no es fácil para ti» miró serio a Senjurō que hablaba amenamente con Sumi, «pero tampoco lo es para nosotros. Te deseo suerte; pero debes luchar contra tu dolor sin dañarnos en el proceso» Kyōjurō pensó su padre, relajándose un poco por primera vez en mucho tiempo.
—FIN—
¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!
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