P.O.V. Misha

Era un día especial, por fin Koraro y yo tendríamos nuestra primera cita y no había encontrado otra forma de expresar mi emoción, mas que bailando y entonando una cancioncilla por todo el apartamento, ante la mirada de alegría de Shia y los maullidos gruñones de la gata Nyaa.

Lo más emocionante era que ya tenía el itinerario perfecto para la ocasión. Le dije a Kotaro que dejara todo en mis manos, no se iba a arrepentir. Para mi novio, todo lo mejor del mundo.

Desde que llegó el mediodía no hice más que corretear de arriba para abajo, buscando entre mis cosas aquel artefacto mágico con forma de aureola, pero a pesar de que le di vuelta a todo, no encontré nada.

Para no perder el tiempo, me dispuse a preparar la especial merienda, que degustaríamos allá en las alturas. Después de todo este tiempo en la tierra, por fin había dominado las artes culinarias, no al nivel de Shia, pero había mejorado notablemente sin dudar.

Tras haber guardado la comida en una mochila, seguí con la búsqueda, pero comencé a desesperarme sobremanera, cuando supe que faltaban veinte minutos para que él llegara. La pobre Shia trató de calmar mis nervios, pero fue en vano. En poco tiempo todo el apartamento estaba patas arriba.

«¿Ahora cómo podré llevar a cabo la tan anhelada cita en las nubes?».

El timbre me sacó de mis pensamientos. No logré ni siquiera arreglarme como se debía, ¡qué desastre! Pero no me daría por vencida, la anhelada cita se realizaría a toda costa, de eso me encargaría yo.

–Pasa adelante Kotaro, en seguida viene Misha –sonrió amable ante la cara de perplejidad del muchacho, quien veía el desastre hogareño.

–¡Shia!... ¿pero qué pasó?, ¡¿alguien quiso hacerles daño?! –exclamó mientras fruncía el ceño.

–Oh no, descuida. Misha está buscando un accesorio importante y bueno... al parecer no lo ha podido encontrar –Shia continuaba sonriendo como si nada y Kotaro no salía de su estado sorprendido.

–Pero no te quedes ahí parado, siéntate Kotaro –ofreció Shia con amabilidad, mientras Nyaa se paseaba entre sus pies y miraba al chico.

Corrí como rayo para cambiarme, no tenía más tiempo, así que me vestí con lo primero que encontré en mi armario. Me hice dos coletas altas y me dispuse a salir, realmente apenada por haber hecho esperar a Kotaro.

–Ho-la Kotaro, disculpa la tardanza – salí con la cara ardiendo de la vergüenza.

–Misha, no hay problema, no esperé mucho –sonrió y de inmediato calmé mis nervios–, por cierto... te ves muy bien –dijo con la mirada hacia el suelo, mientras se pasaba la mano en sus sedosos cabellos, ¡es tan lindo!

–Ay Kotaro, gracias, también te ves muy bien –respondí nerviosa, con las mejillas a punto de hervir.

Juntos nos dirigimos hacia la salida, nos despedimos de Shia y en cuanto ella cerró la puerta, comenzamos a caminar a paso lento. De un momento a otro, Kotaro entrelazó su mano con la mía, acto que me aceleró el corazón sobremanera y sonreí por inercia.

–Por cierto Misha, ¿qué era lo que buscabas con tanta desesperación?... claro, si se puede saber.

–Ah, es que... era una sorpresa para ti Kotaro –respondí cabizbaja.

–Oh, lamento que no hayas podido encontrarla, no te preocupes, seguramente lo harás en otro momento, por ahora disfrutemos nuestra compañía –me animó con esa brillante sonrisa que me enloquecía.

–Tienes razón, ¡debemos disfrutar lo que tenemos! –dije alzando mi puño en señal de victoria.

–C-claro... –respondió Kotaro en un hilo de voz.

De pronto la emoción subió por todo mi cuerpo y no pude contener el impulso de tomar a Kotaro de la muñeca, llevarlo gradas arriba y subirlo al balcón de la terraza para que nuestra grandiosa cita diera inicio.

Sin dejar que él formulara una sola palabra, lo tomé de los brazos y nos aventamos por los aires, en una excitante travesía rumbo a las esponjosas nubes. Podía escuchar su grito de júbilo, que se unía a mi eufórico estado de ánimo, sin duda era algo que jamás olvidaríamos.

Para agregarle más emoción al paseo, decidí dar una pirueta en el aire, pero de un momento a otro solo pude observar cómo se caía toda la comida que había preparado con tanto esmero. Al parecer Kotaro no lo notó, pero me sentí un poco derrotada con lo sucedido, claro que, eso no iba a arruinar nuestra alegría.

De repente volví de mi ensimismamiento y manteniendo mi sonrisa centré mi atención en Kotaro. Su mirada no era de emoción, sino de un miedo extremo que no pude soportar ver, en seguida mi corazón se llenó de un arrepentimiento que me hizo bajar la velocidad con la que volaba y en vista de que la comida se había perdido en el vacío, con mucho cuidado emprendí el regreso a tierra firme.

Aterricé en la azotea de nuestros respectivos hogares y solté a Kotaro para que habláramos, pero él estaba desmayado y de un pálido extremo, no supe desde qué momento le ocurrió eso. Sentí que mi mundo se derrumbó, traté de reanimarlo, pero no despertó, lo tomé en brazos y me dirigí gradas abajo para auxiliarlo.

–¡¿Misha, santo cielo, pero qué ocurrió?! –mi amiga se llevó las manos al rostro.

–¡Shia, maté a Kotaro! –dije entre sollozos.

Lo coloqué en el sofá y Shia comenzó a intentar reanimarlo, mientras yo corrí a mi habitación para buscar artefactos celestiales efectivos para curar. No encontraba nada convincente, hasta que en el fondo de mi caja encontré un brebaje llamado "Resurrección".

«Esto funcionará».

Corrí hacia la sala, donde Shia había elevado las piernas de Kotaro y le estaba revisando el pulso, me sentí aliviada de que lo tuviera. De inmediato le di una cucharada del brebaje y Kotaro abrió los ojos y su palidez se desvaneció.

–Ay qué alivio –suspiró Shia.

–¡Kotaro! –grité entre lágrimas.

–¿Qué... pasó? –musitó con debilidad.

–¡Kotaro perdóname! –lo abracé–, pensé que lo estábamos pasando bien en los aires, pero no era así y luego te desmayaste... y yo me asusté mucho.

–Lo último que recuerdo fue haber salido de aquí para nuestra cita –dijo un tanto confundido.

–¡Jamás volverá a pasar esto! –continué abrazándolo.

–Por cierto chicos – intervino Shia–, encontré tu aureola Misha, Nyaa la tenía en su camita, al parecer la tomó por un juguete, lo siento –dijo apenada, mientras me la entregaba.

Guardé la aureola y seguimos hablando de lo ocurrido pero, al parecer Kotaro borró de su memoria aquel incidente tan desagradable. Yo prometí no volver a actuar de esa manera tan alocada y finalmente él me disculpó, lo noté en su mirada y me lo demostró con un tierno beso.

Al concluir el tema y tras haber esperado la completa recuperación de Kotaro, llegada la noche, él y yo tuvimos una tranquila y deliciosa cena a la luz de las velas, fue un momento especial.

Fin.

...

¡Gracias por leer! :D